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Madres de la Candelaria

Alargando el tiempo: Madres de la Candelaria unidas por el dolor y la esperanza buscando a sus desaparecidos

Autor

CNMH

Foto

Mujeres de la Asociación Caminos de Esperanza-Madres de la Candelaria durante el Plantón de cierre del año 2019. Fotografía: Natalie López

Publicado

1 diciembre 2020


Alargando el tiempo: Madres de la Candelaria unidas por el dolor y la esperanza buscando a sus desaparecidos

  • Este 2 de diciembre, en transmisión por Telemedellín y el Facebook live del CNMH, se presentará “Alargando el Tiempo”, un documental y un librillo producto del acompañamiento que el Centro Nacional de Memoria Histórica hizo, desde 2019, a una iniciativa de memoria de la Asociación Caminos de Esperanza – Madres de la Candelaria.
  • El acompañamiento a la iniciativa de memoria de la Asociación Caminos de Esperanza-Madres de la Candelaria, tuvo como objetivo documentar los 20 años de la organización, que se cumplieron el 19 de marzo de 2019.
    La Asociación Caminos de Esperanza – Madres de la Candelaria es una organización compuesta en su mayoría por mujeres que buscan a más de 2000 personas, que entre familiares, amigos y amigas, registra la organización como dadas por desaparecidas en el marco del conflicto armado interno.

En 2019, las integrantes de Caminos de Esperanza, junto al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), realizaron un proceso de sistematización de las dos décadas de esta Asociación, del que resultó un documental y un libro de collage en homenaje a las víctimas de desaparición forzada.

El documental y el librillo son los productos principales del acompañamiento a la Iniciativa de Memoria Histórica (IMH) a la Asociación Caminos de Esperanza-Madres de la Candelaria y tuvo como objetivo documentar los veinte años de la organización, que se cumplieron el 19 de marzo de 2019. Contiene testimonios de las integrantes en torno a lo que ha significado la desaparición forzada de sus familiares, su búsqueda, la espera, el proceso organizativo, los procesos de memoria y las estrategias de resistencia de las Madres.

A la par de los testimonios se presentan imágenes de algunas personas desaparecidas, acompañadas de las voces de sus madres y familiares, quienes buscaron dignificar a sus seres queridos a través de la evocación de lo que ellos significan en sus vidas. Así quisieron dar un rostro a las cifras de desaparición forzada que registra la Asociación. El documental se acompaña de elementos transversales del enfoque de género, que junto al de personas mayores componen esta Iniciativa de memoria.

Por su parte el libro de fotografías, que lleva el mismo nombre del documental, buscó presentar los retratos de algunas de las personas dadas por desaparecidas que registra la Asociación Caminos de Esperanza-Madres de la Candelaria, así como describir el proceso de construcción de la Iniciativa. Para las integrantes el hecho de que se publicaran las fotografías de sus hijos o familiares era muy importante en el proceso de documentación de los 20 años de la organización, como una forma de dignificarlos.

La desaparición forzada es un delito en el que han tenido participación todos los actores en el marco del conflicto armado: paramilitares, guerrillas y agentes del Estado, y que ocasiona múltiples daños e impactos. En este contexto de desesperanza y dolor, las Madres de la Candelaria se han convertido en una organización de apoyo y soporte emocional para sus integrantes en el largo camino de la búsqueda de sus seres queridos.

Según el micrositio del Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH en el país hay 80.610 víctimas de desaparición forzada, con corte al 26 de noviembre de 2020, siendo Antioquia el departamento con mayor número de víctimas. Es en este contexto que la Asociación Caminos de Esperanza registra para su organización cerca de 2000 personas dadas por desaparecidas entre familiares, amigos y amigas de las integrantes de la Asociación.

Las contribuciones de las Madres de la Candelaria a la memoria del país son incalculables. Empezando por su aporte a la visibilización y tipificación de la desaparición forzada, sus contribuciones a la memoria histórica sobre este hecho victimizante y sus enseñanzas para la paz y la reconciliación, convirtiéndose en un referente y patrimonio, tanto regional como nacional, en la búsqueda de las personas dadas por desaparecidas.


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Alargando el tiempo, Asociación Caminos de Esperanza, Desaparecidos, Desaparición Forzada, Madres de la Candelaria

El primer vuelo del Mochuelo

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

Adriana Correa

Publicado

15 Oct 2014


El primer vuelo del Mochuelo

El vuelo del Mochuelo nace triste. Sarik Falcón, soprano de los Montes María, y Beatriz Ochoa subdirectora del Colectivo de comunicaciones, interpretan una décima de bienvenida desde dos mecedoras en el patio central. Su canto suena a melancolía. A su lado una procesión, liderada por las madres sobrevivientes que perdieron a sus hijos, se abre el camino dando inicio al recorrido. Las voces cantantes que interpretan los Cantos de Umbalú se escuchan en medio del silencio, a su eco la voz de las mayores. La luz de las velas guía los pasos del grupo de caminantes que se adentra lentamente en la memoria de los Montes de María.

Mujeres, hombres, abuelas, abuelos, adultos, jóvenes, niños y niñas participan de este ritual nocturno cuyo tono inicial es fúnebre. En medio de la procesión se ven los rostros del Embajador de Francia, el Director del Centro Nacional de Memoria Histórica y una delegación de la cooperación española, entre otros invitados. Ellos acompañan en silencio la marcha que recorre los pasillos de la gran casona que es el Centro Cultural de la AECID.

