Etiqueta: Víctimas

Mujeres que hacen historia

Mujeres que hacen historia

Autor

CNMH

Fotografía

María Paula Durán

Publicado

08 Mar 2016


Mujeres que hacen historia

Hoy, 8 de marzo, día en que muchos vociferan con orgullo: “feliz día de la mujer”, recordamos el informe que lideró María Emma Wills —la única mujer entre 12 intelectuales que hizo parte de la pasada Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas— dentro del Grupo de Memoria Histórica, “Mujeres que hacen historia. Tierra, cuerpo y política en el Caribe colombiano”, que recibió una mención honorífica en el Premio Montserrat Ordoñez en la sección LASA Colombia 2012.


Un libro que “reconstruye la trayectoria de cuatro mujeres que hilan sentidos de vida luego de afrontar el asesinato de seres queridos o la violencia ejercida por ‘manos amigas’ o por integrantes de grupos armados sobre sus propios cuerpos”. No se habla de un día en especial, se hace énfasis a sus luchas diarias en medio del conflicto armado y una sociedad gobernada en su mayoría por hombres. Esas mujeres que hacen historia son María Zabala, Yolanda Izquierdo, Magola Gómez y Margarita, todas víctimas del conflicto armado. Según la Unidad de Víctimas de 7.640.180 víctimas del conflicto armado 3.791.651 son mujeres.

http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes/informes-2011/mujeres-que-hacen-historia 

Reproducimos una canción inédita plasmada en este informe, de la cantautora Piedad Julio Ruiz, una mujer que afronta la adversidad no sólo con su trabajo sino a través de la música, que refleja la vivencia de las mujeres en medio del conflicto armado.

“Me afectó la guerra”

Canción inédita de Piedad Julio Ruiz

I

Por efecto de la guerra hoy quedé sin ningún lugar

Deambulando por las calles y mis hijos sin papá.

No queremos más violencia. Esto debe acabar.

Colombia se está desangrando. No resiste un muerto más.

II

Muere el pobre. Muere el rico. El guerrillero. El militar.

Siendo todos colombianos No se deben de matar (bis).

III

Pobrecitas las mamás

Que tienen a su hijo en la guerra.

Con angustia y con dolor Esperan a que su hijo vuelva.

IV

Somos bastantes las mujeres

Afectadas por la guerra.

Lucharemos muy unidas

Para así acabar con ella.

 


Lucha, Mujeres, Verdad, Víctimas

Puerto Torres renace en sus recuerdos

Puerto Torres renace en sus recuerdos

Autor

César Romero Aroca, periodista de CNMH

Fotografía

César Romero para el CNMH

Publicado

17 Mar 2016


Puerto Torres renace en sus recuerdos

Luego de ser confinados por paramilitares, entre 2001 y 2002, y vivir la estigmatización de su territorio, la comunidad de Puerto Torres, inspección de Belén de los Andaquíes en Caquetá, experimenta un nuevo aire. Esta es la historia de dos personajes que, después de muchos años, han vuelto a visitar estas tierras y participar del acto de reconocimiento como sujetos de reparación colectiva.


El pasado 4 de marzo de 2016 la población de Puerto Torres celebró, por decirlo así, que la Unidad de Víctimas reconoció a esta comunidad y a La Mono como sujetos de reparación colectiva. Los pocos habitantes que se quedaron en la región luego del dominio paramilitar, sufrido por la presencia del Bloque Sur Andaquíes, se encontraron en la escuela del pueblo y allí escucharon a las diferentes instituciones del Estado de que todo lo que padecieron sí pasó, que no debe volver a repetirse y tanto dolor debe repararse.

El silencio con el que las personas esperaban en el recinto, se vio interrumpido por el inicio del evento, que trajo consigo un ambiente de agradecimientos y solicitudes. Primero, palabras de reconocimiento para los dirigentes políticos que aportaron para el almuerzo, luego para quien puso los papas, y también hubo palabras de gratitud por el escenario. Todo fue cambiando hasta la intervención de los pobladores, quienes después de 15 años de lo que vivieron en su territorio, por fin sentaron su voz. Los niños de la escuela compartieron sus preocupaciones por la falta de sillas, mesas, balones y computadores; los habitantes se apropiaron por un tiempo, que pudo ser más largo, de la palabra, esa misma que les había quitado la guerra. “Aquí el gobierno no ha existido desde hace mucho tiempo. La carretera no está pavimentada, tenemos un puente caído desde hace mucho y nuestros proyectos productivos no se incentivan”.

