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El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta

«El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta»: Lina Meruane

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta

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CNMH

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Los manifestantes del estallido social en Colombia hicieron todo lo posible por proteger sus ojos durante las movilizaciones. Foto: Cortesía de Miguel Ángel Mejía Leones.

Publicado

25 septiembre 2023


«El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta»: Lina Meruane

En el marco de la primera conferencia nacional «Estallido social de 2021 en Colombia: lenguajes y literatura», la escritora chilena reflexionó sobre las violencias estatales ejercidas durante las más recientes explosiones populares en Latinoamérica. Aquí, algunos apuntes de su ponencia.

 

Con las ponencias de la escritora chilena Lina Meruane y de Geoffrey Pleyers, sociólogo e investigador de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), se dio inicio a la primera conferencia nacional «Estallido social de 2021 en Colombia: lenguajes y literatura». Organizada por el Instituto Caro y Cuervo y apoyada por la Universidad Tecnológica de Pereira; el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes; el Colectivo La Mariacano; el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR), y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), esta conferencia —que tuvo lugar entre el 12 y el 15 de septiembre— se piensa como un espacio para la conversación y la reflexión colectivas sobre el impacto de la protesta social y política en los lenguajes y la literatura.

Como preámbulo de este ciclo de conversatorios, este martes se realizó un encuentro virtual en el que Lina Meruane (ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Sangre en el ojo y del Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en reconocimiento a toda su obra) planteó una serie de agudas reflexiones sobre los estallidos sociales de Ecuador, Colombia y Chile que ella vivió, atestiguó y posteriormente narró en Zona ciega (2021), un ensayo que nos invita a pensar en lo que significaron los ojos de los ciudadanos durante los estallidos sociales, cuando las fuerzas policiales y militares intentaron cegarlos.

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta
Los cacerolazos sonaron fuerte durante el estallido. Foto: Cortesía de Édison Arroyo.

Cuatro apartes clave de la ponencia de Meruane:

 

  • Los recientes estallidos sociales en América Latina son el resultado de una crisis del capital

 

«Aunque cada lugar tiene sus variables locales y temporales, las revueltas sociales en Ecuador, Colombia y Chile remiten a una crisis del capital. El problema del hambre —que es una forma de violencia de Estado—; el problema de la injusta distribución de los recursos como consecuencia del neoliberalismo; y los problemas del acceso a la educación, la salud y el sistema pensional recalentaron el sustrato psíquico de la ciudadanía, que se había empezado a movilizar hace una década y que de pronto estalló, como en Chile, por la subida de 30 pesos en el transporte público. Eran apenas 30 pesos sumados a muchos otros pesos, a muchas carencias y a muchas “subidas”».

 

  • Las formas de represión en la dictadura y en las «democracias» son distintas: unas esconden la violencia, otras la vuelven espectáculo

 

«El caso chileno me llevó a pensar en algunas claves sobre el ejercicio del poder y las formas de represión que se ejercen en tiempos de dictadura y en las “democracias” contemporáneas (democracias así, entre comillas). El procedimiento del poder en los años de dictadura fue el de tomar los cuerpos y ocultarlos mientras los torturaba en estadios y casas de los que muy poca gente logró salir. Era la práctica de no dar cuenta de los detenidos, de su paradero, de asesinarlos y no entregar nunca los cadáveres, que además se ocultaron bajo tierra y en el mar. Se ocultó, entonces, la evidencia del crimen, porque el costo político de hacerla visible era enorme. Y no solo se ocultó la evidencia material, sino que se censuró la prensa, con lo cual no solo hubo ocultamiento, sino también un manto de silencio.

»Estas formas de ejercer el poder y la represión de la dictadura contrastan con las de la “democracia”, donde las prácticas represivas son completamente visibles, ocurren en plena calle, a plena luz del día, a plena vista —incluso a la vista de las cámaras—. En “democracia”, la violencia del Estado es una violencia que genera espectáculo, que exige ser vista para exaltar la presencia de un poder sanguinario y para intimidar a los manifestantes; una represión que funciona especularmente para que la ciudadanía se mire ahí, en las imágenes, como víctima de esa violencia efectista, sensacionalista e intimidatoria».

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta
En muchos casos, la Policía Nacional disparó directamente a los ojos de los manifestantes. Foto: Cortesía de Fredy Henao.

 

  • «Violencias ojizadas»: el intento de cegar los ojos ciudadanos que despertaron y se abrieron

 

«Las violencias estatales en “democracia” son violencias que no necesariamente se ejeren sobre el cuerpo entero del ciudadano —como es el caso de la tortura o de la desaparición—, sino sobre sus ojos. Estas violencias fueron llevadas a cabo por las fuerzas policiales y militares que intentaron no matar, sino disminuir y deshabilitar el cuerpo de sus víctimas, disparándoles directamente a sus ojos balines de acero y otros metales recubiertos en goma.

»Me parece elocuente que esa violencia haya sido dirigida hacia el ojo del ciudadano y la ciudadanía, y que lo mismo haya sucedido en las manifestaciones colombianas, panameñas, egipcias, francesas, palestinas, indias y un larguísimo etcétera. Conjeturo que, en estos tiempos, el mensaje más efectivo es precisamente el de cegar los ojos que se habían abierto y despertado. Era necesario dispararles para volver a cerrarlos».

 
 
 
 
 
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  • La ciudadanía se manifestó poniendo el cuerpo, los ojos y sus palabras deslenguadas, que fue la literatura misma de la protesta

 

«Los mensajes de la violencia que casi no tenían posibilidad de respuesta en dictadura, sí tienen espacios de respuesta en democracia. Por más que uno pueda entrecomillar, la realidad es que, en “democracia”, hubo una respuesta popular muy clara: una respuesta en el lenguaje y en la escritura. La ciudadanía se manifestó de vuelta no solo con sus cuerpos, sino con sus palabras. Respondió escribiendo sus mensajes en los muros; sus mensajes deslenguados, ocurrentes, hilarantes, enojosos, a veces llenos de improperios al presidente y sobre todo a la Policía, lo que el lingüista José del Valle llama “un lenguaje popular”, que no se remite a la norma, que escribe mal, que otros corrigen, que otros tachan y componen y comentan. Para mí no solo era una respuesta vociferante, sino que era la literatura misma de la protesta.

»La ciudadanía se tomó la palabra como nunca, es decir, no solo se manifestó poniendo el cuerpo, poniendo el ojo, poniendo los lemas en grito, sino también escribiendo sobre la ciudad, volviendo los muros páginas rayadas para contestarle indisciplinadamente al poder disciplinario del Estado».

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta
Los muros, las calles y las paredes fueron clave para la expresión de las inconformidades de la ciudadanía. Foto: Cortesía Andrés López.


