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Archivo de la Casa Campesina sobrevive en Sincelejo

Noticia

Autor

Diana Zerda

Fotografía

Juan Roberto Martínez

Publicado

07 Jul 2016


Archivo de la Casa Campesina sobrevive en Sincelejo

Tras el estallido de una granada en la Casa Campesina de Sincelejo, el 29 de agosto de 1999,  todos los documentos del archivo quedaron esparcidos. Los pocos que se salvaron de la explosión tuvieron que ser arrumados sin ningún orden en las mismas bolsas donde se empacaba la yuca. Ahí permanecieron por casi veinte años, hasta que los líderes campesinos y campesinas quisieron recuperar su historia en la región.


Desde 2013, el Centro Nacional de Memoria Histórica comenzó a trabajar con organizaciones campesinas del Caribe en un proceso de reconstrucción de la memoria histórica (conozca Memorias, Territorio, y Luchas campesinas). Se realizó un trabajo de recopilación e identificación de los documentos que daban testimonio de las graves violaciones a los derechos humanos y contribuían a la memoria histórica de la comunidad. Así, fueron descubriéndose documentos, que creían que ya no existían, en los que se cuenta la historia de la organización de los campesinos para defender su tierra.

“La idea es organizar, limpiar y digitalizar nuestro archivo. Así será más fácil para nosotros poder mirar nuestra historia y mostrárselo a los campesinos que no vivieron esto, a nuestros hijos” dice Ramiro Chamorro, líder comunitario de Sincelejo. Además, el trabajo de archivo contribuyó por medio de sus documentos a la caracterización e identificación de daños individuales y colectivos que habían impactado a la comunidad.

La lucha campesina en esta región del país surgió a finales de los años 60 con la necesidad de defender el derecho a la tierra y a la vida. Inició con comités veredales, que luego fueron creciendo con fuerza. Recuerda Chamorro que el poder de convocatoria logró movilizaciones políticas importantes, sin embargo, la persecución a sus líderes por parte de los actores armados trajo el miedo y la desconfianza.

La época de 1971 a 1986 significó la pérdida de líderes importantes vinculados a la lucha de la tierra, que fueron asesinados por distintos actores armados de la región. Las denuncias de las muertes de los líderes, y los reclamos por la defensa a la vida y al territorio son documentos que se conservan en el archivo de la Casa Campesina.

Sin embargo, en el archivo no solo está la historia del horror. Dice Chamorro que en él se encuentra lo positivo y lo negativo que vivieron las organizaciones campesinas. También se encuentran allí las actas de reunión de cuando se entregaba una tierra, los proyectos que se elaboraban para la comunidad, además de textos de la Asociación de Trabajadores el Indio, la Mesa Campesina Regional de los Montes de María, Asodemucampos, y la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC).

“Yo creo que vale la pena que la gente conozca esta información. Yo no creo que una cosa escondida sirva para nada. Hay que sacarla. Eso hay que sacarlo y hay que decirlo. Y eso se hace con responsabilidad”, afirma Chamorro.

Esta voluntad la han manifestado otros líderes campesinos de la Costa Caribe que han sumado sus archivos personales al trabajo que se viene realizando en la región. En el Archivo Virtual de Derechos Humanos y Memoria Histórica (www.archivodelosddhh.gov.co) ya se encuentran para el acceso del público los fondos documentales de José Rivera y Jesús María Pérez, dos dirigentes que participaron en la ANUC-Sincelejo. Sus documentos ayudan a complementar y enriquecer la memoria histórica de la lucha campesina de la Costa Caribe a través de manuscritos, ponencias sobre la reforma agraria, archivo fotográfico de reuniones de los campesinos, entre otros. 

El informe que se adelanta como resultado de esta investigación, se espera que una vez el archivo termine su proceso de recuperación, pueda ser consultado en físico por la comunidad de la zona y en digital en el Archivo Virtual de Derechos Humanos y Memoria Histórica del CNMH. De la misma manera, como medida de reparación simbólica, se espera que se dicte una cátedra sobre los movimientos campesinos a las generaciones más jóvenes para que puedan conocer esta historia que dejó huella en el territorio y en la comunidad.

 


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Archivos que encontraron desaparecidos

Noticia

Autor

Isabel Valdés

Fotografía

Isabel Valdés

Publicado

19 Abr 2017


Archivos que encontraron desaparecidos

Algunos nacen para coleccionar. Desde que comenzó a leer, Mario Agudelo Vásquez disfrutaba guardar archivos de los temas que más le gustaban. Comenzando por el deporte, en su juventud rebuscaba en los basureros periódicos con el único propósito de recortar las noticias del Deportivo Independiente Medellín, del que es apasionado seguidor, para pegarlas luego en las hojas vacías de viejos cuadernos. “Sufrido, como siempre”, dice Mario entre risas.


