Recoger los cuerpos sin vida de personas desconocidas que bajaban flotando por el rio Cauca, el Magdalena, el Atrato y tantos otros ríos convertidos en tumbas, ha sido una ardua labor que ha recaído sobre los hombros de los sepultureros en cientos de municipios, pueblos y veredas de Colombia.
Y no solo hallados en ríos, sino otros tantos miles exhumados en campos, abandonados en las ciudades.
Una de las principales razones es que los actores armados despojan a los cuerpos de sus identificaciones y los niegan, sepultándolos en fosas comunes de cualquier manera, fraccionándolos, dejándolos expuestos a la intemperie y a los animales o moviendo los cuerpos de un lugar a otro.
A esto se suma, que aun siendo meritoria la labor de los sepultureros de recoger, pero además arreglar y sepultar los cadáveres sin identificar, lo normal es que no se realicen los procedimientos con la suficiente rigurosidad y el debido registro.
Es por eso que hoy en día existen en Colombia cerca de 10.756 NN (según el Siredc) que continúan sin identificar, pues es en algunos casos es imposible saber con precisión de dónde provenían los cuerpos, que características tenían en el momento de ser rescatados o cuándo se los recogió. Si existiera tal registro, sería posible, hasta cierto punto, trazar con fechas y las distancias, una ruta que coincidiera con una denuncia o un reporte. Pero con el paso de los años esa posibilidad se desvanece.