Autor: CNMH

La Casa Grande para los Yanakona de Bakatá: un lugar donde su fuego no se apague

La Casa Grande para los Yanakona de Bakatá: un lugar donde su fuego no se apague

  • La Casa Grande para los Yanakona de Bakatá: un lugar donde su fuego no se apague

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  • La Casa Grande para los Yanakona de Bakatá: un lugar donde su fuego no se apague

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CNMH

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Publicado

24 noviembre 2022


La Casa Grande para los Yanakona de Bakatá: un lugar donde su fuego no se apague

  • Indígenas del pueblo Yanakona residentes en Bogotá, víctimas de desplazamiento por el conflicto armado, vivieron un encuentro cultural y espiritual en Tenjo (Cundinamarca), en compañía del Centro Nacional de Memoria Histórica y entidades aliadas.
  • La «Minga por la Casa Grande» fue el cierre de una iniciativa que busca recuperar la memoria histórica, fortalecer el proceso organizativo comunitario y proteger la cultura y el territorio del pueblo Yanak

La Tullpa Yanakona encendió el fuego. Alrededor de la hoguera, una comunidad de yanakonas sin tierra agradeció a la madre tierra, a la luna y a la lluvia en el inicio de la «Minga por la Casa Grande». Este encuentro en Tenjo, Cundinamarca, liderado por esta organización indígena y apoyado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y varias entidades y colectivos, fue el primero que realizaron desde su llegada a Bogotá, desplazados por el conflicto armado de su territorio ancestral.

“Esta minga es muy importante porque nos permite visibilizar nuestro proceso, que es de población desplazada del pueblo Yanakona que hemos llegado a Bogotá en diferentes épocas a partir de 1985, y hasta el momento no hemos tenido un proceso de restitución de nuestros derechos”, explicaba el coordinador de la minga, Luis Rodrigo Piamba, integrante del colectivo La Tullpa Yanakona. Los yanakonas se encuentran en diáspora en Bogotá y Cundinamarca. Originarios del Cauca, quisieron levantar nuevamente la Casa Grande, un sitio en el que pueden reunirse para hablar sobre ancestralidades, sobre su cultura y las memorias del conflicto que se están perdiendo debido a su desplazamiento. El pueblo Yanakona es reconocido como víctima de exterminio cultural en el Auto 004 de seguimiento de la Corte Constitucional.

La «Minga por la Casa Grande» fue el resultado de una iniciativa de memoria histórica de La Tullpa Yanakona, con el apoyo técnico del CNMH, con el objetivo de recuperar la memoria histórica, fortalecer el proceso organizativo, y proteger la cultura y el territorio de este pueblo indígena, afectado por el conflicto armado a través de hechos del conflicto armado traducidos en amenazas, asesinatos, reclutamiento forzado, violencia sexual, desplazamiento forzado y despojo de tierras.

 

Un encuentro para transmitir los saberes ancestrales

“Para nosotros es muy importante el tema de la memoria histórica y trabajar con los niños. La ciudad es muy absorbente y nuestra cultura se pierde. Además de que nos perdemos físicamente, porque en nuestros territorios asesinan a la gente o nos desplazan, estas situaciones también traen una muerte cultural”, señaló Luis Rodrigo Piamba.

“Ha sido una iniciativa que se desarrolló en muy poco tiempo, porque la comunidad ya traía un proceso previo con las autoridades indígenas de Bakatá. Ha sido crear una estructura y una jornada de apropiación de los jóvenes y un intercambio intergeneracional de las actividades tradicionales”, sostuvo Ivan Sosa, líder de la iniciativa de memoria histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica. “Se desarrollaron varios encuentros previos, como talleres de diseño físico del espacio, diseño gráfico, comunicaciones para generar una estrategia, y se realizó un espacio intercultural de música hip hop”.

Entre el sábado y el domingo se realizó el montaje de la Casa Grande, una ceremonia de armonización, actividades para compartir tradiciones culturales del pueblo Yanakona, como el tejido y la música, un taller de estampación, y una ofrenda al fuego como cierre del encuentro.

“El tejido lo aprendí de mi mamá. Ella toda la vida tejió la jirapucha —técnica de tejido tradicional con hilos de fique— y me dio esa enseñanza. Hoy ya perdió la visión y no puede tejer, explicaba María Delfa Tintinago, desplazada del resguardo de Rioblanco, de Sotará, Cauca. “Seguir manteniendo mi cultura, a pesar de que estoy fuera de mi territorio, es una de las cosas que me hace sentir verdaderamente yanakona. Una quisiera vivir en su territorio y, si ya no lo puede hacer, le toca tratar de sobrevivir con su cultura, fuera de él”.

