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“Los países se edifican sobre la memoria de las personas mayores”: Conchita Ramírez

Los diálogos por la pedagogía de la memoria inician con la comuna 13 de Medellín

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CNMH

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Publicado

19 agosto 2020


“Los países se edifican sobre la memoria de las personas mayores”: Conchita Ramírez

En el Mes del Envejecimiento y la Vejez, promovido por la administración distrital de Bogotá, entrevistaremos semanalmente a líderes y lideresas mayores para escuchar sus experiencias y entender cuáles son sus necesidades y sus propuestas. La primera entrevista fue con el periodista Héctor Tabares y la pueden leer aquí.

 

Hoy hablamos con María Conchita Fernanda Ramírez, una mujer de 75 años que en 2012 ayudó a conformar el Consejo Local de Sabios de Chapinero y desde 2016 coordina el Consejo Distrital de Sabios de la ciudad. En ese espacio —ella dice que, a punta de ser ruidosos, escandalosos y no tragar entero— ha logrado influir en el diseño y veeduría de la política pública de personas mayores en los ámbitos local, distrital y nacional.

 

Desde su trabajo con el Consejo Distrital de Sabios, ¿cuál ha visto que es la situación de las personas mayores en Bogotá?

“Cuando trabajé con el Consejo Local de Sabios de Chapinero, empecé a conocer el gran problema de la población mayor desplazada en Bogotá, que es muy fuerte en los estratos más bajos. Entendí que la persona mayor es una persona sin voz, sin presencia, invisible, muchas veces estorbosa. Y, si lo son las personas que tienen una casa, así sea pequeña o sencilla, ¿cómo lo serán las personas que son desarraigadas de sus tierras, desprendidas de sus hogares y luego desplazadas? Luego la Agencia de Reincorporación y Normalización nos invitó a definir la política pública de las personas mayores reincorporadas, y me encontré con otro panorama dramático”.

 

¿Cuáles son los mayores problemas de las personas mayores desplazadas por la violencia?

“Sus arraigos son mínimos. No es lo mismo que tú seas desplazado y llegues con menos de 40 años: tus posibilidades de volver a hacer un entorno social son muchas. Tienen posibilidad de conseguir un trabajo. Los niños se acomodan en las escuelas. Los jóvenes hacen nuevamente amigos. Las personas mayores no. Es muy difícil reiniciar una vida. Y empezamos a ver, entre los mayores, una población muy fuerte de habitantes de calle o vendedores informales. Muchos también llegan como cabezas de familia a un ambiente que no entienden. La salud empieza a ser un problema para ellos, que estaban acostumbrados a la enfermera o al curandero de su pueblo, o a los viejos remedios que les enseñaron”.

 

¿Y con las personas mayores reincorporadas de grupos armados?

“El drama de la población mayor reincorporada es muy doloroso, porque son personas que estuvieron alejadas de sus hogares por 40 años. No son tantos, porque muchos murieron. Pero los que vuelven, lo hacen absolutamente vacíos. Los desplazados se desplazan en grupo. Pero los reincorporados, cuando vuelven a buscar lo que dejaron, no encuentran reconocimiento, porque muchas familias los culpan de sus desgracias, o quienes los conocían ya no están, o la sociedad los prejuzga”.

 

Nuestro conflicto armado ha tenido una larga duración y las personas mayores han vivido gran parte del mismo. ¿Por qué es importante escuchar sus memorias?

“Todos tienen una historia que contar. Los países se edifican sobre la memoria de las personas mayores. Sin ellas no hay historia. Desde los estratos bajos hasta los altos, desde las etnias, desde la diversidad: ahí está la historia. La cuentan quienes la construyeron. Ese es uno de los grandes desafíos del Centro Nacional de Memoria Histórica: tienen la responsabilidad de obtener de esas fuentes primarias lo que ha pasado en sus territorios. Debería definirse un programa de recuperación de esa memoria, donde se les escuche de manera seria. Sentarse con grupos de viejos dos meses, tres meses, a que cuenten sus experiencias. Nosotros somos quienes tenemos la historia. Puede que no nos guste el presente, o que no alcancemos a vislumbrar el futuro, pero lo que sí tenemos claro es el pasado”.

 

Una de las formas de lograr esa visibilidad es a través de la organización. ¿Qué retos han visto las personas mayores a la hora de organizarse?

“El obstáculo está en la invisibilidad. Uno coge cualquier política pública y ve que tiene un gran énfasis en el apoyo a la niñez, a la juventud, a la mujer, a la población LGBT, pero uno se pregunta: ¿dónde están mencionados los ancianos? Si ni siquiera aparecen en las políticas públicas, es muy difícil que encuentren recursos para organizarse. No los escuchan. O no se esfuerzan por comprenderlos. Entonces hay dificultades, pero también te quiero contar que, si uno va más a fondo, y se adentra en las localidades y busca a los referentes de vejez a través de los consejos de sabios, se van a dar cuenta de que sí existen organizaciones sencillas, elementales, que se reúnen para hacer ejercicio, para jugar, para bailar, y allí están las historias. Hay que sentarse a hablar con ellos y mostrarse humilde frente al conocimiento que pueden entregar”.

 

¿Qué se está haciendo en este momento para garantizar los derechos de las personas mayores?

“Si tú miras la Constitución, hay derechos explícitos para ciertas poblaciones, pero no para los mayores. Sin embargo, hace 15 días el Congreso aprobó la Convención Interamericana de Derechos Humanos de la Persona Mayor, que fue propuesta por la OEA en 2015. Esa convención trae 27 nuevos derechos de la persona mayor. Entonces aquí llegó en 2016 y tuvo que hacer un recorrido por todos los ministerios, porque hay derechos que tienen que ver con trabajo, educación, cultura, desarrollo económico. El año pasado, desde el Consejo de Sabios, invitamos a la Cepal y presionamos al Gobierno, y se presentó por fin el proyecto al Congreso. Este salió aprobado el 28 de julio. Ahora está para la firma del presidente de la República. Esa ley tendrá nivel estatutario. Entonces fíjate cómo hemos dado un salto gigantesco: de no tener nada a tener tanto”.

 

Esa discusión sobre los derechos de los mayores también se ha dado en el marco de la pandemia, donde son la población más vulnerable. ¿Qué hacer para cuidar su salud y garantizar a la vez sus otros derechos?

“No nos digamos mentiras: las personas mayores tenemos que quedarnos en casa. Estamos poniendo la mayoría de los muertos. Pero, como te decía, hay una gran población mayor que vive de las ventas informales o ambulantes, de donde derivan su sustento, su vivienda, su alimentación. Muchos son desplazados y ven por su familia. ¿Cómo le digo yo a esa población, de la cual más del 70 % no tiene pensión, que se quede en la casa? Pues tendría que traerle un mercado semanal, velar por sus medicamentos, que el médico los llame con frecuencia. Si yo no puedo garantizar eso, las personas mayores tienen que salir. Y si los mayores salen, se dispara la muerte. ¿Eso a la sociedad le importa?”


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