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La palabra: conflicto armado y paz

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Autor

Fredy Zapata

Fotografía

Fredy Zapata

Publicado

09 Sep 2016


La palabra: conflicto armado y paz

La literatura, como relato de la historia ausente del país, ha sido uno de los lenguajes artísticos en que el conflicto armado colombiano ha permanecido vigente; sus posibilidades narrativas han acogido los múltiples vacíos de una nación que aún espera reconocerse.


Sábado 10 de septiembre 
Lugar: Librería Casa Tomada

Dirección: Transversal 19 Bis No. 45D-23
Hora: 5:30 a 7:00 pm

Estas posibilidades serán el punto de partida para el próximo conversatorio de Primer Plano. En esta ocasión Santiago Rivas, conductor del proyecto, profundizará sobre la representación de la palabra en tiempos de conflicto armado a través del trabajo literario de Gilmer Mesa, autor de “La cuadra”, novela histórica sobre la violencia de Medellín en los años ochenta.

Como antesala al evento, el escritor antioqueño conversó con el CNMH acerca de su obra, su relación con el proceso de memoria histórica y el papel de la literatura en el posconflicto.

¿Cuál es el papel de la literatura en la narrativa del conflicto armado colombiano?

La literatura tiene un papel determinante en el conflicto desde siempre, no en este, sino en todos los conflictos que se han vivido a lo largo de la historia; en gran medida porque la literatura tiende a mostrar y no a demostrar, eso la aleja un poco de lo que es la crónica y de los tratados de historia. La literatura ha servido para darle una voz a los que no han tenido voz, porque se cuela por los bordes del rigor, da otra perspectiva, no está tan atenta a demostrar, que es lo que deja muchas veces corto a los artículos de periódico y en algunos casos los textos de historia, que se olvidan un poco del lado humano que trasciende más allá de los conflictos. Entonces creo que hay que hacer otro esfuerzo distinto. La literatura responde más al simbolismo y eso en los conflictos es de vital importancia, aún más en los posconflictos porque ahí es donde nos vamos a tener que inventar un simbolismo nuevo que nos aterrice y que nos ponga a vivir en concordia con el que todo el tiempo fue de alguna manera el victimario.

¿La Cuadra, su más reciente novela tiene alguna relación con los procesos de memoria histórica?

La Cuadra está inspirada en la tragedia más grande que he tenido en mi vida que es la muerte de mi hermano. Yo quería contar eso, no solo lo que había ocurrido como tal, eso ya sería parte de una crónica, sino sobre todo lo que yo sentí, lo que vi deteriorarse a mi familia y la ciudad (Medellín). La Cuadra es el sitio, era básicamente el universo que yo conocía, después fui entendiendo un poco que eso era un microcosmos de lo que era el macrocosmos real de este país y de la sociedad, y de ahí incluso del mundo. La Cuadra fue una catarsis profunda de ese proceso de duelo que llevo haciendo incluso hasta el día de hoy. El libro tiene una cosa importante y es que le da una parte fundamental a la ternura y eso me parece que realmente humaniza mucho a todos los que pertenecemos a una época y a un conflicto que no ha cesado aún. Humaniza tanto a la víctima, como al victimario, no es una apología del uno ni del otro, en una indagación en el sustrato íntimo de los personajes, ¿qué nos llevó a ser la sociedad que éramos?

¿Cree que existe alguna tensión entre el relato de ficción y un texto histórico?

Mi libro tiene personajes y hechos que ocurrieron, mantiene un sustrato de ficción en lo íntimo, porque ahí en lo íntimo es donde está verdaderamente lo que uno hubiera querido que pasara y eso de alguna manera es lo que es la literatura. Todas las novelas son históricas porque de alguna manera dan cuenta de la realidad. Ahora bien, en un caso como el de la Masacre de las Bananeras hoy en día nadie puede recordar bien los informes que se hicieron en los periódicos e incluso ni siquiera el libro de Jorge Eliécer Gaitán, pero todos nos acordamos de la descripción hermosa que hace García Márquez en Cien años de Soledad, eso significa mucho. Es lo que realmente queda en el subconsciente de la gente que vivió esa época, eso es muy valioso, incluso me parece más importante el registro literario que el registro de crónicas o de artículos o de informes técnicos porque eso no llega finalmente a las generaciones superiores, mientras que la literatura sí.

¿Cuál es el rol de la literatura en el Museo Nacional de la Memoria?

El Museo hace el trabajo más importante, narra lo que fue y lo queda después de una tragedia, impugna al olvido aterrador, ya que el olvido hace que las cosas sean menos importantes. En eso la literatura ayuda a ponerle cara a las cifras, un rostro, lo humaniza, esté del lado que esté, les da una voz,  los  llena de paisaje y los llena de territorialidad dentro de un relato y eso a mí me parece que es una de las mejores formas de recuperar la memoria histórica.

El evento es organizado por el Museo Nacional de la Memoria proyecto del Centro Nacional de Memoria Histórica, Penguin Random House, Cámara Colombiana del Libro y la Librería Casa Tomada y sirve de antesala al diálogo literatura, memoria y paz de Primer Plano a realizarse en el marco de la 9ª Semana por la Memoria.

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2A, Conflicto Armado, Palabra, Paz

“Se debe garantizar que no se va a destruir ningún papel”

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Autor

Daniel Sarmiento

Fotografía

Daniel Sarmiento

Publicado

08 May 2017


“Se debe garantizar que no se va a destruir ningún papel”

Antonio González Quintana es un experto en archivística que, desde 1994, se ha especializado en procesos de transición política o superación del conflicto armado. Es archivero de profesión desde 1979 y actual Subdirector General de Archivos, responsable de la ejecución de la política archivística de Madrid.

Ha publicado diversos trabajos sobre los archivos del Movimiento Obrero en España y en los últimos años ha trabajado especialmente en la relación entre archivos y defensa de los derechos humanos, colaborando con diversos proyectos de la UNESCO, Archiveros Sin Fronteras, el Grupo de Derechos Humanos del Consejo Internacional de Archivos, y Swisspeace.

González Quintana estuvo de visita en la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) hablando de la importancia de los archivos de derechos humanos en el proceso de justicia transicional que está viviendo Colombia.

¿Cuál va a ser la importancia de los archivos para la implementación del proceso de paz con las Farc?

