Autor: CNMH

Ausencia

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

César Romero

Publicado

27 May 2015


Ausencia

Aura María Díaz es la nueva coordinadora nacional de la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (ASFADDES). Esta santandereana es madre de dos hijos varones y una mujer, uno de ellos César Ariel Sepúlveda Díaz, detenido desaparecido el 5 de septiembre de 1994 en Oiba, Santander. A continuación compartimos con todos nuestros lectores su poema “Ausencia”, un escrito muy profundo que expresa esos momentos íntimos y soñados donde se imagina el reencuentro con su hijo César Ariel.

Ausencia

Escucho la voz que nunca llega
el timbre que nunca suena
los pasos que imagino y no se sienten
la mirada que cada vez es más profunda
pero se aleja…

y, me resisto a pensar que nunca llegues.
No pasará la edad cuando te fuiste
no pasarán los juegos a escondidas
sigo sintiendo los abrazos y besos
de hijo ausente y escucho hoy con más
fuerza la última vez en que mi dijo
ya regreso.

Te observo a través de la ventana
que entra sigiloso…para devolverme los abrazos perdidos,
los besos protegidos,
y para acompañarme a recoger las
lágrimas vertidas por mis ojos   
tantos años, para recoger la dignidad
perdida, para recoger la infamia y el
olvido y para sobreponerme a la terrible
indiferencia de los pueblos.

 


ASFADDES, Desaparición Forzada, Testimonios

“Nuestro compromiso es acompañar a las víctimas en su búsqueda de la verdad”

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

César Romero para el CNMH

Publicado

29 May 2015


“Nuestro compromiso es acompañar a las víctimas en su búsqueda de la verdad”

El jueves 28 de mayo, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, fue presentado el informe Textos corporales de la crueldad. Gonzalo Sánchez, director general del Centro Nacional de Memoria Histórica, fue el encargado de darle apertura a este sentido evento en el que organizaciones, víctimas y el público asistente reflexionaron y recordaron a las miles de víctimas de desaparición forzada en Colombia. A continuación compartimos sus palabras:

“Hoy vamos a hablar aquí en Bogotá de una historia dolorosa pero poco conocida. Debemos hacerla pública, para cumplir con el compromiso que tiene el CNMH y el compromiso que tenemos como sociedad con todas las víctimas, y muy especialmente con aquellas que fueron las más duramente golpeadas, pero que han sido las menos visibilizadas y reconocidas. Con este informe titulado Textos corporales de la crueldad: memoria histórica y antropología forense, pretendemos romper el silencio sobre uno de los muchos crímenes que afectaron a la población caqueteña, hace ya 13 años.

El informe es un ejercicio de memoria histórica que tiene como escenario la Inspección de Puerto Torres, perteneciente al municipio de Belén de los Andaquíes  . No obstante, estas páginas esclarecen una historia atroz: la que subyace a la muerte, el rastreo y la exhumación de 36 cuerpos hallados por el CTI de la Fiscalía  en 2001 en Puerto Torres,. Y relata las acciones del Frente Sur Andaquíes del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, que se instaló en el año 2000 en medio de una población con poco más de 500 habitantes para crear allí lo que por su estructura y funcionamiento puede ser designado como una “escuela de la muerte”: un lugar cuya existencia estuvo atada a otros modos de violencia no menos infames: el confinamiento y amedrentamiento de la población, la tortura, el asesinato y la desaparición forzada de personas.

Durante el proceso de paz del presidente Pastrana, al tiempo que se abrió una “zona de despeje” que para muchos entregó el norte del Caquetá al control de la guerrilla durante las negociaciones, el sur del Departamento fue literalmente “tomado” por el paramilitarismo, por varios frentes cuyos miembros provenían de Urabá y de otras regiones del norte del país. De tal manera, la región sufrió una nueva Conquista, que la dividió en dos, sin que se produjera un enfrentamiento directo entre ese norte “despejado” para la guerrilla y ese sur “tomado” por el paramilitarismo, sino a través de la población civil, que en medio de tan peligroso escenario fue duramente estigmatizada y victimizada, como le ha sucedido a tantas otras poblaciones en medio de la guerra.

En Puerto Torres —uno de los lugares afectados por la violencia paramilitar que se desencadenó en ese entonces en el sur del Caquetá—, toda la población fue vulnerada por parte de los paramilitares del Frente Sur Andaquíes. La suya fue una incursión prolongada que, en contra de lo aducido por este actor armado en otros territorios del país, no estuvo asociada a la expulsión de otro actor armado preestablecido o al previo señalamiento de sus habitantes como colaboradores de la guerrilla, sino al aprovechamiento de la condición marginal de este pueblo en la guerra para instalar con libertad oprobiosos mecanismos de terror. El confinamiento y el silencio impuestos a los habitantes de Puerto Torres, la convivencia forzada en sus casas con los verdugos, el desfile de la muerte por sus calles, la profanación de la escuela que de espacio de enseñanza ciudadana fue convertida en una escuela de la crueldad y la conversión en calabozo de la casa cural, son solo algunos de los hechos que dan cuenta de la violencia cotidiana sufrida por los belemitas de esta zona, en donde un pequeño caserío terminó “convertido en un gran cementerio con iglesia, escuela y campo de fútbol”, como lo refiere la investigadora Helka Quevedo, relatora de este informe.

La deshumanización, en un contexto de guerra degradada, llegó a extremos casi inimaginables en Puerto Torres, tanto por el carácter despiadado de los perpetradores como por el daño infligido a las víctimas. Allí, la tortura y la desaparición forzada fueron convertidas en rutina por parte de los emisarios de la muerte.

El perfil y el talante del victimario se revelaron en esta investigación, y de qué manera, en los cuerpos mismos de sus víctimas. La violencia ejecutada con crueldad y sevicia dejó huellas indelebles sobre los cuerpos o lo que quedó de ellos. Pero en este caso no solo hablaron los cuerpos. También la figura del victimario fue escuchada directamente en esta investigación, en la medida en que contribuyó a reconstruir, a partir de su propio conocimiento, el mapa de las atrocidades cometidas. Es uno de esos pocos casos de colaboración efectiva en el esclarecimiento por parte de los perpetradores.