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El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

Autor

CNMH

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Una víctima visita el bosque humanitario de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) durante la conmemoración, en Saravena (Arauca), del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Publicado

7 septiembre 2023


El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

En Saravena (Arauca), entre el 30 de agosto y el 1.o de septiembre, se realizó la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Las víctimas se congregaron para recordar y dignificar a aquellos que les fueron arrebatados por el conflicto armado.

 

Detrás de un colegio en Saravena (Arauca), se extienden más de 30 árboles de yopo, cuyas ramas se abren como sombrillas. Al lado de cada uno reposa un letrero con el nombre de una víctima de desaparición forzada; muchas veces, los familiares pasan por aquel lugar que dignifica a aquellos que no han podido ser encontrados.

Es el bosque humanitario de Saravena, un paraje en el que crecen las raíces no solo del yopo, sino también de la esperanza de las familias buscadoras. Emperatriz Montes, rectora de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR), explica que el colegio reconoce el bosque como un espacio sagrado por «cada árbol que sembró una mamá, sobrina, tío o hermana, en memoria de su familiar desaparecido».

En la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas —realizada del 30 de agosto al 1.o de septiembre—, las víctimas regresaron al bosque humanitario y llevaron los retratos de sus familiares. Nadie les dijo qué hacer, pero tras la caminata hacia el terreno cada una buscó el árbol que lleva el nombre de aquel ser querido que aún espera encontrar.

Lo cierto es que ese centro de memoria no siempre fue así. Antes de 2020 era reconocido por ser un botadero de basura y fue gracias a la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas (Asofavida) que se limpió, cuando se sacaron de allí más de 50 llantas de carros, 25 pupitres y 20 volquetadas de desechos. «Esto era un peladero, como la quebrada de La Pava, pero lo transformaron ellas y lograron un bosque en dos años y medio», agrega la rectora.

Yolanda Montes, integrante de Asofavida y lideresa reconocida en la región del Sarare, señala que todo fue gracias al trabajo colectivo en minga. «Preguntamos por diez mujeres que quisieran venir y así fuimos limpiando —afirma la también exalcaldesa de Saravena—. Cada fin de semana eran grupos distintos y cuando ya no había más escombros, quisimos hacer este acto simbólico». 

Los lazos entre el CDR y Asofavida

Integrantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) y víctimas del conflicto armado honran y dignifican la memoria de sus familiares dados por desaparecidos.

 

En Saravena, el conflicto armado es una realidad de la que no se habla, pero hay personas que quieren romper con ese tabú. Desde la rectoría del CDR, Emperatriz Montes decidió abrirle la puerta del colegio a la vida de los estudiantes con todas sus realidades y, así, empezó a hacer un censo de quiénes eran víctimas del conflicto, dónde vivían y cuáles eran sus historias.

El ejercicio de diagnóstico arrojó que el 70 % de los estudiantes eran víctimas directas. «Fueron cifras asombrosas para nosotros, que nunca nos habíamos preguntado esto», precisa la rectora. La sorpresa fue aún mayor cuando cruzaron la información con Asofavida y se dieron cuenta de que había madres de familia que hacían parte de esa organización.

Desde ese momento, las aulas están abiertas para hablar del conflicto armado y del Acuerdo Final de Paz con la extinta guerrilla de las FARC-EP. Los docentes han empezado a romper el tabú que impera en Saravena no solo desde las clásicas cuatro paredes con pizarrón, sino que caminan por el bosque humanitario que los alumnos terminan cuidando como un lugar sagrado.

 

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Carlina Londoño Montes, docente del CDR, se refiere al compromiso que tiene con los estudiantes del colegio: «Siento la necesidad de reivindicar esas historias, que dejen de ser cifras. Hay que reconocer que en cada uno de esos números hay un proyecto de vida que se cortó; había sueños y esperanzas que la sociedad dejó de aprovechar». 

La lideresa social expresa su preocupación ante cómo la violencia puede afectar a sus alumnos. «Me siento muy comprometida para que eso no les pase y que vean que en medio de este conflicto tampoco pueden ser victimarios. Hay que sacarlos y alejarlos de allá para que aporten a este territorio desde otros ángulos y perspectivas», dice Carlina mientras sus alumnos pintan un mural que representa la violencia de los «falsos positivos».

Estudiantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) en el mural que están pintando sobre «falsos positivos».

Por su parte, Asofavida realiza una labor de apoyo a las familias buscadoras, documentando los casos de desaparición forzada en Arauca. «Este archivo de derechos humanos es importante porque nos ayuda a la búsqueda de la verdad, a saber qué pasó con esas personas», señala Zoraida Forero, representante legal de la organización que conoce 164 casos en el departamento, de los cuales se han encontrado nueve cuerpos.

El equipo de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos (DADH) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acompañó la conmemoración en Saravena. Los profesionales no solo pudieron conocer la labor de documentación que ha efectuado Asofavida y maestras como Carlina Londoño, sino que también le expresaron a la comunidad la importancia de los archivos de derechos humanos en el territorio.

 

 

Las raíces de la familia Montes

El bosque humanitario ha tejido lazos entre los alumnos y las integrantes de Asofavida; sin embargo, uno de sus árboles de yopo cuenta cómo la defensa de los derechos humanos juntó a tres familiares en esta misma causa. Se trata de Yolanda, Emperatriz y Carlina, quienes no solo están relacionadas por sus convicciones, sino también por la historia de un familiar desaparecido.

En la caminata hacia el bosque, Yolanda y Emperatriz llegaron al árbol que llevaba el nombre de Omar Montes, el hermano que a ambas les desaparecieron en Aquitania (Boyacá). La rectora contó con lágrimas en los ojos la historia de su hermano, aunque fue la integrante de Asofavida quien narró en detalle cómo el Ejército Nacional pretendió desaparecer su cuerpo y enterrarlo en una fosa común en 1993.

«Por radio dieron una noticia que decía: “Muerto en combate un guerrillero de las FARC llamado Omar Alfonso Montes Ovalle”», comenta Yolanda. Si bien el reporte no lo escuchó directamente la familia, cuando se corrió la voz «todo este pueblito de Saravena fue a templar [sic] a Aquitania», resalta la exalcaldesa. Su madre le reclamó al coronel por el cuerpo de su hijo… le decía: «Si hubo un combate, dígame dónde cayó, dónde está el enfrentamiento».

Yolanda y Emperatriz Montes al lado del árbol de yopo en el que recuerdan la memoria de su hermano desaparecido, Omar Montes.

Para esa época, Carlina Londoño —hija de Yolanda— tenía 6 años y presenció el dolor que compartía su familia. «Ese recuerdo viene a mi memoria muy lúgubre», asegura la docente, y reconoce que gracias a esa noticia radial pudieron encontrar los restos, enterrarlo y hacer el duelo; sin embargo, más de 150 familias de Saravena no han podido concluir ese camino. 

