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Las resistencias ante la violencia urbana se escucharon en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín

En el estand del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), resonaron las voces de expertos, fotoperiodistas y ciudadanos de la capital antioqueña que narraron cómo buscan caminos distintos a la guerra urbana.

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La escucha, un pilar fundamental del Centro Nacional de Memoria Histórica en su paso por la Feria del Libro de Pasto 2024

El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) hará parte de la 17.a Temporada de Letras — Feria del Libro de Pasto, entre el 23 y el 28 de septiembre. Invitamos a la población de Nariño a participar en más de 25 talleres, conversatorios y otras actividades que les darán voz a los habitantes del departamento y de toda Colombia.

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Todas las voces todas se escuchan en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín

Desde el 6 de septiembre, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ha estado en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín con conversatorios, talleres y colaboratorios que tienen como protagonistas las historias de las víctimas del conflicto armado en Medellín y Antioquia.

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La Ruta Pacífica de las Mujeres: un movimiento feminista que abraza los territorios

«En Urabá no hay resistencia, hay berraquera»

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CNMH

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Movilización Nacional de la Ruta Pacífica de las Mujeres «Un viaje de alegría y fiesta por la vida» en el Bajo Cauca y el Norte de Antioquia. Crédito: Ruta Pacífica de las Mujeres.

Publicado

18 diciembre 2023


La Ruta Pacífica de las Mujeres: un movimiento feminista que abraza los territorios

Desde 1996, la organización feminista, pacífica y antimilitarista ha transitado Colombia poniendo en el centro el cuerpo de las mujeres como territorio de violencias en el conflicto armado.

 

En la tierra donde el banano brota con facilidad y el conflicto armado ha dejado una huella imborrable, empezó a sonar un llanto colectivo de dolor que alcanzó los oídos de más de mil mujeres en Colombia. En 1996, al Urabá antioqueño llegaron alrededor de mil quinientas mujeres para abrazar a aquellas cuyos cuerpos eran desgarrados por la violencia.

«Supimos que había un corregimiento donde el 70 % de las mujeres eran víctimas de violencia sexual», dice Marina Gallego Zapata, coordinadora nacional y cofundadora de la Ruta Pacífica de las Mujeres (RPM). Esa cifra despertó las alarmas de las organizaciones de mujeres y se sumó a la intranquilidad por el pico de desplazamientos y masacres que había en la subregión. «Teníamos que hacer algo por esas víctimas totalmente invisibles en Colombia», agrega.

En ese momento, la RPM no existía, pero la necesidad de una movilización era latente. «No hubo que convencer a nadie, sino que más bien canalizamos la situación para juntarnos», explica la coordinadora nacional. En una época en la que no existían las redes sociales, las organizaciones —en su mayor parte de Medellín— aparecieron en los periódicos de la época, nacionales e internacionales, y llegaron hasta Mutatá (Antioquia).

 

 

De acuerdo con Kelly Echeverry Alzate, coordinadora de la RPM en Antioquia, desde esa movilización se empezó a tejer y a construir el movimiento. «La Ruta cruza todos esos territorios que eran negados para las mujeres y reivindica que este país también nos pertenece», puntualiza.

 

 
 
 
 
 
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Una sombrilla de organizaciones

Han pasado 27 años desde la consolidación del movimiento feminista, pacifista y antimilitarista, y una de las razones por las que se ha mantenido en el tiempo tiene que ver con las organizaciones que lo componen. «Las que vinieron no fueron mujeres individuales —señala Marina—. Cuando decidimos crear la Ruta, fue una decisión colectiva de nueve regiones».

Las cerca de mil quinientas mujeres que llegaron a Mutatá estuvieron impulsadas por el dolor de las víctimas. «Cuando uno escucha a las cofundadoras, había mucha indignación y creo que eso convocó a otras feministas», precisa Kelly sobre el movimiento que pone en el centro el cuerpo de las mujeres como territorio afectado por violencias sistemáticas.  «La RPM es un proceso, es como una sombrilla en la que están todas las organizaciones».

En vez de debilitarse, el tejido que se construyó desde noviembre de 1996 se ha fortalecido. «Yo no sé si las fundadoras sabían que esto iba a perdurar durante más de veinte años y se iba a volver un movimiento tan potente», indica la coordinadora de Antioquia. Así, Mutatá fue la primera de muchas movilizaciones que buscaron la paz y la reivindicación de las mujeres.

