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«Festival de la vida»: una iniciativa de resistencia en La Gabarra

«Festival de la vida»: una iniciativa de resistencia en La Gabarra

Durante los días 27, 28 y 29 de junio, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) desarrolló un taller en el corregimiento La Gabarra, en Tibú (Norte de Santander), con el objetivo de adelantar la creación de un micrositio sobre su iniciativa «Festival de la vida».

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Lugares del horror y la memoria: claves del informe sobre el Bloque Catatumbo

«En Urabá no hay resistencia, hay berraquera»

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CNMH

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Hornos de Juan Frío durante inspección judicial. Fotografía suministrada por La Opinión al CNMH.

Publicado

2 enero 2024


Lugares del horror y la memoria: claves del informe sobre el Bloque Catatumbo

La más reciente investigación del CNMH reconstruye la historia del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia, que operó en 30 municipios de Norte de Santander entre 1999 y 2004.

 

En la larga historia del conflicto armado en el departamento de Norte de Santander ―ubicado al nororiente colombiano, en la frontera con Venezuela―, sobresalen los impactos humanitarios producidos por el Bloque Catatumbo (BC) de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Una estructura compuesta por cuatro frentes desplegados en 30 municipios, bajo el comando de Jorge Iván Laverde Zapata, conocido como el Iguano.

Para aportar al esclarecimiento de los crímenes perpetrados por esta estructura, el Centro de Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acaba de presentar en Cúcuta su más reciente informe: Memorias de sobrevivientes al Bloque Catatumbo, compuesto por dos tomos. La investigación hace parte de una serie sobre el origen y la actuación de los grupos paramilitares en las regiones, que reúne centenares de testimonios de excombatientes vinculados al Mecanismo no Judicial de Contribución a la Verdad ―entre otras fuentes―.

El tomo I, titulado El estallido de un trueno ajeno, reconstruye la historia del BC, que operó entre 1999 y 2004, cuando se desmovilizó como resultado del proceso de negociación entre las AUC y el Gobierno colombiano. El documento detalla las estructuras y formas de operar de los frentes La Gabarra, Tibú, Fronteras y El Tarra.

 

 
 
 
 
 
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El tomo II, Guerra sin fronteras, resistencias sin límites, está centrado en los daños que el BC produjo en la sociedad nortesantandereana, pero también en las estrategias de afrontamiento de familias, comunidades y organizaciones. Estas últimas, situadas en el marco de la justicia transicional existente, la recomposición de formas organizativas y el impulso de acciones territoriales de memoria.

Entre muchos de sus aportes, el informe se destaca por la documentación de los espacios donde se violentaron y ocultaron los cuerpos de las víctimas; bienes civiles  ―rurales y urbanos, privados y comunitarios― empleados como centros de tortura, asesinato, inhumación y cremación. Además, registra aquellos lugares que han sido renombrados, resignificados y erigidos como monumentos en memoria de las víctimas.

Los sitios del horror

El BC ha sido reconocido públicamente por incinerar los cuerpos de sus víctimas. En una antigua fábrica de ladrillos ubicada en el corregimiento Juan Frío, en el municipio Villa del Rosario, varias decenas de cuerpos ―previamente inhumados― fueron cremados en hornos para evitar que fuesen descubiertos por la Fiscalía General.

 

Además de esos hornos ―recientemente intervenidos por la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas― el informe del CNMH documentó la existencia de otros lugares de incineración a cielo abierto: las fincas Pacolandia, de Cúcuta; y Aguasucia, ubicada en inmediaciones del río Táchira.

 

Consulte aquí el El estallido de un trueno ajeno

 

Los ríos de la región también fueron usados para la desaparición de las víctimas. Al respecto, el informe señala: “Los principales ríos convertidos en acuafosas fueron los ríos San Martín, Campo Tres, Oro, Tarra, Zulia, Sardinata y, por supuesto, Catatumbo. En este último se establecieron puntos frecuentes de desaparición forzada”.

 

Ruinas de calabozo paramilitar en la base El Sesenta. Fotografía de Jhon Jairo Jácome para La Opinión y suministrada al CNMH.

 

Los paramilitares, además, establecieron centros urbanos de detención, tortura y asesinato: en La Gabarra, la base paramilitar El Sesenta y una casa ubicada en el barrio Once de Noviembre; en Tibú, “la casa de los enfermos”; en El Tarra, las residencias El Popular, El Capri y América; y en Las Mercedes (Sardinata), la Cantina Verde.

La destinación de viviendas y bases paramilitares para la perpetración de graves crímenes ocurrió «en prácticamente todos los municipios donde tuvo control el BC», según el informe. La Cúcuta urbana no fue la excepción; parqueaderos ubicados en el sector de Alejandría fueron usados como sitios de retención, mientras un sector de la central de abastos que se encontraba desocupado fue utilizado como lugar de torturas y ejecuciones.

 

Consulte aquí Guerra sin fronteras, resistencias sin límites

 

Espacios de uso comunitario también fueron usados por los paramilitares para arrojar los cuerpos de sus víctimas, lo que produjo temor en la población y restringió su uso. Así ocurrió con una cancha de fútbol ubicada en el barrio Cerro Norte, de Cúcuta, nombrada como El Chulo por la frecuente aparición de cadáveres. El sitio conocido como La Virgen, en Sardinata, también «fue convertido en una zona de ejecución y de abandono de cadáveres», de acuerdo con la investigación.

Lugares de memoria

Algunos de los sitios donde el BC perpetró graves crímenes han sido apropiados, renombrados y resignificados por organizaciones y comunidades de la región, tal como destaca el informe del CNMH.