Con los años, su afición continuó creciendo a la par que su alineación con los movimientos políticos de  izquierda. Por aquél entonces estudiaba Matemáticas Puras en la Universidad de Antioquia, pero abandonó en el año 78 los números y las ecuaciones por el trabajo social y campesino en Urabá como miembro del Partido Comunista Marxista-Leninista. Los boletines, los folletos, los libros, algunas emisiones de radio Albania Tirana y los periódicos de izquierda antioqueña se convirtieron en su nuevo proyecto de colección. Sin embargo, debido a temas de clandestinidad, parte de su archivo se fue perdiendo a través de los años, pues era común deshacerse de documentos para no dejar rastro alguno ante cualquier persecución. Aún conserva algunos, pero la mayoría los perdió.

Mario es desmovilizado. Hizo parte del proceso de desmovilización del 91, cuando el EPL dejó las armas. Conoció la legalidad como civil y eso se fue reflejando en su archivo. Desde entonces el compilado ha sido mucho más completo, incluyendo cartas de campesinos que relatan las crudezas de la guerra y las dificultades en las que eran  forzados a vivir los trabajadores de las bananeras del Urabá. De la fase inicial del proceso de desmovilización  con el EPL, se registran además las propuestas del Pacto Social, una propuesta de reconciliación donde se reflejan las acciones con la sociedad civil de la región, con la Iglesia, con las instituciones municipales, locales y departamentales. “Eso para mí es una joya valiosísima porque ilustra de una manera mucho más clara lo que fue ese momento”, dice.

Como desmovilizado, Mario continuó con su carrera política, esta vez desde la legalidad. En el 94 fue facilitador de paz en Medellín entre Gobierno Nacional y las milicias. Luego fue elegido diputado del 95 al 97 y alcalde de Apartadó en el 2.000. Hizo también parte del grupo Esperanza, Paz y Libertad, movimiento pacífico que surgió de los acuerdos de desmovilización del EPL. Pero de su trayectoria profesional, la más valiosa en materia de reconciliación y reconstrucción de memoria, ha sido la formación de un movimiento humano por la paz en las cárceles para trabajar eventualmente con víctimas del conflicto.

Manos por la Paz es una iniciativa que surgió en las cárceles con muchachos que pertenecían a grupos armados, tanto de la guerrilla como de paramilitares y que deseaban desmovilizarse y reintegrarse. El trabajo que se hizo en conjunto con las víctimas estuvo enfocado especialmente en la búsqueda de desaparecidos. Mario conservó a través de los años las confesiones de los guerrilleros, que incluían croquis detallados de los lugares donde se encontraban múltiples fosas comunes. Recuerda particularmente el caso de cuatro hermanas desparecidas por paramilitares en el Putumayo, donde logró recopilar tal nivel de detalles gracias a integrantes del mismo grupo armado que sus cuerpos fueron encontrados y regresados a su familia.

 

Con historias tan duras como estas, su motivación principal es promover el perdón y la reconciliación en víctimas del conflicto, a la vez que propone una alternativa de legalidad y reintegración para miembros de grupos armados. Su afición por los documentos de este tipo ha resultado en una construcción de memoria e historia más profunda y concienzuda. Particularmente por medio de Manos por la Paz, se ha podido encontrar información, aunque poca –considerando la magnitud de los hechos-, valiosa para entidades como la Fiscalía. Con ella, algunas exhumaciones se han podido llevar a cabo.

Mario decidió donar su archivo personal al Centro Nacional de Memoria Histórica como medida de servicio al país, a su historia, a Urabá y la sociedad que, en general, ha sufrido el flagelo de la guerra. El objetivo reside en el reconocimiento de las víctimas, no como una estadística más (que de por sí es alarmantemente elevada), sino más bien como personas que “tienen nombre, apellido, pero ante todo tienen una historia, creo que lo trascendental es la historia”, explica.

El archivo de Mario Agudelo, conformado por artículos de prensa sobre política y conflicto armado en Urabá, relatos y fotografías de víctimas, crónicas sobre el conflicto armado, mapas y croquis de fosas comunes entregados por integrantes de grupos guerrilleros y paramilitares, memorias de procesos de reconciliación, propuestas de construcción de paz, entre otros, ha apoyado diferentes procesos académicos e investigativos, en este momento está siendo intervenido técnicamente y próximamente estará disponible en el Archivo Virtual de los Derechos Humanos www.archivodelosddhh.gov.co.

Publicado en Noticias CNMH


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El cacique de la caricatura

Noticia

Autor

Juan Camilo Gallego Castro

Fotografía

Isabel Valdés

Publicado

21 May 2018


El cacique de la caricatura

Arles Herrera dejó a un lado su nombre cuando pasó a llamarse Calarcá, uno de los caricaturistas más importantes del país. En el 2017 donó cerca de 2.800 de sus trabajos al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). La historia de un maestro de maestros.


