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Nuestras publicaciones ya están en más de 600 bibliotecas del país

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Publicado

15 Feb 2019


Nuestras publicaciones ya están en más de 600 bibliotecas del país

En el 2017 el Centro Nacional de Memoria Histórica creó la estrategia Bibliotecas con Memoria para ampliar el acceso a sus publicaciones. Nuestros informes y productos están en 16 departamentos.


Hoy, cerca de 600 bibliotecas públicas, privadas, escolares y universitarias de 16 departamentos del país, cuentan con una colección de libros sobre la memoria histórica del conflicto armado colombiano. Este es el resultado de la estrategia Bibliotecas con Memoria, que creamos en el 2017 con el objetivo de aumentar el acceso a nuestras publicaciones, especialmente en los territorios más alejados y afectados por la guerra.

“Se trata de una estrategia de divulgación y difusión para que la memoria histórica del conflicto armado se convierta en un bien público y de acceso para todo el país”, explicó el coordinador de Bibliotecas con Memoria, Jadín Samit Vergara. Esta estrategia es, además, un mecanismo de reparación simbólica para las víctimas y la sociedad en general.

Las regiones con más bibliotecas dotadas con colecciones de libros, videos, series radiales y herramientas multimedia del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) son Nariño, con 65 bibliotecas públicas municipales; Bogotá y Cundinamarca, con 33 bibliotecas y centros de documentación; Atlántico con 27; Valle del Cauca con 20; La Guajira con 14 y Cartagena con 16 bibliotecas universitarias.

Dos de los grandes logros de esta estrategia en el 2018 fueron llevar la colección completa del CNMH a la sede Bogotá de la Universidad Nacional, y la inclusión de nuestro material en los catálogos de las 18 sedes de la Universidad Cooperativa de Colombia en todo el país. Este año tenemos el reto de actualizar las colecciones de las instituciones de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas y de la Red Cultural del Banco de la República. Además, se realizarán eventos de entrega de libros a bibliotecas de La Guajira, Arauca, Caquetá, el Eje Cafetero, Antioquia, Córdoba y Chocó.

“Los municipios y regiones más apartadas del país somos quienes más hemos sufrido el conflicto armado y por eso es importante que nuestros estudiantes, padres de familia y docentes accedan a la memoria histórica”, dijo la profesora Martha Andrade, de la Institución Educativa Policarpa Salavarrieta de Samaniego (Nariño). Además, señaló que “desde que recibimos la colección de libros del CNMH hemos iniciado una serie de talleres, jornadas académicas y trabajos audiovisuales, hechos por nuestros estudiantes con teléfonos, para que toda la comunidad entienda que la violencia y la guerra no pueden volver a repetirse”.

Todas las publicaciones y contenidos sonoros y audiovisuales del CNMH están disponibles, para su libre descarga, en la web www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes

Para más información:

Jadín Samit Vergara, coordinador de la estrategia Bibliotecas con Memoria
Teléfono: (+57) 317 647 0810
Email: bibliomemorias@centrodememoriahistorica.gov.co

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Bibliotecas, Colombia, Libros, Memoria, Memoria Histórica, Paz, Reconciliación

La memoria histórica se metió a las aulas universitarias

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Publicado

27 Mar 2019


La memoria histórica se metió a las aulas universitarias

El sector académico está jugando cada vez un papel más importante en la reconstrucción del conflicto armado colombiano: no solo está recogiendo y ayudando a producir los relatos de la guerra en diferentes formatos, sino que está haciendo un análisis y una reflexión profunda sobre lo que significan esas memorias.


¿Cómo logró la memoria histórica y la construcción de paz posicionarse en los planes de estudio de las principales universidades de Colombia? ¿Para qué integrar a la academia a este campo, que durante décadas le ha permitido al país reconstruir lo que sucedió durante la guerra?

Patricia Nieto, directora del proyecto Hacemos Memoria y docente del diploma virtual en Memoria Histórica, de la Universidad de Antioquia, dice que la academia está jugando varios roles: por un lado, está estudiando los relatos de las comunidades “para tratar de interpretar sus alcances y sentidos” y, por el otro, se convirtió en “un dinamizador de la producción de esos relatos”. Hoy, las universidades son una pieza fundamental en el ejercicio de memoria histórica, que las comunidades llevan más de 50 años liderando, y por eso existe una gran oferta de grupos de investigación, cátedras, iniciativas universitarias, posgrados y diplomados con este enfoque.

