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Así será la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura»

Así será la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura»

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CNMH

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Entre el 12 y el 15 de septiembre se realizará la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura», organizada por el Instituto Caro y Cuervo.

Publicado

02 agosto 2023


Así será la primera conferencia nacional «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura»

  • La iniciativa del Instituto Caro y Cuervo se realizará entre el 12 y el 15 de septiembre, de manera virtual y presencial. Participarán el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH); el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación; el colectivo La Mariacano; la Dirección de Artes, y el Programa Especial Jóvenes por el Cambio del Ministerio de Cultura.

La ola de jóvenes que salió a las calles en el 2021 marcó la historia del país. Su espíritu transformador reclamaba por una Colombia más justa y sus peticiones desembocaron en la elección del Gobierno del Cambio. Esos impactos no solo se representaron en las urnas, sino que se han convertido en materia de análisis desde diferentes frentes.

Tras dos años de ocurrido, el estallido social será analizado desde la óptica del impacto que tuvo en los lenguajes y en la literatura. Entre el 12 y el 15 de septiembre se llevará a cabo la primera conferencia nacional anual «Estallido social 2021 en Colombia: lenguajes y literatura», organizada por el Instituto Caro y Cuervo (ICC). 

Medófilo Medina, director del ICC, comentó que en el encuentro se analizarán la variedad de lenguajes reivindicativos que hubo durante el estallido social: «El hecho de que los manifestantes no utilizaran términos como compañero o compañera y que, más bien, se utilizaran términos como parcero o parcera, son algunas de las peculiaridades».

Esas palabras representan la diversidad de manifestaciones y expresiones que rodearon el paro nacional. Pero este no será el único componente que se analizará en la conferencia: también se hablará sobre las demandas, la participación social y las modalidades de liderazgo, y la represión estatal en contra de la protesta social, ciudadana y juvenil.

La directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), María Gaitán Valencia, ha mencionado en más de una ocasión su admiración por lo que lograron los manifestantes. «Yo le agradezco a toda esa muchachada que salió a las calles a transformar», manifestó Gaitán, quien resaltó que un evento como este es relevante para la sociedad, «porque se hace un llamado al espíritu transformador que genera la rabia».

El CNMH es uno de los socios entusiastas del evento y será el encargado de organizar la segunda edición de esta conferencia anual. El ICC también cuenta con el apoyo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación; el colectivo La Mariacano; la Dirección de Artes, y el Programa Especial Jóvenes por el Cambio del Ministerio de Cultura.

Conozca la programación

La primera conferencia nacional «Estallido social de 2021 en Colombia: lenguajes y literatura» empezará con un preencuentro virtual en el que se analizará la protesta social en América Latina y el papel de las redes sociales y los medios de comunicación. 

De forma presencial habrá dos espacios: en el primero se dictarán una serie de ponencias dirigidas por investigadores que han estudiado a profundidad el fenómeno histórico y el segundo estará dedicado a los testimonios de los protagonistas del estallido social en diferentes ciudades y regiones, para que puedan compartir sus perspectivas de lo vivido en el 2021.

Consulta y descarga la programación del evento aquí. Diligencia este formulario para manifestar tu interés en participar.


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Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, Conferencia, Estallido social, Instituto Caro y Cuervo, Lenguajes, Literatura., Paro nacional

Ruta de las Resistencias: una construcción por la memoria de Bolívar

Autor

CNMH

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En la foto, la piragua que construyeron y pintaron los integrantes de la Ruta de la Resistencias con su lema «Aquí estamos».

Publicado

01 agosto 2023


Rutas de las Resistencias: una construcción por la memoria de Bolívar

 

  • Durante la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar), un grupo de organizaciones y medios comunitarios se reunió para dialogar y contar las apuestas de resistencias que han tenido desde sus territorios.

 

«Rema, rema, remaaa. Remo mi destino, ¡remaaa!». Sin quererlo, esos versos se convirtieron en la armonía que identificó a la Ruta de las Resistencias, una iniciativa de memoria colectiva construida durante la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar). La canción le dio la bienvenida a las organizaciones que participaron en el encuentro y, dos días después, con ella ofrecieron la despedida, rememorando los lazos que allí tejieron. 

Siete colectivos y medios comunitarios llegaron al estand del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en la Felicar. Como si los hubiese convocado el sonido del tambor —característico de la Ruta de las Resistencias—, asistieron al espacio propuesto por la Escuela de las Memorias del CNMH, la cual pretende recoger, difundir y potenciar los procesos de memoria en los territorios. 

Desde el 21 hasta el 23 de julio, se realizó un ejercicio de juntanza entre las organizaciones Generación V+, La Boquilla TeVe, La Comadre, Las Callejeras, Vokaribe Radio, Corporación Rural Montes de María y Por Nuestras Raíces. Alrededor de 25 personas dialogaron y construyeron ese performance que se presentó a los visitantes de la Felicar. 

Walter Hernández Índigo, integrante de Vokaribe Radio, explicó que la Ruta de las Resistencias combina la teatralidad, la música y la pintura no solo con el propósito de contar lo que sucedió en el territorio, sino también para sugerirle «a la sociedad un sentido transformador de las memorias». Para el líder, la puesta en escena también podría entenderse como una estrategia de comunicación que le permite a cualquiera conectarse, de manera intergeneracional, con su sentir.

Primera estación: «Soberanía»

En la primera estación de la Ruta de las Resistencias, Damaris Támara personifica a una abuela que cuenta los impactos del desplazamiento forzado.

«¡Bienvenidos a la Ruta de las Resistencias!», dijo Damaris Támara, vocera de Por Nuestras Raíces, mientras sonaba el tambor que llamaba a los visitantes de la Felicar a participar en el espacio. «Esta es la historia y la memoria de organizaciones, colectivos y medios de comunicación del Caribe. ¡Sígannos!».

En tres ocasiones, Támara le dio la bienvenida a los espectadores de la Felicar para luego personificar a una abuela que le cuenta una historia a su nieto. «Yo soy de por allá de las montañas, María, donde nosotros sí éramos felices —manifestó la lideresa recordando cómo su tierra le servía para cultivar—. Allá lo que había era comida, ¡hombe! No teníamos que resistir como ahora, cuando nuestras tierritas nos han quitado y ya no tenemos dónde sembrar». 

Después de sus palabras, todos gritaron: «¡Aquí estamos!», como lema insignia de la Ruta de las Resistencias. Esa frase quedó grabada no solo en la memoria de los participantes, sino también en la piragua que hicieron y pintaron previamente, la cual reposaba en esa primera estación llamada «Soberanía». 

Segunda estación: «Resistencias y juventudes»

Los sollozos de una menor retumbaron en los parlantes y la voz de un hombre tomó fuerza en el escenario improvisado: «Si no quieren correr la misma suerte que está corriendo la niña, tienen 24 horas para irse». De esa forma, le dieron cara al desplazamiento forzado, que sacó a esa abuela y a su nieto de la ruralidad, para enfrentarse después a las injusticias de la ciudad.

Las desigualdades sociales urbanas fueron recordadas con las arengas más reconocidas del estallido social de 2021: «¡Vamos pueblo, carajo! El pueblo no se rinde, carajo». Las voces se unificaron en una sola para también cantar: «¡A parar para avanzar, ¡viva el Paro Nacional!».

 

 

Sus proclamas resonaron en la segunda estación «Resistencias y juventudes», donde las y los jóvenes contaron cómo las injusticias de la ciudad afectan a las nuevas generaciones y a las víctimas del desplazamiento forzado. «Les tocó resistir y volver a iniciar su vida en condiciones precarias», indicó Midia Gómez, de Las Callejeras, quien destacó que, mientras haya resistencia, «la memoria está viva y es transformadora».

Por su parte, Milton Patiño, de Vokaribe Radio, dijo la frase que recogió todo el pensamiento de esa segunda parada: «Del campo a la ciudad, de la ciudad al campo, para que sean todas las memorias, todas».

Tercera estación: «Memoria y resistencia»

En la construcción de la Ruta de las Resistencias, los participantes escribieron y acomodaron sus reflexiones en un tendedero.

Los participantes siguieron caminando hasta llegar a la tercera estación: «Memoria y resistencia». Todos y todas cerraron los ojos y se dispusieron no solo a recordar, sino también a perdonar a quienes los llevaron a las grandes ciudades. «Hoy, también vamos a pedir perdón a la tierra, para que podamos caminar en paz», afirmó una lideresa. 

Esos pensamientos sobre el significado de resistir quedaron plasmados en dos murales. Con plumones, lapiceros y pinturas, el público y los integrantes de las organizaciones escribieron: «Una mente abierta sabe que el respeto da paz», «¿Cómo termina la guerra? Extrañando a muchos que no volveré a ver», «Somos uno», «Cuéntame mil veces cómo terminó la guerra y mil veces lloraré». 

La Ruta de las Resistencias fue un ejercicio para recordar aquello que duele y poderlo transformar. Si bien los integrantes se despidieron ese 23 de julio y viajaron hacia sus territorios, cada uno sabe que tejieron algo que los une, que reconocen en el otro y que, seguramente, cuando se vuelvan a encontrar cantarán: «Rema, rema, remaaa. Remo mi destino, ¡remaaa!».

 


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Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, colectivos, Felicar, organizaciones, Ruta de las Resistencias

La memoria histórica presente en el Festival Internacional de Cine por los DD. HH.

La memoria histórica presente en el Festival Internacional de Cine por los DD. HH.

Autor

CNMH

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Franja de Cine-documental del Centro Nacional de Memoria Histórica

Publicado

31 julio 2023


La memoria histórica presente en el Festival Internacional de Cine por los DD. HH.