Todos los archivos, en general de todas las administraciones, van a jugar un papel esencial en la implementación de los acuerdos, especialmente para la reconciliación y reparación de las víctimas. Tanto los archivos de carácter público, como los de instituciones privadas, que den cuenta de diferentes temas, no solo relacionados con derechos humanos van a ser muy importantes. También, los registros de la propiedad serán fundamentales por ejemplo, en el caso de la restitución de tierras.

La experiencia internacional dice que la reparación a las víctimas requiere de pruebas documentales. Alguien tiene que demostrar su condición de víctima, el alcance del daño sufrido, la motivación política de ese daño o la motivación religiosa, dependiendo de las características de cada régimen y las violaciones a los derechos humanos que se hayan experimentado.

Desde su experiencia internacional, ¿qué medidas recomienda que se tomen en Colombia con los archivos de Derechos Humanos?

Una moratoria, una paralización de los procesos de eliminación de documentos de derechos humanos, por lo menos durante el tiempo que las instancias transicionales existan, podría ser una buena alternativa. En Argentina, por ejemplo, a partir de la anulación de los decretos y leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, que abrieron la puerta a la intervención de la justicia penal, el enjuiciamiento y encarcelamiento de responsables de graves delitos contra los derechos humanos fue posible con la medida de moratoria en la eliminación de documentos.

Las instancias que se están creando en el marco de la implementación de los acuerdos deberían garantizar que no se va a destruir ningún papel, ningún documento electrónico, ningún documento en general. Esto se plantea porque en contextos de necesidades transicionales como en Colombia, algunos archivos tan simples como un documento hospitalario, un registro en una administración de educación, de sanidad o de cualquier tipo, puede tener una gran importancia en la búsqueda de la verdad; verdad que se construye con base a ese rompecabezas de los testimonios que están en los distintos archivos públicos o privados.

¿Cuál sería entonces el siguiente paso para la conservación de archivos en la implementación de los acuerdos?

Es más un conjunto de pasos, pero el primero a seguir sería el de hacer un esfuerzo por conocer mejor el contenido de todos los archivos públicos, y saber qué materiales pueden ser útiles para entidades de justicia transicional como la Comisión de Esclarecimiento,  la Jurisdicción Especial, para la Unidad de búsqueda de personas desaparecidas, o para cualquiera de los entes nuevos. Este trabajo va a requerir una gran cantidad de recursos humanos, de profesionales de los archivos, de personas que hagan ese trabajo de profundizar en los contenidos de los documentos que puedan servir. Es un reto muy difícil.

¿Y para el manejo de los archivos producidos por la Comisión de Esclarecimiento qué recomendaría?

La Comisión del Esclarecimiento hará un acopio de documentos, como ha sucedido en otras experiencias internacionales, de un enorme valor para la historia del país. Muchos de los testimonios que se puedan evacuar en las sesiones que la Comisión  pondrá en marcha, se van a hacer bajo estricta confidencialidad, y habrá que mantener cierto grado de reserva que garantice la protección de las víctimas. También hay que garantizar que esos archivos, una vez que la Comisión termine su actuación, se incluyan en la memoria escrita o visual del país, y sean conservados.  

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conflicto armado


Conflicto Armado

Lideresa wayúu Débora Barros Fince denuncia atentado en su contra

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Autor

Jesús Abad Colorado

Fotografía

Jesús Abad Colorado

Publicado

28 Ene 2019


Lideresa wayúu Débora Barros Fince denuncia atentado en su contra

El CNMH hace un llamado para que estos sucesos sean investigados con el mayor rigor posible, se identifique a los responsables y se tomen los correctivos necesarios para que líderes y lideresas de derechos humanos, no se vean sometidos a ninguna clase de intimidación por la labor que realizan.


El pasado domingo 27 de enero Débora Barros Fince, lideresa wayúu víctima de la masacre de Bahía Portete,  denunció un atentado en su contra. Según su relato, sobre las 5:30 de la tarde estaba arribando a pie a su casa cuando su esposo, al ver que el parrillero de una moto que se dirigía a ella llevaba un arma en la mano, le gritó que corriera. Débora aprovechó que un carro se le atravesó a la moto y corrió hacia una casa vecina para protegerse.

En el 2004 los paramilitares asesinaron a seis personas en el corregimiento de Portete (Uribia, La Guajira). Cuatro de ellas eran matronas de la comunidad; incluida la tía de Débora, Rosa Fince. Débora ha sido una destacada lideresa de los indígenas wayúu, se desempeñó como secretaria de Gobierno de La Guajira y ha denunciado reiteradamente hechos de corrupción en el departamento. Su hermana Telemina Barros también es una reconocida promotora y defensora de derechos humanos, y hace parte de la Mesa Departamental de Víctimas de La Guajira. Las hermanas Barros Fince señalan que desde finales del 2016 no cuentan con esquemas de seguridad de la Unidad Nacional de Protección. Desde entonces, las amenazas e intimidaciones en su contra han aumentado.

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) hacemos un llamado para que estos sucesos sean investigados con el mayor rigor posible, se identifique a los responsables y se tomen los correctivos necesarios para que líderes y lideresas de derechos humanos, no se vean sometidos a ninguna clase de intimidación por la labor que realizan.

El CNMH reitera que es necesario proteger las vidas y libertades de quienes defienden los derechos de las comunidades, y pide que estos episodios sean atendidos debidamente por las autoridades. Acompañamos a Débora, a su hermana Telemina y a toda su familia.

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Conflicto Armado, Derechos Humanos, Líderes, Lideresas, Protección

‘La escuela es fundamental para que niños y niñas no se vinculen a la guerra’: José Luis Campo

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Autor

Daniel Sarmiento

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Daniel Sarmiento

Publicado

11 Feb 2019


‘La escuela es fundamental para que niños y niñas no se vinculen a la guerra’: José Luis Campo

En el Día de las Manos Rojas, iniciativa mundial contra el reclutamiento forzado de menores, hablamos con el director de la asociación Benposta, quien advierte que este flagelo no es un tema del pasado. Campo señala, además, que “defender la escuela es defender la vida”.


