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Punta del Este se une y resiste a la guerra

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Autor

Laura Cerón

Fotografía

Laura Cerón

Publicado

28 Abr 2017


Punta del Este se une y resiste a la guerra

Lo primero que aparece al entrar al barrio Punta del Este en Buenaventura es una escena que se repite en muchos territorios de Colombia: una calle destapada, casas de madera sin servicios públicos, tiendas familiares con algunos productos básicos, un solar con dos arcos, y niños y niñas de varias edades corriendo tras un balón de fútbol.

Es difícil pensar que la guerra hace 12 años llegó a ese mismo lugar, en busca de 12 jóvenes para sacarlos, engañados, a jugar un partido de fútbol contra los habitantes de otro barrio. Sin embargo, aparecieron torturados y asesinados. Corría el 2005 y tal y como lo han contado las madres de las víctimas, más veces de las que quisieran, nadie sabe quiénes fueron,  por qué pasó, por qué se los llevaron.

A unas pocas cuadras de la cancha está Bolivia Aramburu. Es una mujer afro, de pelo corto y mirada llena de fuerza, de resistencia. Habla duro y claro. Dice que desde el día en que se llevaron a su hijo, y lo encontró entre los demás cuerpos, perdonó a los victimarios; que eso le ha dado la valentía para seguir adelante.

“Desde que pasó eso nosotras hemos hecho todo lo posible para no olvidarlos”, cuenta Bolivia sentada en una silla en medio de su casa.  A pesar de que el duelo es difícil, desde hace cinco años realizan la conmemoración de los 12 de Punta del Este.

Según el informe “Buenaventura, un puerto sin comunidad” del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), la violencia durante ese periodo estaba asociada, entre otras formas, a la apropiación del territorio que ejercían grupos armados ilegales para tener acceso a un corredor para mover armas y drogas. Entre estos grupos se encontraban desmovilizados de los paramilitares, no desmovilizados y desertores de las FARC.

 

Años después, uno de los primeros que llegó para ayudar fue el Padre Adriel, que aunque no era oriundo de la región supo que una de sus misiones era apoyar a las víctimas del conflicto armado. Él trabajaba en el barrio Lleras, otro barrio afectado por la violencia en Buenaventura, cuando llegó con un proyecto de memoria. “Me fui de casa en casa, llamándolas, diciéndoles lo que ellas podían hacer. Empezamos con cinco y les dije que podían organizarse”.

Es 19 de abril de 2017. Los asistentes a la conmemoración visten camisetas blancas. Al medio día, y en medio de una gran cantidad de asistentes, varios jóvenes se disponen a sacar los arcos de fútbol a la Avenida Simón Bolívar para trancarla. Lo que para muchos conductores podía ser un molesto acontecimiento, para ellos era un acto que los reivindicaba, los fortalecía. En pocos minutos habían armado dos equipos de cinco muchachos para jugar un corto partido de fútbol en honor a los 12 jóvenes.

A pesar del olvido del Estado en materia de justicia y verdad que reclaman las madres, tal y como lo reconoce Regina Valencia, ellas no están solas. Una comunidad aún más grande y amplia las ha acogido y apoyado a lo largo de estos años. Gran parte de ese apoyo es de organizaciones civiles formadas por víctimas del conflicto que, de alguna u otra forma, relacionan el dolor como uno solo.

Rostros Urbanos fue uno de los primeros grupos en apoyarlas. Esta asociación se ha encargado desde hace ya varios años en dar herramientas formativas en derechos humanos, fortaleciendo a las comunidades a través de la exploración de distintas representaciones artísticas. Además, este 2017 la conmemoración se realizó en el marco de la acción conjunta que realiza el Centro Nacional de Memoria Histórica y el Programa de Alianzas para la Reconciliación, de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y ACDI/VOCA,

El sol empieza a caer y la tarde es el espacio de encuentro de personas de todas las edades y de todos los géneros. Después de la final de un partido de fútbol en la cancha del barrio, varias mujeres y hombres que hacen parte del colectivo Capilla para la memoria, y Teatro por la vida, rinden un homenaje a las madres entre alabaos y puestas en escena. Los jóvenes toman los micrófonos para cantarle a la vida, a la resistencia y dignidad a través del hip hop.

Leonard Rentería, uno de los líderes que acompaña a la comunidad, cuenta que es en estos escenarios permeados por la violencia donde el fútbol y las expresiones artísticas son una oportunidad para encontrarse. “La comunidad está unida por una emoción conjunta, por un momento de alegría que hace olvidar todo lo que pasó”, afirma. 

Publicado en Noticias CNMH


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Guerra

“Esta guerra nos ha impedido amar(nos)” en La Victoria

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Autor

Rommel Rojas

Fotografía

Rommel Rojas

Publicado

09 May 2017


“Esta guerra nos ha impedido amar(nos)” en La Victoria

La exposición muestra cómo la guerra ha golpeado a los sectores sociales  LGBT y cómo ellos han resistido al odio y la exclusión. Estará en la biblioteca La Victoria, de la localidad de San Cristóbal, Bogotá.