 

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«Del 2000 al 2009, la RPM se mantuvo, se sostuvo y se consolidó en medio de un país que no daba para negociaciones», comenta Gallego. A diferencia de otras organizaciones que desaparecieron bajo la política de Seguridad Democrática, «nosotras nos hicimos al lado de las mujeres y mantuvimos una agenda hasta que llegó el Acuerdo de Paz con las FARC», añade.

Ni un hombre, ni una mujer, ni un peso para la guerra

La Ruta Pacífica de las Mujeres ha pasado por el territorio a contracorriente. «Que un montón de mujeres entraran sin pedir permiso a Mutatá, sin militarizar la zona, es un acto de profunda rebeldía y sentido por la vida», sostiene Echeverry. Y ese ejercicio por y para las mujeres generó una fuerza colectiva de decir «aquí estamos».

Las feministas que le han apostado a seguir los caminos tejidos desde Urabá entendieron que los armados también podían ser los hijos e hijas de las activistas. «Este movimiento no solo es en contra del uso y gasto en las armas —reflexionó Kelly—, sino que es también en contra de la militarización de la vida civil y cotidiana».

 

 

Sin la consigna con la que nació la RPM («ni un hombre, ni una mujer, ni un peso para la guerra»), el movimiento no sería lo que es hoy. «El camino del antimilitarismo ha sido nuestro polo a tierra. Es nuestro apellido fundante, que propende por la recuperación de la vida y del territorio dignamente», afirma la coordinadora de Antioquia.

Tanto Kelly como Marina han encontrado un apoyo colectivo en la Ruta, y esa sensación también se ha replicado a lo largo del país. «Creo que la movilización es un abrazo real a los territorios», dice Echeverry. Las mujeres saben que cuentan con un apoyo, saben que si violan a una o incluso si reclutan a un menor de edad la Ruta denunciará.


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FICDEH 2023: el CNMH proyectó el documental Mandeleros, memorial del retorno

Autor

CNMH

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El artista del barrio Nelson Mandela, Dayro Carrasquilla, y la profesional del CNMH, Anyi Cárdenas, en el conversatorio sobre el documental Mandeleros, memorial del retorno.

Publicado

22 agosto 2023


FICDEH 2023: el CNMH proyectó el documental Mandeleros, memorial del retorno

La pieza audiovisual se proyectó en la Universidad Externado de Colombia, el pasado 15 de agosto, en el marco del Festival Internacional de Cine por los DD. HH. (FICDEH), donde los espectadores también escucharon un conversatorio sobre la historia de los habitantes del barrio Nelson Mandela en Cartagena (Bolívar).

 

«Ser mandelero es estar en la defensa de lo mío, del otro y de lo colectivo», dijo Dayro Carrasquilla, artista del barrio Nelson Mandela en Cartagena (Bolívar). Sus palabras quedaron registradas en el documental Mandeleros, memorial del retorno, proyectado el 15 de agosto en el auditorio del edificio H de la Universidad Externado de Colombia.

La institución educativa le abrió las puertas al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) con su franja de cine documental «Todas las memorias todas». Las piezas audiovisuales  escogidas recogen las luchas y resistencias de las víctimas del conflicto armado y fueron presentadas en el marco de la 10.ª edición del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos (FICDEH). 

El 15 de agosto, estudiantes y ciudadanos entusiastas llegaron a las 3:00 de la tarde para conocer la historia de aquel barrio que queda a 15 kilómetros de la ciudad amurallada. «Cuando nos referimos a Cartagena, pensamos en una ciudad turística, pero es un lugar que tiene mucho qué contarnos», manifestó Anyi Cárdenas, profesional del CNMH y moderadora del conversatorio sobre la resistencia de los mandeleros. 

El barrio Nelson Mandela cuenta con cerca de cincuenta mil habitantes y ha sido el refugio de personas desplazadas por la violencia. Ante la ausencia estatal y las acciones de actores armados ilegales, muchos de sus habitantes fueron revictimizados y tuvieron que huir de nuevo hacia otras zonas del país. 

Dayro Carrasquilla —quien viajó desde Cartagena hacia Bogotá— dijo en el conversatorio que el barrio «no es un territorio violento, sino violentado». Por esa razón, los mandeleros han buscado espacios de memoria y reparación colectiva para combatir la estigmatización con la que han cargado históricamente. 