Cerca de 90 familias que conforman La Tullpa Yanakona han sido desplazadas de manera forzada y por eso residen en diáspora en Bogotá, especialmente en las localidades de Ciudad Bolívar, Kennedy, Puente Aranda y Bosa, que históricamente han sido territorios receptores de población víctima de desplazamiento forzado. Los yanakonas de La Tullpa llegaron de los resguardos ancestrales caucanos de Rioblanco, Guachicono y Pancitará, Caquiona y San Sebastián. En total, el pueblo Yanakona sostiene que 11.920 de sus integrantes (el 34% de los casi 35.000 censados en 2018 por el DANE) han sido desplazados de su territorio ancestral y se han reubicado en distintos municipios del país.

 

Un lugar con calor de hogar

La Casa Grande es, por lo pronto, un plástico izado sobre una cuerda entre dos largueros que forma un techo bajo el cielo para que la lluvia no los separe ni apague el fuego. Es también una estructura diseñada por el colectivo de arquitectura La Subversiva y el Taller Casa Quemada entregada a los yanakonas de La Tullpa durante la minga para sus actividades. Pero, sobre todo, es el anhelo de la reubicación para su comunidad.

También participaron de las actividades las Autoridades Indígenas por Bakatá, el artista Aldan Loop, de Xkripta Studio, y el Voluntariado de Proyección Social de la Universidad Los Libertadores, que ha apoyado el proceso organizativo de La Tullpa Yanakona. “Todos, indígenas o no, tenemos un fuego que llevamos dentro y que ofrecemos a la sociedad”, dijo Willington Piamba, consejero de La Tullpa Yanakona, encargado de la espiritualidad y las medicinas ancestrales. En la minga, los yanakonas encendieron su fuego para avivarlo, para evitar que se apague.


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Masacre de Villatina en Medellín: “¿Qué pasó con los que mataron a nuestros hijos?”

Masacre de Villatina en Medellín: “¿Qué pasó con los que mataron a nuestros hijos?”

Masacre de Villatina en Medellín: “¿Qué pasó con los que mataron a nuestros hijos?”

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CNMH

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En el Museo Casa de la Memoria, de Medellín, se realizó el conversatorio «Hablemos hoy de reparación simbólica». Las madres de Villatina participaron de un acto conmemorativo denominado «El camino del guayacán», en alusión al árbol sembrado en memoria de sus hijos.

Publicado

23 noviembre 2022


Masacre de Villatina en Medellín: “¿Qué pasó con los que mataron a nuestros hijos?”

  • Las madres del barrio Villatina de Medellín mantienen la memoria colectiva viva en la conmemoración de 30 años de la masacre cometida por agentes de la Policía contra siete adolescentes, un joven de 24 años y una niña de 8 años.
  • El Centro Nacional de Memoria Histórica acompañó este 15 de noviembre a estas mujeres, que tres décadas después siguen pidiendo que haya justicia por el asesinato de sus hijos, más allá del reconocimiento estatal de la participación de miembros de la fuerza pública en los hechos, que se dio ante la justicia internacional.

El tiempo no ha borrado el dolor de las madres del barrio Villatina de Medellín, que recordaron una vez más a sus hijas e hijos asesinados por miembros de la Policía y siguen esperando verdad, justicia y la no repetición de la violencia. En el Museo Casa de la Memoria resonaron los nombres de Johanna Mazo, Giovanny Vallejo, Jhonny Cardona, Ángel Barón, Nelson Flórez, Marlon Álvarez, Óscar Ortiz, Ricardo Fernández y Mauricio Higuita, asesinados por miembros de la Policía el 15 de noviembre de 1992, y el de Wilton Marulanda, de 8 años, que sobrevivió a la masacre y murió dos años después sin superar la muerte de sus amigos.

“En estos 30 años, lo que nos duele es que la masacre quedó en la impunidad, que no se hizo justicia. ¿Qué pasó con los que mataron a nuestros hijos?”, preguntaba Marta Elena Toro, madre de Óscar Andrés Ortiz Toro. “En el barrio se acabaron los grupos juveniles… Se acabó todo en el barrio. Nos sentimos solas, desamparadas. Quisiéramos que esto no se volviera a repetir”, lamentó durante la conmemoración.

La noche del domingo 15 de noviembre de 1992, luego de la misa, los jóvenes, en su mayoría pertenecientes al Movimiento Juvenil Asuncionista, se quedaron en una tienda a una cuadra de la iglesia Nuestra Señora de Torcoroma. Allí estaban conversando, cuando 12 encapuchados bajaron de tres carros y les dispararon con armas de largo alcance. Una patrulla del Ejército se enfrentó con los asesinos, que huyeron del sitio después de haber acabado con nueve vidas.

En 1996 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, CIDH, culpó al Estado por la masacre. El 2 de enero de 1998, el gobierno aceptó su responsabilidad y por orden de la Procuraduría destituyó a los policías de la Sijín: Omaldo de Jesús Betancour, Gilberto Ordóñez Muñoz y Milton de Jesús Martínez Mena. En 2009 el gobierno le informó a la CIDH que la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía abrió una investigación para esclarecer los hechos. Sin embargo, hasta el momento no se ha avanzado en la judicialización de los responsables.

