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Encuentro con víctimas para restablecer confianzas en la exposición «Voces para transformar a Colombia»

Saravena

Autor

CNMH

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El equipo Voces para Transformar a Colombia, del Museo de Memoria del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), convocó a una jornada de revisión, comprensión e identificación de expectativas del proceso de medidas cautelares implementadas por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para restablecer confianzas.

Publicado

27 septiembre 2023


Encuentro con víctimas para restablecer confianzas en la exposición  «Voces para transformar a Colombia»

El Museo de Memoria de Colombia convocó este 13 y 14 de septiembre a víctimas del conflicto armado para compartir sus historias y restablecer confianzas en el marco de la exposición «Voces para transformar a Colombia». Las personas que acudieron a la cita en Bogotá, pertenecen a la organización AFAVIT, a la comunidad LGBTIQ+ víctimas del conflicto AUC y a la comunidad indígena embera. 


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saravena

Los sobrevivientes de Saravena abren su «Álbum de la memoria»

Saravena

Autor

CNMH

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El próximo 20 de septiembre, este municipio de Arauca conocerá el resultado del proceso de memoria que acompañó el CNMH mediante su enfoque de discapacidad.

Publicado

26 septiembre 2023


Los sobrevivientes de Saravena abren su «Álbum de la memoria»

«Si alguien deja abandonado un objeto, no lo recoja; si usted no lo botó, no lo recoja» dice Clara Villamizar, familiar de un sobreviviente de minas antipersonal. En Saravena (Arauca), los habitantes aprendieron a desconfiar de los objetos extraños que aparecían en el camino, pues muchos de ellos cercenaron las partes del cuerpo de quienes encontraron la guerra al caminar.

Entre 1987 y 2021, 639 personas fueron víctimas de minas antipersonal en ese departamento (89 de ellas en 2007, el más dañino, el que más víctimas dejó). Las marcas corporales del conflicto armado suelen no borrarse, y aprender a vivir con ellas hace parte de los procesos de memoria y resistencia de los sobrevivientes de una guerra que tomó las formas más inesperadas para herir y matar.

Fue arreglando las luces de su casa, subido a una canasta de cervezas, que Óscar Izquierdo conoció las minas antipersonal. «Salí de mi casa, donde vivía, y al atardecer regresé y habían minado la vivienda donde yo vivía con mi familia […]. Perdí la pierna derecha y en ese entonces cambió mi vida totalmente», recuerda.

Su relato, como muchos otros, hace parte del «Álbum de la memoria», una iniciativa de memoria histórica gestada en Saravena para visibilizar —con códigos QR que llevan a vídeos y audios— las memorias de algunos integrantes de la Asociación de Sobrevivientes de Minas Antipersonal Luchando por la Dignidad y la Paz (Asodigpaz), así como para buscar el reconocimiento de las afectaciones que les dejó el conflicto armado y los recursos resilientes que les permitieron sobreponerse a los hechos.

 

Más testimonios de la comunidad de Saravena en este hilo:

 

Para el desarrollo de esta acción de memoria, desde el enfoque diferencial de discapacidad del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), se realizó, en primer lugar, un acercamiento para la concertación de estrategias que permitieran reconstruir la memoria histórica desde diversas narrativas de los miembros de Asodigpaz. Como segundo ejercicio, se realizó un trabajo colaborativo con los participantes para el diseño y la elaboración de un mural llamado Siembra vida, en homenaje a los sobrevivientes de minas antipersonal en el municipio.

Con tales acciones como derrotero, los miembros de Asodigpaz finalmente eligieron el lenguaje expresivo para plasmar sus memorias: un audio álbum que incluyera su quehacer cotidiano, la labor pedagógica que desarrollan y su realidad personal, familiar y social. Con sus voces, narran las diversas historias de vida y resistencia que han construido, mientras invitan al lector a preguntarse por la atención y reparación que se les está dando a las personas víctimas del conflicto armado que adquirieron algún tipo de discapacidad (física, sensorial, múltiple o psicosocial) como consecuencia de la guerra.

El próximo 20 de septiembre, Saravena conocerá el resultado de este trabajo. Podrá leer, escuchar y ver este álbum multimedia que es memoria colectiva de una parte muchas veces invisibilizada del conflicto armado. La cotidianidad de sus protagonistas contrasta con el olvido estatal y social, pero sus voces —siempre presentes— son su resistencia, así como el modo que encontraron para adaptarse a una vida que parecía destinada a los obstáculos. Son sobrevivientes.

Le invitamos a conocer contenido del Álbum, el cual se encuentra alojado en el Visor de Iniciativas de Memoria Histórica, en el siguiente link: 

https://accioneseiniciativas.centrodememoriahistorica.gov.co/s/inicio/item-set/1087


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relatos

La memoria histórica, una de las protagonistas de la quinta edición del Quibdó África Film Festival

Relatos de existencia en los Montes de Maria

Autor

CNMH

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En el mes de septiembre, en la Universidad Tecnológica de Quibdó, se
realizó una exhibición de cinco cintas en las que la construcción de
memoria histórica es el centro de los relatos.

Publicado

26 septiembre 2023


La memoria histórica, una de las protagonistas de la quinta edición del Quibdó África Film Festival

  • Del 14 al 16 de septiembre, en la Universidad Tecnológica de Quibdó, se realizará una exhibición de cinco cintas en las que la construcción de memoria histórica es el centro de los relatos.
  • La selección de «Todas las memorias todas» destaca las resistencias, la defensa de los derechos de las víctimas y sus esfuerzos de construcción de paz y reconciliación.

Quibdó, septiembre de 2023. El Pacífico colombiano es un territorio maravilloso y su densa selva tropical aloja no solo la biodiversidad del territorio, sino a una gran población afro rica en conocimientos, tradiciones, música, arte y gastronomía, pero también en memorias de conflicto. Con la selección de cine «Todas las memorias todas», el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ratifica en la quinta versión del Quibdó África Film Festival (QAFF) su apuesta por las iniciativas de paz y memoria histórica que se registran en todo el territorio a través de diversos formatos.

El acceso a las cinco cintas que se exhibirán será de entrada libre, como todas las actividades del festival, y pretende que la población se concientice de que la paz es un trabajo que realizan todos los colombianos desde sus propios territorios.

La programación también contempla un conversatorio con la participación de la directora general del CNMH, María Gaitán. En este espacio, los participantes examinarán la intersección entre la memoria histórica y la reconciliación en el contexto de sociedades que han experimentado conflictos y traumas significativos. La charla «Memoria histórica y reconciliación: construyendo un futuro en paz» busca explorar cómo el cine y los medios audiovisuales pueden desempeñar un papel crucial en la preservación de la memoria histórica, la promoción de la reconciliación y la construcción de un futuro en paz, así como en la forma en que el cine puede contribuir a la sanación colectiva, la comprensión mutua y la construcción de puentes entre comunidades divididas por el conflicto.