Es así como en distintos municipios se han erigido placas y monumentos en memoria de las víctimas: en La Gabarra, en el sitio donde funcionó la base El Sesenta; en Sardinata, en la Virgen de la Ye, la Casa de la Cultura y el cementerio del corregimiento Las Mercedes; en El Tarra, en el parque principal; y en Cúcuta, en la central de abastos.

 

Memorial por las víctimas en el cementerio del municipio de Sardinata. Fotografía de Camilo Villamizar Hernández para el CNMH.

 

Otros lugares han sido renombrados. La cancha El Chulo se llama hoy cancha de La Paz; una asociación cultural de El Tarra lleva el nombre del exalcalde José de Dios Díaz Núñez, asesinado por el BC en 2003; y el frigorífico de Sardinata fue llamado Félix María Hernández Casas, en honor al pesero asesinado por paramilitares en 2000.

 

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Las comunidades también han destinado lugares para la construcción de memoria y la documentación de violaciones a los derechos humanos. Es el caso de la Casa de la Memoria de El Aserrío, en Teorama; y las tres Casas de Derechos que existen en el Catatumbo.

 

La investigación del CNMH destaca el “insuficiente acompañamiento del Estado” a las iniciativas de memoria de los municipios donde operó el BC, donde existen importantes demandas de la comunidad para dignificar la memoria de las víctimas en el espacio público.

Otros hallazgos

Los dos tomos de Memorias de sobrevivientes al Bloque Catatumbo contribuyen al esclarecimiento de las alianzas entre el BC y agentes estatales, las fuentes de financiación de esa estructura paramilitar y los crímenes perpetrados contra la población civil.

Haciendo uso de múltiples fuentes, la investigación concluyó que «este grupo paramilitar tuvo como uno de sus patrones de macrocriminalidad el arrasamiento de caseríos completos», lo que fracturó la economía campesina y habilitó la siembra de grandes extensiones de palma de aceite.

Esta publicación se suma a otros aportes realizados por el CNMH para la reconstrucción de la memoria en Norte de Santander. Entre ellos, Hacer la guerra y matar la política. Líderes políticos asesinados en Norte de Santander (2014), Con licencia para desplazar. Masacres y configuración territorial en Tibú, Catatumbo (2015) y Catatumbo: memorias de vida y dignidad (2018).


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Catatumbo tendrá su ¡Basta Ya!

Noticia

Autor

María Paula Durán

Fotografía

María Paula Durán

Publicado

25 Ene 2016


Catatumbo tendrá su ¡Basta Ya!

El informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad fue publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en 2013. Aun así, es claro que el reconocimiento que reclaman las víctimas en cuanto a la realización del derecho a la verdad y a la memoria tiene un enfoque territorial que reclama un lugar propio.


Por ese motivo, el CNMH propuso la realización de los conocidos “Basta Ya Regionales”, a través de los cuales se pretende propiciar y garantizar las condiciones para que las regiones puedan implementar mecanismos de reconstrucción de memoria. 

Estos “Basta Ya Regionales” serán financiados por los entes territoriales e implementados por las universidades regionales. La participación de las víctimas y el acompañamiento técnico del CNMH serán los puntos esenciales para su desarrollo. 

El proyecto ¡Basta Ya! Medellín se presentó oficialmente el pasado 10 de julio de 2015 en el Museo Casa de la Memoria de Medellín y sus resultados se darán a conocer en 2017 (ver: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/noticias/noticias-cmh/medellin-converso-sobre-su-basta-ya).

Y en este 2016 el CNMH inicia de otro gran proyecto: ¡Basta Ya! Catatumbo de la mano de la MAPP – OEA.

“El proyecto surgió por solicitud de la Diócesis de Tibú, la cual pidió al CNMH hacer una reconstrucción de memoria y esclarecimiento de la verdad para construir las bases para aportar a la territorialización de la paz y al desarrollo de diálogos de la paz. El proyecto ya tuvo todo un trabajo previo de concertación con la Diócesis en 2015”, afirmó Camila Medina, Directora de Construcción para la Memoria Histórica del CNMH.

El objetivo entonces será desarrollar un proceso de memoria histórica del conflicto armado en la región del Catatumbo que permita identificar contextos y lógicas de violencia, formas de victimización,  impactos  poblacionales  y territoriales diferenciales, así como las respuestas y resistencias que se han generado desde la sociedad civil  para contribuir a la dignificación, reconocimiento y visibilización de las víctimas y comunidades de la región. 

“El proyecto tendrá un enfoque participativo y otro pedagógico y comunicativo. Se acompañará la conmemoración de la masacre de Tibú el 29 de mayo y la de la Semana por la Paz en septiembre. Además se realizarán diálogos de la memoria y se trabajará en la producción de piezas radiales”, comentó Isabel Caballero, investigadora del proyecto.

Los resultados de esta investigación se darían a conocer en el 2018.

A propósito el CNMH publicó en octubre de 2015 un informe sobre el conflicto armado en la región: Con licencia para desplazar [Descarga el informe] hizo parte de la serie de cuatro investigaciones sobre desplazamiento forzado en el país. 

Publicado en Noticias CNMH


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El Tarra: Una guerra que no cesa

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Autor

Camilo Ara

Fotografía

Camilo Ara

Publicado

20 Feb 2018


El Tarra: Una guerra que no cesa

El 16 de febrero de 2000, paramilitares del Bloque Catatumbo asesinaron a 20 personas en el municipio El Tarra, en Norte de Santander. Hoy, 18 años después, la violencia, que se soñaba llegara a su fin, no da tregua en este territorio.


Por: William Alejandro Moreno, periodista del CNMH

Elkin Fabián Toro fue asesinado el pasado 18 de febrero, él es el quinto líder social de esta región del país que pierde su vida por ejercer un papel de liderazgo con la comunidad, un capítulo de violencia que nos recuerda uno de los más atroces en la historia de la región del Catatumbo, que empezó en 1999, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) llegaron a la zona para confrontar al ELN y, en especial, para arrebatarle los cultivos de coca en la región y obtener el control de esta zona fronteriza de carácter estratégico para las FARC.