Y es que esa mezcla de sentimientos, reclamos y gratitudes, tiene una explicación. Antes, a estas tierras no venían los políticos en campaña. Ninguna institución del Estado llegaba al territorio y, además, allí recaía una estigmatización porque los paramilitares se habían apoderado del pueblo, una cuadra con 40 casas. Hasta se apropiaron de la iglesia, la casa cural y la escuela, para cometer actos de tortura,  “capacitar”, si se puede llamar así, a sus hombres sobre cómo asesinar, descuartizar y enterrar a sus víctimas de la manera más rápida y sin dejar, aparentemente, rastro. La mayoría de los asesinados fueron campesinos acusados de ser guerrilleros.

En la época de la presencia paramilitar en Puerto Torres varios pobladores se vieron forzados a dejar sus casas, potreros y cultivos. Aquí, hasta el cura se había ido. En el 2001, cuando el padre Fredy Galindo era seminarista, fue enviado por el padre de Belén de los Andaquíes a Puerto Torres. “Yo ni sabía que esta gente estaba ahí, y cogen y me envían en el mixto” —un carro que funciona como medio de transporte entre municipios y veredas—, recuerda Fredy. En ese carro llegó a La Mono donde se encontró el primer anillo de seguridad, y luego a la última loma que se empina en la carretera y desde donde se divisa todo Puerto Torres. Allí, en un mirador de los paramilitares, le preguntaron quién era y qué venía a hacer; la defensa a su miedo, que ocultaba con una serenidad teatral, fue mostrar el carnet de seminarista. De inmediato lo dejaron pasar.

Al bajar a la zona urbana, incrédulo al desborde del horror que allí se vivía, se fue a la casa cural a dejar sus cosas. “¡Virgen santísima!”, exclamó al ver solo sangre, rasguños y una cama sin colchón; huellas de las torturas.

Al decidir que allí no se quedaría, buscó a dos mujeres del lugar para que lo acompañaran donde el comandante, en la tienda del casco urbano. Al rato, llegó en camioneta. “Comandante, me enviaron como seminarista y vengo a pedir permiso para poder celebrar la Semana Santa”, se presentó el padre Fredy con la seriedad que lo caracteriza. “Vea, haga lo que tenga que hacer, vino a una misión y tiene que cumplirla, pero no queremos ver a nadie después de las 6:00 p.m., usted haga lo suyo, pero sin movimientos raros”.

Nadie transitaba a esa hora por orden de los paramilitares, era un pueblito a oscuras, casi fantasma. Luego de esa charla corta, como quien pide permiso a un padre autoritario, el comandante le ofreció a Fredy un pan, un pedazo de salchichón y una gaseosa. “Comí delante de él. Al terminar, él sacó un fajo de billetes y pagó”. Ese mismo pan, el que el padre Fredy había acabado de comer, era uno de los que hizo con la comunidad para recolectar recursos para la celebración de la Semana Santa. ¿Quiénes compraban los panes? Los mismos paramilitares. Se sentaban, se quitaban las botas y comían mientras contaban sus historias de combate entre chistes.

Los pocos habitantes que quedaban en el pueblo se dirigían a la iglesia. Los paramilitares antes de ingresar al recinto religioso se quitaban la gorra pero no el fusil. Un año después, en 2002, el padre Fredy volvería hablar con el comandante, vender pan, dar la misa y bendecir a todos los que asistían a la ceremonia.

El padre Fredy, luego de esos años, no volvió a Puerto Torres hasta  2015, para marchar por la paz. También regresó el pasado 4 de marzo, un viernes, donde las personas, olvidadas de este pueblo al sur de Colombia, tuvieron la oportunidad de ser escuchadas de nuevo. “Hoy Puerto Torres renace de las cenizas, y créannos, el pueblo está totalmente dispuesto a la construcción de una paz”, comentó en su intervención la única profesora de la escuela del lugar. 

Antes de 2015, cuando se lanzó el informe “Textos corporales de la crueldad. Memoria histórica y antropología forense”, del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Puerto Torres era otro pueblo olvidado de Colombia. Y es que gracias a este informe —narra las infamias que ocurrieron en el poblado, la exhumación de 36 cuerpos por un equipo forense del CTI en 2002, los relatos de la angustiosa espera de los familiares de estas víctimas—  elaborado por Helka Quevedo, el CNMH puso el tema en agenda y ayudó como puente para que otras instituciones miraran a Puerto Torres después de muchos años. 

 

Textos corporales de la crueldad

Gracias al informe y la insistencia de su investigadora, en 2015 se realizaron actos simbólicos por los 36 cuerpos exhumados en 2001 y por la comunidad que resistió en aquella época. Además se llevó a cabo una marcha por la paz que recorrió la carretera destapada y polvorienta que va desde La Mono a Puerto Torres, medios de comunicación nacionales se interesaron por hacer crónicas y reportajes. Todo conllevó a que la Unidad de Víctimas reconociera a Puerto Torres, La Mono, y las veredas que componen la región de El Plan, como sujetos de reparación colectiva; se brindará apoyo en la implementación de medidas de atención humanitaria, prevención, asistencia psicosocial y reparación integral.

