Etiqueta: Magdalena

“Ese día la violencia llegó en canoa…”

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

Oraloteca de la Universidad del Magdalena

Publicado

20 Nov 2014


“Ese día la violencia llegó en canoa…”

Este jueves 20 de Noviembre, El Grupo Regional de Memoria Histórica (GRMH) de la Universidad del Magdalena, dará a conocer el informe y el documental sobre el caso emblemático de la masacre realizada por los paramilitares el 22 de noviembre de 2000 en los pueblos palafitos del complejo lagunar Ciénaga Grande de Santa Marta (CGSM).

Los hechos ocurrieron a las dos de la mañana del miércoles 22 de noviembre de 2000, cuando más de 60 hombre fuertemente armados pertenecientes al Bloque Norte de las AUC, entraron al pueblo palafítico dejando un total de 39 víctimas mortales que, según las versiones de los lugareños, podrían ascender a más de 70 asesinados en total si se tienen en cuenta los cuerpos que nunca se hallaron y que posiblemente arrojaron a los caños, y provocaron el desplazamiento masivo de más de 4.000 habitantes.

Los productos son el resultado de un trabajo de reconstrucción de memoria histórica con la comunidad. Los habitantes que sobrevivieron y retornaron después de ser desplazados, reconstruyeron los sucesos que vivieron durante la masacre, el desplazamiento y el retorno. Además, pone de presente las afectaciones que todo esto implicó.

Esta investigación inició en el año 2012 como resultado del proceso realizado por el CNMH, con apoyo de USIP (United States Institute of Peace) y la Universidad de Los Andes. El proyecto tenía como objetivo apoyar el surgimiento y consolidación de (GRMH) conformados por profesores y estudiantes universitarios en las zonas de Magdalena, Bolívar y Santander.

Como lo anota la coordinadora del proyecto, María Emma Wills Obregón, “este proceso propició el surgimiento de una alianza y un tejido de solidaridades entre víctimas, organizaciones de víctimas y la universidad. Generando un compromiso de rigor que exige el esclarecimiento histórico y que permite reconstruir contextos desde un ejercicio juicioso de contrastar fuentes y un esfuerzo por dilucidar los engranajes ocultos de la guerra”.

El CNMH acompañará el lanzamiento el día jueves 20 de noviembre a las 6:00 pm en la Universidad del Magdalena y el 22 de noviembre, el GRMH y el CNMH se trasladarán a la comunidad palafita para asistir a la conmemoración de los 14 años de la masacre y hacer entrega oficial del resultado de la investigación y proceso audiovisual.

 
 


Canoa, GRMH, Magdalena, Violencia

El Playón de Orozco: 16 años resistiendo al olvido

Noticia

Autor

Gabriela Pérez Cardozo y Felipe Chica Jiménez

Fotografía

Gabriela Pérez Cardozo

Publicado

09 Feb 2015


El Playón de Orozco: 16 años resistiendo al olvido

Sábado en la noche en el corregimiento Playón de Orozco en el municipio El Piñón, departamento de Magdalena. La gente del lugar está reunida en la caseta comunal celebrando las fiestas de San Martín de Loba, de 2014. La caseta es un sitio cerrado con suelo de tierra, excepto por la pista de baile, donde al menos nueve parejas se mezclan en un solo vaivén. En una esquina en la entrada se venden bebidas y al fondo del lugar hay un “picó” donde suena la música con el volumen a reventar.

El calor es insoportable. De un momento a otro, un hombre empieza a golpear a su esposa, a lo cual responde el hermano de la mujer armándose de un palo de escoba. La multitud se congrega alrededor de los hombres, ávida de conocer el desenlace de un suceso cotidiano para los pobladores de Playón de Orozco.

Mientras tanto, alguien busca a la inspectora de policía del corregimiento. Es una joven de 21 años, escogida en la comunidad por su vocación de servicio comunitario. La jovencita llama a la policía que se instala en la cabecera municipal de El Piñón, quien anuncia que en 20 minutos estará en el corregimiento, pero nunca llega.

