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Serie documental “Somos más que 11” – Entrega XVI: Carlos Alberto Barragán López

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Publicado

21 Dic 2018


Serie documental “Somos más que 11” – Entrega XVI: Carlos Alberto Barragán López

El Centro Nacional de Memoria Histórica presenta el primer ejercicio de memoria sobre el caso de los diputados del Valle del Cauca, secuestrados y asesinados por las FARC. En esta entrega de la serie documental “Somos más que 11” conocerá la historia del diputado Carlos Alberto Barragán López, administrador de empresas y promotor incansable del sector del transporte. En las pruebas de supervivencia insistió en que “la solidaridad nos compromete con la vida y con la libertad”.


Hoy se conmemoran 17 años de esta masacre que enlutó al país, un episodio en el que el pueblo bojayaseño, en el Medio Atrato chocoano, quedó entre el fuego cruzado de las confrontaciones que venían sosteniendo, allí, el frente móvil José María Córdoba, de las Farc, y el bloque Élmer Cárdenas de las ACCU.

En fechas como hoy los pobladores del municipio de Bojayá harán la acostumbrada procesión que año tras año realizan y que luego se acompaña del retorno al antiguo Bellavista, es decir, la cabecera municipal en donde todo ocurrió, ese 2 de mayo del 2002.

Para los sobrevivientes, el transitar por las ruinas del antiguo centro de salud, el Colegio Departamental César Conto, la casa de las hermanas Agustinas y la iglesia San Pablo Apóstol, hoy en día certificada como santuario, les sigue generando emociones como nostalgia y tristeza, pero a la vez, se ha vuelto en un cuadro que los invita a seguir resistiendo, recordando y clamando por derechos y garantías de no repetición. Escuche a continuación

Y es que, tras la dejación y entrega de armas de las Farc, el Eln y el Clan del Golfo han venido
disputándose este punto estratégico a orillas del Río Atrato. El municipio río abajo va en
dirección del golfo de Urabá y aguas arriba se encuentra con Quibdó que está a 188 kilómetros.

 

“Hice todo lo posible para que liberaran a mi hijo”, aseguró Carlos Hernán Barragán, padre del diputado del Valle del Cauca Carlos Alberto Barragán, secuestrado y asesinado por la guerrilla de las FARC. “Con el único que no hablé fue con el ‘Mono Jojoy’. Anduvimos muchas veces en la montaña, dormimos en campamentos, pero no fue posible encontrarlo, no estaba escrito en la historia. Una vez el presidente me dijo que iban a despejar Pradera y Florida. Y yo creo que si hubieran despejado esos municipios los habrían liberado”, recordó con nostalgia el padre del diputado. Felipe, hermano de Carlos, también afirmó que lo intentó todo: “les ofrecí plata, canjearme, seguir articulando con el Gobierno… todo… pero no había voluntad de las partes”.

Cuando ocurrió el secuestro, el 11 de abril del 2002,  Carlos Alberto Barragán López apenas estaba empezando su carrera política. Lo motivaba la intención de mantener vivo el legado político de su padre. Por eso aceptó la propuesta del movimiento Amigos del futuro, para hacer parte de su lista para la Asamblea Departamental en el 2000. Sin embargo, como lo recuerdan sus amigos más cercanos, “el corazón de Carlos Alberto estaba en el transporte”.

Su instinto de solidaridad, le permitieron construir una enorme red de cariño entre amigos y empleados de la empresa de transporte de su padre. Lo recuerdan con bolsas de pan y gaseosa para compartir. O guardando juguetes en el carro para repartir en navidad. Ese amor por los demás surgía desde su familia: sus hijos recuerdan a un padre juguetón y cómplice con el que compartieron muchos momentos felices.

Cuando las FARC secuestraron a su papá, Carlos Andrés solo tenía cuatro días de vida. Por eso, tuvo que construir una imagen de él a partir de los recuerdos de la familia y de las pruebas de supervivencia: “Yo me acuerdo mucho de esos videos. En uno decía que le gustaba el color azul, el Deportivo Cali, los perros y las personas que tenían buena energía. También decía que le parecían muy bacanos los deportes, y que tenía una colección de carritos”.

Para la familia Barragán el perdón no es un tema fácil, como lo dijo Carlos Hernán: “con perdonar no se me va a quitar el dolor; con perdonar no se borra esta historia”. Sin embargo, siempre tratan de volver a las palabras que Carlos Alberto les dedicó en su última prueba de supervivencia: “hijos: crecer en mi ausencia es triste, pero crecer sin olvidarme es lo más importante”.

Conozca la historia completa de Carlos Alberto Barragán López descargando aquí el informe “El caso de la Asamblea del Valle: tragedia y reconciliación” y siguiendo la serie documental “Somos más que 11”.

 

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Diputados del Valle, Serie documental Somos más que 11

“Recuperamos la palabra”: 20 años de la masacre de El Tigre

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Publicado

10 Ene 2019


“Recuperamos la palabra”: 20 años de la masacre de El Tigre

El 9 de enero de 1999 unos 150 paramilitares irrumpieron en este poblado del Bajo Putumayo, acabaron con la vida de por lo menos 28 personas y desplazaron otras decenas. Veinte años después, la comunidad se dio cita para honrar a sus muertos y resignificar los lugares en los que ocurrieron los hechos.


