Desde el 6 de septiembre, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ha estado en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín con conversatorios, talleres y colaboratorios que tienen como protagonistas las historias de las víctimas del conflicto armado en Medellín y Antioquia.
El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acompañó a la Mesa Municipal de Víctimas en un taller sobre los diversos lenguajes expresivos para construir las memorias de sus experiencias atravesadas por el conflicto armado.
Hace 20 años, integrantes de las FARC-EP perpetraron la masacre de Samaná, una de múltiples acciones que provocaron el desplazamiento forzado en el territorio. Hoy, destacamos la resistencia de la población para sobreponerse a la violencia.
Integrantes del colectivo Entre calles, cañas y montañas lideran la iniciativa «Salvaguardas de la memoria», en la cual contarán con su propio lenguaje el impacto del conflicto en este municipio del Nordeste antioqueño.
Liz Arévalo, de la Estrategia Psicosocial del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), y el psiquiatra Carlos Molina, conversaron con el periodista Alejandro Pino Calad en la Universidad Externado. Foto: Cristian Arévalo para el CNMH.
Publicado
24 agosto 2023
¿Es Colombia el país más feliz del mundo?
El 10.o Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos invitó a la reflexión en torno a esta pregunta, para repensar los imaginarios que ha construido una nación profundamente marcada por la violencia.
Durante años, especialmente los más recientes, hemos escuchado con insistencia que, según mediciones globales, Colombia es el país más feliz del mundo. Como si cada colombiano tuviera una sonrisa permanente en el rostro, se ha construido una percepción que parece obviar los problemas de salud mental en un país con un conflicto armado aún latente. Que las encuestas y la publicidad no nos engañen: en el país más feliz del mundo se sufre y se llora, porque el país más feliz del mundo vivió unos niveles de violencia y victimizaciones que no se borran con estadísticas.
Así lo corroboró el conversatorio «¿El país más feliz del mundo?», en el que Liz Arévalo, de la Estrategia Psicosocial del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), y el psiquiatra Carlos Molina, bajo la moderación del periodista Alejandro Pino Calad, conversaron sobre el tema en el marco del 10.o Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos.
Aunque en la política actual se ha abierto un camino para tomarse en serio el tema de la salud mental —incluso desde los enfoques diferenciales (de género; niños, niñas y adolescentes; personas mayores y discapacidad)—, el esfuerzo aún no es suficiente. «Tú le preguntas a una persona victimizada si tiene atención diferenciada en su EPS y dice que no, dicen que son víctimas y es igual a los demás. El Ministerio de Salud no tiene un estudio epidemiológico de la salud mental de las víctimas», afirma Arévalo.
De acuerdo con Molina, la Encuesta Nacional de Salud Mental evidencia la relación de los problemas de salud mental con la violencia. «La tercera [violencia en el ranking] es la del conflicto armado. A pesar de todo ese impulso de los movimientos sociales que llevó a rescatar esa aproximación en términos psicosociales, seguimos siendo muy susceptibles a los vaivenes sociopolíticos. En el gobierno anterior, el término “conflicto armado” no existía, lo mandaban a borrar de las políticas públicas. Luego pasamos a una suerte de mutismo particular, y todo esto que se había evaluado empieza a perder volumen, impulso, y ahora estamos pensando nuevamente en cómo recuperar y evaluar esas consecuencias de la salud mental».
#AEstaHora | En la @UExternado se desarrolla el conversatorio «¿El país más feliz del mundo?», en el que Liz Arévalo, de la Estrategia Psicosocial del #CNMH, y el psiquiatra Carlos Molina conversan con el periodista @PinoCalad, en el marco del @FICDEH. pic.twitter.com/L2pCAjHF1E
— Centro Nacional de Memoria Histórica (@CentroMemoriaH) August 16, 2023
Aunque la salud mentales una política de Estado, esta depende indiscutiblemente del protagonismo que le dé un gobierno con el presupuesto asignado o con los espacios de intervención, entre otros. Dicho protagonismo puede derivar en revictimizaciones o en acciones con daño. «Tenemos que arrancar nuevamente con los procesos, y eso toca a las comunidades. Si iniciamos un proceso y no hay más recursos, eso termina siendo difícil y revictimizante de alguna manera. Desde este punto de vista, podemos seguir teniendo dificultades en el acompañamiento continuo de las comunidades, rescatar la memoria, que sientan que tienen el control de lo propio», agrega el psiquiatra.
