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Los pueblos Misak y Pastos, unidos en la lucha por la tierra

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

10 de agosto 2021


Los pueblos Misak y Pastos, unidos en la lucha por la tierra

  • El equipo del Enfoque Étnico del Centro Nacional de Memoria Histórica acompaña dos iniciativas que buscan reivindicar la memoria de dos líderes recuperadores de tierras en Nariño y Cauca, asesinados.
  • Las nuevas generaciones de indígenas misak y pastos mantienen el rechazo de sus mayores por la lucha armada y valoran los procesos de resistencia por la dignidad de sus comunidades.

Los indígenas de los actuales resguardos del sur de Nariño, del pueblo de los Pastos, y del pueblo Misak, en el Cauca, cuentan que pelearon por hambre, por la humillación de ser sirvientes en las tierras heredadas de sus ancestros. Que empuñaron las palas y entraron en las noches a fincas y haciendas; que en esas noches zanjaban las siembras, golpeaban las casas y salían antes de que amaneciera como forma de presionar a los hacendados para que le vendieran al Instituto Colombiano de Reforma Agraria (Incora), que debería repartir las tierras al resolver sus reclamos de propiedad. Sin una frontera clara entre el conflicto por la tierra y el conflicto armado, este último se reconoce en acciones armadas de grupos al margen de la ley que se conformaron para servir a algunos terratenientes, con fusiles terciados, órdenes y listas con los nombres de los líderes a quienes debían asesinar.

Al taita Laureano Inampués Cuatín, líder indígena del resguardo de Guachucal, del pueblo de los Pastos, lo secuestraron el 3 de mayo de 1994. Estaba oscureciendo cuando llegaron unos hombres a su casa, tocaron la puerta y se lo llevaron. Él no opuso resistencia, se fue con ellos y apareció tres días después en el río Guaitara, en la zona de San Juan, muerto. Por los testimonios no está claro si fue torturado. El cuerpo fue llevado al resguardo, muchos al verlo desistieron de la recuperación de tierras por miedo a terminar igual. En la comunidad señalaron a “los Tierras” —terratenientes— por su muerte. Creen que los hacendados de la zona habrían pagado sicarios para cometer el crimen. Nunca se detuvo a los autores materiales ni intelectuales.

La fecha de la muerte del taita Juan Tunubalá, líder del pueblo Misak asesinado en Silvia, Cauca, en 1988, no está clara. Algunos testimonios dicen que lo mataron el mismo día que lo sacaron de su casa y otros dicen que lo torturaron para obtener información y documentos importantes en la disputa por la propiedad de la tierra. Mama Josefina, su viuda, cuenta que unos hombres grandes llegaron por él acompañados de una mujer blanca que parecía extranjera. Se lo llevaron caminando descalzo. Médicos tradicionales de su comunidad dieron con el cuerpo en visiones sagradas e indicaron el lugar donde estaba enterrado, aunque nunca encontraron su pala. Se cree que con esa herramienta, símbolo de resistencia de los recuperadores de tierras, fue obligado a cavar su propia tumba. Un tribunal de gobernadores de los resguardos de Guambía y Jambaló determinó que fue asesinado por la guerrilla indígena Quintín Lame.

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“Justicia como tal no ha habido todavía, solo un reconocimiento en términos políticos”, dice el taita Jesús Antonio Tunubalá Yalanda, líder misak, exgobernador del resguardo de Guambía, en Cauca. Aclara que el movimiento de recuperación de tierras de su pueblo siempre rechazó la lucha armada ante las propuestas que en ese sentido les hicieran las guerrillas de las Farc y del M-19. “La guerrilla de las Farc nos decía: “Si ustedes quieren ocupar la tierra rápido, nosotros les ayudamos”. Fue una cuestión que nunca fue aceptada por nuestros líderes de ese tiempo”, anota. 

Al principio de las recuperaciones de tierra, los misak habían dicho que su lucha sería con las palas y con su ideología. “Lo mismo pasó con la guerrilla del M-19 —agrega el taita Jesús Antonio—. Incluso ellos invadieron nuestro territorio, instalaron sus campamentos en las montañas, en los páramos. La comunidad accionó esa situación para que se fueran porque representaba un peligro”.

