Etiqueta: Víctimas

“Nuestro compromiso es acompañar a las víctimas en su búsqueda de la verdad”

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

César Romero para el CNMH

Publicado

29 May 2015


“Nuestro compromiso es acompañar a las víctimas en su búsqueda de la verdad”

El jueves 28 de mayo, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, fue presentado el informe Textos corporales de la crueldad. Gonzalo Sánchez, director general del Centro Nacional de Memoria Histórica, fue el encargado de darle apertura a este sentido evento en el que organizaciones, víctimas y el público asistente reflexionaron y recordaron a las miles de víctimas de desaparición forzada en Colombia. A continuación compartimos sus palabras:

“Hoy vamos a hablar aquí en Bogotá de una historia dolorosa pero poco conocida. Debemos hacerla pública, para cumplir con el compromiso que tiene el CNMH y el compromiso que tenemos como sociedad con todas las víctimas, y muy especialmente con aquellas que fueron las más duramente golpeadas, pero que han sido las menos visibilizadas y reconocidas. Con este informe titulado Textos corporales de la crueldad: memoria histórica y antropología forense, pretendemos romper el silencio sobre uno de los muchos crímenes que afectaron a la población caqueteña, hace ya 13 años.

El informe es un ejercicio de memoria histórica que tiene como escenario la Inspección de Puerto Torres, perteneciente al municipio de Belén de los Andaquíes  . No obstante, estas páginas esclarecen una historia atroz: la que subyace a la muerte, el rastreo y la exhumación de 36 cuerpos hallados por el CTI de la Fiscalía  en 2001 en Puerto Torres,. Y relata las acciones del Frente Sur Andaquíes del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, que se instaló en el año 2000 en medio de una población con poco más de 500 habitantes para crear allí lo que por su estructura y funcionamiento puede ser designado como una “escuela de la muerte”: un lugar cuya existencia estuvo atada a otros modos de violencia no menos infames: el confinamiento y amedrentamiento de la población, la tortura, el asesinato y la desaparición forzada de personas.

Durante el proceso de paz del presidente Pastrana, al tiempo que se abrió una “zona de despeje” que para muchos entregó el norte del Caquetá al control de la guerrilla durante las negociaciones, el sur del Departamento fue literalmente “tomado” por el paramilitarismo, por varios frentes cuyos miembros provenían de Urabá y de otras regiones del norte del país. De tal manera, la región sufrió una nueva Conquista, que la dividió en dos, sin que se produjera un enfrentamiento directo entre ese norte “despejado” para la guerrilla y ese sur “tomado” por el paramilitarismo, sino a través de la población civil, que en medio de tan peligroso escenario fue duramente estigmatizada y victimizada, como le ha sucedido a tantas otras poblaciones en medio de la guerra.

En Puerto Torres —uno de los lugares afectados por la violencia paramilitar que se desencadenó en ese entonces en el sur del Caquetá—, toda la población fue vulnerada por parte de los paramilitares del Frente Sur Andaquíes. La suya fue una incursión prolongada que, en contra de lo aducido por este actor armado en otros territorios del país, no estuvo asociada a la expulsión de otro actor armado preestablecido o al previo señalamiento de sus habitantes como colaboradores de la guerrilla, sino al aprovechamiento de la condición marginal de este pueblo en la guerra para instalar con libertad oprobiosos mecanismos de terror. El confinamiento y el silencio impuestos a los habitantes de Puerto Torres, la convivencia forzada en sus casas con los verdugos, el desfile de la muerte por sus calles, la profanación de la escuela que de espacio de enseñanza ciudadana fue convertida en una escuela de la crueldad y la conversión en calabozo de la casa cural, son solo algunos de los hechos que dan cuenta de la violencia cotidiana sufrida por los belemitas de esta zona, en donde un pequeño caserío terminó “convertido en un gran cementerio con iglesia, escuela y campo de fútbol”, como lo refiere la investigadora Helka Quevedo, relatora de este informe.

La deshumanización, en un contexto de guerra degradada, llegó a extremos casi inimaginables en Puerto Torres, tanto por el carácter despiadado de los perpetradores como por el daño infligido a las víctimas. Allí, la tortura y la desaparición forzada fueron convertidas en rutina por parte de los emisarios de la muerte.

El perfil y el talante del victimario se revelaron en esta investigación, y de qué manera, en los cuerpos mismos de sus víctimas. La violencia ejecutada con crueldad y sevicia dejó huellas indelebles sobre los cuerpos o lo que quedó de ellos. Pero en este caso no solo hablaron los cuerpos. También la figura del victimario fue escuchada directamente en esta investigación, en la medida en que contribuyó a reconstruir, a partir de su propio conocimiento, el mapa de las atrocidades cometidas. Es uno de esos pocos casos de colaboración efectiva en el esclarecimiento por parte de los perpetradores.

Los 36 cuerpos exhumados en 2001 corresponden a 36 personas desaparecidas, de las cuales solo se han podido identificar plenamente 9. Lo que nos lleva a indagar acerca del significado de la desaparición forzada, ese reto enorme de vivir a la espera de respuestas, o a vivir en una altísima proporción de casos sin respuestas.

En primer lugar, hay que decir que la desaparición forzada es un evento con resonancias comunitarias: los amigos, los parientes, los vecinos… todo el mundo termina afectado. Obliga a las personas del entorno familiar a cambiar sus proyectos de vida. La desaparición forzada, pudiera decirse, es una especie de herida abierta en la sociedad, en la familia, en los círculos sociales, políticos y culturales de los sobrevivientes.

En segundo lugar, y por más doloroso que sea reconocerlo, la desaparición forzada dificulta la construcción de empatías sociales. La sociedad reacciona con cierta diligencia frente a la certeza, pero no frente a la incertidumbre. El desaparecido es socialmente una categoría difícil de precisar. Se configura como un no lugar: no está entre los vivos, no está entre los muertos. ¿Qué es entonces para la sociedad un desaparecido? El desaparecido es un sujeto “puesto bajo sospecha”. Para muchísimas de las personas que no han vivido el conflicto armado, que lo observan desde la distancia, el desaparecido es alguien que huye, es alguien que se esconde, o es alguien que abandona su hogar. Es una figura cercana a la del ilegal… No se inscribe claramente en el horizonte de las víctimas, puesto que carece de los criterios usuales de reconocimiento de una víctima; a saber: la materialidad del cadáver y la evidencia de una acción violenta cometida contra él.

Sin embargo, a partir de múltiples experiencias internacionales se ha podido establecer “la triple condición que implica la categoría desaparecido: la falta de un cuerpo, la falta de un momento de duelo y la de una sepultura” (Ludmila Da silva, “Sin cuerpo, sin tumba. Memorias sobre una muerte inconclusa”). Por años se extiende el dolor en el círculo cercano de la víctima, que espera, busca, espera, busca… (Ludmila Da Silva). La indeterminación dificulta la elaboración y el cierre del duelo.

En este contexto, el acompañamiento de la memoria se propone romper esa imagen distorsionada e interpelar a la sociedad o a la institucionalidad ausente o cómplice a hacerse cargo de su responsabilidad y solidaridad con quienes a menudo quedan solos en su ansiedad y su sufrimiento.

(Como lo ha dicho Sylvia Karl en “Rehumanizing the Disappeared”): En los discursos y prácticas de la desaparición forzada todavía predomina, más que una memoria colectiva o nacional, una contramemoria: la negación. De ahí que los objetos, las huellas, las pancartas, las fotos con los rostros de los desaparecidos, las siembras de árboles… cobren tanta importancia como elementos de recomposición de la identidad perdida o suspendida. El clamor por la verdad y la memoria, por la rehumanización, es la exigencia más vigorosa de esta forma de victimización. Cremar, enterrar, despedir, son rituales social y psicológicamente necesarios en la narrativa de los sobrevivientes.

La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad muy asociado a las dictaduras; por eso, en un país como Colombia —internacionalmente identificado como país de democracia— ha sido muy difícil visibilizarlo, pese a que su grado de ocurrencia y magnitud es totalmente comparable con esas experiencias extremas.

