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«Mujeres con las botas bien puestas»: las madres de Soacha quieren contarle al mundo su lucha contra la impunidad

«Mujeres con las botas bien puestas»: las madres de Soacha quieren contarle al mundo su lucha contra la impunidad

«Mujeres con las botas bien puestas»: las madres de Soacha quieren contarle al mundo su lucha contra la impunidad

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

15 marzo 2023


«Mujeres con las botas bien puestas»: las madres de Soacha quieren contarle al mundo su lucha contra la impunidad

  • En alianza con la Fundación Rinconesarte, las Madres de Falsos Positivos (MAFAPO) intervienen artísticamente botas pantaneras, las mismas que simbolizan los asesinatos extrajudiciales de sus seres queridos.

El 18 de diciembre de 2008, a las 4:30 de la tarde, Cecilia Arenas asistió a la exhumación del cuerpo de su hermano, Mario Alexander Arenas, en un cementerio de Bucaramanga, donde once meses atrás había sido sepultado como NN. Horas antes, ella había tenido una reunión con una jueza penal militar, en el Batallón de Servicios Mercedes Ábrego, en la que le comunicaron que Alexander había sido «dado de baja en combate» el 21 de enero del mismo año.

«En esa cita, la jueza me mostró unas fotos. Primero, me pasó la foto de un rifle; después, las de unas granadas y, luego, la del cadáver de mi hermano. Aparecía de camuflado y tenía parte de la cara reventada. Debajo del camuflado se le alcanzaba a ver la sudadera y en la cara se le notaba que no murió en ningún combate, sino de un “pepazo” en la cabeza», recuerda Cecilia. Según la jueza, a Alexander lo cogieron con esas armas y con una mochila del ELN en zona rural de Floridablanca. «Nada de lo que me decía esa señora me cuadraba. La muerte de Alex fue poquitos días después de que él desapareció en el barrio El Porvenir, en Soacha. Ella podía ser jueza penal militar, pero yo soy costurera y sabía —porque alguna vez me había tocado remendarlos— que los camuflados de los soldados pesan mucho como para que a alguien se le ocurra ponérselos encima de una sudadera, y menos en ese calor», agrega Cecilia.

 

En alianza con la Fundación Rinconesarte, las Madres de Falsos Positivos (MAFAPO) intervienen artísticamente botas pantaneras, las mismas que simbolizan los asesinatos extrajudiciales de sus seres queridos.

En la exhumación, ella sintió que su desconfianza era mucho más que una intuición y que sus sospechas tenían fundamento. El cadáver de su hermano estaba evidentemente marcado por la señal de un tiro de gracia, pero, además, tenía puestas dos botas pantaneras nuevas, ambas para el pie izquierdo. «Nunca me sentí tan vulnerable, tan sola y adolorida como en ese momento. Ahí, arrodillada al lado de unos huesos, tomé la decisión de dedicar el resto de mis días a buscar la verdad para demostrar que Alexander nunca fue un guerrillero», dice Cecilia. Así lo hizo, y ese dolor —que se parece a un pellizco intenso y permanente en el útero— sacó una fuerza «que ni yo sabía que tenía».

La imagen de las dos botas de caucho «nuevas e izquierdas» nunca se le salió a Cecilia de la cabeza. Esa, para ella, era la prueba de que Alex —quien en vida era carpintero— había sido víctima de una de las miles de ejecuciones extrajudiciales perpetradas por miembros del Ejército Nacional de Colombia en contra de personas como él: jóvenes, empobrecidas y vulnerables.

Si durante la exhumación de su hermano Cecilia sintió la soledad más apabullante del mundo, en su lucha por la justicia conoció la fraternidad, la amistad y la solidaridad más genuinas que haya podido conocer. En el camino de la búsqueda de la verdad, Cecilia se encontró con otras mujeres que vivieron situaciones parecidas a la suya y se unió al grupo de madres de Soacha que, como ella, buscaban a sus seres queridos desaparecidos, asesinados e ilegítimamente presentados como muertos en combate. Juntas volcaron sus vidas, sus fuerzas y su tiempo a la lucha contra la impunidad y el olvido. Como dice Cecilia, «esta lucha no prescribe y se fortalece cada vez que intentan borrarnos de la historia, que nos tildan de “locas” o que justifican los asesinatos de nuestros familiares».

 

6402 pares de botas

En febrero de 2021, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) le informó al país que agentes del Estado son responsables de 6402 asesinatos de personas ilegítimamente presentadas como bajas en combate. En ese momento, las integrantes de la Asociación de Madres de Falsos Positivos (MAFAPO), a la que pertenece Cecilia, tomaron la decisión de redoblar sus esfuerzos vitales y políticos para hacer visible la cifra, pero también las historias de dolor y resistencia que hay detrás de ella. «Nos propusimos hacer más bombo de lo normal para que Colombia conozca y dimensione nuestra tragedia. ¡Qué mejor que el arte para hacerlo!», cuenta Cecilia.

Con ese propósito se creó «Mujeres con las botas bien puestas», un proceso artístico que surgió en 2022, a partir de una alianza entre MAFAPO, artistas plásticos de todo el país y la Fundación Rinconesarte. Durante un año, los y las integrantes de esta alianza han recolectado decenas de botas pantaneras, «de las mismas con las que fueron enterrados nuestros familiares», explica Cecilia. «A veces nos las regalan, otras veces las reciclamos. Luego, las intervenimos con pinturas, óleos, figuritas, papeles, escarchas y otros materiales con los que podamos darle algo de color y brillo a la historia de las botas», agrega la activista, que, junto con sus compañeras, participó en la presentación de esta iniciativa el pasado 8 de marzo, en la Plaza de Bolívar.

La intervención artística de las botas ocurre en la casa de cada persona. Cecilia decidió pintar la suya con óleos. Dibujó un paisaje con montañas, un sol espléndido y un cielo azul, «muy parecido al lugar donde mataron a mi hermano», señala. Sobre las montañas puso flores amarillas para recordar que, a pesar de la ausencia de Alexander, «la vida floreció otra vez». Junto a ellas, pegó figuritas que representan a los militares responsables del asesinato y, a su lado, otra figura que representa a su hermano.

6402 pares de botas

«Cuando uno pinta, pasa lo mismo que cuando uno cose: se piensan y se mastican las cosas que uno tiene atoradas en el alma. Cuando yo pinté esta bota, tuve un pensamiento recurrente. Pensé que pudo pertenecerle a un campesino, a un guerrillero, a un soldado o a cualquier muchacho. ¿Quién no usa botas pantaneras en este país? ¿En qué momento usarlas se convirtió en un pecado, en un delito?».

MAFAPO y sus aliadas se propusieron recolectar 6402 pares de botas en el transcurso de los próximos meses. Además de intervenirlas, quieren hacer un performance en la Plaza de Bolívar y la carrera Séptima de Bogotá. La idea, explica Cecilia, es que 6402 jóvenes se paren en esos lugares usando las botas. De repente, va a sonar un sonido parecido al de un disparo. En ese momento, los jóvenes van a caer al piso como cayeron esos seres queridos cuando los asesinaron con tiros de gracia.

Mientras recolectan las botas necesarias, las integrantes de MAFAPO avanzarán en otras propuestas artísticas para «hacerle bombo» a sus memorias y a sus reclamos de justicia, pero también, como dice Cecilia, para que la sociedad y el Estado sepan que «tanto tiempo después de nuestras pérdidas, estamos listas para hacer de nuestros más profundos dolores verdaderas obras de arte».