Juan Pablo Esterilla

“La escuela es fundamental para que los niños y niñas no se vinculen a actores armados. Dejar la escuela es el indicador de riesgo más alto para ser víctima de reclutamiento forzado, o para sufrir explotación sexual o laboral”, dice José Luis Campo, director de Benposta: Nación de Muchachos Colombia, una asociación que lleva 40 años trabajando por la defensa y promoción de los derechos de niños, niñas y jóvenes. “Defender la escuela es defender la vida”, continúa José Luis en esta entrevista que le hicimos a propósito del Día Internacional de las Manos Rojas, una iniciativa contra el reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes en conflictos armados, que se celebra este 12 de febrero.

En 60 años de guerra en Colombia, 17.778 niños, niñas y adolescentes fueron reclutados y utilizados por los grupos armados legales e ilegales, según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica. El 25,89% corresponde a niñas y adolescentes mujeres, mientras que el 71,27% a niños y adolescentes hombres. El Observatorio estableció, además, que de ese total 4.857 pertenecieron a las guerrillas y 1.581 a los paramilitares.

Aunque gracias al acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno cientos de niñas, niños y adolescentes dejaron de escribir sus historias de vida en la guerra, hoy el reclutamiento forzado de menores sigue siendo una realidad en Colombia. La Defensoría del Pueblo, la Fiscalía, y organizaciones de derechos humanos, vienen advirtiendo que la guerrilla del ELN es una de las principales amenazas para los menores de edad.

¿Qué explica que un niño, niña o adolescente termine en las filas de un grupo armado?

Quienes terminan haciendo parte de grupos armados son niños, niñas y adolescentes que tienen historias marcadas por la vulneración de derechos. ¿Qué manifiestan ellos? “Nosotros entramos a la guerra no porque quisiéramos, sino porque éramos victimas en nuestras familias y territorios”. Son víctimas de situaciones estructurales: pobreza, inequidad, falta de oportunidades…

Generalmente se cree que el reclutamiento es bajo la fuerza, pero en Colombia suele ser voluntario (por persuasión) y se ejerce casi como un grito de auxilio ante las condiciones de degradación, de abandono. El grupo armado se visualiza, en muchos casos, como un elemento de salvación. Por supuesto, luego los niños, niñas y adolescentes viven en la guerra situaciones que no imaginaban. Se dan cuenta de que se les vulneran sus derechos fundamentales y los obligan a asumir un rol de guerrero que no les corresponde.

En los últimos 15 años ustedes han trabajado por prevenir el reclutamiento forzado, y por construir “redes de entornos protectores”, en regiones como Buenaventura (Valle), Mesetas y Villavicencio (Meta), San José del Guaviare (Guaviare) y Catatumbo (Norte de Santander). En esos lugares, ¿el reclutamiento forzado sigue siendo una realidad latente para los niños, niñas y adolescentes?

Teníamos la confianza, como miembros de la Coalición contra la violencia de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia, que participó en la mesa de diálogos (de paz entre el Gobierno y las FARC), de que con la implementación llegaran las condiciones de bienestar que las comunidades de regiones apartadas del país han pedido durante años. En todas esas regiones lamentablemente no se ha dado lo que esperábamos. No hay oferta de salud, de educación, de cultura…

La realidad es que continúa fuerte la oferta de la guerra. Nunca habíamos visto en el Catatumbo, por ejemplo, tanto riesgo de reclutamiento en el sentido amplio de la palabra. Es decir, no solo entendiendo el reclutamiento como el ingreso formal del niño, sino también como su participación en el marco del conflicto bajo el control de un actor armado.

¿Por qué dice eso? ¿Qué está pasando en esos lugares?

Por ejemplo, la confrontación entre el ELN y el EPL ha desconocido escenarios protegidos. En febrero del año pasado la escuela de Filo Gringo, en el Catatumbo, estuvo entre fuego cruzado. A partir de ahí, con la Diócesis se señalizó el colegio como entorno protector con signos internacionales, banderas blancas. Defender la escuela es defender la vida.

También el año pasado en la comuna 12 de Buenaventura, en medio de una actividad cultural, hubo un enfrentamiento al lado de la escuela. Y la Secretaría de Educación de ese municipio, decretó en noviembre pasado el cierre de todos los colegios públicos por una semana. Es cierto que no hay ataques directos contra las escuelas, pero los contextos que se están dando hacen que haya altas probabilidades de deserción.

Finalmente, hay una dificultad en Teorama y San Calixto, Alto Catatumbo: las minas antipersona. En estas zonas los niños y niñas caminan en muchos casos más de una hora para acudir a la escuela, y para ellos está latente la posibilidad de encontrarse en el camino con grupos armados, o verse afectados por minas.

¿Qué balance puede hacer del programa de inserción social que propuso el acuerdo de paz para niños, niñas y adolescentes desvinculados de las FARC?

Ha sido difícil el monitoreo al programa por compromisos de confidencialidad. No obstante, antes de que terminara el mandato de Santos, Paula Gaviria, entonces Consejera de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, presentó un informe en el que aseguró que el 80% de los desvinculados ya vivía con sus familias y comunidades. Para mí es problemático que al cabo de tres meses (que era el tiempo que había corrido cuando Gaviria hizo este anuncio) los niños, niñas y adolescentes ya hubieran dejado los centros transitorios, pues en muchos casos las condiciones estructurales de sus familias y entornos seguían siendo las mismas que los obligaron a salir. Es una revictimización porque están viviendo de nuevo con elementos expulsores. Generalmente sus familias no forman parte de su proyecto de vida.

Me da la impresión de que el Gobierno está trabajando mucho a través de procesos individuales de apoyo, pero no de acompañamiento integral y colectivo. No hay un acompañamiento fuerte para, por ejemplo, generar ingresos. Y eso afecta su proceso de construcción de proyecto de vida e implica un riesgo altísimo pues, repito, no están haciendo su proceso de inserción social en contextos de paz.

¿Usted cree que hoy existe más consciencia sobre la necesidad de prevenir el reclutamiento forzado?

Hoy en día hay una gran sensibilidad en las regiones sobre el tema de los derechos de niños y niñas. Hay una conciencia de que hay que recuperar la escuela como entorno protector, de que hay disminuir la deserción. Celebro las propuestas de acción colectiva, la construcción de capacidades locales que están haciendo los movimientos sociales en los territorios.

Me preocupa que en los medios de comunicación el tema esté enfocado en la responsabilidad de los comandantes guerrilleros, lo cual se entiende porque este es un delito no indultable. Pero creo que el tema debería discutirse más allá de la búsqueda por la judicialización de los responsables.

