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Los mamos se reúnen para preservar sus memorias

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Autor

CNMH

Fotografía

© Romel Rojas, OIM.

Publicado

14 Abr 2015


Los mamos se reúnen para preservar sus memorias

El pasado 9 de abril, mientras en Colombia se marchaba para conmemorar el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas del Conflicto y en Bogotá se presentaba el predio donde se construirá el Museo Nacional de la Memoria, en la Sierra Nevada de Santa Marta representantes de seis comunidades indígenas se reunían para hablar de la memoria histórica de sus pueblos, del territorio cómo víctima del conflicto y sobre cómo lograr transmitir sus recuerdos y conocimientos a las nuevas generaciones.


9 de abril

Faltaban algunos minutos para las diez de la mañana cuando llegamos a Gotzheyii, resguardo del pueblo wiwa asentado en la cuenca del río Guachaca en Magdalena, donde se realizaría el primer encuentro indígena para reflexionar sobre el territorio como víctima del conflicto armado. Después de tres horas de viaje desde Santa Marta y tras haber transitado por senderos empinados y agrestes, representantes de las comunidades awá, chimila, embera, wayuu, nasa y el grupo de enfoque étnico del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) esperábamos reunidos cerca de Zalemakú Sertuga, una escuela para los jóvenes wiwa que viven en estas montañas. Entre miradas inquietas y asombradas de los más jóvenes, al ver tantos nuevos visitantes en su resguardo, apareció Yeismith Armenta Amay, coordinador del proceso de memoria histórica de esta comunidad indígena, quien amablemente nos dio la bienvenida.

“Primero nos vamos a reunir para entregar el pensamiento a la madre tierra” indicó. Caminamos unos metros hasta un pequeño cerro donde estaban reunidos los mamos, autoridades de las comunidades que habitan en este relieve montañoso del norte del país. Pasaron tres o tal vez cuatro minutos cuando Yeismith habló nuevamente con el grupo de visitantes “¿Qué pensarían si el sol se apagara, si se volviera rojo o negro?”, nos preguntó en este ritual de la entrega del pensamiento. Pasaron otro par de minutos, hubo reflexión, silencio y finalmente las autoridades aprobaron nuestro acceso a Gotzheyii, donde nos trataron como miembros de su comunidad.

En medio de un día nuboso y gris, como si los dioses del agua, el aire y la tierra estuvieran tímidos de mostrarse ante los visitantes, empezó la jornada de trabajo. “A pesar de los diferentes lenguajes, formas de vestir y culturas hoy nos reunimos con un mismo fin: pensar la memoria histórica desde la madre tierra y compartir el trabajo de cada pueblo indígena” expresó Edgar Alberto Velasco, representante de la comunidad nasa misak del Cauca. A su presentación lo siguieron los awá del Putumayo y Nariño, las wayuu de la Guajira, los embera del Chocó y los chimilas de San Ángel, Magdalena.

Para los sobrevivientes, el transitar por las ruinas del antiguo centro de salud, el Colegio Departamental César Conto, la casa de las hermanas Agustinas y la iglesia San Pablo Apóstol, hoy en día certificada como santuario, les sigue generando emociones como nostalgia y tristeza, pero a la vez, se ha vuelto en un cuadro que los invita a seguir resistiendo, recordando y clamando por derechos y garantías de no repetición. Escuche a continuación

Ahora era el turno de Ramón Gil, máxima autoridad de los wiwa en la Guajira y Magdalena y un sobreviviente del rayo que cayó en la parte alta de la Sierra Nevada en octubre de 2014, hecho en el que 11 indígenas perdieron la vida. “Me disculparán, pero no sé hablar muy bien” empezó su discurso el mamo Ramón, sin embargo, sus palabras llenas de sentido e ideas claves controvertían su afirmación. “Los pueblos indígenas venimos hablando de memoria histórica desde hace mucho tiempo, pero no solo miramos lo material, nos enfocamos más en lo espiritual y lo cultural. ¿Se puede reparar un lugar sagrado?”, preguntó. También aseguró que “el dinero y los recursos materiales no son suficientes por eso necesitamos una reparación espiritual. Debemos pensar el territorio como un cuerpo, hablar de los padres espirituales y compartir esta sabiduría para recuperar y sanar nuestros territorios sagrados”.

La tarde transcurría en Gotzheyii y a pesar de la nubosidad que continuaba arropando la Sierra Nevada el calor y la humedad cada vez se sentían más fuertes. Luego de un breve receso para almorzar, cada comunidad continuaba narrando los procesos de memoria y resistencia en su territorio. Las representantes wayuu contaban cómo han resistido en sus territorios a pesar de la aridez del terreno, la falta de agua y poca ayuda de los gobiernos nacionales. “Después de 11 años de la masacre que se cometió en Portete por parte de grupos paramilitares finalmente hemos regresado al territorio. Es un terreno desértico y no tenemos los ríos que bañan a estas tierras, pero es nuestro territorio y por eso hemos luchado más de diez años para volver a él” contó Carmen Fince Uriana, representante de esta comunidad asentada en Uribia, Guajira.

La palabra continuó en voz de los representantes chimila, embera y awá. Estos últimos contaron cómo el conflicto ha afectado sus territorios en el sur del país. “Durante siglos la tierra nos lo ha dado todo. Nos ha dado alimento, medicina, comida y hogar sin pedir nada a cambio. Pero hoy el territorio está enfermo, ha sido explotado, entregado a las multinacionales y por querer defenderlo nos han tildado de pertenecer a uno u otro grupo armado trayendo muerte a nuestras comunidades” intervino Edgardo Pai, representante awá del resguardo Tortugaña Telembí. Los bombardeos, fumigaciones, atentados a oleoductos y la siembra de minas antipersonal, así como la explotación del oro, los megaproyectos y la proliferación de la minería ilegal son algunos de las principales afectaciones a los territorios de cada uno de los pueblos que estaban reunidos.