Con la franja de cine-documental «Todas las memorias todas», el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) participará en la 10.a edición del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos (FICDEH), que se realizará del 10 al 17 de agosto, con siete largometrajes y tres cortometrajes que recogen las experiencias de resistencias y luchas de las víctimas, así como sus esfuerzos de reconciliación en todo el territorio nacional.

El Centro Nacional de Memoria Histórica le apuesta a las iniciativas de paz y de memoria histórica que se registran en todo el territorio a través de diversos formatos. De hecho, con las temáticas de los documentales y cintas que forman parte de la franja «Todas las memorias todas», la entidad quiere destacar las resistencias, la defensa de los derechos de las víctimas y sus esfuerzos de construcción de paz y reconciliación

El acceso a muestras de siete largometrajes y tres cortometrajes de forma gratuita busca que más colombianos se concienticen de que la paz es un trabajo que realizan los colombianos desde sus propios territorios.

Programación de la franja de cine-documental «Todas las memorias todas»

 

Barranquilla

Fecha: 14 de agosto
Hora: 2:00 p. m.
Lugar: Barrio Villas de San Pablo
Dirección: Diagonal 136 #9D – 60
Proyección del documental Güegui, latidos del pueblo gunadule
Duración: 75 minutos

 

Bogotá  

Fecha: 15 de agosto
Hora: 3:00 p. m.
Lugar: Universidad Externado de Colombia, Edificio H, Auditorio 1
Dirección: Calle 12 # 1-17
Proyección documental Mandeleros, memorial del retorno, seguida de una conversación entre Dayro Carrasquilla, artista del barrio Nelson Mandela de Cartagena, y Anyi Cárdenas del equipo de producción audiovisual del CNMH
Duración: 28 minutos + conversación

 

Fecha: 16 de agosto
Hora: 10:00 a. m.
Lugar: Universidad Externado de Colombia, edificio I, salón 604
Dirección: Calle 12 # 1-17
Proyección del documental La ACIT. Resistencia y memoria ancestral del pueblo pijao
Duración: 31 minutos

 

Fecha: 16 de agosto
Hora: 2:00 p. m.
Lugar: Universidad Externado de Colombia, edificio G, salón G 302
Dirección: Calle 12 # 1-17
Conversatorio ¿El país más feliz del mundo? Liz Arévalo de la Estrategia psicosocial del CNMH y Carlos Molina, médico psiquiatra, conversarán sobre las secuelas del conflicto armado en la salud mental de los colombianos, moderado por el periodista Alejandro Pino.

 

Cali

Fecha: 12 de agosto
Hora: 8:30 p. m.
Lugar: Museo La Tertulia
Dirección: ​​Carrera 1 # 5-105 oeste
Documental Relatos de resistencia en los Montes de María
Duración: 13 minutos

Fecha: 16 de agosto
Hora: 6:00 p. m.
Lugar: Sala Audiovisual Cali
Dirección: Carrera 5 # 6-05
Documental Mandeleros, memorial del retorno
Duración: 28 minutos

 

Cartagena

Fecha: 14 de agosto
Hora: 4:00 p. m.
Lugar: Universidad del Sinú – auditorio
Dirección: Av. El Bosque, transversal 54 # 30-453
Documental Renacer, construcción colectiva de paz en San Pablo de Borbur
Duración: 26 minutos

 

Cúcuta

Fecha: 13 de agosto
Hora: 4:30 p. m.
Lugar: Casa PuenteraDirección: Av. El Bosque, transversal 54 # 30-453
Documental Chochoma ijua. Tierra del Bochoromá
Duración: 28 minutos

Fecha: 14 de agosto
Hora: 11:00 a. m.
Lugar: Casa Puentera
Dirección: Transversal 11 #16A-03 Barrio Aniversario
Documental ¡Basta ya! Montes de María. Memorias de identidad, resistencia y construcción de paz
Duración: 38 minutos

 

Manizales

Fecha: 12 de agosto
Hora: 6:30 p. m.
Lugar: Sala Olimpia- Teatro Fundadores
Dirección: Calle 20 #20-44
Documental En La Chinita cantamos por la memoria y por la paz
Duración: 6 minutos

 

Medellín

Fecha: 15 de agosto
Hora: 4:00 p. m.
Lugar: Politécnico Jaime Isaza Cadavid
Dirección: Carrera 48 # 7-151 – El Poblado
Documental Cumaribo resistencia al olvido
Duración: 32 minutos.

Pereira

Fecha: 15 de agosto
Hora: 6:00 p. m.
Lugar: Colegio La Salle
Dirección: km 6 vía Cerritos, entrada 1
Documental Mandeleros, memorial del retorno
Duración: 28 minutos

Fecha: 17 de agosto
Hora: 9:00 a. m.
Lugar: Colegio La Salle
Dirección: km 6 vía Cerritos, entrada 1
Documental ¡Basta ya! Montes de María. Memorias de identidad, resistencia y construcción de paz
Duración: 38 minutos

 

Quibdó

Fecha: 13 de agosto
Hora: 7:00 p. m.
Lugar: Malecón
Dirección: Malecón
Documental El Tigre no es como lo pintan
Duración: 16 minutos

 

Fecha: 15 de agosto
Hora: 12:00 m.
Lugar: Institución educativa Agropecuaria Cristo Rey de Tutunendo       
Dirección: Institución educativa Agropecuaria Cristo Rey de Tutunendo
Documental Chochoma ijua. Tierra del Bochoromá
Duración: 28 minutos

 

Villavicencio

Fecha: 12 de agosto
Hora: 4:30 p. m.
Lugar: Universidad Santo Tomás
Documental Mandeleros, memorial del retorno
Duración: 28 minutos

 

Conoce más sobre las películas acá: https://centrodememoriahistorica.gov.co/documentales/


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Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Autor

CNMH

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En la foto, los integrantes de las organizaciones que construyeron la Ruta de las Resistencias durante la Felicar

Publicado

31 julio 2023


Tres momentos inolvidables del CNMH en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar)

Entre el 17 y el 23 de julio, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) participó en la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar), donde recordar y resistir fueron los dos nortes de las actividades que se realizaron.

«El territorio habla y el centro tiene que escuchar», afirmó María Gaitán Valencia, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en una de las charlas de la Feria Latinoamericana del Libro de Cartagena (Felicar). Ese es el pilar de esta administración, que busca reconocer y escuchar cada una de las voces que han vivido el conflicto armado y, en este caso, las del departamento de Bolívar, territorio protagonista de la feria.

Gaitán Valencia manifestó que, para combatir el memoricidio, «Bogotá tiene que conocer y hacer visible lo que está haciendo el territorio para sanar». A través del canto, el baile, el arte y la escritura, las víctimas han trabajado por transformar su dolor y transitar hacia la paz; sin embargo, mientras eso no lo sepa el centro del país, el fantasma del olvido seguirá acechando.

La directora reconoció la importancia de estos procesos transformadores y se refirió a cómo la labor del CNMH debe estar encaminada hacia ellos. «La memoria histórica se ha pensado como un producto», alertó sobre los informes, los videos y las exposiciones que se han realizado, y si bien estos recopilan la información de lo que ha acontecido, «un producto no transforma, un proceso sí».

Con el objetivo de destacar y referir los procesos que se ejecutan desde el territorio, mencionamos tres momentos inolvidables del CNMH en la Felicar.

 

Las visitas guiadas por el Archivo de los Derechos Humanos

Un grupo de estudiantes se acerca para escuchar la visita por el Archivo de los Derechos Humanos del CNMH liderada por Nartyjulieth Vásquez.
Un grupo de estudiantes se acerca para escuchar la visita por el Archivo de los Derechos Humanos del CNMH liderada por Nartyjulieth Vásquez.

Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.
Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.

Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.
Nartyjulieth Vásquez lidera la visita guiada por el Archivo de los Derechos Humanos en la Felicar.

 

Nartyjulieth Vásquez nunca hace dos charlas iguales y las visitas guiadas por el Archivo de los Derechos Humanos no fueron la excepción. En cinco ocasiones, la profesional acaparó la atención del público, especialmente la de los jóvenes, para destacar la importancia de preservar y custodiar el material que documenta las graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario (DIH) durante el conflicto armado colombiano.

«Nuestra vida se configura de archivos y estos son vitales para que no olvidemos lo que nos pasó, para que no se repita lo mismo», explicó Vásquez. La vocera fue enfática en que no todo constituye un archivo (por ejemplo, los documentales, informes y pódcast que realizan otras direcciones del CNMH no se consideran archivo). «El archivo son esos documentos que surgen por una necesidad judicial y a partir de ahí pueden generarse una cantidad de acciones para contar lo que sucedió», agregó.

Como ejemplo, Nartyjulieth mostró parte del archivo de Fabiola Lalinde, una madre que buscó a su hijo desaparecido por más de tres décadas: «se lo devolvieron en una cajita con 69 huesos». Vásquez llevó solo un par de documentos, de una recopilación que pesó 25 kilos, sobre la búsqueda para encontrar a Luis Fernando Lalinde Lalinde.

«Su madre levantó el croquis de lo que le pasó a su hijo y no solo nos enseñó su resistencia, sino que nos mostró que sí se puede lograr», comentó la experta. Asimismo, expuso algunos de los contenidos que se realizaron para visibilizar su historia, como la canción Lalinde, recopilada en el pódcast Tocó cantar, o el documental 25 kilos de verdad.

 

Conversatorios para no olvidar lo que pasó en Bolívar

Lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana en la Felicar.
Lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana en la Felicar.