María Andrea Rocha, líder del equipo de Pedagogía del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), dice que la hermandad que existe hoy entre la academia y la memoria histórica es fundamental por dos motivos. Uno, porque las metodologías rigurosas de la academia “permiten enriquecer los procesos de reconstrucción de memoria, y tejer puentes con la comunidad de víctimas y sus saberes” y dos, porque permite “abrir espacios de interlocución y debate que robustecen la democracia, especialmente desde la territorialidad”.

Ese es, precisamente, el enfoque de la maestría en Conflicto y Paz la Universidad de Medellín, que desde hace tres años forma a académicos de la capital antioqueña y de Quibdó, con el objetivo de sentar bases para la transformación del país desde los territorios.

De hecho, el enfoque territorial es uno de los elementos comunes de este tipo de iniciativas. Gilma Turizo, Coordinadora de la Cátedra de Paz de la Universidad del Atlántico, asegura que la academia ha facilitado un diálogo regional que está permitiendo “reconstruir el tejido social y cultural”. Y gracias a eso, la universidad es hoy una participante activa “en la transformación de aquellos factores que han debilitado la convivencia en los territorios”.

En el caso de la Universidad del Atlántico, la memoria histórica está en el centro de la institución: ha sido una herramienta esencial para reconstruir su propia historia dentro de la guerra.  Esta universidad fue declarada sujeto de reparación colectiva en marzo de 2016, debido a los múltiples ataques de los que fue víctima su comunidad, en medio del conflicto armado.  El Centro de Memoria de la Universidad tiene registrados, desde 1999, un total de 71 hechos victimizantes; de estos, 24 han sido asesinatos de docentes, estudiantes y trabajadores.

“La memoria histórica nos permite reconstruir ese capítulo doloroso, en el que el departamento y Barranquilla se vieron oprimidos por los paramilitares. Nuestra universidad sufrió una de las peores atrocidades producto del conflicto en la región Caribe, y es por ello hemos venido haciendo grandes esfuerzos para que todo su andamiaje institucional esté en función de declararla libre del conflicto armado”, dice Gilma Turizo.

Las iniciativas de memoria surgen, en palabras de Patricia Nieto, porque hay una necesidad “genuina de contar lo que pasó” y de hacer un llamado público “de justicia y de verdad”. Son un ejercicio en busca de un “reconocimiento de esos hechos atroces”, para luego comenzar un proceso de “reparación moral y simbólica”. En este campo, la academia está jugando un rol esencial no solo acompañando a las comunidades a producir sus relatos en múltiples formatos, con el objetivo de crear un acervo cultural del pasado, sino generando análisis y reflexiones sobre esas memorias.

***

Aquí compilamos algunos estudios de paz, conflicto y memoria que existen en el país. Si conoce otros, pueden escribirnos a nuestras redes sociales (@CentroMemoriaH en TwitterFacebook e Instagram):

  • Diploma virtual en Memoria Histórica, en la Universidad de Antioquia.
  • Especialización en Justicia, Víctimas y Construcción de Paz, en la Universidad Nacional, Bogotá.
  • Especialización en Acción sin Daño y Construcción de Paz, en la Universidad Nacional, Bogotá.
  • Especialización en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario, en la Universidad Javeriana, Cali.
  • Especialización en Educación para la Paz y Convivencia, de la Universidad Libre, Bogotá.
  • Especialización en Conflictos Armados y Paz, de la Universidad de los Andes, Bogotá.
  • Maestría en Paz, Desarrollo y Ciudadanía, de la Universidad Santo Tomás, Bogotá.
  • Maestría en Paz y Resolución de Conflictos, de la Universidad Javeriana, Bogotá.
  • Maestría en Educación para la Paz, de la Universidad Distrital, Bogotá.
  • Maestría en Construcción de Paz, de la Universidad los Andes, Bogotá.
  • Maestría en Negociación y Manejo de Conflictos, de la Universidad del Norte, Barranquilla.
  • Maestría en Conflicto Social y Construcción de Paz, de la Universidad de Cartagena.
  • Maestría en Conflicto y Paz, de la Universidad de Medellín.
  • Maestría en Paz, Desarrollo y Resolución de Conflictos, de la Universidad de Pamplona.
  • Maestría en Derechos Humanos y Cultura de Paz, en la Universidad Javeriana, Cali.
  • Maestría en Justicia Social y Construcción de Paz, en la Universidad de Caldas.
  • Maestría en Educación y Cultura de Paz, en la Universidad Surcolombiana de Neiva.
  • Maestría en Justicia Transicional, Derechos Humanos y Conflicto, en la Universidad Externado, Bogotá.
  • Maestría en Derechos Humanos, Gestión de la Transición y Posconflicto, en la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) de Bogotá.