Edilma Corrales , una madre del corregimiento Las Flores en Morroa en Sucre, es una de las que encabeza la marcha. En su pecho una foto que da testimonio de la desaparición forzada.

La primera estación es el arbol de la vida. Una escultura hecha con más de 300 hojas que llevan los nombres de las víctimas de más de un centenar de masacres sucedidas en el territorio montermariano. Cada hoja, un ausente. A su sombra un mapa del territorio lleno de estrellas negras. Cada estrella, una masacre. “Una tragedia cuya magnitud debería estremecernos. 140 masacres en un territorio tan pequeño debe interpelarnos. Por eso, tenemos la responsabilidad de transformar esta realidad”, dice Gonzalo Sánchez, Director del CNMH.

El recorrido continúa por dos video-instalaciones que nos relatan el proceso de resistencia de las comunidades montemarianas. Nos adentramos ahora en una galería fotográfica que a través de imágenes de gran formato, cumbias y tamboras, nos sitúa en el territorio de los Montes de María. Sobresalen entre las fotografías una serie de imágenes del proceso de resistencia de la ANUC, una paz al revés y un reclamo al gobierno por la política de restitución de tierras.

El recorrido casi termina y vemos frente a nosotros una sábana de la memoria bordada por las comunidades con frases de esperanza y memorias del dolor y la resistencia. Un retazo relata la partida y el otro, el retorno. Mientras tanto, unos niños juegan golosa animados por algunas mujeres adultas cuyos ojos se llenan por un instante de un jovial espíritu, mientras entonan a coro una ronda infantil. La golosa es parte de la exposición como testimonio de los juegos tradicionales de la región, algunos que se han perdido pero que estamos tratando de recuperar, dice Soraya Bayuelo, representante legal del Colectivo de Comunicaciones.

El tiempo se agota, y vuelo del Mochuelo no estaría completo sin un concierto de gaitas y los tambores. Las intervenciones del Director del Centro y el Embajador de Francia son el preámbulo de la de Soraya Bayuelo, quien cambia la suya por la elocuencia de la música. A su turno en el micrófono interpreta “Conmigo que nadie se meta” del médico y compositor de los Montes de María, Nando Coba. Dice Soraya que esa canción es la historia de su comunidad que ha resistido y sobrevivido en medio del conflicto. A su eco los gaiteros acompañan con la canción del Mochuelo y se arma un círculo de baile donde Edilma, Sarik, Beatriz y muchos otros invitados nos recuerdan que a través de la memoria y la música los Montes de María han podido sanar sus heridas y soñar con construir un nuevo futuro.

Afuera, la ciudad no se entera. El Mochuelo vuela sobre las réplicas miniatura de estatuas de Botero, los vendedores de collares de perlas falsas y los miles de turistas extranjeros y locales y esperamos que un día llegue y se pose sobre la conciencia y el corazón de los cartageneros y de todos los colombianos.

 

Publicado en Noticias CNMH

 



Desaparición Forzada, El Mochuelo, Madres

Solidaridad con México

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

Jésica Zermeño

Publicado

23 Oct 2014


Solidaridad con México

México está sufriendo. 43 estudiantes de una escuela de formación de profesores rurales no aparecen desde hace un mes. Los desaparecieron forzosamente y nadie sabe sobre su paradero. Vivían en Iguala, en el corazón del estado de Guerrero, a tres horas en carro desde la capital mexicana. El Alcalde, su esposa y su jefe de policía huyeron. Son los principales sospechosos.


Los familiares protestan todos los días, por supuesto, y a esas marchas se unen miles de mexicanos que gritan de dolor e impotencia. Lanzan frases que nos resultan conocidas: “”Esta marcha no es de fiesta, Ayotzinapa está de luto”, “vamos a luchar hasta encontrarlos”, “clamamos verdad y justicia”. Algunos, incluso, decidieron recorrer los cerros que rodean la ciudad de Iguala con palas y picos para buscar a sus hijos, pero se han encontrado con restos ajenos que llevan allí hasta tres y cuatro años.

Una pareja de indígenas, padres de uno de los desaparecidos, está durmiendo en la escuela donde estudiaba su hijo. No hablan español. No hablan con nadie. Solo esperan a que él aparezca. En Colombia sabemos lo que eso significa: la larga espera.

El dolor mexicano también nos pertenece y por eso, desde el Centro Nacional de Memoria Histórica, nos solidarizamos con las 43 familias de Iguala y nos unimos con la plegaria que todos los viernes repiten nuestras Madres de la Candelaria en Medellín: “Los queremos vivos, libres y en paz”.

#TodosSomosAyotzinapa

 


Desaparición Forzada, México, Solidaridad

“En Pueblo Bello cambiaron vacas por gente”

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

Secretaria de Gobierno de Antioquia

Publicado

22 Ene 2015


“En Pueblo Bello cambiaron vacas por gente”

La Venganza: el día que “Los Tangueros” se tomaron Pueblo Bello

Leovigilda Villalba recuerda con detalle el 14 de enero de 1990, en Pueblo Bello, cuando cerca de 60 hombres vestidos de militar y fuertemente armados, denominados como “Los Tangueros” se llevaron a su esposo Santiago Manuel González junto a otros 42 hombres del caserío. “Mi esposo estaba dormido en la sala y entonces empezaron a golpear la puerta hasta tirarla al piso. Entraron tres hombres con armas largas, dos estaban vestidos de militar y uno de civil. En ese momento le dijeron a mi esposo que se tenía que ir con ellos. Salí a la calle y vi cómo lo tiraron al piso y lo amarraron con las manos hacia atrás y vi otras personas que también estaban en el piso.”