Para esto, los hermanos Castaño crearon el Bloque Catatumbo, más de 200 paramilitares comandados por Salvatore Mancuso que salieron en varios camiones desde Córdoba y cruzaron cinco departamentos hasta llegar a Norte de Santander, donde cometieron, según la Fiscalía, más de 25 masacres entre mayo de 1999 y febrero de 2000, dejando centenares de desaparecidos, desplazamientos forzados, homicidios y violencia generalizada.

En su paso de Tibú al Tarra, los paramilitares venían infundiendo temor en toda la población de dichos municipios, por lo cual, previo a su llegada al corregimiento de Filo Gringo, sus habitantes se desplazaron masivamente dejando abandonado el caserío. Cuando los paramilitares llegaron allí quemaron unas y se apropiaron de otras viviendas. Así, la mayor parte de la población abandonó sus casas, que días después fueron quemadas por el grupo armado. Según informes del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), estos hechos en El Tarra “produjeron el desplazamiento de 117 familias del casco urbano y de 22 veredas, donde habitualmente residían unas cinco mil personas y de las que escasamente quedó el 5% de los habitantes”.

La masacre del 16 de febrero de 2000 marcó el inicio de la atrocidad en El Tarra. Ese mismo año, y en menos de un mes, los hombres de Castaño perpetraron otros dos ataques. Los habitantes de esta zona del Catatumbo solían ser amenazados por los paramilitares por ser supuestos colaboradores de las guerrillas.

Hoy se sabe, por Justicia y Paz, que los paramilitares contaron con el apoyo de miembros de la fuerza pública para apoderarse de las zonas con influencia de las FARC y el ELN en El Catatumbo. Por estas acciones fue condenado en 2007, por el Consejo de Estado, el Ministerio de Defensa. “Hubo incapacidad e indolencia de los efectivos militares y de la policía acantonados en la zona y una evidente falta de voluntad estatal para evitar sus desmanes y atropellos”, indicó el fallo.

Pero esa no ha sido la única reparación para el municipio El Tarra. El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) reportó en su informe “Con licencia para desplazar” de 2015 que, con el apoyo de la Asociación Minga, víctimas sobrevivientes de las masacres perpetradas en La Gabarra, Tibú (29 de mayo de 1999), y en Filo Gringo, El Tarra (29 de febrero y 3 de marzo de 2000), interpusieron en 2009 una acción grupal para reclamar la reparación de los daños causados por el desplazamiento forzado. “En los dos casos, el Consejo de Estado condenó patrimonialmente a la Nación y ordenó indemnizar a las víctimas, por concepto del daño moral ocasionado por los desplazamientos y la muerte de sus familiares”, señala el informe.

 

Verdad y reparación

Resulta difícil hablar de verdad y reparación, y sobre todo de posconflicto, en una región como El Catatumbo, donde la violencia no da tregua. El Tarra, como los otros 9 municipios: Convención,  Tibú, Sardinata, Hacarí, La Playa, San Calixto, Ocaña, Teorama, El Carmen; que componen esta región de Norte de Santander, convive hoy con la presencia de los grupos armados ELN y EPL, las bandas criminales sucesoras del paramilitarismo y la ausencia estatal.

En esta región se produjo el secuestro de la periodista española Salud Hernández, en mayo de 2016, y además, según la Fundación Paz y Reconciliación, el municipio concentra el 3% de la mitad de los cultivos de coca en Colombia, por lo que es proclive a enfrentamientos con la fuerza pública por erradicación forzosa. Y cabe aclarar que esto se debe a que la sustitución de cultivos, al día de hoy, no ha iniciado formalmente en el municipio, solo ha habido socializaciones.

Por otro lado, los enfrentamientos entre grupos armados continúan afectando a la población. A principios de febrero de este año, en El Tarra se registraron enfrentamientos entre el Ejército y el EPL. Según informó la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), estos no solo dejaron en medio del fuego cruzado a cerca de 700 estudiantes de la escuela del corregimiento Filo Gringo —razón por la que se suspendieron las actividades académicas durante tres días—, sino que además generó el desplazamiento de 63 familias.

Al respecto, la Asociación Juntas de Acción Comunal Zona Dos (ASOJUNTAS) de la comunidad de Filo Gringo, en el municipio El Tarra, informó vía comunicado que, además de la escuela, “32 viviendas, el colegio y la iglesia registraron impactos de balas y diez familias fueron desplazadas de los sectores de Vista Hermosa y los Olivos”.

Según el portal La Silla Vacía, en enero de este año circuló, principalmente en El Tarra, un panfleto en el que presenta una presunta disidencia de las FARC: ‘Resistencia Farc’. De igual forma, se han venido presentando amenazas a líderes comunitarios y organizaciones de mujeres, quienes reclaman la atención del gobierno.

Todo esto, sumado a las acciones violentas del ELN en Norte de Santander por el paro declarado hace unos días, como el ataque por un francotirador contra un miembro de la Policía Nacional en el municipio de El Carmen; el intento de derribar un puente cerca a la vía Cúcuta-Pamplona para dejar incomunicada la zona con el interior del país, y los explosivos hallados en Tibú con los que se pretendía atentar contra la fuerza pública, demuestran que toda la región de El Catatumbo sigue siendo una zona vulnerable.   

Por la esperanza

Sin embargo, frente a estas difíciles circunstancias, en El Tarra sus habitantes han respondido desde el arte y apuestas organizativas. Ese es el caso de la movilización pacífica que tuvo lugar a principios de febrero de este año a propósito del enfrentamiento armado entre el Ejército y el EPL en el municipio. El comité de mujeres del corregimiento de Filo Gringo, junto a población civil, emprendió una caminata en rechazo a los actos violentos, exigiendo “la exclusión de los civiles del conflicto armado y que se dé cumplimiento a exigencias de una paz con justicia social”, señaló el comité vía comunicado.