«Toda memoria es una forma de resistir al olvido —afirmó Lukas Rodríguez, investigador del CNMH—. Cuando llegamos a los territorios, ellos [los habitantes] eran conscientes de la necesidad de contar». Sus palabras tienen que ver con el lanzamiento del informe sobre los bloques paramilitares de los Montes de María y La Mojana, en el que la comunidad de Bolívar mostró su interés por conocer los impactos de estas estructuras en su territorio.

El ejemplar tiene por nombre una frase mencionada por Dagoberto Villadiego, un líder comunitario de los Montes de María. «Cuando le preguntamos por qué era necesario hablar de memoria, él respondió: “Por un poco de verdad para respirar”», indicó Rodríguez. Esa oración también representa el valor de aquellos que alzaron la voz después de 15 o 18 años de silencio.

Así fue la presentación del informe en El Carmen de Bolívar

Durante el conversatorio, la población conoció que el informe cuenta con los testimonios de los paramilitares desmovilizados que hicieron parte del Mecanismo No Judicial de Contribución a la Verdad y la Memoria Histórica. No obstante, «escuchamos no solo a los que fueron responsables, sino que corroboramos esa información con las organizaciones y las víctimas», puntualizó Carlos Mario López, director de Acuerdos de la Verdad (DAV).

En ese ejercicio, los investigadores se percataron de que los miembros de la estructura paramilitar se autodenominaban «Bloque Héroes de los Montes de María», pero resignificaron ese nombre a petición de la comunidad. De acuerdo con Lukas Rodríguez, lo primero que les decían era que «no los consideraban héroes, porque habían hecho mucho daño».

La población de Bolívar mostró su agradecimiento por la labor del CNMH, no solo en ese espacio, sino también en la charla «Escuelas del terror paramilitar, variaciones de la violencia en el Caribe colombiano». En ese encuentro se habló de la trayectoria de estas estructuras en la región y de las acciones deshumanizantes que se conocieron en el proceso.

Las escuelas del terror fueron modelos de enseñanza que estaban transitoriamente en el territorio. «Ernesto Báez, quien diseñó toda la estrategia paramilitar que operó en el país, nos contó antes de su muerte que en esas escuelas nunca le enseñaron a un hombre a disparar un arma, sino por qué hacerlo», recordó Alberto Santos, asesor de la dirección general del CNMH.

Los investigadores comprobaron que el objetivo era aniquilar al otro, «construir una imagen en la que el otro es un peligro, un monstruo», detalló Santos. En ese sentido, los paramilitares cometieron su accionar bajo la lógica de que «si usted no le hace eso a él, él se lo va a hacer a usted»; bajo esa premisa se cometieron actos deshumanizantes, especialmente contra los campesinos en el Canal del Dique y los Montes de María.

El paso del padre Francisco de Roux por la Ruta de las Resistencias

El padre Francisco de Roux dialoga con la directora María Gaitán Valencia en el estand del CNMH en la Felicar.
El padre Francisco de Roux dialoga con la directora María Gaitán Valencia en el estand del CNMH en la Felicar.

Los primeros pasos de la construcción de la Escuela de las Memorias fueron visibles para siete organizaciones de Bolívar: Generación V+, La Boquilla TeVe, La Comadre, Las Callejeras, Vokaribe, Corporación Rural Montes de María y Por Nuestras Raíces.

La iniciativa a cargo del equipo de pedagogía y comunicaciones busca recoger, difundir y potenciar los procesos de memoria, para así generar su apropiación social. El primer encuentro presencial se dio precisamente en la Felicar entre el 21 y el 23 de julio.

 

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica estamos comprometidos con el legado de la Comisión de la Verdad.

 

Durante esos tres días, los medios regionales y las organizaciones se juntaron para escuchar sus procesos y resistencias, y, durante ese tiempo, dialogaron para construir la Ruta de las Resistencias. «Estamos haciendo memoria de lo que ocurre en el territorio para que también se le proponga a la sociedad un sentido transformador de las memorias», manifestó Walter Hernández Índigo, de Vokaribe.

El padre Francisco de Roux, otrora presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), pasó por el estand del CNMH cuando las organizaciones estaban trabajando en la construcción de la ruta. El sacerdote se quedó un tiempo para dialogar con la directora María Gaitán Valencia y otros participantes, especialmente con los integrantes de Generación V+, una red juvenil que busca seguir difundiendo el legado de la Comisión de la Verdad.

La Ruta de las Resistencias se convirtió en un acto performático con tres estaciones: «Soberanía», «Resistencias y juventudes» y «Memoria y resistencia». El 23 de julio se presentó tres veces a los participantes de la Felicar con la esperanza de que quienes lo vieran entendieran el sentido transformador de la memoria, del tejer y de la resistencia en la que trabajan las comunidades en Bolívar.


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Braille, cerámica y acuarela: así se moldea un mural para el Museo de Memoria de Colombia

Braille, cerámica y acuarela: así se moldea un mural para el Museo de Memoria de Colombia

Braille, cerámica y acuarela: así se moldea un mural para el Museo de Memoria de Colombia

Las mujeres de la Organización de las Madres de Víctimas de los Falsos Positivos (Mafapo), junto a Luis Fernando Borja —compareciente de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)— y la artista Pilar Meira, crean una obra que busca hacer visibles los nombres de la mayor cantidad posible de víctimas del conflicto armado en Colombia. Crónica de un encuentro estremecedor y restaurador.

Braille, cerámica y acuarela: así se moldea un mural para el Museo de Memoria de Colombia

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Las mujeres de Mafapo se reunieron junto a Luis Fernando Borja, compareciente de la JEP, en el taller de la artista Pilar Meira. Compartieron un taller de braille para crear las piezas del gran mural que honrará a los más de 6.402 ‘falsos positivos’, así como a otras víctimas del conflicto armado, que alojará el Museo de Memoria de Colombia.

Publicado

27 julio 2023


Las mujeres de la Organización de las Madres de Víctimas de los Falsos Positivos (Mafapo), junto a Luis Fernando Borja —compareciente de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)— y la artista Pilar Meira, crean una obra que busca hacer visibles los nombres de la mayor cantidad posible de víctimas del conflicto armado en Colombia. Crónica de un encuentro estremecedor y restaurador.

Debe ser la casa más linda de esa cuadra de la localidad bogotana de Barrios Unidos. Esa mañana del miércoles está custodiada por unos escoltas, aunque no lo parece. Unos jardines verticales ocultan el taller de arte y la terraza cuidadosamente restaurada y ambientada con bancas de madera y piedras lisas. También ocultan la reunión entre siete mujeres y un hombre que se sientan juntos alrededor de la mesa del comedor.

—¿Y le ha dado paz? —le pregunta una de ellas al hombre.

—¡Uffff! Esto me roba todo el tiempo —responde él.

***

Luis Fernando Borja es compareciente en la JEP. Esa mañana bogotana está rodeado de siete mujeres. Seis de ellas pertenecen a Mafapo, la asociación fundada por las madres de las víctimas de falsos positivos de Soacha que toman café mientras lo escuchan. Él, coronel en retiro, comandante y subcomandante de la Fuerza de Tarea Conjunta de Sucre, en Toluviejo, sabe de las 60 ejecuciones extrajudiciales que ordenó y ejecutó. Sobre eso les habla.

—¿Por qué hacía eso?  —pregunta una mujer de ojos tristes, como todas las otras mujeres que están allí. Suelta una lágrima.

—Porque lo aprendí en el Ejército —responde él, en apariencia tranquilo. Usa sus manos para acentuar, señalar… como si así recordara mejor—. Esto que estoy diciendo me está costando muchísimo.

***

Borja está sentado allí porque Jacqueline Castillo, la representante legal de Mafapo, se lo pidió. Ella lo escuchó en una audiencia que transmitió la JEP; lo escuchó hablar sobre lo que hizo, sobre sus convicciones de entonces, sobre lo que lo movía, y vio algo en él que les hacía falta a ella y a las mujeres de Mafapo: sinceridad por parte de los victimarios. Jacqueline por fin vio a un compareciente que aportaba a la verdad y lucía atribulado por sus acciones. Así que fue a la JEP, pidió su número y lo contactó.

—Cuando yo era subteniente y asesinaba personas, en ese tiempo no las presentaba como bajas en combate… quedaban a la vera del camino. Era 1987.

***

«Hay que involucrar a los comparecientes», dice Jacqueline. Por eso llamó a Luis Fernando, como prefiere que lo llamen, como lo reitera una y otra vez. Lo invitó a esa jornada, a esa casa-taller, y él responde las preguntas de las mujeres que lo rodean.

—¿Y alguna vez pensaron que iban a estar sentados con estas mujeres que les dañaron la vida, que les dañaron las carreras? Cuando fue al revés: ustedes nos hicieron trizas.

—Nosotros nos creíamos dioses con uniforme. Nunca pensé que esas personas tuvieran familia.

***

Luis Fernando dice que él fue «el traidor del Ejército». Se acogió a la JEP y tuvo contacto con la Comisión de la Verdad, entidad donde habló durante casi un mes y donde solicitó tener contacto con sus víctimas: primero contactaron a María Margarita Flórez Pineda, quien organizó a las madres de Toluviejo. Luego de recibir apoyo psicosocial durante casi un mes, los familiares de las víctimas asistieron a un evento privado con él: fueron dieciocho personas de diez familias. Después vino el encuentro público y la idea de hacer un proyecto productivo en conjunto, entre las víctimas y el compareciente, más allá de «los trabajos, obras y actividades con contenido restaurador-reparador (Toar)» que deben realizar algunos comparecientes ante la JEP.

Hilando la Rueca es una fundación que nació de esa iniciativa y que se convirtió en uno de los Toar acogidos por la JEP. Luis Fernando es el único compareciente que hace parte de la fundación: los demás son personas que trabajan por la defensa de los derechos humanos.

