Objetos del refugio: memorias que buscan abrigo

Galería virtual en el Día Internacional de las Personas Refugiadas – 20 de junio

Detrás de cada maleta hay una historia que no alcanzó a despedirse. Una fotografía, una bufanda, un amuleto o una carta pueden convertirse en testigos silenciosos del exilio. Esta galería virtual recoge objetos significativos que han acompañado a personas refugiadas, exiliadas y solicitantes de asilo en sus tránsitos forzados. Son huellas materiales de memorias vivas: objetos que abrigan el desarraigo, la resistencia, el arraigo y la reconstrucción.

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica, y en consonancia con nuestro mandato de reconocer la pluralidad de voces y experiencias del conflicto armado, hacemos memoria también con y desde la Colombia fuera de Colombia. Esta galería es una forma de honrar la dignidad de quienes se vieron forzados a huir, y de visibilizar sus aportes, luchas y resistencias desde el exilio, el refugio o el retorno.

Con esta acción conmemorativa, nos unimos al Día Internacional de las Personas Refugiadas para escuchar lo que los objetos cuentan cuando las palabras no alcanzan. Cada imagen y cada relato aquí compartido es una ventana a las violencias que expulsan, pero también a las formas de vida que emergen y se sostienen más allá de las fronteras.

Mi poncho, mi raíz

«No hay día en que no sienta el peso dulce y tibio de mi ponchito sobre los hombros del alma. No es solo un abrigo: es mi tierra doblada con cuidado, traída desde lejos, como quien carga un pedazo de cielo envuelto en hilos. Aunque aquí encontré abrigo, oportunidades y nuevos afectos, mi corazón sigue caminando por los caminos de allá. Porque, aunque mi cuerpo viva en otro suelo, mi alma sigue siendo más de allá que de aquí. Mi poncho no me cubre solo del frío o del calor: me envuelve de memoria, de dignidad, de identidad».

¡Ancla y cadena! Un viaje sin fronteras

«Llegué a Lleida, en el corazón de Cataluña, con una maleta llena de sueños y el peso de la incertidumbre. Dormía con personas de África, Rumania y Marruecos, todos exiliados de algo, todos buscando un mañana. Nos unía la lucha, el hambre, la esperanza. En el cuello, siempre llevaba una cadena de plata con la imagen de San José, regalo de mi madre. No era solo un objeto: era mi escudo, mi oración viva, mi ancla a lo que soy. Cuando el miedo apretaba, cuando las lágrimas asomaban, cuando sentía que ya no podía más, apretaba esa cadena con fuerza. Era como si la voz de mi madre, desde miles de kilómetros, me susurrara: “Aguanta, hijo, estoy orando por ti”».


Recuerdo y cicatriz

«Vivir en un país ajeno al de nuestras raíces y tradiciones nos lleva a transformarnos. Somos y seremos ajenos a sus vivencias, a sus comidas típicas, a sus fiestas, a su lengua. Tenemos la necesidad de adaptarnos, de realizar cambios a los cuales no estamos acostumbrados. Ahora, vivimos en la incertidumbre del futuro, en los recuerdos tristes del pasado y en la dolorosa realidad del presente, pero como siempre decimos los colombianos: gracias a Dios estamos vivos. ¡Dios te bendiga, Latinoamérica!».

Ómar

«Salí del país porque nos desplazaron de donde vivía».


El libro Nacho

«Pasaban los días, pasábamos de casa en casa muchas veces. Un día le pregunté: “Mamá, ¿por qué nos mudamos tanto? ¿Por qué no estamos tranquilos, como los demás niños? ¿Por qué no estudiamos?”. Ella me miró con una mirada triste y me dijo: “Tranquila, mijita, pronto todo eso se va a acabar” y me trajo un regalo. Era un libro con letras grandes que decía “Nacho”. Lo abracé y le dije: “Gracias, mamá”. Lo primero que hice fue buscar mi libro Nacho, porque allí guardaba mis fotos con la familia, documentos de la escuela y, sobre todo, ese regalo con el que aprendí a leer. Mi querida madre siempre me dice: “Tenga fe, que todo llega a su tiempo. El tiempo de Dios es perfecto”».

Superación

«Esa foto representa mis miedos, mis logros, pero sobre todo me representa como persona. Ahí veo el reflejo de cómo convertir mi incertidumbre y mi miedo a lo desconocido en una fuerza para reagruparnos y luchar por nuestros derechos. Para nuestro bienestar, esa foto nos ayudó a convertirnos en una familia migrante dispuesta a ayudarnos mutuamente, a dejar lo doloroso de un exilio y convertirlo en la fuerza para ser mejores personas, adaptándonos a muchos cambios, pero, principalmente, a apreciar la oportunidad que nos dio la vida de empezar de nuevo y disfrutar cada logro como un regalo de Dios».


La santa Biblia

«Siempre ha sido mi mejor compañía la palabra de Dios, porque Dios es el que me guía y me da la salud y fuerza para seguir adelante fuera de mi lindo país, que amo con toda mi vida; Colombia, país que me vio nacer y del que salí hace 19 años, en el 2006. Por eso, la Biblia es mi mejor compañía y la que siempre irá conmigo adonde vaya».