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«Todas las memorias todas» o el reencuentro de los territorios

«Todas las memorias todas» o el reencuentro de los territorios

«Todas las memorias todas» o el reencuentro de los territorios

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

13 marzo 2023


«Todas las memorias todas» o el reencuentro de los territorios

  • Los líderes, las lideresas, los y las representantes de decenas de procesos de memoria del país se dieron, una vez más, un abrazo colectivo.
  • Llegaron a la capital provenientes de diferentes lugares para descubrir la hoja de ruta conjunta construida tres meses atrás, a raíz de varias juntanzas y escuchas que propuso el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Poco a poco fueron llegando los abrazos, el calor. El primer café del día, o el segundo, entre saludos de conocidos que comenzaron a tejer lazos en diciembre, cuando nos reencontramos en «este país nuevo».  Gloria Elcy Ramírez, de Granada, y Yuliana Arango, de Mesopotamia, ambas antioqueñas, se encontraron con José Roberto Quijano, que llegó la noche anterior desde el Cañón de las Hermosas, en Tolima, a Bogotá.

 

Por los cerros bajó el frío de la mañana, y el mayor José Pereira agradeció por eso: «A la naturaleza, a la vida, al origen». También a las autoridades espirituales en los territorios y lugares sagrados, a los pueblos ancestrales y nativos, a todos los orígenes: a cada una de esas fuerzas que alimentaron la vida. Tal como sucedió en la Semana por la Memoria, bajo el lema «Todas las memorias todas», el mayor armonizó el espacio, la jornada, la palabra que vendría. Hizo sonar una concha sagrada y un par de instrumentos de viento elaborados artesanalmente, y agradeció a las geografías, todas, por su presencia: a la gente llegada de diferentes lugares, sitios, territorios, veredas, pueblos, corregimientos.

Fue desde Caquetá que llegó William Wilches, director del museo de memoria de ese departamento. «Nos recibe la fría Bogotá con lluvia, pero no es obstáculo para compartir iniciativas, propuestas e intereses. Nos vimos las caras con expectativas cuando nuestro presidente posesionó a la directora [María Gaitán]. Nos compartieron las palabras que pronunció: “Hágase cargo del Centro Nacional de Memoria Histórica y transfórmelo para las víctimas, dele la importancia que el país necesita”. Desde el bosque de niebla, que está al otro lado de la Cordillera Oriental […], desde la tierra del arazá, del camu-camu, vamos a brindar nuestro respaldo».

En esa —y hacia esa— transformación se transita. Por eso están todos y todas ahí, un centenar de personas provenientes del sur, del norte, del este y del oeste de Colombia, para escuchar lo que hace tres meses comenzaron a construir. Sus memorias, sus historias, sus ideas, sus sueños crearon una constelación de palabras, repetidas una y otra vez, y que hoy son un derrotero que marcan el camino que se quiere andar, resumido en diez puntos.

«Las dos palabras más escuchadas fueron escucha y territorialización, al punto de que ya podemos pronunciar territorialización sin equivocarnos», bromeó seriamente Álvaro Villarraga, director para la Construcción de la Memoria Histórica del CNMH. Una y otra vez volvieron a sonar estas palabras durante la mañana, en el auditorio Rogelio Salmona del Fondo de Cultura Económica, en el centro de Bogotá, lugar del encuentro, o del reencuentro. Porque no fue solo que Gloria Elcy, Yuliana y Roberto se volvieran a ver, hubo más.

«Todas las memorias todas» o el reencuentro de los territorios

Silvia Narváez fue la encargada de anunciar otro retorno: «Estamos muy felices y abrazamos con mucha esperanza el reingreso del CNMH a la Red de Sitios de Memoria Latinoamericanos y Caribeños, y a la Red Colombiana de Lugares de Memoria». Después de tres años, el CNMH se reunirá con 42 lugares de memoria del país para trabajar en conjunto en el fortalecimiento de estos espacios que narran memorias particulares de lo que dejó el conflicto armado a su paso por determinados territorios, las luchas alrededor de esto y las resistencias que se han forjado.

No esconden la expectativa, ni los miedos, pero creen en este nuevo rumbo, en este nuevo país. «Nos han hecho promesas a lo largo de la historia, nos han dicho muchas cosas, pero muchas de esas se han quedado en palabras. Ese es otro de los miedos: qué va a pasar después», confesó Narváez.

Pero no todos los temores vienen desde los lugares de memoria. Hay líderes que conocen bien los efectos secundarios de la descentralización o de la territorialización, para usar esa palabra tan en boga. Ellos y ellas saben lo que significa que una entidad estatal del orden nacional decida abrir sus puertas en diferentes regiones. Conocen sus riesgos. Los sabe bien Roberto Quijano, miembro de la Asociación de Cabildos Indígenas del Tolima, y los cuenta: «Sería bueno que el CNMH se hiciera territorial, pero que no se encierren en una oficina en Ibagué de las que no salen. Sería bueno que las oficinas funcionaran en municipios PDET, en el sur de Tolima. Todo llega y se queda funcionando encapsulado en una oficina, cuando la memoria no está en esa ciudad».

Una memoria, unas memorias que habrá que rastrear por muchos tiempos y caminos, pues «“ha sido construida aún sin la existencia de la Ley 1448, que vienen resistiendo para que no se olvide la lucha de nuestros ancestros», como precisó María Gaitán, directora del CNMH. Y agregó: «Largas horas de transcripción, de análisis, nos fueron direccionando por el camino que tenemos que emprender». Ya la ruta está trazada, no queda más que recorrerla. Al final, otro reencuentro dirá si ha valido la pena.


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Diez propuestas de la sociedad civil para volver a iluminar la memoria histórica

Diez propuestas de la sociedad civil para volver a iluminar la memoria histórica

Diez propuestas de la sociedad civil para volver a iluminar la memoria histórica

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

13 marzo 2023


Diez propuestas de la sociedad civil para volver a iluminar la memoria histórica

  • Territorializar y descentralizar los procesos de reconstrucción de memoria, promover diálogos amplios en las regiones y reconocer que no hay un único relato de la guerra son, entre otros, los llamados que víctimas, sobrevivientes y organizaciones sociales le hacen al Estado.

Volver a iluminar la memoria; renovar la confianza y los compromisos sociales que durante décadas se han construido; aliarnos y articularnos de nuevas maneras para seguir reconstruyéndola, narrándola y visibilizándola; hacer de las memorias de nuestras comunidades un camino hacia la transformación cultural de Colombia; obrar con quienes ya vienen construyendo; fortalecer los ejercicios de memoria que existen en los territorios; recoger sus victorias y aprendizajes; ir a las raíces más profundas de la guerra y develarlas, y vincular a toda la sociedad en la reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro del país.

Estos son algunos de los anhelos que sobrevivientes del conflicto armado, organizaciones sociales, líderes y lideresas comunitarias, colectivos artísticos de mujeres y de jóvenes, investigadores, comunicadores alternativos, representantes de iniciativas territoriales y lugares por la memoria, e integrantes de pueblos étnicos y comunidades campesinas compartieron con el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) durante la Semana por la Memoria, que tuvo lugar entre el 5 y el 10 de diciembre de 2022.

Esa semana se realizaron varias conversaciones, juntanzas y presentaciones en las que se intercambiaron ideas, demandas y propuestas sobre los posibles caminos, acciones y políticas de la memoria histórica en el país, así como sobre el lugar que la sociedad civil e instituciones como el CNMH deberían jugar en la tarea colectiva de darles impulso, vuelo, trascendencia y horizontes a las memorias y verdades del conflicto armado colombiano.

El CNMH registró esas conversaciones y las sistematizó. De manera que, el pasado 9 de marzo de 2023, durante un encuentro celebrado en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, en Bogotá, se presentaron las conclusiones a las personas, colectivos y organizaciones que participaron de las juntanzas el pasado diciembre.