—¿Por qué habló?

—Por mi familia.

***

«Yo sabía lo que había hecho. Yo recojo a mi papá y a mi mamá y les dije. Luego a mis hijos y a mi señora de ese momento. Siempre tuve ese peso», dice Luis Fernando. Luego vino el divorcio, el exilio de sus hijos, los perdones difíciles, las lágrimas insuficientes.

—«Buena, Borja. Este mes le corresponden cinco». Era un concurso, el que quedara de primero… Y todas las noches, el comandante Montoya hacía el ranking de los diez primeros para poder ascender. «Faltan dos para quedar de primeros. Esta noche haga dos». Y yo se los hacía…

***

 

«Ahora hay que cerrar el círculo», dice Pilar Meira, una artista que parece tener siempre el delantal puesto, anfitriona de esa casa-taller con jardín encantador. Frente a una mesa llena de cerámicas pintadas con acuarelas de diferentes colores, nombradas por las diferentes regiones de Colombia, dice que «era un tema» que le «taladraba la cabeza». El objetivo era crear una obra basada en el sistema braille, para hacer «visible lo invisible».

Pero no podía ser una obra individual, en solitario. Debía hacerlo con quienes estaban conectadas con eso que quería revelar: los asesinados y desaparecidos. Por eso lo hizo con las mujeres de Mafapo, tantas veces manoseadas, tan instrumentalizadas y llenas de viajes en su agenda de búsqueda constante de verdad.

—Los fiscales nos decían: «Dejen eso, eso fue hace mucho tiempo. No podemos meter a tanta gente a la cárcel» —dice Luis Fernando.

***

Hace dos meses, finalmente, Meira y Mafapo empezaron a trabajar juntas. Las mujeres de la organización ya tenían la idea de un memorial, así que la artista les propuso conceptualizarlo: hornear a mil grados una placa que lleva impresa, en braille, el nombre de la persona asesinada o desaparecida. Cada placa está pintada según la región donde ocurrió la desaparición o el asesinato: hay gamas de color para cada teritorio; por ejemplo, la Orinoquía va pintada de tonos rosáceos y morados. Las placas pintadas cubrirán once muros de 7 × 9 metros en el Museo de Memoria de Colombia, que actualmente construye el Centro Nacional de Memoria Histórica.

—¿Alguna vez le llegó a perdonar la vida a alguien?

—No, yo de verdad fui muy malo.

***

  • Taller mural museo MAFAPO

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El braille se mueve en casillas. Se escribe el nombre de la persona en una hoja cuadriculada y luego el patrón se traslada a unos moldes de cerámica. Son las madres, las hermanas y las hijas quienes escriben, con puntos que suben y bajan, los nombres de aquellos que extrañan. Luis Fernando escribe el de una de sus víctimas.

—¿Y por qué lo hacían?

—Por información. «El de ahí es guerrillero». Todo valía en la guerra…

***

Ellas y él cuentan los puntos con cuidado, ajenos a la conversación entre Meira y María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, quien esa mañana visita el taller de la artista; rubrican en braille, con la dedicación de un artesano, el nombre «Diego». Juntos, víctimas y compareciente, empiezan a darle forma a una de las grandes obras que albergará el Museo de Memoria, como lo subraya la directora del CNMH. Gaitán tiene claro que la idea es que el mural permita leer no solo los nombres de las víctimas de los denominados «falsos positivos» (que son más de 6.402), sino que esta obra esté en permanente construcción e incluya a la mayor cantidad posible de víctimas del conflicto armado. Porque las memorias son vivas y se edifican a diario.

—Antes se llamaban «legalizaciones». Tengo casos de cuando yo era teniente, en 1987. Legalizar era asesinarlo, colocarle las armas y reportarlo. Y cuentan los de atrás que eso ya se venía haciendo.

***

Esta tarea inacabable tiene algunas acciones pendientes: conseguir un espacio para que las mujeres de Mafapo continúen recibiendo los talleres de braille, cerámica y pintura en acuarela; trazar la ruta de la posible cooperación para materializar la obra en las dimensiones soñadas; y lograr que este mural haga parte de los siete puntos de reparación que deben involucrar a los comparecientes de la JEP.

—Esto me cambió la vida […]. Yo siento que debo estar haciendo esto. Siento la necesidad en mi corazón.

—¿Y le ha dado paz?

—¡Uffff! Esto me roba todo el tiempo.

Braille, cerámica y acuarela: así se moldea un mural para el Museo de Memoria de Colombia

Las mujeres de la Organización de las Madres de Víctimas de los Falsos Positivos (Mafapo), junto a Luis Fernando Borja —compareciente de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)— y la artista Pilar Meira, crean una obra que busca hacer visibles los nombres de la mayor cantidad posible de víctimas del conflicto armado en Colombia. Crónica de un encuentro estremecedor y restaurador.

Debe ser la casa más linda de esa cuadra de la localidad bogotana de Barrios Unidos. Esa mañana del miércoles está custodiada por unos escoltas, aunque no lo parece. Unos jardines verticales ocultan el taller de arte y la terraza cuidadosamente restaurada y ambientada con bancas de madera y piedras lisas. También ocultan la reunión entre siete mujeres y un hombre que se sientan juntos alrededor de la mesa del comedor.

—¿Y le ha dado paz? —le pregunta una de ellas al hombre.

—¡Uffff! Esto me roba todo el tiempo —responde él.

***

Luis Fernando Borja es compareciente en la JEP. Esa mañana bogotana está rodeado de siete mujeres. Seis de ellas pertenecen a Mafapo, la asociación fundada por las madres de las víctimas de falsos positivos de Soacha que toman café mientras lo escuchan. Él, coronel en retiro, comandante y subcomandante de la Fuerza de Tarea Conjunta de Sucre, en Toluviejo, sabe de las 60 ejecuciones extrajudiciales que ordenó y ejecutó. Sobre eso les habla.

—¿Por qué hacía eso?  —pregunta una mujer de ojos tristes, como todas las otras mujeres que están allí. Suelta una lágrima.

—Porque lo aprendí en el Ejército —responde él, en apariencia tranquilo. Usa sus manos para acentuar, señalar… como si así recordara mejor—. Esto que estoy diciendo me está costando muchísimo.

***

Borja está sentado allí porque Jacqueline Castillo, la representante legal de Mafapo, se lo pidió. Ella lo escuchó en una audiencia que transmitió la JEP; lo escuchó hablar sobre lo que hizo, sobre sus convicciones de entonces, sobre lo que lo movía, y vio algo en él que les hacía falta a ella y a las mujeres de Mafapo: sinceridad por parte de los victimarios. Jacqueline por fin vio a un compareciente que aportaba a la verdad y lucía atribulado por sus acciones. Así que fue a la JEP, pidió su número y lo contactó.

—Cuando yo era subteniente y asesinaba personas, en ese tiempo no las presentaba como bajas en combate… quedaban a la vera del camino. Era 1987.

***

«Hay que involucrar a los comparecientes», dice Jacqueline. Por eso llamó a Luis Fernando, como prefiere que lo llamen, como lo reitera una y otra vez. Lo invitó a esa jornada, a esa casa-taller, y él responde las preguntas de las mujeres que lo rodean.

—¿Y alguna vez pensaron que iban a estar sentados con estas mujeres que les dañaron la vida, que les dañaron las carreras? Cuando fue al revés: ustedes nos hicieron trizas.

—Nosotros nos creíamos dioses con uniforme. Nunca pensé que esas personas tuvieran familia.

***

Luis Fernando dice que él fue «el traidor del Ejército». Se acogió a la JEP y tuvo contacto con la Comisión de la Verdad, entidad donde habló durante casi un mes y donde solicitó tener contacto con sus víctimas: primero contactaron a María Margarita Flórez Pineda, quien organizó a las madres de Toluviejo. Luego de recibir apoyo psicosocial durante casi un mes, los familiares de las víctimas asistieron a un evento privado con él: fueron dieciocho personas de diez familias. Después vino el encuentro público y la idea de hacer un proyecto productivo en conjunto, entre las víctimas y el compareciente, más allá de «los trabajos, obras y actividades con contenido restaurador-reparador (Toar)» que deben realizar algunos comparecientes ante la JEP.

Hilando la Rueca es una fundación que nació de esa iniciativa y que se convirtió en uno de los Toar acogidos por la JEP. Luis Fernando es el único compareciente que hace parte de la fundación: los demás son personas que trabajan por la defensa de los derechos humanos.

—¿Por qué habló?

—Por mi familia.

***

«Yo sabía lo que había hecho. Yo recojo a mi papá y a mi mamá y les dije. Luego a mis hijos y a mi señora de ese momento. Siempre tuve ese peso», dice Luis Fernando. Luego vino el divorcio, el exilio de sus hijos, los perdones difíciles, las lágrimas insuficientes.

—«Buena, Borja. Este mes le corresponden cinco». Era un concurso, el que quedara de primero… Y todas las noches, el comandante Montoya hacía el ranking de los diez primeros para poder ascender. «Faltan dos para quedar de primeros. Esta noche haga dos». Y yo se los hacía…

***

 

«Ahora hay que cerrar el círculo», dice Pilar Meira, una artista que parece tener siempre el delantal puesto, anfitriona de esa casa-taller con jardín encantador. Frente a una mesa llena de cerámicas pintadas con acuarelas de diferentes colores, nombradas por las diferentes regiones de Colombia, dice que «era un tema» que le «taladraba la cabeza». El objetivo era crear una obra basada en el sistema braille, para hacer «visible lo invisible».