Ya éramos una sociedad machista y ‘heteronormada’ antes de la guerra. La exclusión a los que viven diferente no es nueva acá. Nos acostumbramos a escuchar frases tipo “prefiero un hijo muerto que marica”. O “tolero a esa gente mientras sean discretos”. O “no llore que parece una niña”. Esa violencia no nació con el conflicto armado. Al contrario: ha sido un agarradero para que los actores armados impongan un control moral sobre las expresiones que se salen de sus márgenes. Ellos, los armados, han ido más lejos: violencia sexual, amenazas, torturas, asesinatos.

El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) cerró el 2015 con la publicación de “Aniquilar la diferencia”, un informe que a partir de 63 testimonios explicó el pasado y el presente de los sectores sociales LGBT en medio de la guerra. A ese informe lo acompaña una exposición fotográfica itinerante: “Esta guerra nos ha impedido amar(nos)”, que retrata la violencia que han sufrido y la forma como han resistido lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas. Todas las fotografías fueron tomadas por Rommel Rojas.

En la localidad de San Cristóbal, en el suroriente de Bogotá, está la biblioteca pública La Victoria. Allá, como parte de la alianza entre el CNMH y Bibliored, se lanzó el pasado 3 de mayo la exposición “Esta guerra nos ha impedido amar(nos)”. Y allá mismo, el próximo viernes 12 de mayo, se presentará el informe “Aniquilar la diferencia”. En tiempos de marchas contra la “ideología de género”, de debates acerca de los derechos LGBT, de polémicas por cómo enseñar sobre género en los colegios, y la convocatoria del referendo para prohibir la adopción a parejas del mismo sexo, está más viva que nunca la discusión sobre cómo la sociedad está atravesada por los problemas que abordan el libro “Aniquilar la diferencia” y la exposición “Esta guerra nos ha impedido amar(nos)”.

La primera imagen que aparece en el recorrido de la exposición está llena de recortes de titulares de prensa. Son sacados de El Espacio, famoso periódico sensacionalista, y se leen noticias como “Tumba para un travesti” o “Terror entre homosexuales”. En uno de los sumarios se alcanza a leer “Cuatro invertidos fueron asesinados en las últimas horas. Un sicópata que los odia sería la persona que los elimina”. El informe afirma que la violencia contra estas personas, que por momentos la sociedad ha visto y ha ignorado, no ha sido casual. Al contrario, ha tenido un propósito específico: excluirlos de un proyecto de nación.

Durante el trabajo de campo de “Aniquilar la diferencia” se identificaron 106 experiencias de victimización contra las 63 personas que dieron sus testimonios. De ese total, 96 fueron cometidas en razón de su orientación sexual o identidad de género. Las víctimas las clasificaron así: 65% fueron cometidas por paramilitares o sus vestigios, el 19% por guerrillas y el 11% por las Fuerzas Armadas.

En la introducción de “Aniquilar la diferencia” se explica cómo la guerra ha interferido con el amor de todos, no solo con el de la comunidad LGBT: “La guerra ha mermado la posibilidad del amor fraterno, la confianza en el vecino o la vecina, la convivencia armónica con quienes nos rodean. La guerra nos ha polarizado, ha dividido a nuestra sociedad en bandos y hemos aprendido a vivir en una profunda desconfianza en el otro y en la otra –porque no conocemos a qué bando pertenece– porque brindarle nuestra mano puede ponernos en riesgo o porque hace parte de un “otro” que no merece mi apoyo, mi consuelo, mi solidaridad; sencillamente, porque no es como yo”.

“Esta guerra nos ha impedido amar(nos)” no busca volver a hacer énfasis en los testimonios de dolor, en las formas de violencia, en las modalidades de exclusión. “Tras acontecidos los hechos violentos —dice un texto de la exposición— las víctimas de los sectores sociales LGBT han llevado a cabo acciones y construido mecanismos de resistencia, tanto de manera individual como colectiva”. A medida que avanza la exposición empiezan a aparecer, en contrapeso, testimonios de resistencia. Imágenes donde se ven desfiles, sonrisas, dibujos, banderas, pancartas, murales, colores.

Los testimonios exaltan la fuerza de las víctimas. Una mujer lesbiana cuenta que decidió cortarse el pelo y usar hormonas y no le importaría más que la vieran como un hombre. Otra explica que no solo se enamora de mujeres sino que le gusta trabajar con ellas por sus derechos. Un hombre gay cuenta que hicieron un festival artístico y se disfrazaron y tocaron música para abordar el tema sin tener que confrontar directamente a los armados. Un hombre trans llama a que toda la sociedad debería acompañarlos en la lucha por sus derechos en lugar de voltear la cara o rechazarlos.

La exposición, que estará durante todo mayo en la biblioteca La Victoria, pone el foco sobre las formas de resistir, a la vez que invita a preguntarse “¿cuál ha ha sido nuestro papel en las violencias que han experimentado las personas de sectores sociales LGBT en el marco del conflicto armado colombiano?”. Es una invitación a repensar imaginarios y representaciones sobre el género, la sexualidad y su relación con la guerra.