Aunque «no es necesario vivir el dolor en carne propia para empatizar, cuando somos objeto de algún tipo de violencia evidentemente hay una sensibilidad diferente», resalta Londoño. De esa forma, las tres lideresas han emprendido un camino que se ha cruzado por los azares de la vida o quizá por su propia historia: Emperatriz desde la rectoría del CDR, Carlina desde la docencia y Yolanda desde Asofavida.

En esta conmemoración, sus esfuerzos fueron aún más evidentes en ese centro de memoria que recuperaron: el aula viva del bosque humanitario, donde es posible dignificar a aquellos que ya no están.

 


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«¿Dónde están?»: el grito que retumbará hasta que los desaparecidos retornen

«¿Dónde están?»: el grito que retumbará hasta que los desaparecidos retornen

viaje en bus escalera rumbo a Aquitania

Autor

CNMH

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El Centro Nacional de Memoria Histórica presentó una exposición sobre desaparición forzada.

Publicado

6 septiembre 2023


«¿Dónde están?»: el grito que retumbará hasta que los desaparecidos retornen

En el Día Internacional de las Desapariciones Forzadas, las entidades estatales y organizaciones sociales y de derechos humanos se reunieron en la Plaza de Bolívar para reafirmar el compromiso de la búsqueda.

 

Esa mañana, en la Plaza de Bolívar, los ausentes eran más que los presentes. Estaban allí, del modo en que podían estarlo. Sus rostros llenaban galerías, portarretratos. Ellos y ellas seguían allí, siguen aquí, pese a que hace años se los llevaron.

La plaza de Bolívar, el centro del centro del país, recibió a cientos de personas, con diferentes acentos, en el Día Internacional de las Desapariciones Forzadas. El reclamo, como hace años —desde que arrancaron a sus seres queridos de su hogar—, sigue siendo el mismo: que haya garantías para la búsqueda, así como esclarecimiento de la verdad y no repetición. El deseo también sigue intacto: encontrar a los desaparecidos.

Algunas de las organizaciones de buscadoras y buscadores llevaron las fotografías de sus desaparecidos al acto organizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), la Unidad para las Víctimas (Uariv) y la Consejería de Paz de Bogotá. Aquel día, los asistentes a la conmemoración volvieron a ver sus rostros, a leer sus nombres, a recordar la fecha en que se los llevaron.

 

«¿Dónde están?»: el grito que retumbará hasta que los desaparecidos retornen
Las mujeres de Mafapo fueron algunas de las lideresas de organizaciones que participaron en el evento.

 

Los ausentes presentes dejaron rastros: el cepillo de dientes, una cama, ropa. Ellos siguen allí, en ese espacio vacío donde la materialidad de sus cosas los reclama. En esa simbología del objeto reside una gran fuerza y, por ello, la armonización inicial del evento giró alrededor de ella. Las Madres de Falsos Positivos (Mafapo), por ejemplo, llevaron unas botas intervenidas artísticamente. Una bota como las que les pusieron a los cuerpos de sus hijos, hermanos, sobrinos o esposos para hacerlos pasar como guerrilleros dados de baja en combate.

 

 

Los objetos de las y los desaparecidos se fueron juntando en el piso de la plaza y crearon un mandala gigante. Y siguió retumbando la pregunta de siempre: ¿dónde están? Así lo inquirió Erik Arellana, hijo de Nydia Érika Bautista, desaparecida en 1986, luego de declamar un poema.

«No vamos a desfallecer en el propósito desde la complejidad de la búsqueda, desde todas las dificultades, desde el universo gigante de personas que tenemos que encontrar», declaró Luz Janeth Forero, directora de la UBPD.

En esa búsqueda incesante, los familiares de los desaparecidos son trascendentales. En medio del dolor, mientras caminan hacia la sanación, han buscado inclaudicablemente. «El delito de la desaparición forzada destruye e impacta no solo a las víctimas directas, sino a las indirectas, como sus familias», afirmó Natalia Romero, de la Unidad para las Víctimas. Ellas y ellos fueron también homenajeados. «Esto no es solamente una conmemoración, […], sino hacer visibles luchas de tantos años, de mujeres y hombres que siguen trabajando hasta encontrarlos y encontrarlas», subrayó María Gaitán, directora del CNMH.

«¿Dónde están?»: el grito que retumbará hasta que los desaparecidos retornenMaría Gaitán, directora del CNMH, junto a Jacqueline Castillo, representante legal de Mafapo

Peticiones que no desaparecen

Ana Delina Páez, de Mafapo, junto a las botas de la exposición de su organización, hizo una petición al Estado colombiano: «Que haya la búsqueda de todos estos desaparecidos, porque, así como nosotras los encontramos, hay otras que no, y nosotras estaremos hasta el fin del mundo con ellas buscándoles sus desaparecidos, diciéndole a este Estado que nos tenga en cuenta».

Antonio Zapata, quien hace algunos años dejó de buscar a su hermano Carlos, le pidió perdón. Lo mantiene vivo a través de una de sus obras de arte, un óleo sobre lienzo. Sobre este, se leen preguntas: ¿Preferiría la seguridad de su muerte a la incertidumbre de su vida?  ¿Vivo? ¿Muerto? ¿Cómo? ¿Sufrió? ¿Muerte lenta? ¿Bala? ¿Machete? ¿Sierra? ¿Tuvo miedo? ¿Dolor? ¿Qué pensó? ¿Tortura? ¿Quién dio la orden? ¿Quién?

 

Conoce más acciones de organizaciones de búsqueda

 

Antonio también tiene cosas que pedirle al Estado colombiano: «Que haga algo por recuperar la humanidad que se ha perdido. Yo creo que ese es el principal problema que hemos tenido: ese callo que tenemos en el alma», dijo.

Arte que restaura

Zapata creó un óleo sobre lienzo porque cree que el arte toca fibras, que restaura. Sabe que lo hace el teatro, la literatura o las artes plásticas. Así lo evidencia también uno de los tomos del Informe Final de la Comisión de la Verdad, Cuando los pájaros no cantaban, el volumen testimonial que, a modo de narraciones personales, expone el embate del conflicto armado, sus huellas.

Fue un fragmento de este libro, relacionado con la desaparición forzada, el que leyó el cuentero Sarquiz Sierra esa noche como cierre de las conmemoraciones del Día Internacional de las Desapariciones Forzadas, en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR). «Cajita de huesos» se titula el relato, el testimonio de una mujer de Norte de Santander que narra la historia de la desaparición de sus hijos y la importancia de la búsqueda en su vida.

Y arte, combativo y reflexivo, también es el El Palacio arde, la ya representativa obra de teatro de los buscadores del Palacio de Justicia. Se trata de una pieza que revive uno de los momentos más cruentos de la historia reciente de Colombia, en la que muchos fueron desaparecidos y cuyas memorias aún recordamos gracias a la labor de sus familiares, que repiten la misma consigna: hasta que aparezcan.