Las demandas, ideas y propuestas de los y las participantes de la Semana por la Memoria se sintetizan en diez puntos, que el CNMH reconoce como claves para dar continuidad a las juntanzas y encuentros con organizaciones sociales y de víctimas, procesos comunitarios, iniciativas de memoria, universidades y grupos de investigación en diversas regiones del país. Se espera avanzar hacia procesos amplios y participativos de memoria que se piensen y se gesten en este nuevo camino.

Diez propuestas de la sociedad civil para volver a iluminar la memoria histórica

 

1. Territorialización

La descentralización, regionalización y territorialización de los procesos del CNMH fue una de las principales conclusiones durante la Semana por la Memoria. Los y las participantes de las juntanzas pusieron sobre la mesa la necesidad de que la entidad cambie sus formas de relacionamiento con los territorios e implemente nuevas metodologías de despliegue territorial.

Atendiendo a esta demanda —explica María Gaitán, directora del CNMH—, «se ha iniciado la implementación de nuestra estrategia de territorialización, que incluye la creación de nueve equipos de trabajo territoriales y 21 equipos móviles que serán conformados por profesionales de los territorios». La intención, agrega Gaitán, es que «las memorias sean escuchadas y recogidas por quienes han luchado por ellas».

 

2. Memorias en plural y en diversidad

Otro de los sentires compartidos por las participantes tiene que ver con la necesidad de reconocer la pluralidad y la diversidad de las memorias del conflicto armado en Colombia. En ese sentido, reclaman que los futuros procesos de memoria histórica no pretendan oficializar un solo relato sobre lo ocurrido, sino que garanticen la pluralidad, la diversidad y la inclusión de «todas las memorias todas», tal como rezaba la consigna de la Semana por la Memoria de 2022.

 

3. Participación efectiva de las víctimas

Para garantizar que el relato producido sobre el conflicto armado, sus impactos, las prácticas de resistencia a la guerra, la apuestas por construir memoria y las iniciativas territoriales tengan una representación efectiva, incluyente y vinculante, los y las participantes de las juntanzas solicitaron modificar el consejo directivo del CNMH y asegurar que las víctimas y sus procesos organizativos tengan allí una participación paritaria con las entidades estatales del nivel central.

«Una genuina territorialización del CNMH también pasa por permitir que las víctimas tomen decisiones sobre el rumbo, funcionamiento y despliegue de la entidad», señala William Wilches Sánchez, director del Museo Caquetá.

 

4. Relacionamiento de la sociedad y el Centro Nacional de Memoria Histórica

La recuperación de la confianza de la sociedad en el CNMH es uno de los principales retos identificados por los y las participantes de la Semana por la Memoria, quienes señalan que la reconstrucción de este vínculo solo será posible si se cambian las formas de relacionamiento de la entidad con los procesos sociales, comunitarios y de víctimas vinculados con la memoria de las regiones y del país.

 

5. Diálogos territoriales para encontrarnos y articularnos efectivamente

Para renovar las formas de articulación entre la sociedad y el CNMH, se propone realizar una serie de diálogos territoriales que permitan el reconocimiento de narrativas, memorias plurales y prácticas diversas. Esta metodología, según los participantes, también aporta al cambio en el relacionamiento con las organizaciones de la sociedad civil y a la participación efectiva de las víctimas. Como recalca María Gaitán:

El proceso de escucha, las conversaciones y las juntanzas que iniciaron en diciembre se mantienen. Seguimos caminando por todas las regiones del país y los diálogos territoriales serán claves para continuar aprendiendo y recogiendo ideas para fortalecer los procesos de memoria histórica. La escucha y el diálogo son la columna vertebral de nuestras acciones.

 

6. Otras narrativas para contar lo que nos sucedió como país

Desde diferentes colectivos y organizaciones se instó al CNMH a que se reconozca que la narrativa sobre el conflicto armado, sus impactos, resistencias y estrategias de afrontamiento no solo pueden ser relatadas desde el lenguaje académico y escrito, sino que deben explorarse nuevas formas de narrar. En ese sentido, se hizo un llamado a promover las artes plásticas y gráficas, los lenguajes literarios, el teatro, la danza, la música, entre otras, como potenciales mecanismos narrativos y también como motores de la reconstrucción de las memorias y de su apropiación por parte de la sociedad.

 

7. Pedagogías de las memorias: territorializadas, participativas, interétnicas e intergeneracionales

Los y las participantes de la Semana por la Memoria coinciden en la necesidad de promover —junto con las comunidades, escuelas territoriales de pedagogías de la memoria y la paz que propicien el diálogo— la juntanza, los intercambios de saberes y los encuentros interétnicos e intergeneracionales alrededor de las memorias vivas.

Además, le proponen al CNMH acompañar, impulsar e implementar estrategias participativas para sistematizar experiencias pedagógicas relacionadas con las memorias de las víctimas, sus procesos de resistencia y sus apuestas de transformación social.

La memoria, dice María Gaitán, es un conjunto de procesos vivos que no se pueden patrimonializar ni burocratizar:

Con iniciativas como la de las escuelas territoriales, queremos dar fuerza a las iniciativas y lugares desde donde la gente lucha por la memoria, incluso antes de que existiera el CNMH. Los procesos que queremos acompañar no pueden terminar solo en la publicación de un informe, sino que deben ser de largo aliento e involucrar a las comunidades en la transformación sociocultural de sus regiones y del país.

 

8. El Museo de Memoria de Colombia como eje articulador de lugares de memoria

El Museo de Memoria de Colombia debe funcionar como un eje de articulación desde donde se contribuya al fortalecimiento y creación de lugares destinados a la conmemoración de lo ocurrido en distintas regiones del país. De acuerdo con los y las participantes de la Semana por la Memoria, estos espacios deben reconocer el horror y el dolor de la guerra sin perder de vista el reconocimiento a las prácticas de resistencia tejidas por las comunidades. También deben permitir que las violencias y los relatos construidos alrededor de su explicación sitúen a los responsables, incluso si se trata del Estado.

La directora del CNMH explica que el Museo de Memoria de Colombia «hace parte de un complejo de memoria histórica y esclarecimiento de la verdad y, como tal, debe ser un espacio que no solo visibilice, sino que potencie las iniciativas de memoria que se tejen en el país».

 

9. Archivos para la memoria: que la sociedad entera los conozca 

Otro punto clave para los y las participantes de la Semana por la Memoria está relacionado con la necesidad de avanzar en la implementación de una estrategia nacional y territorial para el fortalecimiento de las capacidades organizativas de los procesos, iniciativas, colectivos e instituciones que tienen relación con los archivos de las memorias del país. Esto permitirá que la sociedad conozca los archivos y las memorias que perviven allí.

De igual manera, se insta a las instituciones relacionadas a que se garantice la articulación entre los acervos documentales del CNMH y la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV). El legado de la CEV —señalaron los y las participantes— debe aportar elementos para que los procesos de investigación, las iniciativas de memoria y las estrategias relacionadas con la verdad, la memoria y la no repetición continúen con su labor.

 

10. Ruta colectiva para la conmemoración del 9 de Abril

Finalmente, se propone la construcción de una ruta colectiva y participativa para la conmemoración del 9 de Abril, conocido como el Día Nacional de las Víctimas del Conflicto Armado y día de conmemoración del magnicidio contra Jorge Eliécer Gaitán. En particular, se propone que se realicen actividades descentralizadas de Bogotá y se permita la participación de los territorios y sus procesos locales o regionales.

Por lo tanto, la sociedad colombiana —en particular las víctimas y sobrevivientes de la guerra— está expectante sobre el rumbo que puedan tomar las políticas, procesos e iniciativas de memoria en un momento crucial para Colombia, donde se intenta avanzar hacia la paz total. De manera que, durante el encuentro del pasado 9 de marzo, el mayor muisca, José Pereira, dijo que con estas propuestas se espera que «la memoria de la guerra circule en nuestro país como circulan los ciclos de la naturaleza: como circula el agua y el aire y que, circulando así, nos ilumine, como la luz de quienes ya no están, para avanzar, como sociedad, hacia un futuro en el que podamos compartir y existir como comunidad».