«Todas las memorias todas»: una muestra en el Quibdó Film Festival


Relatos de resistencia en los Montes de María

Jueves, 14 de septiembre, 10:00 a. m.

Producción CNMH, documental 12’32’’, Colombia, 2021.

Director: Julián Villegas.


relatosDe acuerdo con el Registro Único de Víctimas (2021), en el municipio de Ovejas (Sucre) se registran 48.832 víctimas del conflicto armado. Entre estas se incluyen a 30 personas asesinadas por el Bloque Héroes de los Montes de María durante la masacre del 17 de enero de 2021 en Chengue y a los 12 habitantes del corregimiento y sus alrededores que se vieron obligados a desplazarse después de los hechos (Cinep).

 


En La Chinita cantamos por la memoria y la paz

Jueves, 14 de septiembre, 10:00 a. m.

Producción CNMH, documental 6’09’’, Colombia, 2020.

Directoras: Nathalie Lopez y Daniela Vásquez (CNMH).

chinitaEsta es una iniciativa de memoria para familiares y amigos de algunas de las 35 víctimas de la masacre de La Chinita, cometida en 1994, así como para sobrevivientes de este hecho perpetrado por integrantes del Frente 5 de las FARC-EP en esa comunidad de Apartadó, en el Urabá antioqueño.

 


Mandeleros, memorial del retorno

Viernes, 15 de septiembre, 10:00 a. m.

Producción CNMH, documental 28’, Colombia, 2022.

Director: Alexánder Quezada Villamil (Telepacífico).

mandelaA quince kilómetros de Cartagena, una población desplazada fundó el barrio de Nelson Mandela a principios de los años noventa. Actualmente, con 50.000 habitantes, padece una fuerte ausencia estatal, lo que ha permitido que los actores armados intenten ejercer el control territorial. El CNMH y el artista Dayro Carrasquilla hicieron una acción memorial poética del retorno para reflexionar sobre su territorio y la identidad de Mandeleros.

 


El Tigre no es como lo pintan

Viernes, 15 de septiembre, 3:00 p. m.

Producción CNMH, documental 15’21’’, 2019.

Director: César Romero (CNMH).

eltigreDe El Tigre (Putumayo) se sabe que allí hubo una masacre el 9 de enero de 1999, pero se suele desconocer lo relacionado con sus fiestas patronales, las playas del río o la figura del jaguar amazónico que habita en el corregimiento. Por ello, como parte del Plan Integrado de Reparación Colectiva, se presenta el nuevo color de El Tigre para visibilizar cómo la población, tras la guerra, se ha fortalecido y creado una identidad más allá de los estigmas.

 


¡Basta ya! Montes de María

Sábado, 16 de septiembre, 10:00 a. m.

Producción CNMH, documental 37’53’’, Colombia, 2022.

Director: Fabián Moreno (Multigráfica Ltda.)

En los Montes de María se escribió una historia de violencia que marcó una etapa del conflicto armado llena de interrogantes, dada la ferocidad con la que diferentes grupos armados intentaron controlar el territorio para obtener beneficios de las rentas ilegales. Por un lado estuvieron los narcotraficantes y por el otro los ganaderos y finqueros, víctimas de extorsiones y secuestros, lo que convirtió a la región en un polvorín que desencadenó el desplazamiento masivo de sus habitantes.

 


Conversatorio: «Memoria histórica y reconciliación: construyendo un futuro en paz»

Viernes, 15 de septiembre, 9:00 a. m.

Biblioteca Pública Arnoldo Palacios

Moderadora : Andreiza Anaya Espinoza, comunicadora étnica y periodista.

Participan: María Gaitán Valencia, directora general del CNMH; Sofía León, politóloga especialista en resolución de conflictos y Adriana Alarcón Díaz, abogada.

Duración: 60 minutos.


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Quibdó África Film Festival: una posibilidad para expandir y fortalecer las memorias afro

QAFF

Autor

CNMH

Foto

Afiche oficial de la quinta versión del Quibdó África Film Festival.

Publicado

25 septiembre 2023


Quibdó África Film Festival: una posibilidad para expandir y fortalecer las memorias afro

El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se une, como aliado, a este festival de cine —que celebra su quinta edición en Chocó— para contribuir a uno de sus objetivos: divulgar las memorias negras, afro, palenqueras y raizales de la guerra y propiciar diálogos sociales alrededor de ellas.

 

En el 2018, el cineasta congolés Wilfrid Massamba llegó a Chocó para poner en marcha una serie de talleres de cine dirigidos a niños y jóvenes. Durante las clases, sus aprendices le preguntaban reiteradamente por el Congo, por África. Tenían una inmensa curiosidad por el continente de sus raíces y sus ancestros, por la complejidad de sus culturas, la diversidad de sus geografías y la profundidad de sus espiritualidades. Como buen cineasta, Wilfrid resolvió responder a esa avalancha de inquietudes a través del cine. Les mostró todas las películas hechas y dirigidas por africanos que pudo. Hizo de esas películas una ventana desde la que los aprendices podían observar, sentir y pensar África. 

Con esa muestra audiovisual dirigida a un grupo de jóvenes chocoanos curiosos de sus raíces nació el Quibdó África Film Festival (QAFF), que este año celebra su quinta versión y al que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se une como aliado, con el propósito de contribuir a uno de sus objetivos centrales: divulgar las memorias afrocolombianas de la guerra y propiciar diálogos sociales alrededor de ellas. «Para muchas personas en el Pacífico, este festival de cine significa una posibilidad: la de ser visible, la de ejercer su derecho a la palabra y a la memoria, a narrarse, a decidir cómo representarse y a contar sus propias historias. Todo esto es una forma de renacer», dice Massamba.

Wilfrid Massamba, cineasta congolés y director del Festival.

En su quinta versión (que tuvo lugar entre el 14 y el 18 de septiembre, en Quibdó), el QAFF incluyó la franja de cine documental «Todas las memorias todas», que incluye charlas, foros y proyecciones de películas relacionadas con la memoria que comunidades afro, negras, raizales y palenqueras han hecho sobre los impactos del conflicto y sus iniciativas de resistencia en diferentes regiones del país. El 15 de septiembre esta franja especial comenzó con el conversatorio «Memoria histórica y reconciliación: construyendo un futuro en paz», en el que participaron María Gaitán Valencia directora del CNMH, Adriana Alarcón abogada experta en conflictos armados internacionales y asuntos humanitarios y Andreiza Anaya Espinoza comunicadora étnica e integrante del Comité Científico Internacional del Proyecto Ruta de Personas Esclavizadas de la Unesco

 

 
 
 
 
 
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Durante el conversatorio, Gaitán Valencia se refirió al rol del cine en la reconstrucción de la memoria histórica en el país: «Es momento de escucharnos empáticamente, de valernos de todos los lenguajes posibles incluido el audiovisual para poner a conversar nuestras memorias. A través del cine podemos vernos, soñarnos, narrarnos, imaginarnos y escucharnos de otras maneras». Además, la directora del CNMH agregó que el cine tiene el potencial de acercar a los jóvenes a las memorias de sus ancestros, de tender un puente entre una generación y otra: «Registrando y escuchando las memorias y los saberes de nuestros abuelos será más fácil comprender hacia dónde vamos y hacia dónde queremos transformar».

