Un llamado de alerta desde los museos de la memoria
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salondelnuncamas
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Publicado
10 Oct 2018
Un llamado de alerta desde los museos de la memoria
El caso del Salón del Nunca Más de Granada, Antioquia, en grave riesgo por la humedad y el paso del tiempo, es el reflejo de lo que está sucediendo en las regiones con los lugares dedicados a hacer memoria. ¿Cómo asegurar la supervivencia de estos espacios, que son apuestas de vida de las comunidades?
El Salón del Nunca Más de Granada, uno de los bastiones de la memoria en Antioquia, está en riesgo tras nueve años de vida. “Hay problemas de humedad, se le mete el agua por todos lados”, cuenta Gloria Ramírez, una de las lideresas que sacó adelante ese museo. “Entonces baja el agua derecho y moja las fotos y las bitácoras, y hay algunas cosas que se están dañando”. Los años empiezan a desmoronar las paredes de tapia y el techo del edificio, que necesita con urgencia una intervención.
A principio de este siglo, apenas un mes después de que paramilitares del Bloque Metro entraron al casco urbano de Granada y masacraron a 19 personas, cientos de guerrilleros de las Farc hicieron explotar un carro bomba con 400 kilos de dinamita y se tomaron el municipio a plomo, durante casi un día entero. En esa incursión, ocurrida entre el 6 y el 7 de diciembre del 2000, perdieron la vida 23 personas y varias cuadras completamente destruidas. De ese tamaño fue la guerra en Granada.
Su cercanía con la autopista Medellín-Bogotá y con las centrales hidroeléctricas del oriente antioqueño, así como su ubicación entre el Valle de Aburrá y el Magdalena Medio, hicieron de Granada un lugar estratégico para la disputa entre guerrillas, paramilitares y Ejército. Según el informe Granada: Memorias de guerra, resistencia y reconstrucción, del Centro Nacional de Memoria Histórica, el conflicto armado dejó en ese municipio por lo menos 460 muertos, 299 desaparecidos y unos 10 mil desplazados, cifras grandes para un municipio pequeño.
Pero durante esa época, cuando la violencia llegó con más fuerza a la región, sus habitantes respondieron con valentía y dignidad. Para reconstruir el pueblo, cargaron ladrillos al hombro por una de las calles principales en la Marcha del adobe. Prendieron velas blancas y caminaron con ellas en silencio en las Jornadas de la luz. Salieron juntos a recorrer y a reapropiar los lugares del horror en encuentros que llamaron Abriendo trochas. Pintaron piedras de colores y las llevaron al Parque de la Vida para honrar a sus desaparecidos.
Algunos años más tarde, las iniciativas de resistencia en Granada encontraron una casa en ese Salón del Nunca Más, un lugar de memoria creado por la comunidad en 2009 y liderado por la Asociación de Víctimas Unidas del Municipio de Granada (Asovida). En el Salón, ubicado en el primer piso de la Casa de la Cultura, hay exhibidas fotos y relatos de más de 300 víctimas, respuestas sobre lo que ocurrió allí durante el conflicto armado y muestras artísticas que ayudan a comprender la historia de resistencia de la comunidad. “De manera colectiva decidimos dar cuenta de nuestra vivencia en el conflicto”, dice un documento de Asovida.
Ese es el legado que hoy está en peligro.
La coyuntura del deterioro físico motivó a los líderes y lideresas de Granada a hacer un llamado de alerta. “Nosotros disponemos de nuestro tiempo para abrir el Salón, para hacer las reuniones”, dice Ramírez, “pero no podemos disponer de recursos propios para meterle al espacio”. Casi con devoción, ella y otros líderes abren las puertas de viernes a domingo entre 11:00 a.m. y 4:00 p.m. Todos han hecho esto mismo durante casi una década sin recibir contraprestación, pero esta vez sí necesitan el dinero.
