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El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

Autor

CNMH

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Una víctima visita el bosque humanitario de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) durante la conmemoración, en Saravena (Arauca), del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Publicado

7 septiembre 2023


El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

En Saravena (Arauca), entre el 30 de agosto y el 1.o de septiembre, se realizó la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Las víctimas se congregaron para recordar y dignificar a aquellos que les fueron arrebatados por el conflicto armado.

 

Detrás de un colegio en Saravena (Arauca), se extienden más de 30 árboles de yopo, cuyas ramas se abren como sombrillas. Al lado de cada uno reposa un letrero con el nombre de una víctima de desaparición forzada; muchas veces, los familiares pasan por aquel lugar que dignifica a aquellos que no han podido ser encontrados.

Es el bosque humanitario de Saravena, un paraje en el que crecen las raíces no solo del yopo, sino también de la esperanza de las familias buscadoras. Emperatriz Montes, rectora de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR), explica que el colegio reconoce el bosque como un espacio sagrado por «cada árbol que sembró una mamá, sobrina, tío o hermana, en memoria de su familiar desaparecido».

En la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas —realizada del 30 de agosto al 1.o de septiembre—, las víctimas regresaron al bosque humanitario y llevaron los retratos de sus familiares. Nadie les dijo qué hacer, pero tras la caminata hacia el terreno cada una buscó el árbol que lleva el nombre de aquel ser querido que aún espera encontrar.

Lo cierto es que ese centro de memoria no siempre fue así. Antes de 2020 era reconocido por ser un botadero de basura y fue gracias a la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas (Asofavida) que se limpió, cuando se sacaron de allí más de 50 llantas de carros, 25 pupitres y 20 volquetadas de desechos. «Esto era un peladero, como la quebrada de La Pava, pero lo transformaron ellas y lograron un bosque en dos años y medio», agrega la rectora.

Yolanda Montes, integrante de Asofavida y lideresa reconocida en la región del Sarare, señala que todo fue gracias al trabajo colectivo en minga. «Preguntamos por diez mujeres que quisieran venir y así fuimos limpiando —afirma la también exalcaldesa de Saravena—. Cada fin de semana eran grupos distintos y cuando ya no había más escombros, quisimos hacer este acto simbólico». 

Los lazos entre el CDR y Asofavida

Integrantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) y víctimas del conflicto armado honran y dignifican la memoria de sus familiares dados por desaparecidos.

 

En Saravena, el conflicto armado es una realidad de la que no se habla, pero hay personas que quieren romper con ese tabú. Desde la rectoría del CDR, Emperatriz Montes decidió abrirle la puerta del colegio a la vida de los estudiantes con todas sus realidades y, así, empezó a hacer un censo de quiénes eran víctimas del conflicto, dónde vivían y cuáles eran sus historias.

El ejercicio de diagnóstico arrojó que el 70 % de los estudiantes eran víctimas directas. «Fueron cifras asombrosas para nosotros, que nunca nos habíamos preguntado esto», precisa la rectora. La sorpresa fue aún mayor cuando cruzaron la información con Asofavida y se dieron cuenta de que había madres de familia que hacían parte de esa organización.

Desde ese momento, las aulas están abiertas para hablar del conflicto armado y del Acuerdo Final de Paz con la extinta guerrilla de las FARC-EP. Los docentes han empezado a romper el tabú que impera en Saravena no solo desde las clásicas cuatro paredes con pizarrón, sino que caminan por el bosque humanitario que los alumnos terminan cuidando como un lugar sagrado.

 

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Carlina Londoño Montes, docente del CDR, se refiere al compromiso que tiene con los estudiantes del colegio: «Siento la necesidad de reivindicar esas historias, que dejen de ser cifras. Hay que reconocer que en cada uno de esos números hay un proyecto de vida que se cortó; había sueños y esperanzas que la sociedad dejó de aprovechar». 

La lideresa social expresa su preocupación ante cómo la violencia puede afectar a sus alumnos. «Me siento muy comprometida para que eso no les pase y que vean que en medio de este conflicto tampoco pueden ser victimarios. Hay que sacarlos y alejarlos de allá para que aporten a este territorio desde otros ángulos y perspectivas», dice Carlina mientras sus alumnos pintan un mural que representa la violencia de los «falsos positivos».

Estudiantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) en el mural que están pintando sobre «falsos positivos».

Por su parte, Asofavida realiza una labor de apoyo a las familias buscadoras, documentando los casos de desaparición forzada en Arauca. «Este archivo de derechos humanos es importante porque nos ayuda a la búsqueda de la verdad, a saber qué pasó con esas personas», señala Zoraida Forero, representante legal de la organización que conoce 164 casos en el departamento, de los cuales se han encontrado nueve cuerpos.

El equipo de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos (DADH) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acompañó la conmemoración en Saravena. Los profesionales no solo pudieron conocer la labor de documentación que ha efectuado Asofavida y maestras como Carlina Londoño, sino que también le expresaron a la comunidad la importancia de los archivos de derechos humanos en el territorio.