Cayó la tarde en Gotzheyii y hubo nuevo receso para comer: pescado, plátano y yuca. Un café y continuó la jornada de trabajo. Esta vez Yeismith tomó la palabra y compartió algunas ideas para que la memoria de los pueblos indígenas vaya más allá de un informe. “La memoria debe ser alimento de nuestras comunidades, debe hacer parte de nuestro plan de vida. Desde las escuelas indígenas los jóvenes deben aprender su historia, así aunque termine el acompañamiento del CNMH el proceso de memoria continuará y seguirá vivo” puntualizó. Cerca de las 10:00 p.m. finalizó el primer día de trabajo y las hamacas brindadas por los wiwa nos esperaban para descansar unas horas y continuar escuchando las demandas de estas comunidades, a las que se les ha violentado su territorio y su cultura desde hace 500 años

10 de abril

A las 6:00 a.m. inició la segunda jornada de trabajo. Con un baño en la cuenca del río Guachaca –que en esta época de sequía es solo un pequeño caudal que no sobrepasaba la altura de las rodillas– desayuno y una nueva entrega del pensamiento a la madre tierra iniciamos las actividades del viernes. Las nubes seguían sobre nosotros y continuaban escondiendo la majestuosidad de la Sierra Nevada, incluso la lluvia se hizo presente por un momento. Sin embargo, la expectativa por la visita de Gonzalo Sánchez, director general del CNMH, se notaba en las autoridades presentes, sin duda esperaban esta oportunidad para darle a conocer sus ideas para que el proceso de memoria histórica indígena sea una realidad.

Cerca de las 9:30 a.m. arribó a Gotzheyii el director del CNMH y junto a él un grupo de periodistas que se interesaron en documentar este encuentro.

Como sucedió a nuestra llegada, los reunieron para hacer la entrega de pensamiento y minutos después pudieron entrar al resguardo. Nuevamente todos nos reunimos para hablar de memoria. Brevemente wiwas, awás, wayuus, chimilas, nasas y emberas se presentaron y narraron sus aportes al proceso de memoria histórica. Después de escuchar un resumen de todas las ideas destacadas del día anterior y a cada uno de los representantes, el director del CNMH tomo la vocería: “queremos escuchar  sus reclamos y necesidades, no son muchos o mejor muy pocos los encuentros entre pueblos indígenas de diferentes regiones y este es un primer paso para seguir realizándolos. Por eso en el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas del Conflicto hemos querido acompañarlos, ustedes han sido excluidos e invisibilizados y queremos ser sus voz” resaltó. Además, dejó en claro que este encuentro no será un hecho aislado, sino el primer paso para que las memorias de los pueblos indígenas sean conocidas y divulgada por todo el país.

El apoyo a la transmisión de las memorias dentro y fuera de los pueblos indígenas, la generación de dos nuevos encuentros regionales con autoridades tradicionales, y la posibilidad de un encuentro nacional, y el apoyo para crear una cartografía de los sitios sagrados que han sido afectados por el conflicto, fueron algunos de los compromisos que quedaron después del encuentro.

Finalmente, al mediodía del 10 abril terminó el primer encuentro indígena para pensar el territorio como víctima. Un primer paso para seguir construyendo la historia de los pueblos indígenas en Colombia, una memoria viva que debe de servir a las mismas comunidades y para que la sociedad, ajena a sus problemas, conozca lo que han tenido que padecer los pueblos indígenas y cómo han resistido.

¿Cómo visibilizar todas las memorias de las comunidades étnicas del país? ¿Cómo las comunidades indígenas pueden, ellas mismas, elaborar su memoria histórica? ¿Para qué servirá y cómo serán narradas estas memorias? ¿Cuál será la participación de las memoria indígena en el Museo Nacional de la Memoria? Estos fueron algunos interrogantes que quedaron al final de una jornada extensa, preguntas que se continuarán respondiendo en un nuevo encuentro en otra región del país y así continuar tejiendo las memorias plurales de todo del país.

 


Los Mamos, Memoria Histórica, Pueblos Indígenas

“Contribuir a la verdad hace parte del cambio”

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Autor

CNMH

Fotografía

Ricardo González

Publicado

15 Abr 2015


“Contribuir a la verdad hace parte del cambio”

“Recibir esta certificación hace parte de un cambio en la vida de nosotros. Es muy difícil venir a contar lo que uno sabe, pero, tal vez, podemos ayudar de alguna forma para que todos sepan lo que le pasó al país”.

Con estas palabras Marlon, una de las primeras personas desmovilizadas en el departamento de Antioquia en recibir certificación por aportar a la verdad, dio la bienvenida a una nueva etapa de su vida en la que quiere demostrar que le apuesta a un nuevo proyecto personal que ayude a la paz y la reconciliación de su comunidad y de su país.

Hoy puedo decir que duermo tranquilo y que hay familias orgullosas de nosotros por haber dado el cambio que dimos”, agregó Marlon durante su breve intervención en una entrega colectiva de certificaciones de contribución a la verdad y a la memoria realizada en el Museo Casa de la Memoria de Medellín.

Se trata de una de las 375 certificaciones de contribución efectiva a la verdad por parte de personas desmovilizadas cobijadas por la Ley 1424 de 2010 que ya están en proceso de entrega en el departamento de Antioquia.

Para Álvaro Villarraga, director de Acuerdos de la Verdad del Centro Nacional de Memoria Histórica se trata de un momento importante para las personas que están siguiendo la ruta de reintegración y retorno a la vida civil luego de haber hecho ruptura y abandono de grupos armados ilegales.