Descargue aquí el informe “Una guerra sin edad”.

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Adolescentes, Conflicto Armado, Guerra, Guerrillas, Manos Rojas, Niñas, Niños, Paramilitares, Reclutamiento forzado

La voz de los niños se debe escuchar

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Publicado

27 Abr 2019


La voz de los niños se debe escuchar

Hace tres años los colegios Francisco I de la localidad Barrios Unidos y el Colegio Alemania Unificada –IED- de la localidad San Cristóbal, iniciaron un proceso de memoria con 25 niños, niñas y adolescentes por cada institución educativa. De este surgió la herramienta metodológica Monumento Sonoro por la Memoria: Tu voz es mi voz, la escucho, la siento y la cuento.


La herramienta está basada en la obra musical “La historia de los Colibríes y las Langostas”, compuesta por nueve canciones, las cuales narran las experiencias de niños, niñas y adolescentes en contextos de conflicto armado, así como sus sueños y esperanzas de vivir en un país en paz.

Hoy, día en el que en Colombia se celebra el Día de los Niños, queremos compartirles qué ha surgido de esos espacios de interacción que han tenido los niños y niñas, a través de la historia del proceso del Colegio Francisco I.

  • La herramienta incluye una serie de piezas musicales que relacionan temáticas cotidianas de niños, niñas y adolescentes que habitan territorios afectados por la violencia. El territorio, la identidad, los miedos y los sueños; son algunas de ellas.

  • La presentación mostró las experiencias que los alumnos vivieron alrededor de cada una de las canciones del Monumento Sonoro y la manera en la que ellos sueñan un país diferente. El país necesita comprometerse con la paz y ellos lo están haciendo a través del Monumento Sonoro”.

COLEGIO FRANCISCO I

Jorge Mario López llegó hace tres años al colegio Francisco I S.S. (IED) de Bogotá. La misión inicial encomendada: “echar a andar” la cátedra de paz y en general todo el proyecto de ciudadanía y convivencia de la institución.

Desde allí, en la localidad de Barrios Unidos, el profesor encontró la necesidad de descubrir una herramienta con la que sus alumnos pudiesen no solo comprender las afectaciones que ha dejado el conflicto armado colombiano, sino también la importancia de participar en la construcción de paz.

En ese ejercicio de búsqueda, el profesor Jorge Mario conoció el Monumento Sonoro por la Memoria: Tu voz es mi voz, la escucho, la siento y la cuento, herramienta metodológica que creó en 2017 el enfoque diferencial de niños, niñas y adolescentes del Centro Nacional de Memoria Histórica, y que invita a contribuir a la realización de procesos de memoria histórica teniendo en cuenta a esta población. “La herramienta es vital. Durante los años que llevaba como profesor no había podido conocer una iniciativa de construcción de memoria histórica que partiera de las experiencias de los niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado”, asegura López.

Ingresar a una de las clases de ciudadanía y convivencia del profesor Jorge Mario es evidenciar las ganas y el esfuerzo detenido por presentarles a sus alumnos diferentes realidades. Según él, la manera en que estas son presentadas resulta clave para garantizar la empatía de sus estudiantes hacia las historias condensadas en la herramienta. A través de vídeos y otras estrategias, los alumnos conocieron y se conectaron más sentimentalmente con fenómenos como el hostigamiento, reclutamiento forzoso y el desplazamiento.

Así pues, desde el 2017, estudiantes de grados terceros, cuartos, quintos, sextos, séptimo y octavo se acercaron a un lenguaje artístico que involucra la música y la narrativa a modo de fábula para narrar experiencias en contextos de guerra.

“Básicamente intento ser lo más fiel posible a la herramienta, preparo las actividades, pienso mucho en mis chicos cuando la van a hacer y digo aquí hay que hacerlo de esta manera porque por ejemplo tenemos chicos con discapacidades cognitivas y motrices. A veces matizo un poco las actividades y en otros momentos preparo material que, aunque no está en la herramienta, sé que en ellos va a funcionar, en particular porque el Monumento Sonoro lo implementó con niños desde los 10 años hasta de 17”.

Durante el desarrollo del instrumento, tanto profesor como alumnos conocieron historias que antes no habían salido a flote en el aula; historias de niños, niñas y adolescentes que junto a sus familias también habían sido desplazadas y con historias de violencia detrás.

Quizás, esas realidades que ahora son aprehendidas como cercanas, son las que han facilitado que los alumnos no solo quieran conocer las historias de las víctimas del conflicto armado colombiano, sino que ahora quieren crear actitudes de paz.

 

“Los cambios no se han hecho esperar; ellos han asimilado que conociendo ya las barbaries que se han vivido en el país, es imperdonable que ellos mismos repitan actitudes violentas. Además, ahora son más sensibles hacia el otro”, asegura López.

Producto de estas transformaciones positivas y de todo el trabajo desarrollado, este proceso, bajo la guía del profesor Jorge Mario López y el acompañamiento técnico del enfoque diferencial de niños, niñas y adolescentes del CNMH, ganó el xx, concurso con el que el Distrito buscaba exaltar a los máximas procesos de construcción de paz y reconciliación en la capital.

El premio se convirtió además en una excelente oportunidad para materializar la intención de los alumnos por concebirse como actores que participan activamente de la transformación del país. Fue así como surgió la idea de realizar una acción de memoria -artística-, en la que se dignifique y se le invitara a niños, niñas y adolescentes (víctimas del conflicto armado), a “seguir adelante”.

El pasado 8 de noviembre, 534 alumnos del colegio Francisco I S.S., actuaron, danzaron e interpretaron canciones como la versión orquestal e inédita de la canción “José Colibrí”. La acción de memoria se llamó “Cantar para Soñar” e hizo parte de la programación oficial de la XI Semana por la Memoria del Centro Nacional de Memoria Histórica. Además, al evento pudieron asistir representantes de las víctimas de Jambaló, Cauca.