Los 36 cuerpos exhumados en 2001 corresponden a 36 personas desaparecidas, de las cuales solo se han podido identificar plenamente 9. Lo que nos lleva a indagar acerca del significado de la desaparición forzada, ese reto enorme de vivir a la espera de respuestas, o a vivir en una altísima proporción de casos sin respuestas.

En primer lugar, hay que decir que la desaparición forzada es un evento con resonancias comunitarias: los amigos, los parientes, los vecinos… todo el mundo termina afectado. Obliga a las personas del entorno familiar a cambiar sus proyectos de vida. La desaparición forzada, pudiera decirse, es una especie de herida abierta en la sociedad, en la familia, en los círculos sociales, políticos y culturales de los sobrevivientes.

En segundo lugar, y por más doloroso que sea reconocerlo, la desaparición forzada dificulta la construcción de empatías sociales. La sociedad reacciona con cierta diligencia frente a la certeza, pero no frente a la incertidumbre. El desaparecido es socialmente una categoría difícil de precisar. Se configura como un no lugar: no está entre los vivos, no está entre los muertos. ¿Qué es entonces para la sociedad un desaparecido? El desaparecido es un sujeto “puesto bajo sospecha”. Para muchísimas de las personas que no han vivido el conflicto armado, que lo observan desde la distancia, el desaparecido es alguien que huye, es alguien que se esconde, o es alguien que abandona su hogar. Es una figura cercana a la del ilegal… No se inscribe claramente en el horizonte de las víctimas, puesto que carece de los criterios usuales de reconocimiento de una víctima; a saber: la materialidad del cadáver y la evidencia de una acción violenta cometida contra él.

Sin embargo, a partir de múltiples experiencias internacionales se ha podido establecer “la triple condición que implica la categoría desaparecido: la falta de un cuerpo, la falta de un momento de duelo y la de una sepultura” (Ludmila Da silva, “Sin cuerpo, sin tumba. Memorias sobre una muerte inconclusa”). Por años se extiende el dolor en el círculo cercano de la víctima, que espera, busca, espera, busca… (Ludmila Da Silva). La indeterminación dificulta la elaboración y el cierre del duelo.

En este contexto, el acompañamiento de la memoria se propone romper esa imagen distorsionada e interpelar a la sociedad o a la institucionalidad ausente o cómplice a hacerse cargo de su responsabilidad y solidaridad con quienes a menudo quedan solos en su ansiedad y su sufrimiento.

(Como lo ha dicho Sylvia Karl en “Rehumanizing the Disappeared”): En los discursos y prácticas de la desaparición forzada todavía predomina, más que una memoria colectiva o nacional, una contramemoria: la negación. De ahí que los objetos, las huellas, las pancartas, las fotos con los rostros de los desaparecidos, las siembras de árboles… cobren tanta importancia como elementos de recomposición de la identidad perdida o suspendida. El clamor por la verdad y la memoria, por la rehumanización, es la exigencia más vigorosa de esta forma de victimización. Cremar, enterrar, despedir, son rituales social y psicológicamente necesarios en la narrativa de los sobrevivientes.

La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad muy asociado a las dictaduras; por eso, en un país como Colombia —internacionalmente identificado como país de democracia— ha sido muy difícil visibilizarlo, pese a que su grado de ocurrencia y magnitud es totalmente comparable con esas experiencias extremas.

Por otro lado, la presencia cotidiana de los actores armados o de actores sociales o políticos involucrados en la violencia, y las tensiones comunitarias, son factores que inciden en la posibilidad de romper o no el silencio. El miedo a la violencia reiterada genera autocensura. El escenario regional tiende, por tanto, a ser mucho más limitante sobre la acción y la palabra que el espacio nacional, en el cual se encuentran variados recursos de conocimiento, de contactos y apoyos legales o políticos, incluso internacionales. El lanzamiento del informe en Florencia y Puerto Torres nos mostró lo importante que es para los familiares poder compartir las emociones y sentir el apoyo de organizaciones o instituciones de otras regiones. Una de las familias comentó allí: “nos sorprendió que hubiera gente de otros lugares que sin conocernos se interesara por nosotros, por nuestro dolor”.

El propósito del CNMH al hacer la triple presentación pública de este informe,  en Florencia,  en Puerto Torres, y hoy en Bogotá, responde al anhelo de fortalecer la capacidad de denuncia de la población que se ha visto afectada por el conflicto armado en la dimensión de la desaparición forzada de personas, y un intento por recuperar los lazos sociales e institucionales trastocados por la violencia y la indiferencia. Frente al silencio forzado, la recuperación de las condiciones para el ejercicio de la palabra es una tarea ineludible de dignificación comunitaria. Volver a hablar o comenzar a hablar es un derecho que todos debemos contribuir a proteger.

Los japoneses tienen la bella y elocuente costumbre de reparar con oro sus cerámicas rotas, resaltando con ello que la historia de los objetos queridos no es algo que se pretenda ocultar sino resaltar. A semejanza de esa práctica, el ejercicio de memoria realizado en Puerto Torres a través de la investigación forense no desaparece ni oculta las heridas sufridas por su población, aquellas que convirtieron a esa inspección en un sitio fantasmal y en un cementerio clandestino, sino que, por el contrario, la memoria de las exhumaciones reconstruye las heridas, las relieva en su sanación como una muestra de resiliencia: esa capacidad que tienen los seres humanos de recuperarse y hacerse más fuertes tras los quebrantos sufridos.