“La certificación da fe y constancia de un aporte positivo a la verdad. Su esfuerzo le contribuye a las víctimas, a la sociedad, supera la historia de violencia grave, sistemática y masiva que comprometió al fenómeno paramilitar. Su actuación da fe de una actitud ciudadana de construcción de memoria histórica”, dijo.

Villarraga recordó que el derecho a la verdad responde a un esfuerzo colectivo de la sociedad y anunció que en el segundo semestre del año se harán los procesos de contribuciones voluntarias para que participen todos los sectores de la sociedad que consideren que pueden aportar elementos de construcción de verdad sobre el conflicto armado colombiano.

Es un éxito de ustedes, se reivindican a sí mismos moralmente, rompen con la violencia y con el legado de violación a los derechos humanos. Deconstruye una historia de violencia paraconstruir una historia de verdades”.

A la fecha en el departamento de Antioquia, la DAV ha recibidolos acuerdos de la verdad provenientes de 3.866 personas en proceso de reintegración, 1.486 de ellas ya se acercaron a entregar sus relatos.

Estos aportes son el resultado del mandato de la Ley 1424 de 2010 que busca contribuir al logro de la paz perdurable, la satisfacción de las garantías de verdad, justicia y reparación a las víctimas, a través de los aportes de personas desmovilizadas del paramilitarismo no vinculadas a delitos de lesa humanidad, que hubieran incurrido únicamente en los delitos de concierto para delinquir simple o agravado, entre otras, como consecuencia de su pertenencia a dichos grupos.

 


Cambio, Comisión de la Verdad, Verdad

Vals con Bashir

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Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

15 Abr 2015


Vals con Bashir

El cielo es amarillo, oscuro y abundante. La ciudad gris desborda de una esquina una horda de perros enfurecidos que corren desmesuradamente por atrapar su presa. Corren rápido, tanto, que los charcos y demás obstáculos de la calle no son problema para seguir al frente. De fondo la música agita los nervios junto a los ladridos de los salvajes animales y la poca saturación de color dan la sensación de angustia y terror en menos de 60 segundos. Pero todo es un sueño, un horrible recuerdo que dejó la guerra por su paso en lo más entrañable de un mortal. Eso es “Vals con Bashir”, una animación que recrea las memorias de los momentos más difíciles vividos por los excombatientes de la guerra del Líbano en los años 80. 

Aunque no lo aparente, Ari Folman sufre por no recordar a diferencia de sus compañeros un episodio muy importante que sucedió en la guerra.  Es así que Folman decide reunirse, en diferentes partes del planeta, con cada uno de los hombres con los que combatió en la guerra para que su memoria recuerde lo que pasó.  La frustración de este personaje lo lleva a escuchar testimonios violentos y desconcertantes que poco a poco le hacen recordar todo lo que ocurrió. Es el tejer de la memoria, es el construir conjunto.   

“Vals con Bashir” es el resultado de un ejercicio detallado de memoria histórica. En palabras de Lucas Ospina: “el documental como monumento”. Y es que los tiempos de crisis agudizan el ingenio, floreciendo iniciativas como el documental, y mucho más la animación.

Ese romántico hijo del séptimo arte, un ideal permanente en la mente de los asistentes a salas de cine que genera adhesiones incondicionales. Persisten modelos clásicos, sí, pero la realidad tiene muchas caras y ahí es donde está el reto del Centro Nacional de Memoria Histórica: saber contar la guerra colombiana de diferentes maneras. “El recurso de la animación produce un efecto extraño, la voz de los personajes los hace emotivos, pero visualmente lucen mecánicos, una suerte de zombis. Este distanciamiento intencional se comprende al final de la película”, dice Lucas Ospina. 

 

Publicado en Cine + memoria



Cine+Memoria, Vals con Bashir

Artista de la Comuna 13 habla sobre el Museo Nacional de la Memoria

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Autor

CNMH

Fotografía

de Flickr – Jomag Cia Medellín.

Publicado

16 Abr 2015


Artista de la Comuna 13 habla sobre el Museo Nacional de la Memoria

A propósito de la presentación pública del predio donde se construirá el Museo Nacional de la Memoria, el CNMH conversó con uno de los gestores culturales y de memoria que asistieron al evento en representación de las comunidades victimizadas en las que viven y trabajan.


¿Qué importancia tiene el proyecto de este museo para ellos? ¿Cómo creen que puede ser útil para nuestra sociedad? ¿Cómo se lo imaginan? ¿Para qué un evento donde solo se presenta un lote?

Joan Mateo Ariza Gonzáles, más conocido entre sus parceros como Jomag, estudia artes plásticas, dibuja y pinta desde niño y acompaña varios procesos artísticos en la Comuna 13 de Medellín, como Unión entre Comunas, Agroarte y Escuela de Hip Hop Kolacho. Desde allí les enseña a niños, jóvenes y señoras, en situación de vulnerabilidad, que el arte y el trabajo comunitario son caminos alternos y medios de resistencia a la vida delincuencial y al conflicto.

¿Por qué estás vinculado con estos temas comunitarios, de memoria y de trabajo social sin ser víctima directa del conflicto armado?

“Desde niño he dibujado y pintado. Mi familia y yo llegamos de Bucaramanga a Medellín por problemas de dinero y, por casualidad, aterrizamos en la 13. Hasta entonces no sabía que mi carrera y mis hobbies pudieran servir también para el trabajo social. Empecé ilustrando las marchas y movilizaciones a las que asistía cuando aún estaba en el colegio. Después recibí talleres de arte en la Escuela Colacho y en Morada en la Comuna 13.
No vivimos la época más dura de la 13, ni las operaciones militares ni eso. Pero las he sentido a través de las señoras y los niños con los que trabajo. Yo no hago esto porque sea víctima y me haya tocado sufrir, sino porque me duele el dolor de los demás y tengo sentido de pertenencia por la comuna”.

