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El mochuelo vuela hacia Bogotá

El Mochuelo vuela hasta Bogotá: así es su parada en el Museo Nacional

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CNMH

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La estructura de la exposición tiene forma de rollo cinematográfico, una especie de espiral sobre la que se van descubriendo las temáticas y dispositivos museográficos. Foto: Cortesía Museo Nacional de Colombia.

Publicado

21 agosto 2023


El Mochuelo vuela hasta Bogotá: así es su parada en el Museo Nacional

La exposición del Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María llega a la capital del país en el marco de los 200 años de la primera institución museal de Colombia.

 

Como el mochuelo que es, algo tenía que volar. Son 800 nombres los que planean sobre la estructura con forma de espiral; 800 nombres de personas asesinadas, junto al lugar donde ocurrió el asesinato y la edad que tenían por entonces, escritos sobre una lluvia de papeles blancos. «Aquí hay 800, porque no nos daba el espíritu para poner más. El follaje no nos gusta mucho», dice Soraya Bayuelo, una de las lideresas más reconocidas de los Montes de María, y lo remata con una sonrisa.

 

  • El mochuelo vuela hacia Bogotá - Galeria.

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Fuerte y claro, Bayuelo habla en un recorrido nocturno guiado en el Museo Nacional. El Mochuelo —el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María— llegó hasta la institución museal más antigua del país. Allí anidará durante varios meses, para que colombianos y extranjeros conozcan de cerca la historia de esta región del país que es montaña, río y mar; que no solo vivió la guerra, sino también tiempos de alegría. Que históricamente ha amenizado sus días con música, y que vio nacer a virtuosos de la composición como Adolfo Pacheco.

La historia de este nuevo vuelo está relacionada con el Colectivo de Comunicaciones de los Montes de María, que nació, a su vez, de la Casa de la Cultura. «Queríamos cambiar el mundo. Creíamos que la cultura, el arte y la comunicación podían cambiar situaciones como la guerra», dice Bayuelo. Y lo hicieron. Les enseñaron a los niños y a las niñas, para que no fueran a la guerra, cómo se hace una película, una animación. Pusieron a hablar al mochuelo, el pájaro de su tierra, a un ojo de agua y a una morrocoya: los tres personajes narran la historia de los Montes de María antes del conflicto armado.

 

 

El Mochuelo es una plataforma de comunicación soportada fundamentalmente en lo audiovisual, en la fotografía, en el tejido y en el canto. «Cuando nos mandaron al silencio, dijimos: “¿Qué hacemos?”». Pues actuaron. En el año 2000, cuando estallaron cuatro bombas en los Montes de María y la violencia fue aún más lejos, la comunidad empezó a irse a dormir a las cinco de la tarde. En esa época, cuando los habitantes confundían el sonido de los mangos y otras frutas que caían sobre los techos de zinc con el de las balas, tomaron una decisión trascendental: hacer un acto de resistencia.

Así, abrieron un mantel en una casa del pueblo y proyectaron Estación central de Brasil, —película que había estado en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI)— y que les entregó Yolanda Pupo de Mogollón, quien fue presidenta de la junta directiva del evento cinematográfico. «No dijimos nada por los canales, pero el voz a voz… nos vieron poniendo video beam y un picó. Queríamos que no viniera tanta gente y vinieron como 300 personas muertas del susto, por supuesto», recuerda Bayuelo.

La guerra amenaza, pero no siempre paraliza. Hay voluntades que no controla, menos a gente que sabe de pájaros, de volar. Los montemarianos descubrieron, escondidos, que el cine «era importante para la movilización social, para decirles a los violentos que la noche era nuestra, que el espacio público era nuestro». En el 2003, el Colectivo de Comunicaciones de los Montes de María ganó el Premio Nacional de Paz. «Nos dio tremendo susto, porque ahora sí iban a saber qué estábamos haciendo», suelta Soraya, y de nuevo se ríe.

 

Son 800 nombres sobre papel blanco los que ‘vuelan’ sobre El Mochuelo, y que identifican a algunos de los asesinados y desaparecidos de los Montes de María. Foto: Cortesía Museo Nacional de Colombia.