La noche del 9 de enero de 1999 los paramilitares del Bloque Sur Putumayo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), partieron en dos la historia de la Inspección de Policía El Tigre, en el Bajo Putumayo. Unos 150 hombres irrumpieron de forma violenta y cruda en este poblado, ubicado en el municipio Valle del Guamuéz, asegurando que se trataba de un “pueblo guerrillero”.

Los paramilitares entraron disparando y quemando todo lo que encontraron a su paso. Por lo menos 28 personas fueron asesinadas y otras decenas, desplazadas. La racha de violencia quedó impregnada en varios lugares emblemáticos para la población: el río, el puente, la salida del pueblo, las casas.

El lunes pasado, 20 años después de este hecho, la comunidad y amigas y amigos de El Tigre se reunieron para honrar la vida de cada una de las personas que perdieron la vida; para solidarizarse con sus familiares, que aún cargan con ese dolor; y para recordar lo que nunca jamás puede volver a ocurrir.

La comunidad de El Tigre resistió cinco años de dominio paramilitar y, dicen sus habitantes, ese enorme desafío los hizo una comunidad más fuerte y organizada.

La cita fue en el puente principal, desde donde fueron lanzados la mayoría de los cuerpos sin vida. La comunidad de El Tigre quería resignificar este espacio, por esto se unieron en una meditación colectiva amenizada por el sonido de los cuencos de cuarzo. “Aunque la muerte vino y a sus anchas quiso andar, a la esperanza no pudo encontrar”, reza en un cartel ubicado junto al río

La represión y violencia contra esta población no terminó con la masacre del 9 de enero de 1999. Entre los años 2001 y 2006 este mismo bloque paramilitar, adscrito al Bloque Central Bolívar de las AUC, se expandió por las zonas urbanas del Bajo Putumayo (Puerto Asís, Puerto Caicedo, Orito, La Hormiga, La Dorada) estableciendo un control territorial permanente, y ejerciendo un dominio social, económico y político en la región.

La masacre, y la posterior ocupación paramilitar de la zona, no sólo afectaron la economía y las dinámicas sociales de los habitantes de El Tigre, sino que modificaron sustancialmente la vida de campesinos, afrocolombianos e indígenas que habitan este sector.

Por esto, el encuentro del pasado lunes 9 de enero del 2019, también tenía el fin de abrazar y aplaudir todos los actos de valentía que les han permitido levantar un Tigre más fuerte, organizado y emprendedor. “El Tigre es un territorio vivo que escucha y siente, donde nos quedamos para sembrar la paz que vivimos. Como comunidad recuperamos la palabra; salimos a extendernos la mano; retornamos con fervor al río y al puente”, dice en otro cartel ubicado cerca al río.

Descargue aquí el informe “Masacre de El Tigre: Un silencio que encontró su voz”.

 

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AUC, El Tigre, Masacre, Paramilitares, Putumayo

Luis Carlos Sánchez Díaz, director encargado del CNMH

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Publicado

16 Ene 2019


Luis Carlos Sánchez Díaz, director encargado del CNMH

Sánchez, director del Museo de Memoria Histórica de Colombia, perteneciente al Centro Nacional de Memoria Histórica, asumió el cargo el 28 de diciembre del 2018 por directriz de Presidencia de la República.


El 28 de diciembre del 2018, a través del Decreto 2481, la Presidencia de la República nombró a Luis Carlos Sánchez Díaz, director del Museo de Memoria Histórica de Colombia, el cual pertenece al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), como director encargado de esta última institución “sin separarse de las funciones propias de su cargo y hasta que se provea la vacante de manera definitiva”.

Luis Carlos Sánchez es politólogo e historiador de la Pontificia Universidad Javeriana y tiene una maestría en Filosofía de la misma universidad. Ha sido parte de esta institución desde sus orígenes en el año 2008, cuando la Ley de Justicia y Paz creó el Grupo de Memoria Histórica que tres años después pasaría a ser el CNMH por mandato de la Ley de Víctimas.

Luis Carlos comenzó como asistente del Grupo de Memoria Histórica y luego pasó a ser investigador. Entre 2014 y 2017 lideró el grupo de trabajó de Reparaciones en el CNMH, y allí su trabajo estuvo centrado en una agenda de esclarecimiento: en responder qué fue lo que pasó durante el conflicto armado colombiano, y trabajar por explicarlo y comprenderlo dándoles a las víctimas una visibilidad particular.

En el 2017 Luis Carlos Sánchez fue nombrado director del Museo de Memoria Histórica de Colombia. Desde el allá ha trabajo por responder “cómo un pasado lleno de barbaridades, de cosas inconexas, de azares e intencionalidades, se va convirtiendo en un relato público de un modo muy distinto a como uno lo comprende cuando es investigador”. Dice, además, que el Museo es una plataforma para las víctimas y para los nuevos lenguajes que pueden narrar la historia.

En su camino profesional Luis Carlos Sánchez también pasó por el Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto, por el Instituto Pensar y por la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana.

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Dirección, Memoria, Museo, Presidencia de la República

Lo que han costado las luchas sindicales del sector palmero en el Cesar

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Publicado

24 Ene 2019


Lo que han costado las luchas sindicales del sector palmero en el Cesar

  • Entre 1971 y 2018 fueron asesinados 112 miembros de diferentes organizaciones sindicales de la industria de aceite de palma del Cesar, según una investigación realizada por Sintraproaceites, Fundesvic y el CNMH.
  • Un informe, una crónica ilustrada y una serie radial componen el proyecto “Y a la vida por fin daremos todo…”, que reconstruye la historia de trabajadores y extrabajadores de la agroindustria de palma de aceite de ese departamento.