El pasado 4 de marzo Silvio Torres, en el evento, se paró y tomó la palabra. Sus inquietudes, muy válidas, se basaban en qué forma serían reparadas las personas que se desplazaron a partir de la presencia paramilitar. Él, junto a sus esposa e hijos, se fueron en 2002 a causa del miedo, la confinación y las amenazas de la guerrilla. Por ser de Puerto Torres y no irse, las Farc lo tildaron de colaborador de los paramiltares. Él solo estaba en el medio.

Silvio tiene un arraigo especial con Puerto Torres. “Me mata la nostalgia porque los años más bonitos fueron acá, el río, la solidaridad, mis amigos y mi familia, mucha familia”, recuerda Silvio. Y es que en este pueblito los Torres eran mayoría, su padre había llegado desde Pitalito, Huila, luego de La Violencia, cuando el territorio era baldío. “Eran claros de selva, solo habían dos familias y mi padre marcó 640 hectáreas”. Luego de eso, Pablo Torres, el padre de Silvio, hizo la casa cerca al río y una pequeña capilla a la que le puso una virgen que trajo desde Quito. Cuando se pobló este rincón se convirtió en centro de peregrinación; llegaban por el río a la misa de un padre capuchino.

Luego se abrió una tienda que se surtía en Belén de los Andaquíes; los domingos se hacían mercados con alimentos que se descargaban en bote en las orillas del terreno de los Torres. Al pasar los años más personas llegaron, se instaló una inspección de policía y se le dio el nombre de Puerto Tarso, por la recomendación de un religioso que copió el título de un lugar europeo. Pero al ver que la familia Torres se había multiplicado con 11 hijos de don Pablo y otros Torres que habían llegado, se llegó al acuerdo de darle por nombre Puerto Torres.

A estos paisajes Silvio solo ha regresado tres veces, incluyendo esta. Su padre murió en 2008 y aunque siente un gran arraigo por su terruño, no ha decidido volver. “Es difícil la vía, muchos se han ido, aún quedan familiares, pero no es lo que era antes. Tal vez de pronto con todo esto vuelva a ser ese pueblo tranquilo y fraterno que mi papá dejo.

Fredy y Silvio después de pasar muchos años han vuelto. Fredy por parte de la Pastoral Social como representante y Silvio porque ama este territorio que tiene su apellido. Los dos esperan, con dudas y esperanzas, que el acto que se llevó a cabo  —con El Comité Territorial de Justicia Transicional, la Mapp OEA, el Museo Caquetá, el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Unidad de Víctimas— no se quede solo en conversaciones vacías, y que la reparación sea una realidad en Puerto Torres.

 

 

Publicado en Noticias CNMH



Desaparecidos, Víctimas

Por el derecho al voto de víctimas en el exterior

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

05 Sep 2016


Por el derecho al voto de víctimas en el exterior

La Agenda Internacional de Iniciativas por la Paz, que está conformada por diferentes organizaciones de víctimas que se encuentran en condición de exilio, algunos ciudadanos en situación de protección especial que han debido radicarse fuera del país por amenazas y organizaciones sociales de colombianos en el exterior, solicitaron por medio de un derecho de petición al Gobierno Nacional que se habilite a todos los colombianos radicados fuera del país hacer efectivo su derecho al voto en el plebiscito que se realizará el próximo 2 de octubre.

El Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, en cabeza de su director general Gonzalo Sánchez, considera importante esta petición y por solicitud de esta plataforma de la sociedad civil extendemos de manera respetuosa este llamado al Consejo Nacional Electoral y al Registrador Nacional, para que se permita incluir la decisión de estos compatriotitas en este proceso democrático para la finalización de uno de los conflictos armados más largos de la historia.

A la fecha, con el proyecto Voces del Exilio, el CNMH trabaja en el acercamiento con las víctimas en el exterior, que según la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados-ACNUR, registra 413.325 personas aproximadamente que se encuentran fuera de las fronteras por algún hecho victimizante.

Es así que dada la transcendencia histórica de este proceso de refrendación, las víctimas de este conflicto armado, y quienes muchas se encuentra en situación de exilio y refugio por el mismo, le solicitan a las autoridades disponer de un mecanismo excepcional que les permita manifestar su posición sobre los acuerdos de paz alcanzados entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC.