Jóvenes con ganas de vivir

El Movimiento Juvenil Asuncionista publicó, tras un mes del hecho, los rasgos que hoy son memoria de las víctimas. A partir de allí y de los testimonios de sus madres, los recordamos.

Johanna Mazo Ramírez solo tenía 8 años cuando fue asesinada. Su mamá, Nubia Ramírez, contó al Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos Héctor Abad Gómez que le fascinaba bailar y hacer coreografías con las canciones de Xuxa. Tres semanas antes de su muerte sufrió un accidente. Tenía una pierna enyesada y ganas de volver a bailar cuando le arrebataron la vida.

Giovanny Alberto Vallejo Restrepo tenía 15 años y había terminado el séptimo grado. Amparo Restrepo, su mamá, contó que le gustaba pintar, el fútbol, la música, armar y desarmar cosas. No pertenecía al Movimiento Juvenil Asuncionista, pero era amigo de varios de los niños del grupo juvenil. Fue acólito de la parroquia de Villatina.

Jhonny Alexander Cardona Ramírez tenía 16 años. No pasó del sexto grado porque, tras la muerte de su mamá, a los 12 años aprendió a bailar break dance y comenzó a trabajar con un primo suyo para ayudar en los gastos de la casa. A veces su carácter era nostálgico.

Ángel Alberto Barón Miranda nació en Valledupar. Le faltaron tres días para cumplir 17 años. Jugó su último partido de fútbol el mismo día que lo asesinaron y marcó el gol de la victoria para el equipo del barrio Villatina. A veces trabajaba con su mamá en un carrito de ventas ambulantes en el centro de Medellín.

Nelson Dubán Flórez Villa recién había cumplido 17 años, estaba en grado décimo y era muy buen estudiante. Sus vecinos dicen que contagiaba energía y ganas de salir adelante en cada encuentro ocasional. Era alegre, disfrutaba de la vida, aún en un ambiente familiar y barrial difícil.

Marlon Alberto Álvarez tenía 17 años cuando lo asesinaron. Su alegría y el radio, que era su amigo inseparable, lo identificaban. “Quiero morir al lado de mis amigos y me gustaría que me definieran, no solo ellos sino todos los demás, como una persona igual a todas, que nunca quiso el mal, sino el bien para todos”, respondió cuando, en el grupo juvenil, le preguntaron cómo quisiera que lo definieran si fuera el último día de su vida.

Óscar Andrés Ortiz Toro tenía 17 años. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. “Que me definan como alguien original; que no digan lo que no dije o que no hice, y si hice algo bueno o importante, que no hablen de ello, sino que lo practiquen”, fue su respuesta a aquella pregunta por el último día de su vida.

Ricardo Alexander Fernández hubiera cumplido 18 años ese diciembre de 1992. Llevaba cinco años puliendo sus habilidades para el fútbol. Soñaba con ser futbolista profesional y llegar a la Selección Colombia. Sus amigos lo definieron con las palabras esfuerzo y amistad.

Mauricio Antonio Higuita Ramírez tenía 24 años. Era el menor entre 13 hermanos y hermanas. Su mamá, Adela Ramírez, contó que trabajaba con un hermano como ayudante de construcción y dominaba especialmente la técnica para ordenar tejados. Le encantaban la música, el fútbol y el billar.

Wilton Alejandro Marulanda Rodríguez también fue herido por los disparos que acabaron con la vida de sus amigos. Aunque sobrevivió, esa noche de terror y de profunda tristeza lo acompañó dos años hasta que murió también, un día después de cumplir 11 años, sin poder superar la ausencia de aquellos que se le adelantaron en el camino.


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El Bloque Central Bolivar y Expansión de la Violencia

El Bloque Central Bolivar y Expansión de la Violencia

Entre territorios y memorias

Libro

El Bloque Central Bolívar y la expansión de la violencia paramilitar.

Tomo I. Mataron a la gente por matarla: el BCB en Antioquia y el Eje Cafetero


Entre 1999 y 2006 las estructuras asociadas al Bloque Central Bolívar (BCB) se multiplicaron en distintas regiones de Colombia, e impusieron una violencia degradada que combinaba el discurso contrainsurgente y las lógicas mafiosas de los carteles. El avance armado le permitió garantizar el control de las distintas rutas del narcotráfico y contener procesos sociales y políticos alternativos considerados por fuera del orden paramilitar.

En la expansión, la estructura llegó a tener presencia en 15 departamentos y en más de 200 municipios. Este proceso tuvo como epicentro el bajo Cauca, desde donde Macaco direccionó la incursión hacia regiones de Antioquia y el Eje Cafetero; la sucesión de grupos ACCU en Putumayo y Caquetá; y la penetración de ejércitos exógenos a Nariño, Meta y Vichada. Su anunciado despliegue violento dejó un número enorme de víctimas ante el silencio y la inacción de gran parte de la institucionalidad.