Colombia es el cuarto productor de aceite de palma en el mundo y el primero en América Latina. La llegada al país de la palma de aceite de África, en la primera mitad del siglo XX, no solo permitió florecer el negocio de los jabones, detergentes y cosméticos. El arribo de estos gigantes de unos 20 metros de altura también está marcado por una estela de violencia, desplazamiento forzado, persecución y muerte, que los sindicalistas del Cesar no quieren que se olvide.

En el informe “Y a la vida por fin daremos todo…”, cerca de 80 integrantes de las organizaciones sindicales del sur y norte del Cesar reconstruyen las victorias, sacrificios y luchas sindicales de los trabajadores del sector palmero de este departamento. Este proyecto, conformado además por una crónica ilustrada y una serie radial, fue realizado por el Sindicato del Sector Palmicultor del departamento del César (Sintraproaceites), la Fundación de Apoyo y Consolidación Social para Desplazados por la Violencia en Colombia  (Fundesvic) y el Centro Nacional de Memoria Histórica.

  • “El regreso de la plantación: 2500 trabajadores a punto de explotar”.

  • Movilización sindical en San Alberto, años ochenta. Destacada participación de las mujeres organizadas en comités.

  • Sepelio de líder sindical, San Alberto, años ochenta.

La llegada de la palma de aceite al Cesar está rodeada de muchos mitos. Pero todos coinciden en que las primeras semillas arribaron a los municipios de El Copey y Algarrobo, en el norte del departamento, a finales de la década del 50. Por esa misma época también se establecieron los primeros cultivos de palma en el sur del departamento, concretamente en San Alberto, lo que una parte de la población celebró pues significaba la reactivación económica de esa región. En cambio para otros, principalmente para los colonos que habían llegado a ese territorio años atrás, la llegada de la palma significó una disputa por tierras, compras a bajo precio y despojos realizados por la empresa promotora del cultivo. Años más tarde algunos periodistas hablarían de la “República Independiente de Indupalma”, haciendo referencia al particular régimen laboral que imperaba en la zona, a los problemas de tierras, al control de los gobiernos locales, y a la influencia política y económica de los empresarios palmeros en el alto gobierno y el poder judicial.

Escuche aquí “La creación”, un podcast acerca del nacimiento de Sintraproaceites.

Desde un comienzo, los nuevos habitantes de las plantaciones empezaron a mirar con reserva sus condiciones laborales. Y muy rápido, los trabajadores vinculados bajo la figura de contratistas empezaron a expresar su descontento. Las precarias condiciones laborales, su aspiración de ser contratados a término indefinido acabando con el régimen de contratistas, y los bajos salarios, desembocaron en una histórica huelga realizada entre el 16 de agosto y el 12 de septiembre de 1977. Gracias a este hecho se lograron subsanar las principales necesidades de los empleados del sector palmero, pero los líderes sindicales se convirtieron en el blanco de señalamientos y amenazas por “guerrilleros”, “sapos”, “acaba-empresas” y “acomodados”. Además, los logros de la huelga fueron empañados por el secuestro de Hugo Ferreira Neira, gerente de Indupalma, a manos de la guerrilla del M-19. La liberación del empresario fue supeditada por la guerrilla, a la aprobación del pliego de peticiones presentado por los trabajadores ante la empresa Indupalma.

El 26 de octubre de 1986 dos impactos de bala provenientes de una escopeta doble cero y un revólver, acabaron con la vida del líder sindical Agustín Durán en el municipio de Minas; aún se desconocen los móviles y perpetradores de este asesinato. Él fue la primera víctima de una persecución armada, encabezada por los precursores de los grupos paramilitares, que entre 1971 y 2008 dejó 112 víctimas de asesinato selectivo en el sur y norte del Cesar. El Observatorio de Memoria y Conflicto, del Centro Nacional de Memoria Histórica, estima que entre 1958 y 2018 un total de 3.146 líderes sociales fueron víctimas de asesinato selectivo en Colombia.

Escuche aquí “El difícil camino para la obtención del fruto”, un podcast sobre los impactos de la violencia contra los miembros y exmiembros de Sintraproaceites.

El próximo septiembre se cumplen 42 años de la histórica huelga de 1977. Y a pesar de que algunos tipos de violencia desaparecieron con el proceso de desmovilización de los grupos paramilitares, los miembros y exmiembros de Sintraproaceites siguen luchando en contra de los estigmas construidos contra la organización sindical y sus afiliados, y también por el cumplimiento de las convenciones colectivas de trabajo y la formalización de los trabajadores empleados a través de cooperativas.

Escuche aquí “La vulnerabilidad del sindicalismo”, un podcast que ahonda en los estigmas y acusaciones que rodean a quienes han pertenecido a Sintraproaceites.

Recorra la historia completa de esta comunidad a través de una crónica ilustrada y un informe que desde hoy podrán ser consultados.