El pájaro alza el vuelo

Durante años, los habitantes de los Montes de María acumularon material que la misma comunidad creaba. Bayuelo recuerda: «¿Qué hacemos? Bueno, esto tiene que ponerse en algún lado». Debían ser quince galerías, una por cada municipio de los Montes de María. Entonces debía ser algo liviano, que volara… como un pájaro. «¡El Mochuelo!». El mochuelo, aquel pájaro al que le compuso Adolfo Pacheco, de pico’e maíz y ojos negros brillantinos:

Esclavo negro, cantá,

Entoná tu melodía,

Canta con seguridad

Como anteriormente hacías

Cuando tenías libertad

En los Montes de María.

De esta estrofa nació el guion museológico de El vuelo de El Mochuelo. De los Montes de María a Bogotá, como se denomina la exposición temporal que aloja el Museo Nacional. «Por ahí va esta historia, este va a ser el guion de esta película. Es como si fuera un carrete de cine», dice Bayuelo. Al subir la mirada, la estructura revela ese espiral que ahora cobra sentido. En círculos concéntricos comienzan a aparecer dispositivos museográficos, como un telar que soporta tres líneas de tiempo paralelas: una que muestra lo que pasaba en Colombia durante esos años, otra los hitos regionales y otra los locales.

 

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También se atraviesa por el dolor de las mujeres, cuyos cuerpos fueron vulnerados. Según Bayuelo, «más de 1.700 mujeres se atrevieron a documentar el caso e hicieron el primer informe que entregó el Caribe colombiano sobre violencia de género a la Comisión de la Verdad, en Cartagena». 

En El Mochuelo se transita por el recuerdo de la masacre de Las Brisas, equívoca y popularmente llamada «de Mampuján»: «la masacre fue en Las Brisas y el desplazamiento en Mampuján», aclara la lideresa social. En ese corredor estratégico que conecta San Juan Nepomuceno con Mampuján, en el año 2000, los paramilitares torturaron y asesinaron a doce campesinos. Los dibujos en carboncillo del artista Rafael Posso, quien recogió y transportó los cuerpos a su pueblo, en su burro, recuerdan lo sucedido.


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Bojayá, CNMH, Memoria, Pontificia Universidad Javeriana

Lamentamos el fallecimiento del dirigente campesino José Froylan Rivera

Autor

CNMH

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Dirigente campesino José Froylan Rivera

Publicado

18 agosto 2023


Lamentamos el fallecimiento del dirigente campesino José Froylan Rivera

 

  • Abrazamos con compromiso el legado de lucha de este líder del Caribe y exaltamos el valor del archivo documental que le entregó en vida al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

 

El pasado 15 de agosto, en San Pedro (Sucre), falleció José Froylan Rivera Mesa, uno de los más destacados dirigentes campesinos del Caribe colombiano y cofundador de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). Durante más de sesenta años, participó en movimientos y organizaciones sociales y sindicales campesinas. Por su constante trabajo por el campesinado colombiano, fue objeto de amenazas contra su vida y en 1987 se vio obligado a exiliarse en Suecia.

Entre 2014 y 2016, Rivera Mesa le entregó una detallada documentación de su historia de vida y de sus luchas campesinas a la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). El fondo documental José Rivera Mesa está compuesto por material fotográfico, publicaciones, materiales audiovisuales y documentos de representación legal de múltiples asociaciones y juntas de acción comunal. Se trata de una valiosísima recopilación personal de documentos relacionados con su participación en la ANUC y de valiosos materiales que dan cuenta del desplazamiento forzado y la movilización social y sindical campesina por la tierra en Sucre y los Montes de María entre 1971 y 2010.

En este archivo se encuentran documentos como la «Plataforma ideológica», bandera de lucha del campesinado; las conclusiones del Tercer Congreso de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia; la cartilla sobre la participación de las mujeres en la lucha campesina; la revista Combate, «por la organización revolucionaria del pueblo»; y el «Manual para cursillos campesinos». Así mismo, contiene cuentos sobre la historia de lugares del departamento de Bolívar y sus procesos organizativos; la historia del pueblito los Andes, del municipio de Nueva Granada (Magdalena) y el archivo fotográfico de los congresos nacionales de la ANUC en Sincelejo, Cartagena y Magangué, junto con la colección fotográfica de May Richard, entre otros documentos.