Pero no podía ser una obra individual, en solitario. Debía hacerlo con quienes estaban conectadas con eso que quería revelar: los asesinados y desaparecidos. Por eso lo hizo con las mujeres de Mafapo, tantas veces manoseadas, tan instrumentalizadas y llenas de viajes en su agenda de búsqueda constante de verdad.

—Los fiscales nos decían: «Dejen eso, eso fue hace mucho tiempo. No podemos meter a tanta gente a la cárcel» —dice Luis Fernando.

***

Hace dos meses, finalmente, Meira y Mafapo empezaron a trabajar juntas. Las mujeres de la organización ya tenían la idea de un memorial, así que la artista les propuso conceptualizarlo: hornear a mil grados una placa que lleva impresa, en braille, el nombre de la persona asesinada o desaparecida. Cada placa está pintada según la región donde ocurrió la desaparición o el asesinato: hay gamas de color para cada teritorio; por ejemplo, la Orinoquía va pintada de tonos rosáceos y morados. Las placas pintadas cubrirán once muros de 7 × 9 metros en el Museo de Memoria de Colombia, que actualmente construye el Centro Nacional de Memoria Histórica.

—¿Alguna vez le llegó a perdonar la vida a alguien?

—No, yo de verdad fui muy malo.

***

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El braille se mueve en casillas. Se escribe el nombre de la persona en una hoja cuadriculada y luego el patrón se traslada a unos moldes de cerámica. Son las madres, las hermanas y las hijas quienes escriben, con puntos que suben y bajan, los nombres de aquellos que extrañan. Luis Fernando escribe el de una de sus víctimas.

—¿Y por qué lo hacían?

—Por información. «El de ahí es guerrillero». Todo valía en la guerra…

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Ellas y él cuentan los puntos con cuidado, ajenos a la conversación entre Meira y María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, quien esa mañana visita el taller de la artista; rubrican en braille, con la dedicación de un artesano, el nombre «Diego». Juntos, víctimas y compareciente, empiezan a darle forma a una de las grandes obras que albergará el Museo de Memoria, como lo subraya la directora del CNMH. Gaitán tiene claro que la idea es que el mural permita leer no solo los nombres de las víctimas de los denominados «falsos positivos» (que son más de 6.402), sino que esta obra esté en permanente construcción e incluya a la mayor cantidad posible de víctimas del conflicto armado. Porque las memorias son vivas y se edifican a diario.

—Antes se llamaban «legalizaciones». Tengo casos de cuando yo era teniente, en 1987. Legalizar era asesinarlo, colocarle las armas y reportarlo. Y cuentan los de atrás que eso ya se venía haciendo.

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Esta tarea inacabable tiene algunas acciones pendientes: conseguir un espacio para que las mujeres de Mafapo continúen recibiendo los talleres de braille, cerámica y pintura en acuarela; trazar la ruta de la posible cooperación para materializar la obra en las dimensiones soñadas; y lograr que este mural haga parte de los siete puntos de reparación que deben involucrar a los comparecientes de la JEP.

—Esto me cambió la vida […]. Yo siento que debo estar haciendo esto. Siento la necesidad en mi corazón.

—¿Y le ha dado paz?

—¡Uffff! Esto me roba todo el tiempo.


acuerdos de paz, postconflicto, inversión, internacional


La comunidad de San Andrés de Pisimbalá eligió varios lugares marcados por la guerra para resignificarlos con una exposición de memoria. Foto: Felipe Alarcón, CNMH.

San Andrés de Pisimbalá siembra su «Jardín de Hierbas para la Memoria»

La comunidad de San Andrés de Pisimbalá eligió varios lugares marcados por la guerra para resignificarlos con una exposición de memoria. Foto: Felipe Alarcón, CNMH.

Autor

CNMH

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La comunidad de San Andrés de Pisimbalá eligió varios lugares marcados por la guerra para resignificarlos con una exposición de memoria. Foto: Felipe Alarcón, CNMH.

Publicado

18 julio 2023


San Andrés de Pisimbalá siembra su «Jardín de Hierbas para la Memoria»

Este corregimiento de Inzá, en el departamento del Cauca, ha sanado los dolores de la guerra tomando lo que da la tierra: las plantas han sido aliciente para curar los males corporales y espirituales. Así lo narra el más reciente lugar de memoria que echó raíces en este territorio.

En San Andrés de Pisimbalá todo es de guadua: las camas, las mesas, el bahareque que sostiene las casas, las ventanas, las sillas del parque y los bosques húmedos de guaduales hundidos en la cordillera de los Andes. La guadua soporta el corregimiento entero, que está conformado por cuatro veredas y donde hay una profunda conexión con la tierra.

Y si la guadua lo sostiene todo en este corregimiento famoso por albergar el Parque Arqueológico de Tierradentro, el verde de las hierbas y las plantas adorna todo Inzá, el municipio que lo acoge, muy cerca al nudo cordillerano andino del macizo colombiano, donde nacen los ríos Cauca y Magdalena. El romero se derrama sobre las macetas; la sábila crece como una corona; la desvanecedora muestra su forma de corazón y el orozú luce sus capullos de minúsculas flores.

La simbiosis con la tierra ha mantenido de pie a la comunidad campesina que comparte el territorio con varios pueblos indígenas, y que ha sembrado y usado hierbas y plantas para sanar los dolores corporales, pero también para curar las heridas que dejó la guerra, una guerra que llegó hasta allí por la conveniencia de su geografía y que ha permanecido en el territorio.

 

Los enfrentamientos entre la guerrilla y la fuerza pública, tan devastadores en distintos lugares, también lo fueron en Pisimbalá. Allí todos recuerdan las ráfagas de fuego y el sonido de las balas del 17 de marzo de 1967. «Nosotros teníamos como cinco años, no sabíamos qué era un helicóptero. Ese día bajaba una chiva y, según [los lugareños], ahí venían unos policías, y los policías miraron a los que venían a pie, y esos empezaron a dispararles a los de la chiva», recuerda Leticia Findicue, quien vive justo sobre el punto donde la guerrilla decidió ultimar a los heridos. «A esta gruta los trajeron amarrados y los mataron», cuenta, sentada sobre los escalones que conducen a la gruta de las Siete Cruces que instaló allí la comunidad para recordar a los asesinados.  Las balas alcanzaron a varios líderes de la vereda Brisas de Ullucos, así como a dos hermanas misioneras de la Madre Laura.

Otros males para curar

El reclutamiento forzado también alcanzó a Pisimbalá. Desde hace varias décadas, las familias campesinas han visto cómo las antiguas FARC-EP venían por sus hijos y nietos; hoy lo hacen las disidencias de ese grupo guerrillero. Veían cómo los arrancaban de la tierra y subían montaña arriba, hasta perderse en las estribaciones de la cordillera. Algunos de ellos regresaron como fugitivos y le fueron arrebatados de nuevo, para siempre, a la tierra, al campo, a la familia.

En la escuela de la vereda El Parque lo recuerdan, porque en ese lugar acabaron con los sueños de una adolescente que había sido alumna. Su retrato está allí ahora, en el nuevo lugar de memoria extendido del corregimiento, llamado «Jardín de Hierbas para la Memoria». Como no podía ser de otra manera, la guadua soporta la estructura de los paneles que conforman una exhibición que se integra a través de una ruta expositiva de ocho módulos ubicados a lo largo de las cuatro veredas del corregimiento: San Andrés Centro Poblado, El Parque, Segovia y Brisas de Ullucos.

 

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Cada uno de los dispositivos expositivos está sembrado en algún lugar que —de acuerdo con la elección de sus habitantes— debe ver nacer nuevos recuerdos. Así lo planteó el Plan Integral de Reparación Colectiva (PIRC) creado para esta comunidad campesina, que estuvo acompañado por el Centro Nacional de Memoria Histórica a través de su Estrategia de Reparaciones y que enfatiza en la necesidad de «resignificar los sitios de terror presentes en el territorio». De este modo, donde antes los cuerpos cayeron, hoy está presente su memoria a través de una exposición que transita por el contexto histórico de cada vereda, por los hechos victimizantes vividos en ese lugar exacto y por las plantas que la comunidad ha sembrado para curarse colectivamente.

El 9 de julio se llevó a cabo la inauguración de la exposición «Jardín de Hierbas para la Memoria» en las cuatro veredas de Pisimbalá. Aquí, los líderes de la vereda Segovia. Foto: Felipe Alarcón, CNMH.
El 9 de julio se llevó a cabo la inauguración de la exposición «Jardín de Hierbas para la Memoria» en las cuatro veredas de Pisimbalá. Aquí, los líderes de la vereda Segovia. Foto: Felipe Alarcón, CNMH.

«El objetivo es buscar un alivio a tanto dolor que hemos tenido como víctimas. Cada planta que hay dentro de esa resignificación la hemos tomado para poder dormir, para poder estar más tranquilos, para poder, en algún momento, olvidarnos de tanto dolor que ha ocasionado la guerra. Plantas para sanar el alma», explica María Pencue, sentada sobre una banca de guadua en la escuela de la vereda El Parque, a pocos metros de donde sus vecinos ayudan a levantar el lugar de memoria. «Muchas veces yo sé que hemos tenido acompañamiento psicológico y eso nos ha servido muchísimo, pero en el fondo lo que nos ha aliviado a nosotros son las plantas», agrega la lideresa.

Traigo la ruda, la albahaca, la paz…

En San Andrés de Pisimbalá, las hierbas tienen un significado especial, porque han curado dolores que no pasaron antes por la cabeza de nadie. La albahaca, por ejemplo, ha sido la aliada en los momentos de tristeza: «Cuando usted siente que no puede dormir, que siente angustia, se toma un té de albahaca», refiere Pencue. El toronjil ayuda con los dolores del corazón y las taquicardias, y la hierbabuena se usa para tranquilizarse.