 

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CNMH, Líderes, Palma de Aceite, Sindicalismo, Violencia

Lideresa wayúu Débora Barros Fince denuncia atentado en su contra

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Jesús Abad Colorado

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Jesús Abad Colorado

Publicado

28 Ene 2019


Lideresa wayúu Débora Barros Fince denuncia atentado en su contra

El CNMH hace un llamado para que estos sucesos sean investigados con el mayor rigor posible, se identifique a los responsables y se tomen los correctivos necesarios para que líderes y lideresas de derechos humanos, no se vean sometidos a ninguna clase de intimidación por la labor que realizan.


El pasado domingo 27 de enero Débora Barros Fince, lideresa wayúu víctima de la masacre de Bahía Portete,  denunció un atentado en su contra. Según su relato, sobre las 5:30 de la tarde estaba arribando a pie a su casa cuando su esposo, al ver que el parrillero de una moto que se dirigía a ella llevaba un arma en la mano, le gritó que corriera. Débora aprovechó que un carro se le atravesó a la moto y corrió hacia una casa vecina para protegerse.

En el 2004 los paramilitares asesinaron a seis personas en el corregimiento de Portete (Uribia, La Guajira). Cuatro de ellas eran matronas de la comunidad; incluida la tía de Débora, Rosa Fince. Débora ha sido una destacada lideresa de los indígenas wayúu, se desempeñó como secretaria de Gobierno de La Guajira y ha denunciado reiteradamente hechos de corrupción en el departamento. Su hermana Telemina Barros también es una reconocida promotora y defensora de derechos humanos, y hace parte de la Mesa Departamental de Víctimas de La Guajira. Las hermanas Barros Fince señalan que desde finales del 2016 no cuentan con esquemas de seguridad de la Unidad Nacional de Protección. Desde entonces, las amenazas e intimidaciones en su contra han aumentado.

Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) hacemos un llamado para que estos sucesos sean investigados con el mayor rigor posible, se identifique a los responsables y se tomen los correctivos necesarios para que líderes y lideresas de derechos humanos, no se vean sometidos a ninguna clase de intimidación por la labor que realizan.

El CNMH reitera que es necesario proteger las vidas y libertades de quienes defienden los derechos de las comunidades, y pide que estos episodios sean atendidos debidamente por las autoridades. Acompañamos a Débora, a su hermana Telemina y a toda su familia.

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Conflicto Armado, Derechos Humanos, Líderes, Lideresas, Protección

Sobre nuestros productos sonoros: comunicado público

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María Paula Durán

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María Paula Durán

Publicado

04 Feb 2019


Sobre nuestros productos sonoros: comunicado público

En respuesta a algunos comentarios que han circulado en redes sociales sobre nuestros contenidos en audio, el CNMH quiere hacer algunas aclaraciones.


Durante las últimas semanas hemos recibido varios mensajes de la ciudadanía y de nuestros seguidores en redes sociales, en los que nos preguntan ¿dónde están los productos sonoros del CNMH? De antemano, queremos agradecer a todos por su interés en este material que busca hacer visibles los impactos de la guerra en Colombia, y las luchas y resistencias de las víctimas del conflicto armado. Al respecto queremos informarles:

  1. Nuestro compilado de material sonoro se encuentra alojado en su totalidad en el archivo documental del CNMH y puede obtenerse a través de una solicitud en www.centrodememoriahistorica.gov.co/comunicate-pqrd
  2. Con el propósito de difundir amplia y masivamente el contenido sonoro del CNMH, desde 2013 alojamos este material en la plataforma de distribución de audio en línea de SoundCloud, que facilita el acceso al contenido y permite que sea compartido y descargado libremente. En la actualidad nuestro perfil en esta plataforma está en actualización y todos los programas, álbumes y podcast que conforman el archivo sonoro del CNMH estarán nuevamente disponibles antes de marzo.
  3. Este año también estaremos trabajando en la migración de estos contenidos al Archivo Virtual de los Derechos Humanos y Memoria Histórica del CNMH, para que se convierta en otra vía de acceso y preservación de esta información.

Seguiremos apostándole a la producción y difusión de contenidos sonoros como una medida que aporte a la reparación simbólica de las víctimas, a la reconstrucción de memorias y a la consolidación de garantías de reconciliación y no repetición. 

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Archivos, Derechos Humanos, Memoria, Podcast

La resistencia de las iglesias en el conflicto armado

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Publicado

05 Feb 2019


La resistencia de las iglesias en el conflicto armado

  • Entre 1982 y 2012 en el conflicto armado colombiano se registraron 589 casos de victimización contra líderes religiosos y comunidades de fe.
  • Nuestra nueva investigación “Memoria y comunidades de fe en Colombia”, realizada con el apoyo de diversas comunidades e instituciones eclesiales, cuenta las historias de Tierralta y Macayepo, dos casos emblemáticos.

En septiembre del año 2000 los paramilitares asesinaron a 11 personas en la vereda La Resbalosa, en el municipio de Tierralta, Córdoba. Luego de la masacre, unas 50 familias, casi todas cristianas, salieron desplazadas hacia el casco urbano. En la arremetida de los armados, varios líderes espirituales de la comunidad fueron declarados objetivo militar. La iglesia Los Olivos cerró sus puertas. Los cuerpos de las víctimas fueron velados secretamente.