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Colombia, Estudios, Investigaciones, Memoria, Memoria Histórica, Paz, Regiones, Universidades

Colombia tiene la primera selección de fútbol con prótesis del mundo

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Daniel Sarmiento

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Daniel Sarmiento

Publicado

09 Abr 2019


Colombia tiene la primera selección de fútbol con prótesis del mundo

*La única selección nacional de fútbol con prótesis del mundo reúne a miembros activos y retirados de la Fuerza Pública, excombatientes de las Farc y las Auc, y a personas de la sociedad civil. A pesar de tener diferentes niveles de discapacidad física, sus limitaciones no han sido obstáculo para cumplir sus sueños.

*La selección Colombia de fútbol nace gracias a la Comisión Nacional de Fútbol para Amputados, la cual reúne a 400 víctimas de mina antipersonal. El objetivo para el 2020: poder hacer en Bogotá el primer Mundial de Fútbol de esta modalidad.


Cano, Pérez, Álvarez, Guala, Luna, Medina, Quitian y Vargas son ocho de los por lo menos 45 millones de ciudadanos que tiene Colombia. También hacen parte de las 11.475 víctimas (entre sobrevivientes y fallecidos) del flagelo de las minas antipersonal. Sin embargo, lo que los define es que son integrantes de la primera selección nacional y del mundo, de fútbol con prótesis.

Alexander Vargas tenía rabia. Desde los 11 años se convenció de que aquellos, quienes también portaban fusil, eran sus enemigos; a los que había que eliminar. Como si se tratara de revivir los años en los que estaba en la primera línea del frente de combate, la vida lo tenía allí, en el Centro de Rehabilitación Inclusiva (DCRI); la razón: mirar si allí le ayudaban a conseguir una prótesis. De camino al lugar, este excombatiente Farc que ya había pasado por su proceso de reintegración, pensaba en la indemnización que recibían ellos, en la pensión que recibían ellos, y en la prótesis que recibían ellos.

Sin embargo, al llegar a la institución, lo que le llamó la atención fue el balón, pero en especial quien lo gambeteaba. “Lo hacía con una destreza”, dice. “Ese pelao, con todo y su limitación física, no se echó a morir” Y entonces pensó: “¿si él puede por qué yo no?”. Alexander recordó uno de los mayores sueños que tenía de pequeño: ser un gran futbolista. “Desde ese momento se me ocurrió liderar lo que hoy gracias a Dios ya está siendo una realidad”, relata (Conozca más sobre el uso de minas antipersonal descargando aquí el Informe “La Guerra Escondida”).

  • Selección Colombia de Fútbol con Prótesis junto con jugadores del equipo de funcionarios de la Unidad de Víctimas.

  • Juan Camilo Perdomo, excombatiente Farc que quiere formarse como técnico profesional.

  • Alexander Vargas junto al representante a la cámara, José Jaime Uscátegui, en evento celebrado el pasado 4 de abril en la Universidad Javeriana.

  • Entre los clubes de fútbol con prótesis que hay en el país están Héroes de Honor y Canta Rana de Bogotá; Doce Caldas de Manizales; Cafeteros y Gladiadores de Antioquia, y Warriors Héroes de Paz de Florencia.

  • “La consecución de recursos es muy complicada, para los transportes, la indumentaria y el poder contar con un espacio para entrenar debemos hacer toda clase de esfuerzos”, asegura Jessica Andrea Borrero, presidenta del club Warriors Héroes de Paz de Florencia.

  • En julio la selección Colombia de fútbol con prótesis tendrá una gira de partidos por diferentes ciudades de Austria.