María Gaitán participó en el conversatorio «Memoria histórica y reconciliación: construyendo un futuro en paz», realizado en la muestra de cine documental «Todas las memorias todas» del QAFF.

 

Andreiza Anaya recalcó, por su parte, que el cine contribuye a que las comunidades afrocolombianas, raizales, negras y palenqueras «reconstruyan sus memorias desde su propio lugar de enunciación, rompan las narrativas blancas y eurocéntricas de los conflictos sociales y armados y narren con sus propias voces y a su manera la manera como han sufrido la guerra». De lo que se trata, concluye Anaya, es de «narrarnos en lugar de ser narrados, y de ver y hacer cine desde nosotros y con nosotros».

Algunos de los documentales producidos por el CNMH que se proyectarán en el QAFF están disponibles en YouTube:

«Relatos de resistencia en los Montes de María»:

«Mandeleros: memorial del retorno»: 

«El Tigre no es como lo pintan»:

«¡Basta Ya! Montes de María. Memorias de identidad, resistencia y construcción de paz»:


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Iniciativas de memoria afro en Bosa

Iniciativas de memoria afro en Bosa, referentes para la República Democrática del Congo

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

Autor

CNMH

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Representantes de la República Democrática del Congo en una visita a las iniciativas de memoria histórica que se impulsan en Bosa.

Publicado

25 septiembre 2023


Iniciativas de memoria afro en Bosa, referentes para la República Democrática del Congo

Una delegación de representantes del país africano visitó esta localidad del sur de Bogotá con el ánimo de intercambiar saberes y experiencias de búsqueda de la verdad con sobrevivientes del conflicto armado colombiano.

 

En el corazón de la localidad de Bosa está uno de los ocho Centros de Encuentro para la Paz y la Integración Local de Víctimas del Conflicto Armado que la Alcaldía Mayor de Bogotá ha dispuesto en la ciudad para atender, asistir y reparar integralmente a las víctimas. Es un espacio lleno de murales, huertas, jardines, instrumentos musicales y semilleros de hortalizas que sobrevivientes de la guerra han construido para juntarse y conservar algunas de las tradiciones artísticas y culturales que practicaban en los territorios que la guerra les obligó a abandonar.

El pasado 8 de septiembre, una delegación del gobierno de la República Democrática del Congo visitó este Centro de Encuentro con el propósito de conocer las iniciativas de memoria histórica que se impulsan en Bosa, una localidad en la que habitan cerca de cuarenta mil víctimas del conflicto armado y una población representativa de firmantes de la paz que, a través de proyectos artísticos y culturales, no solo reconstruyen sus memorias, sino que también involucran a la ciudadanía en la reflexión social y colectiva sobre la guerra, sus causas, impactos y posibles soluciones.

Desde la década de 1990, la República Democrática del Congo (RDC) ha vivido permanentes guerras civiles y conflictos armados. Su pueblo —como el colombiano— ha padecido incontables sufrimientos y una compleja historia de violencias que, como lo explica Josep María Royo, investigador de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad de Barcelona, tiene muchas raíces: la depredación de los recursos naturales, el expolio continuado, la injusticia social vivida desde la opresión colonial y poscolonial, la instrumentalización de las diferencias étnicas por parte del dictador militar Mobutu, la presión y competencia por la propiedad de la tierra, dinámicas geopolíticas de competencia por el dominio político de la región y sus recursos minerales, etc.

Iniciativas de memoria afro en BosaLa delegación de la República Democrática también visitó la Alcaldía local de Bosa y celebró su compromiso con la población afro víctima que vive en la localidad.

Actualmente, explican Joseph Khasa Mabika —asesor responsable de la justicia transicional de la RDC— y  Linda Lubamba Luemba —asesora de género y familia—, la República Democrática del Congo vive un proceso de justicia transicional para esclarecer la verdad de las causas de las guerras, conocer la memoria de las víctimas y garantizar sus derechos a la justicia y la reparación. «Por esa razón, hemos venido a Colombia: para nutrirnos de las experiencias de la sociedad civil, para conocer qué tipo de procesos adelantan las comunidades en la lucha por la memoria, para llevar todas estas historias y lecciones que escuchamos a nuestro país, al que le urge conocer referentes como estos», dijo Lubamba durante el encuentro con las víctimas, en Bosa.

Desde el 2021, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y el Fondo de Desarrollo Local de la Localidad de Bosa (FDLB) han desarrollado acciones de acompañamiento e intercambio de experiencias que buscan fortalecer las expresiones de reconstrucción de la memoria en la localidad. A través del proyecto «Bosa trae paz, verdad y reconciliación»,  el FDLB constituyó, con el apoyo del CNMH, el Banco de Acciones e Iniciativas de Memoria Histórica de la Localidad de Bosa, una estrategia para contribuir a la implementación del Acuerdo de Paz y la búsqueda de la verdad de la población víctima y de los excombatientes de la localidad. Durante este proceso, se han acompañado más de cuarenta acciones e iniciativas de memoria histórica gestadas y realizadas a través de diferentes narrativas y formas de resistencia como el muralismo, la creación audiovisual, los torneos deportivos y la medicina ancestral.

Marta Rentería, una de las grandes lideresas afro y curanderas tradicionales de la localidad de Bosa.

 

Marta Rentería, lideresa tumaqueña, desplazada y sobreviviente del conflicto, cuenta que muchas de estas iniciativas de memoria histórica son impulsadas por víctimas afro, una población que es bastante representativa en la localidad de Bosa. «Hemos hecho de este Centro de Encuentro para la Paz un verdadero quilombo. La palabra ‘quilombo’ proviene del idioma africano del kimbundu, y es sinónimo de ‘palenque’, ‘cumbe’ o ‘rochela’, palabras que hacen alusión a las juntanzas o procesos políticos organizativos con los que los cimarrones se emancipaban de la esclavitud», explica Rentería.

De acuerdo con la lideresa, la comunidad afro de la localidad espera seguir promoviendo iniciativas de memoria y hacer del Centro de Encuentro para la Paz un verdadero lugar para la juntanza y el intercambio de historias, tradiciones, medicinas, cantos y costumbres. Con estas iniciativas de memoria, concluye el gestor cultural Jonathan Ordóñez, «podremos mantener vivos los territorios y los ancestros en nuestros sentimientos; darle a conocer a la ciudad nuestras costumbres e historias y, lo más importante, combatir el racismo estructural en una ciudad donde las prácticas discriminatorias todavía se sienten como costumbre».

 

 
 
 
 
 
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Afros, Bogotá, Bosa, Centros de Encuentro, Comunidad afrocolombiana, Quilombo, República del Congo

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta

«El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta»: Lina Meruane

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta

Autor

CNMH

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Los manifestantes del estallido social en Colombia hicieron todo lo posible por proteger sus ojos durante las movilizaciones. Foto: Cortesía de Miguel Ángel Mejía Leones.