Calarcá no sabe ahora si su seudónimo obedece al cacique que defendió a los pijaos de los españoles o al municipio en el que creció. La suya era una familia campesina del Quindío, que tenía por tradición comprar libros de segunda expuestos sobre ruanas en la plaza de mercado del pueblo. Ya en la casa leían en voz alta. Era la entretención de la tarde. La radio era un lujo que su familia no se permitía.

Cada semana un hombre les vendía los fascículos de una novela sobre los carbonarios, aquel movimiento anterior a la Revolución Francesa, en donde se hablaba de la lucha de los trabajadores. Fue su epifanía: la lucha social.

Su familia luego se desplazó al Valle del Cauca. En Cali aprendió sus primeras bases de pintura, retrato y paisaje con el pintor payanés Hernando González. Hasta que llegó a Bogotá y se vinculó con el Partido Comunista recién terminó la dictadura de Rojas Pinilla.

Aquel momento sagrado de un joven de veinte años parece distante en un hombre con el cabello muy blanco, fundido como la niebla, entre las orejas y los ojos oscuros, que ahora recuerda cómo se convirtió en el principal caricaturista del periódico La Voz Proletaria, hoy Semanario Voz.

“Ya había visto las caricaturas políticas del periódico El Gato. Pacho Gato era el dueño. Las había visto y me llamaban la atención, pero nunca pensé que sería caricaturista”, dice Calarcá.

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    Caricatura Calarcá – Betto

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    Caricatura Pastrana – Calarcá

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    Caricatura Uribe-Santos – Calarcá

Antes de ser Calarcá, su nombre era Arles Herrera. En 2014, su cumpleaños 80, Betto, caricaturista de El Espectador y uno de los más importantes del país, lo homenajeó con una caricatura en la que se le ve de perfil. Su cabello blanco ondeante, acompañado por un gesto que parece ser una sonrisa escondida entre el bigote oscuro.

Un maestro de maestros

Harold Trujillo, conocido como Chócolo, dice que Calarcá “es un caricaturista excelso: inteligente, crítico, claro y breve. Todo un expresionista dotado de una línea plástica genial. Su obra es importante porque sus dibujos contienen una visión personal de la realidad nacional, que constituyen un banco de imágenes sobre un importante período de nuestra historia”.

En ese sentido, Raúl Fernando Zuleta, caricaturista de El Colombiano y profesor de artes de la Universidad de Antioquia, asegura que “es innegable que Calarcá es un referente de la caricatura colombiana, en especial del género de la caricatura fisionómica, donde se podría decir que todos los caricaturistas colombianos dedicados a este género han tenido alguna influencia de él”.

En el país la caricatura fisionómica la desarrolló con maestría Ricardo Rendón a principios del siglo XX. Zuleta agrega que “desde entonces este género no había tenido un exponente cuyo trabajo se centrara casi principalmente en la fisionomía. Esta caricatura había tenido cierto estilo clásico, y Calarcá logra experimentar nuevas formas y estilos, con lo cual se vuelve en referente.”

Chócolo señala que Calarcá también influyó en su obra “por su excelente humor, su precioso dibujo y su tratamiento crítico de la escena política y social nacional e internacional.”

A pesar del reconocimiento de sus colegas, Calarcá cree que el humor de la caricatura colombiana se parece al de Frankenstein: “el discurso nuestro es tieso, rígido. Se dicen muchas verdades, pero hay que saberlas decir con gracia, con picante, con la metáfora, la anécdota.”

Entonces a veces hace las veces de Frankenstein y en la mayoría de ocasiones su humor parece más fresco y natural, más contundente a la hora de criticar a los presidentes de turno desde Carlos Lleras Restrepo hasta Juan Manuel Santos.

Son miles sus caricaturas. Cerca de 2.800, publicadas en los periódicos La Voz Proletaria y Semanario Voz, cuyas copias fidedignas fueron donadas al CNMH. Estas caricaturas harán parte del fondo Fundación Semanario Voz, que se podrá consultar próximamente en el Archivo Virtual de Derechos Humanos.

Arles era un indio, Calarcá es el cacique. Un maestro, un maestro.

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Archivos, Calarcá, Semanario Voz

“Evitamos que se instalara el silencio”

Noticia

Autor

Juan Camilo Gallego Castr

Fotografía

Isabel Valdés

Publicado

06 Jun 2018


“Evitamos que se instalara el silencio”

En más de 25 años la Corporación Avre hizo acompañamiento psicosocial a víctimas de la violencia en Colombia. Las 2.443 publicaciones que conforman el acumulado de su trabajo y su experiencia los donaron al Centro Nacional de Memoria Histórica, revalidando su compromiso con el Pacto por la Memoria.