Las exhumaciones realizadas en Puerto Torres han tenido una fuerza desencadenante de investigación y esclarecimiento insospechada. Las instituciones y organizaciones aquí presentes dan cuenta de ello.  Se trata de una reconstrucción forense que irradia en el campo judicial, en el de los derechos humanos y en el personal. De hecho, las exhumaciones allí realizadas han sido una oportunidad para desenterrar la violencia y brindarles a sus víctimas la verdad que intentó ser ocultada por los perpetradores; una oportunidad para encontrar la identidad y con ello la historia de los restos inertes; una oportunidad para exhumar a esos seres humanos y darles una sepultura más digna. Las exhumaciones han sido, en ese sentido, una oportunidad para las familias de mitigar el dolor. Lo que sucedió en Puerto Torres sucedió en otros muchos sitios de Colombia que también están en la búsqueda de su cuerpo 36. Nuestro compromiso aquí y allá es acompañar a las víctimas en su dolor, en su coraje y en su búsqueda de la verdad que hoy todavía permanece enterrada.”

Gonzalo Sánchez Gómez

Publicado en Noticias CNMH



CNMH, Verdad, Víctimas

La incertidumbre más grande

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

Álvaro Cardona para el CNMH

Publicado

29 May 2015


La incertidumbre más grande

La desaparición forzada en Colombia, un crimen de lesa humanidad, ha sido una forma de victimización presente a lo largo del conflicto armado y cuyas víctimas se cuentan por miles. Este fenómeno no ha sido aislado o aleatorio, al contrario, ha sido calculado y llevado a cabo sistemáticamente como una práctica de terror y al mismo tiempo de ocultamiento de los crímenes.

¿Quiénes han sido los perpetradores? ¿Quiénes y cuántas las víctimas? Pero más importante ¿quiénes han sido los protagonistas de la lucha contra la desaparición y cuál ha sido el papel de la sociedad y cuál la deuda del Estado para reparar y esclarecer los casos? En Conmemora Radio conversamos a propósito de la Semana del Detenido Desaparecido que acaba de pasar, sobre estos interrogantes y más contenidos, entrevistas y testimonios sobre la desaparición forzada en Colombia.  Escúchennos hoy a través de la emisora 106.9 fm Bogotá a las 6:00 p.m. y en las emisoras de la Red de Radio de Universitaria de Colombia.

Conmemora Radio en sintonía con todas las voces y las memorias, se realiza gracias al apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones OIM y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional USAID

 


Colombia, Desaparición Forzada

Bienvenida la verdad

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

29 May 2015


Bienvenida la verdad

En la parte más alta de la Cordillera Occidental, a la altura del departamento del Cauca y  a cuatro horas de camino desde el municipio de Cajibio, está Ortega, un corregimiento que en una pequeña extensión ha  experimentado el conflicto en carne propia.


En sus entrañas esta tierra ha visto correr la sangre de sus campesinos desde los años 60, cuando sufrieron ataques de algunos grupos guerrilleros. Tras el asesinato por parte de un grupo de las Farc, en 1977, de Leonidas Becoche y de Manuel de Jesús Quina, la historia de este territorio dio un giro de 180 grados.

Ese día la comunidad decidió organizarse para defender su territorio de futuros ataques de grupos armados ilegales. De esta manera nacen las Autodefensa Campesinas de Ortega. Pero la historia sólo les mostró que la violencia engendra más violencia, por lo que se convirtió el único grupo de estas características que, años más tarde, fue cobijado por la Ley 1424 de 2010 y que empieza a construir una nueva historia de reintegración con sus 169 integrantes en el 2003.

A ese lugar llegó el Centro Nacional de Memoria Histórica, a través de su Dirección de Acuerdos de la Verdad para tomar los relatos de esta historia, aportes que ayudarán a reconstruir la verdad de los hechos que victimizaron a muchos miembros de la población del Cauca en el marco de la incursión paramilitar. Ellos se acercaron a  varias jornadas realizadas a lo largo del 2014 para cumplir con este compromiso como firmantes de Acuerdos de la Verdad con el Gobierno colombiano.

En la semana del 18 al 20 de mayo pasados, un grupo de miembros del equipo de la DAV de la sede regional Cali llegó hasta este territorio para hacer entrega de  78 certificaciones a igual número de personas desmovilizadas.

“Estos aportes constituyen una positiva contribución a la verdad para esclarecer el contexto, dinámica y trayectoria de esta estructura armada que surgió como una autodefensa campesina en oposición y resistencia a distintos hechos de violencia generados por la guerrilla en las décadas de los 80 y 90 e incluso con antecedentes que remontan a hechos de los años 60”, explicó el coordinador de la sede regional Cali de la DAV, Diego Luis Arias.

De esta manera la población de Ortega le dio la bienvenida a la verdad y ratificó el nuevo proyecto de construcción de su vida comunitaria, gracias al emprendimiento de diferentes proyectos productivos asociados a su vocación agrícola, el café.

“Además de cumplir con los requisitos de la Ley 1424, este ejercicio ante la DAV-CNMH las personas desmovilizadas de las Autodefensa Campesinas de Ortega  sienten como un aporte efectivo a la construcción de una paz estable y duradera”, concluyó Arias.

La actividad fue posible gracias al apoyo de los líderes de la comunidad y la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) del Cauca.

 


Cauca, Verdad

Buenaventura: un puerto sin comunidad

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

30 May 2015


Buenaventura: un puerto sin comunidad

Buenaventura atraviesa una de las situaciones sociales y humanitarias más difíciles del país. Por tratarse de una ciudad portuaria se ha convertido en el foco de todo tipo de violaciones a los derechos humanos, que ha afectado a todos sus habitantes pero, especialmente, a los jóvenes afrocolombianos.

  • La investigación más completa sobre 15 años de horror e indiferencia por los que ha pasado el puerto del Pacífico.
  • El primer estudio académico sobre la práctica de terror de las llamadas ‘casas de pique’.
  • La gran paradoja: después de la desmovilización paramilitar, en 2004, todo ha sido peor; en especial, a partir de 2010.
  • Por encima de la degradación de la violencia, se alza la voz de las víctimas y la cultura afro, con sus iniciativas de memoria y resistencia.