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La conquista del voto femenino: un camino que empezó antes de 1954

Autor

CNMH

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Aunque las mujeres conquistaron el derecho al voto en 1954, fue hasta 1957 que salieron masivamente a las urnas a ejercer su ciudadanía completa.

Publicado

27 agosto 2023


La conquista del voto femenino: un camino que empezó antes de 1954

El 25 de agosto de 1954 las mujeres colombianas lograron acceder a su ciudadanía completa con el derecho al sufragio; sin embargo, para lograrlo, tuvieron que luchar desde muchos años atrás.

Hace 69 años, los periódicos y medios de comunicación registraron un acontecimiento histórico. En la tarde del 25 de agosto de 1954, el Capitolio Nacional vivió uno de los debates más emocionantes al acoger y escuchar las voces de Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda, dos mujeres de distintas vertientes políticas que defendían la necesidad de aprobar el voto femenino en Colombia. 

El lugar que ocuparon las sufragistas en ese escenario político fue el resultado de años de lucha feminista. Por más de una década, centenares de mujeres buscaron su ciudadanía completa y, paradójicamente, la consiguieron hasta que subió al poder el militar Gustavo Rojas Pinilla. 

«Sobre el voto femenino en Colombia, a veces se escucha decir que se lo debemos al general Gustavo Rojas Pinilla en medio de su dictadura», manifestó Fabiola Calvo, integrante de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género. Para la socióloga y feminista, esa afirmación no solo es equivocada, sino que desconoce la lucha de las mujeres en el país. «No fue un regalo, esto es producto de un movimiento internacional, que se da también en Colombia», agregó. 

 

Conoce sobre la lucha de las mujeres por la recuperación de tierras en el libro «Mujeres pastos en la lucha por la recuperación de tierras».

 

El primer país que lo logró fue Nueva Zelanda en 1893, para luego sumarse Reino Unido y Estados Unidos. En América Latina, Uruguay fue el primero en conquistar el derecho al voto en 1927; sin embargo, en Colombia existe un antecedente que supera a todas las naciones mencionadas. 

En 1853, en la provincia de Vélez (Santander), las mujeres accedieron al sufragio de manera fugaz. «Fue un derecho casi que visto y no visto, pero fue una conquista», precisó Calvo y recordó que en 1855 les fue arrebatada esa victoria. Aunque la Corte Suprema de Justicia abolió la decisión, el precedente demostró que las mujeres han luchado por ese derecho político mucho antes de 1954

El camino previo a la victoria

La lucha para llegar a las urnas empezó conquistando otros derechos. Antes de la década de 1930, las mujeres tenían prohibido entrar a la universidad y no les estaba permitido hacer el bachillerato; no podían salir del país sin el permiso de sus esposos y tampoco manejaban su propio salario. 

Luego, en el gobierno del liberal Enrique Olaya Herrera, el panorama empezó a cambiar. «En 1932 se conquista el derecho a administrar bienes y en 1933 el derecho a la educación», detalló Fabiola. Esas dos victorias fueron esenciales para la autonomía de las mujeres, especialmente con la posibilidad de terminar el bachillerato e ingresar a la universidad. 

En 1944, el gobierno de Alfonso López Pumarejo planteó una reforma que le daría a la mujer el estatus de ciudadana y podría ejercer cargos públicos, pero en la letra pequeña se aclaraba que el sufragio no estaba incluido. A pesar de que la propuesta dejaba por fuera el voto femenino, fue aplaudida por muchas mujeres y también criticada por hombres que ya gozaban de esos derechos. 

 

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La iniciativa se volvió una realidad en 1947, gracias a las 500 mujeres que hicieron presión al firmar un memorial que le pedía a López Pumarejo llevar a cabo la reforma. Aquel grupo de sufragistas fue liderado por Lucila Rubio, una de las fundadoras de la Unión Femenina de Colombia (UFC). 

Las mujeres sabían que contaban con  una ciudadanía incompleta y, en 1948, encontraron un impulso internacional para seguir buscando el derecho al voto: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De acuerdo con Calvo, el documento de las Naciones Unidas dice que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», sin distinción alguna de raza, idioma, religión, sexo o de cualquier otra índole. 

Colombia fue uno de los países que firmó dicho acuerdo internacional, asumiendo la obligación de trabajar en pro de esos derechos. «Se dan entonces una serie de debates sobre el voto femenino, pero no se fue sino hasta 1954 que, después de un encendido debate, se aprueba el voto para las mujeres», explicó Calvo.

La puerta que se abrió con la Asamblea Nacional Constituyente

Sería mentira decir que las mujeres no intentaron llevar el proyecto de ley ante el Congreso de la República; lo hicieron en febrero de 1954, pero la propuesta no tuvo luz verde. No contentas con la decisión, las sufragistas no se rindieron y encontraron una oportunidad única ese mismo año: presentar la iniciativa ante la Asamblea Nacional Constituyente que pretendía reelegir a Rojas hasta 1957. 

Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda se convirtieron no solo en la voz que representaba a las mujeres, sino que fueron nombradas como constituyentes, una por el Partido Conservador y la otra por el Partido Liberal, respectivamente. El 3 de agosto, la asamblea reeligió a Rojas Pinilla como presidente y ellas radicaron el proyecto de ley del voto femenino. 

El 25 de ese mes tuvo lugar el debate que definiría la historia política del país. Tras escuchar las diversas posturas, en las que algunos hombres apoyaron la iniciativa, el sufragio femenino fue aprobado con 60 votos a favor y cero en contra. El resultado no fue una decisión unánime, sino que los opositores salieron del recinto con la voluntad de dejar sin quórum la votación.

Esa tarde se consagraron todos los derechos políticos de la mujer, «que realmente pueden ejercer en 1957», manifestó la integrante de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género. «Muchas mujeres fueron a votar a conciencia, muchas fueron a votar siguiendo a sus maridos —indicó la feminista—. Hubo de todo, como se presenta en cualquier jornada electoral».

Lo cierto es que las mujeres llegaron a las urnas masivamente, e incluso hubo lugares en los que votaron más ellas que los hombres. En 1957 se convocó un plebiscito para aprobar el Frente Nacional, un pacto que buscaba ponerle fin a décadas de violencia entre liberales y conservadores alternando el poder durante 16 años, y las mujeres votaron.

Para Fabiola resulta contradictorio lo que sucedió ese día. Mientras las mujeres ejercían plenamente su ciudadanía, se aprobó lo que ella denomina «el pacto de la exclusión de los derechos políticos de muchos sectores en Colombia». 

Aun así, tras la aprobación del voto femenino, las mujeres no solo defendieron su derecho, sino que empezaron a ganarse un espacio en la política: Esmeralda Arboleda fue la primera mujer elegida que llegó al Congreso de la República y Josefina Valencia fue ministra de Educación.