Con todo lo que sucede en este país: muertes selectivas y la violencia sociopolítica, ¿cómo impacta todo en la salud mental de las personas y las familias? Era la inquietud de la profesora y médica psiquiatra Bertha Lucía Castaño. En 1992 invitó a otros colegas del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Nacional y así fue como crearon la Corporación Avre (Apoyo a Víctima de Violencia Socio Política Pro – Recuperación Emocional). “Fue la primera ONG que buscó entender el impacto de la violencia sociopolítica desde la salud mental”, dice Marcela Salazar Posada, quien fuera su directora por cinco años.

En un principio, Bertha Lucía Castaño buscó al jesuita Francisco de Roux, entonces director del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), para que les ayudara a buscar recursos para financiar a Avre. De Holanda llegó el primer apoyo y a partir de ahí la Corporación creció e involucró a otros profesionales, pues entendieron que debían integrar la acción social y política.

De esta manera la profesora Lola Cendales se vinculó con Avre. Venía de la educación popular, comprometida con los sectores más excluidos. “Avre se plantea lo comunitario. Así fue la formación de terapeutas populares. Vi que había una veta importante, pasamos de la atención profesional a que fueran las comunidades quienes acompañaran. Se trataba del reconocimiento de las capacidades del otro”, recuerda.

Durante mucho tiempo Vicky Villegas trabajó con Medicina Legal. Allí coincidió con la profesora Castaño y luego se vinculó con Avre, en donde integraron la psicología forense a su quehacer. Con esta línea lograron que muchas víctimas ganaran procesos judiciales relacionados con sus familiares.

Para el momento de su creación la Corporación Avre tenía una apuesta innovadora, de preocuparse por lo subjetivo. Si en un principio se encargaban de contener y resistir, luego vieron la posibilidad de que las víctimas fueran protagonistas y recobraran su estatus de ciudadanos y se sobrepusieran a su dolor.

“Aprendimos de la estrategia psicosocial del cono sur”, agrega Dora Lucía Lancheros, representante legal de Avre. Y añade: “nuestro paquete pedagógico lo adaptaron en Guatemala para formar promotores en las comunidades indígenas. Estas producciones fueron hechas desde adentro, valorábamos la mirada crítica, pues nos ubicamos en un lugar de intercambio de conocimiento”. Sabían que la capacidad debía instalarse en las comunidades. Alcanzaron a tener un cubrimiento nacional e incidieron en política pública y en la creación de estrategias de atención como Entrelazando, de la Unidad de Víctimas, a través de su paquete pedagógico, un acumulado que ya cumple 25 años.

Avre hoy está en proceso de cierre, por eso el 28 de mayo firmaron un acta de donación de sus archivos con el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Se trata de 2.443 títulos de publicaciones especializadas en atención psicosocial a víctimas, así como de un archivo compuesto por 998 documentos, entre los que se cuentan libros, revistas, casetes, entre otros. Dice el psicólogo Paul Stucky que “Avre ha sido muy rigurosa con su documentación. Les estamos entregando algo muy valioso para nosotros”. Esta es su forma de vincularse al Pacto por la Memoria.

Durante la firma, Ana Margoth Guerrero, directora del Archivo de Derechos Humanos del CNMH, expresó que con estos nuevos archivos donados por Avre se está pensando en las futuras generaciones, para que nuestros hijos y nietos puedan mirar lo que pasó, la historia de este país”.

En ese sentido, concluye Marcela Salazar Posada, “es un momento de confianza saber que ponemos nuestros archivos en buenas manos. Queremos que sepan que somos un grupo de personas y voluntarios unidos por una sociedad en paz. Que sepan que no fuimos indiferentes, que evitamos que se instalara el silencio, que nuestros archivos no pasaron al olvido”.

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Archivos, AVRE

De Guatemala para Colombia

Noticia

Autor

Juan Camilo Gallego Castro

Fotografía

Hacemos memoria

Publicado

18 Jun 2018


De Guatemala para Colombia

Los archivos de la antigua policía del país centroamericano han servido como elementos de prueba en diversos procesos judiciales, relacionados con graves violaciones de los derechos humanos. Experiencias que aportan al caso colombiano.


En 1996 se creó en Guatemala la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, luego del proceso de paz. En ese contexto la antigua Policía Nacional, responsable de graves violaciones de derechos humanos, ocultó los documentos de su archivo para evitar que la Comisión accediera a ellos.

Gustavo Meoño, hoy director del Archivo Histórico de la Policía Nacional de Guatemala, recuerda que en el 2005 se halló de manera casual el archivo, compuesto por alrededor de seis mil metros lineales, con un total de 60 millones de folios, en los cuales estaba condensada la historia de esa institución desde 1881 hasta 1997, cuando se disolvió la antigua policía y se creó la actual Policía Nacional Civil.

“Estos documentos los hemos convertido en un archivo estabilizado, no hay un solo documento abandonado, tirado. Todos los documentos tienen, por lo menos, un proceso básico de identificación, de limpieza, de conservación”, agrega Meoño, uno de los invitados de la segunda conferencia virtual de la ‘Formación Virtual en Protección, Conformación, Acceso y Uso Social de Archivos de Derechos Humanos y Memoria Histórica’, en la que se capacitan 25 líderes y lideresas de organizaciones sociales y de víctimas del país.