También han surgido manifestaciones artísticas, como la propuesta de Los Reyes Magos, un grupo de rap conformado por tres jóvenes oriundos del corregimiento Filo El Gringo, en El Tarra, que encuentran en la música no solo un medio para alejar a otros jóvenes de los grupos armados, sino también un canal de denuncia y expresión.

“Los Reyes Magos nacen con la idea de mostrar qué es lo que realmente está pasando en El Catatumbo. No lo que están mostrando por televisión, por la radio o las fotos, sino lo que efectivamente estamos viviendo. Y desde ahí, desde nuestro rap, exigir que nos apoyen como jóvenes y como pueblo”, explicó el rapero Iván René Ramírez al CNMH para el especial “Catatumbo, memorias de vida y dignidad”.

Este grupo de rap, que hace parte del movimiento campesino, surgió en un colectivo de jóvenes en Filo El Gringo llamado Lazos de Unión. Hoy representan las voces de resistencia que le cantan a la vida del campesino, pero también al abandono estatal; que responden al estigma de la sociedad y denuncian el control territorial que han impuesto distintos grupos armados en El Catatumbo.

El reciente informe “Una guerra sin edad” del CNMH da cuenta de 16,879 casos de reclutamiento de menores de edad, entre 1960 y 2016, y explica que una de las regiones críticas es el Catatumbo, en Norte de Santander, donde, tras la salida del frente 33 de las Farc, varios grupos armados se disputan el control de la zona y aseguran su expansión reclutando niños en los alrededores de los colegios.

Por eso, la labor de Los Reyes Magos no es para menos. Estos jóvenes desean ser agentes de cambio y recorren el Catatumbo concientizando a decenas de jóvenes mediante el rap. “Desde la música hacemos resistencia para que nos escuche una sociedad que, a veces, se olvida que existimos”, afirmó el rapero Melquin Sánchez al CNMH.

Publicado en Noticias CNMH


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Lápiz y papel para vencer el silencio que imponen los violentos

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Publicado

20 Nov 2018


Lápiz y papel para vencer el silencio que imponen los violentos

El Grupo de iniciativas del CNMH creó la “Cartilla de la Casa de la Memoria del Aserrío”, un cuadernillo didáctico ilustrado dirigido a niños, niñas, jóvenes y adultos en el Catatumbo para apoyarlos en el fortalecimiento de su organización, que se vio interrumpida a causa de la violencia durante este 2018.


Por: Daniel Valencia

El trabajo de construcción de memoria implica diferentes retos: hay un componente emocional y de dolor, por ejemplo, cuando revisitar el pasado puede ser difícil por parte de quienes vivieron hechos violentos; así mismo, hay factores externos del contexto social y político que representan dificultades.

El conflicto ha puesto en riesgo las vidas de quienes gestionan la memoria desde sus regiones, de líderes sociales que deben trabajar con cautela o incluso silenciosamente para seguir con su determinación. Tal es el caso de la iniciativa de la Casa de la Memoria de El Aserrío, en el corregimiento de El Aserrío, en Teorama, Catatumbo,  donde sus promotores han visto afectados por paros armados y el control de los violentos.

En casos extremos como este, donde los líderes son obligados a salir del territorio y la gente tiene restricciones para movilizarse o reunirse por estar bajo amenaza, hay que recurrir a estrategias innovadoras para continuar apoyando los procesos de memoria. Las metodologías no presenciales son una de esas herramientas que hacen frente a la violencia. Hacer memoria bajo estas circunstancias es en sí mismo un acto de valentía.

La iniciativa de la Casa de la Memoria de El Aserrío lleva a cabo la creación de un espacio y una exposición con objetos significativos para la comunidad, a partir de los cuales se espera que los visitantes puedan reflexionar sobre el conflicto en varios ejes: i) las afectaciones en el territorio indígena Barí y el sufrimiento y lucha de este pueblo ancestral; ii) las alteraciones y cambios en el paisaje del corregimiento; iii) los hechos de violencia (principalmente el desplazamiento forzado); iv) los cambios y lesiones que la violencia ha generado en los habitantes; y v)  las acciones de resistencia y organización comunitaria para afrontar la guerra. Todo esto a través de las voces y experiencias de los habitantes del corregimiento.

“Desde un principio estuvo claro que las personas que lideraban la iniciativa venían gestando este proyecto desde hace muchos años por una necesidad de visibilizar y dignificar, y como un proceso de perdón y recuperación del territorio”, dice Angélica Rodríguez del CNMH, que acompaña la iniciativa. El motor principal son los líderes de la zona a través de la Asociación de desplazados del medio Catatumbo (Asodesamec) y la Junta de Acción Comunal del corregimiento, que han abanderado múltiples acciones de resistencia en el territorio, a pesar de la ausencia estatal.

Para reconstruir sus historias inicialmente se había pensado realizar espacios colectivos, talleres y discusiones, pero estos no pudieron llevarse a cabo por las amenazas y acciones violentas que empezaron a resurgir en el territorio. Continúa aclarando Angélica Rodríguez: “Desde el inicio fue un desafío porque coincidió con el paro armado en El Catatumbo, pero al mismo tiempo era un momento vital para construir un espacio para promover la cultura en el corregimiento, ya que la oferta en ese sentido está concentrada en Cúcuta, Ocaña y Tibú”.

  • Cartilla de la Casa de la Memoria del Aserrío.

  • Cartilla de la Casa de la Memoria del Aserrío.