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El pueblo que sanó con telares

El pueblo que sanó con telares

El pueblo que sanó con telares

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

10 marzo 2023


El pueblo que sanó con telares

Los tejidos de Mampuján son tanto o más conocidos que los hechos que el conflicto dejó en esa zona de los Montes de María el 11 de marzo de 2000. Sus mujeres se dieron a la tarea de tejer un nuevo comienzo, una nueva historia. Y lo lograron a punta de agujas e hilos.

Puede que no haya un pueblo en Colombia tan conocido por el dolor como por el arte. Lo uno llevó a lo otro, porque no había más camino. O sí. Mampuján pudo haberse quedado sumido en la crónica de una tragedia, en sus recuerdos tristes, en el temor que provocaban los frutos de los árboles que caían sobre los techos de zinc y recordaban las balas, pero sus mujeres decidieron lo contrario.

Se sentaron en mecedoras, en sus terrazas, en sus salas, y comenzaron el proceso. «Treinta y tres mujeres empezamos a reunirnos para coser retazos geométricos en telares. Esta experiencia se convertiría en nuestra salvación». Lo contaron así en el relato que acompaña su espacio digital como participantes del 46° Salón Nacional de Artistas «Inaudito Magdalena», porque eso son ahora: artistas.

Fue Teresa Geiser, una psicóloga menonita, la que les enseñó a dar la puntada inicial. A partir de ahí, los metros de hilos y tela son incontables, así como las emociones decantadas en el acto de tejer. «Para nosotras el ejercicio de coser era (y sigue siendo) una terapia para recordar sin dolor y una forma de expresión pública para poder contar nuestras historias». A través de las representaciones de las telas, dicen, empezaron a revivir «nuestros conocimientos ancestrales, raíces, memorias y anhelos».

Los tapices cuentan su historia negra, que antecede a los tiempos adversos del conflicto, y muestran otro origen de sus resistencias: África como cuna del mundo, los barcos cargueros repletos de negros, su subasta, la llegada del pueblo cimarrón a la libertad; también historias de su territorio, la zona de montaña de los Montes de María y las violencias que han soportado: la reforma agraria, la erradicación de cultivos ilícitos, el desplazamiento, el secuestro, y un día que hay que mencionar con nombre propio, porque no se puede olvidar: Mampuján 11 de marzo de 2000. Día de llanto.

En este telar, de 200 x 140 centímetros, los retazos de tela sobre tela —técnica conocida como patchworkrelatan el asesinato de 12 lugareños de la vereda Las Brisas, ubicada en el corregimiento de San Cayetano, jurisdicción de San Juan Nepomuceno. Pero el horror había comenzado la noche anterior, en el vecino corregimiento de Mampuján, en María La Baja, hasta donde llegaron tres camiones con 60 paramilitares, comandados por alias Cadena, Diego Vecino y Úber Banquez, alias Juancho Dique, e hicieron correr a más de 245 familias. «Tuvimos que huir para vivir por muchos años hacinados y bajo la mirada juzgadora de una sociedad que nos tildaba de colaboradores de la guerrilla» (Mincultura, 2004).

Por lo que significa, por lo que cuenta, por ser un tejido de memoria colectiva, Mampuján 11 de marzo de 2000. Día de llanto llegó al Museo Nacional de Colombia. Es uno de los tres telares de la colección del museo y uno de los 18 que hay en total —se encuentran 15 en comodato— que rotan en el segundo piso como parte de la exhibición permanente, en la sala Memoria y Nación.

El antropólogo Luis Alberto Pulgarín, autor de un ensayo que se pregunta por el papel del arte y del tejido en los procesos de resignificación y perdón, y que fue incluido en Cuadernos de Curaduría, una publicación del Museo Nacional en 2020, explica lo siguiente: «esta pieza forma parte de la sección titulada “Guerra y memoria”. En este espacio, a través de la narración de los acontecimientos plasmada artísticamente en la tela (producto de las historias personales de mujeres víctimas de la violencia), se abre una ventana a la historia reciente de nuestro país y al debate de cómo queremos recordar y representar ese pasado bélico».

Esa ventana la propuso el Museo Nacional desde 2014, con la sala Memoria y Nación. Pulgarín valora el esfuerzo de este espacio museal por renovarse a partir de «introducir distintos aspectos que no están representados en el relato existente y, por otro [lado], actualizar las formas de narrar y exhibir el patrimonio conservado en dicha institución». Los museos, como entidades vivas y dinámicas, que se completan con la interacción de sus visitantes, están llamados a integrar nuevos relatos y miradas que pongan de relieve los contextos y relaciones de la sociedad a la que le habla.

Mampuján 11 de marzo de 2000. Día de llanto es una pieza que llegó allí por la violencia que no podemos ignorar. Es parte de la historia de Colombia y es el resultado de un ejercicio de memoria colectiva expresado y legitimado a través del arte popular. ¿Para qué un lienzo que lo narre si existe este telar?

 

En clave de mujer

En esos espacios que alguna vez pudieron parecer esquivos para técnicas como la del patchwork, y para mujeres como las de Mampuján, también se podría mencionar el Salón Nacional de Artistas, aunque este haya supuesto, históricamente, una sacudida de las placas que soportan el arte colombiano. Si el arte está para incomodar, todo honor le hace el Salón Nacional.

En su más reciente edición, titulada «Inaudito Magdalena», las Tejedoras de Mampuján llevaron la obra Naturaleza y Resistencia, compuesta por cuatro telares elaborados entre el 2006 y 2022. Fue diseñada en el mes de marzo del año 2016 por la lideresa y artista Juana Alicia Ruiz, y fue encargada por la maestría en Construcción de Paz y Conflicto Social de la Universidad de Cartagena, y el Espacio Regional de Construcción de Paz de los Montes de María.

La mujer es el elemento central de la obra. En ella orbitan realidades, como su capacidad de dar vida, de ser sostén, de trabajar la tierra y de parir la paz. Así lo explica su autora:

En esta obra se expresa la participación de la mujer (morada), tipifica a la mujer, ser humano afro, indígena, mestiza, mulata, blanca, campesina, rom, palenquera, raizal, intraurbana que pare la paz cada día, no solo con la labor de sus manos, pare la paz cuando da a luz hijos e hijas y los educa para la paz. La guerra se hereda, basta con que los niños nos vean actuando con violencia, pero la construcción de paz la enseña la mujer desde que tiene al bebé en el vientre y se sigue enseñando a resistir la violencia con el ejemplo, el amor y la justicia. También muestra la resiliencia de la mujer campesina colombiana montemariana y de cualquier parte del mundo. El fruto de la justicia es la paz, la tolerancia, la sabiduría, todo esto permitirá verdad, reparación y garantías de no repetición de los hechos violentos.

El dolor ya no es necesario explicitarlo solo en los tapices. Ha dado un paso al costado para que florezcan historias más alegres, que además aparecen sobre ropas, como vestidos y chaquetas. «Hemos llegado incluso a diseñar con Hernán Zajar», cuenta Ruiz, orgullosa del alcance de su trabajo.

A punta de agujas e hilos, Mampuján dejó de ser un nombre exclusivamente asociado al dolor y la crudeza del conflicto. Sus mujeres le regalaron otra oportunidad, otra existencia. Su nombre sonoro, que parece hablar de la fuerza de sus habitantes, de su empuje, hoy nos lleva a imaginar inmensos telares de colores que adornan museos y salas de cualquier casa. Su historia, que es la de todos y todas en este país, cuelga de las paredes para cumplir con una premisa insoslayable: que no se repita.

