En este tiempo recibí aprendizajes que me hacen más consciente de nuestra historia, y de la sociedad en la que vivimos. Doña Fabiola me enseñó que ser “incomoda” (como ella misma se denomina) es una cualidad. Gracias a esto, ella pudo romper el silencio del Estado frente al asesinato de su hijo, y de manera pacífica e inteligente logró que el Ejército aceptara las responsabilidades sobre el caso de su hijo. Este fue el primer caso de ejecución extrajudicial, por el que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA condenó al Estado colombiano por desaparición forzada.
Con doña Fabiola aprendí que ser madre es una cuestión política. La maternidad, que en un comienzo estaba concentrada en el amor incondicional por sus cuatro hijos (Adriana, Mauricio, Jorge y Luis Fernando), terminó por convertirse en una lucha colectiva que la llevó a trabajar por los desaparecidos del país, por sus familias, y por todas las personas que no sabían cómo enfrentar un drama de este tamaño. En la época de lo sucedido con Luis Fernando, se decía que la desaparición forzada no ocurría en este país. Por eso mismo no existían rutas de denuncia, procesos o instituciones preparadas para responder a este hecho.
A ella la amenazaron, algunos la trataron de loca y hasta la encerraron en la cárcel El Buen Pastor acusándola falsamente de ser narcoterrorista. Doña Fabiola no sólo sobrevivió a todo esto, sino que salió fortalecida para darle vida a la Operación Cirirí: “una estrategia pacífica y efectiva para buscar la verdad y exigir justicia a base de insistencia, persistencia, trabajo interdisciplinario y grupos de presión, tanto a nivel nacional como internacional”, como ella dice. El nombre se le ocurrió luego de enterarse de que varias operaciones de guerra llevaban nombres de aves rapaces, y de recordar que su papá siempre le había dicho que ella era como un pajarito Sirirí. Eso sí, cambió la “si” por una “c” para que su Cirirí tuviera sello propio.
No les puedo negar que por momentos me sentí frustrada al ver a doña Fabiola, con sus 81 años,luchando todavía por lo mismo: justicia. Ella sigue esperando a que los verdaderos responsables le den la cara, le expliquen por qué le hicieron esto a su hijo, y sean condenados. Pero también aprendí de su fortaleza. Doña Fabiola logró incomodarme, y se lo agradezco, porque caminando junto a ella entendí que para cambiar las realidades injustas de este país hay que ser “persistente, insistente e incómoda”, sin temor a ello.
Doña Fabiola nos enseñó a mí, y a todo el equipo del Centro Nacional de Memoria Histórica con el que trabajé en este proyecto, que esta es una lucha trasciende cualquier tipo de institucionalidad. Es una labor que tiene que conectar humanidades y reconstruir confianzas entre personas.
Hoy quiero compartirles el documental “Operación Cirirí. Persistente, insistente e incómoda” que hicimos junto a la familia Lalinde Lalinde. En su construcción, tanto ellos como nosotros, aprendimos y conocimos más sobre Luis Fernando. Escuchamos voces que antes no habían querido hablar, y armamos el rompecabezas de todos estos años de lucha, para aportar al derecho de verdad y justicia que doña Fabiola tanto ha buscado. Durante 60 minutos podrán acompañarla a ella, y a todas y todos sus cómplices en este largo camino que decidió tomar como defensora de derechos humanos en Colombia.