La iniciativa consistió en la acción de memoria llamada Poética del retorno, en la cual los habitantes reflexionaron sobre su territorio y su identidad, gracias al apoyo brindado por el Museo de Memoria de Colombia del CNMH. «Fue muy especial cuando el CNMH se acercó a nosotros —puntualizó el artista—. Vimos en esos procesos de reconstrucción de memoria una manera de descargarnos».

 

 

El memorial consiste en hacer unas lámparas con latas que reflejan en una de sus tapas palabras como Mandela y esperanza. De acuerdo con Carrasquilla, el día en el que se organizó la acción, se convocó a un número determinado de habitantes y «fue muy bonito ver cómo empezó a llegar más gente de otros lugares». Para él, esa congregación representa a la gente del territorio. «Nos movemos sin estar esperando que los de afuera digan qué hay que transformar».

De ese modo y a pesar del temor, se reunieron con la emoción de encontrarse con otras personas, lo cual permitió confrontar, mover y sensibilizar sobre lo que pasa en el barrio cartagenero.  «El arte tiene ese poder transformador, no solo para el que lo ve, sino para el que cree que sirve para cambiar», señaló el artista.

El proceso de los habitantes del barrio cartagenero quedó reflejado también en el especial web Mandeleros. Texturas de una comunidad sobreviviente. El documental está disponible en el canal de YouTube del CNMH.

 


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Los invitados al Colegio Gabriel García Márquez llevaron envueltos, galletas, palitos de queso, buñuelos y otros alimentos para compartir en el pícnic literario.

«El sabor de la memoria»: un picnic que crea lazos a través de la comida

La comunidad de San Andrés de Pisimbalá eligió varios lugares marcados por la guerra para resignificarlos con una exposición de memoria. Foto: Felipe Alarcón, CNMH.

Autor

CNMH

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Los invitados al Colegio Gabriel García Márquez llevaron envueltos, galletas, palitos de queso, buñuelos y otros alimentos para compartir en el pícnic literario.

Publicado

03 agosto 2023


«El sabor de la memoria»: un picnic que crea lazos a través de la comida

 

  • Desde el Colegio Gabriel García Márquez y gracias a la gestión de la biblioteca especializada de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos, estudiantes e integrantes de distintos colectivos se reunieron para reflexionar, sentir y saborear la memoria histórica de sus territorios.

 

La memoria está estrechamente relacionada con el sentir; un aroma, una fotografía, una textura e incluso un sabor pueden transportar a cualquiera a lugares o momentos que no recordaba. Según David Landínez, de Prosofi Javeriana, para hablar de memoria en la Unidad de Planeación Zonal (UPZ) La Flora,  existe un elemento que caracteriza e identifica a sus habitantes: la comida. «Es ella la que los hace estar en unidad», dice.

A partir de esa premisa, surgió la idea de organizar el pícnic literario «El sabor de la memoria» en el Colegio Gabriel García Márquez, ubicado en la localidad de Usme (Bogotá). El 28 de julio, asistieron alrededor de 30 personas, entre ellas estudiantes e integrantes de colectivos como La Olla Artística, Macondo Gabo, La Quinta Comunica, Incitar para la Paz, la Red de Huertas, Prosofi Javeriana, Enredados y Zon Bijao.

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el espacio estuvo liderado por la biblioteca especializada de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos (DADH). «El CNMH nos acompaña para hablar sobre la construcción de paz y de la memoria, que es tan importante para nosotros como comunidad», manifestó Landínez.

Lee también: Rutas de las Resistencias: una construcción por la memoria de Bolívar (https://centrodememoriahistorica.gov.co/ruta-de-las-resistencias-una-construccion-por-la-memoria-de-bolivar/).

La actividad estaba pensada al aire libre como un pícnic tradicional; sin embargo, las nubes que opacaron el cielo obligaron a un cambio de planes. Los participantes se reunieron en un salón que contaba con unas mesas largas decoradas con los clásicos manteles de cuadros blancos y rojos. Cualquiera que se asomara al recinto sentía un ambiente de camaradería, acompañado por las risas y el olor de los alimentos. «La comida hace eso: genera un vínculo con el otro para que hablemos de las realidades sociales que nos atañen», dijo el vocero de Prosofi Javeriana.