 

Otros lugares para encontrarse

La vereda Las Brisas ha encontrado otras formas de recordar y encontrarse, además de los telares. Su Quiosco de la Memoria, inaugurado el 28 de octubre de 2013, está sostenido por 12 columnas que representan a los 12 hombres asesinados en la masacre del 11 de marzo de 2000, quienes levantan el techo de palma amarga.

Es un espacio abierto que invita al encuentro y a la reunión, como resume su espíritu una de las publicaciones de la Red Colombiana de Lugares de Memoria, de 2019: «La violencia rompió el tejido social construido por décadas, por eso este espacio cuenta nuestras memorias para hacer historia desde la perspectiva de los sobrevivientes y resistencia a lo que buscaron arrebatarnos: la tertulia y la vida en comunidad».

Pero el Quiosco de la Memoria no será el único espacio de congregación de la comunidad, pues se espera que pronto abra las puertas el Museo de Arte y Memoria de Mampuján, «un sueño colectivo que ya está a punto de inaugurarse», como señala Juana Alicia Ruiz, quien tendrá otro lugar para abrir sus telares y exponer su historia de reconciliación y reparación. Hay mucha más tela para cortar… y contar.

 

Referencias

Ministerio de Cultura. (2004). 46 Salón Nacional de Artistas. Inaudito Magdalena. Tejedoras de Mampuján. https://bit.ly/3JcnTQK

Pulgarín, L. A. (2020). El tapiz de Mampuján y sus tejedoras: el Museo Nacional de Colombia como espacio para narrativas del conflicto armado. Cuadernos de Curaduría, 16, 119-137. https://bit.ly/3ZWVjJT

Red Colombiana de Lugares de Memoria. (2019). Red Colombiana de Lugares de Memoria. Un tejido social para la verdad, la resistencia y la convivencia pacífica. ACDI/VOCA y USAID. https://pdf.usaid.gov/pdf_docs/PA00XRHV.pdf.


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El M-19 y la paz como paradigma del cambio y la construcción de la democracia

El M-19 y la paz como paradigma del cambio y la construcción de la democracia

El M-19 y la paz como paradigma del cambio y la construcción de la democracia

Autor

CNMH

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Publicado

9 marzo 2023


El M-19 y la paz como paradigma del cambio y la construcción de la democracia

Se cumplen 33 años del primer acuerdo firmado entre una guerrilla y el Estado colombiano. El pacto con el Movimiento 19 de Abril fue decisivo en la ejecución de la mayor reforma política que vivió el país en el siglo XX: la Constitución de 1991

A principios de la década de 1990 se llevaron a cabo varios procesos y acuerdos de paz que permitieron la desmovilización y reincorporación de cerca de cinco mil guerrilleros a la vida política y social del país. Con ello, abrieron la puerta a varias transformaciones que facilitaron un escenario de democratización en Colombia.

El primer grupo guerrillero que negoció y firmó un acuerdo de paz con el Estado colombiano fue el Movimiento 19 de Abril (M-19). La firma tuvo lugar el nueve de marzo de 1990, en Caloto, Cauca, y fue decisiva en el devenir político del país.

En el libro «De la insurgencia a la democracia» (2009), Otty Patiño, Vera Grabe —excomandantes del M-19— y Mauricio García-Durán —investigador de los procesos de paz en Colombia— explican que la negociación con esta guerrilla no solo abrió paso para que otros siete movimientos insurgentes «emprendieran negociaciones de paz que terminaron en su transformación de actores armados en actores políticos legales», sino que también fue decisiva «en la ejecución de la mayor reforma política que vivió el país en el siglo XX: la Constitución de 1991» (2009, p. 44).

Después de los hechos del Palacio de Justicia —cuentan Patiño y Grabe—, el M-19 percibió que, en un país hastiado de la violencia y el miedo, la apuesta por la paz y la democracia era la opción más revolucionaria de todas.

«Fuimos la primera organización insurgente que descubrió que la paz podía ser un elemento transformador porque, durante los últimos 50 años, la violencia en Colombia se había ligado con el poder y se ejercía para mantenerlo, conseguirlo o ejercerlo. La clase dirigente colombiana supo que mantener esa violencia podía ser la mejor manera de impedir las transformaciones sociales y políticas que necesitaba el país. En ese contexto, el M-19 se da cuenta de que la paz es una gran posibilidad para abrirles espacio a esos cambios», relatan Patiño y Grabe en sus memorias (Patiño, Grabe y García-Durán, 2009, p. 72).

La iniciativa de paz que el M-19 le propuso al gobierno del entonces presidente Virgilio Barco contenía lo que Carlos Pizarro, comandante de esa guerrilla, llamó «las tres grandes rectificaciones». La primera proponía una nueva Constitución que se convirtiera en un tratado de paz; la segunda trazaba un plan de desarrollo económico que condujera a la justicia social, y la tercera se refería a una «filosofía de convivencia, unidad nacional y soberanía que orientara la definición de una política única para las armas de la República y que se concretara en el manejo democrático del orden público» (Patiño, Grabe y García-Durán, 2009, p. 75).

Otra línea clave de esta negociación fue la del «nuevo entendimiento y reconciliación», a través de la cual el M-19 quiso motivar a otros movimientos armados a sumarse al proceso. A mediados de 1990, el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Movimiento Quintín Lame (MQL) decidieron recorrer la senda de diálogo por la que avanzaba el M-19. Un año más tarde, en 1991, estos grupos también llegaron a un pacto con el Estado.

Fue justamente este contenido político y sustantivo de las agendas de negociación lo que hizo histórico el acuerdo firmado por el M-19. Por primera vez en la historia del país se entendía un proceso de paz como una posibilidad para atender las causas estructurantes de la guerra y no como un estricto proceso de desarme, desmovilización o amnistía de un grupo armado.

Vera Grabe indica que el proceso con el M-19 significó «un cambio de paradigma dentro de la revolución y los procesos de paz en Colombia», ya que el M-19 supo leer cada momento histórico y entendió que «ser revolucionario significa también estar dispuesto a cambiar, a aventurarse en terrenos desconocidos, abandonar los propios esquemas y repensarse en otras lógicas no excluyentes y no-violentas» (Patiño, Grabe y García-Durán, 2009, p. 91).

 

Referencia:

Patiño, O. Grabe, V. y García-Durán, M. (2009). El camino del M-19 de la lucha armada a la democracia: una búsqueda de cómo hacer política en sintonía con el país. En M. García-Durán. De la insurgencia a la democracia (pp. 43-106). Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep).


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Comunicados

Comunicado

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

8 marzo 2023


Comunicado del Centro Nacional de Memoria Histórica

El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) es un establecimiento público del orden nacional, adscrito al Departamento Administrativo de la Prosperidad Social, creado en virtud de la Ley 1448 de 2011, para dar cumplimiento al propósito de preservar la memoria histórica, contribuir al derecho a la verdad y a la reparación simbólica de las víctimas. El CNMH tiene como objeto la recepción, recuperación, conservación, compilación y análisis de todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio relativo a las violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado interno. Esta misión se realiza a través de investigaciones, actividades museísticas, archivísticas, pedagógicas, fortalecimiento de procesos de construcción de memoria histórica y aportes a la verdad encaminados a la transformación cultural

En cuanto a la proposición presentada por el CNMH al proyecto de ley del Plan Nacional de Desarrollo, su sentido responde al mandato legal atribuido a esta entidad en materia de fortalecimiento de memoria histórica y esclarecimiento de la verdad. Esta proposición se ajustó a la luz de los aportes de las organizaciones que participaron en la reunión del pasado 3 de marzo, convocada por el equipo de la Unidad de Trabajo Legislativa (UTL) del senador Iván Cepeda. El CNMH continúa en disposición de escucha para construir conjuntamente el Sistema Nacional de Memoria y Verdad que fortalezca las expresiones plurales de memoria histórica y dignifique a las víctimas.  