Esa es la presencia mínima del Estado que reclaman los habitantes de Playón de Orozco. Esta comunidad -como muchas del país- ha sufrido los horrores de la guerra. Desde la década de los noventa en esta zona del departamento del Magdalena hizo presencia la guerrilla de las FARC. El accionar de este grupo se dirigió principalmente hacia los terratenientes a través de secuestros, extorsiones, robo de ganado, homicidios. Su estrategia de mimetización no fue otra que ocultarse entre la comunidad poniendo en riesgo la vida de civiles.

Un horror que no se olvida

En medio de la presencia guerrillera surge el paramilitarismo en esta zona en 1997. Recuerdan los habitantes -sin precisar la fecha- el día que unos cuarenta hombres entraron en camionetas con brazaletes de las AUC y al bajarse de los vehículos golpearon a un joven que se conocía con el sobrenombre de “Carlos Cuca”.

Hacia diciembre de ese año los paramilitares comenzaron a dar la orden a los habitantes de que se encerraran antes de la seis de la tarde. A veces iban encapuchados, otras veces sin capucha, por lo que la gente reconocía que no eran de la zona. Realizaban patrullaje, imponían sus normas y restringían la salida y la entrada al corregimiento. En marzo de 1998 secuestraron al médico botánico del pueblo, Miguel Fonseca, a quien posteriormente encontraron muerto en una finca denominada “La Montonera”. La comunidad de Playón de Orozco ya presentía lo que se veía venir.

El siguiente año, en la mañana del 9 de enero, la comunidad se preparaba para la celebración de los bautizos colectivos. Ese día el corregimiento contaría con la presencia de un párroco que frecuentaba el lugar al menos dos vez al año. Para la comunidad se trataba de una fecha importante, en los patios de las casas donde había bautizos se sacrificaban gallinas y chivos para el agasajo. Los niños y niñas estaban listos para recibir el sacramento y los familiares en sus casas organizaban todo para recibir a los invitados. 

Quienes iban a ser bautizados comenzaban a congregarse en la puerta de la iglesia, a pleno sol de mediodía. En ese instante, un centenar de paramilitares al mando de Tomás Gregorio Freyle Guillén alias Esteban, Edelmira Esther Pérez Méndez alias La Mona, y con el apoyo de una unidad móvil comandada por John Jairo Esquivel Cuadrado, alias El Tigre y la escuadra de Francisco Gaviria, alias Mario, del Frente de Pivijay -Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia- rodearon el pueblo.

Esteban y La Mona ordenaron a sus hombres sacar a la gente de sus casas y reunirla en la iglesia San Martín. Al reunirla en la iglesia, la población fue dividida por grupos: en una casa diagonal al templo reunieron un grupo de niños y niñas y en el puesto de salud encerraron  otro grupo. A los hombres les ordenaron que se alinearan contra la cerca que rodea la casa frente a la iglesia y les pidieron los documentos de identidad; documentos que iban cotejando con una lista que llevaban.

Una vez que los paras terminaron de inspeccionar cédulas, encerraron a todos los hombres en la iglesia y comenzaron a sacarlos de cinco en cinco y se los llevaron a distintos lugares donde  posteriormente los asesinaron y desmembraron. Luego de esto saquearon las casas, se llevaron los bienes y quemaron veintidós viviendas.

El resto de la comunidad se mantuvo encerrada en la iglesia. Cuando se dieron cuenta de que los paramilitares se habían ido salieron y comenzaron a buscar y recoger a sus parientes asesinados. Inmediatamente después comenzó el éxodo hacia la cabecera del municipio de Pivijay. “No podíamos creer lo que veíamos. Nos tocó entonces empezar a arriar muertos hasta sus casas, porque las mujeres estaban destrozadas y los niños… no me quiero acordar… Yo buscaba desesperado a un hermano, hasta que por fin lo encontré muerto”, dice uno de los hombres sobrevivientes.