Por una carretera pavimentada entre las montañas, hombres, mujeres y niños salieron a buscar refugio de la violencia. El pastor de esa iglesia lideró el desplazamiento. “El papel de la iglesia en este proceso fue clave —contó una de las víctimas—: consistió principalmente en tratar de que la gente no se dispersara”. Cuando llegaron al casco urbano fueron recibidos en la iglesia Cristo El Rey, donde pasaron la primera semana y les ayudaron a empezar la construcción de una nueva vereda, un nuevo hogar.

Durante más de medio siglo de conflicto armado las comunidades de fe jugaron un doble papel. Por un lado, fueron blanco de los grupos armados que veían, a través de los actos de violencia contra ellas, una forma de fragmentar los lazos sociales. Y, al mismo tiempo, fueron el lugar que permitió mantener la unión y sembrar esperanza en los momentos difíciles. Esas dos caras son el eje central de nuestra más reciente investigación: “Memoria y comunidades de fe”, que narra las historias de Tierralta (Córdoba) y Macayepo (Bolívar), donde las comunidades de fe fueron protagonistas como víctimas y como resistentes. Y en el que también participaron las comunidades de Toribío y Corinto, Cauca.

En la base de datos que se construyó, a partir de entrevistas y otras fuentes, quedaron registrados 589 casos de victimización hacia líderes religiosos y comunidades de fe en el país, ocurridos entre 1982 y 2012. Entre esos, 29 fueron asesinatos. Ocurrió en la misma Tierralta donde en pleno culto un líder evangélico fue asesinado por presuntos paramilitares, que lo señalaban de ser guerrillero. O en Trujillo (Valle) con el padre Tiberio Fernández, asesinado por una alianza entre mafiosos, paramilitares y fuerza pública, a quienes les molestaba la ideología de sus sermones.

Pero la causa de esa violencia no fue de tipo religioso, dice la investigación. No se trató, como en Irlanda del Norte, de un enfrentamiento entre credos. Acá fue diferente. En lugar de atacarlos por pertenecer a una religión específica, lo hacían por una característica transversal a las comunidades de fe en el marco del conflicto: fueron lugares de unión, de resistencia no-violenta, y muchas veces sus líderes y lideresas asumieron un compromiso en la defensa de los derechos humanos. “Las comunidades de fe o tradiciones espirituales eran un estorbo a la implantación o expansión de proyectos guerreros”, escribió el profesor Gonzalo Sánchez en el prólogo del libro.

Los relatos que componen este libro no solo hablan de religión. También muestran pinceladas sobre la vida en esas regiones y cómo se vieron transformadas por la violencia: cómo empezaron a aparecer templos destruidos, árboles abaleados, casas convertidas en trincheras, y caminos que se convirtieron en rutas de escape.

Aunque las historias de Tierralta y Macayepo no representan todo el espectro de comunidades católicas y evangélicas en el país, los dos casos sí son una puerta de entrada para entender la relación entre la guerra, la fe y la resistencia no-violenta.

Descargue aquí el informe “Memoria y comunidades de fe en Colombia”.


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Fe, Iglesia, Memoria, Religión, Ruinas

¡Este mes estrenaremos cuatro documentales!

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Publicado

07 Feb 2019


¡Este mes estrenaremos cuatro documentales!

A partir de este viernes 8 de febrero lanzaremos un documental semanalmente, a través de nuestros medios y redes sociales. Este primer ciclo de “Cine + Memoria” está dedicado a producciones realizadas con las comunidades del Canaán (Magdalena), El Tigre (Putumayo), El Palmar (Nariño) y El Rosario (Nariño). ¡Prográmense con nosotros!


El lenguaje audiovisual ha sido clave en nuestra misión de reconstruir las memorias del conflicto armado colombiano. Formatos como el documental y el reportaje nos han permitido recoger lo que dejó la guerra, pero también narrar a las comunidades que creen y están trabajando por la vida, la reconciliación, la reparación, la memoria.

Este mes lanzaremos en “Cine + Memoria” cuatro documentales que nos llevan a regiones del país muy diversas: el Canaán (Magdalena), El Tigre (Putumayo), El Palmar (Nariño) y El Rosario (Nariño). Los invitamos a recorrer sus paisajes, los rastros que dejó la guerra en esos lugares, y las historias valientes de sus pobladores que trabajan incansablemente por una Colombia más justa y digna. Estos documentales fueron realizados como medida de satisfacción del Plan Integran de Reparación Colectiva de estas comunidades.

 

8 de febrero: “El Tigre no es como lo pintan”

Al ingresar en los buscadores de internet las palabras “El Tigre, Putumayo”, ninguno de los primeros resultados está relacionado con sus fiestas patronales, ni las playas del río Guamúez, ni la figura de un jaguar amazónico o “tigre”, como sus habitantes le llaman. Lo primero que identifica internet, en relación con estas palabras, es la masacre que tuvo lugar en aquella inspección el 9 de enero de 1999. Por eso este corto documental, elaborado por el CNMH dentro del Plan Integral de Reparación Colectiva de esta comunidad del Putumayo, presenta el “nuevo color” de El Tigre. En este corto el espectador podrá acercarse a una población que después de ver la guerra de frente, logró fortalecerse y crear una identidad más allá de los estigmas que quiso imponerles el conflicto armado.