En cuanto al tema de los enfoques diferenciales, la funcionaria del CNMH explica que este es un tópico para mirar con cuidado, pues puede usarse para mostrar que se sigue una ley, aun cuando no hay una aplicación de la misma en la práctica. La Ley 1448 definió que las diferentes entidades que hacen parte del Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas (Snariv) deben incorporar un enfoque diferencial, en el que se incluyen el de género; discapacidad; personas mayores, niños, niñas y adolescentes; pueblos étnicos y el psicosocial. «Es una norma que debe tener esa mirada, pero pasa por las voluntades de las entidades darles fuerza y vida. También pasa que, siendo una obligación, una política pública, primero, depende de la voluntad de quien dirige las entidades, y segundo, los discursos políticamente correctos se vuelven vacíos», explica Arévalo.
Falta formación y nuevas maneras de entendernos
Aunque hay políticas públicas sobre salud mental, su aplicación aún depende mucho de las voluntades de los gobiernos de turno, según los expertos. Foto: Cristian Arévalo para el CNM
Además de Bogotá y algunas ciudades capitales, son pocas las universidades del país que ofrecen formación en psiquiatría. «La idea de la atención de espacios comunitarios es limitada, pero tiene que ver con la formación», asegura el psiquiatra. La conversación dejó claro que se necesita formación para saber cuáles son los criterios de trabajo en los enfoques diferenciales y determinar si se necesita apoyo médico, medicación, terapias conversacionales, así como el reconocimiento de prácticas de sanación de los pueblos étnicos, lo que amerita su inclusión en los modos de sanar.
Así mismo, deben contemplarse otros lenguajes expresivos para la sanación, como el teatro o el cine. Estos permiten entender «cómo las personas que han vivido el conflicto toman rostros y no se quedan en la cifra de la felicidad o de las personas muertas», según recalca Arévalo. Lo importante es entender que hay diferentes caminos para la sanación y que estos dependen exclusivamente de la persona que necesita sanar. «Ha sido representativo que muchas personas no acuden a espacios terapéuticos formales, pero acceden más fácilmente a otros espacios de escucha activa donde es más fácil hablar del dolor y quizás encuentren ahí el espacio para hablar del dolor de forma más explícita».
El lugar de la memoria también es muy importante en cuanto a la salud mental;de allí la relevancia de entidades como el CNMH, pues la memoria devela y busca maneras de expresión. «El CNMH ha pasado por ejercicios muy académicos, investigativos. Tuvo un paréntesis y ahora está retomando cómo construir memoria desde los territorios, y que sea desde los lenguajes no necesariamente tan académicos —que fueron útiles, desde luego— mostrar y compartir esas memorias de las personas», subraya Arévalo, quien también se refirió a otro aspecto esencial en la construcción de los imaginarios de la felicidad y la maldad que repercuten en la salud mental de quienes estuvieron inmersos en el conflicto: «Yo sí creo que los medios de comunicación tienen una tarea de responsabilidad. El relato del enemigo, el malo, el bueno, el que no tiene cara… eso requiere una mayor complejidad».
Las sobrevivientes que participaron en el informe La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia, en el departamento de Bolívar.
Publicado
20 junio 2023
«¡Estoy viva!»: un grito de resistencia a la violencia sexual en el conflicto armado
En el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, el CNMH y la Ruta Pacífica de las Mujeres recuerdan las marcas imborrables que dejó esta práctica en las víctimas y cómo ellas han encontrado la manera de sobrevivir.