En esta institución, la cual recibe todos los niveles de inclusión, los alumnos han disminuido significativamente las expresiones de violencia y la apatía que anteriormente tenían hacia valores como el perdón. Para el profesor, ha sido por el conocimiento que han tenido los chicos de ciertos casos, -y en los cuales se evidencia que la confrontación armada no ha sido la solución para resolver las diferencias entre las personas-, que ellas y ellos han empezado a asumir que sus problemas personales no pueden ser confrontados con la violencia. “A mí me satisface cómo los chicos han tenido actitudes de reconciliación muy grandes”, concluye López.

 

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Conflicto Armado, Educación, Memoria Histórica, Niños y Niñas, Paz, Tu voz es mi voz

36 relatos para hacer memoria de policías de explosivos que dieron sus vidas por las de los demás

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Víctor Álvarez

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Víctor Álvarez

Publicado

01 May 2019


36 relatos para hacer memoria de policías de explosivos que dieron sus vidas por las de los demás

  • Un Segundo para la Eternidad es el libro de relatos con el que se busca reconstruir las memorias de policías técnicos de explosivos que murieron en ejercicio de su labor.
  • La publicación fue presentada en la Feria del Libro de Bogotá que se realiza en Corferias.

Ante la amenaza de una bomba corremos, nos resguardamos. Ellos, los policías técnicos en explosivos hacen lo contrario. Van hacia el artefacto y proceden a desactivarlo, una operación con un margen de error mínimo.

A esta labor invisible y heroica por la que millones de personas han salvado sus vidas, a los protagonistas que murieron en el ejercicio de ella, se les rinde homenaje en el libro “Un segundo para la eternidad”.

La publicación, presentada en la Feria del Libro de Bogotá el pasado 29 de abril, como una iniciativa del Área de Historia, Memoria Histórica y Víctimas de la Policía Nacional, contiene 36 relatos de agentes que se sacrificaron buscando garantizar la tranquilidad de comunidades.

Son historias cortas en las que se muestra el enfoque humano, las cualidades y el entorno familiar de los agentes, así como el momento en el que se produjo la acción que acabó con sus vidas.

El evento de lanzamiento de Un Segundo para la Eternidad contó con masiva asistencia de familiares de víctimas, policías y comunidad en general.

El mayor de la Policía, Efrén Muñoz, quien trabaja en Memoria Histórica y Víctimas de la Unidad Nacional para la Edificación de la Paz, creada en el año 2016, comenta que estas iniciativas hacen parte del aporte a la verdad, justicia, reparación y no repetición de hechos de violencia ocurridos en el marco del conflicto, que esa institución quiere hacer

“Hacer memoria, de una manera u otra, los hace (a las familias de las víctimas) hacer vivir de cerca a esas personas. Cuando usted honra las víctimas, las familias sienten que su ser querido hizo un gran sacrificio por este país y no fue en vano. Y al verlo dignificado es satisfactorio para ellos”, afirma el oficial.

Para el mayor Muñoz, la construcción de memoria no solo es importante por ese deber legal de memoria del Estado en la ley de víctimas, sino que va más allá, “es el compromiso moral con los más de 53.000 policías, hombres y mujeres víctimas en el conflicto armado de Colombia”.

En su propósito de abrir el espectro en la recuperación de la memoria de otras víctimas del conflicto armado, el Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, viene apoyando iniciativas como las de la Policía Nacional.

“Estamos exaltando y reconociendo la memoria de estos hombres que ofrendaron la vida por mejorar este país, asegurar la convivencia pacífica. En la publicación tenemos el relato de las 36 familias que se sumaron al proyecto, prólogo de Guillermo Prieto La Rotta, “Pirry”, palabras de nuestra jefe de unidad, Alba Patricia Lancheros, y del teniente coronel Fernando Pantoja, jefe de Área de Memoria Histórica y Víctimas de la Policía Nacional”, destaca el mayor Muñoz.

“Un Segundo para la Eternidad” es distribuido gratuitamente, aunque, dice el mayor Muñoz, solo tuvieron un tiraje de 500 ejemplares, 180 que se distribuyeron en la Feria del Libro y otros tantos que van a familiares de las víctimas que protagonizan los relatos y a bibliotecas.

Sin embargo, en el sitio web: memoriahistoricapolicial.com se podrá descargar, en próximos días en versión digital, también gratuitamente, al igual que otras publicaciones sobre memoria histórica de la Policía.

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Conflicto Armado, FILBo, Historia, Memoria Histórica, Policía, Víctimas

Narcotráfico y conflicto armado en Colombia de 1973 a 1991

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Autor

Harold García

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Harold García

Publicado

06 May 2019


Narcotráfico y conflicto armado en Colombia de 1973 a 1991

En el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) 2019, se presentó, el pasado 1 de mayo, el libro “Policía, narcotráfico y crimen”, una propuesta investigativa de la Policía Nacional a través del área de Memoria Histórica y Víctimas de esa institución. Un proyecto que analiza, entre muchos otros factores, el papel que ha jugado el narcotráfico en la financiación de los grupos armados ilegales.


La prensa lo escribía cada día durante todos los años 80: “El DAS descubre ‘mar de coca’ en los llanos”, tituló el diario El Tiempo, el 24 de enero de 1980. “¿Son las FARC el tercer cartel?”, publicó la Revista Semana en 1989. Ese mismo año, el 7 de diciembre, El Espectador escribió: “Otra narco-masacre”. Todas estas investigaciones periodísticas relacionadas con narcotráfico y violencia, estaban construyendo la historia de Colombia a través de los medios de comunicación.

Esos convulsos años 80, de un país dominado por el narcotráfico, se veían día a día en las páginas de los diarios. Mostrando cómo todas las esferas de la sociedad estaban siendo afectadas por este crimen: asesinatos a candidatos presidenciales, periodistas, defensores de derechos humanos, senadores, jueces, ministros, masacres a comunidades, y, también, árbitros de fútbol que fueron silenciados en esa oscura época. Una historia, dolorosa, que el país no quiere volver a repetir.

Por ello la importancia de los espacios que año a año viene abriendo la Filbo al presentar investigaciones como la de “Policía, narcotráfico y crimen”. Ante esto, uno de los intelectuales más reconocidos del mundo, Tzvetan Todorov quien falleció en 2017, dijo, en un viaje realizado a Argentina, que “una sociedad necesita conocer la historia, no solo tener memoria”. Ello lo decía en relación a los memoriales de la dictadura que tuvo la oportunidad de recorrer en su visita a este país.

