Fue en los bares, donde comenzó a gestarse la escena rockera y metalera de la ciudad de Santa Marta, donde también empezaron a tejerse las historias de estigmatización y victimización de los amantes de estos géneros musicales demonizados por un grupo significativo de personas, entre esos, los paramilitares que empezaron a poblar los barrios tradicionales de la capital del Magdalena.
Entre un trago y otro, entre canciones de punk y hard core, e incluso en bordillos tomando vino, fueron aflorando las historias de señalamiento hacia jóvenes samarios cuyo único ‘pecado’ fue expresar una clara preferencia hacia esos ritmos alternativos que resultaban estridentes en una región conversadora, donde lo que se imponía era el vallenato. En medio de esos encuentros nocturnos surgió la necesidad de contar sus historias de señalamiento, y de documentar el accionar paramilitar que incluyó asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, amenazas con panfletos y ataques dirigidos, entre otros, para ‘borrar’ a una población que se distinguía por lucir camisetas negras, con logos de sus bandas favoritas, por sus cabellos largos y por una estética particular que fue calando entre los adeptos, pero que acabó por convertirlos en blanco de aquellos que solo buscaban aniquilar la diferencia.
De esta necesidad de contar, de hacer memoria viva, y de recordar a los que perdieron por sus gustos musicales, nació Casa Tachuelas, un colectivo que, desde hace ocho años, documenta lo vivido a manos del clan de Hernán Girando y Edgar Ochoa Ballesteros, alias Morrocoyo, quien fue un gatillero urbano del Bloque Norte en Santa Marta. De esa pulsión por contar surgió «Sonidos con memoria», una iniciativa de memoria histórica apoyada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), ya convertida en micrositio web, en guarida digital multiformato, en el que se destacan una línea de tiempo y una serie de pódcasts y testimonios en video, que resumen lo vivido en aquellos años de efervescencia metalera y de persecución paramilitar. En palabras de Eliana Toncel, una de las fundadoras de Casa Tachuelas: “Era necesario hablar sobre las memorias juveniles, en el sentido de investigación y de denuncia hacia un vacío en la época de mayor intensidad del control paramilitar [en Santa Marta]. Se suele hablar del impacto paramilitar en comunidades campesinas o étnicas, no tanto en la violencia urbana, y Casa Tachuelas empieza a poner esas memorias y esas denuncias sobre el escenario social de la ciudad”.
El escenario para hacerlo fue el auditorio del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, en Bogotá, hasta donde viajó una decena de integrantes del colectivo, los sobrevivientes -como les gusta llamarse- para contar en detalle el nacimiento de esta iniciativa, el apoyo que obtuvieron del CNMH y las metodologías de investigación usadas para la construcción de la línea de tiempo y la demostración de los patrones seguidos por los paramilitares para la supresión de metaleros y rockeros. También se escucharon los testimonios de lo ocurrido entre las décadas del 80 y 2000 y, como no podía ser de otra manera, el conversatorio terminó con un concierto del grupo de rock Euforia, porque sus voces ya no son silenciadas. Como afirmó Carlos Mario López, director (e) para la Construcción de la Memoria Histórica del CNMH: “En tiempos de paz total, que la música nos sane, que la música nos una y nos repare”.
Si quiere conocer más lo invitamos a visitar el micrositio