Quiero presentar un saludo muy especial a todos los presentes, a las víctimas del secuestro de La María, a las autoridades civiles y religiosas, a la doctora Susana Correa, directora del Departamento para la Prosperidad Social de la Presidencia de la República, a nuestro amigo Diego Arias impulsor de este evento, al joven artista Juan Daniel Otoya Vernaza y a todas las personas que han hecho posible este acto de recordación.
Hoy 30 de mayo de 2019 nos reunimos para rendir tributo a las víctimas de una de las acciones más crueles cometidas por las guerrillas colombianas, la del ELN en este caso. El país no había salido del estupor y el repudio por las atrocidades cometidas por las mafias narcotraficantes, los grupos paramilitares y las guerrillas entre los años 80 y 90 del siglo pasado.
El secuestro de cerca de 150 personas sacados a la fuerza de un acto religioso en un sitio de culto confirmó el rumbo terrorista de un proyecto que en principio se presentaba bajo un manto revolucionario y que, con el paso de años de infructuosos intentos por coronar el poder por la vía de las armas y el fracaso en ganar el apoyo de la población que decían representar, cayó en la fosa de la degradación en la que todos los crímenes, incluso los más horrendos, tenía justificación.
A la acción depredadora e inhumana de las guerrillas no escapó ningún sector social ni político ni económico. Pueblos misérrimos, empresarios, periodistas, sacerdotes, docentes, campesinos acusados de soplones, gentes común y corrientes, policías y soldados y hasta el medio ambiente sufrieron ataques inmisericordes.
Las guerrillas colombianas en todas sus siglas convirtieron su ideología marxista leninista y revolucionaria en patente de corso para barrer con los más elementales principios de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Se validó y dio por legítimo el secuestro, el asesinato de civiles, el uso de armas artesanales como los cilindros-bomba y las minas antipersonal, la voladura de oleoductos con la consecuente contaminación de ríos y afluentes, la muerte de millones de peces y aves y el daño a los acueductos. Derribaron torres de energía para privar al pueblo de este servicio público, usaron animales, bicicletas, collares y hasta niños cargándolos con bombas para, supuestamente, propinarle golpes al enemigo.
El ejercicio de recordar el secuestro de muchos de ustedes no tiene la finalidad de estimular un sentimiento de venganza ni de alimentar el odio contra los responsables de estos crímenes de lesa humanidad que no fueron actos aislados que se puedan calificar de errores o hechos aislados pues se practicaron sistemáticamente, con plena conciencia y total cinismo justificatorio.
Lo que nos anima en esta conmemoración y en todos los trabajos que hacemos diferentes entidades estatales y cívicas es, por el contrario, doblemente positivo. En primer lugar porque hemos comprendido que para las generaciones actuales y futuras es un deber moral y ético no echar al olvido tanta degradación y el dolor causado a miles de familias que sufrieron tan intenso dolor, de tal manera que podamos erigir como parámetro infranqueable el principio de no repetición exigible a los victimarios de todos los colores: guerrillas, paramilitares, agentes del estado y grupos armados organizados e ilegales
En segundo lugar, queremos que los crímenes atroces no reciban el beneficio de la amnistía ni el perdón gratuito de los ciudadanos hacia los autores, sino que se aplique la justicia en términos transicionales. La noción de justicia transicional no puede ser entendida como impunidad sino como castigo regulado y reducido como está estipulado en la justicia internacional y en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de la que Colombia es signataria.
Hoy quiero confirmar que el Centro Nacional de Memoria Histórica conformó un equipo profesional bajo el liderazgo de Diego Arias, para adelantar en esta ciudad (Cali) la recuperación de la memoria de las víctimas del secuestro masivo de La María, de las víctimas del secuestro del kilómetro 18, ambos crímenes cometidos por el Eln, y además, la de los familiares de los asesinados Isaías Duarte Cancino obispo de esta ciudad y del miembro del Comité Central del partido Comunista Colombiano, José Cardona Hoyos asesinado por las Farc por oponerse a la combinación de todas las formas de lucha.
El Centro Nacional de Memoria Histórica tiene por objeto misional la recuperación y conservación de la memoria de las víctimas de las violencias políticas que han sacudido el país desde 1985 para contribuir al esclarecimiento de lo ocurrido. Por supuesto, y no sobra reafirmarlo en este escenario, queremos que nuestra labor misional contribuya a la obtención de la paz. Estoy convencido que llegaríamos más pronto al disfrute de la anhelada paz, si la buscamos dignificando a las víctimas y aplicando los principios de la justicia transicional. Pero también elevando un clamor nacional para que el Eln, la llamada disidencia de las Farc y otros grupos armados organizados e ilegales se comprometan a cesar todo tipo de hostilidades en el entendido de que el pueblo colombiano será, como ya ha sido y lo ha demostrado, generoso en el perdón y en la reintegración de sus militantes.
Los invito a visitar la exposición del artista Juan Daniel Otoya Vernaza cuya familia fue una de las víctimas del secuestro masivo.
Darío Acevedo Carmona, Cali 30 de mayo de 2019
Director General Centro Nacional de Memoria Histórica