Publicado

25 septiembre 2023


«El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta»: Lina Meruane

En el marco de la primera conferencia nacional «Estallido social de 2021 en Colombia: lenguajes y literatura», la escritora chilena reflexionó sobre las violencias estatales ejercidas durante las más recientes explosiones populares en Latinoamérica. Aquí, algunos apuntes de su ponencia.

 

Con las ponencias de la escritora chilena Lina Meruane y de Geoffrey Pleyers, sociólogo e investigador de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), se dio inicio a la primera conferencia nacional «Estallido social de 2021 en Colombia: lenguajes y literatura». Organizada por el Instituto Caro y Cuervo y apoyada por la Universidad Tecnológica de Pereira; el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes; el Colectivo La Mariacano; el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR), y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), esta conferencia —que tuvo lugar entre el 12 y el 15 de septiembre— se piensa como un espacio para la conversación y la reflexión colectivas sobre el impacto de la protesta social y política en los lenguajes y la literatura.

Como preámbulo de este ciclo de conversatorios, este martes se realizó un encuentro virtual en el que Lina Meruane (ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Sangre en el ojo y del Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en reconocimiento a toda su obra) planteó una serie de agudas reflexiones sobre los estallidos sociales de Ecuador, Colombia y Chile que ella vivió, atestiguó y posteriormente narró en Zona ciega (2021), un ensayo que nos invita a pensar en lo que significaron los ojos de los ciudadanos durante los estallidos sociales, cuando las fuerzas policiales y militares intentaron cegarlos.

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta
Los cacerolazos sonaron fuerte durante el estallido. Foto: Cortesía de Édison Arroyo.

Cuatro apartes clave de la ponencia de Meruane:

 

  • Los recientes estallidos sociales en América Latina son el resultado de una crisis del capital

 

«Aunque cada lugar tiene sus variables locales y temporales, las revueltas sociales en Ecuador, Colombia y Chile remiten a una crisis del capital. El problema del hambre —que es una forma de violencia de Estado—; el problema de la injusta distribución de los recursos como consecuencia del neoliberalismo; y los problemas del acceso a la educación, la salud y el sistema pensional recalentaron el sustrato psíquico de la ciudadanía, que se había empezado a movilizar hace una década y que de pronto estalló, como en Chile, por la subida de 30 pesos en el transporte público. Eran apenas 30 pesos sumados a muchos otros pesos, a muchas carencias y a muchas “subidas”».

 

  • Las formas de represión en la dictadura y en las «democracias» son distintas: unas esconden la violencia, otras la vuelven espectáculo

 

«El caso chileno me llevó a pensar en algunas claves sobre el ejercicio del poder y las formas de represión que se ejercen en tiempos de dictadura y en las “democracias” contemporáneas (democracias así, entre comillas). El procedimiento del poder en los años de dictadura fue el de tomar los cuerpos y ocultarlos mientras los torturaba en estadios y casas de los que muy poca gente logró salir. Era la práctica de no dar cuenta de los detenidos, de su paradero, de asesinarlos y no entregar nunca los cadáveres, que además se ocultaron bajo tierra y en el mar. Se ocultó, entonces, la evidencia del crimen, porque el costo político de hacerla visible era enorme. Y no solo se ocultó la evidencia material, sino que se censuró la prensa, con lo cual no solo hubo ocultamiento, sino también un manto de silencio.

»Estas formas de ejercer el poder y la represión de la dictadura contrastan con las de la “democracia”, donde las prácticas represivas son completamente visibles, ocurren en plena calle, a plena luz del día, a plena vista —incluso a la vista de las cámaras—. En “democracia”, la violencia del Estado es una violencia que genera espectáculo, que exige ser vista para exaltar la presencia de un poder sanguinario y para intimidar a los manifestantes; una represión que funciona especularmente para que la ciudadanía se mire ahí, en las imágenes, como víctima de esa violencia efectista, sensacionalista e intimidatoria».

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta
En muchos casos, la Policía Nacional disparó directamente a los ojos de los manifestantes. Foto: Cortesía de Fredy Henao.

 

  • «Violencias ojizadas»: el intento de cegar los ojos ciudadanos que despertaron y se abrieron

 

«Las violencias estatales en “democracia” son violencias que no necesariamente se ejeren sobre el cuerpo entero del ciudadano —como es el caso de la tortura o de la desaparición—, sino sobre sus ojos. Estas violencias fueron llevadas a cabo por las fuerzas policiales y militares que intentaron no matar, sino disminuir y deshabilitar el cuerpo de sus víctimas, disparándoles directamente a sus ojos balines de acero y otros metales recubiertos en goma.

»Me parece elocuente que esa violencia haya sido dirigida hacia el ojo del ciudadano y la ciudadanía, y que lo mismo haya sucedido en las manifestaciones colombianas, panameñas, egipcias, francesas, palestinas, indias y un larguísimo etcétera. Conjeturo que, en estos tiempos, el mensaje más efectivo es precisamente el de cegar los ojos que se habían abierto y despertado. Era necesario dispararles para volver a cerrarlos».

 
 
 
 
 
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  • La ciudadanía se manifestó poniendo el cuerpo, los ojos y sus palabras deslenguadas, que fue la literatura misma de la protesta

 

«Los mensajes de la violencia que casi no tenían posibilidad de respuesta en dictadura, sí tienen espacios de respuesta en democracia. Por más que uno pueda entrecomillar, la realidad es que, en “democracia”, hubo una respuesta popular muy clara: una respuesta en el lenguaje y en la escritura. La ciudadanía se manifestó de vuelta no solo con sus cuerpos, sino con sus palabras. Respondió escribiendo sus mensajes en los muros; sus mensajes deslenguados, ocurrentes, hilarantes, enojosos, a veces llenos de improperios al presidente y sobre todo a la Policía, lo que el lingüista José del Valle llama “un lenguaje popular”, que no se remite a la norma, que escribe mal, que otros corrigen, que otros tachan y componen y comentan. Para mí no solo era una respuesta vociferante, sino que era la literatura misma de la protesta.

»La ciudadanía se tomó la palabra como nunca, es decir, no solo se manifestó poniendo el cuerpo, poniendo el ojo, poniendo los lemas en grito, sino también escribiendo sobre la ciudad, volviendo los muros páginas rayadas para contestarle indisciplinadamente al poder disciplinario del Estado».

El Estado disparó contra los ojos abiertos de una ciudadanía despierta
Los muros, las calles y las paredes fueron clave para la expresión de las inconformidades de la ciudadanía. Foto: Cortesía Andrés López.


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Chile, CNMH, Colombia, Estallido social, Lina Meruane, Víctimas oculares

Mocao, a tres años del 9S: sus resistencias y peticiones

Mocao, a tres años del 9S: sus resistencias y peticiones

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

Autor

CNMH

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Una de las formas de resistencia de Mocao es una performance. Pronto presentarán una obra de teatro que recrea sus memorias y luchas. Foto: Camila Galindo para el CNMH.