Reconocer al otro

Los participantes del pícnic «El sabor de la memoria» empezaron a caminar en un recinto cerrado para reconocer al otro.Los participantes del pícnic «El sabor de la memoria» empezaron a caminar en un recinto cerrado para reconocer al otro.

Los protocolos formales no fueron característicos del pícnic. El primer ejercicio consistió en caminar en el salón para encontrarse con otros y reconocerlos en ese andar. Poco a poco empezaron a formarse grupos de ocho personas de todas las edades, con el fin de promover la diversidad y el respeto a la diferencia.

Eliana Quitian, docente de comunicaciones del colegio, señaló que ese encuentro intergeneracional se dio gracias a que la escuela es un espacio abierto al territorio y a la comunidad. «Nosotros estamos dispuestos a hacer ese diálogo todo el tiempo», comentó la profesora, y destacó la apuesta por una transformación pedagógica con «las historias de los barrios, de los estudiantes, de su memoria, sus realidades y universos personales».

Para conocer todas las perspectivas, no solo se dejaron las puertas abiertas, sino que también se realizó una presentación que estuvo marcada por el alimento que cada invitado llevó al evento. «Nos vamos a quitar los títulos —dijo Landínez—. Yo no soy el estudiante de ciencias políticas, soy un joven curioso e inquieto que se convence de que la paz se puede lograr en comunidad».

El vocero dijo que llevó unos pandebonos, «porque para mí representan a Bogotá; en cada panadería encuentro uno». Otros compartieron envueltos, galletas, buñuelos, crispetas e incluso una bandeja paisa.

«Este ejercicio implica reconocer al otro desde su sentir, porque estamos compartiendo algo desde lo emocional», afirmó Andrés Guzmán en representación de la biblioteca especializada de la DADH. El profesional lideró el pícnic desde esa apuesta reflexiva, invitando a los asistentes a reflexionar desde una armonía con lo sensible y lo personal.

Eliana Quitian estuvo de acuerdo con su postura: «Si yo miro esta mesa, los encuentro a cada uno de ustedes», manifestó, y destacó que la comida y la memoria son magia. «A veces nos puede doler, como quien mencionaba el envuelto que su mamá hacía y que, de pronto, ya no está», añadió.

Territorio, género y construcción de paz

La entrega de la comida no fue formal. En varias bandejas se sirvieron las crispetas, las galletas, los buñuelos y los envueltos; quien quisiera ir pasando por las mesas podía tomar algo de comer. El momento de merendar estuvo acompañado por el bullicio de la conversación; los invitados —en grupos de ocho personas— empezaron a reflexionar sobre la historia del país.

Lee también: En San Carlos, las mujeres le apuestan a la cocina como método de memoria (https://centrodememoriahistorica.gov.co/mujeres-de-san-carlos-cocinan-sus-memorias-y-crean-un-recetario/).

La comida los unió en un mismo espacio y les permitió conversar sobre sus perspectivas respecto al conflicto armado colombiano. «La guerra ha atravesado de extremo a extremo nuestro país», resaltó Landínez mientras entregaba unos papelitos con unas palabras. «Van a discutirlas entre ustedes —detalló — y lo harán desde tres ejes: el territorio, el género y la construcción de paz».

Después de que las bandejas quedaron casi vacías, los participantes plasmaron sus reflexiones en tres murales que tenían por título el nombre de cada eje. 

«Todos somos seres humanos y merecemos el mismo respeto. No importa la orientación sexual», se leía en la cartelera sobre género. En la del territorio se hablaba sobre la soberanía alimentaria, y en la de construcción de paz se mencionaba la necesidad de «reconocer la historia, las condiciones y los contextos de las personas».

Ese 28 de julio, el pícnic literario acercó a la comunidad con los estudiantes del Colegio Gabriel García Márquez para trabajar por conocer la historia del territorio y de los líderes y lideresas que lo habitan. «La comida nos activa la memoria matizando el recuerdo, creando vínculos con las otras personas», indicó Quitian, y Martha María Lesmes, una huertera de la tercera edad, le dio la razón: «Este espacio me trajo a la memoria olores, sabores, recuerdos de la familia y de nuestros territorios».


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Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, Conferencia, Estallido social, Instituto Caro y Cuervo, Lenguajes, Literatura., Paro nacional

Así será la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura»

Así será la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura»

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CNMH

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Entre el 12 y el 15 de septiembre se realizará la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura», organizada por el Instituto Caro y Cuervo.