«La ruda tiene muchos usos. Por ejemplo, si hay una persona que falleció y hay niños pequeños, la tradición antigua es que, si voy al velorio de una persona, hay hielo, y voy a llevar al niño de hielo. Entonces si voy al velorio me llevo una matica de ruda, porque dicen que la ruda cura el hielo». Lo dice Fernando Perdomo, líder de la vereda Segovia.

Ese vademécum incluye bebidas que, por supuesto, son hechas a base de hierbas, como el chirrinchi de menta, que promete aliviar la gripa; o como la panela orgánica de limoncillo o maracuyá, producto del trabajo con la caña de azúcar, que los pisimbaleños procesan en los patios y terrenos abiertos.

«Algunos van al hospital, otros van adonde los yerbateros, pero a la mayoría le gustan las plantas, porque, como dicen por ahí, y yo soy uno de ellos, si una planta no le hace bien, tampoco le va a caer mal; pero si una pasta le cura una cosa, le perjudica otra». A esa tradición se encomienda Fernando, que tomaba paico —una aromática que hacía su mamá— cuando tenía dolor de estómago.

Tomando lo que la tierra les ofrece, los lugareños de San Andrés de Pisimbalá se han mantenido en pie, han construido sus casas y parques, y han sanado sus dolores; de allí que, para ellos, no haya mejor receta que la tierra misma. Su conexión vital pasa por entender lo que nace de ella, tomarlo y usarlo con respeto. Saben de la paz porque conocen los secretos de la despensa asombrosa que los rodea, de la armonía en la que habitan. Se han sostenido entendiendo que hay que sembrar lo que sana para cosechar alegrías.

Los pisimbaleños han transmutado los dolores del cuerpo y del alma gracias a las plantas, esas mismas que vienen del campo que cuidan y cosechan. El jardín de hierbas que riegan día a día es la memoria viva de su resistencia.


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Desde Barbosa (Antioquia), se presentó el especial digital que fue construido por la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, y el Museo de Memoria de Colombia del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Lanzamiento de Transformar lo vivido: memorias desde nuestros cuerpos

Desde Barbosa (Antioquia), se presentó el especial digital que fue construido por la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, y el Museo de Memoria de Colombia del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

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CNMH

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Desde Barbosa (Antioquia), se presentó el especial digital que fue construido por la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, y el Museo de Memoria de Colombia del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Publicado

12 julio 2023


Lanzamiento de Transformar lo vivido: memorias desde nuestros cuerpos

  • El 7 de julio, el Museo de Memoria de Colombia y la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales lanzaron oficialmente el especial web sobre violencia sexual dentro y fuera del conflicto armado en Colombia.

 En la guerra, el cuerpo es el primer territorio impactado donde quedan las marcas de la violencia ejercida por los victimarios. «Al principio reconocíamos el abuso carnal violento, pero no habíamos mirado más allá», manifestó Ángela Escobar, coordinadora nacional de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales (RMVP). Para la lideresa, quienes sufren este flagelo «ya no pensamos en el día en que nos violaron, sino en sus consecuencias».

Pasar la página implica recordar y reconocer sus historias; sin embargo, «lo enfocamos mucho en que “no pude seguir estudiando” o que “fui desplazada”», señaló Escobar, pero destacó que los impactos ante la violencia sexual van mucho más allá. El mismo cuerpo les estaba hablando —a su manera— y mostrando los daños que ha recibido: algunas de las víctimas tienen incontinencia urinaria, cicatrices, depresión, ansiedad e incluso enfermedades de transmisión sexual (ETS).

Tal como se plasman los daños en un territorio, lo que ocurrió en sus cuerpos terminó registrado en pliegos de papel. La Red de Mujeres Víctimas y Profesionales desarrolló un trabajo basado en cartografías de los cuerpos de mujeres cis y trans miembros de la comunidad LGBTIQ+, e incluso hombres heterosexuales. «Lo más interesante es que no tienen nombres, porque muchas veces no han dejado ese miedo de decir: “esta soy yo”», puntualizó Ángela.

Aun así, sin nombres y sin rostros, las cartografías fueron un impulso para lograr el especial digital sobre violencia sexual Transformar lo vivido: memorias desde nuestros cuerpos. Después de tres años de creación, el Museo de Memoria de Colombia del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la RMVP lanzaron, desde la Casa de la Cultura de Barbosa (Antioquia), el interactivo web que recopila lo que piensan las víctimas, lo que quieren y lo que les pasó.

 
 
 
 
 
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Sacar a flote: la guerra no se inventó la violencia sexual

Durante el lanzamiento el 7 de julio, las participantes mencionaron en más de una ocasión que la violencia sexual no nació con la guerra, sino que ha existido desde hace mucho tiempo atrás. «En los hogares, en la casa y en la misma familia se ha mantenido oculto», indicó Fanny Escobar, integrante de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales.

El especial web resalta la importancia de reconocer que ese tipo de violencias se intensifican en la guerra y están presentes día a día debido a un orden patriarcal. «El espacio más peligroso para una mujer es su propia casa, su propia familia», comentó el alcalde de Barbosa, Édgar Gallego Arias, quien no solo asistió al encuentro, sino que también aplaudió que la iniciativa contemplara a aquellas víctimas fuera del conflicto armado: «Todas tienen derecho a la justicia, la reparación y la no repetición».

«Voces que irrumpen»: un abismo de dolor en el alma de las víctimas

En la imagen, Judith Ospina, integrante de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, presenta una cartelera que diseñó para hablar sobre la violencia sexual en el conflicto.
En la imagen, Judith Ospina, integrante de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, presenta una cartelera que diseñó para hablar sobre la violencia sexual en el conflicto.

Desde los preparativos logísticos del evento, una cartelera llamó la atención con la frase «La violencia sexual en el conflicto armado: un abismo de dolor en el alma de las víctimas». La pancarta fue levantada por quien la escribió, Judith Ospina, integrante de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, para mostrar «ese vacío de tristeza y dolor» que llevan a cuestas.

Así como ella, otras mujeres se atrevieron a hablar gracias al trabajo de la RMVP. «La red ha sido como esa madrina o mamá nacional que nos ha acogido a nosotras», explicó Fanny Escobar, porque, después de recibir acompañamiento y asesoramiento, las víctimas regresan a sus regiones diciendo: «no es hora de callar, es hora de levantar la voz».

 

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Ese megáfono impulsado por la organización cuenta con voces diversas. «No solo fue mi cuerpo, sino también los cuerpos de muchas hermanas trans a lo largo del país», afirmó Catha Rendón, coordinadora nacional del grupo focal de mujeres trans víctimas de violencia sexual para la RMVP. Los grupos armados legales e ilegales les decían, por ejemplo, que «los cuerpos de hombres son de hombres y los cuerpos de hombres no pueden ser mujeres».

Esas voces que han irrumpido fueron recopiladas en el especial digital de violencia sexual. Según Rendón, las víctimas sienten tranquilidad con el lanzamiento: «Con esto vamos a empezar a visibilizar estas acciones que ocurrieron en el conflicto», dijo la coordinadora con la esperanza de que el proceso permita buscar «más respeto y tolerancia por las víctimas de violencia sexual».

 «Nunca será lo mismo, pero aquí estamos»

Durante el lanzamiento, la Mesa Municipal de Víctimas de Medellín presentó en la Casa de la Cultura de Barbosa la obra de teatro Ponte en mis zapatos para exponer las violencias del conflicto.
Durante el lanzamiento, la Mesa Municipal de Víctimas de Medellín presentó en la Casa de la Cultura de Barbosa la obra de teatro Ponte en mis zapatos para exponer las violencias del conflicto.

En la Casa de la Cultura de Barbosa, las voces de las víctimas resonaron. No solo se presentó el especial Transformar lo vivido: memorias desde nuestros cuerpos, sino que también hubo un conversatorio en el que el arte fue el protagonista. «Lamentablemente, la historia de nuestro país no nos ha permitido ver que el arte es fundamental en el desarrollo de la sociedad y la democracia», detalló Pilar Rueda, asesora en género de la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP); sin embargo, iniciativas como las de la RMVP buscan cambiar esa perspectiva.

 

«Vimos cómo el arte repara —precisó Ángela Escobar sobre el especial digital— y cómo el dolor, el sufrimiento, la vergüenza y la tristeza se convierte en algo bonito». No solo las cartografías y el interactivo son prueba de ello, sino que el mismo encuentro les permitió llenarse de «valentía y empoderamiento, convirtiéndonos en sanadoras, en constructoras de paz», manifestó Judith Ospina.

El arte permite transformar y así lo demostró la Mesa Municipal de Víctimas de Medellín con su obra Ponte en mis zapatos. Los actores interpretaron las historias de aquellas y aquellos que habían sufrido distintas violencias durante el conflicto, mientras las espectadoras no apartaban la mirada ante lo que veían, incluso si se les atravesaba unas cuantas lágrimas.

«El arte nos ayuda a sacar, a sanar y a liberar nuestra alma», concluyó Fanny Escobar. Si bien considero que las víctimas son como un espejo roto porque «nunca vuelven a ser igual», también han aprendido a sanar: «En el especial vi esas mariposas en el fondo y yo siento que soy una de esas, que ahora puedo volar, que por medio de la escritura pude soltar».