Frente al contenido de la proposición entregada, el CNMH comparte las siguientes consideraciones:

  • La proposición refiere la creación del Sistema Nacional de Memoria y Verdad y abre la puerta para que, a través de un proceso democrático, abierto, participativo e incluyente, en el marco del proyecto de Ley de Memoria y Verdad, se establezcan las entidades, se determinen sus funciones y se regule el funcionamiento y puesta en marcha del sistema que debe incluir, entre otros aspectos, la articulación interinstitucional y del Gobierno con las organizaciones de víctimas, defensoras de derechos humanos y la sociedad en general.
  • Es importante precisar que, cuando la proposición establece que el CNMH orientará la formulación e implementación de la Política de Memoria y Verdad, no se le atribuye una función de coordinación del Sistema Nacional de Memoria y Verdad. Debido a que es el CNMH la entidad estatal creada para el fortalecimiento de la memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad, tiene la labor de dinamizar técnica y misionalmente la construcción participativa de la mencionada política.

    De conformidad con el artículo 5 del Decreto 4803 de 2011, algunas de las funciones del CNMH son:

4.  Servir como plataforma de apoyo, gestión, intercambio y difusión de iniciativas locales, regionales y nacionales en los temas de memoria histórica, promoviendo la participación de las víctimas, con enfoque diferencial.

5. Oficiar como espacio de apoyo a las entidades públicas y privadas en el marco de las iniciativas ciudadanas en temas de memoria histórica.

7. Proveer insumos, en el marco de sus competencias, a las entidades encargadas de adelantar procesos de reparación que impulsa el Estado y de formulación de las políticas públicas en la materia.

  • En consideración de lo expuesto, resulta pertinente que la Política de Memoria y Verdad que se formule tenga en cuenta las valiosas experiencias, prácticas, saberes y conocimientos de las víctimas y organizaciones sociales, así como la experiencia del CNMH y demás entidades estatales que participen en los procesos de construcción de memoria histórica y de aportes al esclarecimiento de la verdad. Esto significa incluir activamente la participación de todas las voces, instancias y organizaciones implicadas en fijar el horizonte y darle contenido a la mencionada política pública.
  • Los procesos investigativos, el acompañamiento e impulso a sitios, lugares e iniciativas de memoria histórica, los procesos de aportes a la verdad, actividades museísticas, sumado al registro y el fortalecimiento de archivos de derechos humanos conforman un complejo de memoria histórica y esclarecimiento de la verdad. Esto presupone una articulación orgánica en torno al Museo de la Memoria como espacio de reciprocidad y trabajo colaborativo que pone en diálogo, hace visibles y activa los procesos de memoria histórica y esclarecimiento de la verdad construidos en los territorios. El CNMH, en su quehacer misional, analiza y toma en cuenta contribuciones y recomendaciones aportadas por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición.

Bajo estas consideraciones, el CNMH manifiesta su disposición de continuar con el diálogo y la construcción conjunta, llamando a todas las voces y memorias a sumarse al proceso de formulación de la Ley de Memoria y Verdad. Es fundamental seguir escuchando experiencias locales, nacionales e internacionales, así como diversas experticias y perspectivas académicas, sociales y comunitarias, con el propósito de aprovechar históricamente el escenario de cambio que atraviesa el país para fortalecer social e institucionalmente la memoria histórica, encaminada a la transformación cultural de la sociedad y a la dignificación de las víctimas.


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Este 8 de marzo las mujeres nos afirmamos como defensoras de la vida y la dignidad

Este 8 de marzo las mujeres nos afirmamos como defensoras de la vida y la dignidad

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

8 marzo 2023


Este 8 de marzo las mujeres nos afirmamos como defensoras de la vida y la dignidad

Hoy, 8 de marzo de 2023, desde el Centro Nacional de Memoria Histórica, conmemoramos todas las veces que nos juntamos para exigir la paz y aquellas en las que, en medio de las crisis humanitarias más difíciles, decidimos abrazar y cuidar de otros. Lo hacemos cantando, contando, tejiendo… Lo hacemos con voces y nombres de mujer.

Hemos sostenido el país desde Bahía Portete, en el municipio de Uribia, en la península de La Guajira, hasta los resguardos Okaina, Bora, Muinane y Huitoto Muneca del Amazonas. Desde las costas del Urabá y el Pacífico hasta los llanos de Arauca y el estremecido Catatumbo. Lo hemos hecho de todas las formas posibles y lo seguiremos haciendo, así esta sea una guerra que no hayamos conocido en primera persona.

Luisa Fernanda Ortega aún no había nacido para los días de febrero de 2000 en los que, durante una semana, 450 paramilitares asesinaron a 60 personas en El Salado, corregimiento de Carmen de Bolívar. «Yo soy salaera, mis raíces son salareas. No viví el tiempo de violencia, no fui desplazada directamente, mi familia sí. A raíz de eso crece el interés por saber quién soy, de dónde vengo, y eso que permanece conmigo».

Sí que permanece con ella su pueblo. Tanto, que creó, junto con otras amigas, un colectivo de comunicaciones que se llama Coco-Salado: «Desde ahí trabajamos con todo el tema de reconstrucción de memoria, y lo hacemos porque El Salado merece cosas bonitas y merece ser contado desde otra perspectiva». Una serie de pódcast que lleva el mismo nombre del colectivo narra su corregimiento sin la mirada compasiva que dan quienes lo ven desde afuera y reivindica su cotidianidad como respuesta a la violencia. Sí, vivieron la crudeza de la guerra, pero no es eso lo que los define. Luisa Fernanda, de 22 años, estudiante de Derecho, lo recuerda cada vez que puede. De eso se trata: «una reconciliación no únicamente interpersonal, sino con los territorios, una reparación simbólica con los territorios, y por y para las mujeres también».

Luisa, que ya es toda una lideresa, habla así de claro: «que las mujeres por sus territorios trabajen por la defensa de los derechos humanos y por mantener uno de los pilares para evitar el conflicto, que es precisamente la no repetición. Creo que es la clara expresión de cuánto aportan para esa paz total, para esa paz social».

Luz Amparo Mejía lleva 24 años «insistiendo, persistiendo y nunca desistiendo en la búsqueda de nuestros seres queridos». Desde antes de que Luisa Fernanda naciera, Luz Amparo ya pertenecía a las Madres de la Candelaria de la Línea Fundadora. Este grupo de mujeres de Medellín ha buscado a sus hijos, hermanos, esposos…y lo siguen haciendo en cementerios, fosas comunes o en rastros de mapas que no conocían. «Hemos encontrado —en la construcción de memoria, desde las voces de las mujeres, desde diversas expresiones: tejiendo, escribiendo, cantando— una forma de resistir, pero también de no olvido, para que las nuevas generaciones no olviden».

Luisa tiene 22 años de edad, y Luz Amparo lleva más que eso buscando a su familiar. Luz Amparo vive entre las montañas del Valle de Aburrá, en Antioquia, y Luisa en la baja montaña montemariana. Luz Amparo teje, escribe, canta, busca incansablemente. Luisa graba voces y las reproduce a través de un parlante que lleva un burro con el que recorre El Salado: el Burrófono.

La paz tiene su nombre y los nombres de mujeres que desafían lo establecido por la guerra y los roles de poder, para hacer de su género toda una fuerza. La paz sin la voz de las mujeres no está completa —dice Luz Amparo—, así que la paz total tiene voces y nombres de mujeres.

Cuando alzamos la voz

A pesar de la persistencia de la guerra y, en medio de ella, las mujeres nos afirmamos, una y otra vez, como defensoras de la vida, la paz, la dignidad y la memoria. La guerra nos ha golpeado de maneras desproporcionadas, pero no logró arrebatarnos nuestra capacidad para movilizarnos, organizarnos, buscar a los y las desaparecidas, defender la memoria de nuestros territorios, denunciar lo intolerable y cuidar de los demás.