El Centro Nacional de Memoria Histórica, por medio de su Dirección de Acuerdos de la Verdad, presenta la segunda fase de la colección de informes sobre el Bloque Central Bolívar, denominada El Bloque Central Bolívar y la expansión de la violencia paramilitar. Se trata de tres tomos que complementan los informes Arrasamiento y control paramilitar en el sur de Bolívar y Santander y que dan cuenta de la expansión de la estructura en Antioquia, Caldas, Risaralda, Nariño, Putumayo, Caquetá, Meta y Vichada. Así, en el tomo I se aborda la trayectoria orgánica de las estructuras BCB Zona Antioquia y Frentes Guática y Pipintá. En el tomo II, los Bloques Libertadores del Sur y Sur Putumayo y el Frente Sur Andaquíes, mientras que en el tomo III se desarrolla el análisis de su actuación en cuanto a repertorios de violencia, relaciones con fuerza pública, proyecto político, financiación y relaciones económicas, y daños e impactos en las comunidades.


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La exposición Sanaciones: caminos de resistencia acompaña la construcción de la memoria del Putumayo

La exposición Sanaciones: caminos de resistencia acompaña la construcción de la memoria del Putumayo

La exposición Sanaciones: caminos de resistencia acompaña la construcción de la memoria del Putumayo

Autor

CNMH

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CNMH

Publicado

18 noviembre 2022


La exposición Sanaciones: caminos de resistencia acompaña la construcción de la memoria del Putumayo

  • La integración y apoyo a la mediación de jóvenes es un puente fundamental en la construcción de la memoria histórica del conflicto armado en Colombia.

El equipo de Procesos y Acciones Diferenciales e Interseccionales, el cual está a cargo de la Dirección Técnica del Museo de la Memoria de Colombia (MMC), acompañó un proyecto de iniciativa de memoria que adelantó el grupo de profesionales del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Se realizó una sesión de fortalecimiento y capacitación a jóvenes mediadores en la Institución Educativa Rural: Leonidas Norzagaray, en el corregimiento de La Tagua, Puerto Leguizamo y Bajo Putumayo. Participaron los estudiantes del Comité de Memoria Histórica del colegio, quienes presentarían en este territorio la exposición Sanaciones: caminos de resistencia en el lanzamiento del museo escolar «Voces por la selva». Allí estuvieron expuestos nueve pendones que fueron concertados con las comunidades indígenas Okaina, Uitoto, Muinane y Bora de La Chorrera.

De acuerdo con la reparación y los saberes que estos pueblos expusieron al equipo de MMC, se realizó un taller para los mediadores, que consistió en apoyar, desde el componente pedagógico y museológico, las diferentes actividades que se han trabajado con el CNMH.

Juan José Ramírez, actualmente encargado de la estrategia de enfoques diferenciales e interseccionales del MMC, se apropió del taller e inició con una exploración sensorial. Esta es una práctica ancestral para «intencionar el espacio», lo cual hace referencia a enfocar los esfuerzos corporales y espirituales con propósitos armónicos. Posterior a este inicio, se buscó encaminar los pensamientos de los estudiantes a una construcción conjunta de saberes, herramientas y prácticas relacionadas con los contenidos de la exposición para que, de esta manera, los jóvenes mediadores se apropien de los temas y se logre establecer una conexión analógica y pragmática a la hora de establecer comunicación con los visitantes.

Como finalización del ejercicio propuesto, las y los participantes realizaron la mediación de la exposición teniendo en cuenta las estrategias que se plantearon durante los talleres.


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La Tullpa Yanakona levantará su Casa Grande en Tenjo, Cundinamarca

La Tullpa Yanakona levantará su Casa Grande en Tenjo, Cundinamarca

La Tullpa Yanakona levantará su Casa Grande en Tenjo, Cundinamarca

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CNMH

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CNMH

Publicado

17 noviembre 2022


La Tullpa Yanakona levantará su Casa Grande en Tenjo, Cundinamarca

  • Unas 90 familias yanakona que viven en diáspora en Bogotá se congregarán este fin de semana en minga por un Sumak Kawsay, el Buen Vivir y la Memoria, por la pervivencia cultural y su derecho ancestral a un territorio.
  • El Centro Nacional de Memoria Histórica acompaña esta iniciativa priorizada en el marco del estallido social de 2021, que es respuesta no violenta a la agresión de diversas violencias y pretende minimizar el riesgo inminente de una extinción física y cultural.

«En minga por el Buen Vivir. En minga por el Sumak Kawsay. En minga por la Casa Grande». Esta es la invitación de la comunidad indígena de la Tullpa Yanakona, que levantará su Casa Grande en Tenjo, Cundinamarca, estos 19 y 20 de noviembre, un año después la Minga de Resistencia en el Parque Nacional, en Bogotá, en la que participaron junto a otros pueblos indígenas en el marco del estallido social.

