Medellín Basta Ya, un reconocimiento a la resistencia
“Si bien los 80 fue una época fuerte de ruido y de furia, como dice Faulkner, Medellín se jodió bastante antes”, explicó el relator Jorge Alberto Giraldo durante el conversatorio del lanzamiento del Basta Ya en Medellín.
Con más de un centenar de personas en cola para ingresar al auditorio, el lanzamiento del informe Medellín, Memorias de una guerra urbana, acogió el pasado 14 de septiembre a 600 personas en el auditorio del Centro Cultural Moravia. Los asistentes representaron, sin proponérselo, los rostros de la violencia de esta ciudad: diversidad, pluralidad. Había hombres, mujeres y jóvenes de diferentes edades, etnia y lugar de procedencia. Había personas en situación de discapacidad, víctimas del conflicto, estudiantes, miembros de la fuerza pública, líderes y lideresas de organizaciones sociales, y defensores de los derechos humanos.
Medellín fue, hasta hace tan solo un par de décadas, una de las ciudades más violentas del país que aún hoy sigue generando múltiples movimientos y respuestas. Su particularidad: todos los perpetradores confluyeron en el mismo espacio. Narcos, sectores de la fuerza pública, grupos guerrilleros y grupos delincuenciales participaron y se proliferaron en el territorio, generando escasez para albergarlos a todos, propiciando luchas entre ellos. Fue el “periodo del gran desorden”. El informe calcula que hubo en total 132.529 personas reconocidas como víctimas del conflicto, dentro de las cuales 106.916 son desplazados, 19.832 fueron víctimas de asesinatos selectivos, 2.784 de desapariciones forzadas y 1.175 víctimas de 221 masacres.
“Todos hicieron de todo”, afirmó Manuel Alberto Alonso, uno de los relatores del informe, en su intervención del conversatorio. Las cifras son impresionantes y nos dan una dimensión general de la violencia, pero también hay subregistros que permiten pensar que la dinámica de la violencia fue aún más fuerte. En Medellín la guerra no pasó de largo, fueron muchos los espacios donde las probabilidades de encontrarse con la violencia fueron muy altas. Sus habitantes la banalizaron, convivieron con ella, existen pruebas de despliegues de retaliación, pero también existen pruebas de superación y de resurgimiento.
“Este informe es un acto de reconocimiento pero también una empresa de resignificación”, explicó Gonzalo Sánchez, director general del Centro Nacional de Memoria Histórica, pues Medellín se ha recuperado de la violencia a través de una red solidaria, de lugares de memoria, del trabajo creativo de las organizaciones y de funcionarios ejemplares. Se trata de reconocer la guerra y la violencia en la urbe, pero también las luchas silenciosas y los actos heroicos de las organizaciones sociales y sus líderes.
Medellín, Memorias de una guerra urbana es un texto que compila testimonios de distintas voces y sentidos. Es un relato cuya intención fue ser lo más plural posible para que, como dijo Marta Villa, Directora de la Corporación Región y relatora del informe, escuchemos “las voces de personas que sin ser víctimas directas, tenían un relato que contar”. Nadie se siente al margen de la historia; el miedo, el encierro y la desconfianza fueron el impacto de la guerra en la memoria colectiva.
Al son del grupo musical Son Batá, de la comuna 13, quienes llevan 12 años realizando trabajo social comunitario, culminó este lanzamiento, y al ritmo de la canción “Pa’ los que luchan a diario”, los asistentes se despidieron del evento llevándose una copia en físico del informe.
Conozca el informe "Medellín: memorias de una guerra urbana".
Publicado en Noticias CNMH