 

Cuando iban a comenzar el plan de trabajo, fue evidente la imposibilidad de tener un acompañamiento presencial en el territorio, a lo que se suma que la comunicación vía telefónica es muy difícil. Para hacerle frente al contexto, el CNMH creó el cuadernillo Cartilla de la Casa de la Memoria del Aserrío que aborda los temas que los promotores de la iniciativa querían trabajar, pero de un modo alternativo.

Un mecanismo de trabajo, como lo explica Mónica Márquez del Grupo de Apoyo a Iniciativas del CNMH, para levantar información y realizar el proceso con la iniciativa. “Esta metodología se abordó y se decidió trabajar con ella en el contexto del paro armado en Catatumbo que impedía a las personas reunirse y al Centro Nacional de Memoria Histórica ingresar al territorio para hacer los talleres y acompañamiento”.

El cuadernillo se centra en los recuerdos de la gente, dando una fuerte relación a las metáforas. Por ejemplo, “la idea de una tormenta para mostrar momentos difíciles que han vivido como comunidad y que no son exclusivamente causados por la guerra, o la idea del ‘trasteo’, como una situación que nos es común a los seres humanos, para que la gente pudiera hablar más tranquilamente el tema del desplazamiento forzado. También se habla sobre cómo la comunidad trabajó para crear cambios positivos en el territorio”, complementa Márquez.

Un resultado importante del uso del cuadernillo es que permitió conocer otras problemáticas que transcendían el conflicto armado, pero que se relacionan con él como afectaciones ambientales y ausencia estatal. “Eso lo conocimos gracias a esta metodología y son temas que tal vez no saldrían en los talleres presenciales”, precisa Márquez.

Sin duda alguna la comunidad es la protagonista. Los jóvenes del territorio hacían las veces de mediadores para usar el cuadernillo con personas mayores que podían tener dificultades para llenar los contenidos. Gracias a esto hubo un intercambio intergeneracional que motivó a los más jóvenes a conectarse con su historia y su contexto al encontrarse con los relatos de quienes han vivido más en el corregimiento.

Mary Suárez gestora de la Casa de la Memoria de El Aserrío, explica que “los cuadernillos fueron muy prácticos. La gente manifestó que les ayudó a recordar nuevamente lo que vivieron en El Aserrío. Los cuadernillos han sido un muy buen material para nosotros para levantar esta historia que queríamos que fuera hecha junto a la comunidad”.

La cartilla es una intermediación para explorar la historia y los recuerdos de un espacio vivo, que buscaba reactivar las memorias intergeneracionales a través de algo tan sencillo como el lápiz y el papel. Al mismo tiempo fue un instrumento que permitió que la comunidad continuara construyendo su memoria sin sucumbir ante las amenazas de los actores armados. Con los relatos que la gente consignó en el cuadernillo, se está construyendo la narrativa de la exposición de la Casa de Memoria.

“Tener una herramienta simple, con preguntas a partir del territorio y de metáforas sobre el conflicto, hizo evidente que había una conexión entre las diferentes generaciones para saber qué había pasado antes, qué se está haciendo ahora y sobre todo, cómo los jóvenes pueden aportar en estos nuevos espacios que se están dando en el corregimiento”, dice Angélica Rodríguez.

La puesta en marcha de la Casa de la Memoria invita a los jóvenes a ser los anfitriones del espacio para realizar los recorridos a los visitantes. Esto los ha entusiasmado motivándolos a llamarse a sí mismos “Guardianes de la memoria”. El objetivo es claro: contarle las experiencias y la memoria a los visitantes de la región, de otros lugares y a cualquiera que visite la Casa, para hacerle frente al miedo, al olvido y al abandono estatal. Gracias a la determinación de los habitantes de El Aserrío, que no ceden ante las imposiciones de los violentos, y al desarrollo de estrategias metodológicas como el cuadernillo taller ilustrado, las memorias de Teorama y el Catatumbo no van a quedar silenciadas.

 

Publicado en Noticias CNMH



Catatumbo, El Aserrío, Iniciativas de Memoria

Así es la vida en medio de la violencia del Catatumbo

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Autor

Daniel Sarmiento

Fotografía

Daniel Sarmiento

Publicado

21 Nov 2018


Así es la vida en medio de la violencia del Catatumbo

En la presentación del informe “Catatumbo. Memorias de vida y dignidad” destacaron las voces de las mujeres, los jóvenes, los indígenas, los campesinos, los profesores y los sectores LGBT.


Después de tres años de recorridos, entrevistas y talleres en el territorio, el jueves 15 de noviembre se presentó el informe “Catatumbo. Memorias de vida y dignidad”.En un acto privado en un hotel de Bogotá, líderes y lideresas de esa región recibieron el resultado del trabajo en el que participaron, junto al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), la Diócesis de Tibú y Ñatubaiyibarí.

La ceremonia fue sencilla pero especial. Los asistentes, que viajaron desde distintos municipios catatumberos, hablaron sobre su vida en la región y la importancia de este proceso de memoria histórica. Así lo hicieron Acucuara Bashuna, representante del pueblo Barí; Ligia Galvis, docente; Hermes Bayona y Yaneth Pedroza, líderes campesinos; Sol Johana Ortega y Denys Cáceres, jóvenes raperas, y Érika Caselles, de la organización Visibles LGBTI+H.

Además del informe principal, un resumen y un mapa con lugares para la memoria y para la vida, y otro con transformaciones del territorio, los habitantes del Catatumbo recibieron seis cartillas que se produjeron en este proceso, con testimonios sobre cómo ha sido vivir en esta región para diferentes poblaciones. “En nuestras caminatas y conversaciones identificamos muchas cosas que no pudimos incluir en el informe, y empezamos a tener muchas ideas particulares sobre los campesinos, sobre los jóvenes, sobre la población LGBT, sobre los profesores, sobre las mujeres, sobre los indígenas. Eso estaba allí y no lo podíamos archivar”, explicó esas cartillas María Fernanda Pérez Trujillo, investigadora del CNMH y coordinadora del proyecto.