Publicado

25 septiembre 2023


Mocao, a tres años del 9S: sus resistencias y peticiones

En vísperas del aniversario del asesinato de Javier Ordóñez a manos de miembros de la Policía, jóvenes víctimas de violencia ocular comparten sus expresiones de memoria y resistencia y hacen llamados a la institucionalidad.

 

Fuerte y alto, como siempre lo han hecho: así hablaron los jóvenes del Movimiento en Resistencia Contra las Agresiones Oculares del Esmad (Mocao) durante el primer foro sobre la transformación policial «¿Policía para la paz y la convivencia?». El Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR) de Bogotá acogió este espacio, cuya primera parte fue un reflejo de lo que se vivió en las calles de Colombia desde el 9S, hace ya tres años, luego del asesinato de Javier Ordóñez durante la pandemia.

«Venimos nada más y nada menos que del estallido social.

Duramos más de tres meses en las calles luchando.

Éramos miles, miles y miles de jóvenes.

Pintamos las calles, las ventanas y los transmilenios.

Tumbamos la reforma tributaria de Duque y a dos ministros.

¡RESISTENCIA!».

Con esta elocuente declaración, los miembros de Mocao iniciaron una performance que hará parte, muy pronto, de una puesta en escena más larga que podrá apreciar el público. Teatro, rap, baile, break dance… un movimiento callejero que habla porque no sabe callar; que resiste porque esta nueva generación no es de quedarse a ver lo que pasa a su alrededor. Esta juventud actúa.

 
 
 
 
 
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«Mocao es una familia que me recogió, que me enseñó a trabajar, a construir un mejor país, un símbolo por la violencia que ha dejado el Estado. Más que un mensaje, Mocao es vida, salud, prosperidad». Así lo declara Juan Pablo Fonseca en una de las pantallas del CMPR que no dejan de reproducir los videos caseros grabados por los jóvenes durante los días y noches del estallido social en lugares como Portal Resistencia, en Bogotá. Retumban las sirenas, los disparos, los gritos de alerta, la respiración acelerada de quien corre para escapar.

Todo esto hizo parte del telón de fondo de una conversación tan esquiva como necesaria. Luego del arte que retumba, como solo Mocao sabe hacerlo, llegó la conversación sobre la imperativa metamorfosis que, según los jóvenes, deben tener la Policía y la Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden (antes Esmad).

Juan Pablo Fonseca, de Mocao; Alexandra Bermúdez, del Ministerio de Defensa, y Óscar Ramírez, presidente del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (Cspp), junto al público asistente y a otros miembros del colectivo, coincidieron en la urgencia de un cambio de fondo en estas instituciones llamadas a velar por el orden.

Mocao, a tres años del 9S: sus resistencias y peticionesEl foro «¿Policía para la paz y la convivencia?» abordó las necesidades de cambio que encuentra Mocao en la institución. Foto: Camila Galindo para el CNMH.

Ramírez señaló que «la Policía sigue teniendo ese carácter pese a la transformación. La Policía seguirá teniendo ese carácter de contenedor frente a quienes intentan subvertir ese orden. Sin embargo, eso no exime que no puedan existir garantías, una existencia más pacífica, y que la Policía se restrinja a labores de seguridad y propias de su institucionalidad».

Sin embargo, como lo señalaron varios participantes y miembros del público, esta no es una lucha contra la Policía ni contra la fuerza pública. «Los avances que ha hecho la Policía y el Ministerio de Defensa se abonan, pero el tema aquí radical no es solo la reforma a la Policía, el gran problema es cómo el ministerio público, los entes encargados de ejercer justicia, deben cambiar. El tema acá es que, mientras sigan avalando de forma soterrada el actuar de la fuerza pública, estamos fallando», añadió Gustavo, un miembro del panel.

Una de las sugerencias del público fue que la reforma a instituciones como la Policía comience por cómo se juzga esta entidad, la justicia penal militar, la cual tiene limitaciones. Esto repercute en que la discusión sigue siendo la misma: a qué ministerio depende la entidad. También se sugirió incluir medidas relacionadas con la reparación a las víctimas.

Mocao, a tres años del 9S: sus resistencias y peticionesGalería del Movimiento en Resistencia Contra las Agresiones Oculares del Esmad (Mocao). Foto: Camila Galindo para el CNMH.

Ramírez agregó que la invitación debe ser convocar a más instituciones. «Me parece bien que sea el sector defensa el que lidere», anotó.

Actualmente, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) viene adelantando una investigación sobre el estallido social que busca dar cuenta de la violación de derechos humanos durante el paro nacional, con un eje claro de memorias de la resistencia. Esas memorias que gritan, con rap: «Puse mi ojo por ti, pueblo. ¡Que el cambio sea un hecho!», como lo grita Mocao a rabiar.

 


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Unidos después de nuestro sufrimiento

«Unidos después de nuestro sufrimiento»: un documental sobre la resistencia en Bahía Portete

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

Autor

CNMH

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En la imagen, Isabel Fince Epinayú, antigua profesora de Bahía Portete y miembro de la comunidad wayuu.

Publicado

11 septiembre 2023


«Unidos después de nuestro sufrimiento»: un documental sobre la resistencia en Bahía Portete

En 2004, la comunidad wayuu de Bahía Portete (La Guajira) fue víctima de una masacre perpetrada por 40 paramilitares. Lo que vivieron ocasionó una ruptura del lazo que tenían con el territorio y ahora trabajan por recuperarlo.

 

En la Alta Guajira, hay un lugar donde el desierto se encuentra con el mar: es el territorio ancestral de miembros de la comunidad wayuu. Se trata de Bahía Portete, un paraje que tenía un lazo invulnerable con sus habitantes, pero donde, en 2004, 40 paramilitares pertenecientes al Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) cometieron una masacre. Con lista en mano, asesinaron a seis personas, entre ellas a cuatro mujeres. 

La masacre ocasionó un desplazamiento masivo que despobló Portete y, con el tiempo, esa conexión ancestral que pasaba de generación en generación empezó a fracturarse. «Muchas de mis tías fallecieron por un daño moral y murieron en Venezuela porque extrañaban su territorio», manifiesta Rubia Meza Uriana, miembro de la comunidad wayuu.

Desde hace un par de años, las víctimas comenzaron a retornar poco a poco a su tierra. Aunque no todas han regresado, los miembros wayuu presenciaron las consecuencias del abandono tras la masacre. «Cuando regresamos, la soledad era tal que solo sentíamos la brisa y el sonido del viento —comenta Ricardo Fince Uriana, palabrero de la comunidad—. Sentíamos temor, como si nos estuviéramos escondiendo de alguien».

El retorno es una prueba de la resistencia y fortaleza del pueblo wayuu. Sus esfuerzos por reconstruir los lazos que tenían con el territorio y reanudar sus costumbres quedaron evidenciados en el documental Koptushi waya shikije wamuliala, que traduce Unidos después de nuestro sufrimiento.