Para ese entonces, 2017, y ad portas de cumplir apenas 30 años, Alexander ya conocía el desplazamiento forzado, sabía lo que era raspar coca, y qué significaba haber ingresado siendo un niño a las Farc. Con 29 años ya había caído en un campo minado, le habían practicado dos amputaciones y era abandonado por las Farc. Había superado todo el proceso de desmovilización y reintegración individual, era padre de familia y además se había convertido en representante de la Mesa Nacional de Víctimas. A esta lista le faltaba algo: proponer la creación de una Comisión Nacional de Fútbol para Amputados.

Así pues, Alexander viajó a Florencia, Caquetá, y junto con Jessica Andrea Borrero, que tiene a un hermano y esposo ex integrantes de la Fuerza Pública afectados por minas antipersonal, estimuló la creación del Fútbol Club Deportivo Caquetá, Warriors Héroes de Paz.

“Ellos solitos empezaron a mostrarse a nivel departamental y a generar admiración”, dice Juan Camilo Perdomo, otro excombatiente de las Farc que en los encuentros amistosos hace las veces de entrenador, “lo llevo en las venas, quiero ser el mejor coach”, agrega.

Sin embargo, durante ocho meses, los mismos que empleó para establecer contacto con otros clubes de fútbol con prótesis que se estaban formando y para darse cuenta de que había posibilidad y deportistas pidiendo llevar esto a algo más grande, Alexander no les contó a sus compañeros del equipo que era un exguerrillero. Pues bien, un día, después de muchos “picados” y momentos compartidos, soltó la noticia. La reacción fue buena, estaban orgullosos de él: una familia se había conformado.

Fue así como entre el 8 y 10 de noviembre del 2017 se reunieron quienes habían promovido el fútbol con prótesis en el país y se creó, en la ciudad de Santa Marta, la Comisión Colombiana de Fútbol para Personas con Limitaciones Físicas, CFAC. Allí mismo, Alexander recibió el aval de las ligas y clubes existentes para ser el presidente de esta Comisión que en la actualidad es reconocida en el Sistema Nacional del Deporte y por la Federación Colombiana de Deportes para Personas con Limitaciones Físicas, Fedesir. Además es apoyada por Coldeportes y La Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.

A diferencia del fútbol con bastones, del que ya se han hecho dos mundiales y dos Copas América, en esta modalidad los deportistas deben tener una amputación por debajo de la rodilla mínimo de 10 cm. “De llegar a tener una amputación por encima de la rodilla, la práctica podría ser peligrosa tanto para el jugador como para el equipo rival”, recalca Alexander.

Hoy por hoy la selección, la cual es conformada por los futbolistas de mejor rendimiento en sus respectivos clubes y ligas, se alista para jugar en julio una serie de partidos amistosos a los que fueron invitados en diferentes ciudades de Austria. “Muchos de los jugadores son de Florencia y entrenan en una cancha muy humilde. Sin embargo, son más sus ganas de salir adelante, de  demostrar que la mente es más fuerte y que son hombres de honor, de responsabilidad y disciplina”, sostiene Juan Camilo Perdomo.

Ahora bien, los integrantes de los clubes de fútbol con prótesis que hay en el país hacen un llamado para que diferentes actores se sumen al respaldo de iniciativas que dignifiquen a víctimas del conflicto armado. Así pues, exhortan a la institucionalidad y a la cooperación internacional para que, más allá de sacar adelante el desminado humanitario, contribuyan a la reparación integral de las víctimas de minas antipersonal y otra clase de remanentes explosivos.

Salud, vivienda, educación y oportunidades de proyectos productivos son algunos de los retos que Nelson Moreno, ex militar y representante de la Mesa Nacional de Víctimas por el hecho victimizante de minas, menciona que tienen personas como él, personas con una discapacidad.

La rutina de entrenamiento de estos campeones es rigurosa. “Nos reunimos dos días a la semana. En cada entrenamiento trotamos, hacemos ejercicios con conos, lasos, ligas y bandas. Además, tenemos mínimo media hora de juego, y cada 15 días hacemos partidos con personas sin discapacidad”, cuenta Alexander en el entretiempo de un amistoso que juegan en Bogotá para conmemorar el 4 de abril, Día Internacional para la Sensibilización contra el Uso de Minas Antipersonal.