El movimiento armado Quintín Lame se configuró como una guerrilla en 1984, luego del desalojo de la hacienda López Adentro y el asesinato del sacerdote Álvaro Ulcué Chocué, de la comunidad nasa, en Santander de Quilichao. Los quintines —como se les conoció— se tomaron el Ingenio Castilla e incendiaron su maquinaria en noviembre de 1984, en un periodo de cese el fuego entre las guerrillas de las Farc y el M-19 y el Gobierno. El 5 de enero de 1985 participaron de una toma al municipio de Santander de Quilichao junto con el Frente Ricardo Franco, disidente de las Farc, hecho que los dio a conocer como movimiento insurgente. Se desmovilizaron en 1991.

“Para nosotros era una ofensa que utilizaran para la lucha armada el nombre de Manuel Quintín Lame, un líder que fue tan bueno”, señala el taita Jesús Antonio. Las autoridades misak emitieron varios comunicados contra los actos de violencia de la guerrilla Quintín Lame y del M-19, muchos de ellos en contra de los líderes indígenas.

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Yoreli Viviana Quiguantar Cuatín no conoció a su tío Laureano Inampués. Lo que sabe de su vida se lo han contado. Ella ha vivido con las historias. Cuando iba a la Casa del cabildo de Guachucal, le decían que él fue el recuperador. Allí se exhibe una estatua que lo recuerda: la figura de un indígena de ruana, como ella, con un bastón de mando empuñado. Con frecuencia la gente del cabildo deja flores a los pies del monumento. En el mismo altar se exhibe el cofre con las cenizas del líder asesinado de los recuperadores de los indígenas pastos.

La abuela Rosalina cuenta que siempre fue muy inquieto por aprender. Tenía un cuarto pequeño, todo arrumado de libros. Ella le decía que trabajara porque no había qué comer, pero él no se resignaba con irse con la pala a recabar lo que quedaba en los sembrados después de que cosechaban la papa. Entonces se fue de su casa a trabajar en Cauca, allí conoció los procesos de recuperadores indígenas que habían comenzado años atrás en otros resguardos.

Fue gobernador del resguardo de Guachucal entre 1989 y 1992, y el primer concejal indígena en su municipio. Era padre de cuatro hijos, que tuvieron que crecer sin él.

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Claudia Fernanda Charfuelán Caipe es estudiante de Antropología. Usa ruana de oveja, el abrigo más común entre los indígenas pastos. Su generación se encontró con la necesidad de conocer sobre las luchas que han librado sus mayores y la herencia que les pertenece. Lo que saben de esa historia lo han aprendido al sentarse a conversar con sus mayores.

“En Guachucal, el resguardo al que pertenezco, la lucha empezó en 1986. Aprendieron la lucha del pueblo de los misak, en el Cauca. Los mayores tenían unas escrituras coloniales, protocolizadas en 1895, en Ipiales, guardadas con celo durante casi un siglo. Esos papeles eran lo único que les quedaba para tener la esperanza de recobrar la tierra”, cuenta. 

“Nuestros papás —anota Claudia— al menos tienen un pedacito para sembrar, para comer, y tienen una vaquita por lo menos. Conocer el pelo de la vaca ya es mucho para nosotros”.

Los abuelos pastos cuentan la tristeza del hambre de otro tiempo. Yoreli recuerda una historia de la abuela Rosalina sobre su tío Laureano, que trabajaba desde los 12 o 13 años, que le tocaba ir por leña, cosechar papas, coger avena o cebada. Por ese tiempo hubo heladas muy severas que acabaron con casi todos los cultivos. Después de trabajar toda la mañana, solo hubo para poner en la mesa una sopa con apenas unos granos de cebada. Laureano, regó el contenido del plato llorando, pidiendo que le dieran al menos papas con el caldo. “Y no es la peor pobreza que ha habido en el resguardo”, dice Yorelli.

Entre los recuerdos de Yorelli también están los días en que la abuela Rosalina la llevaba a la Casa del Cabildo, ante la estatua del taita Laureano. “Yo era muy niña —cuenta— y mi abuela me decía ‘mija’, pídale la bendición. Yo no sabía quién era; después pregunté y me dijeron que había sido el papá de los indios, de los indios que recuperaron la tierra”. 

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Los indígenas pastos mantienen el recuerdo del taita Laureano Inampués a través de su estatua, y los misak devolvieron el alma del taita Juan Tunubalá a la Casa del Cabildo este 7 de agosto. En el lugar que señalaron los espíritus para el líder asesinado y que corresponde a la autoridad de su pueblo, ubicaron una estatua que recrea su presencia, con su bastón de mando y la pala, símbolo de los recuperadores de tierras, que nunca se encontró después de su muerte y que solo le regresó el artista Harvy Oviedo, encargado de crear la escultura.

