El Proyecto Mangle nace en Mayo de 2013, cuando cuatro colombianos residentes en Berlín nos reunimos y conversamos sobre los últimos datos sobre el conflicto armado en Colombia. El informe hablaba de 5.5 millones de víctimas del conflicto sólo durante los últimos 30 años. Si bien en papel o en pantalla es sólo un número, no se trata sólo de cifras, son vidas, son personas. Empezamos así a madurar la inquietud, buscando la forma de dimensionar esa cifra frente a un público, en Colombia y fuera de ella, cada vez más acostumbrado e insensible a los números de la guerra.
Poco a poco Mangle tomó forma desde las palabras, dibujos rápidos y el compartir. Nuestra intención era concretar, desde las narrativas más afines a cada uno, una instalación que hablara al mismo tiempo de las víctimas, la violencia como un fenómeno estructural en la sociedad y del país que respira en un contexto tan adverso. Sara Wiederkehr González, antropóloga y fotógrafa, retrató la diáspora del conflicto, desde lugares apartados de la geografía nacional hasta las imágenes efímeras que viven los migrantes. Felipe Sánchez Luna y Andrés Torres, artistas sonoros, transformaron los datos del informe en sonidos clasificados por las categorías del informe. Felipe Ramírez, antropólogo y artista visual, diseñó intervenciones que se superponen a las fotografías, sincronizadas con el sonido, para enfatizar la transformación del paisaje por la violencia.
La instalación se presentó por primera vez en la Universidad de las Artes de Berlín (UdK) el 19 y 20 de Julio de 2014. Fue visitada por personas de distintas nacionalidades, varios conocían el conflicto colombiano u otros conflictos en sus países de origen. Otros encontratron el tema por vez primera fuera de las noticias. Para todos fue llamativa la ausencia de referencias explícitas a la violencia. Mangle no exalta la brutalidad, la obra aborda al espectador desde la reflexión y la emoción, la sensibilidad frente a las y los que viven los efectos del conflicto en el día a día. Evita por ello el uso de cualquier recurso que pueda revictimizar o tome ventaja del dolor ajeno.
Un ciclo completo de la instalación dura 60 minutos, tiempo en el que transcurren 30 años (1983-2013), 652.351 sonidos, y se muestra el desarrollo y la intensidad de la violencia y la afectación de esta en varios escenarios. Los tonos, las formas, las pinturas y las fotografías construyen un organismo vivo que permite experimentar la intensidad del conflicto, al tiempo que genera preguntas y dudas en el público sobre el conflicto colombiano.
Una de las metas principales es poder llevar la instalación a Colombia. Como los manglares, el proyecto se fortalece y crece junto a los visitantes. Consideramos que la obra debe multiplicarse, seguir enredando en las lejanías, que remueva las consciencias. La idea es que haga parte tanto de los procesos de construcción de memoria, así como testimonio de una violencia que debe detenerse y nunca más repetirse.