Una de las aspiraciones más grandes de la familia de la Comisión Nacional de Amputados es darle forma a lo que han visualizado como la FIFAA (Federación Internacional de Fútbol para Amputados con Adaptación). Para ello, buscan realizar el primer Mundial de Fútbol con Prótesis. Alexander ha mantenido conversaciones con representantes de clubes de países como Nigeria, Brasil, Costa Rica y Argentina para que logren conformarse ocho federaciones de igual número de países, y así poder llevar a cabo el encuentro deportivo el próximo año en la ciudad de Bogotá.

Vea el hilo narrativo de Twitter sobre el fenómeno de las Minas Antipersonal en Colombia

Lea aquí el Informe “Esa mina llevaba mi nombre”.

 

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Amputados, Caquetá, Colombia, Ejército Nacional, Fuerza Pública, Fútbol, Minas Antipersonales, Prótesis

Jóvenes que se interesen por la memoria histórica, el legado de Cristian

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Publicado

15 May 2019


Jóvenes que se interesen por la memoria histórica, el legado de Cristian

Este estudiante de bachillerato  lideró la creación de la red de estudiantes por la memoria histórica en Bogotá y trabajó de la mano del CNMH en diferentes procesos. Falleció, recientemente, a los 19 años de edad.


El rol de los jóvenes en la construcción de ciudadanías conocedores de la historia y los hechos sucedidos durante el conflicto armado colombiano, es un campo de trabajo del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).  Cristian Fabián Espinosa Barrera, se esmeró, los últimos años de su vida, para que esto fuera así.

Este joven, estudiante del colegio La Giralda, de Bogotá, impulsó la creación de una red de estudiantes por la memoria histórica en la ciudad y  lideró varios procesos para que se incluyeran los análisis sobre el tema en las clases de Ciencias Sociales, ética, artes y educación física. Murió el pasado 2 de mayo en la capital colombiana, tras luchas durante varios años con una enfermedad.

Todo comenzó cuando desde el área de Pedagogía del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se creó la Red Nacional de Maestras y Maestros por la Memoria y la Paz, un espacio que permitió el encuentro entre docentes de diferentes territorios del país, que habían decidido trabajar la memoria histórica en sus aulas, a partir de la Caja de Herramientas: un viaje por la memoria histórica: aprender la paz y desaprender la guerra.

Según María Andrea Rocha, líder del Equipo de Pedagogía del CNMH, la red se concibió como un escenario de intercambio y difusión de prácticas e innovaciones, que profesores de distintas escuelas, han venido impulsado en torno a la enseñanza de la memoria histórica y la construcción de paz.   

La profesora Carolina Cortés, quien actualmente hace parte de la red de docentes y acompañó a los estudiantes en sus iniciativas, siendo muy cercana a Cristian, recuerda que “él se me acercó y me pregunto por qué si existía una red de docentes no había una de estudiantes. Así que lo comuniqué directamente con el CNMH y ahí comenzaron varios años de trabajo constante liderados por él”.

En un primer momento, el Colegio La Giralda, ubicado en el barrio Las Cruces, hizo un trabajo piloto con la Caja de herramientas donde se estudió y analizó el caso de El Salado, Bolívar, a partir de los textos producidos por el CNMH, como un ejercicio transversal a las clases de ciencias sociales, ética, filosofía y artes.

Los inicios de la red

Ya lo decía el mismo Cristian en uno de sus escritos: “trabajar la memoria histórica en el aula de clase fue realmente significativo para mí y mis compañeros ya que se pudo abordar un hecho histórico de manera diferente a como lo habíamos visto anteriormente. Pude entender la realidad del país; fue una experiencia nueva que me motivó a indagar sobre diferentes hechos relevantes de Colombia en el marco del conflicto armado y me hizo pensar en tener un rol más activo dentro de mi comunidad”.

Y de ahí nació la idea de la red de estudiantes. Alejandra Romero, quien en 2017 se desempeñaba como parte del equipo de Pedagogía recuerda que “Cristian era un líder natural. Fue él quien reunió a estudiantes de colegios tanto públicos como privados de Bogotá y les propuso realizar actividades conjuntas sobre memoria histórica que les permitieran reconocer tanto sus realidades como la del país”.

Explica Alicia, madre de Cristian, que “la memoria histórica se convirtió en un pilar central de su vida, incluso, cuando su enfermedad se hizo más fuerte, él sacaba energías para ir al y trabajar con estudiantes de décimo y once grados para que pudieran entender lo que les había sucedido a las víctimas”.