Por otro lado, la presencia cotidiana de los actores armados o de actores sociales o políticos involucrados en la violencia, y las tensiones comunitarias, son factores que inciden en la posibilidad de romper o no el silencio. El miedo a la violencia reiterada genera autocensura. El escenario regional tiende, por tanto, a ser mucho más limitante sobre la acción y la palabra que el espacio nacional, en el cual se encuentran variados recursos de conocimiento, de contactos y apoyos legales o políticos, incluso internacionales. El lanzamiento del informe en Florencia y Puerto Torres nos mostró lo importante que es para los familiares poder compartir las emociones y sentir el apoyo de organizaciones o instituciones de otras regiones. Una de las familias comentó allí: “nos sorprendió que hubiera gente de otros lugares que sin conocernos se interesara por nosotros, por nuestro dolor”.

El propósito del CNMH al hacer la triple presentación pública de este informe,  en Florencia,  en Puerto Torres, y hoy en Bogotá, responde al anhelo de fortalecer la capacidad de denuncia de la población que se ha visto afectada por el conflicto armado en la dimensión de la desaparición forzada de personas, y un intento por recuperar los lazos sociales e institucionales trastocados por la violencia y la indiferencia. Frente al silencio forzado, la recuperación de las condiciones para el ejercicio de la palabra es una tarea ineludible de dignificación comunitaria. Volver a hablar o comenzar a hablar es un derecho que todos debemos contribuir a proteger.

Los japoneses tienen la bella y elocuente costumbre de reparar con oro sus cerámicas rotas, resaltando con ello que la historia de los objetos queridos no es algo que se pretenda ocultar sino resaltar. A semejanza de esa práctica, el ejercicio de memoria realizado en Puerto Torres a través de la investigación forense no desaparece ni oculta las heridas sufridas por su población, aquellas que convirtieron a esa inspección en un sitio fantasmal y en un cementerio clandestino, sino que, por el contrario, la memoria de las exhumaciones reconstruye las heridas, las relieva en su sanación como una muestra de resiliencia: esa capacidad que tienen los seres humanos de recuperarse y hacerse más fuertes tras los quebrantos sufridos.

Las exhumaciones realizadas en Puerto Torres han tenido una fuerza desencadenante de investigación y esclarecimiento insospechada. Las instituciones y organizaciones aquí presentes dan cuenta de ello.  Se trata de una reconstrucción forense que irradia en el campo judicial, en el de los derechos humanos y en el personal. De hecho, las exhumaciones allí realizadas han sido una oportunidad para desenterrar la violencia y brindarles a sus víctimas la verdad que intentó ser ocultada por los perpetradores; una oportunidad para encontrar la identidad y con ello la historia de los restos inertes; una oportunidad para exhumar a esos seres humanos y darles una sepultura más digna. Las exhumaciones han sido, en ese sentido, una oportunidad para las familias de mitigar el dolor. Lo que sucedió en Puerto Torres sucedió en otros muchos sitios de Colombia que también están en la búsqueda de su cuerpo 36. Nuestro compromiso aquí y allá es acompañar a las víctimas en su dolor, en su coraje y en su búsqueda de la verdad que hoy todavía permanece enterrada.”

Gonzalo Sánchez Gómez

Publicado en Noticias CNMH



CNMH, Verdad, Víctimas

No más silencio ni impunidad frente a la violencia sexual

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

04 Jun 2015


No más silencio ni impunidad frente a la violencia sexual

Lulú tenía solo 10 años cuando tuvo conciencia de la guerra. Por esos días, en las montañas del oriente antioqueño, se empezaba a escuchar que los hombres del ELN estaban rondando y organizando reuniones con las juntas veredales. Su madre, una de las líderes de la región, asistió a algunas estas reuniones y Lulú la acompañaba a pesar de que no sabía de lo que hablaban. La guerra no era un tema de niños.

Pasaron los años – dos exactamente – los encuentros y las reuniones. En las absurdas lógicas de la guerra, Lulú se volvió “apta” y a sus 12 años fue obligada a incorporarse al grupo armado. Las ampollas en sus pies fueron las primeras marcas que dejó su paso por la guerrilla, pues sus botas no le servían y las largas caminatas sólo generaban más dolor y empeoraban sus heridas. Pasaron días, tal vez semanas -no lo recuerda muy bien- hasta que el grupo del cual ya hacía parte se detuvo en un campamento. “Por fin un descansó” pensó. Sin embargo, en ese lugar sería abusada sexualmente por el hombre que lideraba su frente, quien además la amenazó con hacerles daño a su mamá y a su hermano si contaba lo que pasó.

Los abusos continuaron día tras día. Cansada de su situación buscó ayuda en el mismo grupo y la consiguió en otro compañero de su frente guerrillero, quien a cambio de “favores sexuales” le facilitó la fuga. Nuevamente sus derechos y libertades como mujer fueron vulnerados. Sin embargo, pudo huir y llegar nuevamente a su casa, pero su felicidad solo duraría unas horas. Las Farc estaban en su vereda y su madre no quería verla nuevamente en un grupo armado.
Se desplazó a Medellín, una ciudad en la que sin oportunidades ni apoyo, tuvo que ejercer trabajo sexual desde los 13 años. Aún hoy siente rabia, dolor y una fuerte gastritis que la acompaña desde su paso por la guerrilla.

La historia de Lulú fue uno de los casos que se escucharon el pasado lunes 25 de mayo en Cartagena, en donde mujeres víctimas y representantes de varias organizaciones del país se reunieron para los Diálogos de la Memoria acerca de violencia sexual en el conflicto armado. “Yo fui violentada sexualmente y desplazada de Apartadó, y sé lo difícil que es hablar, dejar el temor. Pero estos encuentros ayudan para que las mujeres nos pellizquemos, tenemos que contar lo que nos pasó o nadie va conocer la historia y nadie va a hacer nada” expresó Luz Marina Roldán, Fiscal de AFROES, quien desde hace 3 años vive en Cartagena.

Y es que según datos del Registro Único de Víctimas -con corte al 1 mayo de 2015- en Colombia 10.042 personas han declarado ser víctimas de violencia de sexual en el conflicto armado. De esta cifra el 90%, es decir 8.996 casos, fueron denunciados por mujeres. De acuerdo con estas mismas estadísticas, Antioquia con 1.836, Nariño con 726 y Magdalena con 677, son las regiones donde más casos se han registrado.

“¿Qué es lo que más me sorprende? La resistencia de estas mujeres, eso es lo más admirable. Porque a veces la violación es peor que la misma muerte y aprender a vivir con ese recuerdo es muy duro.” Dice Dunia León de la Ruta Pacífica de las Mujeres en la regional Bolívar, quien al igual que Luz Marina, invita a denunciar y no guardar silencio para que continúe en impunidad.

Durante el encuentro, desde el CNMH se compartió con las 30 mujeres participantes los avances del informe que se adelanta desde el año pasado sobre la violencia sexual en el marco del conflicto armado. “Con este tema tenemos una deuda social. Debemos superar la idea de que la violencia sexual incumbe a las víctimas, actores armados y a quienes ejercen justicia, todos como sociedad debemos hablar, pensar y comprender para tomar medidas que permita pensar en la no repetición de estos hechos” expresó Rocío Martínez, investigadora principal del informe.

La violencia sexual es un tema del que en Colombia nos ha costado hablar, más en un contexto de conflicto armado, pero es gracias a estas mujeres y organizaciones que trabajamos para visibilizar sus testimonios, recuerdos y luchas, un reto que nos pone día a día un panorama distinto para acabar con la impunidad y el anonimato de las víctimas de violencia sexual.

 


Impunidad, No, silencio, Víctimas, Violencia Sexual

“En mis sueños te espero cada día”

Noticia

Autor

Ayda María Martínez.

Fotografía

Ayda María Martínez.

Publicado

05 Jun 2015


“En mis sueños te espero cada día”

Con zapatos de las víctimas, familiares de personas desaparecidas forzadamente en Cali conmemoraron el Día Internacional de Detenido Desaparecido para recordar que ellos siguen dando pasos por la región.