Los ejercicios de memoria histórica, así como las iniciativas de búsqueda de la verdad gestados e impulsados por mujeres en todo el país, nos han permitido conocer que el control de nuestras vidas y cuerpos ha sido crucial en la persistencia de la guerra: buscan despojar tierras, desplazar comunidades, vengarse de los enemigos o controlar territorios. Nos han violentado de todas las formas posibles.

Por nuestros activismos políticos, por nuestros liderazgos sociales y ambientales —y por ser el corazón de nuestras comunidades—, hemos sido puestas en la mira de las armas de distintos grupos y actores violentos. Estas agresiones hacen parte de un continuo de violencias y exclusiones patriarcales que afrontamos a lo largo de nuestras vidas y que, en el conflicto armado, se exacerban. Por eso, al movilizarnos contra la guerra, también nos movilizamos en contra de uno de sus grandes núcleos, causas y motores: el patriarcado.

Hoy, 8 de marzo de 2023, conmemoramos todas las veces que nos juntamos para exigir la paz y aquellas en las que, en medio de las crisis humanitarias más difíciles, decidimos abrazar y cuidar de otros. Hoy recordamos las veces que alzamos la voz y protestamos, pero también las veces que permanecimos en nuestras casas y nos acompañamos en silencio. Traemos a la memoria las veces que nos organizamos para denunciar, pero también para arrullamos, sanarnos mutua y amorosamente, y tejer los lazos de nuestras comunidades rotas.

Hoy, 8 de marzo, conmemoramos las veces que nos hicimos lideresas y que nos mantuvimos en pie para exigir la garantía de los derechos humanos y del buen vivir en nuestros territorios. Hoy exaltamos nuestra lucha por las memorias de la guerra y todas las veces que, frente a las políticas del silencio y el olvido, hemos narrado, cantando, tejido, gritado, escrito y defendido nuestras verdades.

Hoy sabemos que la sociedad colombiana no se desmoronó completamente porque las mujeres estuvimos allí para sostenerla.


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¿Cambiamos el final de nuestra historia?: la pregunta del mural de la Universidad Pedagógica que invita a la paz

¿Cambiamos el final de nuestra historia?: la pregunta del mural de la Universidad Pedagógica que invita a la paz

¿Cambiamos el final de nuestra historia?: la pregunta del mural de la Universidad Pedagógica que invita a la paz

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CNMH

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Publicado

8 marzo 2023


¿Cambiamos el final de nuestra historia?: la pregunta del mural de la Universidad Pedagógica que invita a la paz

Mide 300 metros cuadrados, hace protagonista a la mujer y cuestiona las 6402 ejecuciones extrajudiciales contadas oficialmente, entre otros llamados; así es la obra que crearon seis estudiantes y egresados de esta institución. Para la directora del Centro Nacional de Memoria Histórica es conmovedora y representa «una acción adicional a todas esas resistencias que venimos librando desde hace ya cuatro generaciones».

Hay un nuevo mural en la calle 72 con carrera 13, en la localidad de Chapinero, en Bogotá. Es uno más entre otros tantos murales que rodean ese sector de la capital. Hay murales que recuerdan a estudiantes desaparecidos, como Eduardo Loffner, que piden educación gratuita o que solo gritan un verbo: amar. Hay murales en casi todas esas calles, pero el nuevo de la esquina de la calle 72 con 13 tiene un poder contra el olvido que quisieran otros.

En casi 300 metros cuadrados, una pregunta interroga a todas las personas que pasan por esa pared de la Universidad Pedagógica Nacional: «¿Cambiamos el final de nuestra historia?». Ese cuestionamiento es también el nombre del nuevo mural, que surge —como su pregunta— en un momento único para el país, en el que existe un esfuerzo enorme por esclarecer la verdad y hacerle preguntas al pasado para no repetir esos errores en el presente. Entonces, ¿cambiamos el final de nuestra historia?

Tan poderosa como la invitación es la colectiva detrás de pensar y pintar los 11 metros de alto y 22 de ancho que ahora ocupan esa esquina. Los Lentes Morados del feminismo le impregnan una narrativa de acento femenino al embate del conflicto armado y hace de la mujer su centro. Es una joven feminista —con pañuelo morado, como guiño— la que se hace la pregunta y es la mujer la que reclama no ser botín de guerra.

«Queremos mandarle un mensaje a la sociedad, decirles que los espacios reservados históricamente por los hombres ahora son ocupados por mujeres», dice con ahínco Tatiana Espitia, una de las artistas detrás de esta obra. Junto a ella está Leidy Bastos, Wendy Gil, Natalia Poveda, Angie Padilla y Anderson Cano, el único hombre del grupo, quien agrega: «este mural solo se puede hacer en un ejercicio colectivo. Es la fuerza de nosotros y nosotras».

Esta muestra artística refleja la fuerza de lo que la comunidad universitaria está dispuesta a hacer por la paz, los acuerdos de paz o las recomendaciones de la Comisión de la Verdad. Consolida una visión crítica del mundo porque es una forma de conocer. Es la expresión del compromiso creativo que se complementa con el pedagógico y habla en el espacio público porque es el hábitat natural de su mensaje. «No se les olvide, compañeros y compañeras, que las calles son nuestras. No permitamos que un gobierno nos desmovilice», recordó Espitia en el acto de develación, la mañana del viernes 3 de marzo, cuando se reunió a la comunidad de la Pedagógica, a funcionarios públicos que representan las entidades que trabajan por la memoria y la paz, a líderes y lideresas, y a uno que otro transeúnte que no pudo ser indiferente al mural.

 

El mensaje de la universidad pública

 

«Este símbolo, este mural, este mensaje que los estudiantes y egresados nos están entregando quiere ser la nueva cara de la universidad pública del país. Nosotros trabajamos por la paz». Con estas palabras, el rector de la Universidad Pedagógica, Alejandro Álvarez, dio apertura a la jornada de develación de la obra, a lo que agregó: «con esto estamos diciéndole a la sociedad, al Estado, que nos abrace, nos rodee, nos reconozca de otra manera. Queremos quitarnos el estigma de la violencia en la universidad pública».

Este llamado se hace necesario para jóvenes como Santiago Márquez, estudiante de Biología en esa institución y quien estuvo detenido en una cárcel durante 13 meses, luego de haber sido capturado en las protestas del estallido social de 2021. Santiago, hoy gestor de paz, compartió en el conversatorio, posterior a la develación del mural, con María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH); José Antequera, director del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, y Patricia Linares, expresidenta de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

Desde el escenario leyó un texto profundamente emotivo, cargado de preguntas, como las del mural, que invitan a pensar la paz desde el acto más ínfimo. «Se pueden hacer cosas tan potentes como cambiar el final de nuestra historia. Nos necesitamos para aprender lo que es amar». Santiago dice que amar también es cuando se cae uno de los almuerzos en una jornada de la pintada, y que Natalia cede el suyo a quien le falte: «¿Es la paz posible sin esos gestos?», agrega.

¿Cambiamos el final de nuestra historia?

Una universidad acompañada

El rector Álvarez, antes de finalizar el acto, recordó la importancia de la institucionalidad de la memoria y la paz para la universidad. «Queremos estar cerca de las entidades y que las entidades estén cercanas a nosotros». Se refería al Centro Nacional de Memoria Histórica, al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, y a la Jurisdicción Especial para la Paz. Todas arroparon el mural y su significado.

«Me siento muy emocionada y, sobre todo, honrada de estar aquí compartiendo este momento no solamente conmovedor, sino importante, como una acción adicional a todas esas resistencias que venimos librando desde hace ya cuatro generaciones», sostuvo María Gaitán, quien agregó que el CNMH trabaja para todos y todas, y ha propuesto borrar la barrera cronológica que se ha impuesto desde algunos marcos legales y normativos para «llegar hasta donde sea necesario», porque «somos la memoria del olvido y todas las memorias todas».