15 de febrero: “Esmeraldas, la fe que persistió a pesar de la guerra”

¿Cómo vive una comunidad a la que la guerra le dejó la marca de “auxiliadores de la guerrilla”? En este documental los habitantes del corregimiento de Esmeraldas, ubicado en el municipio de El Rosario, Nariño, cuentan cómo el sentido comunitario y sus creencias, celebraciones y lugares religiosos, fueron esenciales en tres etapas de su historia: la conformación del pueblo, la resistencia al conflicto armado, y la reparación de los daños, luego de la salida de los paramilitares y la guerrilla de las Farc de su territorio. El corto fue realizado por el CNMH y la comunidad de Esmeraldas, en el marco de las medidas de satisfacción del Plan Integral de Reparación Colectiva.  

22 de febrero: “Los colores de El Palmar”

En el Palmar, corregimiento de Leiva, Nariño, siempre hay niebla. Y a veces es tan espesa, que es imposible ver la montaña de colores que vigila a esta población. Allí históricamente han estado presentes grupos armados de todas las denominaciones. Y esas dinámicas de la guerra llevaron a algunos habitantes a sembrar hoja de coca para subsistir en el territorio y, al mismo tiempo, poder mantener sus cultivos tradicionales de café y lulo. En este documental, realizado por el CNMH y la comunidad de El Palmar como parte de su Plan Integral de Reparación Colectiva, los habitantes de esta población nos hablan de sus sueños, de sus propias ideas para que la sustitución de cultivos sea una realidad, y de la manera en que están reescribiendo su historia.

1 de marzo: “Canaán, templo y cuna de campesinos”

“Los que nos quedamos aquí no supimos lo que sufrieron los que se fueron. Y los que se fueron no supieron lo que vivimos los que nos quedamos aquí, aguantando la violencia”, dice un habitante de Canáan, municipio de Chibolo, Magdalena, quien también es protagonista de este cortometraje documental realizado entre la comunidad y el CNMH dentro del Plan Integral de Reparación Colectiva. La voz de este poblador del Canaán, es al mismo tiempo la voz de decenas de personas que fueron víctimas de desplazamiento forzado. Y la voz de aquellos que, a pesar del miedo, se resistieron a dejar su territorio. Todos ellos se encuentran en este documental para narrar a la Canaán de hoy: una tierra de abundantes flores que ellos mismos demoninan “templo y cuna” de campesinos.  

 

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Cine, Documental, El Tigre, Magdalena, Memoria, Nariño, Putumayo

‘La escuela es fundamental para que niños y niñas no se vinculen a la guerra’: José Luis Campo

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Daniel Sarmiento

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Publicado

11 Feb 2019


‘La escuela es fundamental para que niños y niñas no se vinculen a la guerra’: José Luis Campo

En el Día de las Manos Rojas, iniciativa mundial contra el reclutamiento forzado de menores, hablamos con el director de la asociación Benposta, quien advierte que este flagelo no es un tema del pasado. Campo señala, además, que “defender la escuela es defender la vida”.


Juan Pablo Esterilla

“La escuela es fundamental para que los niños y niñas no se vinculen a actores armados. Dejar la escuela es el indicador de riesgo más alto para ser víctima de reclutamiento forzado, o para sufrir explotación sexual o laboral”, dice José Luis Campo, director de Benposta: Nación de Muchachos Colombia, una asociación que lleva 40 años trabajando por la defensa y promoción de los derechos de niños, niñas y jóvenes. “Defender la escuela es defender la vida”, continúa José Luis en esta entrevista que le hicimos a propósito del Día Internacional de las Manos Rojas, una iniciativa contra el reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes en conflictos armados, que se celebra este 12 de febrero.

En 60 años de guerra en Colombia, 17.778 niños, niñas y adolescentes fueron reclutados y utilizados por los grupos armados legales e ilegales, según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica. El 25,89% corresponde a niñas y adolescentes mujeres, mientras que el 71,27% a niños y adolescentes hombres. El Observatorio estableció, además, que de ese total 4.857 pertenecieron a las guerrillas y 1.581 a los paramilitares.

Aunque gracias al acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno cientos de niñas, niños y adolescentes dejaron de escribir sus historias de vida en la guerra, hoy el reclutamiento forzado de menores sigue siendo una realidad en Colombia. La Defensoría del Pueblo, la Fiscalía, y organizaciones de derechos humanos, vienen advirtiendo que la guerrilla del ELN es una de las principales amenazas para los menores de edad.

¿Qué explica que un niño, niña o adolescente termine en las filas de un grupo armado?

Quienes terminan haciendo parte de grupos armados son niños, niñas y adolescentes que tienen historias marcadas por la vulneración de derechos. ¿Qué manifiestan ellos? “Nosotros entramos a la guerra no porque quisiéramos, sino porque éramos victimas en nuestras familias y territorios”. Son víctimas de situaciones estructurales: pobreza, inequidad, falta de oportunidades…

Generalmente se cree que el reclutamiento es bajo la fuerza, pero en Colombia suele ser voluntario (por persuasión) y se ejerce casi como un grito de auxilio ante las condiciones de degradación, de abandono. El grupo armado se visualiza, en muchos casos, como un elemento de salvación. Por supuesto, luego los niños, niñas y adolescentes viven en la guerra situaciones que no imaginaban. Se dan cuenta de que se les vulneran sus derechos fundamentales y los obligan a asumir un rol de guerrero que no les corresponde.