«Con lo que hemos conquistado, hemos incidido en el cambio simbólico y en la manera de pensar con respecto a las mujeres», puntualizó la socióloga. Y si bien todavía queda un largo camino por recorrer en busca de una representación equitativa en el poder, eso no sería posible «sin la lucha que ha dado el movimiento feminista desde muchos siglos atrás».


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FICDEH 2023: el CNMH proyectó el documental Mandeleros, memorial del retorno

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CNMH

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El artista del barrio Nelson Mandela, Dayro Carrasquilla, y la profesional del CNMH, Anyi Cárdenas, en el conversatorio sobre el documental Mandeleros, memorial del retorno.

Publicado

22 agosto 2023


FICDEH 2023: el CNMH proyectó el documental Mandeleros, memorial del retorno

La pieza audiovisual se proyectó en la Universidad Externado de Colombia, el pasado 15 de agosto, en el marco del Festival Internacional de Cine por los DD. HH. (FICDEH), donde los espectadores también escucharon un conversatorio sobre la historia de los habitantes del barrio Nelson Mandela en Cartagena (Bolívar).

 

«Ser mandelero es estar en la defensa de lo mío, del otro y de lo colectivo», dijo Dayro Carrasquilla, artista del barrio Nelson Mandela en Cartagena (Bolívar). Sus palabras quedaron registradas en el documental Mandeleros, memorial del retorno, proyectado el 15 de agosto en el auditorio del edificio H de la Universidad Externado de Colombia.

La institución educativa le abrió las puertas al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) con su franja de cine documental «Todas las memorias todas». Las piezas audiovisuales  escogidas recogen las luchas y resistencias de las víctimas del conflicto armado y fueron presentadas en el marco de la 10.ª edición del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos (FICDEH). 

El 15 de agosto, estudiantes y ciudadanos entusiastas llegaron a las 3:00 de la tarde para conocer la historia de aquel barrio que queda a 15 kilómetros de la ciudad amurallada. «Cuando nos referimos a Cartagena, pensamos en una ciudad turística, pero es un lugar que tiene mucho qué contarnos», manifestó Anyi Cárdenas, profesional del CNMH y moderadora del conversatorio sobre la resistencia de los mandeleros. 

El barrio Nelson Mandela cuenta con cerca de cincuenta mil habitantes y ha sido el refugio de personas desplazadas por la violencia. Ante la ausencia estatal y las acciones de actores armados ilegales, muchos de sus habitantes fueron revictimizados y tuvieron que huir de nuevo hacia otras zonas del país. 

Dayro Carrasquilla —quien viajó desde Cartagena hacia Bogotá— dijo en el conversatorio que el barrio «no es un territorio violento, sino violentado». Por esa razón, los mandeleros han buscado espacios de memoria y reparación colectiva para combatir la estigmatización con la que han cargado históricamente. 

La iniciativa consistió en la acción de memoria llamada Poética del retorno, en la cual los habitantes reflexionaron sobre su territorio y su identidad, gracias al apoyo brindado por el Museo de Memoria de Colombia del CNMH. «Fue muy especial cuando el CNMH se acercó a nosotros —puntualizó el artista—. Vimos en esos procesos de reconstrucción de memoria una manera de descargarnos».

 

 

El memorial consiste en hacer unas lámparas con latas que reflejan en una de sus tapas palabras como Mandela y esperanza. De acuerdo con Carrasquilla, el día en el que se organizó la acción, se convocó a un número determinado de habitantes y «fue muy bonito ver cómo empezó a llegar más gente de otros lugares». Para él, esa congregación representa a la gente del territorio. «Nos movemos sin estar esperando que los de afuera digan qué hay que transformar».

De ese modo y a pesar del temor, se reunieron con la emoción de encontrarse con otras personas, lo cual permitió confrontar, mover y sensibilizar sobre lo que pasa en el barrio cartagenero.  «El arte tiene ese poder transformador, no solo para el que lo ve, sino para el que cree que sirve para cambiar», señaló el artista.

El proceso de los habitantes del barrio cartagenero quedó reflejado también en el especial web Mandeleros. Texturas de una comunidad sobreviviente. El documental está disponible en el canal de YouTube del CNMH.

 


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El mochuelo vuela hacia Bogotá

El Mochuelo vuela hasta Bogotá: así es su parada en el Museo Nacional

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CNMH

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La estructura de la exposición tiene forma de rollo cinematográfico, una especie de espiral sobre la que se van descubriendo las temáticas y dispositivos museográficos. Foto: Cortesía Museo Nacional de Colombia.

Publicado

21 agosto 2023


El Mochuelo vuela hasta Bogotá: así es su parada en el Museo Nacional

La exposición del Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María llega a la capital del país en el marco de los 200 años de la primera institución museal de Colombia.

 

Como el mochuelo que es, algo tenía que volar. Son 800 nombres los que planean sobre la estructura con forma de espiral; 800 nombres de personas asesinadas, junto al lugar donde ocurrió el asesinato y la edad que tenían por entonces, escritos sobre una lluvia de papeles blancos. «Aquí hay 800, porque no nos daba el espíritu para poner más. El follaje no nos gusta mucho», dice Soraya Bayuelo, una de las lideresas más reconocidas de los Montes de María, y lo remata con una sonrisa.

 

  • El mochuelo vuela hacia Bogotá - Galeria.

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Fuerte y claro, Bayuelo habla en un recorrido nocturno guiado en el Museo Nacional. El Mochuelo —el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María— llegó hasta la institución museal más antigua del país. Allí anidará durante varios meses, para que colombianos y extranjeros conozcan de cerca la historia de esta región del país que es montaña, río y mar; que no solo vivió la guerra, sino también tiempos de alegría. Que históricamente ha amenizado sus días con música, y que vio nacer a virtuosos de la composición como Adolfo Pacheco.

La historia de este nuevo vuelo está relacionada con el Colectivo de Comunicaciones de los Montes de María, que nació, a su vez, de la Casa de la Cultura. «Queríamos cambiar el mundo. Creíamos que la cultura, el arte y la comunicación podían cambiar situaciones como la guerra», dice Bayuelo. Y lo hicieron. Les enseñaron a los niños y a las niñas, para que no fueran a la guerra, cómo se hace una película, una animación. Pusieron a hablar al mochuelo, el pájaro de su tierra, a un ojo de agua y a una morrocoya: los tres personajes narran la historia de los Montes de María antes del conflicto armado.