 

 

Las raíces de la familia Montes

El bosque humanitario ha tejido lazos entre los alumnos y las integrantes de Asofavida; sin embargo, uno de sus árboles de yopo cuenta cómo la defensa de los derechos humanos juntó a tres familiares en esta misma causa. Se trata de Yolanda, Emperatriz y Carlina, quienes no solo están relacionadas por sus convicciones, sino también por la historia de un familiar desaparecido.

En la caminata hacia el bosque, Yolanda y Emperatriz llegaron al árbol que llevaba el nombre de Omar Montes, el hermano que a ambas les desaparecieron en Aquitania (Boyacá). La rectora contó con lágrimas en los ojos la historia de su hermano, aunque fue la integrante de Asofavida quien narró en detalle cómo el Ejército Nacional pretendió desaparecer su cuerpo y enterrarlo en una fosa común en 1993.

«Por radio dieron una noticia que decía: “Muerto en combate un guerrillero de las FARC llamado Omar Alfonso Montes Ovalle”», comenta Yolanda. Si bien el reporte no lo escuchó directamente la familia, cuando se corrió la voz «todo este pueblito de Saravena fue a templar [sic] a Aquitania», resalta la exalcaldesa. Su madre le reclamó al coronel por el cuerpo de su hijo… le decía: «Si hubo un combate, dígame dónde cayó, dónde está el enfrentamiento».

Yolanda y Emperatriz Montes al lado del árbol de yopo en el que recuerdan la memoria de su hermano desaparecido, Omar Montes.

Para esa época, Carlina Londoño —hija de Yolanda— tenía 6 años y presenció el dolor que compartía su familia. «Ese recuerdo viene a mi memoria muy lúgubre», asegura la docente, y reconoce que gracias a esa noticia radial pudieron encontrar los restos, enterrarlo y hacer el duelo; sin embargo, más de 150 familias de Saravena no han podido concluir ese camino. 

Aunque «no es necesario vivir el dolor en carne propia para empatizar, cuando somos objeto de algún tipo de violencia evidentemente hay una sensibilidad diferente», resalta Londoño. De esa forma, las tres lideresas han emprendido un camino que se ha cruzado por los azares de la vida o quizá por su propia historia: Emperatriz desde la rectoría del CDR, Carlina desde la docencia y Yolanda desde Asofavida.

En esta conmemoración, sus esfuerzos fueron aún más evidentes en ese centro de memoria que recuperaron: el aula viva del bosque humanitario, donde es posible dignificar a aquellos que ya no están.

 


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Memorias del Trapiche

Memorias del Trapiche: una iniciativa para endulzar la historia del norte de Bolívar

viaje en bus escalera rumbo a Aquitania

Autor

CNMH

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Estas ilustraciones hacen parte del cómic que los jóvenes del colectivo Memorias del Trapiche han elaborado para visibilizar su historia.

Publicado

6 septiembre 2023


Memorias del Trapiche: una iniciativa para endulzar la historia del norte de Bolívar

La Corporación Cultural Arte Somos promueve un proceso de memoria en Cañaveral, corregimiento de Turbaco, para contar, desde las voces de los jóvenes, la historia de la guerra de este pueblo que conecta los Montes de María con el canal del Dique. La iniciativa se condensa en un micrositio web que se lanzará este 8 de septiembre.

 

Cañaveral es un corregimiento del municipio de Turbaco (norte de Bolívar) que, durante años, padeció y resistió las violencias de varios grupos armados. La comunidad hizo frente desde sus trapiches y desde el arraigo profundo a sus cañaduzales, adonde campesinos y campesinas siempre eligieron volver tras los desplazamientos forzados y desde donde enfrentaron las presiones de los violentos que, con sus armas, buscaron vaciar el territorio de su gente. Hoy, Cañaveral resiste desde las artes.

Dicha resistencia es movilizada por la Corporación Cultural Arte Somos, un colectivo juvenil cuyo propósito es brindar espacios de formación artística y cultural a los habitantes del corregimiento. Su trabajo se centra en la enseñanza de artes, la organización de festivales culturales, la promoción de la cultura de paz y los derechos humanos, y el fomento de emprendimientos productivos. En la iniciativa participan víctimas, sobrevivientes del conflicto armado y jóvenes que, desde su liderazgo, buscan incidir en procesos sociales, económicos, políticos y ambientales de la región. Cada una de sus acciones está orientada por un lema: «Que nunca más la violencia nos silencie o nos obligue a encerrarnos y a olvidar nuestros sueños».

 

Memorias del Trapiche, la guerraLa guerra obligó a las y los campesinos de este corregimiento a abandonar sus cañaduzales.

 

Actualmente, estos jóvenes desarrollan investigaciones sobre los hechos victimizantes que sufrieron las familias en su territorio. Lo hacen porque quieren comprender la historia de Turbaco y de Cañaveral, acercarse a sus abuelos y a su comunidad, escuchar sus relatos y, sobre todo, contar y nombrar la guerra y la paz desde su mirada, sus sentires y sus palabras.