¿Cómo es que estos procesos artísticos ayudan a mitigar los efectos del conflicto en las personas y en las comunidades?

“Se trata de crearles otros caminos, de brindarles oportunidades. En estas comunidades pareciera que no hay más referentes: si tu padre es chofer o esto y lo otro, vos tampoco tenés más opciones. Pero les mostramos que el arte sí tiene futuro y que pueden tomar caminos diferentes al del pillo y la delincuencia”.

El pasado 9 de abril, El Presidente y el CNMH presentaron el lote donde se va a construir el museo y tú estabas allí representando a tu comunidad. ¿Qué sabías de este proyecto?

“Nada. Ya había tenido acercamiento al CNMH y a la Casa de la Memoria de Medellín. Pero no sabía que acá se va a construir el Museo Nacional de la Memoria ni todo el significado simbólico”.

¿Qué significado para ti este museo ya que eres artista y trabajas con comunidades vulneradas?

“Es reconocer a las víctimas, a todos los que han tratado de hacer algo por no dejar morir los sueños de sus comunidades que quedaron truncados por el conflicto. Darle el valor a las víctimas de haber sacado adelante todos estos procesos de memoria que estamos viviendo en Colombia”.

¿Qué crees que nos enseñan las víctimas de Colombia?

“La fuerza que tienen para salir adelante y buscar más alternativas. Debemos reconocer al que sufrió esto, entender su dolor y trabajar con él o ella. Es un proceso muy admirable poder superar lo que pasó, perdonar y no ir por venganza y en cambio surgir de esos problemas y trabajar a partir de ellos”.

¿El CNMH presentó a la sociedad un predio donde aún no hay nada construido. ¿Dónde está el sentido de este acto?

“La importancia de esa presentación pública del predio es que las personas empiecen a acercarse a ese proyecto antes de su primer ladrillo, que lo vean crecer de cero y empiecen a pensar cómo podrán aportar”.

¿Qué imaginas que debe tener este museo?

“Diferentes expresiones artísticas: textos, canciones, todo el tema visual, teatral… Que albergue conceptos muy profundos de reconocimiento a las víctimas. Todo esto debe servir para que no olvidemos lo que pasó”.

¿Crees que todas esas piezas deberían estar hechas por víctimas u otros actores de la sociedad?

“Creo que por todos. No somos uno solo ni nuestra familia. Somos todos colombianos. A todos nos debería doler lo que le pasa a la gente de todo el país, en toda Latinoamérica. Obviamente las víctimas y sus experiencias deben tener allí un espacio significativo, pero este museo debe ser hecho por todos”.

Eres artista, ¿imaginas un día exponiendo tu obra en el Museo Nacional de Memoria Histórica?

“¡Sí, total, sería fabuloso! Tanto por el tema artístico como por lo conceptual. Como artista sería muy importante para mí, como ciudadano me parece genial un lugar donde aprender qué ha pasado en Colombia y entender mejor nuestra realidad desde distintos puntos de vista”.

 


Artes, Comuna 13, Medellín, Museo Nacional de la Memoria

Cinco resúmenes para entender el conflicto

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Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

21 Abr 2015


Cinco resúmenes para entender el conflicto

Con el fin de propiciar la comprensión del conflicto colombiano, hoy en la Feria Internacional del Libro estaremos presentando los resúmenes de los informes “Mujeres y guerra”, “La huella invisible de la guerra”, “San Carlos”,“La tierra en disputa” y el “¡Basta Ya!”, un formato amable que ilustra lo fundamental de estas investigaciones.


Se trata de una iniciativa de promoción y divulgación de la memoria histórica y de los procesos de verdad, justicia y reparación de diferentes comunidades que han sufrido el conflicto armado, con el fin de esos hechos violentos no vuelvan a pasar nunca más en el país.

A las 6 p.m., en la sala multifuncional del stand del CNMH, ubicado en el pabellón 6 piso 2, se hará el lanzamiento de las publicaciones. Participarán el director general del CNMH, Gonzalo Sánchez, la directora de la Corporación Región, Marta Inés Villa, la directora de Verdad Abierta, Marta Ruiz, la única mujer integrante de la Comisión Histórica del Conflicto, María Emma Wills y el investigador John Jairo Rincón.

A los asistentes al evento se les hará entrega gratuita de la colección de resúmenes.​

Recuerden que a través de nuestra cuenta de Twitter @CentroMemoriaH estaremos entregando pases para el ingreso a las actividades de la Filbo, en donde podrán obtener de manera gratuita todos los informes publicados hasta la fecha.

 


Conflicto Armado, Narrativas

25 años de la desaparición del héroe de Trujillo

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Autor

CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

21 Abr 2015


25 años de la desaparición del héroe de Trujillo

Se conmemora el cruel asesinato del padre Tiberio Fernández Mafla, líder de la comunidad de Trujillo, Valle del Cauca. Un día infame que debería grabarse en la memoria de todos los colombianos.


El día del horror ocurrió el 17 de abril de hace 25 años. Ese día el padre Tiberio fue retenido junto a su sobrina Ana Isabel Giraldo y dos acompañantes más (José Norbey Galeano y Óscar Pulido Rozo), mientras venían de un entierro Tiberio fue llevado a la hacienda Villa Paola, propiedad del narcotraficante Henry Loaiza ‘el Alacrán’, y allí fue obligado a ver cómo violaban, le cercenaban los senos y asesinaban a su sobrina.