Esta frase es pertinente para destacar la labor que impulsó en 2019 la Filbo, al tener como país invitado al propio Colombia, en homenaje del bicentenario de la independencia. Y parte de ese recorrido como nación en estos 200 años, han sido las diferentes violencias que se han vivido a lo largo de nuestra historia contemporánea, estando muy afianzada en ella el narcotráfico.  

Y es este guiño nacional de la Feria, el que permitió que se abrieran escenarios de diálogo desde diversas voces, como, por ejemplo, la Fuerza Pública, que son un reflejo del presente que vive el país, desarrollando espacios para la presentación de libros desde todos los francos.

“Hace años los policías venían a la Filbo a vigilar que no pasara nada, hoy vemos que entre la población que viene a buscar libros, a buscar cultura, a exponer sus publicaciones, está la Fuerza Pública. Eso es positivo porque habla también de una labor que va a contribuir al conocimiento de nuestra historia reciente y a entender también los problemas del presente con una mirada más sistémica”.  Expresó Darío Acevedo, director del Centro Nacional de Memoria Histórica, quien fue invitado a la presentación del libro “Policía, narcotráfico y crimen”, y del cual realizó el prólogo.

En este escrito, que se lanzó el 1 de mayo en la Filbo, se puede leer, desde una mirada institucional de la Policia Nacional, temas relacionados con la lucha de este organismo contra delitos de narcotráfico que afectaron la vida de los colombianos desde 1973 a 1991.

“Este periodo de tiempo en la investigación lo tomamos porque a partir de 1973 se empezaron a consolidar ideológicamente los grupos guerrilleros en Colombia, es la fecha de transición de los períodos presidenciales del Frente Nacional. En los 80 hay una explosión demográfica del conflicto. Y cerramos en 1991 por la creación de la constitución, donde cambia totalmente el Estado Colombiano”, dijo el Intendente James Núñez Dueñas, autor de la investigación.   

El libro “Policía, narcotráfico y crimen” plantea la relación que el narcotráfico tuvo en el conflicto armado desde 1973 a 1991, y desarrolla diferenciaciones entre los grupos guerrilleros y paramilitares a la hora de acceder a esa modalidad ilegal para financiar sus objetivos militares en esa época.

Por un lado, la investigación establece que, aunque un porcentaje del dinero obtenido del negocio de las drogas ilícitas se destinó para financiar actividades insurgentes, no hay registros de alianzas (de estos grupos) con narcotraficantes, pero sí de pactos con el fin de delinquir en territorios dominados por estas guerrillas como autoridad armada”.

Subraya el texto que “durante los ochenta, las autodefensas empezaron a depender del narcotráfico, pues tenían un estrecho vínculo con organizaciones narcotraficantes. Además, coordinaban el envío de estupefacientes hacia mercados de consumo como Europa, México, Centroamérica y Estados Unidos”, dice “Policía, narcotráfico y crimen”.

Con relación a este punto, Dario Acevedo explica que “los carteles de las drogas encontraron grandes ganancias en el negocio ilícito del narcotráfico y, con la ayuda y la asociación de grupos guerrilleros y de las autodefensas, desbordaron especialmente en las zonas rurales, lo que conllevo al Estado colombiano a afrontar la subversión y el crimen organizado en todas sus modalidades”.

Conversatorio “Policía, narcotráfico y crimen” en la Filbo 2019.

Ejercicios de memoria del CNMH con Fuerza Pública o sobre narcotráfico

El Centro Nacional de Memoria Histórica ha realizado trabajos con víctimas del conflicto armado pertenecientes al Ejército, la Policía y la Armada, desde 2014. Investigaciones como “Esa mina llevaba mi nombre”, la serie radial “Los pasos rotos”, el informe de esclarecimiento “La guerra escondida. Minas Antipersonal y Remanentes Explosivos en Colombia” y el especial transmedia “Relatos de selva”, son ejemplos de algunos de ellos.

Por el lado del narcotrafico, el Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico sobre Paramilitarismo, hace un rastreo por todas las investigaciones donde se ha identificado la relación entre paramilitarismo y narcotrafico, destacandose en ese tema el informe de “Bloque Calima de las AUC. Depredación paramilitar y narcotráfico en el suroccidente colombiano”.

“La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables”, dijo también Tzvetan Todorov en su viaje por Argentina.

 

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Jóvenes que se interesen por la memoria histórica, el legado de Cristian

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Publicado

15 May 2019


Jóvenes que se interesen por la memoria histórica, el legado de Cristian

Este estudiante de bachillerato  lideró la creación de la red de estudiantes por la memoria histórica en Bogotá y trabajó de la mano del CNMH en diferentes procesos. Falleció, recientemente, a los 19 años de edad.


El rol de los jóvenes en la construcción de ciudadanías conocedores de la historia y los hechos sucedidos durante el conflicto armado colombiano, es un campo de trabajo del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).  Cristian Fabián Espinosa Barrera, se esmeró, los últimos años de su vida, para que esto fuera así.

Este joven, estudiante del colegio La Giralda, de Bogotá, impulsó la creación de una red de estudiantes por la memoria histórica en la ciudad y  lideró varios procesos para que se incluyeran los análisis sobre el tema en las clases de Ciencias Sociales, ética, artes y educación física. Murió el pasado 2 de mayo en la capital colombiana, tras luchas durante varios años con una enfermedad.

Todo comenzó cuando desde el área de Pedagogía del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se creó la Red Nacional de Maestras y Maestros por la Memoria y la Paz, un espacio que permitió el encuentro entre docentes de diferentes territorios del país, que habían decidido trabajar la memoria histórica en sus aulas, a partir de la Caja de Herramientas: un viaje por la memoria histórica: aprender la paz y desaprender la guerra.

Según María Andrea Rocha, líder del Equipo de Pedagogía del CNMH, la red se concibió como un escenario de intercambio y difusión de prácticas e innovaciones, que profesores de distintas escuelas, han venido impulsado en torno a la enseñanza de la memoria histórica y la construcción de paz.   

La profesora Carolina Cortés, quien actualmente hace parte de la red de docentes y acompañó a los estudiantes en sus iniciativas, siendo muy cercana a Cristian, recuerda que “él se me acercó y me pregunto por qué si existía una red de docentes no había una de estudiantes. Así que lo comuniqué directamente con el CNMH y ahí comenzaron varios años de trabajo constante liderados por él”.