En una vereda en Bolívar, un grupo de mujeres encontró refugio en el deporte para olvidarse de los problemas ocasionados por el conflicto armado. Dunia León, coordinadora de la Ruta Pacífica de las Mujeres en ese departamento, expuso que «ellas se juntaron y armaron equipos de fútbol sin saber jugar, solo para estar juntas».
Al menos 30 mujeres se tomaron dos o tres calles del corregimiento de San José del Playón, de 2:00 a 5:00 de la tarde, tras vivir el conflicto, especialmente desde 1989. «Después de las seis ya no podíamos estar afuera —explicó una de ellas ante la Ruta—. Como todas éramos adultas y teníamos marido, teníamos que ir a atender la cocina».
Durante esas tres horas, se dedicaron al deporte para distraerse y, quizá, sin saberlo, también fue un tiempo para resistir. «El saludo de ellas era una manera de darle ánimo a las otras», precisó Dunia León en entrevista con el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Cada que llegaba una mujer a esas calles se decía la una a la otra: «¡Estoy viva!».
Ese tejido colectivo quedó registrado en el informe La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia, que se basa en la experiencia de más de mil voces afectadas por la guerra. Está compuesto por dos tomos y una versión resumida que salió a la luz en 2013. Fue una iniciativa de la Comisión de Verdad y Memoria de la Ruta Pacífica de las Mujeres.
«En principio, pareció una idea muy loca porque estábamos en pleno conflicto», manifestó la coordinadora de Bolívar. A pesar del miedo y el silencio que imperaba por la presencia de los actores armados, se propusieron recoger esas memorias de las mujeres. «Veíamos que su situación no era visibilizada —detalló Dunia—. Eran mostradas como una víctima secundaria: eran la esposa, la madre o la hija, pero no se contaba lo que les pasaba directamente».
Violencia sexual en el conflicto armado
En el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, el CNMH y la Ruta Pacífica de las Mujeres recuerdan los estragos que ha dejado esta práctica en la vida, la memoria y los cuerpos de las víctimas. En el informe mencionado, algunas de ellas narraron las experiencias que las llevaron a ser utilizadas como botín de guerra.
«Los paramilitares hicieron conmigo lo que quisieron», afirmó una víctima de San Miguel (Putumayo) a la Ruta y mencionó que sufrió ataques físicos con «machete, de darme por todas las costillas». Después, fue violada por cuatro o cinco personas, dejándola «como nuestro señor Jesucristo, prácticamente amolada, prácticamente vuelta nada».
León comentó que al principio las mujeres no se atrevían a exponer lo que les había pasado a nivel sexual porque consideraban que era una práctica que no se puede probar y que, en el fondo, impera un manto de vergüenza. A pesar de su silencio, las consecuencias sí fueron más profundas, pues también afectó a los más cercanos a ellas.
Una mujer le dijo a Dunia que su esposo tuvo que presenciar la violencia sexual que sufrió: «lo amarraron para que viera cuando varios la estaban violando y, desde ahí, él nunca quiso volver a tener relaciones con ella». De acuerdo con León, ese actuar fue una ofensa a su hombría y a su virilidad, ya que al ser «accedida carnalmente por otros, le quitaba ese privilegio del que era dueño en primer lugar».
De esa forma, el patriarcado que impera en la guerra termina cobijando a todos. «A algunas mujeres las violaban y luego las mandaban a cocinar para después violar a sus hijas», recordó la vocera de la Ruta. Destacó que la militarización en los pueblos exacerbó ese tipo de violencias con la presencia de los grupos armados legales e ilegales que, muchas veces, trabajaron juntos.