La falta de empleo y la mala remuneración es cotidiana y la prestación de los servicios públicos es muy escaza, especialmente del agua. Asimismo, en este municipio se han presentado todas las modalidades de violencia, registrando, por lo general, las cifras más altas del país: homicidios, desapariciones forzadas, desplazamiento forzado (particularmente el intraurbano),  secuestros, entre otros.

  • En 1990 Buenaventura registró 58 homicidios. En 2000 la cifra ascendió a 440. En otras palabras, en el año 2000 el número de homicidios fue siete veces mayor que en 1990. Entre 1990 y 2012 la Policía Nacional registró un total de 4.799 homicidios en esta ciudad.
  • Entre 1990 y 2013 el Sirdec (Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres) registró 475 víctimas de desaparición forzada en Buenaventura; 13 casos corresponden a personas aparecidas vivas, 18 a personas aparecidas muertas, y 444 a personas que continúan desaparecida.
  • El Centro Nacional de Memoria Histórica registró 26 masacres entre 1995 y 2013, pero 20 de ellas se presentaron entre 2000 y 2003. Es decir, que el 76,9 por ciento de las masacres se concentraron en cuatro años en el periodo denominado “el arribo paramilitar” o “la época de las mil muertes” (2000 – 2004).
  • Entre 1990 y 1999 el promedio de personas desplazadas por año fue de 110. Entre 2000 y 2004 este promedio ascendió a 7.020 personas y en los años de posnegociación subió a 13.468.
  • Según la Policía Nacional, entre 1996 y 2012 en Buenaventura se presentaron un total 207 secuestros.
  • Según la Red Nacional de Información, entre 1996 y 2005 se presentaron ocho acciones bélicas (actos terroristas, atentados, combates, enfrentamientos y hostigamientos) por año. Entre 2006 y 2013 esta cifra subió a 100,8 acciones por año.

Entre 2005 y 2013, después de la desmovilización del Bloque Calima en diciembre de 2004, la disputa entre los grupos armados ilegales aumentó hasta llegar a grados de sevicia y violencia inimaginables. Es en este periodo que aparecen las llamadas “casas de pique”.

Buenaventura: un puerto sin comunidad, el título dela nueva investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica, hace referencia a un territorio que muestra contrastes entre las apropiaciones de la población afro y las dinámicas económicas, legales e ilegales. Estas últimas se desarrollan en un puerto en el que la presencia del Estado ha sido débil y en el que, por  la presencia de múltiples grupos armados ilegales, se ha configurado lo que se denomina “un puerto que desconoce su comunidad”.

Esta investigación surge como respuesta a la solicitud recibida por parte de la Minga por la Memoria, conformada por organizaciones étnicas, eclesiásticas y sociales de Buenaventura. En la solicitud se le pidió al Centro Nacional de Memoria Histórica iniciar un proceso de reconstrucción de memoria que permitiera entender y explicar los motivos que han conducido a la continuación y degradación de la disputa armada en esta ciudad de Colombia. Todo lo anterior narrado desde las propias voces de las víctimas.

Es así como este informe, que se le presentará al país el 2 de junio, analiza el periodo comprendido entre 2000 y 2013 en esa zona del Valle del Cauca y se desarrolla alrededor de los siguientes cuestionamientos:

ENTRADA LIBRE. A los asistentes se les entregará el libro en el lanzamiento.

Los eventos de lanzamiento del informe Buenaventura: un puerto sin comunidad se llevarán a cabo en:
  • Buenaventura: 2 de junio a la 5:00 p.m. en el auditorio de Confamar. Entrada libre sin inscripción.
  • Cali: 5 de junio a las 2:00 p.m. en la Biblioteca departamental Jorge Garcés (Calle 5 No. 24ª – 91). Entrada libre sin inscripción.
  • Bogotá: 11 de junio a las 4:00 pm en el Auditorio Rogelio Salmona, Centro Cultural Gabriel García Márquez (Calle 11 No. 5 – 60). Entrada libre con inscripción en este formulario.
  • El 2 de junio a las 10:00 am se dará la apertura del centro de atención a víctimas de la Fiscalía General de la Nación. 

 VER ESPECIAL MULTIMEDIA: Buenaventura, un puerto sin comunidad.

 DESCARGA EL INFORME: Buenaventura, un puerto sin comunidad.

 


Buenaventura, Comunidad, pueblo

Manos sucias

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Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

03 Jun 2015


Manos sucias

Buenaventura es protagonista del más reciente informe investigativo realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica. En este se habla de cómo en el puerto del Pacífico se habita entre los contrastes socioterritoriales de la población afro y las dinámicas económicas, legales e ilegales. Estas últimas se desarrollan en un puerto en el que la presencia del Estado ha sido débil y en el que, por la presencia de múltiples grupos armados ilegales, se ha configurado lo que los afrobonaverenses denominan “un puerto que desconoce su comunidad”.

 Este informe entre muchas otras problemáticas tiene un capítulo dedicado a “Grupos armados ilegales y circuito económico criminal”, donde hablamos de: narcotráfico y tráfico de armas; microtráfico; extorsiones, peajes y control al comercio local; cultivos ilícitos y minería criminal; lavado de activos y establecimiento de negocios conexos al circuito portuario. Ya que no es un mito ni un secreto que el puerto colombiano ofrece las condiciones ideales para el desarrollo del comercio marítimo de bienes y servicios legales y también brinda un escenario único para el establecimiento de una gama diversa de negocios ilícitos.

Y de eso trata nuestro recomendado de CINE+MEMORIA de esta semana con “Manos sucias”, una producción colombo-estadounidense que relata las problemáticas de Jacobo y Delio, un par de jóvenes de la región que se hacen pasar por pescadores para transportar 100 kilogramos de cocaína del pacífico colombiano a Panamá. Sabemos y estamos conscientes que muchos en Colombia discrepan de este tipo de cintas donde se catapulta imaginarios constantes hacia el exterior de problemáticas de violencia interna que ha dejado el narcotráfico; pero también reconocemos que es necesario vernos como país a través de nuestro cine. Y “Manos sucias”, es el reflejo de una fuerte problemática en un puerto que desconoce su comunidad, es el drama humanitario en el que vivimos.