Estos son extractos de los relatos que aparecen allí. En ellos aparecen las dificultades que han tenido que enfrentar los habitantes del Catatumbo, pero también la inmensa dignidad con la que resisten ante la violencia.

  • Yaneth Pedroza, una lideresa campesina de la región, es la protagonista del retrato que aparece en la portada. 

  • Sol Johana Ortega y Denys Cáceres, integrantes de Motilonas Rap, cerraron la presentación con un concierto donde cantaron al territorio, a los líderes sociales y a las mujeres.

 

Relatos de montaña y río. Voces y memorias de campesinos y campesinas del Catatumbo

Entonces sembrar la mata de coca se volvió para nosotros como una resistencia, como la única manera para poder quedarnos aquí en esta tierra haciendo lo que nosotros sabemos hacer, que es cultivarla. Entonces yo preparé la tierra, me conseguí las semillas y monté mi cortecito de coca, porque yo miré que no había el sustento, no había para el sustento. Es poquita la tierra que yo tengo y además es muy poco lo que le compran a uno la cosecha de frijol, de maíz, de plátano. El Tarra, por ejemplo, ya con 10 cargas de plátano se abastece, ya nadie compra más, se abarata. Y mi pedazo de tierra es bueno para el plátano, pero ¿qué se puede hacer si es para que se pierda?

Escuelas con memoria. Voces y memorias de docentes del Catatumbo

A veces me sucedió que yo llegaba a la escuela temprano y me daba cuenta de que esa gente estaba por ahí. Entonces lo que yo hacía era salir a buscar a los estudiantes, me inventaba cualquier vaina y los mandaba para la casa. Y los guerrilleros me decían: “Pero profesor, ¿por qué no hace su clase normalmente?”. Y yo les contestaba: “No señor, ¿cómo cree, no ve que están ustedes? Llega el Ejército por aquí y se arma una plomacera, ¿qué pasa con los niños?”.

Que nos dejen ser quienes soñamos ser. Voces y memorias de personas lesbianas, gays y trans del Catatumbo

Durante esos años la situación estaba terrible para las chicas trans y la gente gay aquí en Ocaña. Se suponía que los paramilitares ya se habían desmovilizado, pero cuando eso se oía que había unos grupos que estaban controlando los barrios y que estaban matando a la gente como nosotros, y a cualquier persona que tuviera el pelo largo o se pusiera piercings. Un mes después de que regresé, que cuando eso todavía me identificaba como mujer, estaba sentado en un parque con dos amigos gays cuando llegó una camioneta negra de la que se bajó un hombre que dijo que nos iba a picar a todos, que ya nos tenían en fotos. El tipo ese le pegó una patada a uno de mis amigos y nos gritó: “Lárguense de acá, maricas, no los queremos ver”, y otras cosas, nos trató de lo peor. ¿Y qué podíamos hacer en esos momentos? Nos tocaba callarnos esas cosas, porque ¿a quién iba a acudir uno si muchas veces aquí en Ocaña se vio que, si uno hablaba, la misma ley se encargaba de echarlo al agua, de contar que uno había denunciado?

Somos Barí: hijos ancestrales del Catatumbo. Voces y memorias del pueblo Barí

Nuestro territorio, Ishtana, es para nosotros el origen del hoy y la construcción del mañana, es la otra mitad del Barí. Es la vida, el reflejo de los ancestros, es la historia de una lucha. Sabaseba nos entregó este territorio y nos mostró los sitios sagrados, así como el respeto y cuidado que debemos proporcionarles. Si lo hacemos, somos capaces de mantener el equilibrio. Esos sitios sagrados son lugares muy importantes para nosotros porque en ellos habitan espíritus que merecen respeto. Además, nos enseñan la historia propia y el debido comportamiento .

Estos dolores que nos hacen fuertes. Voces y memorias de mujeres del Catatumbo

Todo iba marchando, digamos que bien, hasta cuando entraron los paracos en el 2001.Uno qué se iba a imaginar todas las cosas terribles que esa gente iba a hacer en la región, y menos las cosas que nos iban a hacer a nosotras, las mujeres. Antes de eso, ya se había empezado a oír por todo lado que los paracos estaban entrando y que venían a masacrar a todo el pueblo, como lo habían hecho en La Gabarra en 1999. Y es que los que entraron a Las Mercedes, lo mataban a usted hasta por mirar. Es decir, si yo miraba a los ojos a un paraco, y a él no le gustaba, de una vez me cogía y me echaba a una camioneta y hasta ahí llegaba yo. Entonces empezó a cundir el miedo. Qué digo miedo. El terror. A mí me pasó algo que, le repito, jamás se me hubiera ocurrido que me pudiera pasar: un paraco se enamoró de mí, y eso se me volvió un problema terrible.

Historias y colores de mi región. Voces y memorias de niños, niñas y adolescentes del Catatumbo

Esa noche nos picaron muchísimos zancudos y fue muy difícil quedarnos dormidos. No sabíamos bien en qué lugar estábamos y no se veían casas ni ninguna construcción por ningún lado. Pero aun así, Jefferson tuvo tiempo hasta para soñar. Me imagino que cuando lo agarró el cansancio pudo dormir profundamente por lo menos unas horas. Al otro día, lo primero que hizo fue acercarse a mí y contarme en voz bajita lo que había soñado: “Me soñé que la profe Luz Estela era una superprofesora, que ella tenía poderes. Volaba con una capa y nos sacaba de este monte. Nos llevaba a cada uno a nuestra casa y nos dejaba un regalo debajo de la almohada. Cuando ya nos descargaba, ahí en la casa, nos ponía la mano para que se la chocáramos y se iba a buscar a otros niños, que estaban también perdidos. A mí me dejó un balón de micro de regalo”.