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Teatro Esquina Latina: 50 años de arte, memoria y comunidad para Cali

Teatro Esquina Latina: 50 años de arte, memoria y comunidad para Cali

Orlando Cajamarca, director del Teatro Esquina Latina. Foto: Cortesía Jair Cerón

Autor

CNMH

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Orlando Cajamarca, director del Teatro Esquina Latina. Foto: Cortesía Jair Cerón

Publicado

12 julio 2023


Teatro Esquina Latina: 50 años de arte, memoria y comunidad para Cali

Como parte de la celebración de las cinco décadas de la compañía teatral, se realizó el lanzamiento de la multimedia «Jóvenes, teatro y comunidad», resultado de una iniciativa de memoria que acompañó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

En el tradicional barrio San Fernando, de Cali, hay una edificación de tres pisos que se confunde con una casa convencional. Pero no es una casa cualquiera. Allí hay una cofradía que desde hace 50 años le infunde vitalidad a la escena cultural de la capital del Valle del Cauca. Es la sede del Teatro Esquina Latina, una de las compañías teatrales más importantes de Colombia, que germinó tras las reuniones informales de un grupo de estudiantes de la Universidad del Valle. «Queríamos simple y llanamente compartir nuestro tiempo libre como una actividad extracurricular», recuerda Orlando Cajamarca, su fundador y director.

Dada la nostalgia de una universidad que se había ido al barrio Meléndez —y que dejaba acá «el mosto de lo que había sido»—, y la efervescencia de un movimiento cultural continental que cuestionaba el establecimiento, Esquina Latina se convirtió en un grupo representativo que buscó hacer teatro y elevar la práctica académica. «Durante muchos años fuimos el resultado de la mezcla de Los Beatles y del Che Guevara de la época. La tempestad política de los setenta, esa convulsión en el Cono Sur, las dictaduras, la canción protesta, el rock and roll, el hipismo y la apertura… Todo era parte de la formación del momento y empezamos a querer interpretar esa letra muerta que decía que las artes tenían que estar en los sectores culturales», rememora Cajamarca.

 

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Con ese ímpetu juvenil, que durante 25 años los mantuvo y los hizo pensar en el compromiso con la teatralidad y el espíritu del momento, los miembros de Esquina Latina se plantearon comenzar a vincularse con los sectores populares de Cali. Así, en la década de los ochenta empezó la relación con sectores como Aguablanca o Terrón Colorado, adonde llegaron actores y actrices con sociodramas. «Pero nos dimos cuenta de que la gente, más que les lleváramos cosas, querían era hacer teatro». La estimulación directa llegó con el programa «Jóvenes, teatro y comunidad».

De las calles a la web

Este mural está ubicado en la comuna 15 de Cali, en la fachada del Centro Cultural Abriendo Puertas. Foto: Cortesía Jair Cerón.
Este mural está ubicado en la comuna 15 de Cali, en la fachada del Centro Cultural Abriendo Puertas. Foto: Cortesía Jair Cerón.

 

El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), a través de su Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica, acompañó a los animadores teatrales del programa «Jóvenes, teatro y comunidad» a contar estas dos décadas y media de trabajo mediante diferentes formatos y a verterlos en una multimedia que lleva el mismo nombre.

Esquina Latina llegó a los sectores populares presentando el teatro como una alternativa, como una opción de vida. «No hemos pretendido hacer teatro profesional, sino de aliento social; que el teatro sea un compañero para que chicos, chicas y adultos se apropien de esta herramienta de vida, para la creación de una ciudadanía pensante», explica Cajamarca. Paulatinamente se fue creando y consolidando una red de teatro que se ha expandido a las comunas 1, 13, 14, 15, 18 y 20 de Cali; a los municipios de Candelaria, Florida y Pradera, del sur del Valle del Cauca, y a los municipios de Buenos Aires, Corinto, Miranda y Puerto Tejada, en el norte del Cauca.

La metodología fue más o menos así: de estos lugares provenían los animadores teatrales de Esquina Latina, una suerte de líderes sectoriales que, a su vez, empezaron a liderar el proceso de «Jóvenes, teatro y comunidad» en sus lugares de origen. Ellos y ellas han pensado y aplicado diferentes metodologías participativas desde los doce grupos teatrales de base, conformados por 500 niños, niñas, adolescentes, jóvenes y algunos adultos, para promover proyectos de vida ligados al arte, la resistencia cultural, la construcción de paz y la reflexión de sus contextos, y así posibilitar una mirada al pasado desde la luz de la memoria crítica.

Ellos y ellas han salido a las calles de sus comunas y municipios para hacer memoria y mapear lugares representativos por medio de mapas parlantes y andantes, colchas de retazos e historias de vida. Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que levantaron estas cartografías han vivido violencias desde el conflicto armado, como la amenaza constante de reclutamiento y el desplazamiento forzado, y otras que se exacerbaron luego del estallido social, como la estigmatización.

A través de relatos escritos, pódcast, fotografías, mapas, videos y docudramas, los nuevos artistas reflexionan en la multimedia sobre la importancia del quehacer artístico, los impactos de la guerra, otras violencias en el territorio, los lugares y recorridos con memoria que han identificado y el plan de replicabilidad que se han propuesto para seguir promoviendo, desde un proceso cultural comunitario, la memoria histórica desde y para los territorios.

Camila Mojica, líder de la iniciativa de memoria histórica «Jóvenes, teatro y comunidad»; Yuranni Forero, coordinadora de la Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica del CNMH; Lucenith Castillo, coordinadora del programa  «Jóvenes, teatro y comunidad», y Lida Tascón, coordinadora de la Casa de las Memorias del Conflicto y la Reconciliación. Foto: Cortesía Jair Cerón.
Camila Mojica, líder de la iniciativa de memoria histórica «Jóvenes, teatro y comunidad»; Yuranni Forero, coordinadora de la Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica del CNMH; Lucenith Castillo, coordinadora del programa «Jóvenes, teatro y comunidad», y Lida Tascón, coordinadora de la Casa de las Memorias del Conflicto y la Reconciliación. Foto: Cortesía Jair Cerón.

Lo anterior se relaciona profundamente con las nuevas apuestas del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y del Gobierno del cambio, como lo señaló Yuranni Forero, coordinadora de la Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica del CNMH, en el lanzamiento de la multimedia «Jóvenes, teatro y comunidad»: «Tenemos dos grandes desafíos: la transversalización y la territorialización; que el CNMH esté en contacto permanente con el territorio. Tenemos un eslogan-mandato: el territorio habla y el centro escucha. Hay que hacer un trabajo conjunto con las comunidades, hay que seguir fortaleciendo los procesos que se gestan en los territorios. El CNMH tiene que abocarse, desde sus diferentes instancias, a trabajar de manera conjunta para dar respuestas pertinentes y oportunas a las peticiones que nos hacen las comunidades».

Desde el 2020, en plena pandemia, el CNMH ha acompañado a los animadores teatrales y gestores de memoria de Esquina Latina por medio de una metodología pensada y aplicada desde la virtualidad, y mediante el uso de cajas de herramientas viajeras para consolidar la multimedia.

Otro lugar de memoria para Cali

En el marco del lanzamiento de la iniciativa de memoria histórica «Jóvenes, teatro y comunidad», la Alcaldía de Cali, por medio de la Casa de las Memorias del Conflicto y la Reconciliación, le entregó a Esquina Latina el reconocimiento como lugar de memoria de Cali «por su valioso aporte a la construcción de la memoria histórica de las comunidades del oriente y la ladera de la ciudad», como lo mencionó Lida Tascón Bejarano, coordinadora de dicha Casa.

Lida Tascón, coordinadora de la Casa de las Memorias del Conflicto y la Reconciliación, lee la declaratoria del Teatro Esquina Latina como lugar de memoria de Cali. Foto: Cortesía Jair Cerón.
Lida Tascón, coordinadora de la Casa de las Memorias del Conflicto y la Reconciliación, lee la declaratoria del Teatro Esquina Latina como lugar de memoria de Cali. Foto: Cortesía Jair Cerón.

«A partir de su apuesta escénica, [Esquina Latina] aporta a la construcción de nuevos imaginarios de país, de sentidos de vida esperanzadores y espacios de memoria de procesos comunitarios», dijo Tascón. Y agregó: «el aporte de Esquina Latina a la memoria de las comunidades lo convierte en un lugar de memoria porque, además de contribuir a una dimensión espacial que tiene una relación directa con el territorio, involucra una dimensión simbólica y pública para sensibilizar, desde el arte, a la sociedad en general».


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Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos; Erik Arellana, poeta, documentalista e investigador, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio del CNMH, luego de la firma oficial de la entrega del archivo.

Erik Arellana entrega su archivo personal al CNMH

Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos; Erik Arellana, poeta, documentalista e investigador, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio del CNMH, luego de la firma oficial de la entrega del archivo.

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CNMH

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Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos; Erik Arellana, poeta, documentalista e investigador, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio del CNMH, luego de la firma oficial de la entrega del archivo.

Publicado

7 julio 2023


Erik Arellana entrega su archivo personal al CNMH

El documentalista, poeta e investigador entregó al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), a través de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos, su trabajo en cinco grandes apartados documentales.

En 1982, entre marzo y septiembre, el escuadrón Muerte a Secuestradores (MAS), con ayuda del F2 de la Policía, detuvo y desapareció forzadamente a trece personas. Ocho eran estudiantes de universidades públicas de Bogotá, acusados de haber secuestrado y asesinado a los hijos del narcotraficante Jáder Álvarez.

Seis años después, en 1988, Erik Arellana tenía 15 años y comenzó a disparar flashes. Él grabó los audios de los testimonios del Caso Colectivo 82 en la Universidad Distrital de Bogotá. De este modo empezó su carrera como documentalista, cubriendo la conmemoración de esos estudiantes desaparecidos por el Estado. Alguien le dijo que había que tomarle foto a todo, y él hizo caso.