El reclamo de esta comunidad de víctimas del conflicto armado sigue siendo el mismo: la posibilidad del acceso a la tierra para su reubicación, para levantar, por siempre y para siempre, su Casa Grande, en la que cabe el río, la montaña, el Sol, la chagra donde se siembra el maíz y en la que vivir en armonía con las demás comunidades, la naturaleza y su espiritualidad.

El pedido sonará más fuerte esta vez, al ritmo de la música de la chirimía yanakona, y alrededor de los juegos tradicionales, la danza y otras expresiones culturales en la zona veredal de Tenjo, Cundinamarca, cuando eleven su «Casa Grande en Minga por un Sumak Kawsay, el Buen Vivir y la Memoria», acompañados por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Para las familias que hacen parte del proceso organizativo La Tullpa, como para todo el pueblo Yanakona, la minga es el trabajo colectivo, de unidad, solidaridad y reciprocidad, mecanismo de cohesión y fortalecimiento social y cultural. El Sumak Kawsay es la estabilidad y equilibrio emocional, la garantía del bienestar integral del individuo, la familia y la comunidad, representado en la tierra y en el fortalecimiento de sus costumbres ancestrales. Así que, en conjunto, buscarán el bienestar de su pueblo haciendo memoria para pervivir, reconstruyendo la historia de su comunidad a raíz del desplazamiento forzado.

La Tullpa Yanakona es la organización que ha impulsado esta iniciativa de memoria histórica, que priorizó el CNMH desde abril de este año. Cerca de 90 familias conforman este proceso indígena. Ellas han sido desplazadas de manera forzada de su lugar de origen, y por eso residen en diáspora en Bogotá, especialmente en las localidades de Ciudad Bolívar, Kennedy, Puente Aranda y Bosa, que históricamente han sido territorios receptores de población víctima de desplazamiento forzado. Los yanakonas de La Tullpa llegaron de los resguardos ancestrales caucanos de Rioblanco, en el municipio de Sotará; Guachicono y Pancitará, en el municipio de La Vega; Caquiona, en el municipio de Almaguer, y San Sebastián, en el municipio del mismo nombre. En Bogotá se ha reunido en torno a la reconstrucción de su memoria histórica. 

El pueblo Yanakona sostiene que 11.920 de sus integrantes han sido desplazados de su territorio ancestral y se han reubicado en distintos municipios del país. La Tullpa declara que el 90% de los miembros de la asociación ha sido víctimas de desplazamiento forzado y ha realizado la respectiva declaración frente a la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV). Sin embargo, también afirma que el 10% restante de los miembros de la asociación no ha realizado la declaración por miedo, pues han sufrido amenazas por involucrarse en las mesas de participación de víctimas en Bogotá y otros municipios de Cundinamarca.

En esta minga habrá talleres de elaboración de mochilas y tejidos en guanga (telar) tradicionales, presentaciones y muestra cultural de música y danzas, encuentros de memoria y tradición oral, y espacios deportivos. La agenda está abierta a todo aquel que quiera participar, desde las 9 a.m. del sábado 19 y durante el domingo 20 al Sector Laureles 55, vereda el Chacal, en el municipio de Tenjo, muy cerca a la sede campestre del Colegio Real Escandinavo.


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Álvaro Villarraga, nuevo director técnico para la Construcción de la Memoria Histórica

Álvaro Villarraga, nuevo director técnico para la Construcción de la Memoria Histórica

Álvaro Villarraga, nuevo director técnico para la Construcción de la Memoria Histórica

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CNMH

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Publicado

17 noviembre 2022


Álvaro Villarraga, nuevo director técnico para la Construcción de la Memoria Histórica

Álvaro Villarraga Sarmiento regresa al Centro Nacional de Memoria Histórica como director técnico para la Construcción de la Memoria Histórica, luego de su paso por la Dirección de Acuerdos de la Verdad entre los años 2012 y 2019.

“Estoy muy contento de volver a casa en una nueva situación, y muy entusiasmado de conocerlos y conocerlas. Tendremos oportunidad, a partir de este momento, de integrarnos. Le doy mi agradecimiento a María [Gaitán Valencia] por haberme invitado a este proyecto y  volver a estas labores de memoria histórica en un momento cambiante para el país”, aseguró.

Villarraga es politólogo y especialista en resolución de conflictos, egresado de la Universidad del Valle. También tiene especializaciones en Derechos Humanos, en Métodos y Técnicas de Investigación Social y en Memorias y Resistencias. Cuenta además con una maestría en Derecho. Fue integrante de la Comisión Especial Legislativa de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 y ha sido asesor de entes estatales como la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y la Defensoría del Pueblo. También hizo parte de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación y fue delegado ante el Consejo Nacional de Paz.

Gran conocedor de temas relacionados con la democracia, conflicto, procesos de paz y humanitarios, como lo demuestra su labor académica como docente y autor, Villarraga llega a la Dirección de Construcción de la Memoria Histórica para aportar a la transversalidad del CNMH desde esta área misional, y para continuar trabajando en la construcción de memorias plurales en todo el territorio nacional.