Descargue aquí el informe Aniquilar la Diferencia

 


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Guerra

Adiós a las armas, adiós a la guerra

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Autor

ONU

Fotografía

ONU

Publicado

27 Jun 2017


Adiós a las armas, adiós a la guerra

Las FARC hicieron entrega de 7.132 armas, como renuncia definitiva a la guerra y su compromiso con la construcción de la paz.


Lo que acaba de ocurrir es que un ejército con siete bloques, con 64 frentes de guerra, deja de existir. Lo que acabamos de presenciar es que miles de hombres y mujeres —que año a año portaron un fúsil— renunciaron a la guerra y se comprometen a reparar a sus víctimas. Y esas personas solo esperan que los acojamos, que les abramos un camino donde ellos sean partícipes, que los recibamos como colombianos, que los reconozcamos como campesinos, como la humanidad que vuelve de la tragedia a una nueva vida, con esperanza.

Ya son 7.132 fusiles, ametralladoras, morteros, pistolas, granadas y más artefactos de guerra que estaban en poder de esta guerrilla, que ahora están en poder de la ONU y, como lo dijo Jean Arnault, jefe de la Misión en Colombia de ese organismo “para Naciones Unidas la finalización de la dejación de armas de las Farc es un momento excepcional”.

Y no es para menos, la guerrilla más antigua de Latinoamérica abandonó las armas, una noticia que a nivel mundial causa emoción. Los más de siete mil hombres y mujeres que antes estaban dispuestos a continuar en la guerra, ya empezaron su reincorporación a la vida civil. “La dejación de armas por parte de las FARC es una decisión trascendental que asegura el rumbo irreversible del proceso y permite la participación política legal”, dijo el senador del Polo Democrático, Iván Cepeda.

El Institute de Economics and Peace publicó el “Global peace index 2017” donde Colombia pasó del puesto 147 al 146 en este informe global de paz. El instituto explica que “en Colombia, el cese del fuego y el proceso de paz del Gobierno y las FARC se reflejó en mejores puntuaciones en una serie de indicadores, lo más importante fue las reducciones del terrorismo y el número de muertes por conflicto interno”. 

El informe también hace un fuerte llamado a lo que está sucediendo con la guerrilla del ELN al exponer: “sin embargo, un ligero deterioro en su puntuación (Colombia) se explica por la actividad continuada del grupo armado más pequeño Eln”.

Chile y Uruguay continúan siendo los dos países más pacíficos del continente, mientras Venezuela y Colombia cierran la lista en Suramérica.

Un país menos violento

El fin de la guerra con las FARC está llegando a su final, una noticia que se refleja en un cese al fuego definitivo, que empezó el 29 de agosto de 2016, el cual ha dejado, en nueve meses, según el reporte de mayo realizado por el Cerac, solo un herido de la fuerza pública.

Dicho incidente se relaciona  con una incursión militar en una Zonal Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN) en el departamento del Guaviare, al parecer por errores de ubicación de la tropa, según informó el general Javier Flórez, comandante del Comando Estratégico de Transición.

El Cerac afirma que esta acción contraviene la norma establecida en los protocolos que prohíbe a la Fuerza Pública “ingresar a las ZVTN, Puntos de Transitorios de Normalización (PTN) y a las franjas de seguridad sin informar o coordinar con el Mecanismo de Monitoreo y Verificación (MMV)”. Hasta el momento no es posible determinar si en la acción se violó la norma de no “entrar en contacto armado”, ya que no se aclaró quién fue el responsable del ataque que dejó herido al uniformado.

No obstante, el Mecanismo de Monitoreo y Verificación del cese al fuego reportó que durante junio no se registraron acciones armadas entre las FARC y las Fuerzas Militares ni contra la población civil, aunque si se registraron cuatro reportes de acciones violentas realizadas por desconocidos en zonas donde antes había presencia de la guerrilla y que están siendo investigadas por las autoridades.

De igual forma el Mecanismo de Monitoreo y Verificación está investigando la incineración por parte de personas armadas que se identificaron como integrantes de las FARC de un vehículo y tres motocicletas en los que se movilizaban contratistas de la Compañía Energética de Occidente, en zona rural de Morales, Cauca.

Publicado en Noticias CNMH


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Envejecer en medio de la guerra

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

15 Sep 2017


Envejecer en medio de la guerra

¿Qué cuentan los viejos que no han vivido un solo día de paz en toda su vida? 


No es igual ser víctima del conflicto siendo viejo que siendo joven. Hay muchas particularidades que enfrentan las personas mayores en contextos de violencia. No es igual desplazarse forzosamente a los 30 años que cuando se tienen más de 60, hay un tema de arraigo a la tierra, de dejar una forma de vida a la que se ha estado acostumbrado por muchos años. Tampoco es fácil adaptarse a una ciudad desconocida, donde no se tiene nada y las oportunidades laborales y de emprendimiento no son las mismas. Por eso, el CNMH desarrolló, a través de su Enfoque de  la Tercera Edad, un proyecto que recoge estas historias y publica un libro y una serie radial, hecha en conjunto con la Corporación de Asuntos Mayores, organización que se dedica a resaltar la vejez como una solución, y el apoyo económico y técnico de HelpAge International y de la OIM con recursos aportaos por gobierno de Canadá.