Esa noche de enero, “nadie se imaginó -expresa Leovigilda- que los paramilitares iban a entrar al pueblo porque nos sentíamos protegidos con el retén del ejército que había. Nos preguntamos cómo iban a pasar esos carros con hombres armados si ahí había un retén militar permanente donde requisaban a todas las personas todas las veces que pasaban”.

Cuando ocurrieron los hechos, Benildo José Ricardo Herrera, era pastor de la iglesia presbiteriana. Ese día vio una cantidad de hombres armados que estaban seleccionando lugareños y los iban llevando a la plaza. Cuando empezó a buscar a quienes se habían llevado, se dio cuenta que faltaban diez jóvenes miembros de la iglesia, “eran muchachos –dice Benildo- apartados del mal. Daban la vida por el pueblo”. Entre los que faltaban estaban sus dos hijos, Elides Ricardo Pérez y Luis Carlos Ricardo Pérez.  

“Los Tangueros”, en alusión a la finca Las Tangas donde los hermanos Cataño entrenaron a los primeros paramilitares de Córdoba, eran sinónimo de terror entre los habitantes de la zona. Aproximadamente 60 de ellos estuvieron entre las ocho y las once de la noche del 14 de enero de 1990 en el caserío de Pueblo Bello golpeando personas, saqueando y quemando casas para llevarse a 43 hombres, en venganza al robo sufrido de 43 reses por parte de la guerrilla a Fidel Castaño en diciembre de 1989.

Fidel Castaño realizó este ataque basado en que las cabezas de ganado de su propiedad robadas por la guerrilla, “habrían  sido transportadas a través de Pueblo Bello hacia otra localidad, considerando que los habitantes de Pueblo Bello fueron autores o cómplices de dicho robo.”, explica la sentencia del 31 de enero de 2006 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, “Caso de la masacre Pueblo Bello Vs Colombia”.

Comisión de búsqueda

Al día siguiente, Leovigilda Villalba y Benildo José Ricardo Herrera conformaron, junto al resto de los familiares de los desaparecidos, una comisión de búsqueda para esclarecer qué había sucedido con sus seres queridos. Cuando pasaron por San Pedro, un municipio cercano a Pueblo Bello, las personas del lugar les confirmaron que “escucharon que los que iban en el camión estaban llorando y gritando”.

Allí, se dirigieron a las instalaciones del ejército, donde el teniente Fabio Enrique Rincón Pulido les expresó que “por ahí no había pasado nadie, que tal vez habían ido por otro lado y luego dijo que eso había sido la guerrilla e insistió que nunca se había levantado el retén”, expresó Leovigilda. Todo era confusión y desesperación, nadie entendía qué había sucedido con sus familiares y menos por dónde pasaron los carros llenos de gente que pedían auxilio.

La trastornada historia de la desaparición de estos hombres tocó fondo cuando los representantes de la comisión le preguntaron al teniente Rincón, que entonces cuál era el paradero de los 43 campesinos de Pueblo Bello raptados por “Los Tangueros”, a lo cual respondió: “en Pueblo Bello cambiaron vacas por gente”, refiriéndose al robo realizado a los Castaño.

A los 25 días de los hechos les informaron a los familiares de las víctimas que los cuerpos de sus seres queridos se encontraban en el hospital de Montería. Eliécer Manuel Meza Acosta, padre de Juan Bautista Meza Salgado desaparecido ese día, fue al hospital para reconocer el cuerpo de su hijo, que el día de la tragedia llevaba puesta una camiseta verde y tenía dos dientes de platino. Sin embargo, cuando llegó se encontró con una escena espantosa: “los restos no se reconocían y había un cuerpo que no tenía cabeza. Trajeron los cuerpos en unas bolsas negras, cada cadáver estaba en una bolsa, las cuales estaban tiradas en el piso de la parte de atrás del hospital”, explicó.

Hasta el día de hoy se han entregado los restos óseos de siete personas identificadas, aún continúa el proceso de búsqueda de los 36 cuerpos restantes. La justicia ha impuesto una sentencia de 20 años de prisión a los hermanos Enrique Rivas Naar, alias Frank y Olivier José Cervantes Naar, alias Abelito, dos exparamilitares que aceptaron su participación en los hechos.

25 años después: “Los recuerdos están en mi mente”

El pasado 14 de enero se reunieron los familiares de las víctimas para hacer memoria y honrar el nombre de sus seres queridos. Para la conmemoración de los 25 años, hicieron una pancarta con fotografías alusivas a los 43 desaparecidos.

Desde el parque caminaron hasta el “Salón de la Memoria de Remanso de Paz”, un espacio construido a petición de la comunidad en su proceso de reparación colectiva, donde recordaron la memoria de las víctimas de la masacre, tortura y desaparición forzada. Allí se encontraron con una colcha de 7 metros de ancho por 3 metros de alto, cosida a mano durante meses por los habitantes de la comunidad, un verdadero mural de tela con frases alusivas a los recuerdos y a la esperanza.

 


Desaparición Forzada, Pueblo Bello, Tanqueros

Una madre nunca siente miedo

Noticia

Autor

Harold García para el CNMH

Fotografía

Harold García para el CNMH

Publicado

20 Mar 2015


Una madre nunca siente miedo

El 6 de marzo se conmemoró la VII versión del Día Nacional de Crímenes de Estado. Víctimas de desaparición forzada, crímenes extrajudiciales y más, estuvieron en el parque Santander de Bogotá compartiendo sus historias.