José Froylan, además de ser cofundador de los primeros sindicatos tabacaleros de Colombia,  participó activamente en un proceso de investigación apoyado por el CNMH en el que las comunidades campesinas de su región hicieron memoria del daño causado por la guerra. Con el equipo de investigación campesina y del CNMH, contribuyó con profundas reflexiones sobre el daño del conflicto armado al «sujeto colectivo campesino» y propuso elementos claves para la reparación colectiva del campesinado y su reconocimiento como sujeto de derechos. A partir de este proceso de investigación se escribió el libro Campesinos de tierra y agua, que condensa las memorias de una parte del campesinado del Atlántico, y se realizó el documental Voces del agua y de la tierra.

 

De José Froylan hay mucho que decir y aprender. Su legado vivirá en los miles de campesinos y campesinas que siguen luchando por sus derechos. En este momento, basta decir que murió un gran luchador. Nuestras condolencias a su familia en Colombia y en Suecia. Rivera Mesa no será olvidado.


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Bojayá, CNMH, Memoria, Pontificia Universidad Javeriana

La nueva senda del CNMH: ¿por qué el territorio habla y el centro escucha?

Autor

CNMH

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Rosa Mosquera durante su intervención en la charla «Todas las memorias todas».

Publicado

16 agosto 2023


La nueva senda del CNMH: ¿por qué el territorio habla y el centro escucha?

María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), dictó la charla magistral «Todas las memorias todas» durante el cierre del «Coloquio Internacional de Archivos: entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia». «[…] Les presento a Rosa», dijo cuando le cedió la palabra a su invitada de esa mañana en uno de los auditorios de la Universidad Javeriana, en Bogotá.

«Soy del municipio de Bojayá, hago parte de un grupo de artesanas que se llama Guayacán. Nuestro trabajo empezó en el 97, cuando por primera vez sentimos la guerra de cerca: llegaron los paramilitares a nuestro territorio. En ese momento nos organizamos para bordar, para entretenernos, para apoyarnos, para sanarnos, y para emprender esa tarea que ya tenemos desde hace 27 años, en esta lucha del hilo y la aguja, del canto y del verso», dijo Rosa Mosquera, quien añadió: «El teatro, la cocina… Todo eso nos ha servido a nosotras para mantenernos en pie y no desfallecer, pero además de esto hemos elaborado muchos telones que desafortunadamente, la seño decía, estamos sin descentralizar».

De acuerdo con Rosa, desafortunadamente su trabajo se conoce muchas veces primero por fuera de Colombia, como suele ocurrir con otras producciones del país. «Parecen [los bordados] un rompecabezas. Nosotras siempre bordamos para que no se entienda mucho, para que nos pregunten mucho y aprender más».

 

Del 12-15 de septiembre habrá una gran conferencia nacional por el estallido social de 2021. Conoce más.

 

La «seño» es María Gaitán, que durante la conferencia magistral «Todas las memorias todas», en el cierre del «Coloquio Internacional de Archivos: entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia», habló del viraje que está teniendo la entidad que dirige en este Gobierno del Cambio. Rosa es la nueva realidad.

 

Algunos organizadores y participantes del «Coloquio Internacional de Archivos: entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia».

«Cuando nosotros decimos “Todas las memorias todas” es porque nuestro interés absoluto es que el territorio hable y el centro escuche. A pesar de las leyes que dicen que somos descentralizados, eso no es cierto, eso se quedó en papel y cartulina. Lo que no diga Bogotá, lo que no muestre Bogotá, no existe. Por eso, cuando decimos que el territorio sana, el territorio habla, actúa, compone, teje… el centro no lo está escuchando. Y esa es la apuesta principal del CNMH en este viraje del Gobierno del Cambio», dijo Gaitán.

La directora sostiene entre sus manos varias piezas hechas por las mujeres de Artesanías Guayacán mientras Rosa explica: «Acá hemos querido reconstruir el 2 de mayo [día de la masacre de Bojayá], las víctimas que cayeron en la iglesia. El 2 de mayo yo estaba allí. Tengo lesiones en mi cuerpo; en el alma ya no, porque el bordado me ha ayudado a sanar». Sus bordados muestran el recorrido de las víctimas que cayeron ese día. Los muestra en la fosa común, que queda en el río Bojayá, y agrega: «Allí estuvieron durante cinco años. Y es allí donde empieza la preocupación de la comunidad, porque no somos números, somos personas».