“Estas historias les ayudarán (a los receptores) a mirar la violencia con los ojos sabios pero cansados de los viejos que han contado sus historias… es inevitable concluir que es nuestra historia, y que nos afecta dura y dolorosamente”, Javier Darío Restrepo, editor del libro Ojalá nos alcance la vida.


No es igual ser víctima del conflicto siendo viejo que siendo joven. Hay muchas particularidades que enfrentan las personas mayores en contextos de violencia. No es igual desplazarse forzosamente a los 30 años que cuando se tienen más de 60, hay un tema de arraigo a la tierra, de dejar una forma de vida a la que se ha estado acostumbrado por muchos años. Tampoco es fácil adaptarse a una ciudad desconocida, donde no se tiene nada y las oportunidades laborales y de emprendimiento no son las mismas. Por eso, el CNMH desarrolló, a través de su Enfoque de  la Tercera Edad, un proyecto que recoge estas historias y publica un libro y una serie radial, hecha en conjunto con la Corporación de Asuntos Mayores, organización que se dedica a resaltar la vejez como una solución, y el apoyo económico y técnico de HelpAge International y de la OIM con recursos aportaos por gobierno de Canadá.

“Ojalá nos alcance la vida… para ver una Colombia distinta, en paz, donde haya reparación y se dignifique a los protagonistas de biografías impactantes como las que siguen, así como a todas las víctimas de esta dolorosa y larga guerra”, María Tila Uribe, prólogo del libro.


Héctor Tabares, director de COASUMA y coordinador de este proyecto: “Sabemos que los contenidos radiales son un recurso que convoca audiencias importantes en Colombia gracias a la tradición oral, a rol protagónico de las emisoras comunitarias y al podcast en internet en dispositivos móviles[…] Buscamos socializar las particularidades de vivir el conflicto en la vejez; sensibilizar a la población en general sobre la importancia de que las nuevas generaciones puedan envejecer en un país sin guerra. Además identificar los roles de las personas mayores en el marco del conflicto armado, resaltando su capacidad de resistir y de aportar a sus familias, colectivos y comunidades”.

El libro y las radio historias están disponibles para descarga en http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes/informes-2017/ojala-nos-alcance-la-vida

Publicado en Noticias CNMH


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Lanzamiento del informe: La guerra inscrita en el cuerpo

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

14 Nov 2017


Lanzamiento del informe: La guerra inscrita en el cuerpo

Bogotá
Lugar: Antiguo Teatro México
Auditorio Jorge Enrique Molina (Calle 22 # 5-85
Fecha: 24 de noviembre de 2017. 
Hora: 5:30 p.m. 

Medellín
Lugar: Auditorio Casa del Encuentro 
Museo de Antioquia (Calle 52 # 52-43
Fecha: 28 de noviembre de 2017. 
Hora: 5:30 p.m. 

  • Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), con corte al 20 de septiembre de 2017, se contabilizó 15.076 personas víctimas de delitos contra la libertad y la integridad sexual en el marco del conflicto armado. De estas, el 91,6 por ciento han sido niñas, adolescentes y mujeres adultas.
  • Si bien estas cifras pueden ser indicativas de las magnitudes de la violencia sexual, el aún importante subregistro, la invisibilización de algunas modalidades de violencia sexual y el importante porcentaje en el que se desconoce el perpetrador, hace que no sean concluyentes.

La violencia sexual es quizás la violencia más olvidada y silenciada entre los repertorios de violencia empleados en el marco del conflicto armado colombiano. Aun así, las víctimas de violencia sexual han vivido en carne propia las vejaciones que todos los actores armados han ejercido sobre ellas. En sus cuerpos están escritas las marcas de una sociedad que silencia a las víctimas, de un Estado incapaz de hacer justicia, de familias y comunidades tolerantes a las violencias de género y de un manto de señalamiento, vergüenza y culpa que impide que se reconozca la verdad sobre lo sucedido.

Aunque ningún actor armado reconoce el uso de la violencia sexual en el marco del conflicto armado, las múltiples voces y silencios, principalmente de mujeres, confirman la magnitud de la violencia con que sus cuerpos han sido sometidos, apropiados, despojados de su humanidad. Por eso al informe lo cruzan múltiples testimonios de las 227 personas que aportaron para la construcción del mismo. Aquí ponemos solo un par de ellos: 

¿Por qué lo hacía? ¿Que pretendían hacer? ¿Qué buscaban? de pronto 
porque eran bonitas o de pronto también como decimos nosotras siempre la 
utilizaban de botines de guerra. Y también pues utilizaban el objetivo de que 
ellos se sentían dueños de ellas. 

