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El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

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CNMH

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Una víctima visita el bosque humanitario de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) durante la conmemoración, en Saravena (Arauca), del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Publicado

7 septiembre 2023


El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

En Saravena (Arauca), entre el 30 de agosto y el 1.o de septiembre, se realizó la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Las víctimas se congregaron para recordar y dignificar a aquellos que les fueron arrebatados por el conflicto armado.

 

Detrás de un colegio en Saravena (Arauca), se extienden más de 30 árboles de yopo, cuyas ramas se abren como sombrillas. Al lado de cada uno reposa un letrero con el nombre de una víctima de desaparición forzada; muchas veces, los familiares pasan por aquel lugar que dignifica a aquellos que no han podido ser encontrados.

Es el bosque humanitario de Saravena, un paraje en el que crecen las raíces no solo del yopo, sino también de la esperanza de las familias buscadoras. Emperatriz Montes, rectora de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR), explica que el colegio reconoce el bosque como un espacio sagrado por «cada árbol que sembró una mamá, sobrina, tío o hermana, en memoria de su familiar desaparecido».

En la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas —realizada del 30 de agosto al 1.o de septiembre—, las víctimas regresaron al bosque humanitario y llevaron los retratos de sus familiares. Nadie les dijo qué hacer, pero tras la caminata hacia el terreno cada una buscó el árbol que lleva el nombre de aquel ser querido que aún espera encontrar.

Lo cierto es que ese centro de memoria no siempre fue así. Antes de 2020 era reconocido por ser un botadero de basura y fue gracias a la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas (Asofavida) que se limpió, cuando se sacaron de allí más de 50 llantas de carros, 25 pupitres y 20 volquetadas de desechos. «Esto era un peladero, como la quebrada de La Pava, pero lo transformaron ellas y lograron un bosque en dos años y medio», agrega la rectora.

Yolanda Montes, integrante de Asofavida y lideresa reconocida en la región del Sarare, señala que todo fue gracias al trabajo colectivo en minga. «Preguntamos por diez mujeres que quisieran venir y así fuimos limpiando —afirma la también exalcaldesa de Saravena—. Cada fin de semana eran grupos distintos y cuando ya no había más escombros, quisimos hacer este acto simbólico». 

Los lazos entre el CDR y Asofavida

Integrantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) y víctimas del conflicto armado honran y dignifican la memoria de sus familiares dados por desaparecidos.

 

En Saravena, el conflicto armado es una realidad de la que no se habla, pero hay personas que quieren romper con ese tabú. Desde la rectoría del CDR, Emperatriz Montes decidió abrirle la puerta del colegio a la vida de los estudiantes con todas sus realidades y, así, empezó a hacer un censo de quiénes eran víctimas del conflicto, dónde vivían y cuáles eran sus historias.

El ejercicio de diagnóstico arrojó que el 70 % de los estudiantes eran víctimas directas. «Fueron cifras asombrosas para nosotros, que nunca nos habíamos preguntado esto», precisa la rectora. La sorpresa fue aún mayor cuando cruzaron la información con Asofavida y se dieron cuenta de que había madres de familia que hacían parte de esa organización.

Desde ese momento, las aulas están abiertas para hablar del conflicto armado y del Acuerdo Final de Paz con la extinta guerrilla de las FARC-EP. Los docentes han empezado a romper el tabú que impera en Saravena no solo desde las clásicas cuatro paredes con pizarrón, sino que caminan por el bosque humanitario que los alumnos terminan cuidando como un lugar sagrado.

 

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Carlina Londoño Montes, docente del CDR, se refiere al compromiso que tiene con los estudiantes del colegio: «Siento la necesidad de reivindicar esas historias, que dejen de ser cifras. Hay que reconocer que en cada uno de esos números hay un proyecto de vida que se cortó; había sueños y esperanzas que la sociedad dejó de aprovechar». 

La lideresa social expresa su preocupación ante cómo la violencia puede afectar a sus alumnos. «Me siento muy comprometida para que eso no les pase y que vean que en medio de este conflicto tampoco pueden ser victimarios. Hay que sacarlos y alejarlos de allá para que aporten a este territorio desde otros ángulos y perspectivas», dice Carlina mientras sus alumnos pintan un mural que representa la violencia de los «falsos positivos».

Estudiantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) en el mural que están pintando sobre «falsos positivos».

Por su parte, Asofavida realiza una labor de apoyo a las familias buscadoras, documentando los casos de desaparición forzada en Arauca. «Este archivo de derechos humanos es importante porque nos ayuda a la búsqueda de la verdad, a saber qué pasó con esas personas», señala Zoraida Forero, representante legal de la organización que conoce 164 casos en el departamento, de los cuales se han encontrado nueve cuerpos.

El equipo de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos (DADH) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acompañó la conmemoración en Saravena. Los profesionales no solo pudieron conocer la labor de documentación que ha efectuado Asofavida y maestras como Carlina Londoño, sino que también le expresaron a la comunidad la importancia de los archivos de derechos humanos en el territorio.

 

 

Las raíces de la familia Montes

El bosque humanitario ha tejido lazos entre los alumnos y las integrantes de Asofavida; sin embargo, uno de sus árboles de yopo cuenta cómo la defensa de los derechos humanos juntó a tres familiares en esta misma causa. Se trata de Yolanda, Emperatriz y Carlina, quienes no solo están relacionadas por sus convicciones, sino también por la historia de un familiar desaparecido.

En la caminata hacia el bosque, Yolanda y Emperatriz llegaron al árbol que llevaba el nombre de Omar Montes, el hermano que a ambas les desaparecieron en Aquitania (Boyacá). La rectora contó con lágrimas en los ojos la historia de su hermano, aunque fue la integrante de Asofavida quien narró en detalle cómo el Ejército Nacional pretendió desaparecer su cuerpo y enterrarlo en una fosa común en 1993.

«Por radio dieron una noticia que decía: “Muerto en combate un guerrillero de las FARC llamado Omar Alfonso Montes Ovalle”», comenta Yolanda. Si bien el reporte no lo escuchó directamente la familia, cuando se corrió la voz «todo este pueblito de Saravena fue a templar [sic] a Aquitania», resalta la exalcaldesa. Su madre le reclamó al coronel por el cuerpo de su hijo… le decía: «Si hubo un combate, dígame dónde cayó, dónde está el enfrentamiento».

Yolanda y Emperatriz Montes al lado del árbol de yopo en el que recuerdan la memoria de su hermano desaparecido, Omar Montes.

Para esa época, Carlina Londoño —hija de Yolanda— tenía 6 años y presenció el dolor que compartía su familia. «Ese recuerdo viene a mi memoria muy lúgubre», asegura la docente, y reconoce que gracias a esa noticia radial pudieron encontrar los restos, enterrarlo y hacer el duelo; sin embargo, más de 150 familias de Saravena no han podido concluir ese camino. 

Aunque «no es necesario vivir el dolor en carne propia para empatizar, cuando somos objeto de algún tipo de violencia evidentemente hay una sensibilidad diferente», resalta Londoño. De esa forma, las tres lideresas han emprendido un camino que se ha cruzado por los azares de la vida o quizá por su propia historia: Emperatriz desde la rectoría del CDR, Carlina desde la docencia y Yolanda desde Asofavida.

En esta conmemoración, sus esfuerzos fueron aún más evidentes en ese centro de memoria que recuperaron: el aula viva del bosque humanitario, donde es posible dignificar a aquellos que ya no están.

 


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Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Autor

CNMH

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En la foto, los integrantes de las organizaciones que construyeron la Ruta de las Resistencias durante la Felicar

Publicado

31 julio 2023


Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Entre el 17 y el 23 de julio, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) participó en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar), donde recordar y resistir fueron los dos nortes de las actividades que se realizaron.

«El territorio habla y el centro tiene que escuchar», afirmó María Gaitán Valencia, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en una de las charlas de la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar). Ese es el pilar de esta administración, que busca reconocer y escuchar cada una de las voces que han vivido el conflicto armado y, en este caso, las del departamento de Bolívar, territorio protagonista de la feria.

Gaitán Valencia manifestó que, para combatir el memoricidio, «Bogotá tiene que conocer y hacer visible lo que está haciendo el territorio para sanar». A través del canto, el baile, el arte y la escritura, las víctimas han trabajado por transformar su dolor y transitar hacia la paz; sin embargo, mientras eso no lo sepa el centro del país, el fantasma del olvido seguirá acechando.