De eso han pasado tres décadas y media. Hoy, Erik Arellana también se ha transformado en poeta e investigador. En defensor de derechos humanos no, porque ya lo era y lo sigue siendo, porque no hay otro camino, no hay una forma distinta de entender la vida. Empezó a entenderlo a los 12 años, cuando desaparecieron forzosamente a su madre, Nydia Érika Bautista.

En la alquimia de quien ha vivido el dolor, la ausencia y la catarata de preguntas sin demasiadas respuestas, Erik ha fotografiado, grabado, documentado, escrito, luchado, llorado. Conjugando estos verbos se le han ido casi cuatro décadas, recogidas en casetes, CD, revistas impresas… Los ha juntado y les ha puesto nombre para que resuenen: «Indelebles, lo que no puede borrarse». Ahora, los ha entregado.

En un sencillo y sentido acto, Erik Arellana cedió su archivo personal al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Alejandro Villa, director técnico de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos, y Myriam Loaiza, gestora de acopio de archivos en el exilio, recibieron el inventario documental compuesto por cinco apartados: Desaparición forzada, Comunidades indígenas, Memoria con hijos e hijas de crímenes de Estado, Trabajo artístico de memoria con comunidad y Exilio y retorno.

Arellana, durante la firma del acta de entrega de su archivo personal.
Arellana, durante la firma del acta de entrega de su archivo personal.

«Este archivo puede dar grandes aportes a la mirada de los derechos humanos desde varias perspectivas. He acompañado al movimiento social por 30 años como fotógrafo y realizador, y durante 10 años como investigador», señaló Arellana. Esa mixtura le da una dimensión particular al archivo, que incluye documentales, audiovisuales, fotografías, investigaciones, trabajo escrito, entre otros formatos.

 

Arellana precisó que esta entrega la hace ahora al CNMH, y no antes, porque no sintió el respaldo de la anterior administración. «A mi retorno del exilio, en 2017, me lo pidieron, pero al ver la anterior administración me dio miedo». Así que para el CNMH este es un espaldarazo en su nueva etapa, que comenzó el año pasado. «Recién llegados al CNMH, advertimos que uno de los mayores retos sería recuperar la confianza. La forma de hacerlo es aproximándonos a su conocimiento, a su saber», destacó Villa.

Para Loaiza, uno de los grandes aportes del archivo «Indelebles» es ser «el primero en el CNMH sobre exilio y retorno. Es muy significativo porque la gente que ha sufrido el exilio lo quiere borrar, es muy poco lo que encontramos. “Indelebles” quiere dignificar a las personas que han tenido que salir del país y han estado esperanzados en el proceso de paz y en volver a su país, su territorio».

Se espera que, luego del procesamiento técnico y la digitalización de los soportes, el archivo esté disponible digitalmente en un mes. Si bien hay un estado de deterioro importante en algunos medios magnéticos, «podremos recuperar la mayoría», afirmó Loaiza, para que puedan ser consultados en www.archivodelosddhh.gov.co

Erik Arellana, el chico que a los 15 años ya tomaba fotografías en el velorio de Bernardo Jaramillo Ossa, sabe que este acervo documental es esencial. «Fui amenazado por tener documentación de varios casos de derechos humanos, de desapariciones forzadas, así que yo creo que eso debe estar en el CNMH». Su resistencia, convertida en exilio y retorno, en poesía y en investigación, es como el archivo que hoy entrega a Colombia para alimentar todas las memorias todas: es indeleble.


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Veinte jóvenes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad» recorrieron la comuna 1 de Cali y visitaron el Parque de la Estatua, un lugar de memoria del sector. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

Jóvenes de Valle y Cauca reescriben con teatro los lugares que habitan

Veinte jóvenes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad» recorrieron la comuna 1 de Cali y visitaron el Parque de la Estatua, un lugar de memoria del sector. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

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Veinte jóvenes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad» recorrieron la comuna 1 de Cali y visitaron el Parque de la Estatua, un lugar de memoria del sector. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

Publicado

7 julio 2023


Jóvenes de Valle y Cauca reescriben con teatro los lugares que habitan

Un recorrido por las comunas 1 y 18 de Cali, en el marco del lanzamiento de la iniciativa de memoria histórica «Jóvenes, teatro y comunidad», expuso el impacto del trabajo colectivo del Teatro Esquina Latina en diferentes sectores de estos departamentos.

La boda roja cuenta la historia de un quinceañero que acaba en tragedia y está inspirada en Bodas de sangre, de Federico García Lorca. Se trata de una obra que retrata varias de las realidades del barrio Terrón Colorado, en la comuna 1 de Cali. Allí, los problemas entre pandillas se agudizaron y llevaron a sus pobladores a habituarse a la violencia urbana, a las fronteras invisibles, y a los escándalos en El Bar de Nelly y el estadero La Terraza. A la zozobra.

 

 

Dos décadas después de haber llevado a cabo un proceso de paz entre pandillas, la estatua de un Simón Bolívar envuelto en la bandera tricolor nacional, sosteniendo un pergamino con las palabras «Paz y Libertad», mira al horizonte y recuerda que, aunque aún hay una violencia residual —mucho menos intensa—, un acuerdo fue posible en su momento. Alrededor de la figura, veinte adolescentes del programa «Jóvenes, teatro y comunidad», del Teatro Esquina Latina, escuchan la historia de su origen.

El relato se lo sabe de memoria Yury Andrea Marín, una de las animadoras teatrales de «Jóvenes, teatro y comunidad», programa que trabaja por municipios o comunas y que ha aplicado diferentes metodologías participativas desde doce grupos teatrales base. Los grupos están conformados por 500 niños, niñas, adolescentes, jóvenes y algunos adultos, y su objetivo es promover proyectos de vida ligados al arte, la resistencia cultural, la construcción de paz y la reflexión de sus contextos, para posibilitar una mirada al pasado desde la luz de la memoria crítica.

La estatua que le da nombre al parque del barrio Terrón Colorado. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)
La estatua que le da nombre al parque del barrio Terrón Colorado. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

«Este parque no era así, no tenía esos colores […]. Terrón Colorado es un barrio que se ve marginado, peligroso, pero uno, que es el que vive aquí, se da cuenta de que no es así», cuenta Marín sobre esta comuna que comenzó, como tantas otras, como una invasión.

El Parque de la Estatua, ubicado en la calle 22 oeste, entre las avenidas 7A y 8A oeste, en el barrio Terrón Colorado (zona de laderas de Cali), es un lugar icónico para la memoria, pues allí las pandillas llegaron a un acuerdo que antes de los años dos mil parecía imposible: sus colores han pintado la esperanza de días mejores para los vecinos del sector, quienes todavía señalan con el dedo las marcas de los días más brutales, como las puñaladas en la puerta de un bar.

 

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Las comunas 1, 13, 14, 15, 18 y 20 de Cali; los municipios de Candelaria, Florida y Pradera, del sur del Valle del Cauca; y los municipios de Buenos Aires, Corinto, Miranda y Puerto Tejada, del norte del Cauca, son los lugares donde han surgido decenas de animadores teatrales formados en el programa «Jóvenes, teatro y comunidad».

Aquella mañana de sábado en que hicimos el recorrido por las comunas 1 y 18, dos decenas de chicos y chicas que hacen parte de esta estrategia de formación conocieron realidades de otras geografías, del hábitat de sus compañeros. Lo que sabían hasta el momento era lo que contaban las obras de teatro que habían visto en escena, como La boda roja o Los reinos de la muerte. Ahora saben otras cosas.

Los jóvenes artistas visitaron diferentes lugares de Cali para entender los procesos territoriales de cada uno de los doce grupos de base del Teatro Esquina Latina. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)
Los jóvenes artistas visitaron diferentes lugares de Cali para entender los procesos territoriales de cada uno de los doce grupos de base del Teatro Esquina Latina. Foto: Cortesía Jair Cerón (Esquina Latina)

Una conversación a propósito de la memoria

—¿Qué es la memoria? —les pregunta María Camila Mojica a los jóvenes que la acompañan en el recorrido.

—Lo que se conserva a través del tiempo.

—Inmortalizar algo.

—Recordar algo.

—¿El actor para qué usa la memoria? —pregunta ella de nuevo.

—Para recordar los libretos.

—Para contextualizar las historias.

En ese parque de colores, la memoria empieza a entretejerse más claramente con el teatro, la cartografía del conflicto armado y las violencias que propone el programa de formación del Teatro Esquina Latina. Mojica toma las repuestas de los artistas y empieza a conectarlas, a darles un sentido colectivo. Ella es la líder de la iniciativa de memoria «Jóvenes, teatro y comunidad» que impulsó la compañía de teatro caleña, iniciativa que apoyó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y que tuvo como resultado la construcción de una multimedia donde reposa el proceso de la cartografía de memoria que propone Esquina Latina.

«La memoria es el baúl del que el actor bebe para construir arte», dice Mojica. Agrega que «la convivencia, que se necesita en el teatro, también es necesaria para crear acuerdos de paz, para lograr otras formas de habitar el territorio». Las actitudes y aptitudes que se requieren en el quehacer teatral son las mismas que se necesitan para la construcción de paz, para los acuerdos comunitarios e, incluso, para la memoria colectiva. Lo que los jóvenes hacen sobre el escenario —los pactos que los mantienen unidos como grupo— son un ejemplo, a pequeña escala, de la convivencia. Su talento tiene otra dimensión, aún más profunda: su habilidad en el proscenio los acerca a la paz. Su historia colectiva reescribe la narración de los lugares convulsos de donde vienen, donde habitan. Cada escena es un nuevo comienzo.


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Archivo de Derechos Humanos, CNMH, Liverpool, Reino Unido

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