Los familiares protestan todos los días, por supuesto, y a esas marchas se unen miles de mexicanos que gritan de dolor e impotencia. Lanzan frases que nos resultan conocidas: “"Esta marcha no es de fiesta, Ayotzinapa está de luto", "vamos a luchar hasta encontrarlos", “clamamos verdad y justicia”. Algunos, incluso, decidieron recorrer los cerros que rodean la ciudad de Iguala con palas y picos para buscar a sus hijos, pero se han encontrado con restos ajenos que llevan allí hasta tres y cuatro años.
Una pareja de indígenas, padres de uno de los desaparecidos, está durmiendo en la escuela donde estudiaba su hijo. No hablan español. No hablan con nadie. Solo esperan a que él aparezca. En Colombia sabemos lo que eso significa: la larga espera.
El dolor mexicano también nos pertenece y por eso, desde el Centro Nacional de Memoria Histórica, nos solidarizamos con las 43 familias de Iguala y nos unimos con la plegaria que todos los viernes repiten nuestras Madres de la Candelaria en Medellín: “Los queremos vivos, libres y en paz”.
#TodosSomosAyotzinapa