La primera vez que vi a Doris Tejada, el año pasado, en un evento con las Madres de Soacha, estaba triste: Óscar Alexander Morales, su hijo menor, desapareció en 2007 y luego fue presentado en Copey, Cesar, como guerrillero muerto en combate en 2011. Su piel morena presentaba algunas arrugas, no por vejez, por el cansancio de la lucha por sacar el caso de su hijo de la justicia penal militar y llevarlo a la justicia ordinaria. El peso de la angustia y la indiferencia se reflejaba en la profundidad de su mirada. Recuerdo que llorando me contó su dolor.

El 6 de marzo me volví a encontrar con ella en la conmemoración del Día Nacional de las Víctimas de Crímenes de Estado en el parque Santander de Bogotá. Estaba alegre, llevaba aretes grandes y el pelo recogido que le dejaba ver a plenitud su rostro.  Al verme no dudo en abrazarme.

–Me alegra verla sonreír–, le dije.

–Es que por fin logré que llevaran mi caso a la justicia ordinaria–, me dijo con una enorme felicidad.

Su hijo salió en diciembre de 2007 a buscar trabajo y nunca más regreso. En 2010, después de que los medios de comunicación sacaran a la luz pública las ejecuciones extrajudiciales cometidas por algunos integrantes del Ejército, Doris había decidido dar a conocer su caso a las autoridades de Fusagasugá. Ella no es de Soacha, pero este grupo de mujeres que estaban pasando por lo mismo, no dudaron en aceptarla y apropiar como suyo el caso de Óscar Alexander. 

Jaqueline Castillo, perteneciente a las Madres de Soacha, junto con otras mujeres de otras organizaciones, programaron una peregrinación el 7 de noviembre de 2014 desde Bogotá a Copey, para reclamar los restos de Oscar y darle la sagrada sepultura.

Viajaron por horas hasta llegar a un potrero “donde podrían haber otras 50 personas enterradas”, según los habitantes de la región. Lo que tendría que ser visto con estupor y melancolía, se convirtió para Doris en la única forma directa, después de 7 años, de volver a sentir a su hijo cerca. A pesar de que todo era penumbra, ese día el arcoíris se postró sobre ese potrero para encontrar a Óscar Alexander.

En enero su caso fue llevado de la justicia militar a la ordinaria. Doris caminó y visibilizó su historia en todos los lugares que le abrieron puertas, nunca sintió miedo, nunca dejó de creer en su hijo. “Esto es maravilloso”, me dijo con una enorme sonrisa.

Aun nadie le ha pedido perdón a Doris por lo que sucedió con su hijo. Ella desde el fondo de su corazón y con humildad, sabe que todo ser humano puede hacer un gesto de grandeza y perdonar. “Es necesario reconocer las responsabilidades, mostrarle respeto a las víctimas”, dijo el senador Iván Cepeda quien se encontraba esa tarde en la conmemoración. “Así, que en un caso tan emblemático como el de las madres de Soacha y tantas otras madres que perdieron sus hijos en ese horrible episodio de los falsos positivos, tiene que haber un reconocimiento de responsabilidad”, complementó Cepeda.

La música, performances, pancartas y fotografías de los seres queridos acompañaron la conmemoración durante todo el día, estuvieron a la vista de los transeúntes de la ciudad, quienes observaron estos hechos para que nunca más se vuelvan a repetir.

 


Desaparición Forzada, Madres de Soacha, Víctimas

25 años de la desaparición del héroe de Trujillo

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

21 Abr 2015


25 años de la desaparición del héroe de Trujillo

Se conmemora el cruel asesinato del padre Tiberio Fernández Mafla, líder de la comunidad de Trujillo, Valle del Cauca. Un día infame que debería grabarse en la memoria de todos los colombianos.


El día del horror ocurrió el 17 de abril de hace 25 años. Ese día el padre Tiberio fue retenido junto a su sobrina Ana Isabel Giraldo y dos acompañantes más (José Norbey Galeano y Óscar Pulido Rozo), mientras venían de un entierro Tiberio fue llevado a la hacienda Villa Paola, propiedad del narcotraficante Henry Loaiza ‘el Alacrán’, y allí fue obligado a ver cómo violaban, le cercenaban los senos y asesinaban a su sobrina.

Después lo torturarían a él. Su cuerpo fue castrado, decapitado, mutilado y arrojado al río Cauca. El campesino que recogió sus restos también fue asesinado. Su crimen se convertiría en el clímax de lo que se llamó La masacre de Trujillo, que cobró más de 300 vidas entre 1988 y 1994.

El exceso y la sevicia que acompañó su muerte tenía como objetivo “humillar, hacer sufrir, prolongar la agonía o intimidar a los sobrevivientes, o a los posibles disidentes”,  según el informe ‘Trujillo, una tragedia que no cesa’, realizado por el anterior Grupo de Memoria Histórica (hoy Centro Nacional de Memoria Histórica).

En este informe también se relata que el asesinato impactó “no solamente el sentimiento religioso local sino nacional, como se evidenció, de una parte, en la concurrencia de sesenta sacerdotes provenientes de todo el país en las honras fúnebres, presididas por dos obispos de la región, y de otra, en la sanción canónica de excomunión a los asesinos, denominados como ‘verdugos del calvario’ en la homilía”.

Sin embargo, lejos de la intensión de sus asesinos, la muerte de este sacerdote no significó el olvido de su legado, sino que lo convirtió en mártir y una figura icónica sobre la que se ha cimentado la resistencia de las víctimas de Trujillo.