“Para mí fue una experiencia nueva el poder trabajar con la Caja de Herramientas. Nos permitió conocer temáticas a fondo, más allá del aula de clases. Nos encarretamos con el cuento y eso es valiosísimo. En el colegio se hizo algo que nunca se había visto: se transversalizaron contenidos porque no solo trabajábamos en sociales sino también en artes, músicas y danzas, y eso permitió que más pelaos se empaparan del tema”, reseñaba Cristian en una de las conferencias en que participó.

“Si hay un aspecto que podemos resaltar de Cristian es su empatía: tenía una capacidad innata para entender y conectar con los otros, y por eso todos los estudiantes de este y de varios colegios decidimos seguirlo en la formación de grupos de estudio sobre memoria histórica que nos ayudaran a ponernos en el papel del otro, tanto víctimas como perpetradores, para entender la realidad del país y poder emprender acciones que nos permitieran a los jóvenes recordar lo que nos había pasado durante el conflicto”, dice Neyder Núñez Rodríguez, uno de sus compañeros de clases y amigo.

Los logros

Durante los años en que Cristian lideró la red de estudiantes se lograron hitos como la presentación de los resultados de los trabajos de los estudiantes en la Feria del Libro de Bogotá, intercambios de experiencias con jóvenes de The New York Times y periodistas de Pacifista, e incluso conferencias en diferentes encuentros nacionales.

“Para él todo era un reto y asumía cada tarea con amor y entusiasmo. De hecho, si tuviera que definirlo con una sola palabra sería resiliencia, porque siempre pensó que sí es posible emprender acciones de transformación social más allá de los contextos en los que se vive”, afirma Alejandra Romero.

“Siempre trataba de verle el lado bueno a las cosas y meterle humor como una forma de decirnos que había mucho por lo que luchar. Pese a su enfermedad él nunca desfalleció y eso es algo muy valiente en alguien que apenas tenía 19 años”, describe la profesora Carolina Cortés.

Según Neyder, “el aporte más significativo de Cristian a este proyecto fue demostrarnos que los estudiantes podemos ser agentes transformadores de la realidad, eso era lo que él nos mostraba con sus acciones”.

“En ese sentido, invitamos a todos los docentes del país a que sigan trabajando para que la reflexión crítica y empática sobre nuestro pasado reciente siga inspirando a jóvenes como Cristian a transformar este país. Sabemos que Colombia está llena de estudiantes con sueños parecidos a los que él tuvo, con preguntas sobre nuestra historia reciente y con múltiples aportes por hacer cuando, desde metodologías innovadoras, logran conectarse y preguntarse por cuál es su lugar y cuál puede ser su aporte”, concluyó María Andrea Rocha, quien lidera el Equipo de Pedagogía del CNMH.

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Colombia, Conflicto Armado, Enseñanza, Escuela, Estudiantes, Jóvenes, Memoria, Memoria Histórica

Editorial: Palabras sobre convenio Colciencias – CNMH

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Daniel Sarmiento

Publicado

04 Sep 2019


Editorial: Palabras sobre convenio Colciencias – CNMH

En nombre del CNMH presento un cordial saludo a…… y a todos los presentes que nos honran con su presencia.

Antes de referirme al contenido e importancia del convenio que presentamos ante la opinión pública quiero dedicar unos minutos a un problema que interesa a la sociedad colombiana y del que se derivan, en medio de grandes equívocos, muchos desacuerdos, expectativas razonables o infundadas, inquietudes a granel y hasta miedos. Se trata del tema de la verdad histórica sobre el llamado conflicto armado interno que ha afectado el país desde hace más de cinco décadas.

Un tema sobre el que ha brillado más el debate político e ideológico que la controversia y la discusión académica y científica. Quizás algunos de ustedes piensen que tienen claridad frente al tema, que la verdad es algo que existe previamente a la actividad investigativa, que lo que hace falta es averiguar dónde está, descubrirla y hacerla visible.

Me ubico en el campo de los que miramos el problema con más inquietudes que certidumbres, de los que nos hacemos preguntas como ¿qué es, en qué consiste y cómo se alcanza la verdad? Y en aras de simplificar pienso que a diferencia de la vivencia religiosa en el que la verdad es un dogma incuestionable, una creencia esencial, y del uso político de la noción que da lugar p.e. a crear la ilusión de que la verdad nos hace libres, hay que acotar el terreno a dos tipos de verdad que están más al alcance, no obstante su naturaleza diversa, de llegar a conclusiones corroborables o constatables: la verdad jurídica y la verdad interpretativa.