Publicado

02 agosto 2023


Así será la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura»

  • La iniciativa del Instituto Caro y Cuervo se realizará entre el 12 y el 15 de septiembre, de manera virtual y presencial. Participarán el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH); el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación; el colectivo La Mariacano; la Dirección de Artes, y el Programa Especial Jóvenes por el Cambio del Ministerio de Cultura.

La ola de jóvenes que salió a las calles en el 2021 marcó la historia del país. Su espíritu transformador reclamaba por una Colombia más justa y sus peticiones desembocaron en la elección del Gobierno del Cambio. Esos impactos no solo se representaron en las urnas, sino que se han convertido en materia de análisis desde diferentes frentes.

Tras dos años de ocurrido, el estallido social será analizado desde la óptica del impacto que tuvo en los lenguajes y en la literatura. Entre el 12 y el 15 de septiembre se llevará a cabo la primera conferencia nacional anual «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura», organizada por el Instituto Caro y Cuervo (ICC). 

Medófilo Medina, director del ICC, comentó que en el encuentro se analizarán la variedad de lenguajes reivindicativos que hubo durante el estallido social: «El hecho de que los manifestantes no utilizaran términos como compañero o compañera y que, más bien, se utilizaran términos como parcero o parcera, son algunas de las peculiaridades».

Esas palabras representan la diversidad de manifestaciones y expresiones que rodearon el paro nacional. Pero este no será el único componente que se analizará en la conferencia: también se hablará sobre las demandas, la participación social y las modalidades de liderazgo, y la represión estatal en contra de la protesta social, ciudadana y juvenil.

La directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), María Gaitán Valencia, ha mencionado en más de una ocasión su admiración por lo que lograron los manifestantes. «Yo le agradezco a toda esa muchachada que salió a las calles a transformar», manifestó Gaitán, quien resaltó que un evento como este es relevante para la sociedad, «porque se hace un llamado al espíritu transformador que genera la rabia».

El CNMH es uno de los socios entusiastas del evento y será el encargado de organizar la segunda edición de esta conferencia anual. El ICC también cuenta con el apoyo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación; el colectivo La Mariacano; la Dirección de Artes, y el Programa Especial Jóvenes por el Cambio del Ministerio de Cultura.

Conozca la programación

La primera conferencia nacional «Estallido social de 2021 en Colombia: lenguajes y literatura» empezará con un preencuentro virtual en el que se analizará la protesta social en América Latina y el papel de las redes sociales y los medios de comunicación. 

De forma presencial habrá dos espacios: en el primero se dictarán una serie de ponencias dirigidas por investigadores que han estudiado a profundidad el fenómeno histórico y el segundo estará dedicado a los testimonios de los protagonistas del estallido social en diferentes ciudades y regiones, para que puedan compartir sus perspectivas de lo vivido en el 2021.

Consulta y descarga la programación del evento aquí. Diligencia este formulario para manifestar tu interés en participar.


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Ruta de las Resistencias: una construcción por la memoria de Bolívar

Autor

CNMH

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En la foto, la piragua que construyeron y pintaron los integrantes de la Ruta de la Resistencias con su lema «Aquí estamos».

Publicado

01 agosto 2023


Rutas de las Resistencias: una construcción por la memoria de Bolívar

 

  • Durante la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar), un grupo de organizaciones y medios comunitarios se reunió para dialogar y contar las apuestas de resistencias que han tenido desde sus territorios.

 

«Rema, rema, remaaa. Remo mi destino, ¡remaaa!». Sin quererlo, esos versos se convirtieron en la armonía que identificó a la Ruta de las Resistencias, una iniciativa de memoria colectiva construida durante la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar). La canción le dio la bienvenida a las organizaciones que participaron en el encuentro y, dos días después, con ella ofrecieron la despedida, rememorando los lazos que allí tejieron. 

Siete colectivos y medios comunitarios llegaron al estand del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en la Felicar. Como si los hubiese convocado el sonido del tambor —característico de la Ruta de las Resistencias—, asistieron al espacio propuesto por la Escuela de las Memorias del CNMH, la cual pretende recoger, difundir y potenciar los procesos de memoria en los territorios. 