El director del Centro Nacional de Memoria (CNMH), Darío Acevedo Carmona, reconoce que las acciones violentas en contra de los pueblos indígenas en nuestro país se han repetido a través del tiempo, enfrentando a sus comunidades al riesgo del exterminio. “Los afecta la incursión que sobre sus comunidades realizan, no solamente personas que van a deforestar y a ocupar sus tierras de manera violenta e ilegal, sino también los grupos armados irregulares que imponen su ley, que reclutan ilícitamente, que violan a las indígenas, a las niñas y a los niños, que afectan sus rituales, sus creencias y que incluso tratan de chantajearlos para que se vinculen a actividades ilegales”, explica.

Las iniciativas de memoria de los pastos y los misak, acompañadas por el CNMH a través del equipo de Enfoque Étnico, coinciden en el propósito de reivindicar a líderes comunitarios que fueron asesinados mientras luchaban por restablecer el derecho sobre sus territorios ancestrales a través de la recuperación de la tierra. Las historias que recogen comienzan en un punto común: el hambre. A pesar de la persecución y atropellos que enfrentaron y de su muerte violenta, la lucha de ambos pueblos tuvo cierto éxito para las nuevas generaciones que ahora buscan restaurar el orden de las autoridades y tener en el presente de su vida comunitaria a los líderes que les arrebataron. Sus monumentos vinculan las luchas del pasado y las que se libran todavía.

“Taita Juan no se ha muerto, —dice el taita Jesús Antonio Tunubalá— siempre nos acompaña, iluminando a los jóvenes en nuestra lucha, que sigue en pie”.


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Una nueva edición de la Maleta de Memorias Étnicas empieza su recorrido en el norte de Antioquia y el Bajo Cauca

Una nueva edición de la Maleta de Memorias Étnicas empieza su recorrido en el norte de Antioquia y el Bajo Cauca

Autor

CNMH

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La Maleta de Memorias Étnicas contiene productos de memoria elaborados con pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y Amazonas, y las comunidades afrodescendientes de Bojayá y Barú.

Publicado

2 de mayo 2021


Una nueva edición de la Maleta de Memorias Étnicas empieza su recorrido en el norte de Antioquia y el Bajo Cauca

  • Esta estrategia pedagógica, que aporta un enfoque sobre la afectación diferenciada del conflicto armado en las comunidades étnicas, llegó a 10 municipios antioqueños de las subregiones del Norte y el Bajo Cauca en el primer trayecto de la ruta.
  • A través de la Maleta de Memorias Étnicas, multiplicadores locales, acompañados por el Enfoque Étnico del CNMH, compartieron las experiencias en construcción de memoria con pueblos indígenas y afrodescendientes en sus comunidades.

 La Maleta de Memorias Étnicas del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) comenzó un nuevo viaje. Esta herramienta pedagógica —que contó con una primera versión en 2017—, liderada por el equipo del Enfoque Étnico del CNMH para compartir las experiencias en construcción de memoria del pueblo Wiwa (Sierra Nevada de Santa Marta), cuatro pueblos indígenas de La Chorrera (Amazonas) y las comunidades afrodescendientes de Bojayá (Chocó) y Barú (Bolívar), ya hizo las primeras paradas de su nueva travesía en 10 municipios antioqueños de las subregiones Norte y Bajo Cauca.

Multiplicadores locales de la memoria de estos territorios llevaron a sus comunidades los informes y cartillas contenidos en la maleta con el fin de promover diálogos acerca de la importancia de construir memorias con enfoque diferencial en las comunidades de Ituango, Briceño, Yarumal, Cáceres, Nechí, Zaragoza, El Bagre, Tarazá, Gómez Plata y Santa Rosa de Osos. Con esta estrategia pedagógica, las comunidades étnicas han reconocido sus historias atravesadas por el conflicto armado en las de otros pueblos que ven como pares.

El enfoque diferencial hace visibles las diferencias en la afectación del conflicto armado en el país y sus factores subyacentes sobre comunidades que preservan prácticas culturales propias y un modelo de vida fundamentado en la relación con su territorio. La Maleta de Memorias Étnicas brinda un punto de abordaje en los procesos de memoria, a partir de la valoración de las condiciones especiales de comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas, amenazadas en la actualidad por el riesgo del exterminio físico y cultural.