 

 

El Mochuelo es una plataforma de comunicación soportada fundamentalmente en lo audiovisual, en la fotografía, en el tejido y en el canto. «Cuando nos mandaron al silencio, dijimos: “¿Qué hacemos?”». Pues actuaron. En el año 2000, cuando estallaron cuatro bombas en los Montes de María y la violencia fue aún más lejos, la comunidad empezó a irse a dormir a las cinco de la tarde. En esa época, cuando los habitantes confundían el sonido de los mangos y otras frutas que caían sobre los techos de zinc con el de las balas, tomaron una decisión trascendental: hacer un acto de resistencia.

Así, abrieron un mantel en una casa del pueblo y proyectaron Estación central de Brasil, —película que había estado en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI)— y que les entregó Yolanda Pupo de Mogollón, quien fue presidenta de la junta directiva del evento cinematográfico. «No dijimos nada por los canales, pero el voz a voz… nos vieron poniendo video beam y un picó. Queríamos que no viniera tanta gente y vinieron como 300 personas muertas del susto, por supuesto», recuerda Bayuelo.

La guerra amenaza, pero no siempre paraliza. Hay voluntades que no controla, menos a gente que sabe de pájaros, de volar. Los montemarianos descubrieron, escondidos, que el cine «era importante para la movilización social, para decirles a los violentos que la noche era nuestra, que el espacio público era nuestro». En el 2003, el Colectivo de Comunicaciones de los Montes de María ganó el Premio Nacional de Paz. «Nos dio tremendo susto, porque ahora sí iban a saber qué estábamos haciendo», suelta Soraya, y de nuevo se ríe.

 

Son 800 nombres sobre papel blanco los que ‘vuelan’ sobre El Mochuelo, y que identifican a algunos de los asesinados y desaparecidos de los Montes de María. Foto: Cortesía Museo Nacional de Colombia.

El pájaro alza el vuelo

Durante años, los habitantes de los Montes de María acumularon material que la misma comunidad creaba. Bayuelo recuerda: «¿Qué hacemos? Bueno, esto tiene que ponerse en algún lado». Debían ser quince galerías, una por cada municipio de los Montes de María. Entonces debía ser algo liviano, que volara… como un pájaro. «¡El Mochuelo!». El mochuelo, aquel pájaro al que le compuso Adolfo Pacheco, de pico’e maíz y ojos negros brillantinos:

Esclavo negro, cantá,

Entoná tu melodía,

Canta con seguridad

Como anteriormente hacías

Cuando tenías libertad

En los Montes de María.

De esta estrofa nació el guion museológico de El vuelo de El Mochuelo. De los Montes de María a Bogotá, como se denomina la exposición temporal que aloja el Museo Nacional. «Por ahí va esta historia, este va a ser el guion de esta película. Es como si fuera un carrete de cine», dice Bayuelo. Al subir la mirada, la estructura revela ese espiral que ahora cobra sentido. En círculos concéntricos comienzan a aparecer dispositivos museográficos, como un telar que soporta tres líneas de tiempo paralelas: una que muestra lo que pasaba en Colombia durante esos años, otra los hitos regionales y otra los locales.

 

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También se atraviesa por el dolor de las mujeres, cuyos cuerpos fueron vulnerados. Según Bayuelo, «más de 1.700 mujeres se atrevieron a documentar el caso e hicieron el primer informe que entregó el Caribe colombiano sobre violencia de género a la Comisión de la Verdad, en Cartagena». 

En El Mochuelo se transita por el recuerdo de la masacre de Las Brisas, equívoca y popularmente llamada «de Mampuján»: «la masacre fue en Las Brisas y el desplazamiento en Mampuján», aclara la lideresa social. En ese corredor estratégico que conecta San Juan Nepomuceno con Mampuján, en el año 2000, los paramilitares torturaron y asesinaron a doce campesinos. Los dibujos en carboncillo del artista Rafael Posso, quien recogió y transportó los cuerpos a su pueblo, en su burro, recuerdan lo sucedido.


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Bojayá, CNMH, Memoria, Pontificia Universidad Javeriana

Lamentamos el fallecimiento del dirigente campesino José Froylan Rivera

Autor

CNMH

Foto

Dirigente campesino José Froylan Rivera

Publicado

18 agosto 2023


Lamentamos el fallecimiento del dirigente campesino José Froylan Rivera

 

  • Abrazamos con compromiso el legado de lucha de este líder del Caribe y exaltamos el valor del archivo documental que le entregó en vida al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

 

El pasado 15 de agosto, en San Pedro (Sucre), falleció José Froylan Rivera Mesa, uno de los más destacados dirigentes campesinos del Caribe colombiano y cofundador de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). Durante más de sesenta años, participó en movimientos y organizaciones sociales y sindicales campesinas. Por su constante trabajo por el campesinado colombiano, fue objeto de amenazas contra su vida y en 1987 se vio obligado a exiliarse en Suecia.

Entre 2014 y 2016, Rivera Mesa le entregó una detallada documentación de su historia de vida y de sus luchas campesinas a la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). El fondo documental José Rivera Mesa está compuesto por material fotográfico, publicaciones, materiales audiovisuales y documentos de representación legal de múltiples asociaciones y juntas de acción comunal. Se trata de una valiosísima recopilación personal de documentos relacionados con su participación en la ANUC y de valiosos materiales que dan cuenta del desplazamiento forzado y la movilización social y sindical campesina por la tierra en Sucre y los Montes de María entre 1971 y 2010.

En este archivo se encuentran documentos como la «Plataforma ideológica», bandera de lucha del campesinado; las conclusiones del Tercer Congreso de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia; la cartilla sobre la participación de las mujeres en la lucha campesina; la revista Combate, «por la organización revolucionaria del pueblo»; y el «Manual para cursillos campesinos». Así mismo, contiene cuentos sobre la historia de lugares del departamento de Bolívar y sus procesos organizativos; la historia del pueblito los Andes, del municipio de Nueva Granada (Magdalena) y el archivo fotográfico de los congresos nacionales de la ANUC en Sincelejo, Cartagena y Magangué, junto con la colección fotográfica de May Richard, entre otros documentos.

José Froylan, además de ser cofundador de los primeros sindicatos tabacaleros de Colombia,  participó activamente en un proceso de investigación apoyado por el CNMH en el que las comunidades campesinas de su región hicieron memoria del daño causado por la guerra. Con el equipo de investigación campesina y del CNMH, contribuyó con profundas reflexiones sobre el daño del conflicto armado al «sujeto colectivo campesino» y propuso elementos claves para la reparación colectiva del campesinado y su reconocimiento como sujeto de derechos. A partir de este proceso de investigación se escribió el libro Campesinos de tierra y agua, que condensa las memorias de una parte del campesinado del Atlántico, y se realizó el documental Voces del agua y de la tierra.

 

De José Froylan hay mucho que decir y aprender. Su legado vivirá en los miles de campesinos y campesinas que siguen luchando por sus derechos. En este momento, basta decir que murió un gran luchador. Nuestras condolencias a su familia en Colombia y en Suecia. Rivera Mesa no será olvidado.