Comisión de Verdad y Memoria: un bastón para las mujeres
En el conflicto armado, los perpetradores transmitieron un mensaje de dominación a través de los cuerpos de las mujeres. Ese terror se perpetuó en el tiempo y, por eso, a las víctimas les costó mucho tomar fuerza y alzar la voz. Eso lo expuso la Ruta cuando recogió sus voces, debido a que muchas de ellas no se atrevieron a manifestar la violencia sexual que vivieron.
En 2011 y 2012, la Comisión de Verdad y Memoria escuchó a mil mujeres, de las cuales el 13 % sufrió de violencia y tortura sexual; sin embargo, Dunia León resaltó que el porcentaje es mucho mayor. «En ese momento muchas no se atrevían a hablar, pero luego, con los procesos que se hicieron, hablaron más abiertamente», añadió.
Las experiencias recogidas en dicho informe llegaron a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV); incluso, impulsaron a otras a contar su historia. La coordinadora cree que «esas mil víctimas fueron un bastón para que otras mujeres se anexaran a los procesos y luego decidieran dar su testimonio a la CEV».
#EfeméridesCNMH💜 | El #CNMH y la @RutaPacificaM forman una alianza para conmemorar, este 19 de junio, el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos.
— Centro Nacional de Memoria Histórica (@CentroMemoriaH) June 19, 2023
Expresar lo que les pasó es uno de los primeros pasos para resistir y afrontar el conflicto armado, pero no solo se quedan allí. «Ellas se dieron cuenta de que solas les iba peor y que es necesario organizarse para apoyarse con más fuerza», indicó León. El tiempo les ha dado a las mujeres la capacidad de recrear tejidos colectivos y, para Dunia, «eso ha hecho que sobrevivan».
En la guerra, los violentos —como ella nombra a los actores armados— no solo enviaban mensajes de terror, sino que se aseguraban de quitarles la dignidad a las mujeres violándolas. Ellos saben que «una mujer con dignidad es una mujer que levanta la voz»; ahora, muchas de ellas también lo reconocen y resuenan desde la colectividad.
Encuentro entre los equipos del Barrio San Antonio y del Resguardo Indígena Valledupar. Foto: Andrés Correa, CNMH.
Publicado
26 mayo 2023
Buenaventura es goles, libros, unión y paz
«¡Gool de Las Palmas, el mejor lugar para vivir!» repetía a pulmón abierto uno de los vecinos de este barrio ubicado en la Comuna 12 —localidad 2 del Distrito de Buenaventura, Valle del Cauca— imitando, con más entusiasmo que garganta, el tono de los narradores deportivos, cada vez que uno de los niños del equipo de microfútbol local conseguía inflar las redes de su rival.
Era domingo, la temperatura sobrepasaba por momentos los 30 grados bajo la sombra del polideportivo cubierto. Desde muy temprano los y las integrantes de la Mesa de Acceso a la Justicia, Víctimas,Protección y Memoria —surgida en el marco del Paro Cívico de 2017— se aseguraron de que todo marchara según lo planeado, avivando el fuego para la olla comunitaria o tomando lista de las delegaciones invitadas.
Una de las más activas es Marisol Congolino. Al preguntarle por la motivación para organizar una jornada lúdico recreo deportiva, con el acompañamiento del Centro Nacional de Memoria Histórica, afirmó que es importante demostrar que en barrios como Las Palmas la comunidad se puede reunir como antes, y que a pesar de las dificultades «se mantiene la alegría y las ganas de seguir luchando por vivir con dignidad y en paz en el territorio».
La añoranza por los encuentros del pasado se debe, en gran medida, a la proliferación de las llamadas «fronteras invisibles» con las que hoy han pretendido limitar violentamente la circulación y la convivencia, particularmente de los jóvenes. De ahí que utilizar el deporte como herramienta es una apuesta estratégica para «romper esas fronteras que nos están invisibilizando (…) para vivir en igualdad, estamos aquí tanto afros como indígenas, y esa unidad de lo étnico que caracteriza a Buenaventura» indica Marisol.