Después lo torturarían a él. Su cuerpo fue castrado, decapitado, mutilado y arrojado al río Cauca. El campesino que recogió sus restos también fue asesinado. Su crimen se convertiría en el clímax de lo que se llamó La masacre de Trujillo, que cobró más de 300 vidas entre 1988 y 1994.

El exceso y la sevicia que acompañó su muerte tenía como objetivo “humillar, hacer sufrir, prolongar la agonía o intimidar a los sobrevivientes, o a los posibles disidentes”,  según el informe ‘Trujillo, una tragedia que no cesa’, realizado por el anterior Grupo de Memoria Histórica (hoy Centro Nacional de Memoria Histórica).

En este informe también se relata que el asesinato impactó “no solamente el sentimiento religioso local sino nacional, como se evidenció, de una parte, en la concurrencia de sesenta sacerdotes provenientes de todo el país en las honras fúnebres, presididas por dos obispos de la región, y de otra, en la sanción canónica de excomunión a los asesinos, denominados como ‘verdugos del calvario’ en la homilía”.

Sin embargo, lejos de la intensión de sus asesinos, la muerte de este sacerdote no significó el olvido de su legado, sino que lo convirtió en mártir y una figura icónica sobre la que se ha cimentado la resistencia de las víctimas de Trujillo.

El ícono   

La imagen de Tiberio está presente en varios espacios de Trujillo. Desde 2003, sus restos reposan en el Parque Monumento que las víctimas construyeron con parte de la indemnización que recibieron del Estado colombiano por orden de  la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Allí cuenta con un oratorio (ver foto), que es una especie de museo en donde se recogen algunos objetos que le pertenecieron y múltiples expresiones artísticas que ha inspirado su figura. Una de ellas es el cuadro ‘Cristo de Tiberio’, que muestra en una cruz el cuerpo mutilado y decapitado del religioso (ver foto), pintado por John Mario Molina, integrante de uno de los grupos juveniles que fundó Fernández y quien tuvo que exiliarse por amenazas.

Pero más allá del Parque Monumento, la presencia de Tiberio se extiende por otros lugares del municipio, como en el parque principal,  donde una calle lleva su nombre, y en varias cafeterías y panaderías donde se le recuerda con fotos y mensajes.

Todo el amor que este pueblo le profesa quedó materializado en el libro ‘Tiberio vive hoy,  testimonios de la vida de un mártir’ que fue escrito a mano por quienes lo conocieron y que el pasado mes de febrero fue reconocido como ‘Memoria del mundo’ por la Unesco.

Sin embargo, este no es el único texto que ha inspirado la vida de Tiberio. También se han publicado múltiples poemas, como el que le escribió su sobrino, el sacerdote Gerardo Fernández:


“Quisieron los violentos desaparecer un cuerpo

hacerle correr la suerte nefasta de otros cuerpos.

Quisieron que su piel, hecha para la caricia y para ser acariciada, no volviera a sentir…

¡No pudieron! Hoy sigue acariciando a través del viento impetuoso.

Y de la suave brisa, miles de metros de piel de aquellos que amó y por quienes se entregó.

Quisieron erradicar su intimidad

El lugar de donde brota la simiente.

¡No pudieron! Hoy sigue íntimo en quienes le amamos

Y su capacidad de engendrar reino de Dios, justicia, verdad, organización comunitaria, no fue cercenada.

¡Tiberio estás vivo! ¡Estás resucitado! ”


Así se construyó el héroe

Pero  más allá de la violencia que rodeó la muerte de este sacerdote, fue su vida la que inspiró a tantos artistas, religiosos, activistas y víctimas. En el libro ‘Tiberio vive hoy’ se puede conocer su biografía, llena de retos y de anécdotas que dejan ver un poco la personalidad de este sacerdote, nacido en 1943 en la vereda La Vigorosa, del municipio de Río Frío.

Y es que Tiberio era travieso y perezoso en su infancia, como lo relata Jesús Antonio Fernández, uno de sus sobrinos: 

“Recuerdo cuando mi papito Sinforoso lo mandaba a cortar caña, entonces Tiberio se le escondía en la cocina de mi mamá, entonces mi mamá le daba libros para que leyera y lo escondía en la cocina para que mi papá no lo encontrara”.

Jesús Antonio también lo recuerda con una vocación sacerdotal temprana pero que solo pudo concretar a los 34 años, debido a la pobreza de su familia:

“Él cogía la cartilla de La historia sagrada, se subía en un zapote y predicaba a sus hermanos y a los trabajadores. En medio de esa predicación, los hermanos lo bajaban del árbol a punta de pepas de zapote”.

En el libro también se relata sus comienzos en el Seminario de Palmira, y cómo tuvo que retirarse y volver a las labores de la finca familiar. Su formación en el cooperativismo, su trabajo como profesor del Instituto Campesino y su regreso ­–tras lograr el patrocinio necesario­– a los estudios sacerdotales. Se ordenó en La Ceja, Antioquia, estudió sociología y teología en la Universidad Javeriana de Bogotá y cooperativismo en Israel.

Como párroco de Trujillo, Tiberio empezó en 1985. Llegó con la idea de enseñarle a los trujillenses a dejar de depender de los grandes terratenientes, fundó un mercado los sábados para que los campesinos dejaran de ser estafados por los intermediarios. Su objetivo era transformar la economía del pueblo y por ello ayudó a montar 24 cooperativas que prestaban todo tipo de servicios a la comunidad.