En mayo de 2021, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) apoyó el desarrollo de la pieza audiovisual, potenciando y difundiendo la voz de la comunidad wayuu. Aunque en la narración los participantes y autores de la iniciativa de memoria denuncian los daños que sufrieron por la violencia paramilitar, también demuestran que Bahía Portete es mucho más que esa masacre.

Después de dos años de trabajo, el largometraje será lanzado oficialmente el 9 de septiembre en Bahía Portete. El producto de memoria histórica se proyectará en una pantalla inflable en aquel desierto que vio partir su comunidad y que nuevamente los abraza en su lucha.

El documental expone que, si bien el vínculo del pueblo wayuu con el territorio no es inalterable, sí es indestructible. Así, el temor de la violencia paramilitar no evitó que la comunidad regresara al lugar que la vio nacer, pues a pesar de la distancia no se «pudieron desapartar de estas tierras», según señala Alfredo Meza Uriana, habitante de Bahía Portete.

Más que una masacre

Unidos después de nuestro sufrimiento
El desierto de Bahía Portete, donde la comunidad wayuu ha retornado tras la masacre paramilitar perpetrada el 18 de abril de 2004.

El pueblo wayuu le manifestó al CNMH la importancia de hablar sobre su hogar más allá de la masacre, porque su historia no empezó ese 18 de abril de 2004. Así, pues, el documental comienza narrando las enseñanzas y costumbres que los abuelos y abuelas le han transmitido a la comunidad desde hace décadas.

Rubia Meza Uriana precisa que sus ancestros, a pesar de que no fueron a la escuela, «tenían unos valores increíbles que nos transmitían con amor». Esas lecciones hicieron que Portete fuera una pieza clave en la identidad del pueblo wayuu. «El querer este territorio es como parte de la vida misma», indica. Sin embargo, tras la masacre todo cambió.

Por el impacto de la violencia se fueron muchos menores de edad que perdieron el mensaje que se pasaba de generación en generación. De acuerdo con Alfredo Meza, cuando regresaron tenían otras costumbres y «muchos no querían hablar su lengua materna», mientras otros la perdieron. La violencia creó una brecha generacional. «Bahía Portete se vino a ruinas», dice Mariana Fince, de la comunidad wayuu.

Según Rolan Fince Uriana, autoridad tradicional de Iguazaí, lo que sucedió en la bahía no fue cualquier cosa: «Eso fue un desplazamiento donde quedó un pueblo fantasma». Lo perdieron todo. Quienes lograron escapar llegaron al monte, en medio de la nada y sin un rumbo claro; sabían que ese día no solo habían dejado su tierra, sino que sus familiares habían sido asesinados.

De acuerdo con el informe del CNMH La masacre de Bahía Portete: mujeres wayuu en la mira, ese domingo 40 paramilitares del Frente Contrainsurgencia Wayuu del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) recorrieron la zona torturando, quemando y asesinando a las víctimas con lista en mano. También saquearon sus casas e incluso profanaron su cementerio.

Pese a que en la pieza audiovisual se menciona lo que sucedió y se señala como responsable y actor intelectual de la masacre a José María Barros Ipuana, alias Chema Bala, este no es el tema principal de la historia. El pueblo wayuu reconoce el valor que tiene como comunidad y el producto narrativo constituyó una oportunidad para honrar a aquellos que lucharon por tener una vida digna.

El pueblo wayuu sigue luchando por el territorio y alza sus voces para que esta vez —a diferencia de ese abril de 2004— el Estado colombiano sí lo escuche. «Queremos oportunidades para los jóvenes que hemos perdido y que nuestro territorio siga ese desarrollo, como el acceso a agua potable, pero manteniendo nuestra cultura», indica Rubia Meza Uriana.

«Yo lo que quiero para el pueblo guajiro es la paz», asegura Alfredo Meza y destaca que los wayuu no son una etnia de guerra o conflicto, «somos gente de paz». Por esa razón, los esfuerzos por reconectar con la tierra y transmitir las costumbres a los más jóvenes no cesan. «Aquí lo que se quiere es que seamos unidos como antes, como venían manejando nuestros ancestros», añade.


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Palestina Huila conmemoracion desaparecidos

Palestina: el rincón huilense que demuestra que el cambio es posible

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

Autor

CNMH

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Galería de la memoria de las víctimas del municipio de Palestina, en el sur del Huila. Foto: Camila Galindo para el CNMH.

Publicado

11 septiembre 2023


Palestina: el rincón huilense que demuestra que el cambio es posible

En el marco de la conmemoración de los 40 años de la desaparición de Tulio Chimonja, su familia, que lidera la Asociación de Comunidades Construyendo Paz en Colombia (Conpazcol), invitó a organizaciones, iglesias, víctimas y firmantes de paz a una jornada de memoria.

 

A Tulio Enrique Chimonja se lo llevaron de la finca El Recuerdo el 3 de septiembre de 1983. Era una noche de luna llena en la que Fanny Coy, su esposa, pudo ver con claridad los rostros de quienes sacaron a su marido de su cama, en la vereda San Isidro del municipio de Palestina (Huila), donde lo único que suele sonar en la penumbra son los grillos, las ramas de los árboles que se mecen en las noches y la corriente del agua de los riachuelos que descansan en los patios de las casas.

Fanny lo cuenta con una dignidad apabullante, como si contara una historia cualquiera, sentada en una silla, en esa misma finca donde vio por última vez a su esposo, y en una noche de septiembre donde suenan también las chicharras y el ladrido de los perros taciturnos. Narra todo en detalle: cómo le avisó a su suegra, al líder social de la época —«¡Esos hijueputas lo mataron!», le dijo— y cómo una semana después, luego de ver pasar por el pueblo una y otra vez a esos que se llevaron a Tulio, les preguntó qué habían hecho con él. Así constató que su marido estaba muerto, pero nunca le devolvieron su cuerpo.

Palestina Huila conmemoracion desaparecidosFanny Coy, campesina y lideresa del municipio de Palestina (Huila), durante el evento de conmemoración de la desaparición forzada de su esposo hace 40 años. Foto: Camila Galindo para el CNMH.

«Y bueno, qué bueno tenerlos aquí esta noche», dice Fanny y se devuelve a la cocina a seguir preparando el arroz, la yuca y el cerdo que les dará a sus casi 65 invitados, a los que nunca les falta el tinto que ella prepara con el café que siembra en su finca.

 
 
 
 
 
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Sus invitados están allí porque la Asociación de Comunidades Construyendo Paz en Colombia (Conpazcol), liderada por su hijo Enrique Chimonja y su nuera María Eugenia Mosquera, organizó el
«Encuentro territorial interétnico: la memoria en la búsqueda, restauración y tejido de paz integral», justo el fin de semana de conmemoración de los 40 años de la desaparición de Tulio.

