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Los mártires de la guerra

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Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

06 Feb 2015


Los mártires de la guerra

El pasado martes, el Papa Francisco aprobó la beatificación del arzobispo Óscar Romero, reconociendo el martirio del religioso asesinado hace 35 años en el San Salvador, tras haber denunciado la violencia y torturas por parte del régimen militar que gobernaba entonces ese país. Un acontecimiento que nos hace recordar al padre Tiberio Fernández, otro mártir del conflicto en Colombia, asesinado hace más de dos décadas en Trujillo, Valle del Cauca.

La capilla del Hospital Divina Providencia de San Salvador era el lugar de oración y recogimiento del arzobispo Romero, paradójicamente, fue en este mismo lugar donde fue asesinado violentamente el 24 de marzo de 1980. Ese lunes, en medio de la celebración de la misa de las 6:15 p.m., Romero fue asesinado a tiros por orden del mayor Roberto D’Aubuisson, fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista y quien lo acusaba públicamente de ser un agitador y subversivo.

Su crimen, sin embargo, solo se resolvería 31 años después del asesinato y el nombre de su homicida saldría a la luz: Marino Samayor Acosta. Un subsargento de la sección segunda de la extinta Guardia Nacional y miembro del equipo de seguridad del entonces presidente de El Salvador, el coronel Arturo Armando Molina. Posteriormente, ante la Comisión de la Verdad, se confirmaría que la orden para cometer el crimen vino del mayor D’Aubuisson.

Monseñor Romero fue una de las víctimas de los sectores ultraderechistas que promovían el lema: ´Haga patria, mate un cura´.

El asesinato de Óscar Romero y el reconocimiento a su lucha por los Derechos Humanos aún después de su muerte, nos hace recordar al padre Tiberio Fernández, torturado y asesinado el 17 de abril de 1990 en Trujillo. Un hombre considerado un gran líder comunitario y cuya memoria, después de 25 años de su muerte, sigue en el corazón de la comunidad del norte del Valle. Ésta continúa recordándolo y rindiéndole homenajes como el libro “Tiberio vive hoy. Testimonio de la vida de un mártir” un texto realizado por todos los habitantes de Trujillo y el cual, desde octubre de 2014, hace parte del registro Memoria del Mundo de América Latina y el Caribe de la UNESCO.

Hoy desde el CNMH queremos recordar a monseñor Óscar Romero y al padre Tiberio Fernández como hombres de fe, como personas valientes que dieron la vida por su comunidad, y quienes después de la muerte han dejado legados que siguen vigentes para no olvidar las atrocidades que han dejado la violencia y los conflictos en América Latina. Aprovechamos también para recordar a todas las comunidades de fe que han resistido en medio del conflicto.

 


Guerra, Iglesia, Testimonios, Víctimas

La resistencia de las iglesias en el conflicto armado

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

05 Feb 2019


La resistencia de las iglesias en el conflicto armado

  • Entre 1982 y 2012 en el conflicto armado colombiano se registraron 589 casos de victimización contra líderes religiosos y comunidades de fe.
  • Nuestra nueva investigación “Memoria y comunidades de fe en Colombia”, realizada con el apoyo de diversas comunidades e instituciones eclesiales, cuenta las historias de Tierralta y Macayepo, dos casos emblemáticos.

En septiembre del año 2000 los paramilitares asesinaron a 11 personas en la vereda La Resbalosa, en el municipio de Tierralta, Córdoba. Luego de la masacre, unas 50 familias, casi todas cristianas, salieron desplazadas hacia el casco urbano. En la arremetida de los armados, varios líderes espirituales de la comunidad fueron declarados objetivo militar. La iglesia Los Olivos cerró sus puertas. Los cuerpos de las víctimas fueron velados secretamente.

Por una carretera pavimentada entre las montañas, hombres, mujeres y niños salieron a buscar refugio de la violencia. El pastor de esa iglesia lideró el desplazamiento. “El papel de la iglesia en este proceso fue clave —contó una de las víctimas—: consistió principalmente en tratar de que la gente no se dispersara”. Cuando llegaron al casco urbano fueron recibidos en la iglesia Cristo El Rey, donde pasaron la primera semana y les ayudaron a empezar la construcción de una nueva vereda, un nuevo hogar.

Durante más de medio siglo de conflicto armado las comunidades de fe jugaron un doble papel. Por un lado, fueron blanco de los grupos armados que veían, a través de los actos de violencia contra ellas, una forma de fragmentar los lazos sociales. Y, al mismo tiempo, fueron el lugar que permitió mantener la unión y sembrar esperanza en los momentos difíciles. Esas dos caras son el eje central de nuestra más reciente investigación: “Memoria y comunidades de fe”, que narra las historias de Tierralta (Córdoba) y Macayepo (Bolívar), donde las comunidades de fe fueron protagonistas como víctimas y como resistentes. Y en el que también participaron las comunidades de Toribío y Corinto, Cauca.

En la base de datos que se construyó, a partir de entrevistas y otras fuentes, quedaron registrados 589 casos de victimización hacia líderes religiosos y comunidades de fe en el país, ocurridos entre 1982 y 2012. Entre esos, 29 fueron asesinatos. Ocurrió en la misma Tierralta donde en pleno culto un líder evangélico fue asesinado por presuntos paramilitares, que lo señalaban de ser guerrillero. O en Trujillo (Valle) con el padre Tiberio Fernández, asesinado por una alianza entre mafiosos, paramilitares y fuerza pública, a quienes les molestaba la ideología de sus sermones.

Pero la causa de esa violencia no fue de tipo religioso, dice la investigación. No se trató, como en Irlanda del Norte, de un enfrentamiento entre credos. Acá fue diferente. En lugar de atacarlos por pertenecer a una religión específica, lo hacían por una característica transversal a las comunidades de fe en el marco del conflicto: fueron lugares de unión, de resistencia no-violenta, y muchas veces sus líderes y lideresas asumieron un compromiso en la defensa de los derechos humanos. “Las comunidades de fe o tradiciones espirituales eran un estorbo a la implantación o expansión de proyectos guerreros”, escribió el profesor Gonzalo Sánchez en el prólogo del libro.

Los relatos que componen este libro no solo hablan de religión. También muestran pinceladas sobre la vida en esas regiones y cómo se vieron transformadas por la violencia: cómo empezaron a aparecer templos destruidos, árboles abaleados, casas convertidas en trincheras, y caminos que se convirtieron en rutas de escape.

Aunque las historias de Tierralta y Macayepo no representan todo el espectro de comunidades católicas y evangélicas en el país, los dos casos sí son una puerta de entrada para entender la relación entre la guerra, la fe y la resistencia no-violenta.

Descargue aquí el informe “Memoria y comunidades de fe en Colombia”.


Publicado en Noticias CNMH



Fe, Iglesia, Memoria, Religión, Ruinas

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