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El CNMH abrió diálogo sobre memoria histórica en la Universidad de Antioquia

El CNMH abrió diálogo sobre memoria histórica en la Universidad de Antioquia

El CNMH abrió diálogo sobre memoria histórica en la Universidad de Antioquia

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CNMH

Publicado

16 noviembre 2022


El CNMH abrió diálogo sobre memoria histórica en la Universidad de Antioquia

  • Con la proyección del documental «Alargando el tiempo», el Centro Nacional de Memoria Histórica participó de la Semana por la Paz en la Universidad de Antioquia. Estudiantes y docentes reflexionaron sobre la necesidad de la memoria histórica en la academia.
  • El audiovisual fue construido junto a la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria, para visibilizar su trabajo incansable en la búsqueda de sus familiares desaparecidos.

La Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) participó de la Semana Universitaria por la Paz en la Universidad de Antioquia (U. de A.) con la proyección este jueves del documental «Alargando el tiempo». Este producto de memoria, construido con la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria, cuenta su trabajo incansable en la búsqueda de sus familiares desaparecidos en el marco del conflicto armado.

Estudiantes y docentes del Instituto de Educación Física y Deportes y de la Facultad de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia, miembros de la Unidad Especial para la Paz, asistieron a la proyección del documental en un cine foro que se realizó en la Ciudadela Robledo de la institución. Así mismo, participaron de un diálogo mediado por la Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica sobre la necesidad de abrir espacios de socialización de la memoria histórica en la academia para llegar a la apropiación social en las nuevas generaciones.

“El documental se llama «Alargando el tiempo» en referencia a que no hay un relevo generacional en continuación de la búsqueda de las personas desaparecidas. Por eso la urgencia de tratar estos temas desde el ámbito de la formación profesional”, explicó Natalie López Valencia, realizadora de este producto e integrante de la Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica del CNMH.

 

La memoria histórica debe estar en la academia

Las actividades con la Unidad Especial de Paz hacen parte de un convenio suscrito entre el CNMH y la U. de A. Además de la realizadora del documental, Claudia Restrepo y Daniela Vásquez, profesionales de apoyo técnico a Iniciativas de Memoria Histórica de Antioquia y Chocó, dialogaron con los estudiantes a partir de la proyección del documental.

La dimensión del fenómeno de la desaparición forzada en el país fue un tema que generó cuestionamientos entre los participantes de este diálogo. “En la desaparición forzada nunca ha habido una cifra oficial porque es tanto el subregistro… Hay tantas personas que nunca han denunciado que el Estado nunca ha tenido una cifra oficial”, señaló Claudia Restrepo.

“Nuestra sociedad parece que naturalizó el problema del conflicto armado y, algo más grave, la desaparición forzada. (…) Uno de los daños más grandes que nos ha dejado el narcotráfico fue afectar la cultura de nuestros jóvenes en las ciudades. A nuestros estudiantes esto no les llega. En el documental se ve cómo la gente pasa indiferente”, comentó Rodrigo Arboleda, profesor jubilado e integrante de la Unidad Especial para la Paz del Instituto de Educación Física y Deportes de la U. de A. “Este tipo de temas no aparecen en el currículo. Entonces, cuando hablamos de una transversalidad del concepto de paz, curricularmente, todavía la formación disciplinar nos abruma profundamente”, agregó.


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Jóvenes de la Comuna 13 de Medellín y el CNMH lanzaron libro con su Arte, memoria y vida

Jóvenes de la Comuna 13 de Medellín y el CNMH lanzaron libro con su Arte, memoria y vida

Jóvenes de la Comuna 13 de Medellín y el CNMH lanzaron libro con su Arte, memoria y vida

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Publicado

11 noviembre 2022


Jóvenes de la Comuna 13 de Medellín y el CNMH lanzaron libro con su Arte, memoria y vida

  • Los participantes de esta iniciativa de memoria histórica lanzaron una publicación, en la que plasmaron sus experiencias y narrativas para la paz. El evento incluyó un conversatorio y una obra de teatro.
  • El libro ilustrado es una construcción colectiva de más de dos años, acompañada por el Centro Nacional de Memoria Histórica. A partir de esta se generaron aprendizajes alrededor de diversas propuestas culturales en el territorio.

Colectivos artísticos y culturales de la comuna 13 de Medellín realizaron este lunes, junto al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el lanzamiento del libro ilustrado Arte, memoria y vida. Comuna 13 y vereda La Loma. Este producto recoge las historias narradas por las voces de diversas generaciones que han creado memoria y paz, así como los colores y formas con las que plasman su territorio y sus experiencias atravesadas por el conflicto intraurbano.