Desde el 21 hasta el 23 de julio, se realizó un ejercicio de juntanza entre las organizaciones Generación V+, La Boquilla TeVe, La Comadre, Las Callejeras, Vokaribe Radio, Corporación Rural Montes de María y Por Nuestras Raíces. Alrededor de 25 personas dialogaron y construyeron ese performance que se presentó a los visitantes de la Felicar. 

Walter Hernández Índigo, integrante de Vokaribe Radio, explicó que la Ruta de las Resistencias combina la teatralidad, la música y la pintura no solo con el propósito de contar lo que sucedió en el territorio, sino también para sugerirle «a la sociedad un sentido transformador de las memorias». Para el líder, la puesta en escena también podría entenderse como una estrategia de comunicación que le permite a cualquiera conectarse, de manera intergeneracional, con su sentir.

Primera estación: «Soberanía»

En la primera estación de la Ruta de las Resistencias, Damaris Támara personifica a una abuela que cuenta los impactos del desplazamiento forzado.

«¡Bienvenidos a la Ruta de las Resistencias!», dijo Damaris Támara, vocera de Por Nuestras Raíces, mientras sonaba el tambor que llamaba a los visitantes de la Felicar a participar en el espacio. «Esta es la historia y la memoria de organizaciones, colectivos y medios de comunicación del Caribe. ¡Sígannos!».

En tres ocasiones, Támara le dio la bienvenida a los espectadores de la Felicar para luego personificar a una abuela que le cuenta una historia a su nieto. «Yo soy de por allá de las montañas, María, donde nosotros sí éramos felices —manifestó la lideresa recordando cómo su tierra le servía para cultivar—. Allá lo que había era comida, ¡hombe! No teníamos que resistir como ahora, cuando nuestras tierritas nos han quitado y ya no tenemos dónde sembrar». 

Después de sus palabras, todos gritaron: «¡Aquí estamos!», como lema insignia de la Ruta de las Resistencias. Esa frase quedó grabada no solo en la memoria de los participantes, sino también en la piragua que hicieron y pintaron previamente, la cual reposaba en esa primera estación llamada «Soberanía». 

Segunda estación: «Resistencias y juventudes»

Los sollozos de una menor retumbaron en los parlantes y la voz de un hombre tomó fuerza en el escenario improvisado: «Si no quieren correr la misma suerte que está corriendo la niña, tienen 24 horas para irse». De esa forma, le dieron cara al desplazamiento forzado, que sacó a esa abuela y a su nieto de la ruralidad, para enfrentarse después a las injusticias de la ciudad.

Las desigualdades sociales urbanas fueron recordadas con las arengas más reconocidas del estallido social de 2021: «¡Vamos pueblo, carajo! El pueblo no se rinde, carajo». Las voces se unificaron en una sola para también cantar: «¡A parar para avanzar, ¡viva el Paro Nacional!».

 

 

Sus proclamas resonaron en la segunda estación «Resistencias y juventudes», donde las y los jóvenes contaron cómo las injusticias de la ciudad afectan a las nuevas generaciones y a las víctimas del desplazamiento forzado. «Les tocó resistir y volver a iniciar su vida en condiciones precarias», indicó Midia Gómez, de Las Callejeras, quien destacó que, mientras haya resistencia, «la memoria está viva y es transformadora».

Por su parte, Milton Patiño, de Vokaribe Radio, dijo la frase que recogió todo el pensamiento de esa segunda parada: «Del campo a la ciudad, de la ciudad al campo, para que sean todas las memorias, todas».

Tercera estación: «Memoria y resistencia»

En la construcción de la Ruta de las Resistencias, los participantes escribieron y acomodaron sus reflexiones en un tendedero.

Los participantes siguieron caminando hasta llegar a la tercera estación: «Memoria y resistencia». Todos y todas cerraron los ojos y se dispusieron no solo a recordar, sino también a perdonar a quienes los llevaron a las grandes ciudades. «Hoy, también vamos a pedir perdón a la tierra, para que podamos caminar en paz», afirmó una lideresa. 

Esos pensamientos sobre el significado de resistir quedaron plasmados en dos murales. Con plumones, lapiceros y pinturas, el público y los integrantes de las organizaciones escribieron: «Una mente abierta sabe que el respeto da paz», «¿Cómo termina la guerra? Extrañando a muchos que no volveré a ver», «Somos uno», «Cuéntame mil veces cómo terminó la guerra y mil veces lloraré». 