Comunicación al Consejo Nacional Electoral

Comunicación al Registrador Nacional

Derecho de petición de víctimas en el exterior

Publicado en Noticias CNMH



Derechos, exterior, Víctimas, voto

Enfoque de Género: esencial para las víctimas

Noticia

Autor

Romel Rojas

Fotografía

Romel Rojas

Publicado

18 Oct 2016


Enfoque de Género: esencial para las víctimas

El trabajo continuado en materia de memoria histórica en el país ha permitido comprobar que los impactos del conflicto armado en la población civil están diferenciados, entre otras razones, en virtud de la identidad de género y la orientación sexual de las personas[1] .

Por Nancy Prada, CNMH

Las voces de las víctimas, sus relatos sobre la violencia sufrida, confirman lo que ya el Auto 092 de 2008 afirmaba: el conflicto armado colombiano ha provocado un impacto de género desproporcionado, golpeando con fuerza desmedida a las mujeres y a las personas de los sectores sociales LGBT.

Aunque existe un alto grado de subregistro, derivado de múltiples razones (entre las que se cuentan: el desconocimiento de las rutas; la desconfianza en las instituciones, que históricamente también han ejercicio violencia sobre estas personas; y la continuidad de la guerra, que no ofrece garantías de seguridad para declarar), con corte a primero de septiembre de 2016, el Registro Único de Víctimas ha incluido 1.737 personas de los sectores sociales LGBT, y 3´922.059 mujeres, que han sufrido distintas violencias por parte de los actores armados implicados en esta guerra, y a quienes hoy el Estado reconoce como víctimas del conflicto armado interno, con derecho a la atención y reparación integral.

Las victimizaciones que han sufrido en el marco de la guerra las mujeres y las personas de los sectores sociales LGBT tienen una clara marca de género, es decir, les han sido infligidas en muchos casos por ser mujeres o por no ser heterosexuales. Además, los efectos de esas violencias en sus vidas también están diferenciados por género.

Los procesos de memoria histórica han mostrado que existe una continuidad entre las representaciones sociales negativas acerca de las mujeres y los sectores sociales LGBT, y las violencias que recaen sobre estas personas en el contexto del conflicto armado. Es decir, que los imaginarios hostiles y negadores de sus derechos han servido como caldo de cultivo para que se exacerben las violencias en el marco de la guerra, pasando de la burla y el insulto, a las amenazas, las agresiones físicas, la violencia sexual y el asesinato.

 Es por esta razón que la Ley 1448 de 2011, conocida como Ley de Víctimas, prevé en su Capítulo X, dedicado a las garantías de no repetición, la oferta de “especiales medidas de prevención a los grupos expuestos a mayor riesgo […] que propendan superar estereotipos que favorecen la discriminación”. Esto resulta necesario porque si los estereotipos que motivan las violencias no se transforman, las violencias seguirán ocurriendo, incluso una vez terminado el conflicto armado, y nunca será posible la paz para estas cerca de cuatro millones de víctimas.

Pese a los esfuerzos en esa dirección, la situación sigue siendo muy crítica. Por ejemplo, el informe “Cuerpos excluidos, rostros de la impunidad”, publicado recientemente[2] por organizaciones de la sociedad civil, documenta cómo, en 2015, fueron asesinadas 110 personas de los sectores LGBT, siendo este el mayor número de homicidios registrados en un año, desde 2012. El mismo estudio señala que las amenazas son recurrentes en lugares con mayor presencia de grupos armados y que desde 2014 las amenazas aumentaron en un 50%: “en esos contextos, las personas LGBT se encuentran en especial vulnerabilidad debido a que los grupos armados recurren a tácticas de control social que reproducen prejuicios y estereotipos sobre esta población”.

Así las cosas, en las acciones tendientes a darle fin al conflicto armado y construir la paz, resulta fundamental incorporar el Enfoque de Género, pues de ello depende, en buena medida, que se generen condiciones para garantizar la vida y la integridad de las víctimas mujeres y de sectores sociales LGBT, incluyendo medidas de atención y reparación integral comprensivas de su afectación diferenciada y favoreciendo la transformación cultural necesaria para que el profundo sufrimiento que estas personas han vivido no se repita nunca más.

Algunos testimonios de las víctimas:

“Recuerdo un domingo en la mañana, acostumbrábamos a hacer zonas recreativas entre niños, salíamos a jugar en la pavimentada, estábamos haciendo una jornada. Los hombrecitos estaban allá jugando fútbol, acá al lado habían unos jugando cabo, acá otros jugando voleibol, que ha sido mi deporte favorito, y dentro del grupo de voleibol estaba mi primo, que pues obviamente ya la comunidad conocía su entorno, y llegaron estos señores, lo hacen arrodillar. Ya después de que está arrodillado con violencia, golpeándolo y demás, le hacen decir, como tres veces, que dijera que él era un hombre y tenía que decirlo con voz gruesa, que no fuese a hablar como él estaba acostumbrado. Obviamente por su temor a que le fueran a hacer algo, él lo hace. Eso para ellos fue motivo de burla, ellos se reían y se carcajeaban en medio de su machismo. Después de eso lo obligan a que se corte el cabello delante de todos nosotros. (…) Yo en esa época tendría como unos siete años. (…) él tenía como unos 16 o 17 años, más o menos (…). Entonces vivió este tipo de violencia: le hicieron cortar el cabello, le pasaron unas tijeras y él mismo tenía que cortárselo y luego mandaron a un peluquero, porque estábamos cerca de una peluquería, para que el peluquero lo rapara” (CNMH, Jhonatan, persona gay, 23 años, entrevista, 20 de octubre de 2014).

