Conocer lo que las personas trans han vivido en el marco de la guerra no ha sido fácil. A pesar de los esfuerzos sociales e institucionales por reconstruir sus memorias, aún existe una deuda muy grande con la comprensión de las violencias que se han perpetrado en su contra, pero también de las resistencias que ellas, desde los espacios más íntimos hasta los colectivos, han agenciado para afrontar la crueldad.
Como lo señalan el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en su informe Aniquilar la diferencia, y la Comisión de la Verdad (CEV) en su informe Mi cuerpo dice la verdad, diferentes razones explican esta dificultad. El alto subregistro de las víctimas trans, su reticencia a contar y denunciar lo que les ha ocurrido por miedo a ser revictimizadas, la desconfianza institucional causada por la falta de formación, los prejuicios con los que funcionarios atienden sus casos de violencia y la tolerancia de la sociedad con los maltratos perpetrados hacia a ellas son, entre otros, los factores que explican el silencio que prevalece sobre las memorias trans del conflicto.
Pese a esto, muchas personas trans han decidido hacer públicas sus historias de dolor y afrontamiento. Gracias a su valentía, hoy sabemos un poco más sobre las particulares formas en que la guerra ha atravesado y determinado sus vidas.
¿Cómo impacta el conflicto armado a las personas trans?
1. Los impactos son diferenciados
Las violaciones a los derechos humanos padecidos por las personas trans en la guerra prolongan y acentúan las violencias que viven en sus comunidades, familias, barrios, escuelas y otros espacios en los que ellas son especialmente vulnerables. Además, el conflicto armado profundiza las situaciones de marginalidad social, exclusión política y empobrecimiento a las que están comúnmente expuestas.
En el capítulo Mi cuerpo dice la verdad de la CEV se explica que las vejaciones contra las personas LGBTIQ+ y, en particular, contra las personas trans «causan afectaciones diferenciadas, pues se agudizan por el continuum de violencias que ellas experimentan a lo largo de sus vidas».
2. La anulación de la identidad: el gran impacto psicosocial
En el informe Entre silencios y palabras. Conflicto armado, construcción de paz y diversidad sexual y de género en Colombia, la Asociación Caribe Afirmativo explica que uno de los grandes impactos de la guerra en las personas trans se relaciona con la anulación de la propia identidad.
Cuando la construcción identitaria no corresponde con los marcos morales establecidos por la sociedad y los grupos armados —dice Caribe Afirmativo—, «la visibilización de una expresión de género diversa acarrea un señalamiento que los grupos armados persiguen de manera atroz y sistemática, lo que presiona a las personas LGBT, y en particular a la población trans, a ocultar su identidad y a mantener una apariencia en coherencia con los estereotipos de género tradicionales». Esto obstaculiza la construcción autónoma de los cuerpos, detiene los procesos de tránsito e impide que las personas trans puedan habitar de una forma auténtica y genuina sus territorios.
La anulación de la identidad en contextos de conflicto acentuó y volvió crónicos los miedos de las personas trans y ocasionó en ellas graves problemas de salud física y mental que, dadas las discriminaciones del sistema de salud y la falta de apoyo psicosocial, vivieron en medio de profundas soledades.
3. Cuerpos violentados: agresiones físicas e impactos sobre la salud sexual
Víctimas y sobrevivientes trans han relatado que los actores del conflicto armado violentaron partes de sus cuerpos que han sido significativas para sus construcciones de género y sexualidades. Dentro de estas resaltan sus rostros, caderas, senos, cabello, uñas y glúteos. Con esto, las personas decidieron aplazar o desistir de su decisión de intervenir sus cuerpos para adelantar sus tránsitos, «de ahí que la afectación física tenga un significado diferencial sobre la construcción identitaria de las víctimas que no pudieron seguir expresando su corporalidad como deseaban hacerlo», señala el informe de la CEV.
A esto se suman las violencias sexuales que las personas trans sufrieron varias veces en sus vidas y que los actores armados perpetraron como actos simbólicos y ejemplarizantes. Es decir, como una estrategia calculada para «limpiar» los territorios de una presencia que les resultaba incómoda o para «corregir» esas opciones de vida que consideraban contrarias al deber ser.
Las consecuencias de las violencias sexuales fueron numerosas: maternidades y paternidades forzadas, contagio de enfermedades de transmisión sexual, marcas físicas y heridas emocionales que la institucionalidad casi nunca estuvo dispuesta a escuchar, acompañar o atender.
4. Impactos socioeconómicos
Uno de los tipos de violencia más recurrentes contra las personas trans fue el desplazamiento forzado. Si en sus territorios la vida para ellas ya era difícil, en el desplazamiento empeoró. En el destierro, que generalmente se dio hacia las grandes ciudades, fue mucho más difícil acceder a una vivienda, a la educación, a la salud y a condiciones de trabajo dignas. «Estos desplazamientos forzados causados orillaron a las personas trans a vivir del trabajo informal, a adaptarse a contextos hostiles de grandes ciudades y a ejercer como trabajadoras sexuales en medio de la desprotección, nuevos riesgos y la estigmatización», dice Caribe Afirmativo.
La Comisión de la Verdad explica que los impactos sobre la educación, la salud, el trabajo y la vivienda de las personas trans deben analizarse en el contexto de violencia estructural contra las personas LGBTIQ+, pues las condiciones de precarización ya existían desde antes de la guerra.
5. Procesos comunitarios rotos y otros impactos sociopolíticos
Otra de las fracturas que ocasionó la guerra en las personas trans fue la de sus procesos de organización social y comunitaria. El miedo y las angustias provocadas por las amenazas contra sus vidas, en muchas ocasiones, se tradujeron en la imposibilidad de juntarse o de darle continuidad a proyectos organizativos a través de los cuales ellas no solo propendían por su bienestar, sino por el de sus comunidades. Dice el informe final de la CEV que, al negarles la posibilidad de reunirse y asociarse para incidir en sus territorios, crecieron las brechas entre las personas LGBTIQ+ (particularmente las trans) y las comunidades con las que convivían.
6. Una sociedad «cómplice» y «alentadora» de las violencias
Estas y otras violencias contra las personas trans, en el conflicto armado, han ocurrido frente a los ojos de una sociedad que muchas veces las ha legitimado, justificado e incluso motivado.
«Lo que señalan las víctimas es que la sociedad civil ha agenciado las violaciones de los derechos humanos que han padecido en estos contextos, apoyándose en muchos casos en quienes portan las armas para que sean los actores materiales», dice el informe Aniquilar la diferencia del CNMH.
Para que estos eventos vividos por la población trans no vuelvan a ocurrir, no basta con ponerle fin al conflicto armado, también es necesario avanzar en las transformaciones sociales y éticas necesarias para que, desde la sociedad civil y las instituciones del Estado, no se vuelvan a promover las prácticas del odio y discriminación que sostienen la marginación y la guerra en contra de las personas que se apartan de las normas de género y la sexualidad.