Lo primero que hicieron en Guatemala fue aplicar procesos archivísticos de conservación, identificación y certeza del principio de procedencia, aplicado para entender a qué parte de la estructura policiaca pertenecían los documentos. Luego de esto continuaron con la digitalización de los archivos, para proteger los originales. En 13 años han digitalizado una tercera parte, pues se trata de un archivo de grandes proporciones.

Agrega Meoño que “en la experiencia de Guatemala nos dimos cuenta muy pronto que no es suficiente con dar acceso a la información, porque muchas veces, principalmente los fiscales del ministerio público, los abogados, no tienen un conocimiento de los archivos ni tienen una costumbre y práctica de trabajar directamente con documentos de archivo.” En ese caso la mirada del archivero ha sido muy importante, pues entendieron que podían hacer un análisis documental y aportar en los procesos judiciales. En la actualidad han aportado documentos que se han utilizado por fiscales como elementos de prueba en 14 procesos.

“Esta es la razón de poner énfasis en el análisis documental y el peritaje técnico, porque hemos podido notar una diferencia, un salto verdadero en cuanto al aprovechamiento que hay de los documentos”, concluye.

Además de Gustavo Meoño, en la conferencia virtual también participaron Dora Lancheros, de la Corporación Avre; y Diego Galindo, de la Comisión Colombiana de Juristas. De esta manera finalizó el segundo de los cuatro módulos que compone esta Formación en la que líderes y lideresas de departamentos como Antioquia, Cesar, Cundinamarca, Risaralda, Chocó y Nariño se capacitan con el apoyo del Gobierno de Canadá, el Pnud y la Dirección de Archivo del Centro Nacional de Memoria Histórica.

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¿Qué dicen los archivos desclasificados de EEUU sobre Colombia?

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Autor

Isabel Valdés Arias

Fotografía

Isabel Valdés Arias

Publicado

24 Jul 2017


¿Qué dicen los archivos desclasificados de EEUU sobre Colombia?

Es el nombre que recibe un documental que recoge las memorias de las masacres ocurridas en las fincas bananeras de Osaka y Cuna del municipio de Carepa, en el Urabá antioqueño. Una pieza audiovisual en clave de resistencia de los sobrevivientes y las familias de las víctimas en esta región de Colombia.


Entre los fondos que conforman el Archivo Virtual de los Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica se encuentra el del The National Security Archive. Este cuenta con cerca de 8.000 documentos desclasificados relacionados con el país, entre 1946 y 2014.

¿Cómo registró el gobierno estadounidense las acciones de Chiquita Brand en Colombia? ¿Cómo se veía en EEUU a diferentes presidentes que ha tenido el país? ¿Cómo interpretaron los diplomáticos estadounidenses algunas de las más graves violaciones a los derechos humanos que se vivieron en Colombia?

Estas son algunas de las preguntas a las que responde el fondo The National Security Archive, que se conformó con la información recolectada por el periodista Michael Evans, en el marco del ‘Proyecto de Documentación de Colombia’, y que está al servicio en www.archivodelosddhh.gov.co.

Este proyecto buscaba que se levantara la reserva sobre archivos secretos del gobierno estadounidense con relación a Colombia y logró obtener acceso a documentos tan controversiales como los que prueban la relación monetaria entre la filial colombiana de la multinacional Chiquita Brands, Banadex, y  los grupos armados bajo el nombre de “cuentas de seguridad ciudadana”, como figuraban en los libros.

En este caso, según las investigaciones de Evans, se calculó que estas contribuciones llegaron a 1,7 millones de dólares entre 1997 y 2004, financiando así a las AUC a través de las Convivir, Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada. De acuerdo a estos hallazgos, los millonarios pagos habrían facilitado masacres, homicidios selectivos, desapariciones forzadas, violaciones y desplazamientos de comunidades durante este periodo.

Así mismo, los documentos prueban la relación con otros grupos armados como las FARC, a quienes también se les responsabilizó por otros graves delitos en este periodo.

El Fondo también cuenta con documentos sobre el narcotraficante Pablo Escobar, la toma del Palacio de Justicia, reuniones clandestinas de diplomáticos estadounidenses con jefes guerrilleros, el surgimiento del paramilitarismo, entre otros.

 

The National Security Archive – NSA es un instituto de investigación y archivo independiente, no gubernamental, sin ánimo de lucro, que fue fundado en 1985 por periodistas y académicos que trabajan los temas que son secreto de Estado en EE. UU. A la fecha, la NSA ha logrado la desclasificación de más de 10 millones de documentos gubernamentales, dentro de los que se incluyen los registros de interés relacionados con Colombia que conforman el “Proyecto de Documentación de Colombia”. Los principales temas que incluye el Proyecto se relacionan con  cooperación en temas de seguridad, derechos humanos, impunidad y programas de lucha antidrogas.