En los últimos 15 años ustedes han trabajado por prevenir el reclutamiento forzado, y por construir “redes de entornos protectores”, en regiones como Buenaventura (Valle), Mesetas y Villavicencio (Meta), San José del Guaviare (Guaviare) y Catatumbo (Norte de Santander). En esos lugares, ¿el reclutamiento forzado sigue siendo una realidad latente para los niños, niñas y adolescentes?

Teníamos la confianza, como miembros de la Coalición contra la violencia de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia, que participó en la mesa de diálogos (de paz entre el Gobierno y las FARC), de que con la implementación llegaran las condiciones de bienestar que las comunidades de regiones apartadas del país han pedido durante años. En todas esas regiones lamentablemente no se ha dado lo que esperábamos. No hay oferta de salud, de educación, de cultura…

La realidad es que continúa fuerte la oferta de la guerra. Nunca habíamos visto en el Catatumbo, por ejemplo, tanto riesgo de reclutamiento en el sentido amplio de la palabra. Es decir, no solo entendiendo el reclutamiento como el ingreso formal del niño, sino también como su participación en el marco del conflicto bajo el control de un actor armado.

¿Por qué dice eso? ¿Qué está pasando en esos lugares?

Por ejemplo, la confrontación entre el ELN y el EPL ha desconocido escenarios protegidos. En febrero del año pasado la escuela de Filo Gringo, en el Catatumbo, estuvo entre fuego cruzado. A partir de ahí, con la Diócesis se señalizó el colegio como entorno protector con signos internacionales, banderas blancas. Defender la escuela es defender la vida.

También el año pasado en la comuna 12 de Buenaventura, en medio de una actividad cultural, hubo un enfrentamiento al lado de la escuela. Y la Secretaría de Educación de ese municipio, decretó en noviembre pasado el cierre de todos los colegios públicos por una semana. Es cierto que no hay ataques directos contra las escuelas, pero los contextos que se están dando hacen que haya altas probabilidades de deserción.

Finalmente, hay una dificultad en Teorama y San Calixto, Alto Catatumbo: las minas antipersona. En estas zonas los niños y niñas caminan en muchos casos más de una hora para acudir a la escuela, y para ellos está latente la posibilidad de encontrarse en el camino con grupos armados, o verse afectados por minas.

¿Qué balance puede hacer del programa de inserción social que propuso el acuerdo de paz para niños, niñas y adolescentes desvinculados de las FARC?

Ha sido difícil el monitoreo al programa por compromisos de confidencialidad. No obstante, antes de que terminara el mandato de Santos, Paula Gaviria, entonces Consejera de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, presentó un informe en el que aseguró que el 80% de los desvinculados ya vivía con sus familias y comunidades. Para mí es problemático que al cabo de tres meses (que era el tiempo que había corrido cuando Gaviria hizo este anuncio) los niños, niñas y adolescentes ya hubieran dejado los centros transitorios, pues en muchos casos las condiciones estructurales de sus familias y entornos seguían siendo las mismas que los obligaron a salir. Es una revictimización porque están viviendo de nuevo con elementos expulsores. Generalmente sus familias no forman parte de su proyecto de vida.

Me da la impresión de que el Gobierno está trabajando mucho a través de procesos individuales de apoyo, pero no de acompañamiento integral y colectivo. No hay un acompañamiento fuerte para, por ejemplo, generar ingresos. Y eso afecta su proceso de construcción de proyecto de vida e implica un riesgo altísimo pues, repito, no están haciendo su proceso de inserción social en contextos de paz.

¿Usted cree que hoy existe más consciencia sobre la necesidad de prevenir el reclutamiento forzado?

Hoy en día hay una gran sensibilidad en las regiones sobre el tema de los derechos de niños y niñas. Hay una conciencia de que hay que recuperar la escuela como entorno protector, de que hay disminuir la deserción. Celebro las propuestas de acción colectiva, la construcción de capacidades locales que están haciendo los movimientos sociales en los territorios.

Me preocupa que en los medios de comunicación el tema esté enfocado en la responsabilidad de los comandantes guerrilleros, lo cual se entiende porque este es un delito no indultable. Pero creo que el tema debería discutirse más allá de la búsqueda por la judicialización de los responsables.

Descargue aquí el informe “Una guerra sin edad”.

Publicado en Noticias CNMH



Adolescentes, Conflicto Armado, Guerra, Guerrillas, Manos Rojas, Niñas, Niños, Paramilitares, Reclutamiento forzado

¡Hoy celebramos la existencia de la radio!

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CNMH

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CNMH

Publicado

12 Feb 2019


¡Hoy celebramos la existencia de la radio!

En el Día Mundial de la Radio, que se celebra este 13 de febrero, queremos rendirle un homenaje a este hermoso medio de comunicación que les ha permitido a las comunidades (y a nosotros mismos) narrar sus memorias, tejer lazos, reconstruirse. Aquí les presentamos cinco iniciativas sonoras para entender y reconocer un poco más a este país.


“Que la opinión pública se entere y, por favor, soliciten por todos los medios de convicción necesarios que el fuego cese inmediatamente”. Miles de colombianos escucharon por radio esa frase. Fue el miércoles 6 de noviembre de 1985. El Palacio de Justicia, en Bogotá, estaba envuelto en fuego. La toma por parte de la guerrilla del M-19, y posterior retoma con rockets del Ejército, hacían de este lugar un infierno. La voz que clamaba detener los enfrentamientos era la del magistrado Alfonso Reyes Echandía. Estaba hablando en vivo en una transmisión exclusiva de Caracol Radio.