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    Marlene García decidió hablar después de 15 años de silencio sobre la desaparición de su hijo Jairo Iván.

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    Moraima Otero sigue soñando con el regreso de su esposo, Gustavo Armel Ramírez.

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    Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua junto con una de las familiares que participa con frecuencia en la galería de la memoria todos los últimos viernes de cada mes.

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    Olivia Delgado sigue tocando las puertas de los medios de comunicación de Buenaventura en sus intentos por encontrar a su mamá y hermana.

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    Nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos”, Mireya, madre de Jason y Carlos Alberto.

Moraima Otero sigue soñando con el regreso de su esposo, Gustavo Armel Ramírez.

“Yo lo veía más delgado y acompañado de señores ancianos. Lo vi pero él no me respondió ni el saludo”. Para Moraima Otero, los sueños son el espacio en el que puede mantener la cotidianidad que se rompió el 12 de agosto de 2010. Ese día su esposo, Gustavo Armel Ramírez, un conductor de tractomula, desapreció en la ruta a Buenaventura con una carga de café que apareció intacta días después en una bodega de Cali y el automotor en un sitio entre Media Canoa y Picapiedra, pero de su esposo no se ha sabido nada. Desde ese día Moraima no ha cesado la búsqueda, ni en sus propios sueños.

“No sé qué me querrá decir, pero estoy aquí en la lucha por nuestros desparecidos. Hay muchas víctimas que se guardan su dolor y no denuncian. No podemos dejar a nuestros seres queridos desparecidos eternamente. Tenemos que luchar por el derecho de ellos de tener descanso y el de sus familias a tener un sitio dónde ir a llorar su ausencia”, medita Moraima al recordar su sueño más reciente con Gustavo. Mientras tanto mantiene su trabajo con la Fundación Nidia Erika Bautista para ayudar a otros que, como ella, están unidos por el mismo dolor.

Moraima fue una de las víctimas que participó en los eventos de conmemoración de la semana del detenido desaparecido el viernes 29 de mayo en la ciudad de Cali. Ese día, familiares de víctimas de desaparición forzada del departamento del Valle se reunieron desde la mañana para realizar una jornada especial en honor de sus familiares en la plazoleta de San Francisco. Si bien todos los últimos viernes de cada mes hacen la “Galería de la memoria Tiberio Fernández Mafla” en la que los caleños ven los carteles de las víctimas de desaparición forzada en el pasillo a lo largo de la iglesia, el viernes anterior contaron con la compañía de familiares provenientes de Buenaventura, Restrepo, El Zarzal y otros municipios del Valle del Cauca.

 

Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua junto con una de las familiares que participa con frecuencia en la galería de la memoria todos los últimos viernes de cada mes.

Y es que desde la desaparición de la ambientalista caleña, Sandra Viviana Cuéllar, el fenómeno de la desaparición forzada en el departamento es un motivo para llamar la atención de la sociedad. Desde esa fecha y de manera muy espontánea, los familiares de víctimas de desaparición forzada se dan cita en la plazoleta de San Francisco para recordar a sus seres queridos. A sabiendas que no mueren, mientras no los olviden.

Es en ese momento en el que nace la “Galería de la Memoria Tiberio Fernández Mafla”, impulsada por la Fundación Guagua, como una manera de visibilizar a las víctimas de crímenes de Estado y de mostrar la solidaridad con las familias de la región.

Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua recordó que a esta actividad se suma el “Carnaval por la vida, contra la desaparición forzada” con la idea de que “los desaparecidos nos duelan a todos”. Por ello, el plantón de cada último viernes de mes que recuerda que las víctimas de este delito de lesa humanidad supera la cifra de 3.400 personas sólo en Cali, que se suman a los más de 45 mil colombianos reconocidos como víctimas de este delito según el MOVICE.
“El problema no es de cifras, sino del impacto humano, del daño a las familias. Cuando se desaparece el sustento, el cambio de roles, las enfermedades a partir del dolor. Ningún ser humano está preparado para un crimen de lesa humanidad como la desaparición forzada. Es romper un ciclo, es el ritual que no se ha hecho a su ser querido, es el desconsuelo porque no lo encuentra y que quiere encontrarlo ya”, expresa Delia.

 

Olivia Delgado sigue tocando las puertas de los medios de comunicación de Buenaventura en sus intentos por encontrar a su mamá y hermana.

“Si están vivas que aparezcan y si están muertas también”

Las historias y modalidades son tan diversas como cada uno de los 45 mil desaparecidos que le duelen a Colombia. Para Olivia Delgado Angulo la desaparición de su mamá y su hermana, María Ángela y Luz Ángela Angulo, respectivamente, el 3 de junio del 2011, no sólo la invade de tristeza en su vida cotidiana, sino de enfermedades en sus articulaciones, riñones, pero sobre todo en su corazón. En Buenaventura no hay medio de comunicación que no la reconozca en su labor de búsqueda pues hasta allá ha llegado tratando de encontrarlas.

“Sigo guardando las esperanzas. Si están vivas que aparezcan y si están muertas también. Cada día que pasa es un dolor que no termina. Mucha gente me dice que las ha visto pero ya no le creo a la gente que lo dice. Espero encontrarlas ojalá vivas a las dos. Sueño con ese momento. Me da mucha tristeza, lloro, es duro”.

Nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos”, Mireya, madre de Jason y Carlos Alberto.

Olivia está unida a Mireya Ortiz a través de ese hilo indetectable y delicado del destino que las puso en el mismo lugar, alrededor de tragedias similares. En Buenaventura dos hijos de Mireya desaparecieron en diferentes momentos. Su hijo mayor Jason en 1987 a los 7 años. 25 años después el mismo fenómeno tocaría la puerta de su casa con la desaparición de su hijo Carlos Alberto, quien tenía 21 años.

Ella es consciente que los actores armados han hecho presencia en diferentes momentos de la historia de Buenaventura, pero que sus hijos han sido víctimas del mismo delito. “Uno no puede decir quién fue, pero están las dudas. Es algo que le queda en la vida una zozobra que nunca puede descansar el corazón, pero nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos. No pierdo la esperanza”.

Es el mismo caso de Sandra Milena Millán, que no cesa la búsqueda de su hermano Fernando Millán, desde aquel 21 de septiembre de 2010 cuando él salió a sus labores cotidianas de ganadería hacia la vereda de Río Bravo en el municipio de Restrepo, Valle. No volvió, aunque se conocieron llamadas de extorsión a la familia de Guillermo Bedoya con quien iba su hermano.

“En este momento no importa quién fue sino lo que hicieron con mi hermano. Llevo 5 años en una búsqueda incansable. Hay una madre clamando su presencia y lo peor es que no hay respuestas. Parece que al país no le interesara este fenómeno. Es muy difícil  buscar a un desaparecido, mantiene uno en un paseo institucional y no pasa nada”.

Marlene García decidió hablar después de 15 años de silencio sobre la desaparición de su hijo Jairo Iván.

El peor aliado es el silencio

Marlene García, tras la desaparición de su hijo el 16 de mayo de 1997, dejó que el silencio la inundara. Ella guardó por mucho tiempo la historia de Jairo Iván Hurtado, un fiscal sin rostro al servicio de la Fiscalía que estaba en riesgo por una investigación de corrupción. Él lo sabía y había preparado a su madre para un desenlace fatal. Se lo llevaron de la calle 47 en el barrio Salonia de Cali. Lo bajaron de un taxi y se llevaron al conductor también. Los dos desaparecieron.

“Él me preparó mucho, me dijo que si me pasaba algo no fuera a investigar porque me matarían. Pero siéntase orgullosa de tener un hijo verraco como yo que no se torció por ninguna plata. Estuve mucho tiempo callada por miedo, pero el dolor y saber que fue una persona que lo hizo todo con honestidad, no me dejaron quedar callada. A los 15 años de su desaparición dije voy a denunciar el caso. No voy a conseguir nada es solo visibilizar. Sólo quiero la verdad y que se reconozca que él si trabajo allí porque el sistema lo desapareció”.