La masacre dejó un saldo de 27 víctimas hombres y una mujer: Carmen Rudas, promotora de salud del pueblo, madre de cuatro hijos y en estado de embarazo. Entre los hombres asesinados estaban el profesor Jorge Calvo, de 32 años (trabajaba en una vereda de Chibolo); el exinspector del pueblo, Lascanio De la Hoz; los primos Julio Pabón Miranda y Julio Mozo Ortiz; los campesinos Luis Alberto De la Hoz y Manuel Villa; Luis José Bocanegra (quien estaba desgranando maíz cuando llegaron los paras a su  casa) y Néstor García, residente en la vereda Veranillo y estaba de visita ese día.

Igualmente, José Agustín Palacín; Ramón García; Jaime Rojano (exinspector de policía); Orlando Polo Villa; Andrés José Salas (estudiante de odontología); Andrés Polo Villa; Antonio Arévalo; Diomedes Barrios; Humberto Cervantes; Humberto Romo; Hansel Rodríguez; Álvaro De la Cruz; Edgardo De la Hoz; Ángel Castillo; Eduardo Bocanegra; Luis Alberto Dávila Camacho y Antonio Arévalo de 19 años de edad. Las víctimas mortales de la masacre fueron fundamentalmente los hombres jóvenes del Playón de Orozco.  

Cuenta la comunidad que no hubo tiempo de nada, escasamente recogieron los cuerpos de sus familiares y amigos y los enterraron. Un día después de la masacre se produjo el desplazamiento masivo de aproximadamente 130 familias. Algunos se refugiaron en fincas aledañas, en corregimientos cercanos y en los municipios de Pivijay, El Piñón, Barranquilla y Santa Marta. “El desplazamiento se da desde el del día de la masacre. Ellos –los paras– mientras la gente se iba se robaron enfriadores, prendas, animales, saquearon a los muertos”, según un testimonio de un poblador.

La población empezó a retornar en septiembre del mismo año, sin ningún tipo de garantía, pues los paramilitares permanecieron en el corregimiento durante dos años más, con el mando de alias Rafa. Instauraron un régimen de terror, ordenaron cercar las viviendas a una altura para que ellos pudieran vigilar, celebraron las fiestas patronales a la fuerza, entre otros hechos relatados por la gente.

La masacre fue reconocida por alias El Tigre ante la Fiscalía 3 de Justicia y Paz. Esta masacre como otras que fueron comandadas en estas fechas por alias Esteban y alias La Mona, fueron ejecutadas por orden de Carlos Castaño Gil, máximo jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia en ese momento. Según declaraciones de estos paramilitares, luego del atentado  perpetrado por las FARC en la base del Urabá donde él permanecía y en el que casi muere, arremetió contras las comunidades cercanas y que -según expresó El Tigre- la orden exacta transmitida por Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, era la de “aporrear un pueblo que fuese nido de la guerrilla”.

Aún hoy día, dicen los playoneros que en el lugar no hay trabajo. Los terratenientes no contratan a los campesinos, ni arriendan las tierras porque consideran que se pueden meter en problemas por el estigma de que son supuestos guerrilleros. El corregimiento no cuenta con servicios públicos, en épocas de invierno se inunda más del 40% del corregimiento y en verano el ganado enflaquece y los cultivos se secan.

Después de 16 años la comunidad de Playón de Orozco tiene esperanzas en el futuro con la implementación de la Ley 1448 (denominada ley de víctimas). Su mayor deseo es que esta masacre sea reconocida por el presidente de la república en un acto público, dado que llevan dieciséis años de abandono, donde si bien la alcaldía de El Piñón ha implementado algunas obras de reconstrucción del pueblo, han sido paliativos que consideran ellos no son suficientes ni garantía para resarcir el daño. 

Justicia y Paz

La actual inconformidad de las víctimas en El Playón aumentó con la sentencia del pasado 28 de noviembre de 2014. En ella la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá relaciona 1.426 hechos y 9.493 víctimas de los excomandantes Salvatore Mancuso, Édgar Fierro Flores, Jorge Iván Laverde (El Iguano), Úber Enrique Banquez (Juancho Dique) y José Gregorio Mangonez Lugo (Tijeras o Don Carlos). Sin embargo en la sentencia no se incluye ningún fallo para las víctimas del Playón de Orozco. Aún más, líderes y abogados de la región Caribe argumentan que la sentencia no ordena investigar a miembros de las fuerzas armadas y agentes del Estado implicados en la expansión del paramilitarismo en esta zona.