En Bojayá tardaron en llegar la paz, el duelo y el Estado. Los habitantes debían cantar sus lamentos y hacer sus rezos para despedir a sus muertos. Luego de hacer ollas comunitarias, de entender qué era lo que la comunidad reclamaba, comenzaron una nueva búsqueda de los cuerpos perdidos en la masacre. También emprendieron un nuevo camino para redescubrirse colectivamente. Ahora, sus sueños son más concretos: «Queremos un lugar donde podamos prender una vela porque es nuestra costumbre, hacer un rosario, hablar con nuestros muertos, porque eso nos lo dejaron los ancestros», dice Rosa. Bojayá quiere su lugar de memoria; de allí los telares de Rosa, de todas las mujeres de Guayacán.

María Gaitán lo sabe: «El relato de Rosa es lo que venimos escuchando en el CNMH a lo largo y ancho del país; por eso me parece importante que Rosa acompañe este cierre. La sanación que cuenta Rosa es una sanación que está viviendo el país desde mucho antes de la Ley 1448, que le dio lugar, en el 2011, a la existencia del CNMH. Lo importante de la 1448 es que le entregó al Estado el deber y la obligación de hacer memoria histórica y aportar al esclarecimiento de la verdad. Porque esta sanación de Bojayá existe en Sonsón, en los Llanos, en Mampuján. La apuesta de la paz que se está perfilando en el Gobierno del Cambio debe pasar por una transformación no solo cultural, sino del corazón».

 

Una nueva ruta para recorrer el camino olvidado

Con «Todas las memorias todas», el CNMH propone desplegarse a lo largo del territorio. Gaitán fue enfática al respecto: «No nos estamos descentralizando, porque no es llevar la misma institución de Bogotá a los territorios, sino construir memoria histórica desde el territorio para que el CNMH escuche». A través de nueve enlaces territoriales, en los departamentos elegidos en esta primera fase, se tiene la posibilidad de «escuchar a muchas Rosas».

 

María Gaitán explica el viraje que ha tomado el CNMH durante el Gobierno del Cambio.

Otra de las tareas que se ha propuesto la nueva administración del CNMH es intentar responder la pregunta «¿Quién dio la orden?». Para esto, la entidad ha propuesto, tras conversar con el presidente Petro, cambiar la fecha de 1958 que han designado «quienes han monopolizado la memoria histórica» como inicio del conflicto armado colombiano, según señala la directora. «Uno no puede explicar lo sucedido en Colombia el 9 de abril de 1948 si no se va a los años anteriores. Juan de la Cruz Varela, Rafael Rangel (en Barrancabermeja) y Tirofijo decidieron irse al monte a proteger sus vidas, y surgieron las guerrillas y eso es el origen de lo que llamamos el conflicto, pero hay que entender toda la gestación», concluyó Gaitán.

De allí que actualmente el CNMH adelante una investigación sobre los orígenes del conflicto, que se remonta a un tiempo anterior al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán; el obetivo es intentar explicar las motivaciones que detonaron la violencia bipartidista, antecedente de lo que se ha denominado «conflicto armado».

Por otro lado, también hay un empeño del CNMH en aclarar la diferencia entre «violencias estructurales» y «conflicto armado». «Confundimos mucho la violencia estructural con el conflicto, y eso hay que tenerlo muy claro. Rosa tiene dos dolores: las violencias estructurales, ancestrales, y el conflicto, y a las dos hay que tratarlas muy distinto, porque uno hay que sanarlo y el otro transformarlo. Ese dolor de haber sido espectadora de la muerte de sus familiares es muy fuerte, pero no hace parte de las violencias estructurales que no hay que sanar, sino transformar», precisó Gaitán.

Quizás el rol más importante de este nuevo CNMH se resume en un único verbo: escuchar. «El territorio necesita hablar, y hablar, y hablar, y que siga hablando, y que el centro escuche. El territorio habla, teje, canta, llora, sana. El centro escucha todas las memorias todas», concretó la directora.

Rosa, de Bojayá, lo contó a su modo, cantando, a modo de cierre de la charla magistral: «Es la vida dura senda para andar sin amor. Solo se llega a buen puerto si se va de dos en dos».


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