Flor Silvestre, Magdalena 

Él siempre llevaba su doble intención, porque a él le gustaba cogerlo a 
uno que para escolta, siempre tenía muchachas así y después abusar de uno,
él le gustaba abusar de las muchachas que llevaba.

Gina, excombatiente FARC

Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, los paramilitares han sido responsables de 4.837 casos, es decir el 32,2 por ciento y las guerrillas han sido responsables de 4.722 casos, es decir, el 31,5 por ciento. Agentes del Estado han sido responsables de por lo menos 206 casos registrados y los grupos armados posdesmovilización GAPD son responsables de 950 casos. Hay un importante número de casos en los que no se ha establecido el responsable: 3.973. 

Toda forma de violencia sexual en el conflicto armado emite un mensaje político, un mensaje de poder que repercute de manera negativa en la subjetividad y en la vida de las víctimas. La violencia sexual ha operado como una violencia eminentemente comunicativa que le envía a la población y a la víctima un mensaje sobre quién manda en un territorio; el cuerpo ha servido para descifrar entre líneas eso que los actores armados quieren comunicarse unos a otros, a los pobladores y a sus víctimas. 

La guerra inscrita en el cuerpo, la nueva investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica en respuesta a la Ley 1719 de 2014, con apoyo de OnuMujeres y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), y con la colaboración de distintas organizaciones de mujeres, hace parte del acumulado de 10 años en los que el CNMH ha documentado todo tipo de violaciones a los derechos humanos y ha sido testigo de las memorias de dignidad y resistencia. Sobre temas de género el CNMH ha publicado informes como: 

La masacre de Bahía Portete. Mujeres Wayuu en la mira; Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano; Mujeres que hacen historia. Tierra, cuerpo y política en el Caribe colombiano; El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo; Desafíos para la reintegración. Enfoques de género, edad y etnia; Aniquilar la diferencia. Lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el marco del conflicto armado colombiano, entre otros. Son 10 años de historias para transformar el país y por eso este informe se lanza en la 10ª Semana por la Memoria. 

 

Esta investigación pretende avanzar en la comprensión de las circunstancias en que se ha cometido la violencia sexual en el marco del conflicto armado, para describir las motivaciones, los usos que esta modalidad de violencia tiene y la manera como los actores armados han ejercido violencia sexual en los distintos escenarios del conflicto armado, así como los mecanismos de resistencias y afrontamiento de las víctimas. 

Propone la construcción de una memoria ineludible: la de las violencias que han sido silenciadas por una sociedad que en no pocos casos ha elevado un manto de señalamiento, vergüenza y culpa sobre las víctimas. Los testimonios de dolor y sufrimiento recogidos en este informe constituyen una apuesta política desde la dignidad de las víctimas de violencia sexual que le preguntan al país: ¿qué vamos a hacer para que esto no vuelva a suceder? 

No obstante, cabe mencionar que ante los hechos de horror las víctimas han respondido con dignidad, muchas veces tejiendo estrategias de afrontamiento y resistencia para seguir con sus vidas y no permitirse sucumbir al dolor del pasado. Algunas mujeres emberá, por ejemplo, manifestaron que permanecer en el territorio, defenderlo y enfrentar con la palabra a los distintos grupos armados son las estrategias que han encontrado para protegerse y evitar que la violencia sexual se siga ejerciendo en contra de las niñas, jóvenes y mujeres de su comunidad. Otras mujeres en los contextos rurales han decidido enfrentar a los victimarios retándolos con denunciar los hechos, aunque para algunas estas acciones rebeldes les implicaron salir de sus pueblos. 

Algunas mujeres afrocolombianas, por su parte, desde los saberes propios han logrado enfrentar las situaciones de violencia sexual y sus consecuencias, gracias al apoyo espiritual y emocional que han recibido de sus parientes y vecinas en medio del dolor. Así mismo, las mujeres indígenas amazónicas del Caquetá y Putumayo manifiestan que por medio de prácticas ancestrales de sanación, como los rituales de armonización y los círculos de la palabra, los pueblos indígenas pueden reconstruir el tejido social fracturado por la guerra y contribuir a que las mujeres sanen sus heridas como víctimas de violencia sexual. 

Otra estrategia de afrontamiento que algunas mujeres han asumido es la de habitar sus cuerpos, recuperar el control sobre sus contornos, sus formas, sus devenires. Las prácticas artísticas como el teatro, la danza, la música, la pintura y la escritura también se han convertido para algunas mujeres en sus salvavidas para crecer y afrontar la adversidad. Y, por supuesto, algunas de ellas han fortalecido sus liderazgos gracias al acompañamiento que han recibido por parte de organizaciones de víctimas o de derechos humanos. 