El archivo se compone principalmente de telegramas y otras comunicaciones entre las distintas agencias del Estado norteamericano, en relación con asuntos que podrían afectar su seguridad. A partir de estos, se articulan diversos momentos de la historia de nuestro país, en particular de los distintos procesos violentos y políticos de esta época. Su contenido es oculto en gran parte de los documentos, por medio de tachaduras que impiden leer lo que se escribió originalmente.

¡Consulta el fondo de The National Security Archive – NSA y muchos más en nuestro Archivo Virtual de los Derechos Humanos, Memoria Histórica y Conflicto Armado: www.archivodelosddhh.gov.co!

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Archivos de tierra y agua

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Autor

Isabel Valdés

Fotografía

Isabel Valdés

Publicado

31 Oct 2017


Archivos de tierra y agua

Detrás de la investigación Campesinos de tierra y de agua, que el CNMH lanzó el pasado 25 de agosto en Barranquilla, participaron varios fondos documentales que ya están a disposición del público  en el Archivo Virtual de los Derechos Humanos del CNMH.

La investigación, una serie de 8 cuadernillos resultado de un proceso largo y arduo que comenzó en 2012, buscaba indagar sobre los daños a la población campesina en el marco del conflicto armado y evidenciar la relación de la población campesina caribeña con la tierra y el agua.

Así lo expresó Jesús María Pérez, uno de los fundadores de la Asociación Nacional de Usuarios Campesino, ANUC: “Uno de los principales elementos de la democracia es reconocer a los campesinos como sujetos de derecho”. El fondo de Pérez, uno de los fondos de archivos participantes en esta investigación, compila documentos que dan cuenta de la orientación política de la ANUC y de las movilizaciones campesinas en general.

Entre los fondos ‘de agua y tierra’ que se tuvieron en cuenta para esta publicación también se encuentran los archivos de José Rivera, quien en el lanzamiento del informe, manifestó: “La característica del movimiento, hay que restaurarla. El movimiento campesino dio una gran batalla y logró grandes cosas”. Su fondo compila documentos propios que lo posicionan como uno de los dirigentes campesinos en la Costa y miembro activo de distintas organizaciones, dentro de las que se cuentan la ANUC Sucre, así como de Sí Caribe.

Estos fondos se complementan con el de la socióloga Edelmira Pérez, que contiene una colección fotográfica de los procesos movilización campesinas; el del fallecido líder campesino Esteban Ruiz, que registran procesos comunitarios en el departamento del Magdalena; el de la Casa Campesina de Sincelejo, que agrupa subfondos de organizaciones sociales y campesinas de Sucre y Montes de María tales como ASOCOSTA, ASODEMUCAMPOS, FEDEYUCA, El Nido, Mesa Campesina y ANUC; y el de Catalina Pérez, que registra la actividad y lucha de la Asociación de Amas de Casa Rurales de Sucre – AMARS, y de otras asociaciones campesinas exclusivamente de mujeres.

Estos fondos de archivos se destacan por ser un registro y testimonio directo de la comunidad campesina, y de la forma en que visibilizan sus problemáticas, constituyéndose en verdaderos registros de memoria histórica. Además, pueden apreciarse como una forma de alistamiento social para hacerse partícipes del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, SIVJRNR.

¡Consúltalos en el Archivo Virtual de los Derechos Humanos del CNMH: www.archivodelosddhh.gov.co!

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Los archivos clandestinos del M-19 en Caquetá

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Autor

César Romero

Fotografía

César Romero

Publicado

22 Mar 2018


Los archivos clandestinos del M-19 en Caquetá

Hace una década, William Wilches decidió acompañar en su recorrido, de entereza y vitalidad, a las familias de distintos líderes campesinos, indígenas y políticos asesinados de Caquetá. En un cuaderno de unas escasas 100 hojas se propuso escribir los recuerdos de aquellos relatos que le contaban estas personas. Registraba desde la fecha de nacimiento del difunto, hasta los sueños y metas que tenían en vida. Las 100 hojas no bastaron.


Isabel Valdés para el CNMH 

Pronto no fue sólo un cuaderno, sino varios los que contenían los datos, los gustos, las historias de decenas de víctimas del conflicto armado en el departamento. Además, los testimonios entregados por los familiares no solo fueron palabras escritas, sino también objetos representativos: una máquina de escribir, un radio, una cachucha. Todos, elementos que mantenían viva la memoria de un familiar o amigo.

En aquél momento la labor de William apenas comenzaba. En ese trasegar de memoria histórica, conoció a alias ‘Roberto’, Pablo Beltrán Polanía, diputado y excomandante del M-19, quien le contó muchas historias sobre este grupo guerrillero, desde el inicio de las operaciones, pasando por el proceso de la toma de Florencia, el 14 de marzo de 1984, y de otras poblaciones, hasta el asalto a algunos bancos.