La deuda histórica que el Estado y la sociedad colombiana tienen con comunidades como el Playón de Orozco comienza por garantizar los derechos fundamentales de sus víctimas y por reconstruir la memoria de los hechos. “Ya esa masacre pasó, no es que lo vayamos a olvidar porque es inolvidable, pero tenemos que pensar en los que vivimos, en los que estamos, porque ¡aja!, si llorando fueran a volver ellos al lado de nosotros, hubieran vuelto ya porque hemos derramado muchas lágrimas”. 

 


Magdalena, Olvido, Resistencia

Lucho Arango, el defensor de la pesca artesanal

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

© Unidad de Comunicaciones Programa Desarrollo y Paz del Magdalena Medio

Publicado

18 Feb 2015


Lucho Arango, el defensor de la pesca artesanal

Como pescador, Luis —Lucho para sus amigos y su familia— aprendió a reconocer los retos, los desafíos y los problemas que la pesca artesanal enfrenta. En 1998, entró a hacer parte de un grupo regional de pescadores que analizó la situación económica y social del sector, luego de que el compromiso de Lucho logró generar la confianza necesaria para superar la fragmentación del territorio en zonas de conflicto -presencia de grupos guerrilleros y paramilitares- y conso­lidar el grupo regional de pescadores.

En 2000, Lucho Arango fue elegido presidente de la APALL (Asociación de Pescadores Artesanales y Acuicultores de El Llanito), en Barrancabermeja, departamento de Santander. Como líder, asumió la vocería de la asociación en los procesos locales y regionales. En la primera etapa de su gestión como presidente, presentó a APALL ante las demás asociaciones de su corregimiento y comenzó a luchar contra el “trasmallo” y otras formas de pesca ilí­cita, estando siempre a favor de la solución de los problemas sociales, económicos y ambientales que ocasionan estas formas de pesca. Su empeño lo llevó a proponer los primeros acuerdos para vigilar el oficio en la ciénaga de El Llanito y en los caños afluentes del río Sogamoso. 

Su firmeza en el liderazgo local generó su ree­lección como presidente de APALL, hasta el año de su asesinato, 2009. El 12 de febrero cayó en manos del grupo armado ilegal paramilitar Los Rastrojos, por lo que los pescadores sintieron un duro golpe al esfuerzo organizativo tanto de Lucho como de toda la organización y una constante amenaza a su labor y a la defensa de la protec­ción del recurso pesquero. La muerte de su líder ocasionó una disminución de las actividades de la organización.

 

Lucho-Arango-con-amigo-de-El-Llanito-

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobrevino así el temor de pertene­cer a las asociaciones y mucho más de emprender acciones de defensa y protección.

El próximo jueves 19 de febrero el GRMH (Grupo Regional de Memoria Histórica) de la Universidad Pontificia Bolivariana de Bucaramanga, presentará esta historia, en el informe: “Lucho Arango, el defensor de la pesca artesanal”, en un “esfuerzo porque las voces y las experiencias en el marco del conflicto armado, no solo sean recordadas por los familiares de las víctimas, sino también por todo Colombia”, expresa María Emma Wills Obregón, asesora de la dirección del CNMH y coordinadora del proyecto.

El informe tiene como propósito dignificar la vida de un luchador social, un defensor de la ciénaga, Lucho Arango, y de toda la comunidad de pescadores artesanales que tanto él como APALL trataron de proteger a través de sus prácticas en la ciénaga del Magdalena Medio.

“El informe –dice María Emma– pone de presente que las víctimas del conflicto armado son múltiples, los pescadores artesanales se han enfrentado con todo valor a todo tipo de actores. Los grupos armados no solo buscan una imposición sobre las rutas del narcotráfico o de armas, sino que además en esa búsqueda de dominio, atentan contra el medio ambiente, así que este informe también le rinde homenaje a quienes defienden el medio ambiente”.

El CNMH acompañará el lanzamiento de “Lucho Arango, el defensor de la pesca artesanal” a las 8:00 de la mañana en la Universidad Pontificia Bolivariana de Bucaramanga, en el que presentará los resultados de esta investigación. 