 

Los contenidos de la maleta

La Maleta de Memorias Étnicas contiene los informes Ruama Shama: desde el corazón y el pensamiento del pueblo Wiwa, que describe las afectaciones del conflicto armado al territorio de esta comunidad de la Sierra Nevada de Santa Marta; Sobrevivientes victoriosos: Amanecer de la palabra de los hijos e hijas del tabaco, la coca y la yuca dulce, sobre la barbarie de la cauchería en la Amazonía, y Barú: los conflictos de la paz, acerca del despojo que ha sufrido esta comunidad, fundada después abolición de la esclavitud en Colombia.

Este ‘equipaje’ contiene también la cartilla Un pueblo que canta, que explora los alabaos y cantos funerarios de las comunidades negras del Pacífico como dispositivo de memoria, sanación y denuncia; y los documentales Voces desde el círculo de la palabra, proceso de memoria del pueblo Bora, de La Chorrera,  y Las Musas de Pogue, sobre la reconfiguración de la relación ritual entre vivos y muertos en la comunidad de Bojayá tras la masacre del 2 de mayo de 2002.

Además de estos productos de memoria histórica, la maleta incluye un documento que aporta lineamientos conceptuales y metodológicos para el trabajo de memoria con pueblos étnicos, así como una cartilla de Ruta Pedagógica para la activación de esta herramienta. La propuesta hace posibles ejercicios de memoria histórica locales, desde un enfoque de derechos humanos y de acción sin daño, que reconozca la afectación diferenciada del conflicto armado en pueblos indígenas y afrodescendientes.

Todos estos documentos se pueden consultar, a modo de mapa, en https://centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/comunidades-etnicas/maleta.html

A finales de 2020 se realizaron los talleres virtuales dedicados a la reflexión sobre la afectación del conflicto armado en las comunidades y a la formación de facilitadores locales para el conocimiento y la reflexión sobre la historia del país durante el conflicto armado reciente y la construcción de memoria. La disposición del material en las bibliotecas y en manos de diferentes  actores del proceso educativo en las comunidades incluyó la mediación para su conocimiento y apropiación.

 

Una nueva edición, una nueva ruta

La Maleta de Memorias Étnicas cuenta con el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) desde su primera versión en 2017. Esas primeras maletas se entregaron a las comunidades autoras de los contenidos y a representantes de pueblos indígenas y afrodescendientes en diversos escenarios de socialización, así como a diferentes universidades del país. Los contenidos e impresión se lograron, además, gracias al Programa de Fortalecimiento Institucional para las Víctimas y la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).

En esta nueva edición, el aporte de USAID se materializó a través del Programa Colombia Transforma, que acompaña la implementación del Acuerdo de Paz con la antigua guerrilla de las Farc.

El Enfoque Étnico entregó 100 de estas nuevas maletas a líderes comunitarios, instituciones educativas, bibliotecas públicas y organizaciones sociales en los municipios incluidos en el proyecto Rincones para la memoria, del Centro Nacional de Memoria Histórica.

A pesar del temor presente en municipios que luego de la priorización para la implementación de los acuerdos de paz han visto recrudecimiento de la violencia, como Ituango, en el Norte, y la mayor parte del Bajo Cauca, líderes campesinos y de otras comunidades han encontrado que es necesario hablar de procesos de sanación y reconocimiento de las afectaciones que ha sufrido su territorio.


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Endulzar la palabra llegó a la Chorrera

Noticia

Autor

Enfoque étnico CNMH

Fotografía

Enfoque étnico CNMH

Publicado

27 Jun 2018


Endulzar la palabra llegó a la Chorrera

Al corregimiento de la Chorrera, en el departamento del Amazonas, arribó ‘Endulzar la Palabra, Memorias Indígenas para Pervivir’. Luego de tres meses en el Museo Nacional de Colombia, esta exposición, que reúne el trabajo en memoria histórica de ocho pueblos indígenas de Colombia, se inauguró el pasado 23 de abril en el territorio de los sobrevivientes victoriosos de la violencia de inicio de siglo XX, cuando a partir de una gigantesca red de estaciones de extracción cauchera, se expandió a lo largo de los territorios amazónicos un proyecto comercial cuyo objetivo fue la explotación intensiva y sistemática de la mano de obra indígena en pro del aumento de la producción del caucho.


Numerosos documentos de la época, así como estudios historiográficos modernos, han dado cuenta de los distintos dispositivos y relaciones de dominación impuestas por los agentes comerciales sobre la población indígena: la práctica encubierta del “endeude” fundada en relaciones comerciales inequitativas, los asesinatos, las flagelaciones, las torturas, las muertes derivadas del uso irracional de la mano de obra local, así como el mantenimiento de la estaciones en perjuicio de sus formas tradicionales de producción, llevaron a la casi desaparición de los pueblos  nativos de la zona. Como consecuencia de estas acciones, se estima que el proyecto extractivo del caucho habría cobrado la vida de treinta mil indígenas, es decir, casi el 60% de la población nativa de la región.