La primera nos remite a la constatación de hechos verificables, individualizables, en los que es factible establecer la certeza de hecho o acontecimiento anormal y que este tuvo lugar en un determinado momento, lugar, modalidad y tiempo que, a través de la investigación penal, forense, etc., da elementos a un juez o jurado para determinar la culpabilidad o la inocencia de alguien. La naturaleza de esta verdad es que tiende a cerrar el campo a la especulación, a buscar un cierre en cuanto no da lugar a grandes especulaciones o controversias de corte científico. Rehacer lo factual, es decir, lo ocurrido, lo más cerca posible a como en realidad ocurrió y concretar responsabilidades individuales está en el centro del interés de la justicia.

La verdad interpretativa es hija de las nociones y las instituciones propias del mundo científico, es aquella que es fruto de ejercicios de investigación que se proyecta más allá de la realidad factual sin despreciar los hechos constitutivos de un fenómeno o situación sobre la cual se interviene con el fin de hacerlo inteligible. Por lo mismo, no asume la verdad como algo que subyace en el hecho o en lo fáctico sino que considera esos hechos como ingrediente de la ensaladera de objetos que han de ser tenidos en cuenta en el análisis o estudio. Es decir, la verdad es el fruto de una construcción en el marco de un proceso de intervención intelectual en el que se parte del planteamiento de sombras, dudas e inquietudes para formular hipótesis que han de ser abordadas por estudiosos calificados y reconocidos.

La verdad histórica de corte interpretativo no es algo así como un tesoro escondido o un secreto por descubrir, es ajena al mundo de las creencias, al de la fe, al de las opiniones librescas, al dogma preestablecido, a las visiones de cierre que dan por resuelto toda inquietud, pregunta o debate.

La verdad histórica en sentido moderno, profesional y disciplinalmente, consiste en el estudio sistemático de un problema o fenómeno teniendo en cuenta un amplio universo de diversas fuentes de información, de hechos, de tiempos, sustentada en búsqueda de archivos, en lecturas de coetáneos testigos privilegiados de su tiempo, en balances de lo que se ha publicado, en principios establecidos por comunidades académicas reconocidas, en metodologías de amplio uso, desde las cuales el investigador individual o en equipo logra llegar a conclusiones que tienen la naturaleza de ser abiertas a la consideración y evaluación por pares partícipes de esas comunidades.

De modo que la verdad en este sentido no es pues algo definitivo, sino que se entiende como un conocimiento acumulado desde el esfuerzo de los investigadores profesionales. Que el producto quede abierto a la constatación y que pueda ser contrastable no va en detrimento de la creación de certezas colectivas, de puntos de inflexión que constituyen el acervo de cada disciplina, algo así como axiomas derivados de consensos amplios después de haber experimentado en la metodología de ensayo y error.

Sobre esta noción de verdad histórica interpretativa podríamos extendernos mucho más, y es deseable que esto ocurra en el mundo académico no tanto para llegar a una definición satisfactoria y unánime sobre la verdad, más sí para evitar caer en visiones prejuiciadas o en equívocos que conducen a falseamientos con graves consecuencias.

Pero, debo al menos justificar el porqué de unas cuantas de las muchas divagaciones que se me ocurren en relación con el reto misional que nos señala la ley 1448 de víctimas. Por dicha ley y por los debates políticos cubiertos con gran despliegue por los medios, los colombianos están expectantes y esperanzados con la búsqueda de la verdad sobre lo que nos ocurrió durante el conflicto armado que, supuestamente concluyó, según el expresidente Juan Manuel Santos con el acuerdo de paz que firmó con la guerrilla de las Farc.

De ahí nació una nueva entidad, la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, ya en marcha y dirigida por el sacerdote jesuíta Francisco de Roux. Esfuerzos diversos de entidades e instituciones que trabajan sobre un tema común desde lenguajes y enfoques que no convergen o no se identifican. De todo este enredo lo que me queda claro es que no tenemos claridad acerca de lo que estamos tratando de establecer, construir o descubrir.

Pretenderé entonces explicar, muy sucintamente, qué es lo que desde el CNMH entidad que dirijo y en alianza con Colciencias, nos proponemos hacer bajo la sombra de este convenio que hoy presentamos.