El ícono   

La imagen de Tiberio está presente en varios espacios de Trujillo. Desde 2003, sus restos reposan en el Parque Monumento que las víctimas construyeron con parte de la indemnización que recibieron del Estado colombiano por orden de  la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Allí cuenta con un oratorio (ver foto), que es una especie de museo en donde se recogen algunos objetos que le pertenecieron y múltiples expresiones artísticas que ha inspirado su figura. Una de ellas es el cuadro ‘Cristo de Tiberio’, que muestra en una cruz el cuerpo mutilado y decapitado del religioso (ver foto), pintado por John Mario Molina, integrante de uno de los grupos juveniles que fundó Fernández y quien tuvo que exiliarse por amenazas.

Pero más allá del Parque Monumento, la presencia de Tiberio se extiende por otros lugares del municipio, como en el parque principal,  donde una calle lleva su nombre, y en varias cafeterías y panaderías donde se le recuerda con fotos y mensajes.

Todo el amor que este pueblo le profesa quedó materializado en el libro ‘Tiberio vive hoy,  testimonios de la vida de un mártir’ que fue escrito a mano por quienes lo conocieron y que el pasado mes de febrero fue reconocido como ‘Memoria del mundo’ por la Unesco.

Sin embargo, este no es el único texto que ha inspirado la vida de Tiberio. También se han publicado múltiples poemas, como el que le escribió su sobrino, el sacerdote Gerardo Fernández:


“Quisieron los violentos desaparecer un cuerpo

hacerle correr la suerte nefasta de otros cuerpos.

Quisieron que su piel, hecha para la caricia y para ser acariciada, no volviera a sentir…

¡No pudieron! Hoy sigue acariciando a través del viento impetuoso.

Y de la suave brisa, miles de metros de piel de aquellos que amó y por quienes se entregó.

Quisieron erradicar su intimidad

El lugar de donde brota la simiente.

¡No pudieron! Hoy sigue íntimo en quienes le amamos

Y su capacidad de engendrar reino de Dios, justicia, verdad, organización comunitaria, no fue cercenada.

¡Tiberio estás vivo! ¡Estás resucitado! ”


Así se construyó el héroe

Pero  más allá de la violencia que rodeó la muerte de este sacerdote, fue su vida la que inspiró a tantos artistas, religiosos, activistas y víctimas. En el libro ‘Tiberio vive hoy’ se puede conocer su biografía, llena de retos y de anécdotas que dejan ver un poco la personalidad de este sacerdote, nacido en 1943 en la vereda La Vigorosa, del municipio de Río Frío.

Y es que Tiberio era travieso y perezoso en su infancia, como lo relata Jesús Antonio Fernández, uno de sus sobrinos: 

“Recuerdo cuando mi papito Sinforoso lo mandaba a cortar caña, entonces Tiberio se le escondía en la cocina de mi mamá, entonces mi mamá le daba libros para que leyera y lo escondía en la cocina para que mi papá no lo encontrara”.

Jesús Antonio también lo recuerda con una vocación sacerdotal temprana pero que solo pudo concretar a los 34 años, debido a la pobreza de su familia:

“Él cogía la cartilla de La historia sagrada, se subía en un zapote y predicaba a sus hermanos y a los trabajadores. En medio de esa predicación, los hermanos lo bajaban del árbol a punta de pepas de zapote”.

En el libro también se relata sus comienzos en el Seminario de Palmira, y cómo tuvo que retirarse y volver a las labores de la finca familiar. Su formación en el cooperativismo, su trabajo como profesor del Instituto Campesino y su regreso ­–tras lograr el patrocinio necesario­– a los estudios sacerdotales. Se ordenó en La Ceja, Antioquia, estudió sociología y teología en la Universidad Javeriana de Bogotá y cooperativismo en Israel.

Como párroco de Trujillo, Tiberio empezó en 1985. Llegó con la idea de enseñarle a los trujillenses a dejar de depender de los grandes terratenientes, fundó un mercado los sábados para que los campesinos dejaran de ser estafados por los intermediarios. Su objetivo era transformar la economía del pueblo y por ello ayudó a montar 24 cooperativas que prestaban todo tipo de servicios a la comunidad.

Pero su trabajo coincidió con una alianza contrainsurgente entre narcotraficantes, paramilitares y miembros de la Fuerza Pública que operó en la región y que no vio con buenos ojos al sacerdote, que no solo invitaba a la gente a que se organizara económicamente, sino que los incitaba a reclamar sus derechos. Así lo recuerda Doris Osorio en el libro:

“No le gustaban las injusticias, él no quería pobres, quería que todos fuéramos iguales por eso trabajaba duro con todos los grupos que tenía organizados (…) En 1988 – 1989 se organizó una marcha campesina, en la que los campesinos reclamaban que las carreteras estuvieran en buen estado, las escuelas y mucho más. Esta marcha fue el principio de todo lo más monstruoso (…) Cuando empezaron a desaparecer la gente, él empezó a buscar ayuda y apoyo en las autoridades y todo era inútil”.

Esta dura historia, digna y de resistencia, se recordará el próximo 13 de junio en la peregrinación que la Asociación de familiares de víctimas de Trujillo, Afavit, va a hacer para seguir honrando a este sacerdote, quien 25 años después de su muerte, está más vivo que nunca.