“Ella prácticamente fue una muerte brutal, demasiada brutal, violarla, después de violarla, con cortauñas cortarle los dedos, pedacito a pedacito, y luego de ahí meterle un plátano popocho de esos gruesos por el ano y luego agarrarlo y aplastarle la cabeza, eso lo pasaron por El Extra, la muerte de ella fue horrible” (CNMH, Sandra, mujer trans, 32 años, entrevista, 8 de marzo de 2015).

“Eso pasó hace mucho tiempo, no sé hace cuánto, de una mujer lesbiana a la que cogieron a las malas por su situación, por su condición sexual y la violaron como dos o tres manes, no sé si se murió, no sé qué pasó, creo que eso fue antes de esta golpiza que les hicieron a ellos, es que ya venían como sobre ellos, como sobre nosotros, ya nos tenían como tachados para hacernos el mal, como para hacer el daño, yo me incluyo ahí aunque no lo viví… pues no en ese tiempo, pero sí lo viví hace poquito, por alguien muy cercano, que sus palabras al intentar abusar de mi fueron que: —Yo me la voy a comer para que usted se dé cuenta de que usted no es lesbiana, porque es que usted es lesbiana porque no la ha cogido un tipo como la tiene que coger, porque no le han hecho lo que le tienen que hacer, porque no le han hecho sentir lo que usted quiere sentir. — ¿Si me hago entender? O sea, fueron sus palabras, entonces eso lo hicieron conmigo hace poquito, yo me imagino que a esa mujer le hicieron eso despiadadamente porque era gente más, todavía más, y más dos o tres manes, pues, a mí siquiera solo uno, con complicidad de otro” (CNMH, Yaneth, mujer lesbiana, 29 años, entrevista, 5 de diciembre de 2014).

“Por mi condición de chico trans, he recibido insultos de parte de paramilitares, de guerrilleros, de hecho fui víctima de violencia sexual, producto de esta violación tengo un niño. En el momento que duró, durante el momento de la violación siempre me estaban diciendo que yo no era un hombre, que a mí me podían hacer lo que le hacían a cualquier mujer, que el hombre tenía pene y que dónde estaba mi pene (…). Tengo todos los brazos marcados, porque ellos me cortaban, no sé, estaban endemoniados, no sé por qué disfrutaban haciéndome daño, abusando sexualmente de mí y cortándome en la pierna, en el muslo también tengo una cortada. Producto de eso salí embarazada, muchas personas me han dicho que por qué no aborté” (CNMH, Víctor Manuel, transmasculino, 27 años, entrevistas, 29 de octubre de 2014 y 12 de diciembre de 2014).

“Cerca a mi casa me estaban esperando unos ‘manes’. Era ocho. Mire, yo les puedo asegurar a ustedes que esos tipos eran militares, por la forma en que tenían cortado el pelo, tenían unas botas pero no estaban camuflados. Yo me acuerdo que en medio de ese forcejeo, porque yo voy llegando cuando paso y me cogieron literal, y me empezaron a bajar los pantalones. Como a buscarme yo qué era, qué tenía, qué… y claro, obviamente yo en ese forcejeo, de no dejar verme, obviamente ahí fue una violación, fueron ocho personas. Yo me acuerdo que yo me levanté de ese lugar, busqué mis interiores, los encontré, y nunca encontré mi camisa. Mi pantalón lo encontré vuelto mierda, pero lo encontré. Y yo me levanté de ahí, yo iba destrozado. Pero yo llegué a mi casa y me bañé. Yo no denuncié eso porque yo no entendía eso. (…) Fueron ocho episodios, no los recuerdo, solo recuerdo dos rostros, los otros no los recuerdo. [Tenían una apariencia muy] masculina. (…) Ellos me gritaban y me decían: —Para que sea más macho o para que se arregle”. (…) Me decían “machorra”, me decían que yo era una hembra. Siempre me nombraban como hembra, hembra. Usted es una hembra, usted lo que tiene es… algo muy feo, una palabra horrible, no sé… ¿panocha? Usted lo que tiene es una panocha. Ay, no, una cosa así. Palabras muy fuertes. Pero sí, efectivamente tiene que ver como que querían corregirme. (…) Sí, que fuera mujer, que no, que yo por qué me vestía así. Claro, porque el forcejeo específico fue en los pantalones. O sea, si eso hubiera sido porque yo robé, porque yo le hice mal a esta persona, donde me vean me matan en la calle. Pero no, específicamente el forcejeo fue en mis pantalones. Sí, fue ahí a esa parte. Y yo me acuerdo que todas esas palabras que me gritaban, y cuando me abusaban se reían, se carcajeaban. Además decían que yo era muy bonita. Además salió reinita, me decían. (…). Yo llego a mi casa y empiezo a buscar quiénes habían sido esas personas. Ningún parche me dio razones. Ninguno me dijo: —Sí, nosotros frentiamos y se los mandamos, o es una deuda pendiente, nada. Lo único que María, que ya murió, me dijo fue: —Huy, sabe qué, esos son militares, esos son militares, esos son militares”. (…) Y ella recuerda que eran militares. Ahorita yo veo un militar y digo: igualito, el corte, el peluquiado, la forma en que hablaban. No puedo decir si son paramilitares, creo que son más militares que paramilitares” (CNMH, Sebastián, gay, 32 años, entrevistas, 11 de septiembre de 2014 y 4 de diciembre de 2014).