 


APALL, Defensores DDHH, Magdalena, Pescadores

El festival de la resistencia en el río Magdalena

Noticia

Autor

Camilo Ara

Fotografía

Camilo Ara

Publicado

29 Sep 2017


El festival de la resistencia en el río Magdalena

Durante dos días, los pueblos del Magdalena Medio harán actos simbólicos, políticos y culturales para reflexionar sobre el río y todo aquello de lo que ha sido testigo y/o protagonista.


Desde Gamarra, en el sur del Cesar, hasta Barrancabermeja, en el occidente de Santander, bajarán en caravanas por el río Magdalena veinte chalupas con 400 personas a bordo. Este fin de semana, entre el sábado 30 de septiembre y el domingo primero de octubre, se celebrará el Cuarto Festival del Río Grande de la Magdalena.

Después del primer y el segundo festival, en 1992 y 1994, que conmemoraron 500 años de resistencia de los pueblos a orillas del Magdalena, la celebración tuvo que parar. Las acciones de actores armados legales e ilegales tiñeron de sangre el río. Persiguiendo el control territorial clave que ofrece el Magdalena Medio, los actores armados desaparecieron, torturaron, asesinaron y desplazaron a cientos de campesinos.

Apenas en 2008, 14 años más tarde, se pudo hacer la tercera edición del festival. Campesinos, pescadores y mineros recorrieron el río hasta Barrancabermeja, y a punta de diálogo, canto y danza, reflexionaron sobre la memoria, la verdad y la justicia. Fue un hito que recordó que la acción política y cultural de las organizaciones sociales ha sido esencial en la reapropiación del territorio.

El Cuarto Festival, organizado por la Federación Agrominera del Sur de Bolívar y la Corporación Sembrar, y apoyado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, se planea hace meses. Habitantes de pueblos alrededor del río han preparado actos simbólicos, políticos y culturales para pensar en una pregunta, que este año es el lema del festival: ¿y si el río hablara?

“Volvió la alegría —dice un comunicado que convoca al festival—, esa que se hace resistencia incontenible y que nos da la fuerza para convocar el Cuarto Festival del Río Grande de la Magdalena para juntarnos de nuevo, para continuar preguntándonos si ese río hablara qué nos diría, para reflexionar sobre cómo ha sido impactado por los diversos intereses económicos, políticos y sociales, cómo ha impactado a las comunidades, para resignificarlo, para sacarlo de la muerte y traerlo a la vida, para recuperarlo como territorio y para que vuelva a resonar la tambora”.

La travesía por el río arrancará con una alborada a la madrugada del sábado 30 de septiembre en Gamarra, y durante el día se detendrá en Río Viejo, Moralito, Cerro de Burgos, San Pablo y Puerto Wilches, para llegar al atardecer a Barrancabermeja, donde habrá actos culturales hasta por la noche. El domingo primero de octubre, desde las 9:00 a.m. hasta mediodía, la programación estará en el barrio 1 de mayo y será abierta al público.

Dicen sus pobladores que la mayor riqueza del pueblo del Magdalena Medio es que se juntan en las dificultades, en la resistencia y en la alegría. Estos dos días servirán para seguir pensando el río como un lugar de memoria, de resistencia y de expresión cultural. 

Publicado en Noticias CNMH


Magdalena


Magdalena

¡Este mes estrenaremos cuatro documentales!

Noticia

Autor

Cortesía

Fotografía

Cortesía

Publicado

07 Feb 2019


¡Este mes estrenaremos cuatro documentales!

A partir de este viernes 8 de febrero lanzaremos un documental semanalmente, a través de nuestros medios y redes sociales. Este primer ciclo de “Cine + Memoria” está dedicado a producciones realizadas con las comunidades del Canaán (Magdalena), El Tigre (Putumayo), El Palmar (Nariño) y El Rosario (Nariño). ¡Prográmense con nosotros!