La desaparición forzada no sabe de edad, género o momento. Es un delito que se sigue registrando a pesar de estar más visibilizado. Alexandra Herrera desapareció junto a su hija Luisa Fernanda Gómez el 26 de octubre del año pasado, su hermano Augusto Herrera, llegó con este caso para unirse al grupo de familiares de persisten en luchar por encontrar sus seres queridos. “Van 7 meses y no hemos tenido ningún resultado. Con derechos de petición queremos saber de resultados de la investigación. Se perdieron dos seres humanos y es como si se hubiera perdido cualquier cosa. Es muy duro llegar a la casa de los padres sin ninguna respuesta. Ver a los viejitos llorando a toda hora, no es vida. Solo pedimos que el caso no quede en el archivo y en la impunidad”, dice Augusto.

Olivia, Moraima, Delia, Mireya, Marlene y Augusto están unidos por ese lazo del destino que seguramente se extiende a toda la sociedad, la que también llora a sus desaparecidos porque finalmente, todos fueron puestos en el mismo sitio y alrededor de la misma tragedia. Ellos no paran su búsqueda, ni pierden las esperanzas. Tanto, que ni en sus sueños los dejan de buscar. La diferencia que sólo encuentran lo que esperan en sus sueños, porque es allí donde los ven un día tocar a la puerta de sus casas y estar de regreso al seno de sus familias.

 


Cali, Desaparición Forzada, Testimonios, Víctimas

Todo listo para la peregrinación a Trujillo

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

13 Jun 2015


Todo listo para la peregrinación a Trujillo

Con una conmemoración de los 25 años del comienzo de la masacre de Trujillo, y la celebración de los 20 años de la Asociación de familiares de víctimas (Afavit), este sábado los trujillenses realizarán su peregrinación anual.


Como cada año, se espera la llegada de cientos de peregrinos de todos los lugares del país, que expresarán su solidaridad con esta población del norte de Valle del Cauca, donde tuvo lugar lo que se conoció como la masacre de Trujillo. Esta consistió en una serie de desapariciones forzadas, torturas, detenciones arbitrarias y homicidios que fueron perpetrados por una alianza temporal entre narcotraficantes, paramilitares y agentes del Estado, y que dejó casi 400 víctimas.

Este año, el evento empezará con una procesión llamada ‘Recorriendo el Camino de Memoria y Resistencia’ que estará dirigida por la artista Yorlady Ruiz y el Grupo infantil Jimmy García Peña. Luego se llevará a cabo una eucaristía donde se recordará a los mártires de esta masacre y donde las matriarcas y patriarcas de Afavit realizarán un altar artístico.

En las horas de la tarde se hará un reconocimiento a los fundadores e impulsores de Afavit, organización que ha sido reconocida en múltiples ocasiones nacional e internacionalmente. En 2013 recibieron el Premio Nacional a la defensa de los Derechos Humanos y en 2011 fueron reconocidos en la misma materia por el Ayuntamiento de Siero (España). Así mismo, lograron que el libro ‘Tiberio vive hoy. Testimonios de la vida de un mártir’, escrito a mano por los trujillenses, ingresara en el registro de Memoria del Mundo de la Unesco.

El evento también será la oportunidad para que la Dirección de los Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica haga la entrega oficial del archivo de Afavit, el cual fue intervenido entre 2014 y 2015 y del que ya hay una copia disponible para consulta.

La peregrinación terminará con múltiples manifestaciones artísticas, entre ellas la Exposición “Que piedra” del artista Rodrigo Grajales.

 


Masacre, Peregrinación, Trujillo, Víctimas

La Unión marcha por la liberación de abogado defensor de DDHH

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

17 Jun 20159


La Unión marcha por la liberación de abogado defensor de DDHH

El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) hizo un llamado por el respeto de la vida del abogado payanés Carlos Helman Mosquera Zúñiga, secuestrado desde el pasado primero de junio en la Unión, Nariño.

La comunidad de este municipio convocó hoy a una marcha pacífica para pedir a los captores la liberación del reconocido defensor de derechos humanos en el sur del país, actividad respaldada por el CNMH.

La comunidad de La Unión hará un llamado a la sociedad con la movilización por el respeto y la Dignidad Venteña “Yo amo a La Unión – Yo creo en La Unión” preocupados por la inseguridad social tras el homicidio del dragoneante Over Libardo Rivera Rodríguez, funcionario del INPEC, y por el secuestro del Abogado Carlos Helman Mosquera Zúñiga.

Esta movilización pacífica se llevará a cabo a partir de las 10:00 de la mañana desde la Estación de servicio La Cabaña,  para luego recorrer  el barrio Carlos Lleras, la Estación de Policía, la Calle Principal hasta llegar al parque Cuevas Leiva.

Mosquera es abogado experto en reparación a víctimas y ha estado al servicio de entidades encargadas de su atención como la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación y la Unidad de Atención a las Víctimas.

Mosquera Zúñiga es hijo de un reconocido exprofesor de la Universidad del Cauca, de profesión Contador, que en su momento fue profesor de la facultad de Ciencias Contables del Alma Mater Caucana.

 
 


DDHH, liberación, Víctimas

La imagen perdida

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

19 Jun 2015


La imagen perdida

Pocos conocen el grave genocidio que se cometió contra la población de Camboya. Se calcula que murieron 1,7 millones de personas, aproximadamente la cuarta parte de la población. En términos porcentuales, es la aniquilación de una misma sociedad más grande de la Historia.

“Cuando ves de dónde viene Camboya y lo comparas cómo era hace 30 años, te das cuenta de lo felices y afortunados que somos de estar vivos, de poder expresar nuestros sentimientos, que se pueden hacer películas, que la creatividad y la imaginación están vivas, que los Jemeres Rojos no destruyeron y no pueden destruir el pensamiento y  la imaginación”.  Estas son las palabras de Rithy Panh, director de la película recomendada hoy en CINE + MEMORIA: “La imagen perdida”.

Para él estar vivo y tener la posibilidad de contar su historia no es poca cosa. Tuvo la oportunidad de salir como refugiado a Francia en donde adelantó estudios de cine documental. No todos los jóvenes de su época corrieron la misma suerte. “La imagen perdida” es un retrato íntimo de sus recuerdos. Es la reconstrucción de una historia vivida en carne propia, una historia de familia. Es el relato del fin de una guerra civil que contrario de lo que la población pensaba, dio paso a uno de los peores regímenes de terror jamás instaurando.

Entre 1970 y 1975 se libró en Camboya una guerra civil, reflejo de la que se vivía en Vietnam. Después de cinco años de guerra, de millones de muertes y después de la retirada del ejército estadounidense, el grupo guerrillero comunista de los Jemeres Rojos triunfaron en el poder apoyados por China. Estos, en nombre de la igualdad, tomaron Phnom Penh e instauraron la Kampuchea Democrática al mando del Pol Pot.

El régimen que instauraron buscaba la ruralización de toda la población y perseguía cualquier otro oficio que no fuera la agricultura. Las personas de las ciudades eran llevadas a campos de “rehabilitación” de lo urbano en donde eran obligados a trabajar 20 horas al día y eran despojados de todas sus posesiones y separadas de sus familias. Quienes se oponían al régimen eran asesinados y quienes desobedecían eran torturados.

El nombre del documental responde a la búsqueda que emprende el director por encontrar imágenes que reflejaran sus vivencias del pasado. Al no encontrarlas, recurre a la recreación de las escenas presentes en su memoria a través de figuritas hechas de barro, entre estas y las imágenes de archivo que sí pudo encontrar. El documental nos relata un periodo oscuro de la historia, un retrato íntimo de quien vive la guerra en carne propia y sobrevive para contarla. 