Lea los testimonios completos en el informe “Catatumbo: Memorias de vida y dignidad”

 

Publicado en Noticias CNMH



Barí, Catatumbo, Indigenas, Memoria, Motilonas, Rap

Memorias de vida desde el Catatumbo

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CNMH

Publicado

14 Nov 2018


Memorias de vida desde el Catatumbo

  • El CNMH lanzará en Bogotá, Tibú, Ocaña y Cúcuta el informe Catatumbo: Memorias de vida y dignidad*, un recorrido por la violencia que ha vivido esta región de Norte de Santander, desde la llegada de los españoles al territorio barí hasta la dominación de los grupos armados ilegales que persiste.
  • Entre 1999 y 2006, con la entrada de tres estructuras paramilitares, la región vivió una violencia sin precedentes: casi 100 mil desplazados, 832 asesinatos selectivos y 599 muertos en masacres.
  • La violencia, el abandono estatal y la pobreza hicieron que el cultivo de coca fuera una posibilidad de sustento para los campesinos, y eso los llevó a ser objetivo de políticas de lucha contra las drogas poco efectivas.
  • A pesar de todo, las catatumberas y catatumberos han levantado y fortalecido sus organizaciones, han resistido y se han movilizado para exigir mejores condiciones de vida.

Desde la conquista española hasta hoy, los habitantes de la región del Catatumbo, en Norte de Santander, han hecho frente al abuso de diversos actores legales e ilegales, que han ocupado su territorio y han perpetuado distintos tipos de violencias. Esa es la historia que el Centro Nacional de Memoria Histórica reconstruye en su informe Catatumbo: Memorias de vida y dignidad, que estamos lanzando hoy, y que nació de una propuesta de la Diócesis de Tibú y su Pastoral de Víctimas, a la que luego se sumó la Asociación de Autoridades Tradicionales del Pueblo Barí Ñatubaiyibarí.

Para el Pueblo Barí, la violencia en el Catatumbo arrancó con la llegada de los españoles, que trataron de imponerles su idioma, su religión y su cultura. Para otros habitantes de la región, esta empezó a principios del siglo XX, con la entrada de las empresas petroleras que provocaron el desplazamiento y la desaparición de miles de indígenas, y a la vez motivaron la llegada de campesinos y trabajadores de esta industria.

El conflicto armado llegó a finales de los setenta y se agravó a finales de los ochenta, cuando el ELN, el EPL y las FARC fortalecieron sus acciones militares con asesinatos selectivos, secuestros, extorsiones y tomas a poblados. Pero fue entre 1999 y 2006 cuando la región vivió una violencia sin precedentes, con el accionar de tres estructuras paramilitares: el Bloque Catatumbo, el Frente Héctor Julio Peinado Becerra y el Frente Resistencia Motilona. En estos siete años de presencia paramilitar se desplazaron forzadamente 99.074 personas, que equivalen al 59,5% de los desplazamientos de los últimos 32 años. También hubo 832 casos de asesinatos selectivos y 599 muertos en masacres: 403 por parte de paramilitares y 142 por parte de las guerrillas.

A raíz de estas violencias, del abandono estatal y de la pobreza, los cultivos de coca aparecieron como una posibilidad de sustento para los campesinos de la región, quienes enfrentaban (y siguen enfrentando) difíciles condiciones para la comercialización de sus productos tradicionales. Pero cultivar coca los convirtió en objetivo de políticas de lucha contra las drogas que, además de ser costosas en términos económicos, ambientales, sociales y de salud, en ocasiones justificaron también nuevas violencias.

Aunque las FARC se desmovilizaron, el conflicto persiste en el Catatumbo. El ELN y el EPL se expandieron en la región y hubo una militarización sin precedentes, que ha producido, entre otras graves vulneraciones, ejecuciones extrajudiciales cometidas por miembros de la Fuerza Pública. A este escenario se suma a la presencia y accionar de Grupos Armados Posdesmovilización. La región presenta hoy grandes desafíos de cara a la construcción de la paz territorial. Sin embargo, y a pesar de la violencia y la precariedad, las catatumberas y catatumberos han levantado y fortalecido sus organizaciones, han resistido y se han movilizado en varios paros campesinos para exigir mejores condiciones de vida en su región.

En este recorrido por las voces y memorias de los habitantes de esta región se encuentran tres tensiones principales. Primero: a pesar de ser una región exuberante y rica en recursos naturales sus pobladores han vivido en la marginalidad y la precariedad, y las comunidades perciben la presencia estatal especialmente con su cara militar y antinarcóticos, en lugar de ver acciones que busquen suplir las necesidades más sentidas de la gente. Segundo: ante ese panorama, las catatumberas y catatumberos se han organizado y han trabajado comunitariamente por una vida digna, pero por esa razón han sido violentados y desconocidos. Y tercero: sobre ellos y ellas han recaído estigmas que han justificado distintas formas de violencia hasta el presente.

Ese panorama motivó al Centro Nacional de Memoria Histórica a hacer una serie de recomendaciones que permitan construir las condiciones para que la guerra no se repita, y se consoliden las apuestas por una vida digna en el Catatumbo: atender las necesidades de la gente, reconocer y proteger las dinámicas organizativas, ampliar los espacios de participación, desarmar estigmas y cerrar ciclos de violencia, replantear las políticas frente a la coca y avanzar en procesos de verdad, reparación y no repetición.

Este ejercicio de reconstrucción de memoria histórica contó con la colaboración de una multiplicidad de personas, organizaciones y entidades de la región.