 

Publicado en Cine + memoria



Buenaventura, Cine+Memoria, Violencia

Resistencia de la Atcc sigue viva en El Carare

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Harold García.

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Harold García.

Publicado

03 Jun 2015


Resistencia de la Atcc sigue viva en El Carare

Acompañamos a la Atcc (Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare) en la conmemoración de sus 28 años de existencia.


Domingo por la mañana, La India, corregimiento de Landázuri en Santander. De pronto, en un bote, aparece Braulio Mosquera. Es el hombre carisma de la comunidad, no hay duda: mirada brillante, sonrisa gigante, voz poderosa, piel negra y explicaciones contundentes a todo. Su personalidad se impone ante el resto, es respetado y seguido por muchos.

Más de cien personas de diferentes veredas y partes del país —hasta del mundo, hay un estudiante que viene de Chiapas, México, a conocer esta iniciativa de paz— se transportan por lancha bajo el sol ardiente que se refleja sobre el río minero, El Carare, para ir hasta la vereda La Zarca, en Bolívar. Por eso resulta una delicia husmear entre las fibras más profundas de iniciativas como las de la Atcc, cuyas sedes se encuentran distribuidas en nueve municipios: Landázuri, Bolívar, Cimitarra, Sucre, Málaga, Simacota, Charalá, El Peñón y La Belleza. Allí se han organizado durante 28 años para mantener su territorio libre de actores armados. “Ni con ustedes, ni con ellos; nosotros solos”, es la consigna que promueven generación tras generación desde aquel 24 de mayo de 1987 en que se reunieron con el primer grupo armado de la región, las Farc, para decirles que ellos no harían parte de su guerra. Acto que después repitieron con los paramilitares al igual que con el Ejército Nacional. Esta proeza los hizo merecedores del Premio Nobel de Paz Alternativo en 1990.

Por eso este 24 de mayo era especial: se cumplían 28 años de creación de la Atcc, 25 años de la obtención del premio de paz y se recordó el asesinato de tres de sus líderes: Josue Vargas, primer presidente de la Atcc, asesinado el 26 de febrero de 1990 junto a Saúl Castañeda, Miguel Ángel Barajas Collazos y la periodista de la BBC Silvia Duzán.

Sobre la balsa, Braulio, es entrevistado con un megáfono por uno de los jóvenes de la región que componen el colectivo de difusión “Radio Efecto Sonoro”. Un proyecto liderado por la Fundación Sub/Liminal y el Ministerio de Cultura, con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica y la asesoría de Sonema. Braulio cuenta historias sobre el agua, de minería, de veredas, de amigos. Relata la importancia de las cordilleras que se ven imponentes, al fondo, mientras la embarcación se mueve sobre las aguas apacibles de El Carare.  

Al llegar a La Zarca hay un quiosco redondo con maderos y sillas vacías, allí por mucho caben 20 personas, el resto deben hacerse afuera, alrededor, en el monte. “Hoy somos más de cien, hace 28 años éramos mil campesinos acá reunidos con Las Farc”, dice Mosquera.

Se leyó un archivo histórico para la paz de Colombia, el acta que surgió de aquel encuentro: no más campesinos asesinados, nada de colaboraciones, cero ordenes ni condiciones impuestas por los grupos armados, no más visitas ni reuniones en las casas de los campesinos, respetar el territorio y no involucrar a los habitantes de la zona en algo en lo que nunca decidieron participar.

El proceso de paz

Un huracán de críticas y detractores se avecinan cuando alguien en Colombia pronuncia la frase “proceso de paz”. La división que suscita esas tres palabras suele opacar el trabajo organizativo, cultural, territorial y de resistencia que han realizado alrededor de la paz diversas comunidades por más de tres décadas. “A muchos les encanta hablar de guerra porque no conocen la firmeza de la paz, la sonrisa de la esperanza y el baile de la tranquilidad”, dice Braulio Mosquera con la sonrisa que lo caracteriza.

Este chocoano de 58 años asegura que la mayor aventura de su vida ha sido pertenecer a la Atcc. Con 28 años salió de Quibdó y llegó a la región para trabajar en estas tierras, se conectó con las juntas de acción comunal de diferentes veredas y así empezó su travesía por la lucha de los derechos de los campesinos.

“Ellos —los primeros lideres asesinados— nos dejaron un legado y es el que todavía continua”, se refiere Braulio al hablar del proceso de paz de la Atcc con los diferentes grupos armados. “Nosotros queremos reflejar que los derechos del ser humano son válidos y por ejemplo nuestro lema es por el derecho a la vida, la paz y al trabajo, y eso estamos haciendo hoy”.

Tener la posibilidad de dialogar a corazón abierto con Mosquera, es hallar a un hombre audaz y sensible, lleno de sueños, para quien la música, los poemas y la escritura son herramientas al servicio de su organización, de su gente: “como Dios es poderoso, dueño de nuestra existencia, en esta canción les hablo del adiós a la violencia. Con toda mi inspiración hoy les canto este paseo, la historia de esta región a ella referirme quiero, Josue, Barajas y Saúl, quienes fueron los primeros, este proceso iniciaron a ellos cantarles quiero. En el año 87 dieron los primeros pasos, se firmó el primer acuerdo  por la defensa del pueblo, se firmó el primer acuerdo en busca de la paz, el respeto por la vida y el derecho a trabajar. Las familias carareñas quieren volver a sus tierras a producir el sustento, pero que no haya más guerra. Ya con esta me despido y allá a lo lejos se ve, todos nos organizamos y nació la Atcc”, Braulio recita una estrofa de su canción “El adiós a la violencia”.