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Bojayá, CNMH, Memoria, Pontificia Universidad Javeriana

La nueva senda del CNMH: ¿por qué el territorio habla y el centro escucha?

Autor

CNMH

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Rosa Mosquera durante su intervención en la charla «Todas las memorias todas».

Publicado

16 agosto 2023


La nueva senda del CNMH: ¿por qué el territorio habla y el centro escucha?

María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), dictó la charla magistral «Todas las memorias todas» durante el cierre del «Coloquio Internacional de Archivos: entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia». «[…] Les presento a Rosa», dijo cuando le cedió la palabra a su invitada de esa mañana en uno de los auditorios de la Universidad Javeriana, en Bogotá.

«Soy del municipio de Bojayá, hago parte de un grupo de artesanas que se llama Guayacán. Nuestro trabajo empezó en el 97, cuando por primera vez sentimos la guerra de cerca: llegaron los paramilitares a nuestro territorio. En ese momento nos organizamos para bordar, para entretenernos, para apoyarnos, para sanarnos, y para emprender esa tarea que ya tenemos desde hace 27 años, en esta lucha del hilo y la aguja, del canto y del verso», dijo Rosa Mosquera, quien añadió: «El teatro, la cocina… Todo eso nos ha servido a nosotras para mantenernos en pie y no desfallecer, pero además de esto hemos elaborado muchos telones que desafortunadamente, la seño decía, estamos sin descentralizar».

De acuerdo con Rosa, desafortunadamente su trabajo se conoce muchas veces primero por fuera de Colombia, como suele ocurrir con otras producciones del país. «Parecen [los bordados] un rompecabezas. Nosotras siempre bordamos para que no se entienda mucho, para que nos pregunten mucho y aprender más».

 

Del 12-15 de septiembre habrá una gran conferencia nacional por el estallido social de 2021. Conoce más.

 

La «seño» es María Gaitán, que durante la conferencia magistral «Todas las memorias todas», en el cierre del «Coloquio Internacional de Archivos: entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia», habló del viraje que está teniendo la entidad que dirige en este Gobierno del Cambio. Rosa es la nueva realidad.

 

Algunos organizadores y participantes del «Coloquio Internacional de Archivos: entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia».

«Cuando nosotros decimos “Todas las memorias todas” es porque nuestro interés absoluto es que el territorio hable y el centro escuche. A pesar de las leyes que dicen que somos descentralizados, eso no es cierto, eso se quedó en papel y cartulina. Lo que no diga Bogotá, lo que no muestre Bogotá, no existe. Por eso, cuando decimos que el territorio sana, el territorio habla, actúa, compone, teje… el centro no lo está escuchando. Y esa es la apuesta principal del CNMH en este viraje del Gobierno del Cambio», dijo Gaitán.

La directora sostiene entre sus manos varias piezas hechas por las mujeres de Artesanías Guayacán mientras Rosa explica: «Acá hemos querido reconstruir el 2 de mayo [día de la masacre de Bojayá], las víctimas que cayeron en la iglesia. El 2 de mayo yo estaba allí. Tengo lesiones en mi cuerpo; en el alma ya no, porque el bordado me ha ayudado a sanar». Sus bordados muestran el recorrido de las víctimas que cayeron ese día. Los muestra en la fosa común, que queda en el río Bojayá, y agrega: «Allí estuvieron durante cinco años. Y es allí donde empieza la preocupación de la comunidad, porque no somos números, somos personas».

En Bojayá tardaron en llegar la paz, el duelo y el Estado. Los habitantes debían cantar sus lamentos y hacer sus rezos para despedir a sus muertos. Luego de hacer ollas comunitarias, de entender qué era lo que la comunidad reclamaba, comenzaron una nueva búsqueda de los cuerpos perdidos en la masacre. También emprendieron un nuevo camino para redescubrirse colectivamente. Ahora, sus sueños son más concretos: «Queremos un lugar donde podamos prender una vela porque es nuestra costumbre, hacer un rosario, hablar con nuestros muertos, porque eso nos lo dejaron los ancestros», dice Rosa. Bojayá quiere su lugar de memoria; de allí los telares de Rosa, de todas las mujeres de Guayacán.

María Gaitán lo sabe: «El relato de Rosa es lo que venimos escuchando en el CNMH a lo largo y ancho del país; por eso me parece importante que Rosa acompañe este cierre. La sanación que cuenta Rosa es una sanación que está viviendo el país desde mucho antes de la Ley 1448, que le dio lugar, en el 2011, a la existencia del CNMH. Lo importante de la 1448 es que le entregó al Estado el deber y la obligación de hacer memoria histórica y aportar al esclarecimiento de la verdad. Porque esta sanación de Bojayá existe en Sonsón, en los Llanos, en Mampuján. La apuesta de la paz que se está perfilando en el Gobierno del Cambio debe pasar por una transformación no solo cultural, sino del corazón».

 

Una nueva ruta para recorrer el camino olvidado

Con «Todas las memorias todas», el CNMH propone desplegarse a lo largo del territorio. Gaitán fue enfática al respecto: «No nos estamos descentralizando, porque no es llevar la misma institución de Bogotá a los territorios, sino construir memoria histórica desde el territorio para que el CNMH escuche». A través de nueve enlaces territoriales, en los departamentos elegidos en esta primera fase, se tiene la posibilidad de «escuchar a muchas Rosas».

 

María Gaitán explica el viraje que ha tomado el CNMH durante el Gobierno del Cambio.

Otra de las tareas que se ha propuesto la nueva administración del CNMH es intentar responder la pregunta «¿Quién dio la orden?». Para esto, la entidad ha propuesto, tras conversar con el presidente Petro, cambiar la fecha de 1958 que han designado «quienes han monopolizado la memoria histórica» como inicio del conflicto armado colombiano, según señala la directora. «Uno no puede explicar lo sucedido en Colombia el 9 de abril de 1948 si no se va a los años anteriores. Juan de la Cruz Varela, Rafael Rangel (en Barrancabermeja) y Tirofijo decidieron irse al monte a proteger sus vidas, y surgieron las guerrillas y eso es el origen de lo que llamamos el conflicto, pero hay que entender toda la gestación», concluyó Gaitán.

De allí que actualmente el CNMH adelante una investigación sobre los orígenes del conflicto, que se remonta a un tiempo anterior al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán; el obetivo es intentar explicar las motivaciones que detonaron la violencia bipartidista, antecedente de lo que se ha denominado «conflicto armado».

Por otro lado, también hay un empeño del CNMH en aclarar la diferencia entre «violencias estructurales» y «conflicto armado». «Confundimos mucho la violencia estructural con el conflicto, y eso hay que tenerlo muy claro. Rosa tiene dos dolores: las violencias estructurales, ancestrales, y el conflicto, y a las dos hay que tratarlas muy distinto, porque uno hay que sanarlo y el otro transformarlo. Ese dolor de haber sido espectadora de la muerte de sus familiares es muy fuerte, pero no hace parte de las violencias estructurales que no hay que sanar, sino transformar», precisó Gaitán.

