Un fuego de todos los fuegos, una memoria de todas las memorias

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Publicado

7 diciembre 2022

Un fuego de todos los fuegos, una memoria de todas las memorias

  • Cientos de personas con faroles encendidos acompañaron a las víctimas del conflicto armado en la marcha Iluminemos la memoria, por la Avenida Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá, dentro de las actividades de la Semana por la Memoria.
  • Líderes y lideresas de 19 iniciativas de memoria histórica de todo el país que son acompañadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica, y cientos de ciudadanos participaron de una actividad de armonización en la que compartieron el fuego y sus experiencias de resistencia conflicto armado.

Un solo fuego, encendido por cientos de corazones, recorrió la avenida Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá —el Eje de Paz y Memoria— entre la carrera 17 y la avenida Las Américas, donde se construye el Museo de Memoria de Colombia. Fuego que une, que conforta y que ilumina. Con el fuego en las manos y en el corazón, la ciudad acompañó a las memorias de las víctimas del conflicto armado y del resto de violencias que sufren comunidades, organizaciones y pueblos del país en una marcha para iluminar un nuevo  camino por recorrer, para hacer visibles historias de dolor y de resistencia y seguir andando juntos en la búsqueda de una paz total que sea plural.

Fuego que purifica la palabra y armoniza el espíritu. De todo el país, 19 organizaciones de víctimas del conflicto armado que lideran iniciativas apoyadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se juntaron en el tercer día de la Semana por la Memoria para compartir las montañas, los ríos, los saberes —sus fuegos— y construir un espacio sagrado en un espiral que es el tiempo, el camino recorrido. Fuego para mirarse a los ojos, para reconocer en ellos las historias personales, los dolores marcados por la violencia y la esperanza compartida.

 

Muchos nombres para encender un solo fuego

Graciela Mejía, participante de la iniciativa de memoria histórica Arte, memoria y vida: Comuna 13 y vereda La Loma, contó la historia de su nombre. Cuando nació, en el que hoy es el Hospital General de Medellín, su mamá se hizo amiga de una enfermera que le preguntó si tenía pensado un nombre para la niña y le pidió que le pusiera el suyo, porque ella no tenía una hija para nombrarla. Entonces su mamá hizo un trato con ella, llamaría a la niña Graciela, como ella, a cambio de que fuera su madrina. Con una vela encendida que ubicó en el espiral, ofreció el color blanco, marcado en su memoria como un llamado por la paz.

«Veníamos de la operación Mariscal y luego la operación Orión. Fueron muchas jornadas de balas, día y noche. Allá, en la Comuna 13, hay una heroína que se llama Socorro Mosquera, que en el desespero sacó una sábana blanca por una ventana y empezó a agitarla. Y la gente que quedaba empezó a sacar trapos blancos en señal de que estábamos cansados de la guerra. En el sector de El Salado, el Veinte de Julio y Las Independencias se veían a lo lejos los trapos blancos». Agregó además que la luz es vida, que la luz del trabajo hecho para construir memoria no se debe apagar «si dejamos apagar esa llamita, pronto volvemos a repetir la historia».

«El nombre mío lo sacaron mis papás de una película mexicana. No conocían los nombres de los pueblos originarios porque esa cultura se ha ido perdiendo», contó Yeinner Quijano, participante de la iniciativa de memoria histórica Recuperando y caminando nuestra memoria Pijao. Con su vela encendida, ofreció algo sagrado de su pueblo en la construcción colectiva: «El fuego es muy sagrado en nuestro pueblo Pijao. Nosotros tenemos el árbol del fuego, que es la palma de cera, con la que nuestros ancestros encendían el fuego. Ellos no defendían tesoros, defendían eso», explicó.

Fuego que ilumine y lleve paz a los que ya no están. «Quiero prender esta luz por mis familiares. Que, aunque no era su día cuando los masacraron, los guíe en ese camino en que están y puedan ir en paz», señaló Zoila Remedios Epinayú, de Bahía Portete, en La Guajira, participante de la iniciativa Memoria histórica familiar desde el territorio ancestral: caso del clan Epinayú.