La exposición Endulzar la Palabra recogió las memorias de estos hechos desde las voces de los pueblos Bora, Ocaina, Muinane y Uitoto, además de las reflexiones de otros pueblos indígenas sobre sus propios procesos de afectación y resistencia: los Wiwa, en la Sierra Nevada, los Barí, en el Catatumbo, los Nasa en el Norte del Cauca y los Awá, en Nariño, Putumayo y el norte de Ecuador.

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    Enfoque étnico CNMH

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    Enfoque étnico CNMH

Durante tres días de montaje, se dispusieron pendones traslúcidos que presentaban en gran formato los diferentes momentos de la exposición. ‘Disposición a la escucha’, ‘Caminar el territorio’, ‘Iluminar la memoria desde lo propio’, ‘Trazos de un territorio sagrado’ y ‘¡Viva la Minga viva la Guardia!’, fueron los ejes narrativos de esta muestra que poco a poco fueron cubriendo la estructura de la Casa Arana, aquella que a finales del siglo XIX y principios del XX, fue un lugar del horror y la opresión, y que ahora representa un lugar de memoria y dignidad y alberga al colegio de la comunidad.

Los relatos de afectaciones, luchas y resistencias construidas por los pueblos se entretejieron alrededor de la antigua estación cauchera para resignificar la memoria del terror desde la reivindicación de la memoria de vida y abundancia. Los grandes pendones fueron impresos en una tela traslúcida, que permite ver a lo lejos, tanto los mensajes de la exposición, como la fachada de la Casa develada tras ellos.

El montaje y su inauguración coincidió con la conmemoración de los treinta años de constitución del resguardo Predio Putumayo, el más grande del país con 5’869.447 hectáreas de extensión, entregado en 1988 bajo el mandato presidencial de Virgilio Barco. Es así, como cada 23 de abril se conmemora este hito central en la reivindicación de su autonomía y su territorio propio.

La presencia de la exposición en este territorio, que contó con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Embajada de Canadá, más allá de hacer efectivo el deber de memoria del Estado, busca precisamente articularse a las estrategias de visibilización de estos procesos de lucha y defensa de su autonomía territorial y develar las memorias de unos hechos que esperan nunca más vuelva a repetirse en sus territorios.

Publicado en Noticias CNMH



Chorrera, Enfoque étnico

Resguardo indígena awá rechaza y repudia la muerte de su líder Holmes Alberto Niscué

Noticia

Autor

Camilo Ara

Fotografía

Camilo Ara

Publicado

22 Ago 2018


Resguardo indígena awá rechaza y repudia la muerte de su líder Holmes Alberto Niscué

 

El 19 de agosto fue asesinado Holmes Alberto Niscué, indígena nasa–awá y líder de procesos organizativos del Resguardo de Gran Rosario del pueblo awá en el departamento de Nariño. Holmes y otros tres compañeros habían sido amenazados desde el mes de junio. El resguardo asegura que había  emitido alertas a las instituciones competentes, solicitando que se garantizara la protección de su vida.

El CNMH rechaza y repudia este asesinato y se une al reclamo de las organizaciones y autoridades del Estado por una atención urgente y coordinada para que estos dolorosos hechos, que afectan gravemente el ejercicio de la autonomía y el gobierno propio, no se sigan repitiendo en los territorios indígenas.

Reproducimos el comunicado emitido por el Resguardo de Gran Rosario del pueblo awá.

Publicado en Noticias CNMH



Awá, Enfoque étnico, Indigenas

Endulzar la palabra, un esfuerzo conjunto

Noticia

Autor

Daniel Sarmiento

Fotografía

Daniel Sarmiento

Publicado

20 Mar 2018


Endulzar la palabra, un esfuerzo conjunto

La exposición Endulzar la Palabra: Memorias Indígenas para Pervivir, cerró su temporada de exhibición en Bogotá el pasado 25 de febrero. Durante los tres meses que estuvo en la sala alterna del Museo Nacional, fue visitada aproximadamente por 24 mil personas, tanto de Bogotá como de otras partes de Colombia, y del mundo, que estaban en la ciudad por la temporada de vacaciones.