La directora reconoció la importancia de estos procesos transformadores y se refirió a cómo la labor del CNMH debe estar encaminada hacia ellos. «La memoria histórica se ha pensado como un producto», alertó sobre los informes, los videos y las exposiciones que se han realizado, y si bien estos recopilan la información de lo que ha acontecido, «un producto no transforma, un proceso sí».

Con el objetivo de destacar y referir los procesos que se ejecutan desde el territorio, mencionamos tres momentos inolvidables del CNMH en la Felicar.

 

Las visitas guiadas por el Archivo de los Derechos Humanos

Un grupo de estudiantes se acerca para escuchar la visita por el Archivo de los Derechos Humanos del CNMH liderada por Nartyjulieth Vásquez.
Un grupo de estudiantes se acerca para escuchar la visita por el Archivo de los Derechos Humanos del CNMH liderada por Nartyjulieth Vásquez.

Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.
Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.

Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.
Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.

 

Nartyjulieth Vásquez nunca hace dos charlas iguales y las visitas guiadas por el Archivo de los Derechos Humanos no fueron la excepción. En cinco ocasiones, la profesional acaparó la atención del público, especialmente la de los jóvenes, para destacar la importancia de preservar y custodiar el material que documenta las graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario (DIH) durante el conflicto armado colombiano.

«Nuestra vida se configura de archivos y estos son vitales para que no olvidemos lo que nos pasó, para que no se repita lo mismo», explicó Vásquez. La vocera fue enfática en que no todo constituye un archivo (por ejemplo, los documentales, informes y pódcast que realizan otras direcciones del CNMH no se consideran archivo). «El archivo son esos documentos que surgen por una necesidad judicial y a partir de ahí pueden generarse una cantidad de acciones para contar lo que sucedió», agregó.

Como ejemplo, Nartyjulieth mostró parte del archivo de Fabiola Lalinde, una madre que buscó a su hijo desaparecido por más de tres décadas: «se lo devolvieron en una cajita con 69 huesos». Vásquez llevó solo un par de documentos, de una recopilación que pesó 25 kilos, sobre la búsqueda para encontrar a Luis Fernando Lalinde Lalinde.

«Su madre levantó el croquis de lo que le pasó a su hijo y no solo nos enseñó su resistencia, sino que nos mostró que sí se puede lograr», comentó la experta. Asimismo, expuso algunos de los contenidos que se realizaron para visibilizar su historia, como la canción Lalinde, recopilada en el pódcast Tocó cantar, o el documental 25 kilos de verdad.

 

Conversatorios para no olvidar lo que pasó en Bolívar

Lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana en la Felicar.
Lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana en la Felicar.

«Toda memoria es una forma de resistir al olvido —afirmó Lukas Rodríguez, investigador del CNMH—. Cuando llegamos a los territorios, ellos [los habitantes] eran conscientes de la necesidad de contar». Sus palabras tienen que ver con el lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana, en el que la comunidad de Bolívar mostró su interés por conocer los impactos de estas estructuras en su territorio.

El ejemplar tiene por nombre una frase mencionada por Dagoberto Villadiego, un líder comunitario de los Montes de María. «Cuando le preguntamos por qué era necesario hablar de memoria, él respondió: “Por un poco de verdad para respirar”», indicó Rodríguez. Esa oración también representa el valor de aquellos que alzaron la voz después de 15 o 18 años de silencio.

Así fue la presentación del informe en El Carmen de Bolívar

Durante el conversatorio, la población conoció que el informe cuenta con los testimonios de los paramilitares desmovilizados que hicieron parte del Mecanismo No Judicial de Contribución a la Verdad y la Memoria Histórica. No obstante, «escuchamos no solo a los que fueron responsables, sino que corroboramos esa información con las organizaciones y las víctimas», puntualizó Carlos Mario López, director de Acuerdos de la Verdad (DAV).

En ese ejercicio, los investigadores se percataron de que los miembros de la estructura paramilitar se autodenominaban «Bloque Héroes de los Montes de María», pero resignificaron ese nombre a petición de la comunidad. De acuerdo con Lukas Rodríguez, lo primero que les decían era que «no los consideraban héroes, porque habían hecho mucho daño».

La población de Bolívar mostró su agradecimiento por la labor del CNMH, no solo en ese espacio, sino también en la charla «Escuelas del terror paramilitar, variaciones de la violencia en el Caribe colombiano». En ese encuentro se habló de la trayectoria de estas estructuras en la región y de las acciones deshumanizantes que se conocieron en el proceso.

Las escuelas del terror fueron modelos de enseñanza que estaban transitoriamente en el territorio. «Ernesto Báez, quien diseñó toda la estrategia paramilitar que operó en el país, nos contó antes de su muerte que en esas escuelas nunca le enseñaron a un hombre a disparar un arma, sino por qué hacerlo», recordó Alberto Santos, asesor de la dirección general del CNMH.

Los investigadores comprobaron que el objetivo era aniquilar al otro, «construir una imagen en la que el otro es un peligro, un monstruo», detalló Santos. En ese sentido, los paramilitares cometieron su accionar bajo la lógica de que «si usted no le hace eso a él, él se lo va a hacer a usted»; bajo esa premisa se cometieron actos deshumanizantes, especialmente contra los campesinos en el Canal del Dique y los Montes de María.

El paso del padre Francisco de Roux por la Ruta de las Resistencias

El padre Francisco de Roux dialoga con la directora María Gaitán Valencia en el estand del CNMH en la Felicar.
El padre Francisco de Roux dialoga con la directora María Gaitán Valencia en el estand del CNMH en la Felicar.

Los primeros pasos de la construcción de la Escuela de las Memorias fueron visibles para siete organizaciones de Bolívar: Generación V+, La Boquilla TeVe, La Comadre, Las Callejeras, Vokaribe, Corporación Rural Montes de María y Por Nuestras Raíces.

La iniciativa a cargo del equipo de pedagogía y comunicaciones busca recoger, difundir y potenciar los procesos de memoria, para así generar su apropiación social. El primer encuentro presencial se dio precisamente en la Felicar entre el 21 y el 23 de julio.

 

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica estamos comprometidos con el legado de la Comisión de la Verdad.

 

Durante esos tres días, los medios regionales y las organizaciones se juntaron para escuchar sus procesos y resistencias, y, durante ese tiempo, dialogaron para construir la Ruta de las Resistencias. «Estamos haciendo memoria de lo que ocurre en el territorio para que también se le proponga a la sociedad un sentido transformador de las memorias», manifestó Walter Hernández Índigo, de Vokaribe.

El padre Francisco de Roux, otrora presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), pasó por el estand del CNMH cuando las organizaciones estaban trabajando en la construcción de la ruta. El sacerdote se quedó un tiempo para dialogar con la directora María Gaitán Valencia y otros participantes, especialmente con los integrantes de Generación V+, una red juvenil que busca seguir difundiendo el legado de la Comisión de la Verdad.

La Ruta de las Resistencias se convirtió en un acto performático con tres estaciones: «Soberanía», «Resistencias y juventudes» y «Memoria y resistencia». El 23 de julio se presentó tres veces a los participantes de la Felicar con la esperanza de que quienes lo vieran entendieran el sentido transformador de la memoria, del tejer y de la resistencia en la que trabajan las comunidades en Bolívar.


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Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos; Erik Arellana, poeta, documentalista e investigador, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio del CNMH, luego de la firma oficial de la entrega del archivo.

Erik Arellana entrega su archivo personal al CNMH

Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos; Erik Arellana, poeta, documentalista e investigador, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio del CNMH, luego de la firma oficial de la entrega del archivo.

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CNMH

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Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos; Erik Arellana, poeta, documentalista e investigador, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio del CNMH, luego de la firma oficial de la entrega del archivo.

Publicado

7 julio 2023


Erik Arellana entrega su archivo personal al CNMH

El documentalista, poeta e investigador entregó al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), a través de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos, su trabajo en cinco grandes apartados documentales.

En 1982, entre marzo y septiembre, el escuadrón Muerte a Secuestradores (MAS), con ayuda del F2 de la Policía, detuvo y desapareció forzadamente a trece personas. Ocho eran estudiantes de universidades públicas de Bogotá, acusados de haber secuestrado y asesinado a los hijos del narcotraficante Jáder Álvarez.

Seis años después, en 1988, Erik Arellana tenía 15 años y comenzó a disparar flashes. Él grabó los audios de los testimonios del Caso Colectivo 82 en la Universidad Distrital de Bogotá. De este modo empezó su carrera como documentalista, cubriendo la conmemoración de esos estudiantes desaparecidos por el Estado. Alguien le dijo que había que tomarle foto a todo, y él hizo caso.

De eso han pasado tres décadas y media. Hoy, Erik Arellana también se ha transformado en poeta e investigador. En defensor de derechos humanos no, porque ya lo era y lo sigue siendo, porque no hay otro camino, no hay una forma distinta de entender la vida. Empezó a entenderlo a los 12 años, cuando desaparecieron forzosamente a su madre, Nydia Érika Bautista.

En la alquimia de quien ha vivido el dolor, la ausencia y la catarata de preguntas sin demasiadas respuestas, Erik ha fotografiado, grabado, documentado, escrito, luchado, llorado. Conjugando estos verbos se le han ido casi cuatro décadas, recogidas en casetes, CD, revistas impresas… Los ha juntado y les ha puesto nombre para que resuenen: «Indelebles, lo que no puede borrarse». Ahora, los ha entregado.

En un sencillo y sentido acto, Erik Arellana cedió su archivo personal al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio, recibieron el inventario documental compuesto por cinco apartados: Desaparición forzada, Comunidades indígenas, Memoria con hijos e hijas de crímenes de Estado, Trabajo artístico de memoria con comunidad y Exilio y retorno.

Arellana, durante la firma del acta de entrega de su archivo personal.
Arellana, durante la firma del acta de entrega de su archivo personal.

«Este archivo puede dar grandes aportes a la mirada de los derechos humanos desde varias perspectivas. He acompañado al movimiento social por 30 años como fotógrafo y realizador, y durante 10 años como investigador», señaló Arellana. Esa mixtura le da una dimensión particular al archivo, que incluye documentales, audiovisuales, fotografías, investigaciones, trabajo escrito, entre otros formatos.

 

Arellana precisó que esta entrega la hace ahora al CNMH, y no antes, porque no sintió el respaldo de la anterior administración. «A mi retorno del exilio, en 2017, me lo pidieron, pero al ver la anterior administración me dio miedo». Así que para el CNMH este es un espaldarazo en su nueva etapa, que comenzó el año pasado. «Recién llegados al CNMH, advertimos que uno de los mayores retos sería recuperar la confianza. La forma de hacerlo es aproximándonos a su conocimiento, a su saber», destacó Villa.

Para Loaiza, uno de los grandes aportes del archivo «Indelebles» es ser «el primero en el CNMH sobre exilio y retorno. Es muy significativo porque la gente que ha sufrido el exilio lo quiere borrar, es muy poco lo que encontramos. “Indelebles” quiere dignificar a las personas que han tenido que salir del país y han estado esperanzados en el proceso de paz y en volver a su país, su territorio».

Se espera que, luego del procesamiento técnico y la digitalización de los soportes, el archivo esté disponible digitalmente en un mes. Si bien hay un estado de deterioro importante en algunos medios magnéticos, «podremos recuperar la mayoría», afirmó Loaiza, para que puedan ser consultados en www.archivodelosddhh.gov.co

Erik Arellana, el chico que a los 15 años ya tomaba fotografías en el velorio de Bernardo Jaramillo Ossa, sabe que este acervo documental es esencial. «Fui amenazado por tener documentación de varios casos de derechos humanos, de desapariciones forzadas, así que yo creo que eso debe estar en el CNMH». Su resistencia, convertida en exilio y retorno, en poesía y en investigación, es como el archivo que hoy entrega a Colombia para alimentar todas las memorias todas: es indeleble.


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Veinte jóvenes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad» recorrieron la comuna 1 de Cali y visitaron el Parque de la Estatua, un lugar de memoria del sector. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

Jóvenes de Valle y Cauca reescriben con teatro los lugares que habitan

Veinte jóvenes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad» recorrieron la comuna 1 de Cali y visitaron el Parque de la Estatua, un lugar de memoria del sector. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

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CNMH

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Veinte jóvenes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad» recorrieron la comuna 1 de Cali y visitaron el Parque de la Estatua, un lugar de memoria del sector. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

Publicado

7 julio 2023


Jóvenes de Valle y Cauca reescriben con teatro los lugares que habitan

Un recorrido por las comunas 1 y 18 de Cali, en el marco del lanzamiento de la iniciativa de memoria histórica «Jóvenes, teatro y comunidad», expuso el impacto del trabajo colectivo del Teatro Esquina Latina en diferentes sectores de estos departamentos.

La boda roja cuenta la historia de un quinceañero que acaba en tragedia y está inspirada en Bodas de sangre, de Federico García Lorca. Se trata de una obra que retrata varias de las realidades del barrio Terrón Colorado, en la comuna 1 de Cali. Allí, los problemas entre pandillas se agudizaron y llevaron a sus pobladores a habituarse a la violencia urbana, a las fronteras invisibles, y a los escándalos en El Bar de Nelly y el estadero La Terraza. A la zozobra.

 

 

Dos décadas después de haber llevado a cabo un proceso de paz entre pandillas, la estatua de un Simón Bolívar envuelto en la bandera tricolor nacional, sosteniendo un pergamino con las palabras «Paz y Libertad», mira al horizonte y recuerda que, aunque aún hay una violencia residual —mucho menos intensa—, un acuerdo fue posible en su momento. Alrededor de la figura, veinte adolescentes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad», del Teatro Esquina Latina, escuchan la historia de su origen.

El relato se lo sabe de memoria Yury Andrea Marín, una de las animadoras teatrales de «Jóvenes, teatro y comunidad», programa que trabaja por municipios o comunas y que ha aplicado diferentes metodologías participativas desde doce grupos teatrales base. Los grupos están conformados por 500 niños, niñas, adolescentes, jóvenes y algunos adultos, y su objetivo es promover proyectos de vida ligados al arte, la resistencia cultural, la construcción de paz y la reflexión de sus contextos, para posibilitar una mirada al pasado desde la luz de la memoria crítica.

La estatua que le da nombre al parque del barrio Terrón Colorado. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)
La estatua que le da nombre al parque del barrio Terrón Colorado. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

«Este parque no era así, no tenía esos colores […]. Terrón Colorado es un barrio que se ve marginado, peligroso, pero uno, que es el que vive aquí, se da cuenta de que no es así», cuenta Marín sobre esta comuna que comenzó, como tantas otras, como una invasión.

El Parque de la Estatua, ubicado en la calle 22 oeste, entre las avenidas 7A y 8A oeste, en el barrio Terrón Colorado (zona de laderas de Cali), es un lugar icónico para la memoria, pues allí las pandillas llegaron a un acuerdo que antes de los años dos mil parecía imposible: sus colores han pintado la esperanza de días mejores para los vecinos del sector, quienes todavía señalan con el dedo las marcas de los días más brutales, como las puñaladas en la puerta de un bar.

 

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Las comunas 1, 13, 14, 15, 18 y 20 de Cali; los municipios de Candelaria, Florida y Pradera, del sur del Valle del Cauca; y los municipios de Buenos Aires, Corinto, Miranda y Puerto Tejada, del norte del Cauca, son los lugares donde han surgido decenas de animadores teatrales formados en el programa «Jóvenes, teatro y comunidad».

Aquella mañana de sábado en que hicimos el recorrido por las comunas 1 y 18, dos decenas de chicos y chicas que hacen parte de esta estrategia de formación conocieron realidades de otras geografías, del hábitat de sus compañeros. Lo que sabían hasta el momento era lo que contaban las obras de teatro que habían visto en escena, como La boda roja o Los reinos de la muerte. Ahora saben otras cosas.

Los jóvenes artistas visitaron diferentes lugares de Cali para entender los procesos territoriales de cada uno de los doce grupos de base del Teatro Esquina Latina. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)
Los jóvenes artistas visitaron diferentes lugares de Cali para entender los procesos territoriales de cada uno de los doce grupos de base del Teatro Esquina Latina. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

Una conversación a propósito de la memoria

—¿Qué es la memoria? —les pregunta María Camila Mojica a los jóvenes que la acompañan en el recorrido.

—Lo que se conserva a través del tiempo.

—Inmortalizar algo.

—Recordar algo.

—¿El actor para qué usa la memoria? —pregunta ella de nuevo.

—Para recordar los libretos.

—Para contextualizar las historias.

En ese parque de colores, la memoria empieza a entretejerse más claramente con el teatro, la cartografía del conflicto armado y las violencias que propone el programa de formación del Teatro Esquina Latina. Mojica toma las repuestas de los artistas y empieza a conectarlas, a darles un sentido colectivo. Ella es la líder de la iniciativa de memoria «Jóvenes, teatro y comunidad» que impulsó la compañía de teatro caleña, iniciativa que apoyó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y que tuvo como resultado la construcción de una multimedia donde reposa el proceso de la cartografía de memoria que propone Esquina Latina.

«La memoria es el baúl del que el actor bebe para construir arte», dice Mojica. Agrega que «la convivencia, que se necesita en el teatro, también es necesaria para crear acuerdos de paz, para lograr otras formas de habitar el territorio». Las actitudes y aptitudes que se requieren en el quehacer teatral son las mismas que se necesitan para la construcción de paz, para los acuerdos comunitarios e, incluso, para la memoria colectiva. Lo que los jóvenes hacen sobre el escenario —los pactos que los mantienen unidos como grupo— son un ejemplo, a pequeña escala, de la convivencia. Su talento tiene otra dimensión, aún más profunda: su habilidad en el proscenio los acerca a la paz. Su historia colectiva reescribe la narración de los lugares convulsos de donde vienen, donde habitan. Cada escena es un nuevo comienzo.


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Archivo de Derechos Humanos, CNMH, Liverpool, Reino Unido

La Comisión de la Verdad y la Dirección de Archivo de los DDHH del CNMH realizan el READH

Visita de la Universidad de Liverpool al Archivo de Derechos Humanos del CNMH

De izquierda a derecha: Claire Taylor, Gilberto Villa, Myriam Loaiza, Cecilia Acosta y Patricia Barrera

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CNMH

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De izquierda a derecha: Claire Taylor, Gilberto Villa, Myriam Loaiza, Cecilia Acosta y Patricia Barrera

Publicado

5 julio 2023


Visita de la Universidad de Liverpool al Archivo de Derechos Humanos del CNMH

La vicedecana de la universidad inglesa y su equipo exponen posibilidades de articulación con el CNMH.

En una visita de intercambios, el 15 de marzo de 2023 la Dirección de Archivos de los Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) recibió en sus instalaciones a la profesora Claire Taylor, Vicedecana adjunta de Investigación de la Facultad de Historias, Lenguas y Culturas del Departamento de Lenguas, Culturas y Cine; y a Patricia Barrera y a Cecilia Acosta, investigadoras del proyecto Memoria, Víctimas y Representación del Conflicto Colombiano, liderado por la Universidad de Liverpool, Reino Unido.

 Ellas han desarrollado procesos de reconocimiento y reivindicación de víctimas del conflicto armado colombiano —especialmente de mujeres—, que hacen parte de organizaciones sociales como la Ruta Pacífica de las Mujeres, la Organización Femenina Popular-OFP, la Corporación ZOSCA, la Fundación GUAGUA y la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales. El trabajo de la profesora Taylor y de las investigadoras Barrera y Acosta ha estado concentrado en la investigación desde la voz de las víctimas y en la construcción participativa de piezas museísticas y técnicas de archivo, desde la visión de las personas que han sufrido daños por el conflicto y desde sus necesidades en materia de memoria, verdad y reparación integral. 

En el encuentro, el director de Archivos de los Derechos Humanos del CNMH, Gilberto Villa, expuso las principales estrategias de territorialización que se están construyendo, tanto a nivel nacional como internacional, además de las relacionadas directamente con el Archivo de los Derechos Humanos. A su vez, Claire y su equipo mencionaron el trabajo realizado en territorio y las posibilidades de articulación con diferentes áreas del Centro Nacional de Memoria Histórica y con su Dirección de Archivos de los Derechos Humanos. A su vez, la profesora e investigadoras hicieron entrega del Calendario «Un Museo Para Mí», producto de su colaboración con Mujer Diáspora, una organización que representa a las mujeres colombianas exiliadas en el Reino Unido.

De esta alianza estratégica derivarán acciones conjuntas que conducirán a renovar y a potenciar la presencia del CNMH en el territorio nacional y abrirá puertas en el Reino Unido para procesos de archivo con víctimas del conflicto armado en el exilio, organizaciones sociales u organismos internacionales.


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