*Además del informe general y su resumen, se presentará una serie de cartillas con historias sobre lo que significa ser campesino, niño o niña, mujer, indígena, docente o LGBT en ese territorio. También un mapa que identifica los lugares de memoria y de vida en la región, así como las transformaciones territoriales que ha sufrido el Catatumbo por cuenta de la violencia.

LANZAMIENTOS

Bogotá

Fecha: 15 de noviembre
Lugar: Centro Cultural Gabriel García Márquez – Calle 11 #5-60
Hora: 5:30 p.m.

Ocaña

Fecha: 27 de noviembre
Lugar y hora por definir

Cúcuta

Fecha: 28 de noviembre
Lugar: Universidad Francisco de Paula Santander – Salón Eustorgio Colmenares
Hora: 8:30 a.m.

Tibú

Fecha: 30 de noviembre
Lugar: Seminario Menor San Luis Beltrán
Hora: 9:00 a.m.

Navegue aquí el especial multimedia 

Descargue aquí el informe Catatumbo: Memorias de vida y dignidad

Publicado en Noticias CNMH



Catatumbo, Guerrillas, Memoria, Norte de Santander, Paramilitares

Recetas para hacerle frente a la guerra

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Autor

Mauricio Ramírez Vásquez

Fotografía

Mauricio Ramírez Vásquez

Publicado

29 Oct 2019


Recetas para hacerle frente a la guerra

La gastronomía, como gran parte de la cultura en el país, también ha sido víctima dentro del conflicto armado, pero al mismo tiempo es uno de los motores de unión y fortaleza en las zonas afectadas por la violencia. En Cúcuta, a través del Museo de Memoria de Colombia, se reunieron varias historias alrededor de la comida y la identidad para dialogar sobre su importancia en el fortalecimiento de las regiones.


Cúcuta, en Norte de Santander, es la ciudad más grande de Colombia en los límites con la frontera venezolana. En la actualidad, la Perla del Norte, como es conocida, es una de las mayores receptoras de inmigrantes provenientes de la crisis de Venezuela. Según datos de Migración Colombia, en el país hay 1.408.055 venezolanos, de los cuales 185.433 están en Norte de Santander. Este panorama, sumado a las violencias internas que se viven en la zona por parte de los grupos armados ilegales con enfrentamientos, asesinatos y amenazas a las comunidades, ha provocado el desplazamiento de cientos de personas de las zonas rurales a diferentes partes del país y fuera de él.

Al ser la frontera más dinámica de América Latina y ante la crisis migratoria vista con mayor intensidad en los últimos años, se hizo necesario que sea un lugar priorizado para compartir las historias de violencia y dolor, pero ante todo de dignidad y fortaleza que ha dejado el conflicto armado. La exposición Voces para Transformar a Colombia, desde el 28 de septiembre, hasta el 16 de noviembre, se encuentra en las instalaciones de la biblioteca pública Julio Pérez Ferrero. Allí, decenas de personas han plasmado en dibujos y palabras sus experiencias para recordar las memorias detrás de un plato de comida, cómo se preparan y resaltar aquellos alimentos que los hacían sentir como en casa. Un espacio de encuentro y reflexión.

 

 

La exposición también se ha convertido en un espacio para escuchar y conocer estas historias. El conversatorio “Vivir en la frontera: arte y gastronomía”, sobre qué memorias guarda la comida y qué pasa con esas memorias cuando se abandona el territorio, llevado a cabo el 2 de octubre, contó con la presencia de Manuela Ochoa (del Museo de Memoria de Colombia), Jacob Sharon, Laura Rangel y Laura Sierra. Los panelistas hablaron sobre las memorias que guardan los alimentos en sus territorios.

“Yo estoy compartiendo un dulce de cacao, como una especie de chocolate artesanal, con el típico dulce de plátano y yuca que se elaboraba en el Catatumbo recurrentemente en las fiestas como aperitivo. Hubo un tiempo que se dejó de preparar a causa de la violencia porque estos productos empezaron a escasear, la gente dejó de cultivar, se desplazaron, las mujeres que lo preparaban se fueron, llegaron las petroleras a los territorios y las empresas de palma, y nuestra cultura cambió drásticamente”, explicó Jacob Sharon joven líder de Tibú, Norte de Santander.

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En cuanto a la unión que se produce gracias a la comida, Laura Nataly Sierra, quien se desplazó a Venezuela y retornó, destacó que la cocina fortalece los lazos entre las comunidades y las familias en los territorios. “La gastronomía es universal, une fronteras, une familias, compartiendo y dando aportes de lo que nosotros conocemos y sobre lo que nosotros queremos conocer de otras personas. Compartir las recetas de casa, de nuestra cultura”, complementó Laura Nataly.

Recetas que recuerdan el hogar. Les dejamos un hilo con algunas: https://twitter.com/CentroMemoriaH/status/1181559378677309440

 

Con respecto a la comida como vehículo de integración, el Museo de Memoria de Colombia se planteó un espacio vivo y participativo para las víctimas y la sociedad en general. “No queríamos traer un único relato, sino más bien escuchar a la gente de la región, reconociendo la pluralidad de las memorias del conflicto armado. Pensar en Norte de Santander y no pensar en la problemática de la frontera es imposible. Por esta razón, más que pensar en las líneas imaginarias que nos dividen, quisimos proponer un tema que nos une a todos y a todas”, dijo Manuela Ochoa. 

Este encuentro de relatos y sabores estuvo acompañado por la presentación artística de 5ta con 5ta Crew, un colectivo cultural y social de construcción de paz a través del hip hop con el breakdance y el graffiti. Al final, los asistentes tuvieron la oportunidad de probar una muestra de los alimentos que llevaron los participantes del conversatorio.

 

Publicado en Noticias CNMH

 



Catatumbo, Cúcuta, Gastronomía, Museo, Norte de Santander

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