Este, entonces, no es solamente un informe sobre la violencia sexual en el conflicto armado, es ante todo un fragmento de lo que nos sucede como sociedad. Primordialmente, debe interpelarnos como país en general acerca de cómo hemos permitido que miles de personas sufran las vejaciones y las estigmatizaciones propias de este crimen. Por esto, este documento se nutre de múltiples descripciones de dolor y sufrimiento que nos permiten entrever la complejidad de lo que somos como seres humanos, las contradicciones que nos habitan, las crueles e infames formas en que los grupos armados se han ensañado contra los cuerpos de las mujeres, los silencios y las connivencias de nuestra sociedad, pero a la par, la fortaleza, las lecciones de resistencia y de afrontamiento que estas personas han desplegado para seguir viviendo. 

Los invitamos a participar en redes sociales con el numeral   #HistoriasqueTransforman y el lema: 10 años de historias para transformar el país.

Publicado en Noticias CNMH



Guerra, Informe, Lanzamiento

“Lo que hace la guerra no tiene límites”

Noticia

Autor

Daniel Sarmiento

Fotografía

Daniel Sarmiento

Publicado

28 Nov 2017


“Lo que hace la guerra no tiene límites”

Con una asistencia de más de 1.200 personas tuvo lugar, el pasado 24 de noviembre, el lanzamiento del informe La guerra inscrita en el cuerpo. Informe nacional sobre violencia sexual en el conflicto armado, en el Auditorio Jorge Enrique Molina (antiguo Teatro México) de Bogotá. A continuación compartimos las palabras expresadas por Mariluz López, una de las mujeres víctimas de este flagelo y que hizo parte de la investigación.


Por: Daniel Valencia para el CNMH

Entre bananeras se escuchan voces que insisten en lo mismo: “El Urabá es más que sangre y dolor”, “más que malas noticias”, “aquí hay gente buena”, “no todo ha sido guerra”, “este es el paraíso”, “el territorio de los mil colores”, “la mejor esquina de América”. Cuando se llega a Carepa, municipio de Urabá, lo primero que impresiona es su paisaje: un mar de plátano y banano hasta donde alcanza la vista, y más allá. Después están los frescos y largos túneles verdes formados por árboles en la carretera y la mezcla de su diversidad cultural: se está en Antioquia y se respira el Caribe. Esto sumado a las voces de los carapenses, que claman por la verdad y la paz, es lo que los invitamos a preciar en el documental Memorias que renacen del municipio de Carepa, realizado por el Grupo de Iniciativas de Memoria del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) con la Alcaldía Municipal de la región y víctimas representantes de diferentes hechos victimizantes.

Su posición privilegiada en el Golfo de Urabá y la conexión que tiene con el océano Atlántico, el río Atrato, la zona selvática, las montañas y la frontera con Panamá lo hacen atractivo para el comercio de exportación y, al mismo tiempo, para los grupos armados como las guerrillas de las FARC y el EPL, los paramilitares de los Castaño, unificados bajo las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, cuya expansión de armada provocó el incremento de homicidios en los municipios de Mutatá, Chigorodó, Carepa, Apartadó y Turbo. Mientras las guerrillas mataban a administradores de fincas, los paramilitares masacraban a trabajadores y sindicalistas.

 

“Buenas noches, gracias a todos y todas por estar aquí esta noche. Es muy importante para nosotras, esperamos que también para ustedes.

Mujeres la violencia arremetió contra nosotras, pero no se llevó nuestra esencia.

Adentro permanece esa fuerza que una vez el miedo opaco esa fuerza que nos une, que nos mueve.

Podría decir está poesía, no es mía esta historia no es mía, porque no es de una, es de todas.

La habitación

Ya no me hace gracia el rayo de luz mañanero que se mete por la teja de eternit dándome los buenos días. Ya no… ya no tiene encanto esta habitación para mí; la pared tiene una humedad, se empezó a podrir de dolor de ver lo que allí sucedió.

Las muñecas coloridas en la estantería cerraron sus ojos, aparentemente se volvieron aserrín.

Las paredes blancas quedaron manchadas por el deseo bestial de unas mentes retorcidas.

La ventana que daba a la luz principal no volvió a abrirse, se encogió de miedo; sus cerrojos se oxidaron al extremo, se redujeron de terror.

La vergüenza, la inseguridad, la burla son constantes en el espejo.

Los fantasmas de esa época a veces van y vienen como cortinas de humo.

Aborrezco donde duermo tanto como a mi colchón, siempre evoca los sucesos de junio; sólo el rechinar de mi cama al acomodarme trae a mi memoria el vaivén en mis oídos una vez y otra vez.

Ahí estaba yo, inconsciente con mi desnudez, frágil cual marioneta manejada por cinco pares de manos diferentes; desperté en plena función con vagos recuerdos, me manipulaban como querían; había sobre mi uno me oprimía con fuerza, los cuatro restantes ya habían acabado el acto. Me sentía adolorida y cansada mientras los demás observaban el festín con lascivia, fui objeto de escarnio…

Cuando recuperé un poco de fuerza me levante y caí sobre un líquido con restos de bilis; no sé si era mío pero aun así vomite allí observado mi inmundicia.

Me revolqué de rabia, mis piernas y caderas parecían púrpuras, mi busto aún tenían las secuelas de unas uñas eufóricas.