«Arodis no es un nombre común. —contó Arodis Marina Arias, indígena del pueblo Kankuamo, del colectivo de Comunicaciones El Mochilón de la Sierra—. Ese nombre me lo colocó mi madrastra, no sé por qué. Pero siento que tener este nombre me ha servido para ser más fuerte, más resiliente. Pensé que soy única y estoy con un propósito en esta tierra». Con su vela encendida, dijo que para ella es muy importante irradiar luz. Cada uno irradia la luz que lleva dentro. «No podemos dar algo que no tenemos. Solo si yo tengo paz en mi alma y en mi corazón, la puedo transmitir a mis hijos y va a irradiar en mi hogar y puedo ir a otras partes a transmitir ese mensaje».

 

Un fuego que ilumine las memorias y no se apague

Si en la mañana fue el fuego personal que porta el espíritu de la comunidad, en la tarde, cerca de 300 personas se juntaron para participar de la marcha Iluminemos la Memoria, en la Av. Jorge Eliécer Gaitán (conocida como calle 26) de Bogotá. En el punto de encuentro, bajo la carpa principal de actividades de la Semana por la Memoria convocada por el CNMH, se escuchó la voz de José Pereira, líder del pueblo Muisca: «Los pueblos nativos somos memoria, somos parte del origen, del legado y la existencia de nuestros pueblos. Y ahí hay todo un legado que vuelve a nacer, vuelve a revivir en nosotros, que reposa en nuestras montañas, en nuestras lagunas, en el sol, en el aire, en la luna, en la comida, y que reposa en la esencia, en la genética, en la molécula, la parte más pequeña de todos y de cada uno de nosotros. Todos somos esa memoria, ahora es tiempo de que esa memoria se mueva en nosotros y nos mueva también», dijo momentos antes de que el fuego de los corazones, el fuego que une, conforta e ilumina, saliera a la calle para hacer visibles todas las memorias.

«En esta marcha de las velitas estamos conmemorando a todos los hombres, mujeres y niños que nos han sido arrebatados en el marco del conflicto armado en cada uno de nuestros territorios —dijo María Ernestina Rosero, del corregimiento El Vergel, del municipio La Llanada, en Nariño—. No ha habido tiempo para poder llorar y darle cabida al dolor, porque todo nos lo habían prohibido. Pero hoy ellos se deben sentir felices porque les rindamos homenaje y vayamos sanando lo que nos ha dejado su ausencia». Un solo fuego recorrió las calles para ser memoria de todas las memorias.

La directora del CNMH, María Gaitán Valencia, cerró esta noche en la que Fogo Circo y la Batucada Bembé ahuyentaron la tentación de anclarse en el dolor con un espectáculo de luz y música vibrante. María Gaitán aseguró ante las decenas de personas que habían llegado en marcha hasta el pie del que será el Museo de Memoria de Colombia que: “Las violencias que sufrimos, y ante las que resistimos, no son solo las del conflicto armado y, por supuesto, no son sólo las que vienen de 1958 para acá. Las colombianas y los colombianos sufrimos una invasión violenta hace ya muchos siglos; acogimos a cientos de miles de personas esclavizadas que se unieron a nuestras resistencias; sabemos desde hace siglos lo que es la injusticia, la avaricia de las oligarquías, la corrupción, el crimen organizado, la impunidad… pero también sabemos lo que es, y seguimos sufriendo, no contar con la educación y salud adecuadas o con el alimento más básico. Por eso es tan importante que iluminemos la memoria, como estamos haciendo en esta tarde. La memoria que algunos han querido ocultar o contra la que han atentado de forma directa. Vivimos en el país del memoricidio, pero eso no tiene porque seguir ocurriendo”.

Y al terminar sus palabras unas inmensas lonas fueron iluminadas sobre la fachada nor-oriental del edifico aún en construcción. El mensaje era claro: “Contra el Memoricidio”.

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