Una composición que recoge los diálogos con los grupos armados, cuando se inicia el proceso de paz, y que cuenta cuáles son los valores de la Atcc como el respeto a la vida, el derecho a trabajar, a subsistir, a vivir en paz.   

La conmemoración

Más de 50 velas alumbran con fuerza el obelisco de La India, son las luces poderosas del recuerdo que representan los desaparecidos y asesinados por los grupos armados en la región. Proyectan la esperanza y la tranquilidad de los campesinos que le dicen no a la violencia. La línea entre nostalgia y felicidad se mezcla con los asistentes, un grupo de personas que con risas y carcajadas se juntan en esta noche de recuerdos.

Allí, junto a las velas, se hace entrega de los árboles para el jardín de la memoria. “Esto es por nuestra historia, por nuestro pasado y nuestro presente”, dice Donaldo Quiroga, presidente de la Atcc.

A la pequeña tarima se acercan los jóvenes que componen “Radio efecto sonoro” para mostrar, en una pantalla improvisada con una tela y un vídeo beam, lo que hicieron durante todo un año de trabajo con la comunidad: las entrevistas a las “doñas” en sus casas, a los mineros, a los líderes y a los jóvenes que entre aplausos y risas se reconocen en sus relatos.

 

Publicado en Noticias CNMH



ATCC, Resistencia, Santander

No más silencio ni impunidad frente a la violencia sexual

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CNMH

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CNMH

Publicado

04 Jun 2015


No más silencio ni impunidad frente a la violencia sexual

Lulú tenía solo 10 años cuando tuvo conciencia de la guerra. Por esos días, en las montañas del oriente antioqueño, se empezaba a escuchar que los hombres del ELN estaban rondando y organizando reuniones con las juntas veredales. Su madre, una de las líderes de la región, asistió a algunas estas reuniones y Lulú la acompañaba a pesar de que no sabía de lo que hablaban. La guerra no era un tema de niños.

Pasaron los años – dos exactamente – los encuentros y las reuniones. En las absurdas lógicas de la guerra, Lulú se volvió “apta” y a sus 12 años fue obligada a incorporarse al grupo armado. Las ampollas en sus pies fueron las primeras marcas que dejó su paso por la guerrilla, pues sus botas no le servían y las largas caminatas sólo generaban más dolor y empeoraban sus heridas. Pasaron días, tal vez semanas -no lo recuerda muy bien- hasta que el grupo del cual ya hacía parte se detuvo en un campamento. “Por fin un descansó” pensó. Sin embargo, en ese lugar sería abusada sexualmente por el hombre que lideraba su frente, quien además la amenazó con hacerles daño a su mamá y a su hermano si contaba lo que pasó.

Los abusos continuaron día tras día. Cansada de su situación buscó ayuda en el mismo grupo y la consiguió en otro compañero de su frente guerrillero, quien a cambio de “favores sexuales” le facilitó la fuga. Nuevamente sus derechos y libertades como mujer fueron vulnerados. Sin embargo, pudo huir y llegar nuevamente a su casa, pero su felicidad solo duraría unas horas. Las Farc estaban en su vereda y su madre no quería verla nuevamente en un grupo armado.
Se desplazó a Medellín, una ciudad en la que sin oportunidades ni apoyo, tuvo que ejercer trabajo sexual desde los 13 años. Aún hoy siente rabia, dolor y una fuerte gastritis que la acompaña desde su paso por la guerrilla.

La historia de Lulú fue uno de los casos que se escucharon el pasado lunes 25 de mayo en Cartagena, en donde mujeres víctimas y representantes de varias organizaciones del país se reunieron para los Diálogos de la Memoria acerca de violencia sexual en el conflicto armado. “Yo fui violentada sexualmente y desplazada de Apartadó, y sé lo difícil que es hablar, dejar el temor. Pero estos encuentros ayudan para que las mujeres nos pellizquemos, tenemos que contar lo que nos pasó o nadie va conocer la historia y nadie va a hacer nada” expresó Luz Marina Roldán, Fiscal de AFROES, quien desde hace 3 años vive en Cartagena.

Y es que según datos del Registro Único de Víctimas -con corte al 1 mayo de 2015- en Colombia 10.042 personas han declarado ser víctimas de violencia de sexual en el conflicto armado. De esta cifra el 90%, es decir 8.996 casos, fueron denunciados por mujeres. De acuerdo con estas mismas estadísticas, Antioquia con 1.836, Nariño con 726 y Magdalena con 677, son las regiones donde más casos se han registrado.

“¿Qué es lo que más me sorprende? La resistencia de estas mujeres, eso es lo más admirable. Porque a veces la violación es peor que la misma muerte y aprender a vivir con ese recuerdo es muy duro.” Dice Dunia León de la Ruta Pacífica de las Mujeres en la regional Bolívar, quien al igual que Luz Marina, invita a denunciar y no guardar silencio para que continúe en impunidad.

Durante el encuentro, desde el CNMH se compartió con las 30 mujeres participantes los avances del informe que se adelanta desde el año pasado sobre la violencia sexual en el marco del conflicto armado. “Con este tema tenemos una deuda social. Debemos superar la idea de que la violencia sexual incumbe a las víctimas, actores armados y a quienes ejercen justicia, todos como sociedad debemos hablar, pensar y comprender para tomar medidas que permita pensar en la no repetición de estos hechos” expresó Rocío Martínez, investigadora principal del informe.

La violencia sexual es un tema del que en Colombia nos ha costado hablar, más en un contexto de conflicto armado, pero es gracias a estas mujeres y organizaciones que trabajamos para visibilizar sus testimonios, recuerdos y luchas, un reto que nos pone día a día un panorama distinto para acabar con la impunidad y el anonimato de las víctimas de violencia sexual.

 


Impunidad, No, silencio, Víctimas, Violencia Sexual

Gobierno y Farc acuerdan crear Comisión de la Verdad

Noticia

Autor

CNMH

Fotografía

EFE

Publicado

04 Jun 2015




Gobierno y Farc acuerdan crear Comisión de la Verdad

Con el fin de satisfacer el derecho de las víctimas a la verdad y de la sociedad a conocer los hechos del conflicto, el Gobierno Nacional y las Farc acordaron la creación de una Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición, un mecanismo independiente e imparcial, de carácter no judicial, que entraría en vigencia una vez firmado el acuerdo de paz.