Grité, mordí mis labios, rechiné mis dientes de agonía y más tarde que pronto, esas cuatro paredes se convirtieron en montañas donde sólo se escuchaba el aullido de un lastimado lobo. Quise que la noche me abrazara y que su bruma me matara.

El camino al baño fue largo, aunque luego de llegar, en él me quedé y fue en ese instante donde tuvo lugar el primero de muchos intentos por volver a ser lo que alguna vez fui; me lavé a mí y a mis culpas, el espíritu abandonó la carne y quedaron las penurias.

Me lamenté como mandrágora al punto que mis ojos desencadenaban torrentes de agua salada, ese día me volví de cartón y finalmente me reduje a nada.

La ropa que usé la quemé en un intento desesperado de que con ella se quemaran también los recuerdos.

Esta casa era mi fortaleza, mi sitio favorito de bellos recuerdos en donde crie a mis hijos y compartí con el amor de mi vida, ahora veo la inseguridad merodeando por todas partes, en todos los momentos.

El pavor se clavó en mis costillas; la ansiedad va conmigo, ahora intrínseca a mi pecho y se cree con el derecho de robarme la respiración.

Lo que más quisiera es tener alas y volar tan alto, tan lejos, a tal punto que la tierra no parezca más que un grano de arena en la inmensidad del desierto; donde las manos humanas no me toquen y no osen hacerme daño

Hay algo que aún me duele y sé que en lo que me queda de vida, seguirá ahí, incrustada en mí, como una espina: Lo que hace la guerra no tiene límites, experimentar las secuelas que deja en nosotras es aterrador.

Lo insignificante que se vuelve la vida bajo esa tela roja no lo puedo describir, no encuentro las palabras, ¿Qué tan inhumano se puede llegar a ser por ello?, ¿Qué tantas semillas de miedo habrán sembrado en los corazones de personas inocentes? Y una pregunta que perturba: ¿Se detendrá?

Ustedes tienen acá, valiosos testimonios, rompecabezas vivos con piezas pérdidas. Por eso está la responsabilidad de unir las piezas, sin pensar que somos una cifra más.

Contar estas historias de vida es nuestro aporte, desde ahora esperamos que ustedes recojan estos hijos, y tejan con ellos un nuevo horizonte. Esperamos que se apropien de su dolor y de nuestras luchas, que ya no sean más las luchas solo de las mujeres.

Esperamos un real compromiso, que generemos cambios en la justicia, esa misma que a veces es tan injusta con nuestras historias, como en las políticas públicas que a veces son tan esquivas, pero sobretodo en la sociedad que a veces es tan mezquina y le falta memoria.

Este es nuestro llamado para que lo que se narra trascienda el papel y se convierta en hechos de verdad y justicia”.

Mariluz López

Publicado en Noticias CNMH



Guerra, Limites

‘La escuela es fundamental para que niños y niñas no se vinculen a la guerra’: José Luis Campo

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Daniel Sarmiento

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Daniel Sarmiento

Publicado

11 Feb 2019


‘La escuela es fundamental para que niños y niñas no se vinculen a la guerra’: José Luis Campo

En el Día de las Manos Rojas, iniciativa mundial contra el reclutamiento forzado de menores, hablamos con el director de la asociación Benposta, quien advierte que este flagelo no es un tema del pasado. Campo señala, además, que “defender la escuela es defender la vida”.


Juan Pablo Esterilla

“La escuela es fundamental para que los niños y niñas no se vinculen a actores armados. Dejar la escuela es el indicador de riesgo más alto para ser víctima de reclutamiento forzado, o para sufrir explotación sexual o laboral”, dice José Luis Campo, director de Benposta: Nación de Muchachos Colombia, una asociación que lleva 40 años trabajando por la defensa y promoción de los derechos de niños, niñas y jóvenes. “Defender la escuela es defender la vida”, continúa José Luis en esta entrevista que le hicimos a propósito del Día Internacional de las Manos Rojas, una iniciativa contra el reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes en conflictos armados, que se celebra este 12 de febrero.

En 60 años de guerra en Colombia, 17.778 niños, niñas y adolescentes fueron reclutados y utilizados por los grupos armados legales e ilegales, según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica. El 25,89% corresponde a niñas y adolescentes mujeres, mientras que el 71,27% a niños y adolescentes hombres. El Observatorio estableció, además, que de ese total 4.857 pertenecieron a las guerrillas y 1.581 a los paramilitares.

Aunque gracias al acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno cientos de niñas, niños y adolescentes dejaron de escribir sus historias de vida en la guerra, hoy el reclutamiento forzado de menores sigue siendo una realidad en Colombia. La Defensoría del Pueblo, la Fiscalía, y organizaciones de derechos humanos, vienen advirtiendo que la guerrilla del ELN es una de las principales amenazas para los menores de edad.

¿Qué explica que un niño, niña o adolescente termine en las filas de un grupo armado?