 

 

Publicado en Noticias CNMH



Desaparición Forzada, Masacre, Trujillo

Sembrando la vida en Puerto Torres

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

César Romero

Publicado

27 May 2015


Sembrando la vida en Puerto Torres

Puerto Torres fue conocido por mucho tiempo como “el campo santo”, “el matadero”, “un cementerio”. Esto se debe a que durante 2001 y 2002 esta pequeña inspección del municipio Belén de los Andaquíes, Caquetá, fue tomada por miembros del Frente Sur Andaquíes del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y fue usado para confinar, desplazar y desaparecer a muchas personas. El colegio, la iglesia y la casa cural se convirtieron en las aulas de una “escuela de la muerte”.

Era la primera vez que Consuelo y su hija Olga Patricia visitaban Puerto Torres. Allí, 13 años atrás, murió José Ismael Cabrera, compañero sentimental de Consuelo y padre de Olga Patricia. También, doña Aurita volvía al caserío ya por segunda vez; la primera ocurrió en el año 2002 cuando fue en búsqueda de su hija Marisela y debió salir con las manos vacías tras las amenazas de los paramilitares. “No sea sapa y por aquí no vuelva”, le decían mientras la empujaban fuera con las puntas de las armas pegadas a un costado de la espalda.

Una caravana salió de Florencia a las 8 de la mañana el pasado 21 de mayo. Los familiares de las víctimas ya identificadas que habían llegado de Florencia, Neiva y Bogotá iban todas en un bus. Junto a ellas iban periodistas, miembros de diversas instituciones y funcionarios del CNMH. “La idea de este viaje es volver mucho mejor de lo que salimos”, anunció Helka Quevedo, coordinadora de la investigación “Memoria histórica desde la antropología forense” y relatora del informe “Textos corporales de la crueldad”, cuando ya todos se encontraban sentados y listos para partir.

A las 10:40 de la mañana la caravana llegó finalmente a Puerto Torres. Bajo el kiosko ubicado en el parque central, Helka explicó a los asistentes cuál iba a ser la agenda de la jornada. “Aquí vamos a resignificar un lugar de muerte para sembrar vida”, mencionó. Seguidamente, entregó a los adoptantes voluntarios una hoja donde se resumía la historia de  muerte (aún no conocemos la historia de vida) de la persona sin identificar con la cual debían asumir un compromiso: sembrar un árbol en su honor y volver allí para entregarlo a la familia cuando éste sea identificado y encuentre su nombre.

Posteriormente, los asistentes se dirigieron al planchón de cemento que se ubica detrás del colegio, allí los paramilitares solían descuartizar a las víctimas cuando todavía operaba la Escuela de la Muerte. Sin embargo, en esta ocasión, las personas que ahí se congregaban venían con otro objetivo: honrar a sus familiares que murieron en ese lugar. Con canciones, 36 velones prendidos y una oración a cargo del Padre Jaime de Belén de los Andaquíes, los asistentes pidieron a sus muertos iluminar su camino y darles fuerza para seguir adelante con una nueva luz de esperanza. “En medio de la tristeza debemos dar gracias a Dios porque los cuerpos fueron identificados y pudieron tener una digna sepultura”, expresó el Padre Jaime. Para finalizar el acto, los asistentes se tomaron las manos como símbolo de no repetición y escucharon una sentida plegaria de Doña Aurita, una de las familiares presente en el evento.

Al salir del colegio y tras un refrigerio preparado por la Junta de Acción Comunal de Puerto Torres, cada uno de los adoptantes recibió su árbol y se dirigió a sembrarlo en silencio. Los 36 árboles en honor a las 36 víctimas fatales halladas en Puerto Torres están ahora ubicados en la entrada del caserío y permanecerán allí como un símbolo de esperanza por la identificación de los 27 que aún permanecen sin nombre.

Antes de que la caravana tomara el camino de regreso a Florencia, Don Pedro Elías, Presidente de la Junta de Acción Comunal de Puerto Torres, subió al bus para agradecer a todos los asistentes por su presencia y, tras declamar un poema y cantar el himno al árbol, deseó a las familias que el acto hubiese disipado sus penas.

El retorno a Florencia fue silencioso con los bellos paisajes de la región como testigos.

Publicado en Noticias CNMH



Caquetá, Desaparición Forzada, Puerto Torres

Ausencia

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

César Romero

Publicado

27 May 2015


Ausencia

Aura María Díaz es la nueva coordinadora nacional de la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (ASFADDES). Esta santandereana es madre de dos hijos varones y una mujer, uno de ellos César Ariel Sepúlveda Díaz, detenido desaparecido el 5 de septiembre de 1994 en Oiba, Santander. A continuación compartimos con todos nuestros lectores su poema “Ausencia”, un escrito muy profundo que expresa esos momentos íntimos y soñados donde se imagina el reencuentro con su hijo César Ariel.

Ausencia

Escucho la voz que nunca llega
el timbre que nunca suena
los pasos que imagino y no se sienten
la mirada que cada vez es más profunda
pero se aleja…

y, me resisto a pensar que nunca llegues.
No pasará la edad cuando te fuiste
no pasarán los juegos a escondidas
sigo sintiendo los abrazos y besos
de hijo ausente y escucho hoy con más
fuerza la última vez en que mi dijo
ya regreso.

Te observo a través de la ventana
que entra sigiloso…para devolverme los abrazos perdidos,
los besos protegidos,
y para acompañarme a recoger las
lágrimas vertidas por mis ojos   
tantos años, para recoger la dignidad
perdida, para recoger la infamia y el
olvido y para sobreponerme a la terrible
indiferencia de los pueblos.