El lenguaje audiovisual ha sido clave en nuestra misión de reconstruir las memorias del conflicto armado colombiano. Formatos como el documental y el reportaje nos han permitido recoger lo que dejó la guerra, pero también narrar a las comunidades que creen y están trabajando por la vida, la reconciliación, la reparación, la memoria.

Este mes lanzaremos en “Cine + Memoria” cuatro documentales que nos llevan a regiones del país muy diversas: el Canaán (Magdalena), El Tigre (Putumayo), El Palmar (Nariño) y El Rosario (Nariño). Los invitamos a recorrer sus paisajes, los rastros que dejó la guerra en esos lugares, y las historias valientes de sus pobladores que trabajan incansablemente por una Colombia más justa y digna. Estos documentales fueron realizados como medida de satisfacción del Plan Integran de Reparación Colectiva de estas comunidades.

 

8 de febrero: “El Tigre no es como lo pintan”

Al ingresar en los buscadores de internet las palabras “El Tigre, Putumayo”, ninguno de los primeros resultados está relacionado con sus fiestas patronales, ni las playas del río Guamúez, ni la figura de un jaguar amazónico o “tigre”, como sus habitantes le llaman. Lo primero que identifica internet, en relación con estas palabras, es la masacre que tuvo lugar en aquella inspección el 9 de enero de 1999. Por eso este corto documental, elaborado por el CNMH dentro del Plan Integral de Reparación Colectiva de esta comunidad del Putumayo, presenta el “nuevo color” de El Tigre. En este corto el espectador podrá acercarse a una población que después de ver la guerra de frente, logró fortalecerse y crear una identidad más allá de los estigmas que quiso imponerles el conflicto armado.

15 de febrero: “Esmeraldas, la fe que persistió a pesar de la guerra”

¿Cómo vive una comunidad a la que la guerra le dejó la marca de “auxiliadores de la guerrilla”? En este documental los habitantes del corregimiento de Esmeraldas, ubicado en el municipio de El Rosario, Nariño, cuentan cómo el sentido comunitario y sus creencias, celebraciones y lugares religiosos, fueron esenciales en tres etapas de su historia: la conformación del pueblo, la resistencia al conflicto armado, y la reparación de los daños, luego de la salida de los paramilitares y la guerrilla de las Farc de su territorio. El corto fue realizado por el CNMH y la comunidad de Esmeraldas, en el marco de las medidas de satisfacción del Plan Integral de Reparación Colectiva.  

22 de febrero: “Los colores de El Palmar”

En el Palmar, corregimiento de Leiva, Nariño, siempre hay niebla. Y a veces es tan espesa, que es imposible ver la montaña de colores que vigila a esta población. Allí históricamente han estado presentes grupos armados de todas las denominaciones. Y esas dinámicas de la guerra llevaron a algunos habitantes a sembrar hoja de coca para subsistir en el territorio y, al mismo tiempo, poder mantener sus cultivos tradicionales de café y lulo. En este documental, realizado por el CNMH y la comunidad de El Palmar como parte de su Plan Integral de Reparación Colectiva, los habitantes de esta población nos hablan de sus sueños, de sus propias ideas para que la sustitución de cultivos sea una realidad, y de la manera en que están reescribiendo su historia.

1 de marzo: “Canaán, templo y cuna de campesinos”

“Los que nos quedamos aquí no supimos lo que sufrieron los que se fueron. Y los que se fueron no supieron lo que vivimos los que nos quedamos aquí, aguantando la violencia”, dice un habitante de Canáan, municipio de Chibolo, Magdalena, quien también es protagonista de este cortometraje documental realizado entre la comunidad y el CNMH dentro del Plan Integral de Reparación Colectiva. La voz de este poblador del Canaán, es al mismo tiempo la voz de decenas de personas que fueron víctimas de desplazamiento forzado. Y la voz de aquellos que, a pesar del miedo, se resistieron a dejar su territorio. Todos ellos se encuentran en este documental para narrar a la Canaán de hoy: una tierra de abundantes flores que ellos mismos demoninan “templo y cuna” de campesinos.  

 

Publicado en Noticias CNMH

 



Cine, Documental, El Tigre, Magdalena, Memoria, Nariño, Putumayo

Volver arriba