Quienes terminan haciendo parte de grupos armados son niños, niñas y adolescentes que tienen historias marcadas por la vulneración de derechos. ¿Qué manifiestan ellos? “Nosotros entramos a la guerra no porque quisiéramos, sino porque éramos victimas en nuestras familias y territorios”. Son víctimas de situaciones estructurales: pobreza, inequidad, falta de oportunidades…

Generalmente se cree que el reclutamiento es bajo la fuerza, pero en Colombia suele ser voluntario (por persuasión) y se ejerce casi como un grito de auxilio ante las condiciones de degradación, de abandono. El grupo armado se visualiza, en muchos casos, como un elemento de salvación. Por supuesto, luego los niños, niñas y adolescentes viven en la guerra situaciones que no imaginaban. Se dan cuenta de que se les vulneran sus derechos fundamentales y los obligan a asumir un rol de guerrero que no les corresponde.

En los últimos 15 años ustedes han trabajado por prevenir el reclutamiento forzado, y por construir “redes de entornos protectores”, en regiones como Buenaventura (Valle), Mesetas y Villavicencio (Meta), San José del Guaviare (Guaviare) y Catatumbo (Norte de Santander). En esos lugares, ¿el reclutamiento forzado sigue siendo una realidad latente para los niños, niñas y adolescentes?

Teníamos la confianza, como miembros de la Coalición contra la violencia de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia, que participó en la mesa de diálogos (de paz entre el Gobierno y las FARC), de que con la implementación llegaran las condiciones de bienestar que las comunidades de regiones apartadas del país han pedido durante años. En todas esas regiones lamentablemente no se ha dado lo que esperábamos. No hay oferta de salud, de educación, de cultura…

La realidad es que continúa fuerte la oferta de la guerra. Nunca habíamos visto en el Catatumbo, por ejemplo, tanto riesgo de reclutamiento en el sentido amplio de la palabra. Es decir, no solo entendiendo el reclutamiento como el ingreso formal del niño, sino también como su participación en el marco del conflicto bajo el control de un actor armado.

¿Por qué dice eso? ¿Qué está pasando en esos lugares?

Por ejemplo, la confrontación entre el ELN y el EPL ha desconocido escenarios protegidos. En febrero del año pasado la escuela de Filo Gringo, en el Catatumbo, estuvo entre fuego cruzado. A partir de ahí, con la Diócesis se señalizó el colegio como entorno protector con signos internacionales, banderas blancas. Defender la escuela es defender la vida.

También el año pasado en la comuna 12 de Buenaventura, en medio de una actividad cultural, hubo un enfrentamiento al lado de la escuela. Y la Secretaría de Educación de ese municipio, decretó en noviembre pasado el cierre de todos los colegios públicos por una semana. Es cierto que no hay ataques directos contra las escuelas, pero los contextos que se están dando hacen que haya altas probabilidades de deserción.

Finalmente, hay una dificultad en Teorama y San Calixto, Alto Catatumbo: las minas antipersona. En estas zonas los niños y niñas caminan en muchos casos más de una hora para acudir a la escuela, y para ellos está latente la posibilidad de encontrarse en el camino con grupos armados, o verse afectados por minas.

¿Qué balance puede hacer del programa de inserción social que propuso el acuerdo de paz para niños, niñas y adolescentes desvinculados de las FARC?

Ha sido difícil el monitoreo al programa por compromisos de confidencialidad. No obstante, antes de que terminara el mandato de Santos, Paula Gaviria, entonces Consejera de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, presentó un informe en el que aseguró que el 80% de los desvinculados ya vivía con sus familias y comunidades. Para mí es problemático que al cabo de tres meses (que era el tiempo que había corrido cuando Gaviria hizo este anuncio) los niños, niñas y adolescentes ya hubieran dejado los centros transitorios, pues en muchos casos las condiciones estructurales de sus familias y entornos seguían siendo las mismas que los obligaron a salir. Es una revictimización porque están viviendo de nuevo con elementos expulsores. Generalmente sus familias no forman parte de su proyecto de vida.

Me da la impresión de que el Gobierno está trabajando mucho a través de procesos individuales de apoyo, pero no de acompañamiento integral y colectivo. No hay un acompañamiento fuerte para, por ejemplo, generar ingresos. Y eso afecta su proceso de construcción de proyecto de vida e implica un riesgo altísimo pues, repito, no están haciendo su proceso de inserción social en contextos de paz.

¿Usted cree que hoy existe más consciencia sobre la necesidad de prevenir el reclutamiento forzado?

Hoy en día hay una gran sensibilidad en las regiones sobre el tema de los derechos de niños y niñas. Hay una conciencia de que hay que recuperar la escuela como entorno protector, de que hay disminuir la deserción. Celebro las propuestas de acción colectiva, la construcción de capacidades locales que están haciendo los movimientos sociales en los territorios.

Me preocupa que en los medios de comunicación el tema esté enfocado en la responsabilidad de los comandantes guerrilleros, lo cual se entiende porque este es un delito no indultable. Pero creo que el tema debería discutirse más allá de la búsqueda por la judicialización de los responsables.

Descargue aquí el informe “Una guerra sin edad”.

Publicado en Noticias CNMH



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