 

Publicado en Cine + memoria



Camboya, Cine+Memoria, Documental, Víctimas

“Por bien o por mal, el proceso de paz se está acabando…”

Noticia

Autor

JUAN GOSSAÍN

Fotografía

Oficina del Alto Comisionado para la Paz

Publicado

05 Jul 2015


“Por bien o por mal, el proceso de paz se está acabando…”

  • “Es posible que un día de estos las FARC no nos encuentren en la mesa de La Habana”.
  • De la Calle revela que, antes de firmar un acuerdo de paz,  el Gobierno podría aceptar un cese bilateral del fuego,  “si es serio, definitivo y verificable”.
  • “El proceso está en su peor momento desde que empezamos”.
  • Así sería el sistema para juzgar a los guerrilleros.
  • “El Papa Francisco podría participar en la Comisión de la Verdad”.
  • “La paciencia de los colombianos se está agotando”.  
  • “Tenemos que abrir la mente a la participación política de las FARC sin armas”. 

Ha llegado la hora de hacerle un balance sincero a las negociaciones de paz entre el Gobierno y las FARC.

Desde septiembre del 2012, cuando se iniciaron las conversaciones, el país ha ido pasando de la ilusión al desencanto y de la esperanza a la frustración. Se ha vuelto tan grande esa desconfianza que en este momento, según la última encuesta, menos de la mitad de los colombianos respalda una solución negociada del conflicto. En cambio, más de la mitad prefiere una solución militar.

No nos engañemos: en los últimos años ha habido tantos diálogos fallidos, y tantos sueños perdidos, que la gente se ha vuelto desconfiada. La han vuelto, mejor dicho. Es por eso que le propongo al jefe negociador, Humberto de la Calle, que nos sentemos a conversar francamente. Con crudeza, si fuese necesario.

El país está exigiendo que le cuenten la verdad. Yo sé que con De la Calle eso es posible porque lo conozco bien desde que trabajamos juntos en la radio. Es el mismo hombre que hace veinte años renunció sin titubeos a la vice-presidencia de la República, por razones de integridad y de honor.

De la Calle contesta que sí, a pesar de su carácter refractario a las entrevistas, pero me pone una condición: que yo le ceda nuestra charla a todos los periódicos que quieran publicarla, grandes o pequeños, y que se comprometan a hacerlo de manera simultánea, el mismo día, juntos, sin excluir a  nadie.

No tuve que pensarlo mucho: acepté, también de buena gana, porque me parece que es un pequeño ejemplo de desprendimiento, de solidaridad y unión, que los periodistas podemos ofrecerle al país en estos momentos tan cruciales. Al fin y al cabo, ninguna primicia es más importante que la paz de Colombia.

“Esto se está acabando”

–Llevamos casi tres años en estas negociaciones –le pregunto–. ¿Cuánto más van a durar?

–Poco –responde sin vacilar–. No soy capaz de darle un plazo porque esa es la pregunta del millón de dólares, pero sí me parece claro que el proceso está llegando a su fin,  por bien o por mal. Sea porque logremos un acuerdo, ya que estamos trabajando en la recta final de los temas de fondo. O por mal, si, como está ocurriendo, la paciencia de los colombianos se agota. El riesgo es real. Yo sí quiero decirles a las FARC con toda seriedad: “Esto se puede acabar. Algún día es probable que no nos encuentren en la mesa de La Habana”. Realmente lo que está ocurriendo es insoportable para los colombianos.          

–La cruda verdad es que los colombianos no creen en el proceso de paz. Las encuestas acaban de revelar que lo respalda menos de la mitad del país. ¿A qué atribuye usted ese sentimiento?

–Es completamente lógico. Es producto de lo que ha ocurrido en los últimos días. A partir de la muerte de los soldados en el Cauca viene una oleada de destrucción de la infraestructura nacional, con impactos terribles sobre la población civil. Una ciudad como Tumaco, de 160 mil habitantes, se queda 45  días sin acueducto. Todos los caños del suroccidente del país inundados de petróleo con un daño ecológico cuya recuperación tardará décadas. Los campesinos y pescadores del Pacífico no pueden trabajar. Lo que tenemos, en fin, es una oleada que afecta a los ciudadanos.

El peor momento

–La pregunta más elemental que se hace la gente es esta: si las negociaciones van bien, ¿por qué las FARC no dan muestras de buena voluntad?

–Las FARC están equivocadas contra toda lógica y evidencia. El problema de las FARC no es con el Ejército, ni con los derechistas, ni con los que ellos llaman “la oligarquía”. Es con la gente, porque es a la gente a quien están afectando. Es lógico que la gente haya caído al nivel más bajo del escepticismo. Por eso cunde la desesperanza. Y nosotros tenemos que tener la honestidad de decirles a los colombianos que el proceso de paz está en el peor momento desde que iniciamos las conversaciones.

–¿Y usted espera que las FARC cambien de actitud?  

–Yo espero que sí, aunque haya voces internas de las FARC como la de un señor Aldecoa, quien dice que seguirán los atentados. Eso  realmente es una locura. El camino que han escogido las FARC es insostenible para ellos. Yo confío en que seamos capaces de recuperar la serenidad. Este no es momento de retórica sino de las decisiones de fondo. El caucho de las palabras ya no estira más. Nosotros seguimos buscando un acuerdo a través de la esperanza. Las FARC tienen que entender eso. ¿Usted cree que si esto fracasa va a haber otro gobierno que reemprenda conversaciones con ese grupo? A las FARC también se les agota su tiempo militar y su tiempo histórico.

Así sería el sistema de justicia

–¿Por qué está estancado el tema de la justicia que se aplicaría a las FARC?

–Porque ahora no es lo mismo que en las negociaciones que se hacían antes. Ahora existen el Tribunal de Roma y la Corte Interamericana, la legislación interna también ha cambiado, hay fallos de nuestra Corte Constitucional según los cuales no se puede suspender la totalidad de las penas. Pero, además, el país exige justicia sin amnistías generales. Eso no lo vamos a hacer. Y están las víctimas, que merecen justicia. Por eso es el territorio más difícil de la negociación. Las FARC tienen que asumir las responsabilidades de sus actos. El Estado también, naturalmente.

–Explíqueme, en términos elementales, qué es la justicia transicional que ustedes le plantearon a las FARC.

–Lo que hemos dicho en la mesa es lo siguiente: a partir del marco jurídico para la paz, existe la posibilidad de seleccionar, en primer lugar, los hechos más graves, para que sirvan como patrón o referencia: una masacre, secuestros, violencia sexual. Una comisión independiente hace esa selección que le sería entregada a la Fiscalía para que escoja quiénes fueron los que cometieron esos delitos que tienen carácter internacional. Lo que se busca es limitar la acción penal a ese tipo de delitos y a sus máximos responsables. A ellos se les aplicaría la misma pena que dictan las leyes vigentes, pero que   podría reducirse a una pena alternativa que se pague en condiciones de dignidad, sin rejas ni piyamas rayadas. Pero hay que asumir las consecuencias judiciales de los actos, reparar a las víctimas y dar garantías de no repetición. Eso es lo que hemos llamado “justicia transicional” que ya las FARC, en un paso que les reconozco, han dicho que están dispuestos a aceptar un sistema de justicia que tenga esos componentes.                                   

La propuesta de Uribe y la extradición

–Sobre ese tema, el ex presidente Uribe Vélez ha planteado unas “zonas rurales de concentración” para recluir guerrilleros condenados, sin que entreguen sus armas. ¿Usted considera viable esa propuesta?

–Me parece sumamente constructiva. Y creo que el ex presidente Uribe tiene razón. Se puede discutir si es oportuna, pero la idea que uno tiene para acabar el conflicto es que sí es necesario y realista promover esas zonas de concentración, que pueden ser para gente temporalmente armada que se someta a un proceso de dejación de armas, que es una condición esencial para que haya acuerdo y se reincorporen a la vida civil.

–¿El Gobierno puede garantizarles a las FARC que no serán extraditados si un juez de Estados Unidos los pide, por ejemplo, por narcotráfico?