Pero su trabajo coincidió con una alianza contrainsurgente entre narcotraficantes, paramilitares y miembros de la Fuerza Pública que operó en la región y que no vio con buenos ojos al sacerdote, que no solo invitaba a la gente a que se organizara económicamente, sino que los incitaba a reclamar sus derechos. Así lo recuerda Doris Osorio en el libro:

“No le gustaban las injusticias, él no quería pobres, quería que todos fuéramos iguales por eso trabajaba duro con todos los grupos que tenía organizados (…) En 1988 – 1989 se organizó una marcha campesina, en la que los campesinos reclamaban que las carreteras estuvieran en buen estado, las escuelas y mucho más. Esta marcha fue el principio de todo lo más monstruoso (…) Cuando empezaron a desaparecer la gente, él empezó a buscar ayuda y apoyo en las autoridades y todo era inútil”.

Esta dura historia, digna y de resistencia, se recordará el próximo 13 de junio en la peregrinación que la Asociación de familiares de víctimas de Trujillo, Afavit, va a hacer para seguir honrando a este sacerdote, quien 25 años después de su muerte, está más vivo que nunca.

 

 

Publicado en Noticias CNMH



Desaparición Forzada, Masacre, Trujillo

El recuerdo que sana en Pueblo Bello

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Autor

Jorge Iván Posada
Jefe de prensa del CNMH

Fotografía

CNMH

Publicado

21 Abr 2015


El recuerdo que sana en Pueblo Bello

Pueblo Bello, corregimiento de Turbo,  quiere recordar a sus paisanos —hijos, esposos, abuelos, primos— que las autodefensas, en esa entonces al mando de Fidel Castaño, sacaron a la fuerza de sus casas y los desaparecieron.


Eso fue el 14 de enero de 1990. Los 60 “Tangueros”, armados, llegaron a este pueblito del Urabá antioqueño y juntaron en la plaza, a empujones y patadas, a 43 personas.

Fidel Castaño quería “ajustar” unas 43 vacas, que había perdido, por hombres. Entonces los paras se llevaron a las 43 personas en un camión hacia una finca de Córdoba; allá los torturaron.  [Ver: En Pueblo Bello cambiaron vacas por gente]

Según el reporte oficial, desde entonces solo se han encontrado los restos de siete hombres, después de una exhumación que hizo la Fiscalía en la finca Las Tangas en Valencia, Córdoba.

Y es que en esos días empezaron los paramilitares con la práctica, que se les volvió costumbre, de llegar a pequeños poblados en el norte del país; con lista en mano reunían en las canchas o en las plazas a sus futuras víctimas, delante de toda la población, para que no quedara duda que ellos eran los dueños de la vida y podían pegar, torturar, matar, desaparecer, y con total impunidad.

Así acabaron con la sonrisa caribe de 43 hombres, que no olvidan sus familias y amigos y que los inspira a reconstruir lo destrozado por los paras.

Aquí quieren que se recuerde la tragedia pero que se diga que esta gente —4 mil personas que viven en las 24 veredas del corregimiento—  es campesina, luchadora, que resiste, que canta, que baila, que trabaja de sol a sol y que anhela, de verdad, un nuevo Pueblo Bello. Así lo volvieron a pedir el pasado 14 de enero al conmemorar los 25 años de la masacre.

Hay mucho por hacer, pese a lo ordenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, la Gobernación de Antioquia y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), se están poniendo al día con este poblado.

Remanso de paz

Del acompañamiento a las familias víctimas y el mantenimiento de la vía, la Gobernación de Antioquia pasó a la construcción del centro social Remanso de Paz. El  26 de enero pasado fue inaugurado para que “la gente se reencuentre y vuelva la esperanza a Pueblo Bello”, según explicó Santiago Londoño, secretario de Gobierno del departamento.  

Y eso es precisamente también lo que busca Pueblo Bello: que el país sepa que aquí se acepta con dignidad que están marcados por la guerra pero que trabajan, todos los días, para que sea referente de resistencia, reconciliación y de una posible paz.

Entonces el pasado 17 de abril, cuando llegaron a Pueblo Bello el gobernador Sergio Fajardo y Gonzalo Sánchez, director del CNMH, la comunidad les enseñó que para llegar a esa paz primero hay que recordar a sus seres queridos, reencontrarse, empezar a soñar el futuro y trabajar por él.

Eso fue lo que dijo Beatriz Elena Jaramillo, al mostrar el mural de la memoria: retazos de tela con todos los nombres de los desaparecidos y asesinados entre 1990 y 2005.

Se lo repitió al Gobernador, al Director del CNMH, al comandante de la VII División, general Leonardo Pinto, y a las demás autoridades que visitaron el corregimiento el pasado viernes.  

“Aquí vivimos la zozobra y la muerte pero queremos que recuerden también que estas personas que ya no están con nosotros eran alegres, que tenían sus animalitos, su familia y sus cultivos. Ese es el mensaje que le entregamos al Gobernador para que todo el país lo sepa”, dijo Beatriz Elena Jaramillo quien padeció “la triste época de la violencia donde las personas dormían en el monte y se desmayaban cuando veían un hombre armado”.

Mensaje que compartió Manuel Dolores López, que perdió a su hermano Miguel López en la noche de ese 14 de enero de 1990. El mismo que en el mural de la memoria señaló con orgullo el retazo de tela donde está tejido el nombre de Miguel con la frase: “vivirás por siempre en nuestros corazones”.   

El convenio

Este mural es una iniciativa de memoria que el CNMH apoyará y fortalecerá gracias al convenio que ese mismo día suscribió con la Gobernación de Antioquia: Pueblo Bello será el punto de partida de un trabajo más grande que se hará gracias a este acuerdo.

“En el marco de la Ley de Víctimas se suscribe este convenio que tiene como objetivo fortalecer los procesos de reconstrucción de memoria histórica en el departamento, a partir de distintas líneas de acción y actividades encaminadas a la formación de distintos públicos, como funcionarios y víctimas, en la recuperación de archivos, el fortalecimiento del lugar de memoria de Pueblo Bello y diferentes actividades de comunicación como una edición especial de la revista Conmemora”, explicó Nathalie Méndez, coordinadora de la Estrategia Nación – Territorio del CNMH, quien estuvo en Pueblo Bello la semana pasada.

