Noticia

Autor

Carolina Moreno

Fotografía

Carolina Moreno

Publicado

18 Ago 2016

Museo vivo de La Guagua

Para el teatro La Guagua, el cuerpo es esencial para reconstruir la memoria porque carga con la historia de cada persona: la piel tiene huellas, los movimientos hablan, así las palabras no lo hagan.


Lina Herrera, actriz y gestora de memoria de la corporación escénica de Pasto La Guagua, hacía su pasantía en psicología en el consultorio jurídico de la universidad de Nariño cuando empezó a preguntarse cómo abordar los efectos del conflicto armado fuera de los espacios clínicos tradicionales. Junto a María Fernanda Mena, su compañera de escena e investigación, crearon la primera propuesta para trabajar artes escénicas con víctimas del conflicto armado en Pasto (Nariño), sabiendo que el teatro transforma cuerpos y redescubre realidades.

Nueve personas (ocho mujeres y un hombre), respondieron al llamado. Una de ellas vivió el asesinato de su hijo, una más sobrevivió a la violencia sexual. Todas llegaron a Pasto como víctimas del desplazamiento forzado. Según recuerda Lina Herrera “al principio no querían hablar. Creían que este iba a ser un lugar más para contar lo que habían tenido que vivir, que todo se iba a quedar en anécdotas. Se enamoraron del proceso cuando vieron que había algo más, que el cuerpo podía hablar, que estaba cargado de tensiones y memorias, y que a través de ellos podía haber un proceso reparador”.

A partir de ejercicios de improvisación empezaron a reconstruir sus historias. “Una de las mujeres nos contó la Masacre del Tigre: cómo las mujeres trabajaban haciéndole comida a los peones, cómo empezaron a llegar los cuerpos fragmentados, pero nunca nos contó que el personaje principal era ella misma. Solo al final nos dijo: esta es mi historia, y no la había contado antes”, recuerda Lina. El equipo del teatro La Guagua ayudó a articular los relatos en un guion que dio como resultado “Museo vivo: escenarios para la memoria“, que se lanzó en 2015. Como resultado de este proceso de creación colectiva surgieron una instalación artística, una exposición fotográfica y una cartilla que recopila el proceso del grupo.

A partir del impacto que generó el proceso de “Museo vivo” en las víctimas, en la audiencia y en las instituciones, el teatro La Guagua desarrolló otra vez la experiencia, esta vez en Samaniego (Nariño). “La montaña renace” es la puesta en escena que vinculó a 14 personas (niños y niñas desde los 7 años, hasta personas mayores) de este municipio del sur del país. El ejercicio se centró en la relación de los habitantes con el territorio, con “la montaña”, como lo llaman ellos, la guerra y la fiesta: el desplazamiento, las minas anti-personal, el confinamiento, la irrupción de caminos.

Para La Guagua, la elaboración de recuerdos les ha permitido ubicarse de manera diferente frente a la historia y al conflicto armado. “Esto nos ha servido para recordar nuestros pasados que han sido tan fuertes para nosotros, y también como una diversión –comenta Ligia Benavides, una de las actrices de Museo vivo-. A pesar que al principio recordábamos y nos poníamos muy tristes, muy sensibles, y nos poníamos a llorar, ahora ya no, lo hemos superado. Ya no nos ponemos a llorar”.

Los actores y actrices buscan la manera de continuar alimentando la obra y la muestra itinerante. “Ahora queremos replantear Museo vivo —asegura Lina—, porque muchas personas que vieron la obra nos han dicho que quieren participar, que sienten que este es el escenario donde pueden contar su historia”.


 

 

 

 

 
 
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