El fútbol, más allá de la pelota
Más allá de los amores y desamores que pueda despertar este deporte, el hecho de que la jornada haya tenido como una de sus actividades principales los encuentros de fútbol cobra sentido al repasar la historia del distrito portuario. Para ellas y ellos es la oportunidad de conmemorar a los doce jóvenes asesinados en Punta del Este por paramilitares que, con engaños, los sacaron de sus hogares con la excusa de invitarlos a Dagua a jugar un partido.
Para Obdulia Valencia, integrante de la mesa, incluir estas competencias deportivas a dieciocho años de la masacre conlleva una fuerte carga de memoria, pero también de resistencia: «que ellos sigan jugando, porque cada vez que vemos a los niños en la cancha, recordamos a ese jugador que hoy no está porque la vida la violencia le arrebató» asegura con emotividad, mientras evoca la imagen del monumento que hoy se erige en su nombre.
Y es también la posibilidad de escribir nuevas memorias gracias al juego. Los niños y niñas que corrieron tras el balón, como aquellos que leyeron, colorearon o bailaron, guardarán las experiencias del día en sus recuerdos para que al menos por una noche, como aspira Vivian Sinisterra, presidenta de la Junta de Acción Comunal de Las Palmas, puedan retornar a sus casas con un tema de conversación distinto a la violencia con la que conviven.
«El niño te habla de la realidad que ve a diario, un muerto aquí, un muerto allá (…) hoy todos van a hablar de lo que hicieron, van a hablar de las medallas, van a hablar de cómo las niñas no sabían patear el balón, de cómo a un equipo le colocaron más goles que a otro», por eso no duda en abrir las puertas para que este tipo de actividades sean replicadas con más comunidades para que otros y otras puedan vivir «un domingo diferente» que recuerden con alegría.
— Centro Nacional de Memoria Histórica (@CentroMemoriaH) May 21, 2023
Leer y jugar
Desde una propuesta lúdica, la promoción de la lectura, la escritura y la oralidad fue otro de los pilares de la jornada y, dada la coincidencia en el calendario con la conmemoración del Día de la Afrocolombianidad, los textos, autores y relatos compartidos tuvieron un foco especial en los aportes literarios del Pacífico en la construcción cultural de su pueblo.
Para la selección del material fue vital el apoyo brindado por Martha Cuero Olave, quien desde su trabajo en la biblioteca pública Palenque Regional El Congal realiza una rigurosa labor de documentación, recopilación y sistematización de un archivo que recoge años de memoria afrocolombiana, particularmente de lo relacionado con la Ley 70 de 1993, que reconoce a las comunidades negras del Pacífico y demanda la protección de sus derechos étnicos y territoriales.
Dentro de los textos ubicados en el aparador las publicaciones cargadas de color e ilustraciones captaron la atención de niños y niñas. Uno de ellos fue el realizado por el Colectivo de Teatro para la Paz Guasá, quienes a partir de los relatos compartidos por las madres de los doce jóvenes de Punta del Este sobre algunos mitos, leyendas y tradiciones de la cuenca de Yurumanguí construyeron una serie de historias con moraleja, ilustradas con gran creatividad.
Un espacio de acopio
Estos son solo algunos de los cientos de ejercicios de memoria que en Buenaventura se han venido realizando desde el corazón de la comunidad en diferentes sectores. Escritos, fotografías, relatos y objetos que cuentan historias que, de no recopilarse adecuadamente, corren el riesgo de perderse. De ahí que los integrantes de la Mesa sigan trabajando de manera incansable para contar con un espacio adecuado para tal fin.
Carlos Tobar, coordinador de la mesa, asegura que a mediano plazo la meta es «la construcción del centro de memorial del litoral Pacífico, que es donde nosotros queremos construir nuestra memoria», para el que incluso cuentan con el espacio en un sector especial por la historia de la ciudad, pero en el corto plazo apuestan por la construcción de espacios de memoria locales, barriales o comunales con el propósito de «que cuando se construya el centro de memoria, podamos tener insumos y poder aportarlos».