Y es que según Gonzalo Sánchez, el convenio ratifica la intención del CNMH de trabajar con los entes territoriales para fortalecer la memoria histórica de las regiones, la memoria como “un vehículo para el esclarecimiento de los hechos violentos, la dignificación de las voces de las víctimas y la construcción de una paz sostenible en los territorios”.

Y más en Antioquia “que es un punto de referencia para el esclarecimiento de la historia de violencia del país. Prueba de ello han sido los cuatro informes de reconstrucción del conflicto que hemos hecho en el departamento”, reiteró el Director del CNMH.

 


Antioquia, Paz, pueblo, Turbo

Seguimos haciendo la tarea

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Autor

CNMH

Fotografía

dps.gov.co

Publicado

22 Abr 2015


Seguimos haciendo la tarea

Tal y como lo indica el documento Conpes 3654 de 2010, en que se exalta la importancia de la rendición de cuentas a la ciudadanía, el Centro Nacional de Memoria Histórica acudió el pasado viernes 10 de abril a Riohacha, La Guajira, a la cita con la comunidad y con las entidades del Sector de la Prosperidad Social como expresión de control social y de transparencia.


Las seis entidades del sector – DPS, el ICBF, la Unidad para las Víctimas, la Unidad para la Consolidación, el Centro de Memoria Histórica y la ANSPE- rindieron cuentas de su gestión durante el  2014.

Riohacha fue la anfitriona de este encuentro, se preparó para recibir a delegaciones de funcionarios de las diferentes entidades y por supuesto el pueblo guajiro fue testigo de lo que allí se hablaba.

Para el caso del  CNMH, se resaltó la gestión que desde la Dirección de Archivos se hace con el tratamiento de los archivos de derechos humanos y el centro de documentación con el que cuenta el Centro.

Para Natalia Vélez –quién hace parte del equipo del CNMH-  “estas jornadas son muy importantes porque permiten contarle a la sociedad en general los logros, los proyectos futuros y las acciones por mejor en el tema de la inclusión social”.

Una pregunta que llegó al CNMH a través de las redes sociales y que fue respondida, en la audiencia pública, por el asesor e investigador del Centro Andrés Suárez fue: ¿por qué hacer el Museo Nacional de la Memoria (MNM) en Bogotá? La respuesta consistió en contarle a la ciudadanía que el Museo será construido para el servicio de las víctimas y de la sociedad en general, que servirá como plataforma para promover iniciativas locales y regionales de memoria y además de esto el MNM estará ubicado estratégicamente en el eje de la memoria en Bogotá, donde varios proyectos sociales y urbanísticos convergen allí.

 


CNMH, Conpes, DPS, ICBF

Las vidas de María del Carmen Ruiz

Las vidas de María del Carmen Ruiz

Autor

CNMH

Fotografía

las2orillas.co

Publicado

03 Ene 2016


Las vidas de María del Carmen Ruiz

Las mujeres han sido las grandes afectas a causa de la guerra en Colombia, dejándolas solas, sin hijos o esposo. Esta es la historia de una de ellas.


María del Carmen dice que mataron a su marido, el periodista Luis Eduardo Gómez (en julio de 2011), por denunciar lo que pasaba en Apartadó, Antioquia. Las amenazas surgieron después de publicar noticias que parecían el guión que se repite en cualquier municipio del país: corrupción de políticos, alianzas de los gobernantes y autoridades locales con grupos armados ilegales, robos en la arcas públicas y la investigación sobre el asesinato, dos años atrás, del único hijo que tuvo esta pareja bogotana, el camarógrafo Juan Pablo Atahualpa Gómez.

Parece una pesadilla, María del Carmen iba en la moto con su hijo cuando le dispararon en la cabeza para acallarlo. Caminaba de la mano con su esposo el día que lo mataron. Estuvo al lado de la muerte en dos ocasiones, viéndola de frente llevarse las dos vidas que más amaba, agregando, -como diría Álvaro Sierra en el lanzamiento del informe “La Palabra y el Silencio” del CNMH sobre periodistas asesinados- dos gotas de sangre al mar de violencias en Colombia.     

Esta publicación señala que finalizando el 2012, Antioquia era el departamento más riesgoso para ejercer el periodismo en el país, ya que desde 2010 fueron reportados a la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) 14 amenazas, un exilio y en julio de 2011, se cometió el homicidio del Luis Eduardo Gómez. “Gran parte de estos actos de violencia contra periodistas enUrabápueden ser atribuibles a reductos que sobrevivieron de la desmovilización del grupo del paramilitar de alias El Alemán, hoy conocidos como Autodefensas Gaitanistas o Los Urabeños”, explica el informe.

María del Carmen dice que los asesinos de Luis Eduardo, un hombre de 70 años y testigo en la Fiscalía de casos de parapolítica, siguen dando guerra por todo ElUrabáantioqueño. “Es una burla para Colombia lo que están diciendo, porque eso no es así, el paramilitarismo no ha acabado”, recalca golpeando con fuerza el chaleco antibalas que debe llevar en el pecho como medida de protección, una ironía, como dice ella, porque los disparos van a la cabeza.

“No es justo que a estas horas de la vida yo tenga que andar con esto puesto protegiéndome y que me estén cuidando, mientras los fulanos están por la calle, no es justo. Ahorita el 18 de noviembre me amenazaron nuevamente”, dice a las afueras del auditorio donde se presentó el informe, el pasado 2 de diciembre, que relata las historias de 152 periodistas asesinados desde 1977 en el país y donde se incluye lo que sucedió con su esposo.