“Necesitamos solucionar los problemas físicos, claro, pero también que pueda haber sostenibilidad en el tiempo”, explica Ramírez, “queremos hacer adecuaciones, actualizar algunas cosas y también poder dar algún reconocimiento a las personas guías que trabajan en el espacio”. Para lograrlo, los granadinos tienen abierto un canal para recibir donaciones que se puede consultar acá. Pusieron un tope de 100 millones, de los que han recaudado poco más de 2 millones. Faltan 37 días para el cierre de la colecta.
En paralelo, la Alcaldía de Granada está gestionando recursos con la Gobernación de Antioquia para hacer un estudio arquitectónico que evalúe cuánto cuesta y cómo debe ser la reestructuración de la Casa de la Cultura entera. Ya hay un presupuesto asignado para eso y el trabajo, que se delegó a la Universidad de San Buenaventura, empezaría este mismo año. Mientras eso pasa, agrega Gloria, “nosotros haremos lo que podamos para recoger recursos y que el Salón no se vea tan deteriorado”.
“¿Qué implica un lugar de estos para el país? Un reconocimiento de que esto sí nos pasó, pero también de lo que podemos ser desde la resiliencia”, dice Lorena Luengas, curadora del Museo de Memoria Histórica de Colombia y quien participó en la creación del Salón. “Alrededor de ese espacio ellos tienen proyectos productivos y proyectos con colegios. Es un espacio que se ha tomado como un deber de la memoria. Y esto no lo hace todo el mundo. Esto es una apuesta de vida”.
Como el de Granada, hay muchos otros lugares de memoria que han sido esenciales para reconstruir los lazos que rompió la guerra. Y de la misma forma que el Salón del Nunca Más, varios han encontrado obstáculos que ponen en riesgo su futuro. Por ejemplo, el museo Tras las huellas del Placer, en Valle del Guamuez (Putumayo), ha pedido públicamente recursos y asesoría para conservar los objetos, crear exposiciones nuevas y fortalecer los procesos comunitarios que se han debilitado con el paso del tiempo. Y en el Centro de Memoria del Conflicto, en Valledupar, a quienes la Biblioteca Departamental les ordenó desalojar el espacio a principios del año pasado. A pesar de los intentos por resolver la situación, hoy tienen las piezas guardadas y trabajan en sus proyectos sin un espacio físico.
Yohana Cuervo, quien ha acompañado desde el CNMH los procesos de varios lugares de memoria, dice que en el de Trujillo, Valle, y otros, pasa algo similar que en Granada: “No hay una inversión en la sostenibilidad económica de los lugares, que se mantienen en parte porque hay una sostenibilidad social: un grupo de personas de la comunidad que están pendientes. Pero ellos no tienen recursos para mantener las estructuras físicas”.
Esa sostenibilidad económica, dice Orlando Carreño, investigador del Centro de Memoria del Conflicto y coordinador del nodo andino de la Red Latinoamericana de Sitios de Memoria, “debería venir por parte de las alcaldías, gobernaciones o el gobierno nacional, aunque no queremos que eso perjudique nuestra autonomía, porque ellos, por poner dinero, pueden querer decidir qué se muestra y qué no”. Pone el ejemplo del Museo Caquetá, en Florencia, que desde el año pasado comparte el edificio con un museo de memoria militar. Para Carreño, mantener esos espacios vivos e independientes es determinante en la coyuntura actual del país porque “ahí está la verdad, ahí nosotros decimos qué pasó, cómo pasó y cómo nos vemos en los territorios”.
Cuando ocurrió el episodio de Valledupar, Gonzalo Sánchez, director del CNMH, dijo que la labor de estos lugares “es de vital importancia para la región y la nación, justo cuando el país está abocado a procesos de construcción de paz y de reconciliación”. Eso es lo que estaría en riesgo de perderse en Granada y otros lugares si no se toman acciones a tiempo. “Estos procesos son ese vehículo hacia la no repetición y no podemos permitir que desaparezcan”, insiste Gloria Ramírez, “porque si estos espacios están abiertos al público la gente puede conocer y comprender que la guerra no es un camino feliz”.
Publicado en Noticias CNMH
Antioquia, Granada, Lugares de Memoria, Museos de Memori, Salón del Nunca Más