«Por la dinámica que se ha dado hoy no tenemos un espacio donde tener la memoria toda recogida, pero sabemos que lo vamos a lograr» asegura con decisión Obdulia Valencia, agregando que un camino es empezar por recoger la memoria de barrios como San Antonio, La Cima, La Libertad y el Resguardo de Valledupar, por medio de ejercicios de encuentro y unidad que ayuden a reconstruir el tejido social y a derribar las fronteras invisibles.
Al final de la jornada los dos balones que pasaron de pie en pie y de mano en mano fueron firmados por los asistentes, transformándose con cada trazo en testigo material de la memoria del encuentro y, al mismo tiempo, en piedra fundacional para el museo satélite que desde el barrio Las Palmas empieza a construir su propia historia.
En pantalla de izquierda a derecha: Edwin Arias, Director del Museo de la Memoria de Colombia, Rocío Pachón Pinzón, Asesora de Cooperación Internacional; María Gaitán Valencia, Directora General; Daniel Castro, Asesor del Museo de la Memoria.
Publicado
26 mayo 2023
Concertando la agenda del evento «Diálogo iberoamericano de pares: museos que hacemos memorias: recoger, acoger, reconocer»
La Directora General del Centro Nacional de Memoria Histórica, María Gaitán Valencia, la Dirección Técnica del Museo de la Memoria de Colombia y su equipo Asesor en Cooperación Internacional se reunieron virtualmente con la Directora del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Chile, María Fernanda García Iribarren y su Asesora de Relaciones Internacionales Francisca Dávalos Bachelet, para ultimar detalles de la agenda del evento Diálogo iberoamericano de pares: museos que hacemos memorias: recoger, acoger, reconocer que tendrá lugar el próximo 2 de junio de 2023 en Bogotá y que contará con la participación de expertos en construcción de memoria de Chile, República Dominicana y España.
Este diálogo iberoamericano propiciará el intercambio de saberes y lecciones aprendidas de entidades encargadas de construir memoria histórica con el objetivo de enriquecer la hoja de ruta del Museo de la Memoria de Colombia.
Un mural que hará visible los rostros y nombres de las víctimas de desaparición forzada
Un mural que hará visible los rostros y nombres de las víctimas de desaparición forzada
En el marco de la Semana Internacional del Detenido Desaparecido que tendrá lugar del 22 al 31 de mayo, la Fundación Hasta Encontrarlos organizó una programación con diversas actividades artísticas.
Como parte de la campaña «Por lo Menos Sus nombres Hasta Encontrarlos», un grupo de artistas vienen interviniendo desde el pasado 22 de mayo un muro de gran formato en la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá. Este mural en construcción hará visible los rostros y nombres de las más de 104.537 víctimas de desaparición forzada reportadas recientemente por la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD).
Al respecto, Pablo Cala, miembro de la Fundación Hasta Encontrarlos manifiesta que «necesitamos saber el nombre de todas las 104.537 personas desaparecidas, porque si no nos dicen dónde están, que por lo menos nos digan quiénes son».
El evento, apoyado por la Facultad de Ciencias Humanas y el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional, contará con la participación de familiares de víctimas de desaparición forzada, la directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, delegadas del Alto consejero de Paz, Víctimas y Reconciliación y la dirección de la UBPD.
PROGRAMACIÓN
Viernes 26 de mayo, de 12 a. m a 2 p. m
Evento protocolario de 1:00 a 1:30 p. m.
Inauguración del mural «Por lo Menos sus Nombres hasta Encontrarlos».
Edificio de Ciencias Humanas, Departamento de Antropología, Universidad Nacional (entrada por la calle 26).
Domingo 28 de mayo, 11:00 a. m
Edificio Carrera Séptima No. 32 – 42.
«Memoria al Viento», con los nombres de 50 mil desaparecidos de los 104.537 registrados por la UBPD.