“Yo sentí que ellos me agarraron y me subieron en una camioneta gris, me llevaron junto a una camioneta. Ellos iban hablando pero yo no les escuchaba nadita porque yo sentía era un chiflido en mis oídos. Luego de eso yo alcanzaba a ver que me tiraron como en un espacio oscuro inmenso y ahí me hicieron barrabasadas hasta decir “ya no más”, yo no sentía. No sentía porque mi cuerpo estaba dormido. Después de que ellos me hicieron… ellos me hicieron todas las barrabasadas más grandes del mundo (…). Me violaron, me pegaron, me ultrajaron, yo sentía que me trataban mal, me golpeaban. A raíz de eso me tiraron como a la mitad de la carretera, y ahí me recogió una camioneta. Yo no recuerdo qué camioneta me recogió, sinceramente no recuerdo. La camioneta directamente no me llevó al hospital, me tiró en la esquina del hospital. Yo estaba completamente desnudo y desde ahí los mototaxistas que estaban en la esquina del hospital, me metieron al hospital porque me vieron sangrando y me vieron mal, que ya no me movía. La gente decía que yo estaba muerto y me metieron a atención médica inmediata, yo no respondía, mi cuerpo no respondía. Cuando me colocaron como un medicamento, mi cuerpo convulsionó porque yo sentí que convulsioné y cerré los ojos. Me demoré inconsciente como tres, cuatro semanas. (…). No dije que era una violación, pero si encontraron maltrato sexual en mi cuerpo. (…).  Me preguntaban [en el hospital] qué me pasaba. Yo estaba tan mal que no decía absolutamente nada. No me podía sentar en una silla porque mis nalgas eran… estaban verdes, me habían dado golpes. Es mis manos y mi cara no tenía nada, no me hicieron ninguna fisura en el rostro, pero en las piernas y en los brazos sí” (CNMH, Julián, gay, 21 años, entrevista, 1° de octubre de 2014).

“Cuando llegaron ellos, a las trans les pegaban unas matadas brutales y las violaban, a las lesbianas también las violaban horrible y a los homosexuales, a los gays que trabajaban en las peluquerías, había dos peluquerías: una era de una señora y la otra era de homosexuales, entonces utilizaban una táctica muy extraña y era, por ejemplo, los mismos paracos y los mismos del ejército iban a los putiaderos y a las peluquerías a tener sexo con los gays y a los ocho días los descuartizaban, los empalaban, una vaina brutal” (CNMH, Ricardo, hombre gay, edad sin especificar, entrevistas, 6 de octubre de 2014 y 22 de noviembre de 2015).

“Lo matan por haber cruzado la frontera pero el crimen es más de odio por ser quien es. Perfectamente lo hubieran matado, le habían pegado un balazo, pero la tortura hacia la gente de la comunidad, los crímenes hacia ellos, hacia la gente de la comunidad siempre son más, más sádicos, más sanguinarios, como que: “Ah te matamos porque pasaste y te matamos porque sí” y matan a la gente a machete. Torturan, porque a este hombre trans se le notaban marcas de que estuvo amarrado, se le veían las marcas en las manos” (CNMH, Esteban, 32 años, hombre trans, entrevista, 5 de febrero de 2015).