“En el libro está consignado que la violencia es una marea que va y vuelve. El trabajo de estos colectivos es decirle a la guerra que la muerte no gana”, señaló María Camila Mojica, integrante del equipo de Iniciativas de Memoria Histórica del CNMH, quien lideró por más de dos años los encuentros entre los colectivos que aportaron a la construcción de este libro. Durante la presentación oficial del libro, destacó el trabajo por la paz y la convivencia que realizan las organizaciones culturales El Descontrol, Colectivo Cultural San Pedro, Jóvenes Dejando Huella, Corporación Cultural Recreando, Teatro Sepia, Pradearte y SerTeatro de la Institución Educativa Eduardo Santos, representadas en Arte, memoria y vida. Comuna 13 y vereda La Loma. “Fue más lo que aprendimos durante el proceso que lo que llegamos a transmitir, porque tienen un trabajo muy valioso, que vienen desarrollando en el territorio, que para mí es un ejemplo para el país en el tema de construcción de paz”, apuntó.

El evento de lanzamiento, en el teatro La Hora 25 de Medellín, incluyó la presentación de la obra Los sueños del Lobo, a cargo de Teatro Sepia, y un conversatorio en el que varios de los autores del libro expusieron sus experiencias del proceso y se proyectaron las páginas del mismo, en un recorrido gráfico acorde con el diálogo sobre la construcción.

Tonos y trazos a partir de los sueños

Prisila Natalia Alzate, docente y gestora de esta iniciativa de memoria acompañada por el CNMH, así como también apoyada durante su trayectoria por la Universidad de Antioquia y la Corporación Región, valoró el proceso de construcción colectiva del libro a través de las organizaciones participantes. “Ellos dejaron unos tonos, porque no solamente son las voces, esos estilos narrativos a nivel de la escritura, sino también tonos a través del color, porque muchos de los jóvenes que hicieron parte de este proceso son personas que han apostado por el grafiti, por la ilustración, el teatro… Es un libro que se teje a través de esos tonos y trazos, y que está hecho a partir de los sueños”, señaló.

Para Diego Álvarez, líder del Colectivo Cultural San Pedro, el libro es muestra de que se ha cumplido el objetivo de aportar a un cambio a través de nuevas oportunidades para las generaciones presentes y futuras. «Decíamos que con un solo joven que sacáramos de las calles, que lográramos motivarlos a hacer algo diferente… [Esa] fue nuestra motivación inicial. Y tuvimos una respuesta cada vez más grande”, comentó.

La construcción del libro incluyó encuentros entre los diferentes colectivos, en los cuales se propició el intercambio alrededor de sus diferentes técnicas artísticas y expresivas, así como también de sus mensajes para la construcción social, de paz y convivencia en su territorio. A partir de las narraciones que componen el libro y junto con sus autores, los artistas Santiago Londoño, del Colectivo Cultural San Pedro, y Carlos Hurtado, de Teatro Sepia, pintaron en acuarela las ilustraciones que se incluyeron en la publicación.

“Lo que más me ha gustado de este proceso es la apropiación que hemos tenido con nuestro territorio, con nuestro cuerpo, con nuestra palabra, con nuestras habilidades; el baile, nuestras narrativas, con el arte”, dijo a su vez Joselyn Enríquez Grisales, del colectivo El Descontrol, quien también participó del proceso de construcción de memoria colectiva e individual.


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‘Voces de la Selva’, imágenes con sonido propio en el Bajo Putumayo

‘Voces de la Selva’, imágenes con sonido propio en el Bajo Putumayo

‘Voces de la Selva’, imágenes con sonido propio en el Bajo Putumayo

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CNMH

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Publicado

11 noviembre 2022


‘Voces de la Selva’, imágenes con sonido propio en el Bajo Putumayo

  • Niños, niñas y adolescentes de La Tagua, en Puerto Leguízamo, buscan darle voz a imágenes a través de una exposición transformadora que estará abierta al público de manera permanente.
  • La Estrategia de Iniciativas de Memoria del CNMH acompañó el proceso y estuvo en la apertura del museo escolar de memoria histórica Voces de la Selva, que se llevó a cabo la semana pasada.

El corregimiento de La Tagua, en Puerto Leguízamo, de ahora en adelante tiene el orgullo de decir que cuenta con el primer museo escolar de la memoria histórica del departamento del Putumayo. Se trata de una iniciativa de memoria histórica que se venía trabajando desde el 2019 y que contó con el apoyo de la Estrategia de Iniciativas de Memoria del Centro Nacional de Memoria Histórica desde el año 2020, para materializar lo que en un principio era solo un sueño de jóvenes que buscaban entender y darle otra mirada al conflicto armado.