 


ASFADDES, Desaparición Forzada, Testimonios

La incertidumbre más grande

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

Álvaro Cardona para el CNMH

Publicado

29 May 2015


La incertidumbre más grande

La desaparición forzada en Colombia, un crimen de lesa humanidad, ha sido una forma de victimización presente a lo largo del conflicto armado y cuyas víctimas se cuentan por miles. Este fenómeno no ha sido aislado o aleatorio, al contrario, ha sido calculado y llevado a cabo sistemáticamente como una práctica de terror y al mismo tiempo de ocultamiento de los crímenes.

¿Quiénes han sido los perpetradores? ¿Quiénes y cuántas las víctimas? Pero más importante ¿quiénes han sido los protagonistas de la lucha contra la desaparición y cuál ha sido el papel de la sociedad y cuál la deuda del Estado para reparar y esclarecer los casos? En Conmemora Radio conversamos a propósito de la Semana del Detenido Desaparecido que acaba de pasar, sobre estos interrogantes y más contenidos, entrevistas y testimonios sobre la desaparición forzada en Colombia.  Escúchennos hoy a través de la emisora 106.9 fm Bogotá a las 6:00 p.m. y en las emisoras de la Red de Radio de Universitaria de Colombia.

Conmemora Radio en sintonía con todas las voces y las memorias, se realiza gracias al apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones OIM y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional USAID

 


Colombia, Desaparición Forzada

“En mis sueños te espero cada día”

Noticia

Autor

Ayda María Martínez.

Fotografía

Ayda María Martínez.

Publicado

05 Jun 2015


“En mis sueños te espero cada día”

Con zapatos de las víctimas, familiares de personas desaparecidas forzadamente en Cali conmemoraron el Día Internacional de Detenido Desaparecido para recordar que ellos siguen dando pasos por la región.


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    Marlene García decidió hablar después de 15 años de silencio sobre la desaparición de su hijo Jairo Iván.

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    Moraima Otero sigue soñando con el regreso de su esposo, Gustavo Armel Ramírez.

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    Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua junto con una de las familiares que participa con frecuencia en la galería de la memoria todos los últimos viernes de cada mes.

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    Olivia Delgado sigue tocando las puertas de los medios de comunicación de Buenaventura en sus intentos por encontrar a su mamá y hermana.

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    Nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos”, Mireya, madre de Jason y Carlos Alberto.

Moraima Otero sigue soñando con el regreso de su esposo, Gustavo Armel Ramírez.

“Yo lo veía más delgado y acompañado de señores ancianos. Lo vi pero él no me respondió ni el saludo”. Para Moraima Otero, los sueños son el espacio en el que puede mantener la cotidianidad que se rompió el 12 de agosto de 2010. Ese día su esposo, Gustavo Armel Ramírez, un conductor de tractomula, desapreció en la ruta a Buenaventura con una carga de café que apareció intacta días después en una bodega de Cali y el automotor en un sitio entre Media Canoa y Picapiedra, pero de su esposo no se ha sabido nada. Desde ese día Moraima no ha cesado la búsqueda, ni en sus propios sueños.

“No sé qué me querrá decir, pero estoy aquí en la lucha por nuestros desparecidos. Hay muchas víctimas que se guardan su dolor y no denuncian. No podemos dejar a nuestros seres queridos desparecidos eternamente. Tenemos que luchar por el derecho de ellos de tener descanso y el de sus familias a tener un sitio dónde ir a llorar su ausencia”, medita Moraima al recordar su sueño más reciente con Gustavo. Mientras tanto mantiene su trabajo con la Fundación Nidia Erika Bautista para ayudar a otros que, como ella, están unidos por el mismo dolor.

Moraima fue una de las víctimas que participó en los eventos de conmemoración de la semana del detenido desaparecido el viernes 29 de mayo en la ciudad de Cali. Ese día, familiares de víctimas de desaparición forzada del departamento del Valle se reunieron desde la mañana para realizar una jornada especial en honor de sus familiares en la plazoleta de San Francisco. Si bien todos los últimos viernes de cada mes hacen la “Galería de la memoria Tiberio Fernández Mafla” en la que los caleños ven los carteles de las víctimas de desaparición forzada en el pasillo a lo largo de la iglesia, el viernes anterior contaron con la compañía de familiares provenientes de Buenaventura, Restrepo, El Zarzal y otros municipios del Valle del Cauca.

 

Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua junto con una de las familiares que participa con frecuencia en la galería de la memoria todos los últimos viernes de cada mes.

Y es que desde la desaparición de la ambientalista caleña, Sandra Viviana Cuéllar, el fenómeno de la desaparición forzada en el departamento es un motivo para llamar la atención de la sociedad. Desde esa fecha y de manera muy espontánea, los familiares de víctimas de desaparición forzada se dan cita en la plazoleta de San Francisco para recordar a sus seres queridos. A sabiendas que no mueren, mientras no los olviden.

Es en ese momento en el que nace la “Galería de la Memoria Tiberio Fernández Mafla”, impulsada por la Fundación Guagua, como una manera de visibilizar a las víctimas de crímenes de Estado y de mostrar la solidaridad con las familias de la región.

Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua recordó que a esta actividad se suma el “Carnaval por la vida, contra la desaparición forzada” con la idea de que “los desaparecidos nos duelan a todos”. Por ello, el plantón de cada último viernes de mes que recuerda que las víctimas de este delito de lesa humanidad supera la cifra de 3.400 personas sólo en Cali, que se suman a los más de 45 mil colombianos reconocidos como víctimas de este delito según el MOVICE.
“El problema no es de cifras, sino del impacto humano, del daño a las familias. Cuando se desaparece el sustento, el cambio de roles, las enfermedades a partir del dolor. Ningún ser humano está preparado para un crimen de lesa humanidad como la desaparición forzada. Es romper un ciclo, es el ritual que no se ha hecho a su ser querido, es el desconsuelo porque no lo encuentra y que quiere encontrarlo ya”, expresa Delia.