“Nunca le he robado nada a nadie, así sea cien pesos. Un día, todos me dicen que soy muy estúpida porque devolví $70.000 que me encontré y porque yo sabía que eran de la señora y no fui capaz de gastármelos y se los devolví, cuando a mí no me ha tocado nada. Mientras yo estaba en la universidad, por más mal que estuviera, nunca copié un examen, antes yo le hacía los trabajos a los compañeros para poder lidiar mi carrera, entonces por qué me pasa todo esto si yo nunca le he hecho nada malo a nadie [llanto] por la casa recogía ropa para darle a las que estuvieran mal, cada momentico llegaban desplazados a mi casa y yo les hacía las tutelas, les hacía las demandas sin cobrar nada, cuando los abogados les cobraban 40, 60 mil pesos, y yo simplemente les decía: “Vaya imprima y ya”. Nunca he tratado de abusar de nadie, de pedirle más de lo que es. Por la casa, a todos los niños fui yo en Castilla la que les enseñó a leer, van por allá y les dicen que Lina era la que les ayudaba con las tareas y nunca les cobraba nada porque todos trabajábamos para lo que necesitemos, y nunca… Entonces por qué me pasa todo esto, y gente que ha sido tan mala y tienen con qué comprarse un par de zapatos [llanto]. Yo allá me sentía tranquila andando con estas chanclas porque por allá todo el mundo anda en chanclas, pero cuando llegué aquí me sentí mal, no quería ni subirme al bus pues yo no soy materialista, sino que me duele sentirme que no tengo nada. A uno lo sacan de sus casas, de todo” (CNMH, Lina, mujer lesbiana, 33 años, entrevista, 6 de agosto de 2014).

Descargue aquí el informe Aniquilar la diferencia 


[1] Para información detallada al respecto se pueden revisar, entre otros, los siguientes informes de memoria histórica: La masacre de Bahía Portete. Mujeres Wayuu en la mira (2010); Mujeres que hacen historia (2011); Mujeres y Guerra. Víctimas y Resistentes en el Caribe Colombiano (2011); El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo (2012); Aniquilar la Diferencia. Lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el marco del conflicto armado colombiano (2015).

[2] Informe realizado de manera conjunta por las organizaciones: Caribe Afirmativo, Colombia Diversa y Santamaría Fundación; presentado públicamente el 13 de octubre del presente año.

Publicado en Noticias CNMH


víctimas


Víctimas

Los testimonios de las víctimas de minas antipersonal

Noticia

Autor

María Durán

Fotografía

María Durán

Publicado

26 Ene 2017


Los testimonios de las víctimas de minas antipersonal

Colombia, el segundo país en el mundo con más afectaciones por minas antipersonal, contará con el primer informe de memoria histórica sobre este flagelo este 2017. Sus resultados fueron validados en las regiones más afectadas por estos artefactos explosivos.


El informe, realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la fundación Prologar, da cuenta de los grandes daños sufridos en los territorios y comunidades afectadas por el uso de estos artefactos, prohibidos por el Derecho Internacional Humanitario (DIH) en 1997. La publicación, con base en la memoria histórica, pretende hacer una serie de recomendaciones a la política pública que atiende las afectaciones por las minas y la prevención de incidentes causados por estos artefactos. Además, es el primero de su tipo en documentar las vivencias de víctimas civiles y de miembros de la fuerza pública.

La metodología, empleada por la fundación Prolongar, tiene un fuerte énfasis en el uso del cuerpo, teniendo en cuenta que los efectos de las minas antipersonal recaen en gran medida sobre el cuerpo de quienes sobreviven; muchos de ellos presentan discapacidades resultantes de los incidentes con los artefactos. El informe también incluye una guía de esta propuesta metodológica para futuros trabajos con víctimas.

Validado por las víctimas

En 2016 la fundación Prolongar, con apoyo de la fundación Konrad Adenauer, llevó a cabo tres diálogos de memoria en tres de las regiones más afectadas por el uso de MAP (Minas Antipersonal). Allí se presentaron y validaron los resultados que serán presentados por en el informe este 2017. En cada región se contó con presencia de víctimas, tanto militares como civiles.

La primera presentación se realizó en Pasto. En Nariño el informe trabajó en los municipios de Ricaurte y Samaniego. Allí, la cercanía con la frontera colomboecuatoriana y las dinámicas que movieron a varios grupos armados en esa región, propiciaron la expansión del uso de minas en el territorio, algunos habitados por indígenas awá.

Cristian, sobreviviente civil y oriundo de Nariño, dice que la importancia del informe radica en que “las problemáticas de nuestro departamento necesitan ser visibilizadas porque los sobrevivientes de minas enfrentan barreras. En el caso de la pensión, la salud, no cumple el Estado las leyes al pie de la letra. Esta es una manera, que por medio de la memoria histórica se visibilice ante todo Colombia que hay muchos problemas y falencias: de salud, culturales, financieros. Y así se pueden minimizar estos problemas”.