El objetivo es contribuir al esclarecimiento de lo ocurrido en el marco del conflicto armado, promover y contribuir al reconocimiento de las víctimas y la promoción de la convivencia en los territorios.

En el marco del proceso de negociación para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera las partes acordaron que la Comisión hará parte del sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición.

“En este nuevo escenario será posible aportar a la construcción y preservación de la memoria histórica y lograr un entendimiento amplio de las múltiples dimensiones de la verdad del conflicto, incluyendo la dimensión histórica, de tal forma que no sólo se satisfaga el derecho a la verdad sino que también se contribuya a sentar las bases de la convivencia, la reconciliación, y la no repetición”, sostiene el comunicado.

Así fue anunciado al cierre del ciclo 37 de las conversaciones por los representantes de Cuba y Noruega, países garantes del proceso de paz, quienes explicaron que esta Comisión tendrá el deber de esclarecer los hechos relacionados con la vulneración de los derechos humanos y la complejidad de los contextos en los que se dieron.

Esta Comisión también estará encargada de crear espacios de dignificación para las víctimas del conflicto armado, así como de analizar el impacto social, los derechos económicos, sociales y políticos; especialmente en casos de poblaciones vulnerables, defensores de Derechos Humanos, indígenas, población LGBT, entre otros.

La Comisión que estará integrada por miembros de diferentes sectores de la sociedad y  si bien se trata de un mecanismo de verdad no judicial, sus resultados deberán ser verificados y no usados para fines procesales.

Descargue aquí el comunicado completo.

 

Acuerdos de Paz, Comisión de la Verdad, Farc, Gobierno Nacional

“En mis sueños te espero cada día”

Noticia

Autor

Ayda María Martínez.

Fotografía

Ayda María Martínez.

Publicado

05 Jun 2015


“En mis sueños te espero cada día”

Con zapatos de las víctimas, familiares de personas desaparecidas forzadamente en Cali conmemoraron el Día Internacional de Detenido Desaparecido para recordar que ellos siguen dando pasos por la región.


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    Marlene García decidió hablar después de 15 años de silencio sobre la desaparición de su hijo Jairo Iván.

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    Moraima Otero sigue soñando con el regreso de su esposo, Gustavo Armel Ramírez.

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    Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua junto con una de las familiares que participa con frecuencia en la galería de la memoria todos los últimos viernes de cada mes.

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    Olivia Delgado sigue tocando las puertas de los medios de comunicación de Buenaventura en sus intentos por encontrar a su mamá y hermana.

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    Nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos”, Mireya, madre de Jason y Carlos Alberto.

Moraima Otero sigue soñando con el regreso de su esposo, Gustavo Armel Ramírez.

“Yo lo veía más delgado y acompañado de señores ancianos. Lo vi pero él no me respondió ni el saludo”. Para Moraima Otero, los sueños son el espacio en el que puede mantener la cotidianidad que se rompió el 12 de agosto de 2010. Ese día su esposo, Gustavo Armel Ramírez, un conductor de tractomula, desapreció en la ruta a Buenaventura con una carga de café que apareció intacta días después en una bodega de Cali y el automotor en un sitio entre Media Canoa y Picapiedra, pero de su esposo no se ha sabido nada. Desde ese día Moraima no ha cesado la búsqueda, ni en sus propios sueños.

“No sé qué me querrá decir, pero estoy aquí en la lucha por nuestros desparecidos. Hay muchas víctimas que se guardan su dolor y no denuncian. No podemos dejar a nuestros seres queridos desparecidos eternamente. Tenemos que luchar por el derecho de ellos de tener descanso y el de sus familias a tener un sitio dónde ir a llorar su ausencia”, medita Moraima al recordar su sueño más reciente con Gustavo. Mientras tanto mantiene su trabajo con la Fundación Nidia Erika Bautista para ayudar a otros que, como ella, están unidos por el mismo dolor.

Moraima fue una de las víctimas que participó en los eventos de conmemoración de la semana del detenido desaparecido el viernes 29 de mayo en la ciudad de Cali. Ese día, familiares de víctimas de desaparición forzada del departamento del Valle se reunieron desde la mañana para realizar una jornada especial en honor de sus familiares en la plazoleta de San Francisco. Si bien todos los últimos viernes de cada mes hacen la “Galería de la memoria Tiberio Fernández Mafla” en la que los caleños ven los carteles de las víctimas de desaparición forzada en el pasillo a lo largo de la iglesia, el viernes anterior contaron con la compañía de familiares provenientes de Buenaventura, Restrepo, El Zarzal y otros municipios del Valle del Cauca.

 

Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua junto con una de las familiares que participa con frecuencia en la galería de la memoria todos los últimos viernes de cada mes.

Y es que desde la desaparición de la ambientalista caleña, Sandra Viviana Cuéllar, el fenómeno de la desaparición forzada en el departamento es un motivo para llamar la atención de la sociedad. Desde esa fecha y de manera muy espontánea, los familiares de víctimas de desaparición forzada se dan cita en la plazoleta de San Francisco para recordar a sus seres queridos. A sabiendas que no mueren, mientras no los olviden.

Es en ese momento en el que nace la “Galería de la Memoria Tiberio Fernández Mafla”, impulsada por la Fundación Guagua, como una manera de visibilizar a las víctimas de crímenes de Estado y de mostrar la solidaridad con las familias de la región.