 

Olivia Delgado sigue tocando las puertas de los medios de comunicación de Buenaventura en sus intentos por encontrar a su mamá y hermana.

“Si están vivas que aparezcan y si están muertas también”

Las historias y modalidades son tan diversas como cada uno de los 45 mil desaparecidos que le duelen a Colombia. Para Olivia Delgado Angulo la desaparición de su mamá y su hermana, María Ángela y Luz Ángela Angulo, respectivamente, el 3 de junio del 2011, no sólo la invade de tristeza en su vida cotidiana, sino de enfermedades en sus articulaciones, riñones, pero sobre todo en su corazón. En Buenaventura no hay medio de comunicación que no la reconozca en su labor de búsqueda pues hasta allá ha llegado tratando de encontrarlas.

“Sigo guardando las esperanzas. Si están vivas que aparezcan y si están muertas también. Cada día que pasa es un dolor que no termina. Mucha gente me dice que las ha visto pero ya no le creo a la gente que lo dice. Espero encontrarlas ojalá vivas a las dos. Sueño con ese momento. Me da mucha tristeza, lloro, es duro”.

Nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos”, Mireya, madre de Jason y Carlos Alberto.

Olivia está unida a Mireya Ortiz a través de ese hilo indetectable y delicado del destino que las puso en el mismo lugar, alrededor de tragedias similares. En Buenaventura dos hijos de Mireya desaparecieron en diferentes momentos. Su hijo mayor Jason en 1987 a los 7 años. 25 años después el mismo fenómeno tocaría la puerta de su casa con la desaparición de su hijo Carlos Alberto, quien tenía 21 años.

Ella es consciente que los actores armados han hecho presencia en diferentes momentos de la historia de Buenaventura, pero que sus hijos han sido víctimas del mismo delito. “Uno no puede decir quién fue, pero están las dudas. Es algo que le queda en la vida una zozobra que nunca puede descansar el corazón, pero nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos. No pierdo la esperanza”.

Es el mismo caso de Sandra Milena Millán, que no cesa la búsqueda de su hermano Fernando Millán, desde aquel 21 de septiembre de 2010 cuando él salió a sus labores cotidianas de ganadería hacia la vereda de Río Bravo en el municipio de Restrepo, Valle. No volvió, aunque se conocieron llamadas de extorsión a la familia de Guillermo Bedoya con quien iba su hermano.

“En este momento no importa quién fue sino lo que hicieron con mi hermano. Llevo 5 años en una búsqueda incansable. Hay una madre clamando su presencia y lo peor es que no hay respuestas. Parece que al país no le interesara este fenómeno. Es muy difícil  buscar a un desaparecido, mantiene uno en un paseo institucional y no pasa nada”.

Marlene García decidió hablar después de 15 años de silencio sobre la desaparición de su hijo Jairo Iván.

El peor aliado es el silencio

Marlene García, tras la desaparición de su hijo el 16 de mayo de 1997, dejó que el silencio la inundara. Ella guardó por mucho tiempo la historia de Jairo Iván Hurtado, un fiscal sin rostro al servicio de la Fiscalía que estaba en riesgo por una investigación de corrupción. Él lo sabía y había preparado a su madre para un desenlace fatal. Se lo llevaron de la calle 47 en el barrio Salonia de Cali. Lo bajaron de un taxi y se llevaron al conductor también. Los dos desaparecieron.

“Él me preparó mucho, me dijo que si me pasaba algo no fuera a investigar porque me matarían. Pero siéntase orgullosa de tener un hijo verraco como yo que no se torció por ninguna plata. Estuve mucho tiempo callada por miedo, pero el dolor y saber que fue una persona que lo hizo todo con honestidad, no me dejaron quedar callada. A los 15 años de su desaparición dije voy a denunciar el caso. No voy a conseguir nada es solo visibilizar. Sólo quiero la verdad y que se reconozca que él si trabajo allí porque el sistema lo desapareció”.

La desaparición forzada no sabe de edad, género o momento. Es un delito que se sigue registrando a pesar de estar más visibilizado. Alexandra Herrera desapareció junto a su hija Luisa Fernanda Gómez el 26 de octubre del año pasado, su hermano Augusto Herrera, llegó con este caso para unirse al grupo de familiares de persisten en luchar por encontrar sus seres queridos. “Van 7 meses y no hemos tenido ningún resultado. Con derechos de petición queremos saber de resultados de la investigación. Se perdieron dos seres humanos y es como si se hubiera perdido cualquier cosa. Es muy duro llegar a la casa de los padres sin ninguna respuesta. Ver a los viejitos llorando a toda hora, no es vida. Solo pedimos que el caso no quede en el archivo y en la impunidad”, dice Augusto.

Olivia, Moraima, Delia, Mireya, Marlene y Augusto están unidos por ese lazo del destino que seguramente se extiende a toda la sociedad, la que también llora a sus desaparecidos porque finalmente, todos fueron puestos en el mismo sitio y alrededor de la misma tragedia. Ellos no paran su búsqueda, ni pierden las esperanzas. Tanto, que ni en sus sueños los dejan de buscar. La diferencia que sólo encuentran lo que esperan en sus sueños, porque es allí donde los ven un día tocar a la puerta de sus casas y estar de regreso al seno de sus familias.

 


Cali, Desaparición Forzada, Testimonios, Víctimas

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