La exposición, además, contó con diferentes espacios académicos y culturales para discutir en torno al tema de los pueblos indígenas de Colombia y el importante papel que han jugado en medio del conflicto armado colombiano. La exposición es un ejercicio de representación de los procesos de memoria histórica de ocho pueblos indígenas de Colombia: Bora, Ocaina, Muinane y Uitoto M+N+K+A de La Chorrera; Wiwa, de la Sierra Nevada de Santa Marta; Awá de Nariño, Putumayo; Nasa del norte del Cauca y Barí del Catatumbo.

Las organizaciones, representantes de cada pueblo, han llevado a cabo procesos de memoria en un trabajo conjunto con el Enfoque Étnico del CNMH. Pero además, miembros de estas organizaciones indígenas también trabajaron en el proceso de construcción de la exposición en sus diferentes etapas.

Para lograr una articulación y ejecución de estas etapas, la exposición Endulzar la Palabra contó con otra alianza fundamental y fue el apoyo de diferentes agencias de cooperación internacional. La Embajada de Canadá en Colombia y el Fondo para el Desarrollo de las Naciones Unidas, PNUD, apoyaron la producción de la exposición, en su componente museológico y museográfico, además otros encuentros previos para discutir el guion de la exposición. Otros procesos de memoria fueron apoyados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la oficina técnica de cooperación de la Embajada de España en Colombia.

Publicado en Noticias CNMH



Enfoque étnico, MNMH

Exposición “Cuenten con nosotros para la paz, nunca para la guerra”

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

05 Oct 2018


Exposición “Cuenten con nosotros para la paz, nunca para la guerra”

La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), presentan la exposición fotográfica “Cuenten con nosotros para la paz, nunca para la guerra”, una apuesta artística y simbólica que hace parte de la construcción del Informe Nacional sobre afectaciones a los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas en el marco del conflicto armado en Colombia.


La exposición estará abierta desde este 12 de octubre, y durante un mes, en la sede la Jurisdicción Especial para la Paz. Se trata de una estructura museográfica del círculo de la palabra, diseñada para posibilitar el diálogo, y que evidencia la memoria y dignidad de 37 pueblos indígenas en riesgo de exterminio físico y cultural por el conflicto armado, tal y como lo estableció el Auto A-004 de 2009 de la Corte Constitucional.

Precisamente la JEP, en su tarea de avanzar en la defensa y realización de los derechos de las víctimas del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, recientemente recibió por parte de la ONIC el informe de afectaciones individuales y colectivas que han sufrido los pueblos indígenas de Colombia y que exigen verdad, justica, reparación y no repetición.

La exposición, que ahora se presenta, retrata la lucha de 37 comunidades:  Wiwa, Kankuamo, Iku-Arhuaco, Kogui, Wayuú, Ebera-Katío, Ebera-Dobidá, Ebera-Chamí, Wounaan, Awá, Nasa, Pijao, Koreguaje, Kofán, Siona, Betoy, Sikuani, Nukak-Makú, U’wa, Ette Ennaka- Chimila, Yukpa, Gunadule-Kuna, Eperara-Siapidaara, Misak-Guambiano, Zenú, Yanacuna, Kokonuko, Totoró, Murui Muina-Huitoto, Inga, Kamentzá, Kichwa, Kuiva, Jiw, Hitnu- Makaguan, Bari y Kisgo.

Asimismo, la exposición está acompañada de testimonios y relatos recogidos en los planes de salvaguarda étnica que junto a las fotografías reflejan la vida, la felicidad, las luchas, la riqueza y la importancia del territorio y la cultura indígena en Colombia. Según la ONIC, la instalación denuncia el etnocidio sistemático hacia los indígenas.

Sean bienvenidos a un espacio pensado para interactuar, comprender la importancia de los mundos indígenas, sus aportes a la construcción de paz y sus luchas milenarias para mantener el equilibrio y armonía de la Madre Tierra.

Principios de unidad, territorio, cultura y autonomía se hacen palpables en cada una de las piezas expuestas la estructura museográfica del círculo de la palabra.

Acompañemos a los pueblos indígenas, rodeemos sus luchas este próximo viernes 12 de octubre en el marco de la conmemoración del Día de la Resistencia Indígena.

Para mayor información:

Hora: 5:00 p.m.
Lugar: Primer piso de la Jurisdicción Especial
Dirección: Carrera 7 #63 – 44. Bogotá, Colombia.
* La exposición estará abierta al público por un mes.

 

Publicado en Noticias CNMH



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