 

La segunda presentación se realizó en Medellín, que atiende a la mayoría de personas afectadas por minas en Antioquia, departamento que, en 2016, recibió el 17% de las víctimas del país. Además allí funciona una de las estructuras más grandes y con mayor capacidad para asistir a los miembros de la fuerza pública, víctimas de minas antipersonal, y que están ubicadas en las instalaciones de la VII División del Ejército.

El mayor de infantería de marina, Miguel Perdomo Flórez, fue víctima de minas antipersonal en el Paramillo, Antioquia. Para él es muy diciente que en Colombia, el 60% de las víctimas de minas sean integrantes de la fuerza pública y que un informe de este tipo es un reconocimiento a estas personas, cuyo proyecto de vida se ha truncado por esta arma de guerra proscrita por el DIH. Además, indica que “hacer memoria es tener la oportunidad de recordar, desahogarse, que estas experiencias sirvan de ejemplo para que otras personas no sufran”.

 

 

Finalmente, el informe se presentó en Villavicencio, departamento del Meta, donde se encuentra el municipio más afectado por minas antipersonal en Colombia: Vista Hermosa. Un sobreviviente, que pidió proteger su identidad, considera que “lo fundamental de estos procesos es poderle demostrar en la parte educativa a los jóvenes, por qué la guerra no es buena, por donde se le mire. Hay víctimas de campos minados, de confrontaciones armadas, una cantidad de problemáticas que son dañinas para la humanidad. Es importante demostrar que no se deben repetir”.

 

 

En total, el informe recogió los testimonios de 160 víctimas directas e indirectas, de los cuales 66 son mujeres, 21 niños, niñas y adolescentes; 42 son indígenas y 90 son suboficiales víctimas del Ejército. Además de los departamentos ya mencionados, la investigación se llevó desarrolló también en Norte de Santander, el bajo Putumayo y montes de María (Bolívar y Sucre).  Su lanzamiento, a nivel nacional, será en abril de 2017.

 

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Víctimas en el exterior dialogan en Barcelona

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Publicado

14 Jun 2018


Víctimas en el exterior dialogan en Barcelona

III Encuentro Internacional de Experiencias de Memoria: ¨Segunda y Tercera Generación del Exilio Colombiano¨, entre los días 26 y 29 de junio de 2018 en la ciudad de Barcelona, Cataluña (España).


El conflicto armado colombiano ha llevado a más de 6 millones de colombianos a dejar sus territorios para huir de la violencia. De estos, más de 400.000 personas han sido forzadas a cruzar las fronteras de Colombia para salvaguardar sus vidas. Muchas de ellas salieron con su núcleo familiar, según el Informe Tendencias 2016 de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados-ACNUR. Pero estimaciones no oficiales hablan de una cifra mucho más alta. 

Dentro de estos núcleos familiares se encuentran niñas, niños y jóvenes que han tenido que crecer entre dos culturas, dos tierras y dos tiempos. Han vivido el destierro y el desarraigo de manera diferente a sus padres, marcando su trayectoria de vida. 

Con el objetivo de posicionar los relatos de esta población en Colombia y en los países de acogida, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD), el Gobierno de Cataluña y la Corporación Opción Legal realizarán el III Encuentro Internacional de Experiencias de Memoria: ¨Segunda y Tercera Generación del Exilio Colombiano¨, entre los días 26 y 29 de junio de 2018 en la ciudad de Barcelona, Cataluña (España). 

El III Encuentro Internacional de Experiencias de Memoria: Segunda y Tercera Generación del Exilio Colombiano tiene el propósito de propiciar un espacio para la construcción de la memoria colectiva a partir del diálogo, el intercambio y la reflexión sobre la experiencia del destierro y desarraigo en las segundas y tercera generaciones, y fortalecer las víctimas en el exterior y sus organizaciones en nuevas formas y lenguajes de la memoria. 

Teniendo en cuenta la metodología planteada para el Encuentro, se llevarán a cabo jornadas cerradas de trabajo con representantes de organizaciones de víctimas colombianas que se encuentran en el exterior. Se propone identificar las apuestas y los retos, así como las iniciativas de resiliencia y los aportes a la construcción de paz de las segundas y terceras generaciones. 

Para mayor información:

Joaquín Franco
Agenda Exilio del CNMH
Correo Electrónico: joaquin.franco@centrodememoriahistorica.gov.co
Móvil: (+57) 321 269 3798

Ricardo Robayo Vallejo
Enlace de comunicaciones Agenda Exilio del CNMH
Correo Electrónico: vocesdelexilio@centrodememoriahistorica.gov.co
Móvil: (+57) 318 326 5154

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