El museo escolar Voces de la Selva es el nombre del proceso que lidera Andrés Angarita, un joven docente de la Institución Educativa Rural Leonidas Norzagaray, quien recuerda que el proyecto surgió después de lograr identificar que muchos de sus alumnos no contaban con herramientas que les permitieran conocer la historia: su propia historia. La reformulación de un proyecto pedagógico transversal en la institución educativa fue fundamental para que se pudiera generar una serie de iniciativas y estrategias y lograr que la memoria histórica se trabajara desde el aula y con los estudiantes. Así nació el Comité de Memoria Histórica Voces de la Selva en el año 2019, el cual impulsó el desarrollo de actividades que darían como fruto la propuesta de construir un museo de memoria histórica que ayudará en la transformación de todo aquello que sienten y piensan los niños, niñas y adolescentes sobre el conflicto armado en su territorio.

Leidy Durán, integrante del comité, resalta el impacto de estos procesos: “La memoria histórica es un vehículo para el esclarecimiento de los hechos violentos, la dignificación de las voces de las víctimas y la construcción de la paz sostenible en los territorios. La memoria es importante para preservar nuestra identidad, nos permite recordar de dónde venimos, quiénes somos y cómo ha ido evolucionando nuestro pueblo”.

La importancia de desarrollar estos procesos en la escuela quizá no ha sido lo suficientemente tenida en cuenta, según Angarita: “La formulación del Acuerdo de Paz, que es la política pública macro sobre la cual se generan este tipo de iniciativas, no consideró a las escuelas, y esto ha generado que estos espacios, de alguna u otra manera, se sientan aislados del proceso, y creo que los estudiantes, por su misma naturaleza, pueden aportar muchísimo en todo este escenario de posconflicto y de postacuerdo. Entonces valida la escuela, valida a los estudiantes como protagonistas, como sujetos activos en la reconstrucción de paz y en el rescate de las memorias individuales y colectivas”.

Sobre el nombre del museo, el profesor comenta que “quisiera que entendieran que el proceso, en el cual cumplen un rol importantísimo los estudiantes, se da a través de mesas de diálogo, de deliberación, y en este sentido fue que logramos construir el nombre. Yo les decía a los chicos cuando empezábamos las reuniones que pensaran en algo significativo de la región, y ¿qué más significativo que la selva que nos rodea? Voces porque es una alegoría al rol que cumplen los estudiantes durante todo el proceso, durante las estrategias que nosotros continuamente íbamos generando”.

Este museo contará con una exposición permanente que se divide en cuatro capítulos, en los cuales se hace un recuento por la historia misma del comité, sus comienzos y avances, la relevancia del medio ambiente en el conflicto y un repaso histórico sobre el departamento del Putumayo y los grandes daños de la guerra con el fin de conocer la historia y jamás repetirla.

“Para construir reconciliación y paz, para consolidar la tolerancia y la solidaridad y para avanzar por caminos de convivencia, se deben posibilitar espacios de sensibilización ciudadana orientados a la construcción de memoria histórica y solidaridad colectiva”, asegura Leidy Durán, recalcando que, sin duda, Voces de la Selva marcará un antes y un después para una comunidad que busca mirar con otros ojos el pasado.


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Gilberto Alejandro Villa Ayala es el nuevo director de la Dirección Técnica de Archivo de los Derechos Humanos

Gilberto Alejandro Villa Ayala es el nuevo director de la Dirección Técnica de Archivo de los Derechos Humanos

Gilberto Alejandro Villa Ayala es el nuevo director de la Dirección Técnica de Archivo de los Derechos Humanos

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CNMH

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CNMH

Publicado

11 noviembre 2022


Gilberto Alejandro Villa Ayala es el nuevo director de la Dirección Técnica de Archivo de los Derechos Humanos

  • Gilberto Alejandro Villa Ayala es psicólogo y administrador público, especialista en archivística y magister en Desarrollo Educativo y Social.
  • Dentro de los retos más importantes del nuevo director se encuentran generar nuevas relaciones de confianza con comunidades en los distintos territorios.

En ceremonia realizada el 8 de noviembre, la Dra. María Valencia Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, posesionó a Gilberto Alejandro Villa Ayala, en el cargo de director de la Dirección Técnica de Archivo de los Derechos Humanos – DADH.

El nuevo director de la DADH es psicólogo y administrador público, especialista en archivística y magister en Desarrollo Educativo y Social. Se ha desempeñado en el sector público en entidades como el Archivo General de la Nación, la Unidad de Gestión Pensional y Parafiscal, la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, la Institución Universitaria Colegio Mayor De Antioquia, la Comisión Para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, así mismo en el Centro Nacional de Memoria Histórica, este último entre los años 2012 y 2018.

Dentro de los retos que asume se encuentran generar nuevas relaciones de confianza con comunidades en los distintos territorios que permitan el acopio de fondos documentales, mantener el ritmo que la DADH ha tenido en cuanto a nuevos documentos de archivo puestos al servicio, consolidar los procesos de política pública en materia de archivos y derechos humanos, y potenciar el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones, todo lo anterior tanto para el logro de los objetivos de la entidad, como para la garantía de derechos de las víctimas en particular y de la sociedad en su conjunto, como lo resaltó en palabras expresadas durante su posesión.


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