“Que el presidente de la república dé finalmente la orden de que cese el fuego inmediatamente”. Para ese momento la voz del funcionario sonaba entrecortada por el sonido, al fondo, de las balas, de las bombas. Colombia lo escuchó. La angustia, la muerte, la desesperación, el miedo. Ese hecho, doloroso, lo siguió el país minuto a minuto a través de la radio, mientras en la televisión se transmitía un partido de fútbol.

La Frecuencia Modulada (FM) ha sido una de los mayores testigos de nuestra historia. Periodistas y reporteros se han adentrado en lo más profundo del país para narrar las calamidades, pero también para darnos motivos para sonreír. El escritor y periodista Juan Gossaín dijo, en una entrevista a la Radio Nacional de Colombia, que tener periodistas en el lugar de los hechos y trasmitir sus reportes en vivo, representó uno de los puntos de inflexión en la historia de la radio colombiana.

“Anteriormente las noticias tenían unos horarios fijos, inamovibles; no estaba la instantaneidad que adquirió a partir de los 70 y 80, y no había participación periodística al aire. Los únicos que salían al aire eran los locutores: unas voces bellísimas, muy profesionales, muy apropiadas para ese trabajo, pero los periodistas no participaban. Luego los periodistas empezaron a participar con su propia voz y, lo que es más importante, desde el lugar de los hechos”, aseguró. Desde ese momento se convirtió en un medio indispensable para recoger la historia del país. Para contarnos. Para reconocernos. Para hacer memoria.

Y no solo nuestra historia como nación. La radio se volvió también el vehículo para que las comunidades contaran su propia realidad. Y para que reconstruyeran y reivindicaran su propia historia, maltratada y fracturada por el conflicto armado. Desde lo local se empezó a construir país, a construir una memoria colectiva. Y hoy queremos resaltar algunas de esas iniciativas:

  1. En 1994 un grupo de comunicadores sociales, maestros, líderes comunitarios y gestores culturales crearon el Colectivo de Comunicaciones en los Montes de María, un espacio de comunicación alternativa para construir “ciudadanía, participación e identidad”, como ellos dicen. Una radio de y para la comunidad, en una región donde los diferentes grupos armados generaron desplazamientos, masacres, dolor y desolación. Y, también, desarraigo y división. Pero eso es historia del pasado. En el presente, la comunidad de los Montes de María ha sacado adelante importantes procesos de reconocimiento y reencuentro. Y la radio ha sido clave en ese renacer.
  2. Este recorrido sonoro continúa en La India, Santander. Allí los jóvenes crearon el colectivo de difusión Radio Efecto Sonoro, un laboratorio de creación que recorre el río recogiendo voces y memorias. Gracias al “Balsófono” (un dispositivo para registrar los sonidos del río y amplificarlos)  hoy conocemos a profundidad la historia de una de las organizaciones más representativas de esta región: la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), que a finales de los años 80 se enfrentó a los actores armados para decirles que el suyo era un territorio de paz, que no involucraran a los pobladores en sus conflictos.
  3. En esta ruta sonora también queremos destacar el proyecto 1000 Voces, una iniciativa de la Ruta Pacífica de las Mujeres para amplificar los testimonios de mujeres víctimas de asesinatos, desaparición, violencia sexual, tortura, desplazamiento y reclutamiento. Un proyecto para que todos los colombianos puedan escuchar, de cerca, a mil mujeres que vieron su derecho a la vida amenazado por la guerra.
  4. La serie radial “Ojalá nos alcance la vida” recoge y hace visible la memoria de 15 personas mayores de 60 años, víctimas del conflicto armado. Este proyecto nació en el 2014, como una propuesta de la Corporación Asuntos Mayores (COASUMA) al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). “Ojalá nos alcance la vida… para sembrar, argumentar y defender la paz”, dice uno de los protagonistas de este proyecto realizado con apoyo de periodistas en región y diferentes entidades internacionales.
  5. La quinta y última parada de este viaje sonoro es la serie radial: El Tigre, Memoria de un Pueblo Olvidado, que nos propone hacer una reflexión sobre la estigmatización: un fenómeno que ha cobrado muchas vidas en nuestro país. Al buscar “El Tigre, Putumayo” en Google Maps nos encontramos con una pequeña inspección sin registro fotográfico (en la visita virtual solo aparece una panadería). Sin embargo, en los anaqueles de historia del país, este lugar es reconocido por una cruenta masacre perpetrada por los paramilitares del Bloque Sur Putumayo en 1999, señalándolo de ser “un pueblo guerrillero”. Esta serie, que apoyó en CNMH, permitió que la memoria de las víctimas de esta masacre viajara por el espectro radioeléctrico, y llegara a diferentes lugares, reivindicando su vida y sus luchas por superar esa marca que la guerra les dejó.

Este año Naciones Unidas definió que el Día Mundial de la Radio, que se celebra este 13 de febrero, tendría el lema “Diálogo, tolerancia y paz”. Esas tres palabras hablan del poder de este medio en la actualidad, no solo como un escenario para narrar hechos noticiosos en tiempo real, sino como un espacio de sintonía con todas las voces y memorias. Por eso hoy celebramos su existencia.

Publicado en Noticias CNMH



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