Cuando Claudia Velandia decidió salir a la calle con su bandera llena de colores dejó atrás el temor. Fue hace tres años, una hermosa mañana de 2014, que junto a unas amigas creó la Asociación Libélula LGBTI, “por toda la discriminación a la que nos han sometido”, dice sonriente. Disfruta hablar de su hazaña, que es el orgullo con el que sale cada día a reclamar sus derechos.
La bumanguesa dueña de esa bandera colorida, que se ondea por todo Cúcuta tiene 50 años y, como resultado de irse a vivir un año a esta ciudad, que se convirtieron en 25, estuvo presente en la performance que se realizó el pasado 9 de abril (día de la solidaridad con las víctimas del conflicto) en el Malecón, frente al Pueblito Pepsi. Fue una representación artística que mostró lo que “somos, unas arcillas que nos moldea la misma discriminación, somos maltratados y nuestros derechos vulnerados”, dice Claudia.
Esta actividad cultural, que fue apoyada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en medio del proyecto de memoria Catatumbo, Memorias de Vida y Dignidad, se realizó para reconocer la fuerte violencia que se ha vivido en esta región y la capacidad de resiliencia de sus habitantes. Una muestra de fortaleza, pero sobre todo del valor que han tomado los jóvenes y la comunidad LGBTI para hablar sobre el conflicto armado que azota a la región.
—Desde luego que pasábamos momentos malos —explica Milton Osser, representante de la Mesa Departamental de Víctimas por el enfoque LGBTI. “Nosotros somos doblemente víctimas, somos discriminados y víctimas de la guerra. A pesar de todo para mi Norte de Santander es paz. Llegué del Cesar desplazado a los 17 años. Me fui donde unos familiares a Puerto Santander, de allí me tocó salir, también desplazado, en 2015”, afirma Milton. Este hombre de nariz ancha y boca gruesa, reconoce que es muy complicado trabajar en medio de la homofobia que hay en el país.
“La lucha de nosotros es constante y duradera, en el Norte de Santander tenemos 42 víctimas por el enfoque LGBTI que ya aparecen en el Registro Único de Victimas (RUV), y hay 37 por las que estamos haciendo todo para que sean incluidas. No queremos que las víctimas se queden solamente con una declaración de que es víctima y ya, queremos ir más allá y que las personas sean incluidas en proyectos productivos, educativos, de vivienda y de desarrollo”, dice Milton.
Sentada en un andén, sonriendo, María Geraldin Alvarado se acomoda el cabello negro que le llega hasta sus hombros. Viene desde la región de El Catatumbo y es una artista que quiere mostrar el poder de los jóvenes y “alzar sus voz rechazando todos los actos de violencia”.
“Yo hablo desde el territorio, mi familia ha vivido la guerra y el arte me da todo para combatir la violencia desde la cultura”, expresa sin dejar de sonreír. Ella, y muchos jóvenes que hacen parte de esta Parada Cultural, son el reflejo de una generación que quiere el cambio, construir cosas buenas y dejar a un lado la contaminación de la guerra. “Esconderse donde tu respiración no se sienta, pronuncia un padre nuestro que las balas aterran estallando en silencio…”, canta.
Geraldin hace parte de “Somos Historia Viva”, un proceso de formación y creación artística que busca construir y difundir la memoria histórica sobre la identidad territorial de Norte de Santander con niños, niñas y jóvenes a través del Hip Hop, como una herramienta para reconocer oportunidades de construcción de paz.
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=iyItwoY2sBE[/youtube]
Durante varios días se realizó un mural que refleja, a través de muchos colores, que en Cúcuta existen cientos de sobrevivientes de la guerra. Un mural que expresa la reconciliación, la verdad, justicia y amor, el clamor de todas las víctimas. Dentro de este mural se resalta el rostro de una mujer, como mensaje claro de que fueron ellas quienes asumieron el rol de madre y padre, y quienes cargaron en sus espaldas los muertos que ha dejado esta absurda confrontación armada. Este mural, un homenaje a las mujeres, irradia un mensaje de coraje y valentía campesina. De igual manera hay un árbol que con sus grandes raíces hace una metáfora a quienes han soportado el trajín de la guerra.
Al pasar la calle, diagonal al mural, dentro de una de las dos carpas instaladas para el evento, una para las presentaciones musicales, danza y teatro, y la otra para la proyección de videos, se llevó a cabo una votación. Fueron reproducidos constantemente dos filminutos y la gente que pasaba por el lugar escogió el ganador. La idea, dice Jhon Barrera, estudiante de trabajo social, organizador de esta muestra, “se basa en el reconocimiento a las víctimas. Se inscribieron diez filminutos y se seleccionaron dos que llegaron a la final y ahora en votación se escogió el trabajo del Colectivo Jóvenes Gestores de Paz. Vemos que se logró con este concurso hacer una reconstrucción del tejido social y la reconciliación, que es lo fundamental”.
La Parada Cultural fue un claro mensaje de solidaridad con las víctimas del conflicto armado, sobre todo de paz y unión.