En un primer momento, el Colegio La Giralda, ubicado en el barrio Las Cruces, hizo un trabajo piloto con la Caja de herramientas donde se estudió y analizó el caso de El Salado, Bolívar, a partir de los textos producidos por el CNMH, como un ejercicio transversal a las clases de ciencias sociales, ética, filosofía y artes.

Los inicios de la red

Ya lo decía el mismo Cristian en uno de sus escritos: “trabajar la memoria histórica en el aula de clase fue realmente significativo para mí y mis compañeros ya que se pudo abordar un hecho histórico de manera diferente a como lo habíamos visto anteriormente. Pude entender la realidad del país; fue una experiencia nueva que me motivó a indagar sobre diferentes hechos relevantes de Colombia en el marco del conflicto armado y me hizo pensar en tener un rol más activo dentro de mi comunidad”.

Y de ahí nació la idea de la red de estudiantes. Alejandra Romero, quien en 2017 se desempeñaba como parte del equipo de Pedagogía recuerda que “Cristian era un líder natural. Fue él quien reunió a estudiantes de colegios tanto públicos como privados de Bogotá y les propuso realizar actividades conjuntas sobre memoria histórica que les permitieran reconocer tanto sus realidades como la del país”.

Explica Alicia, madre de Cristian, que “la memoria histórica se convirtió en un pilar central de su vida, incluso, cuando su enfermedad se hizo más fuerte, él sacaba energías para ir al y trabajar con estudiantes de décimo y once grados para que pudieran entender lo que les había sucedido a las víctimas”.

“Para mí fue una experiencia nueva el poder trabajar con la Caja de Herramientas. Nos permitió conocer temáticas a fondo, más allá del aula de clases. Nos encarretamos con el cuento y eso es valiosísimo. En el colegio se hizo algo que nunca se había visto: se transversalizaron contenidos porque no solo trabajábamos en sociales sino también en artes, músicas y danzas, y eso permitió que más pelaos se empaparan del tema”, reseñaba Cristian en una de las conferencias en que participó.

“Si hay un aspecto que podemos resaltar de Cristian es su empatía: tenía una capacidad innata para entender y conectar con los otros, y por eso todos los estudiantes de este y de varios colegios decidimos seguirlo en la formación de grupos de estudio sobre memoria histórica que nos ayudaran a ponernos en el papel del otro, tanto víctimas como perpetradores, para entender la realidad del país y poder emprender acciones que nos permitieran a los jóvenes recordar lo que nos había pasado durante el conflicto”, dice Neyder Núñez Rodríguez, uno de sus compañeros de clases y amigo.

Los logros

Durante los años en que Cristian lideró la red de estudiantes se lograron hitos como la presentación de los resultados de los trabajos de los estudiantes en la Feria del Libro de Bogotá, intercambios de experiencias con jóvenes de The New York Times y periodistas de Pacifista, e incluso conferencias en diferentes encuentros nacionales.

“Para él todo era un reto y asumía cada tarea con amor y entusiasmo. De hecho, si tuviera que definirlo con una sola palabra sería resiliencia, porque siempre pensó que sí es posible emprender acciones de transformación social más allá de los contextos en los que se vive”, afirma Alejandra Romero.

“Siempre trataba de verle el lado bueno a las cosas y meterle humor como una forma de decirnos que había mucho por lo que luchar. Pese a su enfermedad él nunca desfalleció y eso es algo muy valiente en alguien que apenas tenía 19 años”, describe la profesora Carolina Cortés.

Según Neyder, “el aporte más significativo de Cristian a este proyecto fue demostrarnos que los estudiantes podemos ser agentes transformadores de la realidad, eso era lo que él nos mostraba con sus acciones”.

“En ese sentido, invitamos a todos los docentes del país a que sigan trabajando para que la reflexión crítica y empática sobre nuestro pasado reciente siga inspirando a jóvenes como Cristian a transformar este país. Sabemos que Colombia está llena de estudiantes con sueños parecidos a los que él tuvo, con preguntas sobre nuestra historia reciente y con múltiples aportes por hacer cuando, desde metodologías innovadoras, logran conectarse y preguntarse por cuál es su lugar y cuál puede ser su aporte”, concluyó María Andrea Rocha, quien lidera el Equipo de Pedagogía del CNMH.

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El pueblo negro entre poema y canción

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Daniel Sarmiento

Publicado

21 May 2019


El pueblo negro entre poema y canción

Hoy, Día Nacional de la Afrocolombianidad, resaltamos las distintas narrativas orales y sonoras que intentan contar las historias de desigualdad y resiliencia nacientes de un panorama en el que el 10% de la población víctima del conflicto en Colombia se reconoce como negra, afro, raizal y palenquera. Los departamentos más afectados han sido Nariño, Chocó, Valle del Cauca, Antioquia y Cauca, en ese orden.


“/Hablé con mi padre llorando decía/
/Que él en el campo, aunque pescado boliao comía/
/y ahora en la ciudad pasa penitencia/ La gente lo mira como una triste telera/
/Y si va por la calle le dicen: “allá va el desplazado”/
/ Y él no es culpable de todo lo que ha pasado/
/Su amor y su vida al campo se lo ha dedicado/

Escúchelo completo aquí.

La anterior es la primera estrofa de un currulao llamado “De mi tierra no me quiero ir”, que hace parte del compilado musical “Tocó Cantar”. Su percusión está llena de alegría, pero la letra parece no entender ese agite. En la canción, suenan un clarinete y un saxofón que se fusionan melódicamente con un piano sin mucho protagonismo. Entre los tres hacen una invitación a procesar este mensaje a través del baile. Tiene dos voces: la primera es de Yonier Palacios y la segunda es de Maribel Blandón. Un par de jóvenes chocoanos, nacidos en el corazón de Quibdó, que escribieron esta canción para intentar poner en palabras las emociones y frustraciones del día que tuvieron que salir huyendo de sus casas.

El pueblo afro en Colombia ha sufrido de asesinatos, masacres, desapariciones, secuestros, torturas, hostigamientos, entre otros. Pero el desplazamiento forzado ha sido el mayor de los hechos victimizantes a los que se le los ha sometido. La Corte Constitucional señaló en el Auto 005 que las razones de este fenómeno se relacionan con una exclusión estructural que viene de tiempo atrás y que lo pone en una situación de marginación y vulnerabilidad.