Si bien el M-19 era una guerrilla urbana que operaba esencialmente en Bogotá y otras ciudades principales del país, fue en Caquetá que nació su estructura militar. Personajes públicos como docentes y comerciantes hicieron parte de sus filas, incluyendo a Pablo Beltrán Polanía. Este le explicó a William Wilches que una vez firmado el acuerdo de paz, algunos integrantes comenzaron a construir un archivo, sobre el cual la Corporación Andaki, conformada por algunos desmovilizados, era la propietaria. William y Pablo tardaron tres años en convencerlos de donar el archivo que se encontraba abandonado.

57 cajas con más de cinco mil documentos componen este fondo de archivos que recopilan la historia del M-19 desde su creación en 1974, hace 44 años, hasta la posteriorfirma del acuerdo de paz y su disolución. La mayoría de esta información fue emitida en la clandestinidad y contiene actas de reunión y de acercamiento con autoridades locales y nacionales, comunicados de prensa, piezas de difusión de su pensamiento político emitidas de manera periódica, boletines, documentos de análisis político y académico, comunicaciones internas oficiales y personales entre los miembros de la organización, como la carta de Carlos Pizarro a su hija.

Aquí un extracto:

 

También incluye entrevistas a miembros de la guerrilla, como Álvaro Fayad; crónicas periodísticas; reportajes y artículos noticiosos que se publicaron en diferentes medios de comunicación escritos en el marco de las actividades ilegales y proselitistas desarrolladas por esta organización, como la agencia de prensa Oiga Hermano.

La lucha armada del M-19 se desenvolvió después de los años 70 de diversas maneras, caracterizada por hechos de impacto simbólico como las tomas de la embajada de República Dominicana en 1980, así como el robo de armas del Cantón Norte en Bogotá en 1978. La vida y desmovilización de este grupo guerrillero en 1990 marcaron hitos políticos como los procesos posteriores de participación política de su partido y de muchos de sus líderes en otros movimientos y partidos políticos. (Puede leer: “15 lecciones del proceso de paz con el M19”)

Hoy en día, el fondo “Corporación para el Fomento de la Investigación y el Desarrollo Comunitario – Museo Caquetá”, que recoge la historia del M-19, puede consultarse físicamente en las instalaciones del Museo Caquetá o bien sea digitalmente por medio de nuestro Archivo Virtual de Derechos Humanos, Memoria Histórica y Conflicto Armado: www.archivodelosddhh.gov.co

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Archivos, Caquetá, M19

Las tres estaciones del Semanario Voz

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Autor

Isabel Valdés Valdés

Fotografía

Isabel Valdés

Publicado

05 Abr 2018


Las tres estaciones del Semanario Voz

El principal medio de comunicación del Partido Comunista en Colombia, es uno de los actores que se ha sumado al Pacto por la Memoria. Conozca la historia de este periódico, especializado en cubrir las diferentes manifestaciones sociales del país y los diversos procesos de paz en Colombia, que pronto se podrá consultar en el Archivo Virtual de los Derechos Humanos y Memoria Histórica.


Por: Juan Camilo Gallego Castro para el CNMH

semanarioLa dictadura de Gustavo Rojas Pinilla terminó el 10 de mayo de 1957. Con su salida fueron derogados todos sus decretos, entre ellos el que hacía ilegal el Partido Comunista. Dos meses después, el 20 de julio de 1957, el Partido Comunista de Colombia puso en circulación la primera edición del periódico Voz de la Democracia. Esto respondía a una razón fundamental: necesitaban un medio de comunicación abierto y legal.

Carlos Lozano, hoy director del Semanario Voz, recuerda que “no existía la persecución sistemática, pero el Partido tampoco estaba avalado legalmente para poder actuar. Por eso se utilizó la figura del periódico, para crear ese espacio político para trabajar”.

Entonces abrieron oficinas, nombraron un director y un equipo de redacción. Sin embargo en 1964, en el segundo gobierno del Frente Nacional, con Guillermo León Valencia en la presidencia, se rumoraban los ataques a Marquetalia y las llamadas “repúblicas independientes” en el marco del Plan Lazo, diseñado por los Estados Unidos para combatir el comunismo en América Latina.

Como Voz de la Democracia dio a conocer el Plan Lazo e hizo la denuncia de los ataques a las regiones agrarias el gobierno decretó su cierre. No obstante, en el seno del Partido Comunista ya habían previsto esa posibilidad.

La segunda estación

Una semana después del cierre, en las calles circuló un “nuevo” periódico: ‘La Voz Proletaria’. Cambiaron el nombre y el director, pero se trataba del mismo periódico con un diseño similar. En esta segunda estación el periódico se nutrió de la lucha social. Según su director, cubrieron desde la huelga más pequeña hasta la más notoria.