Aunque aún duele —Enrique se quiebra al recordarlo—, Fanny ha decidido celebrar la vida. Ella, la lideresa Fanny Coy, es sobreviviente del genocidio político de la Unión Patriótica (UP) y sembradora de paz territorial en la zona de biodiversidad La Esperanza. En esa parcela que cuida a veinte minutos de su finca, cruzando cosechas, tiene su alma, porque su vida es el campo.

Durante el recrudecimiento del conflicto en Palestina —en 1985 hubo una masacre en la que asesinaron a José Jaime Loaiza, de la UP, y a cuatro personas más que se encontraban con él en su finca, entre ellos Martín Humberto Coy, hermano de Fanny—, ella se movió algunos metros: entre veredas, hacia el casco urbano, pero nunca abandonó Palestina. Lo suyo es el campo y ahí reside su resistencia. «¡Si yo lo que sé hacer es sembrar! ¿Cómo me iba a ir?», dice.

Palestina Huila conmemoracion desaparecidos
Foto de Tulio Enrique Chimonja, desaparecido el 3 de septiembre de 1983. Foto: Camila Galindo para el CNMH.

En Palestina hay una bicicleta vintage que rueda por el municipio y tiene un letrero: «Tulio Enrique Chimonja. Sep 3/83. Desaparecido». La usa Enrique, el mayor de los hermanos Chimonja, y la usan sus sobrinas, que pedalean, como una vez lo hizo Tulio, por ese pueblo metido en el macizo colombiano, tierra de indígenas andaquíes y laboyos donde, según cuenta la historia, el conquistador Pedro de Añasco le robó el hijo a la cacica Gaitana.

«Estos territorios, de alguna manera, así como son para la agricultura, son fértiles para la lucha social», dice Enrique Chimonja. La lucha de su familia es pedalear con el nombre de su patriarca a cuestas, es escribirlo una y otra vez en pancartas con las que adornan su hogar, nombrarlo para no olvidarlo. Es sembrar.

Conoce también los procesos de resistencia de Bolívar.

«Cada vez que alguien se suma a la siembra, hay más esperanza de que algo vamos a cosechar», dice Enrique, quien ha invitado a los 65 huéspedes a sembrar en la zona de biodiversidad La Esperanza, en la vereda Montañita. Desde la comunidad de paz de San José de Apartadó, desde Buenaventura, desde el Putumayo y Caquetá, desde Neiva, desde el Cauca… de todas partes vienen los invitados, líderes y lideresas de sus territorios, quienes comparten su trabajo en los procesos de búsqueda de desaparecidos y en la construcción de paz. Algunos toman guayacanes, otras cogen cedros, otros robles rosados y negros, ocobos, y los siembran en la parcela que antes fue escondite de actores armados, según cuenta Fanny.


«¿Alguien tiene una tijera o un machete? Tengo que cortar esta raíz, porque está muy larga y, si no, la mata no crece», dice el Tigre con su cara de saberlo todo sobre el campo. Es uno de los
firmantes de paz del Bloque Sur que ha acompañado este proceso de la zona de biodiversidad. Junto a casi una decena de sus compañeros, le ha apostado a este acompañamiento en un acto de reparación a las víctimas. De las filas de las FARC-EP, que tanto azotaron al municipio, salieron quienes ahora siembran junto a ellas árboles y nuevas posibilidades.

«Yo vine por primera vez en 2019, porque una compañera no podía venir. Vine, pero no me imaginaba lo que era», cuenta la Cacica (o Nidia Arcila), la única mujer firmante que acompaña este proceso. Llegó desde Neiva, como otras veces lo hizo acompañada por su compañero sentimental, también reincorporado, que fue asesinado el 4 de julio de 2022. Ella no deja de sentir miedo, pese a ser la Cacica: «Yo volví hoy, pero puede que no vuelva», dice con la voz entrecortada, exigiendo garantías al Estado y pidiéndoles a los colombianos que le permitan no vivir estigmatizada, señalada.

Como la Cacica que es, llegó y participó de la olla comunitaria, llevó las achiras que hace para vender como parte de su proyecto productivo, sembró árboles y les habló a todos del compromiso de los firmantes de paz que genuinamente acompañan a las víctimas.

Palestina Huila conmemoracion desaparecidosConpazcol entregó al CNMH un informe de esclarecimiento sobre los hechos ocurridos en el conflicto armado en Palestina. Foto: Camila Galindo para el CNMH.

Luego de una celebración intereclesial que unió a la Iglesia luterana de Colombia y los saberes del líder de un resguardo indígena del pueblo nasa que llamó a la lectura de la Biblia y a la armonización de la jornada con rituales indígenas, Conpazcol entregó al Centro de Memoria Histórica el informe La verdad desde nuestras aves, los guácharos: memoria al vuelo en un territorio biodiverso. Ahí estuvo la Cacica, representante de los firmantes, para dar el espaldarazo a los Chimonja, esa familia que ha sabido perdonar y que los acoge como huéspedes.

«Esto ha sido parte de un sueño que ahora… me da mucho gusto saber que hay muchos procesos organizativos, que hay muchas víctimas, que hay instituciones, que hay un gobierno que por primera vez se hace presente en 40 años, y la convicción de que sí es posible hacer el cambio, y que el cambio además está en los territorios»: a Enrique Chimonja se le quiebra la voz al decir esto. Tiene razones. Ha metido en su casa a 65 personas venidas de diferentes partes del país, entre víctimas y firmantes de paz, líderes de la Iglesia cristiana y autoridades indígenas, para compartir cama y comida, para sembrar cedros y robles, para bailar juntos.

Al paso del acto protocolario de entrega del informe, de la siembra masiva, le sigue el canto. Cantan guabinas y boleros, el sanjuanero huilense, y comienza el baile. Al verlos, mientras el sancocho se cocina, es imposible imaginar los caminos recorridos por todos, sus dolores y culpas, y especialmente la forma en la que se conocieron y acabaron ahí, reunidos, a ritmo de guitarras y aplausos. Tiene razón Enrique: es posible hacer el cambio y hacerlo desde los territorios, esos que conoció el país porque coparon los titulares en las épocas más violentas. Ahora es tiempo de bailar, porque el dolor ha dado tregua y se ha cambiado el rumbo de la historia. Porque, como gritó Fanny, anfitriona excepcional: «¡Estamos vivos!».


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El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones

Autor

CNMH

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Una víctima visita el bosque humanitario de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) durante la conmemoración, en Saravena (Arauca), del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Publicado

7 septiembre 2023


El bosque humanitario de Saravena: un lugar que recoge la memoria de los desaparecidos

En Saravena (Arauca), entre el 30 de agosto y el 1.o de septiembre, se realizó la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Las víctimas se congregaron para recordar y dignificar a aquellos que les fueron arrebatados por el conflicto armado.

 

Detrás de un colegio en Saravena (Arauca), se extienden más de 30 árboles de yopo, cuyas ramas se abren como sombrillas. Al lado de cada uno reposa un letrero con el nombre de una víctima de desaparición forzada; muchas veces, los familiares pasan por aquel lugar que dignifica a aquellos que no han podido ser encontrados.