Es, digámoslo así, la primera fase de una idea que rondaba en mis pensamientos desde antes de asumir el cargo, construir con Colciencias, el ente encargado de modelar, dirigir y estimular la investigación científica en Colombia desde hace décadas, un convenio a través del cual se pueda convocar a los miembros de la comunidad académica para que aporten sus estudios y proyectos a que exista un mayor y más variado universo de conocimientos sobre el llamado conflicto armado interno y por ende a una mejor comprensión de lo ocurrido.

Esa aspiración parte de reconocer que el esfuerzo del equipo de dirección del CNMH es insuficiente para ser tenido visto como el autor de la verdad hallada o al fin revelada. Las investigaciones que se tradujeron en resonantes publicaciones como el Basta Ya, título más apropiado para la experiencia de confrontación armada en el marco de dictaduras y de políticas oficiales de terror y exterminio, fueron adelantadas por un pequeño grupo de intelectuales que no representan el amplio espectro de investigadores nacionales.

A los investigadores que no fueron convocados ni tenidos en cuenta es a los que hoy empezaremos a convocar para que participen de la convocatoria que iniciaremos dentro de pocos días. Y entonces queremos responder a la pregunta natural por el qué es lo que buscamos con este convenio en el que el CNMH aporta 5.600 millones de pesos, Colciencias su plataforma y su experticia, además de la vinculación de jóvenes investigadores.  Ahí tienen ustedes un primer acierto, desligar la investigación como responsabilidad de una entidad que no tenía ni tiene el músculo ni la preparación ni el dominio de las herramientas para impulsar la investigación en términos acordes con las exigencias del mundo académico, y optar por una alianza con quien sí sabe de ello, Colciencias.

En segundo lugar, las investigaciones que se desarrollen en este contexto tendrán una transparencia a toda prueba porque la plataforma de conciencia es prenda de garantía de no intervención de intereses ideológicos, políticos o religiosos en la selección y desarrollo de los proyectos. En tercer lugar, habrá reales garantías para que los resultados de esas investigaciones gocen de credibilidad y sean reconocidas por los pares respectivos. En cuarto lugar, daremos lugar a una atmósfera de apertura del problema y a que se entienda que el tema de la memoria histórica y de la verdad interpretativa o conocimiento científico no está resuelto y que quizás, tal como ha ocurrido con numerosos eventos del pasado de la humanidad, la controversia y las dudas nos persigan por muchísimos años.

Queremos actuar con responsabilidad sin eludir la misión que no es otra que la de contribuir al esclarecimiento y a la comprensión de lo vivido, y pienso que el camino por el que hemos optado, singularizado en este convenio, es el más acertado y el que más confianza nos puede proporcionar.

El gran tema que ilumina este convenio marco es el relativo al impulso de la investigación sobre el conflicto armado y su relación con las memorias de las víctimas y otros problemas y fenómenos derivados y conectados con las violencias políticas como el narcotráfico, la evolución del estado, la afectación de la economía, los derechos humanos y el DIH, los daños al medio ambiente, etc. Financiaremos 15 proyectos entre los grupos de investigación reconocidos y clasificados por Colciencias adscritos todas las universidades públicas y privadas, así como a los centros de investigación independientes.

Cabe aclarar por parte del CNMH que no renunciamos a realizar convenios con universidades, centros de investigación y grupos de investigación reconocidos sobre problemas similares de carácter comprehensivo y que reconocemos que otras entidades, públicas y privadas avancen por sus propios medios en el estudio sistemático de problemas relativos al conflicto armado y a las violencias políticas.

Hay quienes miran el país con interés y deseos de cooperación desde afuera y también los colombianos que esperan tener a la mano mejores herramientas para comprender los problemas del pasado inmediato, y para responder a esas expectativas, nosotros, Colciencias y el CNMH convocamos a los grupos de investigación del área de las ciencias sociales y humanas para que participen de esta convocatoria.

Muchas gracias.

Rubén Darío Acevedo Carmona
Bogotá, D.C. 27 de agosto de 2019

 


Centro Nacional de Memoria Histórica, Colciencias, Colombia, Conflicto Armado, Construcción de Memoria, Convenio CNMH Colciencias, Darío Acevedo Carmona, Investigación

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