La colombiana

«Porque he podido superar las adversidades. Representa explorar otras culturas, esperanza, resiliencia».


Una vida con amor

«Fuera de cada experiencia individual, creo que somos una nación pujante y llena de valores. Salir de las raíces duele, pero es bueno cuando otra tierra permite sembrarte y darte espacio en su jardín para mostrar cuán hermoso puede ser el colorido de nuestra tierra. Llegamos con miedos e incertidumbre, pero saber que venimos de una tierra noble, llena de amor y valentía nos lleva a sonreír cada día».

Amoras de la memoria viva

«Mi memoria es una constelación de afectos y resistencias. Es un refugio íntimo donde habitan fragmentos vitales de mi historia personal y colectiva. Los objetos que conservo son más que pertenencias: son puentes entre el pasado y el futuro, símbolos de amor, lucha y esperanza. Un álbum familiar me acompaña siempre; en él viven los rostros sonrientes de mi compañero, Jairo, de nuestros hijos Nicolás y Jairo, de mi madre, mis amigas y mis compañeras en muchas geografías. Son refugio, sostén y fuerza en medio del desarraigo. Junto al álbum guardo cuadernos de poesía, versos escritos entre silencios y ausencias, donde florece la esperanza de un mañana justo y en paz. Hoy, entrego estos objetos con gratitud, como testigos de una vida tejida con dignidad y ternura. Que cada memoria sembrada inspire a seguir caminando juntas hacia la paz».


Del Llano pa’l mundo

«Como reza en una de las estrofas del poema de Juan Harvey Caicedo: “Es una ley del llanero darle la mano al que llega, el que está adentro se atiende y el que está afuera se apea, y con gran algarabía se le abre la talanquera, como si fuera un hermano que desde otras tierras viniera”. Este lema representa la empatía, la solidaridad y la nostalgia de soñar con volver a esa llanura donde te huele a casa. En la sabana, el morichal, te arrulla el ocaso del sol y te despierta la bruma de una buena leche recién ordeñada».

Las calvas y el silencio de la justicia

Es una novela basada en hechos reales que narra la historia de un grupo de niñas víctimas de secuestro y tortura.


Paz

Seguridad.

Las marcas del segundo exilio

«Este objeto que llevo conmigo en mi segundo exilio es una muestra viva de que las cosas más pequeñas pueden tener un valor inmenso. Me lo hizo alguien que vio en mí el amor y compromiso por la vida y los derechos de las mujeres. Hemos resistido defendiendo nuestros territorios, que también son nuestros cuerpos: nos dan sustento, nos conectan con nuestras ancestras, nos pertenecen. El exilio, el asilo y el refugio son marcas silenciosas, no necesitan palabras, son huellas profundas, grabadas en el cuerpo y el alma, son testimonios de batallas internas y externas. Cada una de nosotras lleva una cicatriz que también es símbolo de resistencia; allí donde el dolor habitó, florece hoy la memoria viva».


Soy Mercy Restrepo

«Mi historia está tejida con resiliencia y amor. Dejamos atrás nuestras raíces, nuestras costumbres, lo poco que habíamos construido como familia humilde. Hoy, tras 12 años en Estados Unidos, sigo creyendo en el poder de hacer visibles nuestras historias. Participé en los estudios afrolatinoamericanos en el Instituto Alari de la Universidad de Harvard. Soy activista desde mi experiencia, con el alma abierta, quiero que se apoyen proyectos para personas afro como yo, que nuestra voz inspire a quienes aún viven en la incertidumbre».

Recuerdos inolvidables

«Es importante para mí porque representa la unión familiar y los grandes momentos».


Una historia que aún no termina

«Tuve que huir de manera urgente, sin equipaje, con solo un maletín y una camisa. Llegué al estado Aragua, en Venezuela, donde estaba mi hijo, a quien ya le había recomendado salir de Colombia. Él me recibió. Trabajé junto con mi hijo haciendo fotografías en eventos: primeras comuniones, bautizos, graduaciones; luego, gracias a la nacionalización otorgada por el Gobierno venezolano de entonces, pude seguir reconstruyendo mi vida: trabajé en la Fundación Emancipación y, más adelante, en un proyecto productivo de panadería en Aragua. Allí estuve hasta que me enfermé de los riñones. Esta es apenas una parte de mi historia, aún tengo mucho por contar».

Rosario

«Representa mi fe, me da fuerza interior para continuar».


Mi máquina y mi Biblia

«Mi máquina de coser representa mi arte, mi identidad. Es el instrumento con el que he dado forma a confecciones y bordados que cuentan mi historia, mis raíces, mis resistencias. El exilio voluntario tampoco es sencillo. Dejarlo todo para comenzar de nuevo en otro país implica encontrar nuevas herramientas para vivir. Para mí, estos dos objetos (máquina de coser y Biblia) son armas simbólicas que me dan fuerza para seguir, paso a paso, día tras día».

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