El conflicto armado colombiano tiene una dimensión trágica y persistente que, con demasiada frecuencia, ha sido silenciada: el reclutamiento y la utilización de niños, niñas y adolescentes como parte activa de la guerra. Esta práctica no solo continúa, sino que presenta signos preocupantes de crecimiento. Así lo evidencia el más reciente reporte de la Defensoría del Pueblo, que registró 463 casos de reclutamiento solo en el año 2024, de los cuales 279 son niños y adolescentes y 184 son niñas y adolescentes.
En muchas regiones de Colombia, la pobreza, la falta de oportunidades, la escasez de recursos y la ausencia del Estado crean un entorno donde los niños, niñas y adolescentes quedan expuestos a múltiples formas de violencia. En estos territorios olvidados, la guerra se convierte en una presencia cotidiana y, muchas veces, en la única opción visible. El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes, en este contexto, por parte de grupos armados se mantiene como una práctica persistente. Detrás de cada caso hay una historia truncada: niños, niñas que son persuadidos o forzados a vestir un uniforme o empuñar un fusil como una aparente vía de escape o supervivencia. La guerra no respeta edades, y en Colombia sigue moldeando vidas en territorios olvidados.
Reclutar: una estrategia de guerra
La investigación Una guerra sin edad. Informe nacional de reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado colombiano, realizada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (2017), revela que el reclutamiento y la utilización de niños, niñas y adolescentes es una estrategia deliberada y funcional para los grupos armados. No se trata de hechos aislados, sino de una política sostenida que responde a contextos territoriales, sociales y organizativos. En regiones donde los actores armados ejercen control cotidiano sobre las comunidades, los niños, niñas y adolescentes son vistos como recursos estratégicos: obedientes, moldeables, resistentes a condiciones adversas y, en muchos casos, con conocimientos del territorio que los hacen «útiles» para la guerra.
La situación es particularmente grave en los territorios de pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas, donde la exclusión estructural se convierte en caldo de cultivo para la violencia. Allí, donde el abandono estatal y la pobreza extrema empujan a muchos niños y niñas a ser vinculados al conflicto.
La normalización de la violencia
El informe también advierte sobre los riesgos que implican la normalización de la presencia armada en los espacios de socialización de la niñez: escuelas, parques, canchas y centros comunitarios que, debido a la persistencia y permanencia de la violencia, se transforman en escenarios de vigilancia. Los actores armados no solo ocupan físicamente estos espacios, sino que se insertan simbólicamente en la vida de los menores, generando vínculos de admiración, temor o dependencia.
«Los actores armados han hecho presencia constante en espacios de socialización donde los niños, niñas y adolescentes construyen su cotidianidad», señala el documento, así, por ejemplo, la escuela, en muchos casos, deja de ser un lugar seguro: infraestructuras educativas han sido utilizadas como bases, campamentos o trincheras, afectando gravemente el derecho a la educación y la permanencia escolar. Según el Consejo Noruego para Refugiados (NRC) Entre 2022 a 2024 se registraron más de 450 eventos relacionados con afectaciones al contexto educativo por el conflicto armado. La presencia de grupos armados en la escuela aumenta el riesgo de reclutamiento y utilización.
Cuando la persuasión es la primera arma
A diferencia de lo que podría pensarse, la mayoría de los casos de reclutamiento no comienzan con violencia explícita, sino con persuasión. Aprovechando carencias estructurales y emocionales, los grupos armados ofrecen promesas: comida, seguridad, protección, educación, respeto. En contextos donde el Estado está ausente, el actor armado se convierte en la única opción visible para muchos jóvenes.
«La vulnerabilidad no es solo económica, también es afectiva», advierte el informe. Niños, niñas y adolescentes sin acompañamiento parental, expuestos a violencia intrafamiliar, o marcados por la pérdida de seres queridos, encuentran en el grupo armado una figura de referencia, de pertenencia, incluso de familia.
Save the Children y el llamado urgente a proteger la infancia
Una respuesta integral: del reconocimiento a la acción
El informe del Centro Nacional de Memoria Histórica insiste en la necesidad de reconocer a los niños, niñas y adolescentes como víctimas del conflicto, incluso cuando hayan participado en acciones armadas. Esta condición requiere un enfoque diferenciado en los procesos de desvinculación, reparación y reintegración, atendiendo a sus trayectorias de vida, sus derechos y su condición de sujetos en desarrollo.
En este contexto, el llamado es claro: la protección de los niños, niñas y adolescentes debe ser un eje central de la construcción de paz en Colombia. La guerra deja heridas visibles e invisibles en quienes no eligieron estar en ella, pero fueron arrastrados por su lógica.
Lee el informe completo aquí: