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Secuestro KM18

El documental de las víctimas y sobrevivientes del KM 18 se estrena en la conmemoración de los 21 años de este secuestro masivo

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CNMH

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Publicado

16 de septiembre de 2021


El documental de las víctimas y sobrevivientes del KM 18 se estrena en la conmemoración de los 21 años de este secuestro masivo

  • Tras años en silencio o en el exilio, familiares y sobrevivientes del secuestro del Km 18, en Cali, se reencontraron para realizar un documental que da cuenta de los daños causados por este hecho, en el que un grupo del ELN entró a varias haciendas y restaurantes de la zona y secuestró a 62 civiles; tres de ellos murieron en cautiverio.
  • El audiovisual, que es un reclamo de justicia a los victimarios y resalta la lucha ciudadana de aquella época por la libertad de las personas en cautiverio, se estrenará este 17 de septiembre, día en el que se conmemoran 21 años de este hecho.

“No dejar que los hechos queden en el olvido”. Esa fue la principal motivación para que algunos de los familiares y sobrevivientes del secuestro del Km 18, en Cali, perpetrado por el ELN hace 21 años, decidieran construir un documental sobre este suceso y la vida luego del mismo.

Este producto audiovisual, titulado Secuestro en el Kilómetro 18, 20 años después, fue concertado y producido en el contexto de pandemia y cuarentena obligatoria durante el año 2020. Por lo tanto, la metodología y producción del documental se lograron a través de diferentes espacios y reuniones virtuales con las víctimas y sobrevivientes del hecho, con quienes se acordaron los hitos, momentos y entrevistas clave del producto audiovisual, cuya realización coincidía con los 20 años del hecho. Por esto, el título del documental hace referencia a esta fecha conmemorativa.

El lanzamiento del audiovisual se realizará este viernes 17 de septiembre, justo cuando se cumplen 21 años del secuestro, a través de una transmisión en vivo por el Facebook del Centro Nacional de Memoria Histórica. En este encuentro virtual participarán víctimas y familiares involucrados en el hecho, así como funcionarios del CNMH que acompañaron este proceso de construcción de memoria histórica.

 

Una oportunidad para sanar y no olvidar

Darío Acevedo Carmona, director del Centro Nacional de Memoria Histórica, considera que esta será una oportunidad para evidenciar una vez más la capacidad de las víctimas para resistir y sobrellevar el dolor, y para insistirles a los actores armados que se requiere sinceridad, perdón y justicia. “En este documental que hemos realizado con los familiares de los fallecidos y con las víctimas del secuestro, ellos narran sus historias, sus angustias, las incertidumbres que vivieron, el drama y la crueldad de este delito de lesa humanidad que es el secuestro. El documental es un producto de memoria histórica que seguramente va a ser exhibido en las actividades del Museo Nacional de Memoria Histórica que inauguraremos el año entrante”, asegura Acevedo.

En Secuestro en el Kilómetro 18, 20 años después, los mensajes son claros. Uno de ellos es el de Marcela Betancourt, sobreviviente del secuestro: “Si guardamos silencio estaremos condenados al olvido. Ese deseo manifiesto de que las cosas mejoren no podrá hacerse realidad, condenándonos a que este tipo de situaciones se repitan. Es necesario que todas las víctimas sean escuchadas y reconocidas. Son urgentes y necesarios los procesos de justicia, verdad y reparación. Como sociedad, tenemos que seguir clamando para que los que sigan en la guerra entiendan que lo único que han logrado es sembrar tristeza y dolor”.

 

El secuestro del KM 18

El 17 de septiembre del año 2000 un grupo del ELN incursionó en una zona turística en las afueras de Cali, conocida como el Km 18, y secuestró a 62 personas. Un año y medio antes (mayo de 1999) el mismo grupo guerrillero había perpetrado el que fuera conocido como el secuestro de la Iglesia La María, también en la ciudad de Cali. Con el de los diputados de la Asamblea del Valle, por parte de las FARC, en abril de 2002, se configura en el Valle del Cauca una de las más graves afectaciones colectivas de civiles por cuenta de la práctica del secuestro. 

El del Km 18 duró 45 días, y el último grupo de 16 personas regresó a la libertad el 1 de noviembre de 2000. Durante el cautiverio perdieron la vida el médico Miguel Nassif, el comerciante Carlos García y el ingeniero Alejandro Henao.

Este suceso marcó de manera desafortunada la vida de muchas familias caleñas, generando como consecuencia la salida del país de varios de los ciudadanos afectados, que buscaron refugio en el exterior, ocasionando desarraigo de su tierra y alejamiento de sus familias.


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Jóvenes pintan un mural sobre la sanación en Villas de San Pablo

Autor

CNMH

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Mauricio Ramírez (CNMH).

Publicado

18 noviembre 2020


Jóvenes pintan un mural sobre la sanación en Villas de San Pablo

  • La artista Joyce Obregón y un grupo de jóvenes intervinieron el espacio público del barrio Villas de San Pablo con un mensaje sobre la sanación.
  • Este mural hace parte de las actividades del escenario ambulante del Museo de Memoria que recorre Barranquilla con la exposición Sanaciones.

Un escenario ambulante del Museo de Memoria de Colombia recorre Barranquilla, Malambo y Soledad para llevar actividades artísticas y pedagógicas de la exposición Sanaciones: diálogos de la memoria a los habitantes del Atlántico. Una de las paradas de este recorrido fue en el barrio Villas de San Pablo, en el suroccidente de Barranquilla, donde viven alrededor de 2200 familias, de las cuales 750 son víctimas del conflicto armado. Allí, con el apoyo de la Fundación Santo Domingo, la artista Joyce Obregón y un grupo de jóvenes de la comunidad pintaron un mural en la entrada de una de las manzanas que componen la urbanización.

Joyce es artista plástica y visual, ilustradora y artista callejera de Barranquilla. Su obra explora temas como la identidad afro y el feminismo, y normalmente parte de procesos comunitarios para hacer sus intervenciones en el espacio público. Así, en sus palabras, “se empiezan a transformar microespacios”. Hablamos con ella sobre el proceso de creación del mural, sobre la representación afro e indígena y sobre la idea de sanación.

 

¿Qué es para usted la sanación?

“Siguiendo con la idea curatorial de la exposición, yo creería que, en articulación con el tipo de obras que hago, hay una comparación con sanar las paredes: dar una resignificación a este espacio, que era un espacio neutro, y empieza a tener una identidad, empiezan a tener pertenencia los jóvenes que hicieron parte de la intervención, los vecinos que se acercaron y lavaron el espacio antes de intervenirlo. Ese es el significado que le doy a la sanación en este contexto”.

 

En el mural hay una mujer afro y una mujer indígena, dos sectores que han sido históricamente marginados. ¿Cuál es la importancia de pintar estos rostros en el espacio público?

“Cada elemento del mural parte del análisis que hice después de reuniones, socializaciones y laboratorios con vecinos y jóvenes líderes de Villas de San Pablo. Al darme cuenta de que es una comunidad bastante diversa, tenía un sentir de que había que tratar de plasmar esta diversidad y afianzar ese reconocimiento. Algunos ven a la mujer negra o indígena y dicen: ‘yo no soy esto’. Pero nosotros somos incluso ambos, algunos más uno que lo otro. Afianzamos esa idea de que no por no estar en la Sierra vestidos de cierta manera dejamos de ser indígenas. O que no por no estar en Palenque y tener la nariz chata dejamos de ser negros. Por eso plasmé esto allí: para que los vecinos empezaran a cuestionarse por qué una mujer negra o indígena, y por qué mujeres. Lo que logré ver en estos meses de trabajo con la comunidad es que la mayoría de líderes de Villas de San Pablo son mujeres lideresas. Ellas, sobre todo, se han sentido muy a gusto con la representación”.

 

Las lideresas se sintieron a gusto porque se vieron representadas. ¿Cómo fue la recepción de las personas o identidades que no aparecen explícitamente en el mural?

“Esto lo dice la curaduría de Sanaciones: no es un resultado, es el inicio de un diálogo. Aquí empieza un diálogo entre todos los vecinos, cada una de las personas que viven en Villas de San Pablo. Quizás algunos pudieron no sentirse conformes con esto. Es bastante complejo ponernos todos de acuerdo. Pero creo que, si queda la molestia, va a ser una molestia que te genera reflexión. Cualquier intervención que se haga en el espacio público, ya sea como esta, con el apoyo de una entidad, o sea de tipo ilegal, al espectador le despierta una reflexión”.

 

El proceso del mural fue colectivo desde que se planeó hasta que se pintó. ¿Qué elementos propuso la comunidad que aparezcan allí representados?

“Muchas veces nos venden como el artista que está en un pedestal, y que los demás son los ayudantes, pero en este trabajo de comunidad eso varía. Yo estoy muy abierta a lo que me propongan los chicos. Unos son de un grupo de jóvenes llamado Escándalo Urbano, y otros vienen de aquí cerquita. Todos han sido muy colaboradores en las intervenciones. Ellos mismos han tomado la iniciativa de terminar líneas de bocetos que yo dejé. Un chico se tomó la voz para hacer en la parte de atrás lo que para él es Villas de San Pablo: cuando entra uno y se ven los bosques, y de otro lado se ven las torres de los edificios. Quedó la huella de que eso lo hicieron ellos”.

 

Esta es la primera exposición del Museo de Memoria en el Caribe. ¿Cuál es la importancia de que se recorra esta región y se llegue a los barrios y las casas de la gente?

“Esa era una de las preguntas que surgió en las reuniones con la comunidad. En un contexto como Barranquilla, donde hay pocos museos y los que hay están desangrados, deshabitados, es bastante importante el acercamiento de venir al barrio, incluso en medio de la crisis de pandemia, y decirle a la comunidad: ‘si tú no vas al museo, el museo va a ti’. Y que sientan que el museo no es una cosa exclusiva para unos seres con intelecto superior, sino que ellos son quienes construyen el museo y la memoria. Es darle valor a su palabra, a su accionar”.

 

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Sanaciones: diálogos de la memoria es la nueva exposición del Museo de Memoria de Colombia, una apuesta multiplataforma que combina una curaduría virtual con un escenario ambulante, una programación con decenas de eventos virtuales y presenciales, una intervención con obras de arte en diarios y recibos de servicios públicos del Caribe, y la activación de material pedagógico en museos, bibliotecas y lugares de memoria.

 

Toda la información está en www.museodememoria.gov.co/sanaciones y en las redes sociales del Museo.


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Darío Acevedo, Eln, Iglesia La María, Iniciativas de Memoria, Secuestro

“La Reunión”: una fraternidad que nació con el cautiverio: Iniciativa de Memoria sobre secuestro masivo del Eln en iglesia La María, de Cali

Así es la Iniciativa de Memoria de víctimas del secuestro perpetrado por el Eln en la iglesia de La María

Autor

CNMH

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Cortesía galería de Juan Daniel Otoya

Publicado

11 noviembre 2020


“La Reunión”: una fraternidad que nació con el cautiverio: Iniciativa de Memoria sobre secuestro masivo del Eln en iglesia La María, de Cali

  • “La Reunión”: una fraternidad que nació en el cautiverio, conjuga valores, que surgieron con este secuestro en Cali, como la resistencia, la resiliencia y la hermandad.

Un grupo de personas se ha reunido durante 20 años para compartir y recordar un suceso que los marcó de por vida: el secuestro de la Iglesia La María, aquel 30 de mayo de 1999, cuando integrantes del grupo guerrillero Eln secuestraron a 160 feligreses.

Desde el 2019, el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Universidad Autónoma de Occidente asumieron, junto a algunas de las víctimas del secuestro, la responsabilidad de producir un documental para dignificar la memoria de las víctimas.

Es así como surge ‘La Reunión’, un documental de 25 minutos narrado desde la observación, con momentos marcados a través de historias que bien pueden narrarse a partir de un objeto como un cepillo de dientes viejo, o un trapo raído, por ejemplo, y en el que los significados del encuentro, el perdón, la resiliencia y la solidaridad cobran relevancia.

Para socializar este documental, tanto a las víctimas como a la sociedad civil en su conjunto, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la Universidad Autónoma de Occidente (UAO) presentan el foro virtual: ‘Reconstrucción y representación de la memoria alrededor del secuestro realizado por el Eln en la Iglesia La María de Cali, en el año 1999’, el miércoles 11 de noviembre de 2020, de 10:00 a.m. a 11:30 a.m.

En este foro se transmitirá el documental, en un espacio de reflexión y diálogo de experiencias alrededor de temáticas como: solidaridad, intimidad, dolor, perdón y hermandad, con la participación de Isabella Vernaza, vocera del Grupo La María; Carlos Téllez, director del documental, José Antonio Bedoya, asesor académico y productor general del documental, Jesús Alfonso Flórez López, decano de la facultad de Humanidades y Artes Visuales de la UAO; y el director del CNMH, Darío Acevedo.

Foro virtual: ‘Reconstrucción y representación de la memoria alrededor del secuestro realizado por el ELN en la Iglesia La María de Cali, en el año 1999’.

Fecha: miércoles 11 de noviembre de 2020
Hora: 10:00 a.m.
Transmisión en vivo: Facebook Live del Centro Nacional de Memoria Histórica.

*Historia de uno de los primeros secuestros masivos en Colombia

Secuestro

El domingo 30 de mayo de 1999, a las 10:20 a.m., ocurrió lo impensable: un secuestro colectivo de civiles en la iglesia La María, en Cali, perpetrado por la guerrilla del ELN, durante la celebración de la eucaristía. La totalidad de los asistentes a la misa fueron secuestrados. Se estima que fueron 160 personas. La mitad fueron evacuados esa tarde por el Ejército en las montañas de Jamundí y regresaron a sus hogares.

Durante los primeros 15 días fueron liberadas alrededor de 40 personas. Los 38 restantes lo hicieron poco a poco, luego del pago de rescate al grupo guerrillero. Los últimos retornaron a Cali el 11 de diciembre de ese mismo año.

El hecho generó no solo la indignación nacional, sino que fue el comienzo de una vigorosa movilización ciudadana. El día 7 de junio de 1999, las calles de Cali se llenaron con decenas de miles de ciudadanos vestidos de blanco, que expresaron su rechazo al secuestro y exigieron la libertad de todos los plagiados.

Movilizaciones similares se realizaron en 21 ciudades de Colombia. La movilización del ‘NO MÁS’, dio origen luego a una sostenida movilización ciudadana, dentro y fuera de Colombia, contra el secuestro. En el caso de la multitudinaria marcha de junio en Cali, se dieron cita ciudadanos sin distingos sociales o políticos, unidos todos en el repudio a una de las prácticas más abominables de las guerrillas colombianas: el secuestro.


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comunicado

Declaración del grupo de secuestrados y familiares, km18

Declaracion del grupo de secuestrados y familiares, km18

Autor

CNMH

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Foto: CNMH

Publicado

16 septiembre 2020


Declaración del grupo de secuestrados y familiares, km18

En el marco de la conmemoración de los 20 años del secuestro masivo ocurrido en en el KM18 de la vía que conduce de Cali a Buenaventura, ocurrido el 17 de septiembre del 2000 por parte de la guerrilla del ELN, un numeroso grupo de personas que fueron secuestradas y sus familias, hacemos la siguiente declaración a la opinión pública:

Más de 64 personas fueron privadas de su libertad, y conducidas a las montañas y espesas selvas de los Farallones de Cali en medio de la violación de sus derechos humanos.  Tres valiosos hombres perdieron la vida como consecuencia del secuestro: Miguel Alberto Nassiff, Carlos Alberto García y Alejandro Henao. Eran hombres trabajadores, y profesionales de gran valor, que fueron separados de sus jóvenes familias, ocasionando destrucción y profundo dolor en ellas.

El secuestro del KM18 marcó de manera desafortunada la vida de muchas familias caleñas, generando como consecuencia la salida del país de muchos de los conciudadanos afectados, que buscaron refugio en el exterior, ocasionando desarraigo de su tierra y alejamiento de sus familias.

Expresamos la importancia de recordar y repudiar este hecho por parte de la sociedad, que no continúe quedado en el olvido, y sea conocido por las nuevas generaciones como parte de nuestra historia, y se conozcan y condenen las situaciones de horror vividas para no permitir que se repitan.

Luego de 20 años, seguimos esperando que la justicia se manifieste, que la verdad salga a la luz, que  haya reparación por el profundo daño causado, que la paz se haga realidad en nuestra ciudad, y que NUNCA MAS en Colombia, se vuelvan a presentar secuestros de ningún tipo.

Exaltamos el trabajo realizado por las FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA quienes también sufrieron pérdidas en el cumplimiento de su labor, buscando la liberación de todos los secuestrados. Agradecemos al General Jaime Ernesto Canal comandante de la Tercera Brigada, y al General Carlos Alberto Fracica, quien comandó la Fuerza de Despliegue Rápido, Fudra.

Recordamos y agradecemos el acompañamiento permanente dado a las familias por parte del  entonces arzobispo de Cali, monseñor ISAIAS DUARTE CANCINO quien fue nuestro principal guía, y a todos los sacerdotes que nos acompañaron de manera cercana, entre ellos el padre José González, padre Mauricio Estrada, y en especial desde la Iglesia del Templete de Cali a Gonzalo Gallo.

Nuestro reconocimiento a la labor de apoyo prestada por los liberados del secuestro de la iglesia LA MARIA de Cali y sus familiares.

Deseamos conservar viva la esperanza de poder regresar a una Colombia libre de diferencias, corrupción, desigualdad, dolor,  donde reine una paz verdadera,  que nuestros hijos puedan disfrutar de nuestro bello y rico país bajo el amparo del Dios que nos permite seguir viviendo.

GRUPO DE SECUESTRADOS EN EL KM18  Y SUS FAMILIARES


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“Necesitamos que se proteja el acuerdo de paz”: líderes de Bojayá

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Harold García

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Harold García

Publicado

23 Oct 2018


“Necesitamos que se proteja el acuerdo de paz”: líderes de Bojayá

Tres representantes de este municipio chocoano viajaron hasta Bogotá para realizar un plantón en la Plaza de Bolívar, en rechazo al recrudecimiento de la violencia en su región y al incumplimiento del Estado con las víctimas. Además, pidieron que no se desechen las negociaciones con la guerrilla del ELN.


Andamos pa´ arriba y pa´ abajo en busca de felicidad
Pa´ ver si este presidente nos da el proceso de paz
Con qué, con qué, con qué, con qué corazón lo haré
Cantamos los alabados en el proceso de paz
Pa´ ver si este presidente nos quiere colaborar
Señores grupos armados, nosotros queremos paz,
por allá de nuestra región no nos vayan a sacar

Fragmento de los Alabaos compuestos y cantados por las cantaoras Luz Marina Cañola y Celestina Palacios Palacios

“Nuestras comunidades siguen viviendo situaciones de violencia, confinamiento, asesinatos, restricción a la movilidad, violaciones, y una serie de cosas que no estamos prestos a aceptar después de haber luchado por un acuerdo de paz”, dijo Leyner Palacios, líder de Bojayá (Chocó), el pasado 2 de octubre desde la Plaza de Bolívar de Bogotá. Detrás de él, la estatua de El Libertador y bajo sus pies, sobre una manta blanca, rodeado de velas de colores y una decena de flores, se encontraba el Cristo mutilado de Bojayá, uno de los símbolos trágicos de las barbaries de la guerra en Colombia.

Cristo que el 2 de mayo del 2002 resistió a la masacre de 79 personas que estaban dentro de la iglesia de Bellavista (Bojayá), cuando estalló un cilindro bomba lanzado por las FARC; y que acompañó al Papa Francisco en una eucaristía celebrada en Villavicencio el 8 de septiembre del 2016, a la que asistieron más de cinco mil personas, la mayoría de ellas víctimas de la guerra. “El Cristo de Bojayá no tiene piernas, pero camina con nosotros… hemos venido aquí en busca de varias cosas. La primera tiene que ver con que se reconozcan los derechos de las víctimas de Bojayá y se posibiliten garantías de no repetición”, señaló Leyner Palacios.

Lea también: “El Cristo de Bojayá, sobreviviente de la masacre del 2 de mayo, presidirá Eucaristía del Papa”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Leyner Palacios, líder de Bojayá, en la Plaza de Bolívar de Bogotá. Fotografía: Harold García/CNMH

Bojayá, al ser testigo directo de uno de los episodios más crudos de la guerra; se convirtió en un caso emblemático de lucha y resistencia. Durante los diálogos de paz entre el Gobierno y la antigua guerrilla de las FARC, se realizaron diferentes encuentros buscando acuerdos hacia el trámite de la reparación a los habitantes de esta región.

A finales del 2014 varios de los jefes negociadores de esa guerrilla se reunieron en La Habana con representantes de las víctimas de Bojayá, donde, según Jorge Torres Victoria, alias ‘Pablo Catatumbo’, inició la solicitud de perdón por el daño causado. Un año después, el 6 de diciembre del 2015, dentro del acto de reconocimiento de responsabilidad de las FARC por la masacre de Bojayá el exjefe guerrillero José Lisandro Lascarro -conocido con el alias de ‘Pastor Alape’- viajó hasta Bellavista y ante la comunidad en pleno solicitó el perdón por la explosión del cilindro bomba que cambió para siempre el destino de esta población y de la región.

Bellavista y su Cristo, fueron también testigos de las promesas de un Nobel de Paz y las posteriores firma del acuerdo de paz en el 2016; e igualmente del primer Plan Integral de Reparación Colectiva para la población, firmado a comienzos de este 2018. Pero este mismo año, ha sufrido cómo la situación de violencia en el pacífico se agudizó. Los grupos disidentes de la guerrilla de las FARC, el ELN y las bandas criminales, volvieron a dejar a la comunidad en medio del fuego cruzado por el control del territorio; y el regreso de las amenazas y los asesinatos selectivos.  

Por ello, Leyner, quien viajó a Bogotá junto a las cantaoras Luz Marina Cañola y Celestina Palacios, tenía claro que su misión más importante era contarle al país lo que está pasando en su territorio. “No podemos permitir que se pierda todo lo que hemos avanzado”, dijo, y luego denunció que su región se encuentra en un “abandono permanente”. 

 

Luz Marina Cañola y Celestina Palacios, Cantaoras. Fotografía: Harold García/CNMH  

Lea también: Pogue: la memoria hecha de cantos

 

Tal abandono se manifiesta en hechos como los de mayo pasado, cuando la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) señaló que en Bojayá existía “un riesgo de desplazamiento masivo, en caso de continuar las acciones armadas”, lo cual se sumaba a un “aumento en la presencia de los actores armados no estatales, en lo corrido del 2018”. Según este documento, 2.030 personas de esa región tenían restricciones en la movilidad por los combates y las amenazas recurrentes.

“Vemos la necesidad de que el país transite por una vía negociada del conflicto armado. La invitación la hacemos claramente para que se le dé continuidad a los acuerdos con el ELN y también que se le dé continuidad al sometimiento de las bandas criminales o de paramilitares que hay en los territorios y que están afectando la tranquilidad de las comunidades”, dijo Leyner, con la voz de un líder que sigue creyendo y luchando por la paz.

Leyner Palacios indica que los Planes de Desarrollo Territorial son una oportunidad para reclamarle y exigirle al Estado que cumpla sus deberes en salud, educación, vivienda, carreteras. Según el Plan de Desarrollo 2016-2019 del municipio de Bojayá; aunque el desplazamiento forzado constituye la principal violación a los derechos humanos, se reconoce que existen otras situaciones que vulneran los derechos de los pobladores como la deficiente prestación del servicio de salud, la falta de acceso a un salario mínimo y la inseguridad alimentaria.

Finalmente, Leyner reitera dos puntos claves en su reclamación: la atención psicosocial para los pobladores y la exhumación de los cuerpos de todas las personas que murieron el 2 de mayo del 2002 en curso por Medicina Legal y Fiscalía General de la Nación.

En Bojayá el dolor no ha sido impedimento para seguir adelante. Con la fuerza, hoy su comunidad hace un urgente llamado para que la historia de dolor de su pueblo no se repita. “Necesitamos que se implemente todo el sistema de Verdad Justicia y Reparación. Sabemos que son programas que aún hoy están desfinanciados… Necesitamos que se proteja el acuerdo de paz… Ya avanzamos y no queremos retroceder”, puntualiza Leyner Palacios; acompañado de la voz de las cantaoras y de toda una comunidad que a pesar del conflicto latente, le sigue cantando a la paz

Hace 500 años
Sufrimos este gran terror
Pedimos a los violentos
Que no más repetición
Santa María danos la paz
Santa María danos la paz

Estribillo extremo a extremo
Nosotras queremos paz
Y por estas alabanzas
Es que hemos venido acá

Fragmento del Alabao por la paz, 26 de septiembre de 2016.

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Publicado en Noticias CNMH



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Iglesia La María, 20 años del secuestro del Eln

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Publicado

30 May 2019


Iglesia La María, 20 años del secuestro del Eln

El domingo 30 de mayo de 1999 en el sur de Cali, más exactamente en la iglesia La María, 194 personas fueron secuestradas por miembros del frente José María Becerra del Eln. Este hecho pasaría a la historia como el secuestro masivo más grande perpetrado en Colombia.


Como era usual, los feligreses acudían puntual a la eucaristía que se realizaba a las 10 a.m. cada domingo en la capilla de la iglesia La María, ubicada en el barrio Ciudad Jardín, entre la carrera 127 y la avenida Cañasgordas de la ciudad de Cali. Aquel 30 de mayo de 1999 no fue la excepción y casi 200 personas asistieron para escuchar la palabra de Dios a través de la voz del párroco Jorge Humberto Cadavid.

Los primeros 30 minutos de misa transcurrieron con normalidad, hasta que hombres armados y con uniformes del Ejército, irrumpieron con dos camiones tipo furgón, se presentaron como miembros del Gaula y alertaron sobre la pronta explosión de una bomba en el lugar, por lo que pedían que los 194 presentes ingresaran rápidamente a esos dos vehículos.

La mayoría, desconfiada, no obedeció la orden. Incluso, Yaslín Durán Córdoba, escolta de uno de los asistentes a la misa, se percató que las botas que utilizaban los supuestos integrantes del Gaula no eran parte de la indumentaria habitual. Cuando intentó reaccionar fue asesinado.

En ese momento los guerrilleros realizaron tiros al aire y obligaron, sin distinción alguna, que todos los presentes, incluidos niños, adultos mayores y hasta el párroco se subieran a los camiones. Pronto se reveló que aquellos hombres eran parte del frente José María Becerra del Eln. De esta forma inició el calvario de un secuestro que tendría como escenario las enredadas y boscosas montañas de los farallones de Cali.

La noticia del secuestro masivo más grande realizado en Colombia (hasta hoy) se expandió con rapidez. La conmoción se apoderó de la ciudad y el país. Horas más tarde, y gracias a la presión del Ejército, los secuestradores se vieron obligados a dejar en el camino a algunos de los secuestrados.

Al final del día, quedaron 93 personas en poder del Eln, ya que de las 194 secuestradas inicialmente, 86 fueron dejadas en el camino y 15 más escaparon de sus secuestradores. El Ejército se encargó de recogerlas y llevarlas al Batallón Pichincha de Cali para que pudieran encontrarse con sus familiares.

Con el liderazgo del arzobispo de Cali, Monseñor Isaías Duarte Cancino (Q.E.P.D.), la ciudadanía se movilizó y se tomó las calles para exigir la entrega inmediata de los secuestrados.

El 7 de junio de 1999 las voces de miles de caleños gritaban: “¡Los queremos libres, vivos y en paz!” en  la gran marcha que fue llamada “No más”, la primera de muchas que surgieron como expresión de rechazo al secuestro en el país. Además, monseñor Isaías Duarte excomulgó a los secuestradores y denunció las pretensiones económicas que tenía el Eln a cambio del intercambio de los plagiados.

En el transcurso de 6 meses y medio, todos los secuestrados fueron dejados en libertad. La entrega de las personas se daba en grupos pequeños. La fecha de la última liberación fue el 11 de diciembre de 1999. Años más tarde se sabría que las denuncias de monseñor Duarte eran ciertas, y que cada liberación tuvo su precio.

Arte, memoria y sanación

Para Juan Daniel Otoya Vernaza, quien estaba presente en la iglesia aquel 30 de mayo y fue secuestrado junto a su hermano, su padre y madre ese momento cambió su vida. Tenía 11 años y aún recuerda con precisión cada momento del plagio: estaba junto a su familia y fue obligado por miembros del Eln a separarse de ellos. Luego lo abandonaron en medio de la carretera.

Fue ahí cuando sintió que su mundo se iba en aquellos camiones que se dirigían a los farallones. Una mujer de un acento paisa muy marcado, también liberada en ese inhóspito lugar y cuyo nombre no recuerda, lo acogió y protegió hasta que llegaron al batallón.

Desde ese momento empezó a dibujar constantemente superhéroes hasta que su madre, Isabella Vernaza, fuera liberada, a principios de noviembre de 1999. Hoy entiende que esos dibujos representaban su anhelo de rescatar a su familia. El 13 noviembre se da la liberación de su padre, Alfredo Otoya y fue el fin de aquella historia. O por lo menos eso creía Juan Daniel.

Años más tarde, mientras estudiaba artes, se cuestionó su pasado y trató de buscar un sentido a lo que constantemente dibujaba. Veía cómo sus trazos eran el desahogo de un episodio que aún no había enfrentado del todo. Por esta razón empezó un proceso pictórico para representar sus recuerdos y a través de ellos contar la historia del secuestro de la iglesia La María.

Asegura que este proceso fue clave para sanar las heridas que aún no terminaban de cicatrizar. Pero lo que más le ayudó a superar todo lo relacionado con el aquel episodio fue hablar, en sus propias palabras, “hablar de mi experiencia y contar mis temores se convirtió en una manera de afrontarlos, de entenderlos y de sanar”. Compartir su memoria con otros fue la pieza final que le ayudó a superar aquel traumático secuestro.

Conmemoración del secuestro de la iglesia La María

Hoy jueves 30 de mayo, cuando  se cumplen 20 años de aquel secuestro, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acompaña a las víctimas y trabajará en la recuperación de sus memorias,  de la mano de un equipo liderado por Diego Arias, líder cívico de Cali.

De igual manera, el director del CNMH, Darío Acevedo, anunció que se adelantará un proceso con las víctimas del secuestro del kilómetro 18, también en Cali, acto que fue ejecutado por el Eln, meses después del acontecido en la iglesia La María.

Dada la relevancia de este hecho para la ciudad de Cali, para el país y para aquellos que vivieron aquel secuestro en carne propia, hoy jueves se realizará una eucaristía a las 5 de la tarde en la iglesia La María.

Esta acción conmemorativa se realiza, de acuerdo a las palabras entregas al noticiero regional NOTI5 por Víctor Manuel López, miembro de la Arquidiócesis de Cali, “para recordar este suceso y pedir  a la sociedad, no solo de esta ciudad, sino de Colombia entera, que cada día rechace todo acto de violencia”.

Además se presentará “Pintar para no olvidar. 20 años del secuestro en la iglesia la maría” la exposición que realizó Juan Daniel Otoya y que fue parte de su proceso de sanación para superar lo vivido durante su secuestro y el de su familia. La exhibición se abrirá después de la eucaristía y estará abierta hasta el 3 de junio.

Durante esta íntima ceremonia religiosa las víctimas del secuestro de La María y sus familiares harán presencia para dignificar la memoria de Yaslín Durán Córdoba, asesinado durante el secuestro, y hacerle frente al olvido de una sociedad que aún les debe reconocimiento y reparación.

 


Cali, Conflicto Armado, Eln, Iglesia La María, Iniciativas de Memoria, Secuestro, Víctimas

16 historias sobre el secuestro de policías y militares

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Publicado

04 Jun 2019


16 historias sobre el secuestro de policías y militares

La guerra en Colombia dejó 1.214 militares y policías secuestrados por las guerrillas de las Farc y el Eln. Sus memorias, plasmadas en nuestro más reciente informe “Recuerdos de selva. Memorias de integrantes de la Fuerza Pública víctimas de secuestro”, que hoy presentamos de manera digital, hacen parte de una serie de trabajos realizados por el CNMH desde el 2014.


El secuestro perpetrado por las Farc produjo unas de las imágenes más indignantes del conflicto armado colombiano: personas encadenadas, demacradas, algunas veces encerradas entre alambres de púas, tratando de mantener la compostura mientras grababan un mensaje en video como prueba de supervivencia.

Esas imágenes, que se convirtieron en el retrato de la degradación de la guerra, quedaron grabadas en la cabeza y corazón de gran parte de los colombianos. Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), un total de 31.021 personas fueron secuestradas en los últimos 50 años, de ellos, 1.214 eran militares y policías.

¿Qué pasó con ellos después de esos largos años de encierro? Esa es la pregunta que busca responder el informe Recuerdos de selva. Memorias de integrantes de la Fuerza Pública víctimas de secuestro, la tercera entrega de un proyecto que inició en el 2017, y que hoy es presentado de manera digital al público.

“Queríamos revisitar a las personas que padecieron este flagelo y preguntarles en sus propios términos qué fue el secuestro para ellos”, dice María Juliana Machado, relatora del proyecto. Y continúa: “pero más allá de eso, queríamos aprovechar la oportunidad para preguntar ¿cómo es la vida después del secuestro?, ¿cómo han reconstruido sus proyectos de vida? Las personas tuvieron la oportunidad de narrar otros aspectos del secuestro que no habían contado antes”.   

De manera respetuosa con el dolor de las víctimas, el CNMH ha buscado ir en sus trabajos más allá de las lógicas de horror, impuestas por la violencia, como único discurso de lo sucedido. Con esta mirada, en diciembre de 2018 se publicó el informe El caso de la asamblea del Valle: Tragedia y reconciliación, que se convirtió en el primer ejercicio de memoria histórica realizado por los familiares de los diputados del Valle secuestrados el 11 de abril del 2002 por la guerrilla de las Farc. Y ahora, en Recuerdos de selva, nos acercamos a la vida de 16 militares y policías secuestrados por las guerrillas de las Farc y el Eln.

Los momentos de Recuerdos de selva

El informe está dividido en cuatro partes: Quedar secuestrado por el enemigo, El tiempo en pausa del secuestro, La cotidianidad: un entretejido entre daños y resiliencias, y El retorno a la vida en libertad. En ellas está el registro del horror y los daños sufridos por los secuestrados, durante meses y años, en poder de las guerrillas, pero, sobre todo, están las historias de resiliencia de esas víctimas: los desafíos que implicó regresar a la libertad y el nuevo rumbo que tomaron sus proyectos de vida.

En estas páginas el lector se encontrará con el testimonio de José Libardo Forero, policía secuestrado por las Farc durante 12 años, nueve meses y dos días, diciendo: “si esto va a ser una memoria, sirve para que en el futuro las instituciones sepan y entiendan que los que damos la vida por defender una bandera y un escudo, somos humanos, somos seres humanos”.

Y el de Antonio Erira, militar secuestrado por el Eln en 1998, asegurando que durante el secuestro “teníamos un grupito con los policías que nos gustaba mucho el deporte y entonces para pasar el día le dije ‘¡montemos un gimnasio!’, ‘pero ¿cómo? ¿Con qué?’, me dicen, ‘¿cómo vamos a hacer un gimnasio aquí?’, le dije ‘hágame caso, ¡Sígame la idea!’”.

Y también el testimonio de Juan Carlos González Pascuas, secuestrado en 1999 también por el Eln, contando que al ser liberado sus mayores anhelos eran “comerme un pollo asado” y “una pasta de jabón de baño, podérmela echar… apenas llegué a la casa me eché fue un tarro de champú hasta que casi me lo gasto todo (risas)”.

“Los ejercicios de memoria se desarrollaron en escenarios de encuentros grupales con el objetivo de aportar a la dignificación, reconocimiento y visibilización de las víctimas de secuestro integrantes de la Fuerza Pública y sus familias”, explica la relatora María Juliana Machado. Además, dice que sus relatos reflejan tanto sus  vivencias dentro de la institución, como “la humanidad y cotidianidad que trasciende su rol en el Ejército, la Policía o la Armada”. Once de los 16 personajes de este libro, fueron secuestrados por las Farc y cinco por el Eln. La mitad estuvieron secuestrados entre uno y tres años, otro tuvo un secuestro de tres días y, el más largo, estuvo en la selva durante trece años.

Escuchar es tan importante como hablar a la hora de construir memoria. Entre el grupo de personas que hicieron parte de Recuerdos de selva. Memorias de integrantes de la Fuerza Pública víctimas de secuestro había uniformados que nunca habían contado su historia, y para ellos era tan importante tener la posibilidad de oír a sus compañeros, como la de hablar frente al resto. Esta fue, además, una oportunidad para construir lazos de solidaridad. Así, a través del compartir, se fueron forjando dos estructuras que guían el informe: el tiempo en cautiverio y la liberación.

Este ejercicio de memoria, se suma a otros realizados por el CNMH con víctimas del conflicto armado del Ejército, la Policía y la Armada, como Esa mina llevaba mi nombre, la serie radial Los pasos rotos, el informe de esclarecimiento La guerra escondida. Minas Antipersonal y Remanentes Explosivos en Colombia y el especial transmedia Relatos de selva, ejercicio que se hizo en paralelo a esta investigación que hoy presentamos.

Así mismo, van en concordancia con el propósito del CNMH de reconstruir las memorias de las víctimas de la Fuerza Pública y resaltar el trabajo que en ese sentido vienen realizando el Ejército, la Policía y la Armada.

Descargue el libro aquí.

 


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Machuca, Antioquia; la ilusión a flor de comunidad

Noticia

Autor

Juan Pablo Esterilla

Fotografía

Juan Pablo Esterilla

Publicado

29 Oct 2019


Machuca, Antioquia; la ilusión a flor de comunidad

  • Hace 21 años, Colombia conoció en dónde quedaba el corregimiento de Machuca. En esa tierra del nordeste antioqueño, el Eln produjo una  explosión en el oleoducto que por allí pasaba y además detonó una carga explosiva que provocaría un gran incendio. 84 personas murieron. Los hechos se conocen como la masacre de Machuca.
  • Históricamente, este corregimiento del municipio de Segovia se ha visto atravesado por la falta de oportunidades, la disputa entre actores armados, el estigma y el abandono. Sin embargo, sus pobladores han desarrollado sus propias iniciativas para conmemorar y para seguir adelante.

Al tiempo que la canción “Pedro Navaja” se apoderaba de las pistas de baile de América Latina, su letra -por si solita- empezaba a ser comparada con algunas de las mejores crónicas de este lado del continente.

Cuando Alberto Salcedo dijo que los vallenatos de antes eran cuentos bien contados, muchos le dieron la razón. Y cuando Carlos Pacheco -en ese entonces soldado profesional del Ejército-, escribió “Barbarie en Machuca”, parecía que para Fraguas (Machuca), el resurgir no fuese más que una quimera.

Su composición vallenata reza: “una madrugada del 18 de octubre del año 98, en el pueblo de Machuca, ahí llegó la guerrilla y se tiró el oleoducto causando muertes injustas. Una llamarada de grandes magnitudes, de la forma más absurda. Los ancianos gritaban y los niños lloraban con enormes quemaduras. Fue tan enorme esa explosión que hasta cultivos arrasó y aquel río contaminó, fue un pueblo humilde y soñador que un día las llamas consumió con su esperanza e ilusión”.

 

 

Y sí, es cierto, de aquella madrugada quedó un saldo de 84 personas muertas (42 de ellas niños), pero también la fortaleza para iniciar un proceso conmemorativo propio.

El pasado jueves se conmemoraron 21 años de lo ocurrido. Y los pobladores, como año tras año, desarrollaron acciones para mediante el recuerdo dignificar a sus seres queridos y para volver a poner sobre el tapete, el Machuca que desean, por el que han venido trabajando.

Una eucaristía en el cementerio; una reunión en el parque que incluía el descubrimiento de una pirámide que contiene piedras con los nombres de las víctimas de la masacre; y una marcha que recorrió “Barrio Nuevo” (el barrio que terminó más afectado), fueron algunas de las actividades desarrolladas el jueves pasado.

Precisamente, quienes decidan emprender un viaje de 10 horas para llegar a Machuca -distancia que separa a Medellín de este corregimiento-, se encontrarán con un “Barrio Nuevo” repleto de casas pintadas de todos los colores. Los mismos que la comunidad decidió utilizar para pintar las piedras incrustadas en la pirámide. Es como si se tratara de recordarse que la vida es mejor verla así, a color.

Atrás han quedado las casas en madera, las que se convirtieron en lo que señalan los mismos machuquitas: “la leña de los cuerpos que las habitaban”.

La huella que dejó el paso de las llamas por este barrio no impidió que personas como Maribel Agualimpia, desarrollaran -allí mismo y casi al tiempo de la tragedia-, sus apuestas de vida. Hace 20 años, “Machuca Digital Stereo” se convirtió en la plataforma que le permitiría a la comunidad estar informada, y a Maribel, convencerse de que sí valía por sí misma.

Aquella mujer, cuyo exesposo la maltrataba y que le decía si lo dejaba no sobreviviría porque “no sabía lo que era trabajar”, es la responsable de que día a día y desde el 23 de agosto de 1999, los barrios Lagunita, Las Brisas, Bolívar, La Batea, La Esperanza, Buenos Aíres y por supuesto Barrio Nuevo, estén informados de lo que pasa en su corregimiento, en su municipio y en el país.

“En noviembre del 98 me fui sola a Medellín, pasé diciembre, pasé enero y me apegué mucho a la música y a las noticias porque me sentía sola. Y me dije, yo algún día tengo que ser comunicadora”, relata Maribel, una chocoana que llegó a Machuca a los 12 años y que, tras sobrevivir a la masacre se desplazó a Medellín.

Sin embargo, la tierra y el deseo de reencontrarse de nuevo con sus hijos, “jaló más”. Casi al instante surgió la oportunidad que Maribel estaba esperando: participar de un curso de comunicación ¡Era el momento!

“El curso lo hicimos nueve jóvenes y yo que ya tenía 39 años. Lo terminamos y quisimos seguir. Fue un impacto muy grande para la comunidad porque acá las noticias eran por megáfono. Al iniciar no sabíamos cómo transmitir, no hablábamos bien y la gente se nos burlaba mucho. Muchos de mis compañeros no se aguantaron los comentarios y se fueron, pero yo sabía que este era un proceso que valía la pena”, sostiene Maribel.

De esos inicios de lucha por dotar de equipos a la emisora, esta mujer recuerda acciones como la cartelera que construyeron para que el gobernador de ese entonces, Aníbal Gaviria, no pudiera esquivar mientras daba un discurso en una visita que programó al corregimiento. El resultado fue positivo; gracias a esa iniciativa de la sociedad civil, la emisora recibió una donación del entonces mandatario.

Con aún más cariño, aparecen en la memoria las primeras “complacencias”. Estas, no eran nada diferente a las canciones que los oyentes le pedían. Las melodías que le gustaban a los esposos, a las hijas o a las madres que se fueron en la tragedia del 18 de octubre, siempre fueron solicitud recurrente.

La emisora se ha convertido entonces en reflejo de la voluntad de servicio del machuquita para con los machuquitas. En ella, se pasan los avisos de capacitaciones, se entregan informaciones relacionadas con la alcaldía o gobernación, se notifica sobre el estado de procesos tan importantes como el de reparación individual y reparación colectiva, y se anuncia la siempre esperada llegada de las brigadas médicas.

“Este ha sido mi sueño, yo seguiré hasta el día en que me muera y como le he dicho a mis hijos: esto es de la comunidad. Lo he hecho con mucho amor y queremos seguir construyendo futuro”, reitera Maribel cuando se le pregunta hasta cuándo seguirá ofreciendo este servicio.

En esa perspectiva de esperanza y de futuro en la que ha venido trabajando la comunidad, también han aparecido nuevos procesos. Uno de ellos es el semillero de radio y de memoria con la Institución Educativa Fray Martín de Porres, la única que existe en la cabecera del corregimiento.

Esta iniciativa acompañada por el Centro Nacional de Memoria Histórica se ha transformado en un espacio para conocer los temas que los niños, niñas y adolescentes de Machuca piensan en su cotidianidad, así como para poner en los lenguajes de la radio, perspectivas en torno a la comprensión de la memoria y de los derechos humanos.

Machuca se reinventa, desde el anhelo de sus personas mayores por traer de vuelta las épocas de libertad y sana diversión, pasando por el manifiesto de un futuro digno que hacen sus niños y niñas, y concluyendo en los esfuerzos de sus organizaciones por garantizar el acceso a condiciones de bienestar.

 


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