Enseñar a dar muerte y desmembrar el cuerpo de una persona, es un acto escalofriante y frío. Saber que en Colombia existieron, o existen, “Escuelas de la muerte”, creadas por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) para formar a sus integrantes en el exterminio al enemigo, produce tristeza y repulsión. Ir a Buenaventura y descubrir las “Casas de pique”, donde se forjan jóvenes expertos en la desaparición del “enemigo”; encontrar en las minas antipersonal la respuesta directa por parte de las Farc a la inmovilización del “adversario”, sin importar las consecuencias; o ver en Soacha la mirada de unas madres que no entienden quién les “enseñó” a los soldaos y comandantes hacer pasar a sus hijos como falsos guerrilleros, matarlos y luego cobrar una recompensa.
El pasado miércoles 23 de septiembre, en una charla sobre “Educando desde-para-sobre la paz”, María Emma Wills, asesora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), apasionada, hablaba sobre el silencio que nos ha carcomido como sociedad, de la falta de crítica ante los hechos que nos han acosado durante varias décadas de conflicto armado. “Nos dejamos arrastrar hacia los infiernos de la guerra y actuamos como seres pasivos e indiferentes. Nos dejamos llevar por las memorias falsificadoras que son absolutamente perversas, esas que dicen que no, que acá no ha pasado nada, que acá no fue tan grave, que 50 años de conflicto y 220 mil muertos no es tan grave. Esas memorias desconocen la capacidad de sevicia, de deshumanización que produjo la guerra”.
Según la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas del Conflicto Armado, más de siete millones de colombianos han sido afectados por el conflicto armado, casi la totalidad de la población que habita en Bogotá. “Tenemos que humanizarnos, humanizar al otro, a los combatientes, a quienes participaron oculta o abiertamente de la guerra. La mayoría de los colombianos indirecta o directamente, por indiferencia o por acción, hemos participado y hemos colaborado a que esta guerra se prolongue. Todos estamos de alguna manera involucrados. Humanizar al excombatiente de las Farc, a los combatientes, humanizar a nuestra Fuerza Pública, a los afectados por minas antipersonal”, dijo Maria Emma Wills.
“Ella habló sobre la “Caja de herramientas: Un viaje por la memoria histórica. Aprender la paz y desaprender la guerra”, un instrumento pedagógico creado y consolidado entre el Centro Nacional de Memoria Histórica y el Ministerio de Educación Nacional y apoyada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), buscareconocer al sector educativo como un vehículo fundamental en la construcción de ciudadanía y consciente de las afectaciones del conflicto armado”.
La escuela, vista en todas sus facetas, puede alimentar el conflicto armado al apostarle al silencio sobre los hechos que han ocurrido, ocultando diferentes verdades e imponiendo una sola.
“Hay dos memorias que son engranajes de la guerra, las memorias vengativas, esas tienen que ver básicamente con vernos entre buenos y malos, que la violencia está inscrita en el ADN de los colombianos. Esas memorias vengativas estigmatizan, están basadas en estereotipos, en grandes esquemas mentales. Para unos el Estado es malísimo y para los otros básicamente hay unos combatientes salvajes que no han aportado nada al desarrollo del país. Y están las memorias falsificadoras que niegan y desconocen todo lo que ha pasado”, explicó María Emma.
Justamente a todo lo contrario es a lo que le apunta la Caja de Herramientas: habla sobre la memoria que va en contravía de esos estereotipos, busca matices y el reconocimiento del otro y genera reflexión y debate público en las diferentes prácticas pedagógicas.
Pero, cómo contribuir a generar esa ciudadanía democrática en el aula escolar si en Colombia, según el Ministerio de Educación, a la fecha el país tiene una tasa de cobertura en el nivel educativo de bachillerato cercano al 47%. Actualmente, cerca de un 70% de los municipios cuenta con oferta de educación superior. Entonces qué pasa con el 30% restante, con eso jóvenes que están en peligro de hacer parte de un grupo armado.
Y aquí surgen también otras preguntas: ¿Cantidad es igual a calidad?, si la deserción educativa es elevada; según el Ministerio de Educación a 2013, del 100% de estudiantes que iniciaban su actividad educativa en zonas rurales, solo el 48% las culminaba.
Y es que la educación en Colombia debe reconocer que los estudiantes llegan con proyectos de vida, con dilemas, con preguntas, con saberes, y que finalmente el modelo educativo se tiene que transformar. Los maestros deben dejar a un lado el modelo de enseñanza donde solo ellos tienen la verdad y el estudiante es una caja vacía que debe absorber conocimiento, porque eso pasa con la guerra y “la gran pelea en este momento alrededor de la memoria histórica es que los actores del conflicto, todos, están convencidos que cada uno tiene su verdad verdadera y que ese actor se la va imponer a la sociedad. Mi verdad verdadera es la verdad del país”, afirmó María Emma Wills, al referirse a la transformación de la escuela, que se debe dotar de crítica, solidaridad y comprensión a los jóvenes.
Una persona que está llena de dilemas —por ejemplo en Buenaventura— que vive una cotidianidad llena de complejidades [Ver informe: Buenaventura, un puerto sin comunidad], sin encontrar un espacio dónde reflexionar sobre lo conveniente o inconveniente de armarse, ¿dónde pueden medir los efectos de sus decisiones?, ¿con el que recluta?, ¿con el que expende droga? No hay una reflexión crítica que les posibilite medir las consecuencias sobre su proyecto de vida, sobre el proyecto de vida de sus familiares y comunidades. “Hay dilemas morales que debemos discutir, esa es la entrada a la cotidianidad y sus dilemas morales deben estar en el aula escolar. Tienen que estar en la universidad, las clases de política colombiana deberían empezar por los dilemas y por las subjetividades de los estudiantes. La historia de por allá es mi historia también. Tengo que hacer el vínculo entre mi historia y nuestra historia, porque si no estamos condenados a repetir las consecuencias de la guerra”, comentó María Emma.
Es toda una restructuración educativa, que de la subjetividad debe pasar hacia el encuentro con el otro, con el distinto, el opositor. Un encuentro que debe darse desde lo democrático y no desde el arrasamiento, desde la no aceptación, para dejar de tener “escuelas de la muerte”, “casas de pique”, “mutilados por minas antipersonal” o “falsos positivos”. El país se construye desde diferentes orillas y el mejor antídoto de la guerra es la convivencia con el otro.
El pasado 29 de septiembre María Emma Wills habló sobre estos temas en Arauca, y este primero de octubre, en el Centro de Alto Rendimiento de Bogotá (Av. 63 # 47-06), participará en el Encuentro Nacional de Educación para La Paz en el que presentará la “Caja de herramientas: Un viaje por la memoria histórica. Aprender la paz y desaprender la guerra”. Al evento asisten delegados deuniversidades, secretarías de educación y otras organizaciones de la sociedad civil. Este será un evento que busca incidir en la implementación de una política pública de educación para la paz. El lanzamiento oficial de la Caja será en Noviembre.