La Ruta de las Resistencias fue un ejercicio para recordar aquello que duele y poderlo transformar. Si bien los integrantes se despidieron ese 23 de julio y viajaron hacia sus territorios, cada uno sabe que tejieron algo que los une, que reconocen en el otro y que, seguramente, cuando se vuelvan a encontrar cantarán: «Rema, rema, remaaa. Remo mi destino, ¡remaaa!».

 


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Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Autor

CNMH

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En la foto, los integrantes de las organizaciones que construyeron la Ruta de las Resistencias durante la Felicar

Publicado

31 julio 2023


Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Entre el 17 y el 23 de julio, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) participó en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar), donde recordar y resistir fueron los dos nortes de las actividades que se realizaron.

«El territorio habla y el centro tiene que escuchar», afirmó María Gaitán Valencia, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en una de las charlas de la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar). Ese es el pilar de esta administración, que busca reconocer y escuchar cada una de las voces que han vivido el conflicto armado y, en este caso, las del departamento de Bolívar, territorio protagonista de la feria.

Gaitán Valencia manifestó que, para combatir el memoricidio, «Bogotá tiene que conocer y hacer visible lo que está haciendo el territorio para sanar». A través del canto, el baile, el arte y la escritura, las víctimas han trabajado por transformar su dolor y transitar hacia la paz; sin embargo, mientras eso no lo sepa el centro del país, el fantasma del olvido seguirá acechando.

La directora reconoció la importancia de estos procesos transformadores y se refirió a cómo la labor del CNMH debe estar encaminada hacia ellos. «La memoria histórica se ha pensado como un producto», alertó sobre los informes, los videos y las exposiciones que se han realizado, y si bien estos recopilan la información de lo que ha acontecido, «un producto no transforma, un proceso sí».

Con el objetivo de destacar y referir los procesos que se ejecutan desde el territorio, mencionamos tres momentos inolvidables del CNMH en la Felicar.

 

Las visitas guiadas por el Archivo de los Derechos Humanos

Un grupo de estudiantes se acerca para escuchar la visita por el Archivo de los Derechos Humanos del CNMH liderada por Nartyjulieth Vásquez.
Un grupo de estudiantes se acerca para escuchar la visita por el Archivo de los Derechos Humanos del CNMH liderada por Nartyjulieth Vásquez.

Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.
Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.

Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.
Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.

 

Nartyjulieth Vásquez nunca hace dos charlas iguales y las visitas guiadas por el Archivo de los Derechos Humanos no fueron la excepción. En cinco ocasiones, la profesional acaparó la atención del público, especialmente la de los jóvenes, para destacar la importancia de preservar y custodiar el material que documenta las graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario (DIH) durante el conflicto armado colombiano.

«Nuestra vida se configura de archivos y estos son vitales para que no olvidemos lo que nos pasó, para que no se repita lo mismo», explicó Vásquez. La vocera fue enfática en que no todo constituye un archivo (por ejemplo, los documentales, informes y pódcast que realizan otras direcciones del CNMH no se consideran archivo). «El archivo son esos documentos que surgen por una necesidad judicial y a partir de ahí pueden generarse una cantidad de acciones para contar lo que sucedió», agregó.

Como ejemplo, Nartyjulieth mostró parte del archivo de Fabiola Lalinde, una madre que buscó a su hijo desaparecido por más de tres décadas: «se lo devolvieron en una cajita con 69 huesos». Vásquez llevó solo un par de documentos, de una recopilación que pesó 25 kilos, sobre la búsqueda para encontrar a Luis Fernando Lalinde Lalinde.

«Su madre levantó el croquis de lo que le pasó a su hijo y no solo nos enseñó su resistencia, sino que nos mostró que sí se puede lograr», comentó la experta. Asimismo, expuso algunos de los contenidos que se realizaron para visibilizar su historia, como la canción Lalinde, recopilada en el pódcast Tocó cantar, o el documental 25 kilos de verdad.

 

Conversatorios para no olvidar lo que pasó en Bolívar

Lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana en la Felicar.
Lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana en la Felicar.

«Toda memoria es una forma de resistir al olvido —afirmó Lukas Rodríguez, investigador del CNMH—. Cuando llegamos a los territorios, ellos [los habitantes] eran conscientes de la necesidad de contar». Sus palabras tienen que ver con el lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana, en el que la comunidad de Bolívar mostró su interés por conocer los impactos de estas estructuras en su territorio.