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El anhelo de la paz sigue vigente: 32 años después de la desmovilización del EPL

El anhelo de la paz sigue vigente: 32 años después de la desmovilización del EPL

El anhelo de la paz sigue vigente: 32 años después de la desmovilización del EPL

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CNMH

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Publicado

4 marzo 2023


El anhelo de la paz sigue vigente: 32 años después de la desmovilización del EPL

 En tiempos de la Paz Total como política de Estado, el compromiso de los antiguos militantes de esta guerrilla sigue siendo la justicia social. Ellos reiteraron la relevancia de que la paz sea el derrotero de los nuevos tiempos de Colombia.

“La paz tiene todo a lo que un revolucionario puede aspirar”. El exsenador Luis Carlos Avellaneda saludó así a sus compañeros de luchas y resistencias que lo rodeaban esa tarde del 1 de marzo, en el centro de Bogotá, en la sede de la Fundación Cultura Democrática. Continuó: “no se puede conseguir paz sin democracia, sin Estado social de derecho, sin libertades individuales. La paz siempre es esquiva”.

Fue un 1 de marzo, 32 años atrás, que la paz resonó más que nunca. Ese viernes de 1991, el Ejército Popular de Liberación -EPL- dejó sus armas y le apostó a la paz.

Ese ha sido el objetivo de organizaciones como el EPL, como recuerda Hernando Herrera, quien hizo parte del proceso de dejación de armas de esta guerrilla en el Eje Cafetero. “Al interior de las organizaciones siempre se planteó la lucha por la paz y siempre, a pesar de nuestro accionar político militar, las organizaciones teníamos como finalidad llegar a un proceso de paz”.

 Precisamente sobre la importancia de los acuerdos y la construcción de paz giró la conmemoración de los 32 años de la desmovilización del EPL, la guerrilla más grande que dejó las armas antes de las FARC. Los invitados y las invitadas, entre los que estuvo la senadora Clara López, reiteraron la relevancia de que la paz sea el derrotero de los nuevos tiempos de Colombia y todo lo que esta significa: educación, acceso a la salud para todos y todas, justicia social.

Porque, aunque las armas quedaron a un lado, los compañeros y compañeras “nunca nos hemos desmovilizado”, como apunta Herrera. “Yo siempre digo que hemos estado movilizados en el trabajo social, comunitario. Nuestra dirigencia siempre ha estado en las dinámicas campesinas, reivindicación de la actividad agropecuaria, actividad estudiantil, juvenil. Esa dinámica nos ha permitido estar activos en las organizaciones políticas”.

 

 

En el encuentro conmemorativo se recordó cómo Óscar William Calvo, del EPL, fue quien planteó la Asamblea Nacional Constituyente. “Ese es un elemento de coyuntura política que define cuál va a ser el proyecto político para el cambio en nuestra sociedad”, precisa Herrera. La Asamblea, agrega, se enmarca en esa dinámica y el hecho de la dejación de armas tenía ese propósito.

Pese a los difíciles momentos que vivieron los partidos alternativos y de izquierdas -entre la década del 80 y comienzos de los 90-, como el asesinato de Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo Ossa y Jaime Pardo Leal, entre otros, estos se mantuvieron firmes en su intento por la paz. “En ese momento tan complicado, [Antonio] Navarro toma la decisión de decir: ‘no vamos a devolvernos a la lucha armada’, y se asume la dinámica del proyecto político, con todos sus inconvenientes, porque era un salto al vacío”. Herrera cuenta que venían de recordar la historia de Guadalupe Salcedo y lo que había pasado con otros movimientos. “Era enfrentarnos a un mundo desconocido”, rememora, quien, sentado en una sala con sus compañeros y compañeras, algunos conectados remotamente vía streaming desde Tolima, Atlántico, Risaralda, Urabá, Ecuador, Venezuela y otra decena de regiones y departamentos colombianos, reconoce que todo valió la pena.

EPL acuerdos paz - A Correa

El cierre de la guerra

Los 32 años de la dejación de armas del EPL se conmemoran en un momento crucial para Colombia. Este acto de desmovilización y de aporte a la paz se recuerda en medio de los diálogos que adelanta el Gobierno con el ELN en el exterior, en un esfuerzo máximo por alcanzar la Paz Total, que ya es una política de Estado.

El compromiso de dejar la lucha armada del EPL “hoy reviste un sentido muy especial”, como lo afirma Álvaro Villarraga, uno de los líderes de esa organización y actual director para la Construcción de la Memoria Histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica. Villarraga señala varios factores que le dan un relieve único a las tres décadas de dejación de armas de esta guerrilla: “primero, porque estamos en un período donde efectivamente hay todas las oportunidades para que se cierre definitivamente la guerra. Queda el último acuerdo de paz con el ELN, otros grupos residuales y diversos, y estaríamos ya en un cuatrienio donde todos los aportes de los anteriores procesos se condensan en la actual coyuntura”.

En segundo lugar, el director resalta que el EPL, el M-19, las FARC y amplios movimientos ciudadanos y sociales exigen hoy la paz, y esto es una “posibilidad no solo de ganar espacios para la paz, sino de tener un Gobierno y un programa con centralidad en la paz”. El tercer factor enfatiza la importancia de que el país conozca y constate que van tres décadas de construcción de paz en muchos territorios, “de cara a muchos movimientos sociales, muchos ejercicios de derechos humanos, de justicia transicional y de memoria histórica. Hay muchas vertientes en todo esto, y el aporte del EPL concurre y suma en ese legado que debe reconocer el país con actualidad”, dice Álvaro Villarraga.


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Víctimas construyen colaborativamente la nueva hoja de ruta del Centro Nacional de Memoria Histórica

Víctimas construyen colaborativamente la nueva hoja de ruta del Centro Nacional de Memoria Histórica

Un grupo de viudas, abogados y familiares víctimas del genocidios de UP, luego de escuchar el fallo de CIDH.

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

2 marzo 2023


Víctimas construyen colaborativamente la nueva hoja de ruta del Centro Nacional de Memoria Histórica

  • Este 9 de marzo de 2023, colectivos y organizaciones de víctimas han sido convocadas a un nuevo acto de construcción de confianza con el Centro Nacional de Memoria Histórica.
  • Colombia regresa a la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia.

Como un avance trascendental en el proceso de reconstrucción de confianza por parte de las víctimas del conflicto y de las organizaciones que las representan, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) llevará a cabo, este jueves 9 de marzo, el primer encuentro público del año en el Fondo de Cultura Económica, en Bogotá.

Organizaciones sociales y de derechos humanos, convocadas por el CNMH, han sido invitadas al evento denominado Todas las memorias todas. La directora del CNMH, María Gaitán Valencia, presentará la construcción del nuevo enfoque de memoria en el que las organizaciones serán escuchadas y nunca más olvidadas. «Las víctimas del conflicto armado, históricamente ignoradas e invisibilizadas, están en el centro de la gestión de la entidad», expresó la directora.

También se anunciará oficialmente la reintegración del CNMH a la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia y a la Red de Sitios de Memoria, Latinoamericanos y Caribeños (RESLAC), después de tres años de aislamiento por la política de negación del conflicto armado de la anterior administración.

Este escenario servirá para que colectivos y organizaciones sociales, que luchan por visibilizar las violaciones de los derechos humanos, las violencias y los impactos del conflicto armado, sean reconocidas y sus voces escuchadas.

Los ejes principales de la nueva ruta construida colaborativamente están enmarcados en los conceptos de memorias vinculantes, memoria para la justicia, territorialización y la participación efectiva.


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