Quizás el rol más importante de este nuevo CNMH se resume en un único verbo: escuchar. «El territorio necesita hablar, y hablar, y hablar, y que siga hablando, y que el centro escuche. El territorio habla, teje, canta, llora, sana. El centro escucha todas las memorias todas», concretó la directora.

Rosa, de Bojayá, lo contó a su modo, cantando, a modo de cierre de la charla magistral: «Es la vida dura senda para andar sin amor. Solo se llega a buen puerto si se va de dos en dos».


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Bojayá, CNMH, Memoria, Pontificia Universidad Javeriana

El CNMH participó en la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas

El CNMH participó en la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas

Autor

CNMH

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Mujer de comunidad indígena observa uno de los folletos que el CNMH divulgó durante el Día Internacional de los Pueblos Indígenas en la JEP.

Publicado

16 agosto 2023


El CNMH participó en la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas

La directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), María Gaitán, tuvo el honor de participar en la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, un evento organizado el pasado 9 de agosto por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Jurisdicción Especial Indígena.

En el conversatorio «Aprendizajes del diálogo intercultural y la articulación y coordinación entre la Jurisdicción Especial Indígena y la Jurisdicción Especial para la Paz», Gaitán se dirigió a las comunidades indígenas del país y a todos aquellos involucrados en proyectos de investigación y documentación de la memoria de los pueblos nativos.

 

La directora  comenzó reconociendo la importancia de la fecha y destacó que el 9 de agosto se conmemora la primera reunión del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías de la ONU efectuada en 1982. Esta conmemoración se ha convertido en una oportunidad fundamental para estrechar lazos entre diversas entidades y las comunidades indígenas, así como para dar a conocer los resultados de investigaciones y publicaciones realizadas por el CNMH en colaboración con estas comunidades.

Uno de los hitos mencionados por Gaitán fue el proyecto de investigación en conjunto con la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) titulado Tiempos de vida y muerte. Memorias y luchas de los Pueblos Indígenas en Colombia. Esta investigación se centra en la recuperación de la memoria histórica de los pueblos indígenas y recopila más de cinco siglos de experiencias y memorias de guerra y destrucción. Las acciones de daño fueron perpetradas por grupos armados ilegales como paramilitares y guerrillas, y por el mismo Estado. La investigación se realizó gracias a un diálogo de saberes que involucró recorridos, reuniones, entrevistas, anotaciones etnográficas, cronologías, cartografías y análisis de fuentes propias y secundarias realizados en territorios previamente definidos.

Gaitán subrayó la importancia de esta investigación como una fuente de estudio integral para abordar el conflicto armado en sus dimensiones sociales, políticas y culturales. Destacó la relevancia de este documento en la comprensión del presente y la construcción de un futuro que reconozca y honre la memoria de las comunidades indígenas atravesadas por la violencia en sus territorios.

Asimismo, reafirmó el compromiso del CNMH de seguir trabajando en colaboración con las comunidades indígenas, abriendo espacios para la divulgación y apropiación de estos conocimientos. Además, apeló a la consigna «El territorio habla y el centro escucha» para ilustrar la importancia de esta interacción y el deseo de construir, conjuntamente, un país enriquecido por la historia y la sabiduría milenaria de los pueblos indígenas. «Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) estamos poniendo el pasado en frente, eso quiere decir que es de la mano de las autoridades indígenas y de los pueblos que estamos construyendo este pasado», dijo.

Finalmente, la directora compartió una noticia: «El Museo de Memoria de Colombia del CNMH va a tener la naturaleza en un lugar muy importante, y la exposición Sanaciones, que tuvo en algún momento unas medidas cautelares impuestas por la JEP, por solicitud de los diez pueblos indígenas, estará abierta a todos los pueblos indígenas, pues todos harán parte de esta apuesta».

 

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Acerca del libro Tiempos de vida y muerte

Tiempos de vida y muerte es un tejido de la vida de los pueblos indígenas que desde períodos anteriores a la llamada «Conquista» han luchado por el reconocimiento y el respeto a la vida, los derechos, los territorios y por ser dignificados.

La violencia, la mala muerte, el racismo, la discriminación, la descalificación y el desconocimiento de la existencia, de la ley de origen, del derecho mayor y el derecho natural, de los modos de vida y la concepción de los mundos, pero también las expresiones culturales y espirituales representadas a manera de dibujos y símbolos sagrados forman parte de estas páginas que expresan con dolor —y a la vez con esperanza— la memoria viva de los pueblos indígenas.


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CNMH, Día de los Pueblos Indígenas, JEP, María Gaitán

CNMH y la Unidad de Implementación reflexionan sobre memoria histórica y hacen un llamado sobre el Clan del Golfo

La comunidad de San Andrés de Pisimbalá eligió varios lugares marcados por la guerra para resignificarlos con una exposición de memoria. Foto: Felipe Alarcón, CNMH.

Autor

CNMH

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María Gaitán, Directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, y Gloria Cuartas, Directora de la Unidad de Implementación del Acuerdo de Paz, se reúnen para enriquecer la reflexión sobre el Clan del Golfo.

Publicado

12 agosto 2023


CNMH y la Unidad de Implementación reflexionan sobre memoria histórica y hacen un llamado sobre el Clan del Golfo

María Gaitán, Directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, y Gloria Cuartas, Directora de la Unidad de Implementación del Acuerdo de Paz, se reúnen para enriquecer la reflexión sobre el Clan del Golfo.

 

 

María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, y Gloria Cuartas, directora de la Unidad de Implementación del Acuerdo de Paz, se reunieron para sembrar memoria histórica a partir de una reflexión y un llamado a comprender la diferencia entre el Clan del Golfo y el verdadero Gaitanismo, el movimiento político que mantiene vivas las luchas populares de Jorge Eliécer Gaitán.

Gaitán dejó en claro que el Clan del Golfo debe llamarse así, sin tergiversar un nombre que durante décadas ha representado resistencias e ideas muy opuestas de las que abandera el grupo criminal. “Los Gaitanistas no somos ni paramilitares, ni asesinos, y mucho menos narcotraficantes”, subrayó la directora del CNMH. Cuartas, por su parte, aseguró que “el Gaitanismo para nosotros en la Unidad significa lucha, fortaleza, dignidad, esperanza”.

Ambas funcionarias del Gobierno del Cambio dejaron en claro que, en este momento político trascendental para el país, la memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad se convierte en ejes centrales para la construcción de paz en Colombia, por lo cual también evaluaron posibles escenarios de articulación para materializar las propuestas del CNMH.

 

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