El ejemplar tiene por nombre una frase mencionada por Dagoberto Villadiego, un líder comunitario de los Montes de María. «Cuando le preguntamos por qué era necesario hablar de memoria, él respondió: “Por un poco de verdad para respirar”», indicó Rodríguez. Esa oración también representa el valor de aquellos que alzaron la voz después de 15 o 18 años de silencio.

Así fue la presentación del informe en El Carmen de Bolívar

Durante el conversatorio, la población conoció que el informe cuenta con los testimonios de los paramilitares desmovilizados que hicieron parte del Mecanismo No Judicial de Contribución a la Verdad y la Memoria Histórica. No obstante, «escuchamos no solo a los que fueron responsables, sino que corroboramos esa información con las organizaciones y las víctimas», puntualizó Carlos Mario López, director de Acuerdos de la Verdad (DAV).

En ese ejercicio, los investigadores se percataron de que los miembros de la estructura paramilitar se autodenominaban «Bloque Héroes de los Montes de María», pero resignificaron ese nombre a petición de la comunidad. De acuerdo con Lukas Rodríguez, lo primero que les decían era que «no los consideraban héroes, porque habían hecho mucho daño».

La población de Bolívar mostró su agradecimiento por la labor del CNMH, no solo en ese espacio, sino también en la charla «Escuelas del terror paramilitar, variaciones de la violencia en el Caribe colombiano». En ese encuentro se habló de la trayectoria de estas estructuras en la región y de las acciones deshumanizantes que se conocieron en el proceso.

Las escuelas del terror fueron modelos de enseñanza que estaban transitoriamente en el territorio. «Ernesto Báez, quien diseñó toda la estrategia paramilitar que operó en el país, nos contó antes de su muerte que en esas escuelas nunca le enseñaron a un hombre a disparar un arma, sino por qué hacerlo», recordó Alberto Santos, asesor de la dirección general del CNMH.

Los investigadores comprobaron que el objetivo era aniquilar al otro, «construir una imagen en la que el otro es un peligro, un monstruo», detalló Santos. En ese sentido, los paramilitares cometieron su accionar bajo la lógica de que «si usted no le hace eso a él, él se lo va a hacer a usted»; bajo esa premisa se cometieron actos deshumanizantes, especialmente contra los campesinos en el Canal del Dique y los Montes de María.

El paso del padre Francisco de Roux por la Ruta de las Resistencias

El padre Francisco de Roux dialoga con la directora María Gaitán Valencia en el estand del CNMH en la Felicar.
El padre Francisco de Roux dialoga con la directora María Gaitán Valencia en el estand del CNMH en la Felicar.

Los primeros pasos de la construcción de la Escuela de las Memorias fueron visibles para siete organizaciones de Bolívar: Generación V+, La Boquilla TeVe, La Comadre, Las Callejeras, Vokaribe, Corporación Rural Montes de María y Por Nuestras Raíces.

La iniciativa a cargo del equipo de pedagogía y comunicaciones busca recoger, difundir y potenciar los procesos de memoria, para así generar su apropiación social. El primer encuentro presencial se dio precisamente en la Felicar entre el 21 y el 23 de julio.

 

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica estamos comprometidos con el legado de la Comisión de la Verdad.

 

Durante esos tres días, los medios regionales y las organizaciones se juntaron para escuchar sus procesos y resistencias, y, durante ese tiempo, dialogaron para construir la Ruta de las Resistencias. «Estamos haciendo memoria de lo que ocurre en el territorio para que también se le proponga a la sociedad un sentido transformador de las memorias», manifestó Walter Hernández Índigo, de Vokaribe.

El padre Francisco de Roux, otrora presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), pasó por el estand del CNMH cuando las organizaciones estaban trabajando en la construcción de la ruta. El sacerdote se quedó un tiempo para dialogar con la directora María Gaitán Valencia y otros participantes, especialmente con los integrantes de Generación V+, una red juvenil que busca seguir difundiendo el legado de la Comisión de la Verdad.

La Ruta de las Resistencias se convirtió en un acto performático con tres estaciones: «Soberanía», «Resistencias y juventudes» y «Memoria y resistencia». El 23 de julio se presentó tres veces a los participantes de la Felicar con la esperanza de que quienes lo vieran entendieran el sentido transformador de la memoria, del tejer y de la resistencia en la que trabajan las comunidades en Bolívar.


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