–En Colombia quien finalmente decide sobre extradiciones es el jefe del Estado. Tenemos que crear un marco, derivado del un acuerdo de paz, que les demuestre a los demás países que se trata de un acuerdo serio y respetable, legítimo, para que respeten lo acordado y no entren en controversia con el país. Que, por el contrario, haya un apoyo internacional a una paz duradera en Colombia, y que eso haga innecesarias las extradiciones. Eso es posible lograrlo porque, aunque parezca una paradoja, el proceso ha encontrado más apoyo afuera que aquí adentro. También es verdad que aquí es donde sufrimos las consecuencias.                  

¿Cese bilateral del fuego?

–¿Ese tema de la justicia y las penas es lo que tiene bloqueado el proceso?

–Solo en buena parte. También hay una presión de las FARC para buscar un cese bilateral del fuego. Esa es su prioridad. Nosotros hemos dicho: cese del fuego bilateral y definitivo, pero no solo del fuego sino también de las hostilidades, la extorsión el narcotráfico. Eso sí: en condiciones de seriedad y de verificación. Mi respuesta a las FARC es: si lo que están buscando con estos atentados es un cese del fuego mal hecho –como en el juego infantil llamado “estatua”, en que el otro tiene que quedarse quieto–, no lo vamos a hacer. No habrá cese del fuego estatua. Entre otras cosas porque aquí hay otras fuentes de violencia, distintas a las FARC, y no podemos decirle a la fuerza pública que se esté quieta. Si quieren un cese del fuego, el Gobierno está dispuesto a anticiparlo,  para lo cual son fundamentales las zonas de concentración. Ese es el camino.

–¿Pero, entonces, el Gobierno está dispuesto a aceptar un cese bilateral del fuego antes de firmar el acuerdo de paz?

–Esa pregunta nos lleva a un punto crítico y esencial. Al principio la posición del Gobierno era que el cese  del fuego solo ocurriría con el acuerdo. En ese punto hemos cambiado. Estamos dispuestos a aceptar un cese del fuego, aún antes de la firma de un acuerdo, en la medida en que sea serio, bilateral, definitivo y verificable, siempre y cuando tengamos la garantía de que ellos asumen su responsabilidad en materia judicial y verificación nacional e internacional. Que no conviertan esto en una especie de payasada. Las experiencias del pasado, en esa materia, son pésimas.

Postconflicto y respuesta al Procurador

–¿No es una exageración que el presidente Santos haya ido a Europa a decir, textualmente, que “en Colombia el postconflicto prácticamente ya empezó”? ¿Postconflicto con esto que está pasando?

–Eso quiere decir varias cosas. Primero, que hay zonas de verdadera paz en Colombia. Segundo, y aunque haya gente que no lo cree, todas las cifras de seguridad han mejorado en Colombia. La reducción del homicidio este año es histórica: 443 muertes menos que el año pasado. O sea que estamos en una tasa del 26 por ciento por cada cien mil habitantes, lo cual no es una maravilla, ni este es el paraíso, pero el descenso es dramático. Hay 470 municipios donde no se han presentado homicidios este año. En este momento tenemos la tasa de secuestros más baja de los últimos catorce años, ya que de 3.706 secuestros hemos llegado a 88. No es que yo diga que tenemos que aplaudir, pero la situación es muy distinta. Es a eso a lo que se estaba refiriendo el presidente.                                      

–Hablemos de la Comisión de la Verdad. El procurador Ordóñez ha dicho que fue hecha “a la medida de las FARC” y que, en consecuencia, no será una comisión que trabaje con la verdad de las víctimas sino de los victimarios.

–Si queremos dar el paso a una paz duradera, la verdad es un ingrediente necesario, como la justicia y la reparación. Es con todas las realidades, las macabras acciones de las FARC pero también las de otros agentes, incluso del Estado, hay que reconocerlo. En el mundo de hoy no es posible hacer una paz sin la verdad. Porque el centro de esto, y el ancla, son las víctimas. En 1991 intentamos hacerlo sin que aparecieran las víctimas, y ahora estamos pagando ese error. La gente humilde me agarra del brazo, angustiada, y me dice: “Doctor, ¿qué pasó con mi hijo o con mi padre?”. Y me dicen que, más que reparaciones económicas, lo que quieren es saber la verdad.

El Papa y la verdad

–¿Y cómo se escogerían esos comisionados?

–Primero se crea un grupo de seleccionadores, de los cuales seis serán convenidos por las partes. (Eso es lo que irrita a algunos). Y luego tres seleccionadores más, escogidos por instituciones o personas de reputación internacional, como el Papa o las Naciones Unidas. Estamos hablando de gente de ese tamaño. Entre todos ellos, escogerán a nueve comisionados integérrimos, independientes y honestos que juzguen todas las verdades. Lo que no funciona, precisamente, es que haya verdad oficial. A eso nos oponemos. Comprendo que, mientras en el exterior aplauden ese proyecto, aquí haya personas que creen que eso es una trampa y que no va a funcionar.

–A propósito de víctimas y reparaciones: se han entablado hasta ahora más de 22 mil demandas por despojo de tierras. ¿Usted cree que sí habrá una auténtica restitución?

–Creo que sí. Ya se habla de 22 mil hectáreas que están a punto de ser recuperadas en los Llanos Orientales. Parece una paradoja, pero, hablando con el director del Incoder, me decía que a veces lo que impide la reparación es el propio conflicto. Hay zonas donde no pueden entrar ni los jueces ni nadie. Si hay un final del conflicto, lo primero que se acelera  es la estabilización del campo. Tenemos que restablecer las zonas rurales. El jovencito que mata a alguien en la ciudad, para robarse un celular, puede ser el hijo de un desplazado. Por eso el eslabón de la cadena de violencia comienza allá pero termina afectando a todos los colombianos.

“El estado ya ganó la guerra estratégica”

–Militarmente hablando, ¿en qué situación están las FARC?

–El predominio militar del Estado es indiscutible. En estas encuestas recientes veo que el respaldo a la opción militar vuelve a subir. Eso debería preocupar a las FARC porque no había ocurrido así en los últimos quince años. Pero eso es desconocer que la guerra estratégica ya terminó y que el Estado la ganó. Lo que queda es una resaca táctica que puede durar mucho tiempo y ser muy dolorosa. Ponerle una bomba al oleoducto es muy simple. Eso afecta a los civiles, pero no tiene ningún efecto militar.

–Y, entonces, ¿por qué las FARC siguen en esas?

–Porque, a pesar de esa realidad, las FARC llegan a la mesa casi con la obligación de decir “no hemos sido derrotados”. Las FARC están luchando ahora con su propia identidad como grupo, con su futuro, con la historia,  “cómo nos van a ver dentro de cien años”. Perdieron la guerra, pero  insisten en su condición de rebeldes porque dicen que no pueden echar por la borda cincuenta años de lucha.

Las FARC como partido político

–¿Cómo serían las FARC sin armas?

–Ahí sí, desarmados, que sigan dándole manivela a su ideología. A nosotros no nos asusta eso. Que entren, con garantías, a hacer política en medio del respeto de los colombianos y de ellos hacia los colombianos.

–¿Unas curules para las FARC en el Congreso, sin necesidad de que participen en elecciones?

–Yo sé que los ciudadanos piensan eso. Yo tengo que ser totalmente honesto y decirles, así me lluevan tomates, que en una primera etapa, netamente transitoria, el Estado y el país tienen que abrir la mente a la participación de las FARC como partido político desarmado. Tienen que abrirse dignamente las puertas políticas para las FARC. Más allá de si hay curules o no –porque eso habrá que discutirlo–, creo que los colombianos tenemos que prepararnos para obrar con generosidad en ese momento. Las FARC han sido el elemento más conservador de la vida política colombiana. Cincuenta años de violencia disolvieron prácticamente el movimiento sindical y el estudiantil.

Epílogo

Todavía faltan muchos temas, pero el tiempo es limitado. El espacio de los periódicos también. A la hora de despedirnos siento la tentación de plantearle  algunos temas humanos relacionados con su propia vida. ¿Por qué se metió en este berenjenal de dirigir la mesa de negociaciones?