Este no sería el único cambio de nombre que tendría este medio de comunicación, en los años ochenta Manuel Cepeda, el director del periódico, propuso un debate en el interior del Partido. “Bueno —dijo— Voz Proletaria ya cumplió su ciclo, el país ha cambiado, es más urbano. El nombre de Voz Proletaria limita para llegar a otros sectores que no son obreros”. Así fue como a partir de 1983 que pasó a llamarse Semanario Voz. Tres años después Manuel Cepeda se retiró de la dirección y su lugar lo ocupó Carlos Lozano.

“Nunca me imaginé que fuera a ser director del periódico por tantos años. No se me pasó por la cabeza. Fue muy sorpresivo”, dice Lozano. Esa época coincidió con la aparición de la Unión Patriótica. Fue tanta su influencia que en las regiones aparecieron Voz Urabá, Voz de Antioquia, Voz del Valle, Voz de la Costa Caribe.

Carlos Lozano, director del Semanario Voz

 

La tercera estación

Lo que se vino fue más difícil. Primero, la crisis del socialismo. La Unión Soviética no volvió a enviar el papel para el periódico, lo que supuso la quiebra de la imprenta del partido; segundo, perdieron el edificio en el que funcionaban; y tercero, el genocidio de la Unión Patriótica, que también cobró la vida de Manuel Cepeda, ex director de Voz, el 9 de agosto de 1994.

Las más de 55 mil páginas en 2.798 ediciones que componen el archivo del Semanario Voz entre 1957 y 2017, de la que hoy la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), tiene una copia junto a las caricaturas publicadas por Calarcá, son una muestra no solo del cubrimiento de los diálogos de paz, en el que se especializó Voz, sino del genocidio de la Unión Patriótica.

En la actualidad el Semanario Voz circula cada semana con 30 mil ejemplares y lo escriben cinco periodistas. En los últimos años se dedicaron a cubrir el proceso de paz. ¿Ahora qué sigue? Esto dice Carlos Lozano: “Tenemos que mirar otros desafíos. Uno de ellos es la unidad de la izquierda. Para nosotros el acuerdo de paz no solo es el fin del conflicto, sino que también abre la posibilidad de trabajar por cambios más significativos. Hay que sumar, esa es una de las batallas”.

 

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Una relación de tres: arte, memoria y archivos

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Publicado

23 Abr 2018


Una relación de tres: arte, memoria y archivos

Cuatro especialistas conversarán sobre las formas como se articularán estos tres aspectos en el Museo de Memoria Histórica de Colombia.


Por: Juan Camilo Gallego Castro

“El arte para mí es una forma de contar historias”, dice la artista visual Érika Diettes. “No quiero decir con ello que esta sea la única forma de entender el arte, pero a través de mi proceso lo he concebido como un puente que nos permite acceder a una memoria emotiva que es parte de nuestra memoria colectiva”.

El Museo de Memoria Histórica de Colombia no será un museo convencional. La voz de las víctimas del conflicto armado emergerá allí y esto se palpa en su primera exposición Voces para transformar a Colombia, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Arte, memoria y archivos. Reflexiones para el Museo de Memoria Histórica de Colombia será el conversatorio en el que cuatro profesionales discutirán cómo se articulan esos tres aspectos en un Museo que debe contribuir, además, a la reparación simbólica de las víctimas del conflicto armado en el país.

Víctor Vich, miembro del equipo curatorial del Lugar de la memoria en Perú, dice que “más que ofrecer una narrativa completa y cerrada, el Museo tiene que mostrar hechos o imágenes que activen preguntas y deseos de saber más. Esa es justamente la misión de las representaciones artísticas y de los archivos, entendidos como dispositivos que ofrecen la posibilidad de posicionarse críticamente en torno a distintas narrativas de memoria”.

Sandra Arenas, directora de la Maestría en Ciencia de la Información con énfasis en Memoria y Sociedad de la Universidad de Antioquia, y la tercera de los invitados al conversatorio, agrega: “El museo será un espacio dinámico de encuentro y diálogo de memorias colectivas e individuales. Allí, el arte, lo testimonial, los objetos y el performance tienen un potencial dinamizador y pedagógico. El Museo debe ser un espacio de transmisión de experiencias que nos permita comprender la dimensión del daño causado, que nos sensibilice frente al dolor del otro y que nos lleve a reflexionar sobre el porqué del conflicto”.

Érika Diettes, Víctor Vich y Sandra Arenas conversarán con Rubén Chabado, ex director del Museo de la Memoria de Rosario, Argentina, y miembro del Consejo Asesor Internacional del Centro Nacional de Memoria Histórica, este martes 24 de abril a las 6:00 p.m. en el Pabellón 20 de Corferias, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

La memoria histórica parece ser un elemento articulador entre el arte y los archivos, pero serán los especialistas quienes intentarán dar luces sobre esa relación de tres en el Museo de Memoria Histórica de Colombia.

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