Adicionalmente, la Corte menciona la existencia de procesos mineros y agrícolas en muchos de sus departamentos, que imponen fuertes tensiones y favorecen el despojo. Por otro lado, la carente protección jurídica e institucional de los territorios colectivos que les pertenecen ha estimulado la presencia de actores armados que amenazan a la población para que abandonen estos espacios.

Poesía contra el olvido

Saliendo de Quibdó y descendiendo por la Costa Pacífica encontramos a Tumaco, en el departamento de Nariño. De este lugar es Yolima Palacios, una poetisa empírica que armada de voz y fuerza le declama su historia a todo el que quiera oírla:

“Yo le pido a mi Dios que perdone mis pecados,
pero que también perdone a los que sangre han derramado
que un día 4 de septiembre, un gran daño me han causado
arrancando de mi vida uno de mis hijos amados.
Ese ser tan especial
que había nacido de mi vida,
y en el año 2012 yo sentí que me moría
me habían cortado las manos
era lo que yo sentía
porque de mis 5 hijos era uno de mis alegrías…”

Escúchelo completo aquí.

Ese hijo que el conflicto le arrebató era su adoración. Cuenta que era cariñoso, atento, le ayudaba con las tareas de la casa, le compraba el mercado y en general estaba pendiente de lo que ella necesitara. Yolima, junto a otras víctimas que decidieron volver sus dolores poesía, hizo un compilado de narrativas sonoras llamado “¡Y yo levanto mi voz!: Memorias de resistencia y paz en Tumaco.

Nariño, por su ubicación geográfica, ha resultado de interés particular para los actores armados. Como corredor estratégico es necesario para el desarrollo de actividades comerciales, pero también atrae la activación de negocios ilegales como el contrabando, el tráfico de armas y estupefacientes.

Para mantener vivas sus tradiciones, sus saberes ancestrales y las lecciones aprendidas en medio de la confrontación armada, los nariñenses y en general los pueblos afro han hecho uso de la poesía. Los versos sostienen sus relatos en el tiempo.

Alabaos para un duelo

La guerra nos ha dado poco tiempo para las despedidas y para las mujeres negras dar el último adiós tiene toda importancia. A través de los alabaos, encontraron un camino para conectarse con sus muertos y dejarlos seguir el viaje. Los alabaos se hacen en grupo, generalmente entre tres o más mujeres. Una de ellas lidera ese canto a capela que tiene llanto y resignación al mismo tiempo:

/Adiós primo hermano, primo hermano adiós/
//Me voy y lo dejo solito con Dios//

Luego vienen las demás, que responden con el mismo verso y en coro:
/Adiós primo hermano, primo hermano adiós/
//Me voy y lo dejo solito con Dios//

Escúchelo completo aquí.

Este canto en particular es de la iniciativa de memoria “Alabaos de madres por la vida”, que surgió en el 2007 para visibilizar las distintas victimizaciones en el marco del conflicto armado en Buenaventura. El CNMH, en su informe “Buenaventura: un puerto sin comunidad”, reveló cifras escandalosas sobre la realidad de este puerto a manos de los diferentes actores armados que operaban en la región:

  • 26 Masacres entre 1995 y 2013.
  • 153.000 personas desplazadas desde 1990. La urbe con el mayor índice de desplazamiento interurbano.
  • 4.799 Homicidios entre 1990 Y 2012.
  • 475 personas dadas por desaparecidas.

Los grupos afrodescendientes de Chocó, Valle del Cauca, Cauca, Nariño, Quindío, Sucre, La Guajira, Córdoba y Bolívar se han convertido en el foco de todo tipo de violaciones a los derechos humanos, pero sus pobladores y pobladoras se han aferrado a la oralidad para reinventarse, fortalecer su tejido social y visibilizar sus formas de resiliencia, orientadas a la protección de los derechos colectivos y a la permanencia en los territorios rurales y urbanos.

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Una semana para conmemorar y no olvidar a los que no están

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Daniel Sarmiento

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Daniel Sarmiento

Publicado

27 May 2019


Una semana para conmemorar y no olvidar a los que no están

  • Entre 1958 y 2018 se registraron 80.472 víctimas de desaparición forzada en el marco del conflicto armado colombiano.
  • Del 27 al 31 de mayo se estará conmemorando la semana Internacional del Detenido Desaparecido.

Imagina que un día te despiertas y las personas con las que habitualmente vives ya no están; que tus padres no se levantaron a la hora habitual, que tus hijos no te dieron los buenos días o que tu pareja sencillamente dejó su lado de la cama frío y vacío, ¿Qué harías? ¿Dónde buscarías? Imagina que alguno de ellos, o todos, sin explicación previa, desaparecen.

Según cifras del Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), entre 1958 y 2018 se registraron 80.472 víctimas de desaparición forzada, siendo los grupos paramilitares y los perpetradores de origen desconocido, los principales responsables de este delito de lesa humanidad.

En el marco de la pluralidad de víctimas y las memorias de un hecho victimizante que no ha diferenciado ubicación geográfica, nivel profesional o postura política en su accionar, el Estado decretó la ley 1408 de 2010, la cual en el artículo 14 reglamenta la conmemoración de la Semana de los Detenidos – Desaparecidos, la última del mes de mayo, y el 30 de Agosto, Día Internacional de los Desaparecidos, como una forma de rendir homenaje a las víctimas del delito de desaparición forzada.

En ese propósito, durante más de una década, el CNMH ha publicado informes como Normas y dimensiones de la desaparición forzada en Colombia (2014), Textos corporales de la crueldad: memoria histórica y antropología forense (2015), Buenaventura: un puerto sin comunidad (2015), Hasta encontrarlos: el drama de la desaparición forzada en Colombia (2016), Memoria de la infamia: desaparición forzada en el Magdalena Medio (2017), Desaparición forzada: balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico (2018), Caquetá: una autopsia sobre la desaparición forzada (2018).

De esa manera, las víctimas de desaparición forzada nos motivan a continuar con la dignificación de quienes han padecido de estos hechos, de sus familias y de sus memorias, por esto, las redes sociales del CNMH durante esta semana, recordarán a cinco de las 80.472 víctimas de este flagelo; 5 personas a las que sus familias y toda la sociedad colombiana siguen esperando.

 

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