Esta mujer, que el pasado 30 de noviembre cumplió 68 años, espera vivir muchos más para seguir adelante con el sueño de Juan Pablo y Luis Eduardo: ellos querían hacer una fundación para niños que formara musicalmente enUrabálos nuevos talentos. Esto lo viene realizando con la firme convicción de que el arte y la cultura son la lucha contra la violencia.

María del Carmen da la impresión de no doblegarse ante nada, pero al hablar de su hijo y esposo es notable su tristeza. Con nostalgia en los ojos recuerda que lo perdió todo; se fueron sus seres amados, dejó su casa, vive alejada de todo (por motivos de seguridad) y hoy no tiene nada. No duda en alzar la voz cuando habla del Presidente, diciendo que “él fue periodista, debe poner un granito de arena con los periodistas, ellos están solos en la regiones, abandonados y debería aprobar lo que es una media pensión para ellos”.

Según “La Palabra y el Silencio” [Descargar informe: La palabra y el silencio], la intensidad de la violencia contra periodistas está directamente relacionada con la proximidad del conflicto y con el significado de la información dentro de él. Haciendo así que sean los medios regionales y locales los más golpeados, sobre todo la prensa escrita y la radio. “Al periodista que investiga, que acude a otras fuentes de información diferentes a los poderes hegemónicos, que hace visibles atropellos o que denuncia las arbitrariedades o los desafueros, de inmediato le amenazan, presionan, estigmatizan o acallan”, detalla el informe.

Todo empieza con una amenaza, llegan pasquines o panfletos con frases como: “abra la jeta sapo y ya verá lo que le pasa”, o “váyase de acá o le llenamos la boca de moscas”. Y muchos no tienen la posibilidad de dudar, queda salir corriendo o enfrentar las intimidaciones, y esto último fue lo que hicieron Juan Pablo y Luis Eduardo con la certeza de que estaban haciendo lo correcto, dotando a la comunidad de información, sacando a la luz pública las atrocidades que se hacían a sus espaldas.

Es en este contexto que María del Carmen lleva una nueva vida. Viaja a Bogotá a contar su historia y a cualquier parte de Colombia llevando al frente el legado de su esposo e hijo, enfrentando los actos intimidatorios de quienes, al igual que a Juan Pablo y Luis Eduardo, quieren silenciarla por denunciar los hechos con los que no está de acuerdo. A lo largo de estos años se ha convertido en una mujer reconocida por los periodistas víctimas del conflicto armado, a pesar de que ella no es periodista, por buscar la dignificación de su familia. “Le debemos todo a los periodistas”, dice María del Carmen.

 


Antioquia, Asesinato, María del Carmen Ruiz, Periodismo

Lectura amena para entender el conflicto armado

Noticia

Autor

César Romero, Natalia Vélez y Jorge Posada

Fotografía

César Romero, Natalia Vélez y Jorge Posada

Publicado

22 Abr 2015


Lectura amena para entender el conflicto armado

Si los colombianos quieren comprender el conflicto colombiano, a través de casos emblemáticos de violencia sexual, despojo de tierras y resistencia de las comunidades, la nueva colección de resúmenes del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) es una alternativa disponible a partir de hoy.


Así lo destacaron los coordinadores de los informes “Mujeres y guerra”, “La huella invisible de la guerra”, “San Carlos”, y “La tierra en disputa” y “¡Basta ya!” durante su lanzamiento en el stand del CNMH en la Feria Internacional del Libro.

Los ejemplares de esta colección, que busca promover y divulgar la memoria histórica y los procesos de verdad, justicia y reparación de diferentes comunidades que han sufrido el conflicto armado, se están entregando desde el 22 de abril en el stand del CNMH, ubicado en el pabellón 6 piso 2 de Corferias.

La directora de la Corporación Región, Marta Inés Villa, destacó la resistencia de las víctimas y su capacidad de resiliencia frente al conflicto. También habló de las formas de despojo que se registraron en el Oriente antioqueño y la posterior intervención de las instituciones que deja lecciones para futuros procesos de reparación integral, al referirse a los informes “San Carlos” y “La huella invisible de la guerra”.

La encargada del resumen del informe general de memoria histórica “¡Basta Ya!” y directora de Verdad Abierta, Marta Ruiz, destacó el esfuerzo de reunir diferentes visiones para establecer qué fue lo que le pasó al país en el marco del conflicto armado y los nuevos hallazgos de esta investigación.

Consideró que temas del Informe como el agrario, el miedo a la democracia, la influencia del narcotráfico, la injerencia extranjera y el despliegue del Estado en el territorio, coinciden con la agenda que se desarrolla actualmente en la mesa de negociación de paz de La Habana.

La dignidad, la resistencia y la capacidad de reconciliación de los colombianos, pero sobre todo “constatar que se trata de ciudadanos dispuestos a construir un país”, fue uno de los aspectos del informe destacado por Ruíz.

En relación con el informe “Mujeres y guerra”, la coordinadora de la investigación, María Emma Wills, recordó que tanto las mujeres como los hombres han sido victimizados en el marco de la guerra de diferentes maneras.

Resaltó el papel protagónico de las mujeres en el proceso de exigencia de reparación integral al Estado, gracias a la construcción de redes a partir de la solidaridad que les permitió exigir sus derechos.

Sobre el resumen del informe “La tierra en disputa”, que analiza la persistencia del problema agrario en el periodo 1960 a 2010, el investigador Jhon Jairo Rincón destacó las luchas y logros de los campesinos de la Costa Caribe en medio del conflicto armado, el clientelismo creado para el despojo de sus tierras, la trayectoria política de los líderes que combatieron el despojo, entre otros temas.

 

Publicado en Noticias CNMH



Conflicto Armado, Memoria, Narrativas

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