Me dice que, cuando el presidente Santos se lo propuso  “ni siquiera lo pensé, que es lo que siempre dice la gente: déjeme pensarlo. Esos obligaciones no se piensan. Le dije que sí, y la que quedó perpleja fue mi familia, cuando les conté”.

Le pido que me diga de dónde piensan sacar plata para financiar el postconflicto si el dólar está a 2.600 pesos y el barril de petróleo apenas a 60 dólares. Entonces me contesta con una ironía profunda, los famosos sarcasmos de De la Calle: “Por eso es que las FARC tenían que haber firmado el acuerdo de paz hace dos o tres años, cuando el petróleo estaba a 110 dólares”.

¿Tiene ambiciones políticas para el futuro? ¿Cuál será ese futuro? Hace un gesto de desencanto. “Quedé curado de política hace veinte años, cuando pasó lo que pasó y renuncié a la vice-presidencia. Solo tengo una ambición para el futuro: vivir mis últimos años en paz. Literalmente hablando”.              

 


Acuerdos de Paz, Farc, Proceso de Paz, Víctimas

La voz de las víctimas de las minas antipersonal

Noticia

Autor

Carlos Prieto.-
Carmen de Bolívar

Fotografía

CNMH

Publicado

08 Jul 2015


La voz de las víctimas de las minas antipersonal

Familiares de víctimas y sobrevivientes de explosiones de minas antipersonal, al igual que víctimas militares y de grupos armados tendrán voz en el nuevo informe que el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Fundación Prolongar adelantan sobre el tema de minas antipersonal y remanentes explosivos de guerra en Colombia.

Carlos no era combatiente, no hacía parte de ningún grupo armado, sin embargo el 25 de febrero del 2006 se convirtió en víctima en un conflicto que no eligió. Como lo hacía regularmente, en la mañana de ese sábado salió a esperar el campero que lo llevaría desde la sierra de Venado hacia el Carmen de Bolívar para comprar víveres. Estaba con su hermano -quien minutos después sería fundamental para que Carlos pudiera contar su historia- y en esos pocos pasos que daba para llegar a la carretera pisó una mina antipersonal. Una fuerte explosión se escuchó primero, luego una nube de polvo, tierras y hojas lo rodeo. Perdió una pierna de manera instantánea y la otra quedó gravemente lesionada. “Con la ayuda de Dios mi hermano me hizo un torniquete con la camisa y logró parar la fuerte hemorragia” recuerda Carlos. Tal vez Dios, tal vez el destino, tal vez el azar, tal vez todo conspiró a su favor y el campero que esperaba pasó a los pocos minutos de la explosión.  Fue trasladado a un punto militar cercano y de allí fue llevado en helicóptero hasta el Carmen de Bolívar.

Sin embargo, ante la gravedad de las heridas fue trasladado nuevamente a Cartagena y en la capital de Bolívar fue atendido en el hospital de Boca Grande. Luego de 42 días de tratamiento, Carlos logró sobrevivir a una mina antipersonal.

Nueve años después de ese día que le cambió la vida, Carlos llegó caminando al encuentro que se realizó el pasado 4 de julio en el Carmen de Bolívar con 40 familiares de víctimas, sobrevivientes, líderes sociales y de organizaciones de víctimas de la región de los Montes de María para hablar de una problemática que, según los últimos datos del Registro Único de Víctimas, en Colombia ha dejado 13.000 víctimas.

Carlos pudo contar su historia, sus momentos difíciles y su recuperación. Otros, lamentablemente, recordaron a sus esposos, hermanos, hijos y familiares que perdieron la vida al pisar una mina antipersonal. Todos, sin embargo, aportaron su experiencia, dudas y comentarios acerca de las minas antipersonal, testimonios que harán parte del trabajo de campo para nutrir el informe nacional sobre minas antipersonal y remanentes explosivos de guerra que adelanta el CNMH.

“Este encuentro nos permitió identificar algunas personas para tener reuniones y entrevistas durante todo el 2015, año en que se continuará en este trabajo de campo con talleres de memoria, entrevistas, grupos focales y revisión documental, pues esta investigación sobre minas antipersonal tendrá una mirada tanto cuantitativa como cualitativa” expresa Nayibe Sánchez, encargada de Enfoques Diferenciales de Discapacidad del CNMH.

La investigación, que se adelanta de la mano de la Fundación Prolongar, tendrá en cuenta las voces de civiles, militares y miembros de grupos armados que también fueron víctimas de una mina antipersonal. Además, el informe se elaborará con un enfoque diferencial de género y etnia en regiones gravemente afectadas por este material explosivo como lo son Antioquia, Meta, Cauca, Norte de Santander, Nariño y los Montes de María.

Y es que en Colombia, según el documento de la política nacional de acción integral contra minas antipersonal, munición sin explotar y artefactos explosivos improvisados, el 63% de los municipios del país tiene algún tipo de contaminación con material explosivo y en el 43% de los municipios se ha registrado algunas víctimas. A pesar de estas cifras y de que Colombia ocupa el segundo lugar en el mundo en número de víctimas de minas antipersonal, hasta el momento la problemática no había sido estudiada desde la perspectiva de memoria.

“El universo de víctimas de minas antipersonal es poco visibilizado frente a otros hechos victimizantes y a pesar de los miles de casos, este hecho en específico no se había trabajado desde la memoria histórica. Estos encuentros nos han permitido tener un intercambio con todas las víctimas, combatientes o no, y todo el equipo investigador ha conocido más del tema de las voces de los mismos afectados, de su enfoque de memoria y las medidas de satisfacción que piden”.

Con la entrega de una planta, como elemento simbólico de sembrar vida y quitarle un lugar a una nueva mina antipersonal, terminó este encuentro de memoria histórica en el Carmen de Bolívar. En Colombia, según Acción Contra Minas se han registrado, desde 1990, 11.140 víctimas de minas antipersonal, de ellas 6.870 son víctimas de la Fuerza Pública y 4.270 son víctimas civiles.

 


Minas Antipersonales, Que escuchen mi voz, Víctimas

Los veinte años de resistencia de Afavit

Noticia

Autor

Viviana Pineda.

Fotografía

María Paula Durán para el CNMH.

Publicado

08 Jul 2015


Los veinte años de resistencia de Afavit

Empezaron de la mano del padre Javier Giraldo, con reuniones y en medio de una masacre que no ha parado, sin embargo, hoy Afavit es la suma de muchos esfuerzos, de muchas voluntades que se unieron en un grito de ‘nunca más’.  


Veinte años después de que Afavit obtuviera su personería jurídica como la Asociación de familiares de víctimas de los hechos violentos de Trujillo [Ver informe de investigación: Trujillo, una tragedia que no cesa], Valle del Cauca, no hay una versión unificada de cómo comenzaron. Según unos, iniciaron en una reunión en el municipio de Buga, tratando de encontrar un espacio lejos de los violentos que rondaban al pueblo. Acorde con otros, empezaron en el salón parroquial a la vista de los victimarios, que para ese momento no habían sido identificados y se camuflaban en la vida cotidiana de la población. Otras versiones dicen que comenzaron en reuniones clandestinas en diferentes casas para no ser identificados.

Sin embargo, todas las versiones empiezan con un nombre: el del padre Javier Giraldo. En 1990, el sacerdote jesuita lideraba la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, en ese entonces una naciente entidad defensora de los derechos humanos conformada por creyentes de diferentes confesiones religiosas cristianas.   

Giraldo llegó a esta población del Norte del Valle del Cauca luego de enterarse del macabro asesinato de quien fuera por cinco años el párroco de Trujillo, Tiberio Fernández Mafla. “Yo lo había conocido, vivimos en el mismo sitio cuando estudiábamos teología en Bogotá, también lo conocía del Instituto Mayor Campesino o Universidad Campesina, dónde era un destacado líder. Yo estuve en su ordenación, que fue en Tuluá”, recuerda Giraldo.