Es el bosque humanitario de Saravena, un paraje en el que crecen las raíces no solo del yopo, sino también de la esperanza de las familias buscadoras. Emperatriz Montes, rectora de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR), explica que el colegio reconoce el bosque como un espacio sagrado por «cada árbol que sembró una mamá, sobrina, tío o hermana, en memoria de su familiar desaparecido».

En la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas —realizada del 30 de agosto al 1.o de septiembre—, las víctimas regresaron al bosque humanitario y llevaron los retratos de sus familiares. Nadie les dijo qué hacer, pero tras la caminata hacia el terreno cada una buscó el árbol que lleva el nombre de aquel ser querido que aún espera encontrar.

Lo cierto es que ese centro de memoria no siempre fue así. Antes de 2020 era reconocido por ser un botadero de basura y fue gracias a la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas (Asofavida) que se limpió, cuando se sacaron de allí más de 50 llantas de carros, 25 pupitres y 20 volquetadas de desechos. «Esto era un peladero, como la quebrada de La Pava, pero lo transformaron ellas y lograron un bosque en dos años y medio», agrega la rectora.

Yolanda Montes, integrante de Asofavida y lideresa reconocida en la región del Sarare, señala que todo fue gracias al trabajo colectivo en minga. «Preguntamos por diez mujeres que quisieran venir y así fuimos limpiando —afirma la también exalcaldesa de Saravena—. Cada fin de semana eran grupos distintos y cuando ya no había más escombros, quisimos hacer este acto simbólico». 

Los lazos entre el CDR y Asofavida

Integrantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) y víctimas del conflicto armado honran y dignifican la memoria de sus familiares dados por desaparecidos.

 

En Saravena, el conflicto armado es una realidad de la que no se habla, pero hay personas que quieren romper con ese tabú. Desde la rectoría del CDR, Emperatriz Montes decidió abrirle la puerta del colegio a la vida de los estudiantes con todas sus realidades y, así, empezó a hacer un censo de quiénes eran víctimas del conflicto, dónde vivían y cuáles eran sus historias.

El ejercicio de diagnóstico arrojó que el 70 % de los estudiantes eran víctimas directas. «Fueron cifras asombrosas para nosotros, que nunca nos habíamos preguntado esto», precisa la rectora. La sorpresa fue aún mayor cuando cruzaron la información con Asofavida y se dieron cuenta de que había madres de familia que hacían parte de esa organización.

Desde ese momento, las aulas están abiertas para hablar del conflicto armado y del Acuerdo Final de Paz con la extinta guerrilla de las FARC-EP. Los docentes han empezado a romper el tabú que impera en Saravena no solo desde las clásicas cuatro paredes con pizarrón, sino que caminan por el bosque humanitario que los alumnos terminan cuidando como un lugar sagrado.

 

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Carlina Londoño Montes, docente del CDR, se refiere al compromiso que tiene con los estudiantes del colegio: «Siento la necesidad de reivindicar esas historias, que dejen de ser cifras. Hay que reconocer que en cada uno de esos números hay un proyecto de vida que se cortó; había sueños y esperanzas que la sociedad dejó de aprovechar». 

La lideresa social expresa su preocupación ante cómo la violencia puede afectar a sus alumnos. «Me siento muy comprometida para que eso no les pase y que vean que en medio de este conflicto tampoco pueden ser victimarios. Hay que sacarlos y alejarlos de allá para que aporten a este territorio desde otros ángulos y perspectivas», dice Carlina mientras sus alumnos pintan un mural que representa la violencia de los «falsos positivos».

Estudiantes de la Institución Educativa Concentración de Desarrollo Rural (CDR) en el mural que están pintando sobre «falsos positivos».

Por su parte, Asofavida realiza una labor de apoyo a las familias buscadoras, documentando los casos de desaparición forzada en Arauca. «Este archivo de derechos humanos es importante porque nos ayuda a la búsqueda de la verdad, a saber qué pasó con esas personas», señala Zoraida Forero, representante legal de la organización que conoce 164 casos en el departamento, de los cuales se han encontrado nueve cuerpos.

El equipo de la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos (DADH) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) acompañó la conmemoración en Saravena. Los profesionales no solo pudieron conocer la labor de documentación que ha efectuado Asofavida y maestras como Carlina Londoño, sino que también le expresaron a la comunidad la importancia de los archivos de derechos humanos en el territorio.

 

 

Las raíces de la familia Montes

El bosque humanitario ha tejido lazos entre los alumnos y las integrantes de Asofavida; sin embargo, uno de sus árboles de yopo cuenta cómo la defensa de los derechos humanos juntó a tres familiares en esta misma causa. Se trata de Yolanda, Emperatriz y Carlina, quienes no solo están relacionadas por sus convicciones, sino también por la historia de un familiar desaparecido.

En la caminata hacia el bosque, Yolanda y Emperatriz llegaron al árbol que llevaba el nombre de Omar Montes, el hermano que a ambas les desaparecieron en Aquitania (Boyacá). La rectora contó con lágrimas en los ojos la historia de su hermano, aunque fue la integrante de Asofavida quien narró en detalle cómo el Ejército Nacional pretendió desaparecer su cuerpo y enterrarlo en una fosa común en 1993.

«Por radio dieron una noticia que decía: “Muerto en combate un guerrillero de las FARC llamado Omar Alfonso Montes Ovalle”», comenta Yolanda. Si bien el reporte no lo escuchó directamente la familia, cuando se corrió la voz «todo este pueblito de Saravena fue a templar [sic] a Aquitania», resalta la exalcaldesa. Su madre le reclamó al coronel por el cuerpo de su hijo… le decía: «Si hubo un combate, dígame dónde cayó, dónde está el enfrentamiento».

Yolanda y Emperatriz Montes al lado del árbol de yopo en el que recuerdan la memoria de su hermano desaparecido, Omar Montes.

Para esa época, Carlina Londoño —hija de Yolanda— tenía 6 años y presenció el dolor que compartía su familia. «Ese recuerdo viene a mi memoria muy lúgubre», asegura la docente, y reconoce que gracias a esa noticia radial pudieron encontrar los restos, enterrarlo y hacer el duelo; sin embargo, más de 150 familias de Saravena no han podido concluir ese camino. 

Aunque «no es necesario vivir el dolor en carne propia para empatizar, cuando somos objeto de algún tipo de violencia evidentemente hay una sensibilidad diferente», resalta Londoño. De esa forma, las tres lideresas han emprendido un camino que se ha cruzado por los azares de la vida o quizá por su propia historia: Emperatriz desde la rectoría del CDR, Carlina desde la docencia y Yolanda desde Asofavida.

En esta conmemoración, sus esfuerzos fueron aún más evidentes en ese centro de memoria que recuperaron: el aula viva del bosque humanitario, donde es posible dignificar a aquellos que ya no están.

 


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