Delia Caicedo, directora de la Fundación Guagua recordó que a esta actividad se suma el “Carnaval por la vida, contra la desaparición forzada” con la idea de que “los desaparecidos nos duelan a todos”. Por ello, el plantón de cada último viernes de mes que recuerda que las víctimas de este delito de lesa humanidad supera la cifra de 3.400 personas sólo en Cali, que se suman a los más de 45 mil colombianos reconocidos como víctimas de este delito según el MOVICE.
“El problema no es de cifras, sino del impacto humano, del daño a las familias. Cuando se desaparece el sustento, el cambio de roles, las enfermedades a partir del dolor. Ningún ser humano está preparado para un crimen de lesa humanidad como la desaparición forzada. Es romper un ciclo, es el ritual que no se ha hecho a su ser querido, es el desconsuelo porque no lo encuentra y que quiere encontrarlo ya”, expresa Delia.

 

Olivia Delgado sigue tocando las puertas de los medios de comunicación de Buenaventura en sus intentos por encontrar a su mamá y hermana.

“Si están vivas que aparezcan y si están muertas también”

Las historias y modalidades son tan diversas como cada uno de los 45 mil desaparecidos que le duelen a Colombia. Para Olivia Delgado Angulo la desaparición de su mamá y su hermana, María Ángela y Luz Ángela Angulo, respectivamente, el 3 de junio del 2011, no sólo la invade de tristeza en su vida cotidiana, sino de enfermedades en sus articulaciones, riñones, pero sobre todo en su corazón. En Buenaventura no hay medio de comunicación que no la reconozca en su labor de búsqueda pues hasta allá ha llegado tratando de encontrarlas.

“Sigo guardando las esperanzas. Si están vivas que aparezcan y si están muertas también. Cada día que pasa es un dolor que no termina. Mucha gente me dice que las ha visto pero ya no le creo a la gente que lo dice. Espero encontrarlas ojalá vivas a las dos. Sueño con ese momento. Me da mucha tristeza, lloro, es duro”.

Nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos”, Mireya, madre de Jason y Carlos Alberto.

Olivia está unida a Mireya Ortiz a través de ese hilo indetectable y delicado del destino que las puso en el mismo lugar, alrededor de tragedias similares. En Buenaventura dos hijos de Mireya desaparecieron en diferentes momentos. Su hijo mayor Jason en 1987 a los 7 años. 25 años después el mismo fenómeno tocaría la puerta de su casa con la desaparición de su hijo Carlos Alberto, quien tenía 21 años.

Ella es consciente que los actores armados han hecho presencia en diferentes momentos de la historia de Buenaventura, pero que sus hijos han sido víctimas del mismo delito. “Uno no puede decir quién fue, pero están las dudas. Es algo que le queda en la vida una zozobra que nunca puede descansar el corazón, pero nunca terminaré de luchar hasta no saber la verdad, hasta no tener sus restos. No pierdo la esperanza”.

Es el mismo caso de Sandra Milena Millán, que no cesa la búsqueda de su hermano Fernando Millán, desde aquel 21 de septiembre de 2010 cuando él salió a sus labores cotidianas de ganadería hacia la vereda de Río Bravo en el municipio de Restrepo, Valle. No volvió, aunque se conocieron llamadas de extorsión a la familia de Guillermo Bedoya con quien iba su hermano.

“En este momento no importa quién fue sino lo que hicieron con mi hermano. Llevo 5 años en una búsqueda incansable. Hay una madre clamando su presencia y lo peor es que no hay respuestas. Parece que al país no le interesara este fenómeno. Es muy difícil  buscar a un desaparecido, mantiene uno en un paseo institucional y no pasa nada”.

Marlene García decidió hablar después de 15 años de silencio sobre la desaparición de su hijo Jairo Iván.

El peor aliado es el silencio

Marlene García, tras la desaparición de su hijo el 16 de mayo de 1997, dejó que el silencio la inundara. Ella guardó por mucho tiempo la historia de Jairo Iván Hurtado, un fiscal sin rostro al servicio de la Fiscalía que estaba en riesgo por una investigación de corrupción. Él lo sabía y había preparado a su madre para un desenlace fatal. Se lo llevaron de la calle 47 en el barrio Salonia de Cali. Lo bajaron de un taxi y se llevaron al conductor también. Los dos desaparecieron.

“Él me preparó mucho, me dijo que si me pasaba algo no fuera a investigar porque me matarían. Pero siéntase orgullosa de tener un hijo verraco como yo que no se torció por ninguna plata. Estuve mucho tiempo callada por miedo, pero el dolor y saber que fue una persona que lo hizo todo con honestidad, no me dejaron quedar callada. A los 15 años de su desaparición dije voy a denunciar el caso. No voy a conseguir nada es solo visibilizar. Sólo quiero la verdad y que se reconozca que él si trabajo allí porque el sistema lo desapareció”.

La desaparición forzada no sabe de edad, género o momento. Es un delito que se sigue registrando a pesar de estar más visibilizado. Alexandra Herrera desapareció junto a su hija Luisa Fernanda Gómez el 26 de octubre del año pasado, su hermano Augusto Herrera, llegó con este caso para unirse al grupo de familiares de persisten en luchar por encontrar sus seres queridos. “Van 7 meses y no hemos tenido ningún resultado. Con derechos de petición queremos saber de resultados de la investigación. Se perdieron dos seres humanos y es como si se hubiera perdido cualquier cosa. Es muy duro llegar a la casa de los padres sin ninguna respuesta. Ver a los viejitos llorando a toda hora, no es vida. Solo pedimos que el caso no quede en el archivo y en la impunidad”, dice Augusto.

Olivia, Moraima, Delia, Mireya, Marlene y Augusto están unidos por ese lazo del destino que seguramente se extiende a toda la sociedad, la que también llora a sus desaparecidos porque finalmente, todos fueron puestos en el mismo sitio y alrededor de la misma tragedia. Ellos no paran su búsqueda, ni pierden las esperanzas. Tanto, que ni en sus sueños los dejan de buscar. La diferencia que sólo encuentran lo que esperan en sus sueños, porque es allí donde los ven un día tocar a la puerta de sus casas y estar de regreso al seno de sus familias.

 


Cali, Desaparición Forzada, Testimonios, Víctimas

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