Sin muchas pistas de dónde encontrar información, el sacerdote llegó a pocos días del crimen a la iglesia del pueblo, donde halló a Doris Osorio, la secretaria del padre Tiberio y quien se convertiría en su aliada incondicional. Era ella quien recibía a los trujillenses que llegaban a pedir ayuda cuando se les desaparecía un familiar, era ella quien sabía de los cuerpos mutilados que habían empezado a aparecer y que el padre Diego Villegas (auxiliar de Tiberio) recogía Cauca abajo con la Defensa Civil, era ella la que conocía de la cacería de brujas en contra de los líderes que habían organizado una marcha desde las veredas para exigir que les arreglaran las carreteras.

Doris conocía a las víctimas de la masacre de Trujillo. Hospedó al padre Giraldo en su casa y lo ayudó a contactar, uno a uno, a los familiares para que dieran sus testimonios y se pudiera denunciar formalmente todo lo que estaba pasando. “Los padres Tiberio y Diego ya habían recogido alguna información, yo junté todo y lo llevé a la Procuraduría y a la Dirección Nacional de instrucción criminal (en ese entonces no existía la Fiscalía). Sin embargo, los culpables fueron absueltos rápidamente.”, afirma el padre Giraldo.

Todo esto, lo hacía bajo unos riesgos enormes, “Una vez por media hora no me cogieron los paramilitares. Esa noche balearon a un muchacho que me había ayudado a contactar a las familias”, recuerda 25 años después.

El nacimiento de Afavit

Pero pese al inminente peligro, las gestiones del padre Giraldo permitieron que las víctimas se conocieran entre ellas y tomaran consciencia de la necesidad de trabajar juntas. “El padre empezó a venir con Asfaddes (Asociación de familiares de detenidos desaparecidos) y a hablarnos de la importancia de que nos organizáramos y así lo hicimos, especialmente cuando salió el concepto de la Comisión Interamericana, para lo que necesitábamos ser una sola fuerza para dialogar con el Estado”, recuerda Esmeralda Marín, quién fue una de la primeras presidentas de Afavit y quien perdió al padre de sus hijos en la masacre.

Y es que después del fracaso en la justicia nacional, el padre Giraldo junto al Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (en cabeza del abogado Eduardo Carreño) llevó el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde se logró una solución amistosa con el Estado Colombiano en 1995 (en ese año Afavit se formalizó con una personería jurídica).

“Para que el Colectivo de abogados pudiera representar a las víctimas se necesitan unos poderes. Yo los hacía a escondidas en la casa cural. Allá nos daban las dos y tres de la mañana, mientras mi hija se quedaba dormida en una banca de la iglesia esperándome”, recuerda Doris Osorio.

El acuerdo con el Estado colombiano contempló varias medidas de reparación a las víctimas, muchas de las cuáles no se cumplieron por actos de corrupción estatal que todavía hoy están bajo investigación. Entre estas se ordenó la construcción de un monumento, y entre las primeras decisiones que tomó Afavit, fue que éste, más que un monumento fuera un parque.

Entre todos buscaron el terreno más propicio para la estructura, hasta que una señal les mostró cuál debería ser el sitio elegido. “Nos encontramos con este par de guamos que crecían abrazados y los vimos como un símbolo del abrazo fraterno que necesitaba Trujillo”, recordó el padre Giraldo en la peregrinación del pasado 13 de junio. Estos dos árboles que se abrazan serían incorporados en el logo de Afavit.

Hoy el Parque monumento de Trujillo, diseñado por el arquitecto Santiago Camargo, es un referente de memoria para el país, y cada espacio ha sido dotado de significado a lo largo de los años.

Allí se reúne el grupo infantil Jimmy García Peña (llamado así en honor a un niño de 18 meses decapitado junto a su familia) en el salón ‘Hermanos Mayorga’, que tiene ese nombre para recordar a los siete hermanos de una misma familia que fueron asesinados. El parque alberga la exposición ‘Madres del silencio’ del artista Juan David Galves, así como el registro del performance ‘Magdalenas por el Cauca’ de Rodrigo Grajales. La artista Adriana Lalinde esculpió los osarios de las víctimas de la masacre y el kurdo Hoshyar Rashee construyó el ‘Muro de la sombra del amor’. El parque también cuenta con el jardín de Alba Mery Chilito, quien fuera una de las matriarcas de Afavit y que fue asesinada en 2013 en extrañas circunstancias.

Los acompañantes

Pero con la creación de Afavit empezaron las amenazas y no han parado desde entonces, como lo cuenta Esmeralda Marín. “Yo quedé como presidenta luego de que la persona que tenía el cargo tuviera que salir del país por amenazas. A mí también me intimidaban y me tuvieron que poner escolta. Me ofrecieron irme exiliada pero yo no quise dejar a mi familia”, dice.

En ese contexto llegaron Carlos Ulloa, Stela, su esposa y su hijo Jerónimo, alrededor del año 1996, bajo la figura de ‘acompañantes’, enviados por la comisión Intereclesial de Justicia y Paz. Andaban en un Jeep destartalado modelo 54 visitando a las víctimas por todo el municipio, les dictaban clases de Tai chi y de meditación, hacían talleres de mimos, de pintura y teatro.

“Lo que pasó aquí fue muy un golpe muy duro. Se cortaron muchas puntas en el tejido social. Mataron al que jugaba mejor fútbol, al serenatero, al sombrerero, al que recogía la leche… despuntaron a toda la sociedad por todo lado”, recuerda Ulloa, y agrega, “cuando llegamos la gente no podía decir ni siquiera que eran familiares de víctimas. Vinimos a prestar este instrumento para que nos lo llenaran de lágrimas y mocos”, dice mientras se señala el hombro.

Sin embargo, solo pudieron estar allí menos de dos años porque también fueron amenazados. Fueron reemplazados por otras personas que también llegaron a poner su granito de arena como la hermana Maritze Trigos y Teresita Cano, que hasta hoy han estado acompañando el proceso de Afavit. Ellas y las nuevas directivas de la organización han continuado con el trabajo de memoria y resistencia que emprendió el padre Giraldo hace 25 años.

La cadena de esfuerzos y voluntades en esta tarea no se detiene y el futuro de esta organización pareciera estar en manos del grupo de niños y jóvenes que han empezado a vincularse al proceso y que deberán sumarse a ese grupo de sacerdotes, abogados, arquitectos, artistas, religiosas, amas de casa, campesinas y secretarias que arriesgaron su vida para que la verdad de Trujillo saliera a flote, y para que Afavit hoy sea un ejemplo nacional e internacionalmente. 

 

Publicado en Noticias CNMH



Resistencia, Trujillo, Víctimas

The Search

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

09 Jul 2015


The Search

El cine ha transitado por numerosos lugares, su recorrido casi siempre deja en evidencia muchos de los espacios en común que comparten los efectos devastadores de la guerra. The Search, el film recomendado de esta semana en Cine+Memoria, del Director Hazanavicius conocido por The Artist, ocupa esos lugares retratando la II Guerra de Chechenia desde el desplazamiento, la intolerancia religiosa, el adoctrinamiento militar  y la voz silenciosa del otro.

Cuatro impactos comunes de la guerra, que en el lente de Hazanavicius, se entrelazan y se transforman en un relato humano generacional, con alto contenido político y que incita a la reflexión sobre la importancia de no perpetuar los modelos imperceptibles de producción de fuerzas de guerra.

Sin embargo, no solo estas fuerzas sobresalen en The Search, también lo hace -y de forma excepcional- el retrato sobre la grandeza humana en acciones de resistencia, compasión, fraternidad y lucha por hacer visible lo que otros solo conciben como parte colateral de una historia de violencia.

Por estas razones hoy recomendamos The Search, film francés que explora el poder del lenguaje cinematográfico como vehículo de memoria y reivindicaciones que nos deja entrever la importancia de la presencia de organizaciones de investigación autónomas en los territorios en disputa, como medida de garantía para el conocimiento de las consecuencias de la guerra.

– ¿Estamos creando futuros combatientes?
– No lo sé
– Cada uno tiene la capacidad de formar su propio destino
 Aparte de diálogo. The Search.

 

Publicado en Cine + memoria



Cine+Memoria, Guerra, Víctimas

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