Con esa intención, la Corporación Cultural Arte Somos puso en marcha la iniciativa de memoria histórica Memorias del Trapiche. Esta iniciativa, que está acompañada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y cuyo lanzamiento será el próximo 8 de septiembre, recoge en un micrositio web —a través de los relatos de los habitantes de Cañaveral— los hitos de la historia del conflicto armado en ese corregimiento.

 

Hoy, los jóvenes de Cañaveral impulsan el diálogo intergeneracional para que diversas memorias conversen y se nutran mutuamente.

 

«Esta iniciativa nace de personas jóvenes que vivieron el conflicto siendo niños o adolescentes y crecieron escuchando historias de guerra en la zona, de la llegada de la guerrilla y los paramilitares, y de desplazamientos forzados», cuenta Brian Venera, líder de la iniciativa de memoria. Según él, era clave darle una nueva mirada a esa historia para comprenderla e integrarla, con su potencial transformador, a los procesos sociales que la juventud moviliza en el pueblo.

 

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Tres líderes han sido claves en esta iniciativa de memoria. Por un lado están Paula Rodríguez Zambrano y Angie Sánchez, ambas víctimas de desplazamiento forzado. Ellas se encargan del trabajo comunitario y, junto con el Colectivo Arte Somos, lideran los encuentros de saberes con adultos mayores, adolescentes y niñez. Por otro lado está Brian Venera, quien se encarga de la producción de contenidos y de la formación en derechos humanos dirigida a otras juventudes. Los tres han logrado constituir un grupo de personas que, con sus voces y recuerdos, han tejido una red de memorias que conversan, se nutren y se acompañan en la reconstrucción de un pasado que hoy se siente como un faro de luz para las nuevas generaciones en Cañaveral.

 

En el diálogo de memorias, los adultos mayores han hecho aportes claves para que los jóvenes comprendan el pasado de la región.

Hitos del conflicto en Cañaveral

Durante el proceso de memoria histórica liderado por la Corporación Cultural Arte Somos, los jóvenes identificaron varios hitos del conflicto en su región. Aquí destacamos algunos: 

  • El 14 de julio de 1994, el Gobierno nacional y el Frente Francisco Garnica del EPL, con 130 combatientes a su cargo, escogieron la cancha de fútbol de Cañaveral para hacer la entrega de armas de este grupo guerrillero que decidió integrarse a la vida civil. Aunque fue un acto de paz, este acto de desmovilización tuvo consecuencias difíciles para los habitantes del corregimiento, que fueron duramente estigmatizados. Además, tras la desmovilización del EPL nuevos grupos guerrilleros y paramilitares intentaron instalarse en el territorio.
  • Con la llegada del siglo XXI, otras formas de violencia llegaron a Turbaco y a Cañaveral, un corredor clave entre los Montes de María y el canal del Dique. Los pobladores del corregimiento cuentan que, en 1997, encapuchados empezaron a merodear por el pueblo y que el miedo se instaló en la comunidad. Según el portal Rutas del Conflicto, a finales de ese año «paramilitares incursionaron en los Montes de María, mediante el Frente Montes de María o Bloque Rito Antonio Ochoa, en principio bajo la jurisdicción las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU)  y posteriormente organizadas como Bloque Norte». Luego, entre San Juan de Chiquito y Cañaveral, comenzaron a desplazar a campesinos, que se vieron obligados a abandonar sus parcelas. Muchos de estos campesinos eran cañicultores. En esos años se perdieron miles de cultivos de caña y maíz.
  • A finales de la década de 1990, cañicultores de la zona decidieron organizarse y crearon el Festival de la Caña para llamar la atención de autoridades y dirigentes de la región. A pesar de las dificultades de esos años, el festival logró consolidarse como una luz de esperanza para las comunidades que, a pesar de sus esfuerzos, siguieron siendo violentadas por los paramilitares. 
  • En la segunda década del 2000 hubo un gran despertar organizativo en Cañaveral. Organizaciones de campesinos, de mujeres y jóvenes, permitieron la emergencia de unos liderazgos sociales en la zona que marcaron un punto de giro en la historia del corregimiento. En 2015 se dieron muchos liderazgos culturales que pusieron en marcha una resistencia social que, gestada desde el arte, ha forjado en Cañaveral un espíritu de esperanza. La danza, la pintura y la música empezaron a propiciar grandes cambios en las comunidades, que se han dispuesto a sanar las heridas causadas por la guerra. Estos logros se deben a una comunidad juvenil altamente organizada y comprometida con la transformación de un territorio al que nunca más quieren ver sufrir.
  • En el marco de esta resistencia cultural gestada por los jóvenes de Cañaveral, fue creado el cómic web «Memorias del Trapiche. Una historia dulce sobre Cañaveral», que contó con el apoyo y acompañamiento de la Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica y que pretende abrirles paso a nuevos procesos de memoria en el corregimiento.

Para conocer más sobre la historia de Cañaveral, las iniciativa de sus jóvenes y sus proyecciones de cambio social, visita este micrositio: https://micrositios.centrodememoriahistorica.gov.co/memoriasdeltrapiche/.


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