Aunque no lo aparente, Ari Folman sufre por no recordar a diferencia de sus compañeros un episodio muy importante que sucedió en la guerra. Es así que Folman decide reunirse, en diferentes partes del planeta, con cada uno de los hombres con los que combatió en la guerra para que su memoria recuerde lo que pasó. La frustración de este personaje lo lleva a escuchar testimonios violentos y desconcertantes que poco a poco le hacen recordar todo lo que ocurrió. Es el tejer de la memoria, es el construir conjunto.
“Vals con Bashir” es el resultado de un ejercicio detallado de memoria histórica. En palabras de Lucas Ospina: “el documental como monumento”. Y es que los tiempos de crisis agudizan el ingenio, floreciendo iniciativas como el documental, y mucho más la animación.
Ese romántico hijo del séptimo arte, un ideal permanente en la mente de los asistentes a salas de cine que genera adhesiones incondicionales. Persisten modelos clásicos, sí, pero la realidad tiene muchas caras y ahí es donde está el reto del Centro Nacional de Memoria Histórica: saber contar la guerra colombiana de diferentes maneras. “El recurso de la animación produce un efecto extraño, la voz de los personajes los hace emotivos, pero visualmente lucen mecánicos, una suerte de zombis. Este distanciamiento intencional se comprende al final de la película”, dice Lucas Ospina.